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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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V. LOS DONES DEL ESPIRITU SANTO EN EL ALMA 1. Dos nuevas cuestiones
Ahora se me ofrecen otras dos cosas, que parece pudieran quedar dichas arriba, que del todo no queda encarecido ni sabida la disposición y estado de esta almaa: lo uno, cuando se ve enriquecida y siente tiene a Dios y está adornada con aquellos dones que decimos del Spíritu Sancto; lo segundo, si los daños o penas que en su privación, quoad exercitiumb, siente el alma si tiene más penas que las que se causan de la tal privación o, por mejor decir, sentimiento de absencia de bienesc que gozaba. 2. Los dones acompañan a Dios
Acerca de lo primero, lo que quiero preguntar (plega a Dios que acierte, que yo entiendo que, mientras más acertare, más obligaré a Dios que responda); pues pregunto: cuando aquel alma siente en sí a Dios y que en ella se revierten aquellos dones ¿cómo se ha con Dios y cómo dispone de aquella hacienda que le entriegan? Consideremos que plantado Dios en esta alma es como un árbor, y que sus dones son como fructa deste árbor, que lleno y hermoso convida a la esposa que coma de ella; o como [155v] una vid, que así se compara el mismo Cristo1. Yo hallo dos dádivas y dos bienes que Dios da a esta alma: lo uno, el árbor que lleva la fructa de su cosecha; lo segundo, el gozar la fructa. Pues sepamos cómo le dan la libertad y el señorío sobre este árbor, que es Dios, que posee por una singularíssima gracia y unión; y cómo tiene licencia de usar desta fructa.
Pues hemos tomado comparación del árbor o vid, podrá ser que esto nos lo declare. Consideremos que plantamos en una tierra un camueso. Este camueso se aprovecha de la tierra y en ella echa sus raíces, que parece convierte en sí y chupa a la misma tierra, pues en ella va naciendo y creciendo. Que quien ve aquellos nudos y abrazos que con sus raíces va dando el árbor, le parecerá que se va el mismo árbor encorporando con la tierra, enviando raíces por diferentes partes, como quien gusta y quiere de unirse, pegarse y ser una propia cosa con la tierra. De suerte quedand que no hay remedio, por recios aires e inclemencias que le sobrevengan, que se desasga ni que la tierra lo suelte; porque, si está el árbor, está asido y pegado con la misma tierra; si lo arrancáis, lo habéis de arrancar con la misma tierra.
Esto hace este buen Dios en esta dichosa alma, que de ese bien gózase: que en ella se entra Dios; en ellae se estiendef y echa sus raíces, la abraza con ellas, la une, la pega, la liga, la mezcla, que de tierra se ve hecha cielo. Que es lo que dice Cristo: In me manet et ego in eo2; yo en ella como árbor cargado de fructa, y ella en mí como tierra preciosa en quien yo estiendo mis raíces. Y esta liga y atadura, de parte del árbor no tiene remedio de desasirse, porque cuando viene y ase, no ase para soltar ni desasirse; así lo dice él: Nemo tolet eas de manu mea3; no hay quien me abra el puñog cuando lo cierro para sacarme la moneda que en él tengo, que son mis ovejas. Esto quiso dar a entender cuando dijo por san Juan: Ad eum veniemus, et mansionem apud eum faciemus4; viene para hacer mansión, asiento y morada. De parte del alma, eso quiere, eso [156r] desea de suerte que, así abrazada aquella alma, le hace decir: Quis nos separabit a charitate Cristi? tribulatio? an fames?, etc.5. Esto es en cuanto al ser de Dios en el alma, y el alma en Diosh. 3. Participación de la estabilidad de Dios, y goce de su sombra
Veamos en cuanto al gozar esta alma de Dios. Digo que este gozar del alma de este buen Señor, que así siente que posee, también lo dijo la esposa en los cantares: Sub humbra illius, quem desideraveram, sedi6. ¡Oh buen Dios! y qué inmenso bien que, demás de estar esta alma endiosada, goza de este Dios; como el que tiene dineros y goza de ellos, porque tenerlos y no gozarlos parecei no bien cumplido. Tiene un hombre buen entendimiento, y goza de él. Así la esposa que, tiniendo Dios en su alma y ella endiosada, dice que se sentó a la sombra del árbor que deseaba. Dos cosas dice que goza: la primera, que se sentó.
Lo primero que siente un alma arrimado a este buen árbor, que es Dios, es un asiento, un reposo, una paz, una quietud, una tranquilidad, un sosiego estraño, porque echa de ver no es aquel bien que se ha de gozar de paso, de levante ni de corrida. Este bien parece estuvo figurado en María y al vivo pinctado, que estaba sentada a los pies de Cristo; y dice: oía sus palabras7. No sé si me atreva a decir un encarecimiento: que, como yo sé poco de esto, no quería decir necedades; si lo fueran, borren los que leyeren.
Digámoslo por vía de pregunta. Pregunto si, atento que esta alma está allí sentada a la sombra de aquel árbor y atento que en este mundo no hay cosa de asientoj, todo pasa, todo va, al día le sucede la noche, a la noche el día, tras los días, las semanas, meses, años, etc.; si siendo esto así, si en alguna ocasión esta tal alma de ella se pueda verificar que esté sentada, parada y detenida contra el curso y movimientos de los tiempos. Porque, diciendo que sí, hemos de darla por aquel rato fuera de tiempo y libre de esta [156v] volumtibilidad de los cielos y tiempos. Yo pienso que, si ello no puede ser, que a lo menos hay ratos que ella lo piensa; y que si, como son ratos, fueran años, que pudiéramos decir de ellos lo que de los años de Dios: et ani tui non deficien8, que no se gastan ni menoscaban ni rompen. Y tampoco me parece imposible porque, como está tan unida y endiosada, no es mucho que Dios le comunique algo de esta estabilidad, no digo en el amor que le tiene por actos discontinuosk, sino una detención y perpetuidad por aquel rato que Dios quiere en aquel mismo punto.
horal veamos si hallase exemplos con que dar a entender lo que pregunto y respondo. Pregunto yo: supongamos que tiene Dios determinado de que viva 20 años. Por alguna cosa que a su saber convino, túvolo fuera del mundo y fuera de esta subjeción de tiempo un año. Pregúntase si este año ha de entrar en los 20. Parece que no. Porque, si yo voy a Toledo, que hay doce leguas que tengo de andar en una jornada, si en una venta estoy detenido cuatro horas, llano es que de mi camino no disminuí nada en aquellas 4 horas, sino que habré de echar otrasm cuatro más. Y el exemplo de los 7 durmientes también se puede traer: que el tiempo que durmieron, aquello fue dormir y no vivir; y así, sacado el sueño, se quedaron con la vida ordinaria según entonces se vivía9.
Lo propio pregunto yo acá, que creo mezclo dos preguntas: si un alma que, mientras está en este cuerpo y vive acá y está sujeta a tiempo que corre y pasa, si haciéndole Dios a esta alma esta merced de haberla sentado a su sombra, sea por una hora, si ese rato que allí estuvo estuvo de suerte que estuviese sujeta a tiempo y a la variación de los cielos y tiempos; y, si no lo estuvo, si aquellos ratos se le han de descontar de los días que la sabiduría de Dios tiene determinado que aquella tal persona viva.
El propio exemplo se puede poner en aquello [157r] de la Scritura: cuando Josué mandó al sol que no se moviese, paróse por aquel rato10. Pregunto yo si los hombres vivieron más aquel poco de tiempo que el sol estuvo detenido y si el día tuvo aquel rato más largo. Llano es, porque no por eso se dio más prisa a correr el sol su carrera cuando lo soltaron.
Así, pregunto yo, si habiendo esta alma llegado a estar sentada a la sombra de este árbor, si la podríamos considerar detenida, estable, de suerte que esté fuera de tiempo; y, si está, si ese tiempo que ahí estuvo si corrió el tiempo ordinario a cuenta de la vida que había de vivir. Y esto lo pregunto por ver si pudiésemos dar una grande, verdadera y muy propia propiedad del estar a aquella alma que allí se sentó. Y que, por lo menos cuando se trata de espíritus estáticos, se vea a lo que pueden llegar acerca de esto que vamos diciendo; porque otra cosa es saber cómo están ocupados, cómo están allí sentados y detenidos. Yo no sé de esto, y menos dispusición que ahora tengo para hablar que nunca en materia más honda. Yo no escribo esto sino por mi entretenimiento, pues me he divertido de lo que es historia; y si alguno lo leyere, será de mis hermanos, que como hermano sabrá disimular y enmendar.
Debe de ser aquel estar sentada el alma a la sombra del árbor como los ríos cuando llegan a la mar, que, antes que lleguen, no están sino corren, van, caminan, admitenn menguantes y crecientes, ellos se encojen y ensanchan según los lugares por do pasan, unas veces altos, otras bajos, unas estendidos, otras apretados. Pero, en llegando a la mar, agua con agua se mezcla, y la mar le comunica sus propiedades; y, como ella, se está, que no corre ni se estrecha ni ensancha, siempre tiene unos altos y bajos, etc.
De esa misma manerao juzgo yo a un alma que camina para Dios. Antes de haber llegado a aquel estado y tiempo en que el alma se sentó o llegase a estar en la sombra del árbor do por el rato que Dios quiso estuvo detenida, que antes de llegar allí, ella tiene sus mudanzas, altos y bajos; ya va estendida, ya abreviada, ya con crecientes, ya con menguantes. Pero en llegando a aquel rato en que Dios le quiere hacer aquella merced de que se sientep y que llegue a aquella grande mar y piélago inmenso, entonces le comunica Dios sus propiedades; una de ellas es el estar sentada, la estabilidad, la firmeza; no sólo [157v] digo en serle siempre una sierva y esclava y ocuparse en su servicio, sino el ser por aquel rato invariable, firme y estable. Quédase como la reina de Saba, atónita y espantada de verse ante el rey Salamón11: no habla, no palpita, no discurre, no se divierte, no se acuerda de lo pasado, no repara en lo porvenir; esto es estar sentada. Está llena de admiración. Está entonces, por aquel breve rato, bien semejante a los bienaventurados, que de presente aman, gozan, quieren.
¡Oh buen Dios! y si esta alma, que por tu misericordia quieres que allí se siente, si de tal manera se sentara que jamás se levantara, ella se diera por contenta, satisfecha, harto rica y bienaventurada. Pero como tú, Señor, quieres mejorarla y darle un sueño más alto, más profundo, no te contentas con que tenga aquella sesión sola, sino que la mejoras en asiento de parte de la persona que se sienta para que, siendo tú el propio que en la otra vida te das, mejor y más a la clara te vea y te goce con los bienaventurados.
Lo segundo que esta esposa tiene allí sentada: dice que goza de su sombra12. Muchas maneras de cosas entendemos por este gozar de la sombra de una cosa. Lo primero, solemos decir: Fulana está debajo de la sombra de Fulano; es decir, la tiene favorecida y honrada. Y éstas son dos cosas que el alma siente cuando Dios viene a ella -según lo que arriba dejamos preguntado ¿qué siente y qué goza esta alma cuandoq siente tener a Dios?-: que la tiene Dios debajo de su sombra y amparo, honrada y estimada, tenida y reverenciada como criatura que la ha r entrado Dios en su casa y communicádole su nobleza y grandeza de sangre y linaje; pues non ex hominibus neque ex voluntate carnis, sed ex Deo nati sunt13; et iam habent potestatem filios Dei fieri14; gente que tiene ya cédula y poder de ser hijos de Dios. Y así los ángeles honran a la tal alma, y los demonios la temen.
Lo segundo, decimos de la sombra: que quien se arrima a buen árbor, buena sombra le cobija. Y esto creo se dice porque hay algunos árbores tan enfermos que hasta su sombra es enferma. Pero, como este Dios y Señor a cuya sombra se sentaba la esposa es aquel árbor que figuraba el árbor de vida que estaba en medio del paraíso, que el que dél comiese viviese15, comunícale este bien a aquella tal alma que allí se sienta a la sombra deste árbors, que es que vivat; [158r] en aquella ocasión come el alma y goza de este buen Señor.
Busquemosu exemplo, aunque no sea en sombra, sino en sol. El sol decimos que vivifica las cosas, como lo vemos que, cuando en marzo se nos acerca, hace brotar y producir todas las plantas y viste los campos; de suerte que los prados y desiertos, que parecían que estaban muertos, con el sol brotan, producen y paren hojas, flor, fructa, y se visten y adornan con nuevos pinpollos. Pues esto que hace el sol con sus rayos, hace Dios con su sombra, que siendo sol de justicia, la esposa llama árbor que le hace sombra; porque este soberano sol en ella tiene propiedad de sol y propiedad de sombra. Propiedad de sol, aunque sombra, porque al alma que a él se arrima y sienta y llega, pega y acerca, la viste de dones celestiales, la hace brotar, producir, pulular nuevos pensamientos, nuevos deseos, nuevos pinpollos y ramos de obras heroicas; hoja de palabras, flor de deseos y fructo de ejercicios sanctos. Hace officio de sombra, porque recrea, refresca, templa con gran suavidad todo lo descompuesto y destemplado. Como sol, ensancha y desencoge los corazones para que quepa más Dios; y, como sombra, aprieta para que no se le vaya. Como sol, alumbra; y, como sombra, sirve de antojos de larga vista. Como sol, enseña; y, como sombra, dispone. Y cierto que pienso que en latín alumbrar y hacer sombra todo creo que es uno: obumbrare me parece que es alumbrar y hacer sombra; que es lo que el ángel dijo a la Virgen cuando en su enbajada dijo: Quomodo fiet istud?, que le respondió: Espiritus Sanctus superveniet in te, et virtus altissimi obumbrabit tibi16. La virtud del alto, Dios, llamamos al Hijo, que es sol que alumbra y enseña y hace sombra para que se perciba.
Este bien tenía la esposa allí sentada a aquella sombra, que como sol, la calentaba y, como sombra, la refrigeraba; como sol, la alumbraba y, como sombra, la guiaba. Notable cosa que aquella columna que dio Dios a los hijos de Israel que les enseñase el camino, dice el Sagrado Testo que de día era nube y de noche fuego, siendo un propio el ángel que los guiaba17. Y era altíssima sabiduría porque, como la noche es obscura y fría, es menester que la columna que los guía sea fuego que los alumbre y caliente. [158v] El día es claro y caliente con el sol; pues ¡alto! la columna, que de noche es fuegov por haber frío y tinieblas, de día, que hay luz y calor, vuélvase nube que, puesta ante sus ojos, la claridad del sol no ofenda y el calor no dañe.
Finalmente, esta soberana sombra, de que esta sancta alma goza allí sentada, de todow lo que ha menester la esposa sirve, porque se toma por un amparo común y universal remedio de necesidades. Cuando decimos: Fulana está debajo de la sombra de Fulano, es decir que allí tiene su comida segura, su honra cierta, su descanso ordinario y su contento cumplido, y tiene todo lo que ha menester. Pues lo propio quiso decir la esposa cuando dijo que se sentó a la sombra de aquel árbor: que en ella halló su comida, su sustento, su honra y cumplimiento de todas sus necesidades.
Cierto, mis hermanos, no sé yo cómo andamos tan a spacio, cómo somos tan tardos y lerdos en el caminar hasta llegar do tomemos este asiento y nos cubra esta sombra. ¡Oh ciegos los que vivís en el mundo deslumbrados con el fuego del infierno, destemplados al calor de vuestras concupiciencias! ¿No veis, miserables, que si tenéis fuego, no tenéis sombra; que os quemáis sin alcanzar refrigerio; que os abrasáis, chamuscáis y perdigáis para ser abrasados en el infierno sin tener un rato de reposo a la sombra de este divino árbor, que templa y quita esos males? ¿No veis, ignorantes, que si tenéis sombra que os escurezca y enfríe, no tenéis sol que os caliente y alumbre? Buscad, ciegos, a este Dios y Señor, que lo hallaréis, conforme lo hubiéredes menester, hecho sombra, en quien está todo vuestro amparo y remedio, sustento, comida, honra, vida y salud. Que bien dijo san Juan de los árbores que estaban plantados en aquella ribera que vido en el Apocalipsix, que dice que las hojas eran medicina: et folia ad medicinam18; no dice para qué enfermedades, sino en común dijo que eran medicina, porque todas se curan con aquellas hojas. Ahora pues, si las hojas son medicina, ¿qué será el fructo? ¿Qué serán las raíces? Si la sombra de este buen Dios causa [159r] y hace tanto bien, ¿qué serán los fructos de este árbor? 4. La percepción de los dones
Esto es lo otro que propusimos de tratar: qué fructos goza esta alma de este buen Dios, y cómo dispone de ellos, que son los dones que llamamos del Spíritu Sancto.
Creo que sería bien, para tratar de estos dones que siente en sí esta alma, que llevásemos adelante la comparación del árbor que se plantó en la tierra de la esposa, a cuya sombra se sentó la dichosa alma. Pues, allí sentada, levanta los ojos y ve que del árbor cuelga un fructo suavíssimo, "dulce a mi garganta"19: fructus eius, fructus honoris et onestatis20; fructo de honra y provecho, que pienso así podemos explicar aquel honoris et onestatis. Que, cuando estas palabras las aplican a la Virgeny, en cuanto Madre y Virgen, se pueden explicar así; pues Cristo, sposo y hijo suyo, le fue fructo de honra, pues la dejó virgen honrada; y fue de provecho, pues fue fecunda.
No sé cómo podría yo entender esto en esta generación spiritual del alma, cuando concibe a Dios. Ahoraz veamos, digámoslo de esta manera: ve que allá dentro, sin saber cómo, ha parido; vese fecunda y que allá dentro ha engendrado; o, por mejor decir, ve que se halla Dios nacido en su alma, que le sirve de honra y provecho, pues siendo un gusanillo, se ve levantada a una deidad admirable. Y esta honra se la halla no sólo sin detrimento suyo, sino con mucho provecho, pues halla que este Dios y Señor es árbor que viene cargado de fructa.
No es lo que más estima la fructa que tiene el árbor y el haber de gozar de ella, de que luego trataremos. Lo que estima, lo que quiere, de lo que se precia, lo que ama, lo que la enajenaa de sí, lo que la saca de sus casillas, lo que la tiene absorta y espantada, es aquelb sentir en su casa aquel Dios tan grande que, por mucho que levanta los ojos del entendimiento, no acaba de mirar y entender lo que es y, por mucho que le ama, halla que es digno de ser más amado. La fructa que este árbor trai es una sabiduría, altíssimo consejo, fortaleza, piedad, prudencia, etc., y otros muchos dones y virtudes. 5. Doble orientación donal: Dios y las criaturas
Estos son en dos o tres manerasc (plega a Dios no diga mill necedades): unos en cuanto tienen por obyecto al mismo Dios; otras veces en cuanto tienen por obyecto la criatura o su propia persona. a) Dios
Cuando tienen por obyecto al mismo Dios, cuando el alma está ocupada allá dentro con le querer y gozar, todos esos dones [159v] están enpleados ayudando a hacer enpleo de la propia alma en el mismo Dios. Y para que lo expliquemos, pongamos algún exemplo, que no sería poco si lo topásemos que dijese algo. Va un sarmiento un ciprés arriba; el propio sarmiento va dando vueltas y abrazos al árbor a que se arrima y juntó con él. Aquellas gaphillas, o tijeretas que llamamos, lo van enlazando y asiendo; y de ellas se va aprovechando la parra para que le ayuden a tener el árbor a que se arrima y la ayuda a levantar para que no se le vaya.
Pongamos otro exemplo, que casi es lo propio. Vase un hombre río abajo. Tópase un árbor a una orilla. Asele con ansia, fuerza, efecto y afecto: con los brazos lo abraza; con las manos lo tiene; con las piernas lo ata; con los dientes lo enclava; finalmente, se aprovecha de las más partes del cuerpo que puede, para se asir y aferrar en el árbor.
Pues consideremos que estos dones en esta alma sirven de estas tijeretas y gafas que están en la parra, y de estos dientes, pies, piernas, manos y brazos que están en el hombre. Y digamos que, cuando esta alma se ve llegada a Dios, aquel don de sabiduría que tiene, aquel don de consejo, de piedad, de fortaleza, de prudencia, etc., de todos se aprovecha para con ellos hacer nueva liga y nuevos asideros para asirse y levantarse allí arrimada do está; y en la forma que pueden hacen su officio. Y no anda el alma en aquello errada, que, demás de aprovecharse de esos dones para crecer en lo que pretende, ellos cada uno de por sí allí asidos, crece y recibe nuevos aumentos, porque habiendo ellos de allí venido y aunque son dones que están en el alma, fue fructa que se cogió de aquel árbor a quien la esposa se arrimó; y como aquellos dones tuvieron allí su nacimiento, aunque dados al alma, cuando ellos se ven en la suya que se pueden asir al Dios y Señor de donde salieron, no lo dejan.
Como unos lechoncillos que parió su madre y los dejó en un prado paciendo: cuando ven la madre que los parió, arremeten a ella y cada uno se ase a su pecho, porque habiendo nacido de aquellas entrañas, quieren que como madre les dé leche y los críe. De esa misma manera estos dones que esta alma ha recebido de Dios, [160r] y en ella los parió el mismo Dios como quien los echa en un prado, y en esta alma pacen en la forma que pueden, ya exercitándose con la misma alma, ya con su prócximo, cuando ven la suya y de ojos alcanzan a su criador, a él corren y a él se asen y de él se abrazan para que, dándoles de nuevo leche, les dé nuevo aumento. Así, aquel don de sabiduría que el alma tiene, en la ocasión que el alma está pegada con su Dios, en él se enplea; y así la fortaleza y la piedad y todos los demás dones. b) Las criaturas
Lo segundo, si esta alma se aprovecha de estos fructos para con la criatura, es otra cosa, y en el uso de estos fructos se ha de otra manera. Porque en semejante ocasión usa de estos fructos y dones con algún miedo, temor, recato y cobardía. Que todo esto tiene: de parte de Dios, que es el árbor de quien coge la fructa; y de parte de ella, que la coge; y de parte de la persona, para quien se coge (plega a Dios que acertemos).
Tiene este miedo y recatod de parte de Dios al tiempo del usar de aquellos dones, como son el don de consejo, de sabiduría, de profecía, don de curar enfermedades, y otros fructos y dones que a esta traza tiene y puede coger de aquel árbor21. Pues digo que tiene temor de parte de Dios, que es el hortelano de aquella güerta y jardín; como cuando vos entráis en una güerta ajena, aunque os ha mostrado buen rostro el hortelano y con grande liberalidad os ha dejado entrar, no sabéis adónde llega la licencia que os ha dado, si podréis coger de aquella fructa para comer vos y dar a vuestros amigos; y aunque os ha dicho que cojáis lo que quisiéredes, estáis con aquel miedo si tomáis más licencia de la que os dieron. Y de parte vuestra también le tenéis el miedo, no acertéis a comer alguna hartada; que, conociendo vuestra flaqueza, aunque el manjar es bueno, pero respecto de vuestra flaqueza podríades temer la digestión de la tal comida y fructa, id est, ensoberbecerose. También tenéis miedo de parte de la persona acerca de quien queréis dar la fructa, que no sabéis si come de aquel manjar, si tiene dispusición para que le haga provecho.
Pues, al tiempo que el alma ha de usar de estos dones que Dios tiene puestos en ella, tiene estos tres temores. Pongamos exemplo en uno o dos para que nos entendamos: en el don de consejo y en el [160v] de profecía, que se incluye en el de sabiduría, y en el de curar enfermos, que es el de piedad.
Vese, pues, esta alma junta con Dios, que le ha dado licencia que coja de la fructa de aquel árbor. Ofrécensele ocasiones a menudo de dar consejo, de curar enfermos, de avisar algunos peligros por venir a alguna persona. Al tiempo del usar de estos dones y coger de esta fructa, está medrosa, temerosa, no tome más licencia de la que le dieronf. En fin, éstos son dones ajenos, no son míos; que, aunque en depósito, teme no lo maltratar, porque de los depósitos no somos señores libres. O pienso que mejor se compararán estos dones a los que el esposo da a su esposa; que aunque se los da, no puede disponer de ellos, si no es con particular licencia de su esposo, y no le es lícito usar de ellos sin su beneplácito. Y así, cuando se le ofrece curar un enfermo con este don o dar algún consejo, teme y tiene miedo, porque no sabe si la licencia llega hasta allí y se estiende a que con libertad yo le diga al otro enfermo: En nombre de Jesucristo está bueno.
Teme de parte de la persona que lo usa no sea soberbia, presumción y elación; que como el manjar es sobre nuestro calor natural para lo digerir, teme no le cause aquella comida alguna indigestión, no levantándola y atribuyéndola a cuya es, dándole infinitas gracias porque le deja coger fructa tan levantada y estraordinaria al curso y modo natural y ordinario. Tiene también miedo y temor de parte de la persona a quien ha de dar el consejo o sanar la enfermedad o avisar del peligro: si la tal persona tendrá la disposición que se requiere para comer del tal fructo; si tendrá aquella fee, aquella confianza, aquella resignación que conviene. Y así, en cosas semejantes, esta alma vive y está cum timore et tremore.
Diránme: Hermano, ése es otro don, saber cómo y cuándo tengo de coger la fructa; que esté bien sazonada, que a nadie haga daño y que, por cogerla a su tiempo, sea con gusto de su dueño. Como quiera que sea, en semejantes ocasiones no le puede faltar un sancto temor y miedo por ver aquella jurisdicción que usa no es propia, sino ajena. Y por mucha claridad que tenga, gusta Dios de dejarla con alguna duda, para que, aguando aquel poder, que así es sobre sus fuerzas, con aquel temor y recato, no se enbriague [161r] y ensoberbezca.
Pongamos un exemplo. Deja un gobernador un tiniente suyo en un pueblo. Este tiniente va a visitar las cárceles, suelta a cuatro o cinco presos que tenía en la cárcel el gobernador. Verdad es que éste usa de la juridición del gobernador, y que los suelta, pero ¿quién le quitará algún temor de los soltar y haber usado aquel género de piedad con ellos?; lo uno, no diga cuando vuelva, que fue mucha licencia, lo otro, que él los tenía presos y que sus delitos merecían más cárcel. Y aun suele llegar este miedo a términos que quisiera más no quedar por tiniente.
Lo propio le sucede a esta alma, a quien Dios ha dado esta vara de poder en estos dones que la pone y deja en su lugartiniente. Va y visita un hospital o algunos enfermos, cárceles donde prende Dios y le sirven de cárceles. Viénele gana de usar de alguna piedad, de soltar algunos enfermos y que se levanten sanos. Considera que el don de la piedad le conpele a ello; por otra parte, teme no le digan que es mucha licencia, y que merecían más cárcel y pena aquellos que así estaban allí detenidos en sus lechos y camas. Nácele también este temor de parte de la flaqueza del sujeto que usa dél, que esta flaqueza la deja Dios en casa siempre; que con ella nos humilla, y con los temores nacidos de ella nos mortifica. Y así, cuando usando desta juridición extraordinaria y ajena, lesg vienen unos temores nacidos de su flaquezah, pensando y diciendo: yo os aseguroi que podría ser que me tengan por loco, por insensato, por alumbrado, por hechicero. Si me tienen por santo con esto, dále Dios conocimiento y pensamientos humildes, y dice: no lo soy; si me tienen por malo, no tendré fortaleza para semejante mortificación. Y así, estas cosas y otras semejantes no le dan lugar a que use de el don de la piedad con aquella libertad que desea.
Los propios miedos y temores tiene usando del don de consejo acerca de la elección de cosas. Porque podrá ser no sepan de dónde a estas almas sanctas les nazca una ambigüedad, una indeterminación y perplecxidad en muchas obras que pretenden hacer, que noj dejará de causar alguna admiración a los que están a la mira, porque algunas veces pensarán [161v] que la causa son tinieblas y obscuridad, y no son, sino suele ser causa quizá la luz que de las cosas, en que han de hacer la elección, tienen.
Y para esto, quiero que notemos que todas las cosas en este mundo están mezcladas con bienes y males; como dice el Spíritu Sancto que "en el buen díak no olvides el malo"22, porque vienen juntos y eslabonados los unos con los otros; y nacen como Jacob y Esaú, uno bueno y otro malo, y el uno asido a la planta del otro23; y, como trebejos de ajedrez, unos negros y otros blancos. Ahora pues, presupuesto que todas las cosas están mezcladas buenas con malas en este mundo, y que esta mezcla o es en un mismo tiempo o es en sucesión de tiempo, el alma, que desea usar de este don en sus elecciones, es llano que ama lo bueno y aborrece lo malo. Pues, quizá como Dios le da luz de la mezcla de bienes con males, séase juntamente o por sucesión de tiempo, cuando va a escoger la una cosa por la bondad que tiene, detiénese y déjala por el conocimiento que tiene de lo no bueno. Y así, apenas se acaba de determinar, de aquí le nace una notable resignación y deseo de hacer la voluntad ajena; porque, haciendo y tomando el consejo ajeno, queda escusado de lo malo y gozoso de lo bueno que escoge.
Y en conclusión, el alma favorecida de Dios, llena de estos soberanos dones que la están enriqueciendo y adornando, como su principal intento es gozar y tener el dador de los bienes que tan sin interés le ama, estén todos los que están a la mira muy ciertos que la tal alma, aunque dispensera de Dios, es muy mezquina en usar y aprovecharse de aquellos bienes para con las criaturas; y el que es sabio, gusta más de callar que no de hablar. Como cuando enviáis una criada a sacar vino precioso; aunque lleve con qué cogerlo, destapa con temor por la dificultad que hay de tornar a tapar a su tiempo sin que nada se vierta; porque lo que se saca es de mucho precio, y si se derrama, es la pérdida grande. De esa manera, el justo, a quien Dios ha dado la llave de su bodega y cueva para que saque y communique de los tesoros de su sabiduría, al abrir la boca, al derramar palabras, teme no se derrame alguna gota, alguna palabra de que [162r] haya de dar cuenta a Dios; y más que, como el ínpetu del licor que sale, y Dios communica, suele ser tan grande, puede ser no acertar a cerrar la pita y boca cuando se quiere; y las vasijas en que se coge, si no están bien puestas e inclinadas con la afición y dispusición que deben para coger, podría por esa parte derramarse y venir daño.
Desto tenemos exemplo en Cristo, en aquel sermón que predicó del sembrador24; que, como sembraba sus palabras, que son sobre el oro y piedras preciosas y sobre la miel y su panal como dice David25, y veía que la tierra en que se sembraba y las vasijas en que se derramaba aquel licuor, daba voces: et cum haec dicxisset, clamabat: qui habet aures audiendi, audiat26; ea, peccadores, abrid esas orejas, que se derrama este soberano licuor y bálsamo que ha de curar vuestras llagas; estos aromáticos ungüentos, que han bajado de las Indias del cielo, que han de curar vuestras enfermedades.
De esta manera el alma sancta nunca le faltan temores muy grandes en los exercicios de estos dones, no se mal logre alguna parte de ellos, o de parte del que usa de ellos, o de parte de la persona con quien se exercitan. Y así en todos los demás porque, como esta dichosa alma tiene en casa, no repara ni se le da nada de adornarse para los de afuera. Que es cosa muy cierta que el exercicio de estos dones es el mayor adorno que se puede imaginar para los de afuera, porque, cuando ven un alma adornada de espíritu de prophecía, de alanzar demonios, vase el mundo tras ella; allí los aplausos, allí las alabanzas, allí la gloria y la majestad de los reyes rendida a los pies de las personas en quien tal conocen. Y por esta parte, tanpoco les falta temor y miedo de exercitar aquellos dones, porque aunque el alma en lo de adentro está asida a su buen esposo, cuando esto exterior no haga en ella otra inpresión más de ofenderle las alabanzas a las orejas que oyen que le dan gloria y alabanzas que le dan que no son suyas, esto basta para temer y tener miedos.
Yo he visto y me ha sucedido decir a algunos señores de título excelencia, no llamándose más que señoría, y enfadarse de ver que les dan lo que no es suyo. Y pienso se deben de fundar en este pensamiento: no juzguen los otros grandes [162v] quiere o tiene alguna complaciencia con el título y nombre que no es suyo. De esta manera el alma sancta, cuando de aquellas obras heroicas, que obra y hace en nombre del que allá dentro tiene y posee su alma, le causa unos naturales miedos de ver que le dan títulos, nombres y alabanzas que no son suyos. De aquí es que los sanctos, para deshacer este engaño y quitar ellos este enfado, les ha sucedido y lo hacen, conociendo en ellos spíritu y don de hacer milagros, traer muchas reliquias consigo y poner la cruz, para que no a ellos les atribuigan la alabanza. Y el glorioso Bernardo, viendo el aplauso de las gentes por algunos milagros que hacía, decía: Quid admiramini? Nunquam vidistis Deum fecisse multa signa per fictos et per perfectos?27; ¿no habéis visto o oído que Dios ha hecho muchos milagros por hombres perfectos y por hombres fingidos? Todo para procurar encubrirse y quitar aquel mal sonido de sus orejas. Y así es muy ordinario estas almas sanctas quitarse de ruido en lo de afuera, y entrarse allá dentro do tienel y posee lo que puede querer y desear; y estále diciendo: non tua, sed te; Señor, no ando por tus cosas, sino por ti solo. Allí dentro le dice lo que dijo a Cristo sancto Thomás: Non aliud, sed te28; no quiero más que a ti. Y lo que decía tan de ordinario san Francisco: Deus meus et omnia; tú eres mi Dios y todas mis cosas29.
Más, vamos diciendo todas las vías por donde pueden venirle a aquella alma sancta aquellos temores. ¿Quién le quita a una desposada, que tiene a su esposo en casa contento con sola la presencia de su esposa, el temor que puede tener de se adornar y ponerm, como dicen, de veite alfileles? ¿Que una vez que otra no le vengan pensamientos medrosos, no entienda su esposo que aquella fiesta se hace por los de fuera? Y cuando estos pensamientos le vencen, más quiere andar arrebozada que no vestida con galanterías. Pues lo propio pasará a nuestra alma sancta, sposa de Jesucristo, que como sabe que [a] su esposo se le van los ojos por ella aunque la [163r] vea arrebozada, y sólo de ella descubra unum crinum coli sui30, un trenzado o cabello de su cuello, o en un guiñar de ojo, ¿quién le quitará los miedos cuando esta tal alma se componga en lo de afuera, deseando la siguridad de que sólo aquello se hace por el de adentro y no por el de afuera? Y así sé cierto que hay almas tan medrosas en estas cosas que de ordinario andan arrebozadas y en eso tienen sus fiestas, y el componerse en semejantes exercicios de esos dones les es mayor mortificación. c) Ejercicio del don de sabiduría para con las criaturas
Y en usar del don de sabiduría pienso que es donde más miedo y temor tienen en el ejercitarlo. Porque como este don es diferente del don de entendimiento, y al entendimiento de ordinario lo ven sin esta sabiduría actuada, que no la da Dios sino cuando él es servido, siempre que se ha de ofrecer una ocasión de hablar o de usar de ella, temen y tienen miedo; y actualmente, cuando Dios se la está dando, están medrosos porque no saben cuándo se acabará.
ongamos un exemplo. Solemos acá decir: Donden sacan y no echan, cabo le hallan. Cuando esta alma habla y usa de esta sabiduría, ve lo que sale, pero no ve lo que entra; y así va con aquel miedo de si al mejor tiempo le han de hallar cabo.
Dupliquemos este exemplo. Supongamos que en casa hay una tinaja cuya boca sale a otra casa para queo tengan cuidado de proveerla y echarle o vino o agua, y que la pita o canilla sale a casa. Llano es que siempre que fuésemos a sacar de aquel licuor, iríamos con miedo, porque no vemos la boca ni lo que echan. Y esto es cierto, que la propia alma, a quien Dios este don le hubiere comunicado, no sabe dónde llega la sabiduría que tiene ni, cuando habla, a dónde llegará.
Y en esto pienso que el intento de Dios debe de ser porque esta alma sea más humilde y tenga cuidado de no apartarse un instante de su pecho amoroso, donde mama y recibe aquella leche. Porque, si Dios le diese esta sabiduría y ella lo supiese, algunap vez le tornaría gana de ir a dar una pavonada y vuelta a las cosas de por acá, con entender llevaba que gastar sabiduría que le habían dado. Y así, vale más que, para que persevere, que no se le dé más que su ración tasada y de ésa no vea más que el bocado que tiene en la boca. Que por eso es como el niño que toma el pecho, que él no puede saber más ni gustar más que de aquella gotilla que tiene en la boca, porque lo pasado ya lo tragó, lo porvenir no está en su mano sino en el pecho de la madre. Y esta sabiduría yo no sé cómo es, [163v] porque hay almas que, en diciendo y en hablando algo, luego se les olvida, como leche y cosa pasada que ya se tragó; y lo porvenirq o lo que han de decir tampoco lo saben, porque eso no lo ven ni hallan en su entendimiento, sino que está en el pecho de donde r nace.
Y con esto tiene Dios a las tales almas asidas a sí, las boquillas abiertas aguardando aquella gotilla que se destilas de la boca de Dios. Y aun por eso, la esposa dijo de los labios de Dios que distilaban mirra31; no dice que dan este licuor a avenidas, sino distilado, que es gota a gota, que así cain las cosas distiladas. Y así fue aquella voz que oyó Elifaz Themanites, amigo de Jobt, distilada y pasada por venas como por alquitara; y por eso la llama susurración32.
También con estos temores, demás de tener a la tal alma pegada a sí, la tiene humilde, porque de su cosecha no ve ni siente sino pobreza, indigencia. Y debe de ser de tanta consideración este miedo en las tales almas que por eso entre los demás dones del Spíritu Sancto mezcló el don de temor, que debe de ser como la liga en la plata y en el oro, que le da correa para que junte y se encorpore y apriete en sí (que no sé cómo llaman a eso). Lo propio digo yo de este sancto temor: que el que le tiene y en semejantes cosas no es atrevido, que acá llamamos presumtuoso, es muy cierto que este temor les da una grande entereza en sí propios (si no hablo con propiedad, enmiéndenlo). 6. Percepción de los dones como propiedad de Dios
Ahora me parece se me ofrece otra dificultad, y es si estos dones de que usa el alma son dones que están con ella vere et realiter; que esto yo pienso y digo no está en cuestión sino por vía de apurar verdades, porque pienso es de fee entenderu que estos dones son unas cualidades que inherent animae33. Pero lo que yo quería preguntar (plega a Dios que por aquí no descubra cuán de bestia soy): si, cuando un alma interiormente está gozando de Dios y unida con Dios, aquellos dones que vamos llamando del Spíritu Sancto si los ve y conoce en Dios como cosa apartada de la propia alma.
Y yo pienso que todo se es uno: que cuando goza de Dios y está la tal alma unida con Dios, conoce en Dios esa sabiduría, ese don de consejov, etc.; los cuales dones halla que, por ser bienes y hacienda de Dios, los deposita en la forma que a Su Majestad parece en la propia alma. Y de conocer estosw bienes el alma en Dios, le proviene a ella, cuando los halla en sí, a confesarlos por ajenos y tenerlos por de Dios, y que ella no es sino un pobre y triste alcaduz viejo por do comunica Dios aquellos bienes. Porque, si Dios no le diese interiormente este conocimiento suyo conx manifestación de estos bienes, cuando en esta alma los depositasen pudieran correr peligro. Llano es que, si la justicia ve en mí un vestido que primero [164r] vido en Pedro, si yo quisiese decir que era mío, no era necesario más información para quitármelo por justicia que haber conocido a Pedro antes con él. Esto propio hace Dios con estas almas, que siempre las quiere tener desasidas de cualquier género de propiedad: que gusta, en aquella comunicación interior que tienen cuando a él están unidas, que vean estos dones como vestidura suya, para que, si tiniéndolos esos dones esas almas quisieren alzarse con ellos como cosa propia, pueda la justicia, sin más información que el conocimiento de los haber visto en Dios como en fuente y origen, quitárselos.
Aquí quiero que notemos que almas que han alcanzado algunos de estos dones y los tienen sin primero haber tenido grandíssima oración y haberles Dios dado este particular conocimiento, están a mucho peligro de presumción y soberbia, de servirse de estos dones solamente en orden a la criatura. Y me parece son como el cuervo de Noé, que sale y no vuelve34; porque, como esta tal persona alcanzó, o Dios le dio, por mejor decir, aquellos dones por el camino que él fue servido, y no tiene tan presente con alguna aprehensión los manantiales de donde salieron, no repara que allá vuelvan los ríos al mar donde salieron. Que, para ser según justicia y razón, han de ser como estos ríos que, saliendo de la mar, riegan la tierra y se vuelven con mill ganancias de las que obraron y hicieron ejercitando la sabiduría y entendimiento con sus hermanos los pobres. 7. Dos formas de comunicación: de dentro y de fuera
Pues dirán ¿cómo se puede entender que Dios communique a un alma estos dones, sin primero haberse comunicado a sí en quien están en depósito todos ellos?
Plega a Dios que acierte. De la primera comunicación ya hemos dicho (quiera Dios sea algo), de cuando el alma goza y siente a Dios dentro de sí, de quien ha y hereda esos dones muy como añadidura, etc. Lo segundo, pienso yo, se comunica Dios en estos dones muy por de fuera de suerte que, sin sentir ningunos mejoros allá dentro, acá fuera siente una fecundidad de palabras y un particular conocimiento de cosas; y esto pienso yo puede ser a buenos y a malos.
Pongamos un exemplo de lo uno y lo otro. Está aquí una tierra llena de manantiales que ella propia está manando agua, que dentro de sus entrañas tiene la humedad y las fuentes. Esta no ha menester que llueva porque de suyo se lo ha; [164v] y ésta siempre está fresca, florida, que llueva que no llueva. Hay otra tierra que no tiene nada de eso, sino que de suyo es seca, y que es necesario le llueva. A ésta se le comunica el aguay por de fuera; y ésta es más al quitar porque, en haciendo sol, es fácil el secarse. Y este modo de comunicar Dios estos dones, como lluvia así por de fuera, pienso es a buenos y a malos; que por eso dijo Cristo de su Padre que llueve sobre buenos y malos35. Pero la otra comunicación es a solos los buenos, que dentro de su alma tienen el jugo, la humedad, el nacimiento de las fuentes; siempre estos tales están dando un verdor y un olor, como dijo Isac a Jacob: sicut odor agri pleni36, como unos campos hechos floritales. Estos, que llueva por de fuera que no llueva, siempre están de una manera; que les hagáis bien que mal, siempre con una dispusición para hacer bien y comunicar estos bienes y dones.
Heme puesto a pensar algunas veces de dónde podrá provenir el ver algunos clérigos y personas, que tratan de Dios y dicen que de mucha perfección, que, no ha Dios bienz amanecido, cuando ya van calle abajo calle arriba, que no dejan locutorio de monjas que no visitan y casa devota que no inciensan. Y en mujeres he visto que no dejan confisionario, y, plega a Dios que no sea un achaque de pactar, pretenderse confesar dos o tres veces al día. Algunas de estasa personas ya digo que he visto que entran en confisionario, que ellas se sirven de confesor y penitente; dicen vienenb a comunicar cosas de Dios, y ellas preguntan y ellas responden y train la lengua como taravilla de molino; y si las queréis atajar se enfadan y mudan hito; si queréis hablar una palabra, no escuchan, sino cuando callan están llamando lo que han de tornar a hablar; no atienden a la razón ajena, sino escuchan y notan dentro de sí la que luego han de tornar a charlar. Si vais a sus casas a las buscar, dende que Dios amanece hasta la noche no parecen sino a comer un bocado donde se les antoja y haya buena sobremesa de parlatorio. A estas tales si las buscáis entre día, dicen y responden los de su casa: ¡Ay!, padre, que es un sancto, o una sancta, no para un momento, por esos [165r] locutorios de monjas anda, un instante no para. Y he notado que van pocas veces donde haya quien les quite la mano. Porque, me parece, puede haber aquí razón de dudar según lo que tenemos dicho del miedo y temor con que un alma sancta trata y usa de estos dones de Dios, del don de entendimiento, de sabiduría y consejo, que son losc que en estas personas andan tan sobrados.
Por vía de sospecha podría responder que esta sabiduría y estos dones son de los que denantes decíamos cain por de fuera; y de el agua que llueve y se está encima de la tierra sin enbeberse: estando la tierra seca y necesitada, se está ella hecha charquillos. Así digo yo que en esas personas debe de ser alguna lluvia que se quedó hecha charquillos en los labios y por de fuera; que si diesen lugar a que entrase aquella sabiduría dentro en su alma, bien habrían menester para sí todo lo que parlan a los otros, y aquellos consejos tomarlos ellos. Y temo no sea como un gordo que acá llamamos falso, que está en unos hombres que, pareciendo bien gordos, están sin fuerzas. Los otros, que con temor y recato usan de estas palabras y sabiduría, es al revés, que pareciendo flacos, son forcejudos y tienen corazón y brío.
Así, pido yo muy de veras a nuestros hermanos miren esto y deseen ser de los primeros; que le pidan a Dios remoje su alma y en ella, como en paraíso, plante aquella fuente que estaba en el terrenal37, que ella tendrá cuidado de salir a regar al tiempo de necesidad toda la tierra. Y siendo la sabiduría que tuvieren de la calidad de estas fuentes, tendrá otro bien: que, como todas las cosas las crió Dios en peso y en medida38, pesó también los fundamentos de la tierra39 para dar paso a las vertientes de las aguas, arroyos y ríos que hay en el mundo dende su principio; y es cosa misteriosa que he visto río que parece que, para sólo darle paso, rompió Dios un monte, una peña altíssima, como se ve en el río que pasa por Alarcón40. Y este bien no tienen ni gozan lasd lluvias, que cadae una corre por su parte y de ellas se hacen lagunas, atolladares y grandes detenimientos, que no siempre sirven de bien. Este bien tiene el que esta sabiduría la tiene allá dentro hecha río y fuente, cuyo manantial es Dios [165v] que pesa los fundamentos de la tierra: que el que así tiene esta sabiduría, le da Dios paso por en medio de los corazones más levantados del mundo; como aquella del sancto Joseph, de quien dice la sagrada Scritura que inter principes loquebatur sapienciam41; y como la de los apóstoles: que tajaba Dios corazones por medio, para que por medio de ellos pasase y llevase sus vertientes, asombrando a los que estaban a la mira de que unos pescadores y hombrecillos hablasen con libertad ante los monarcasf y enperadores del mundog42. Esto es, mis hermanos, que como Dios es buen fontanero, pesa los altos y bajos por do ha de correr esta agua; y es natural que, cuanto baja, sube, aunque baje muchíssimo. Y como la sabiduría de los justos y apóstoles bajaba del cielo y de la silla de Dios, como dice san Juan del río que vido en el Apocalipsi43, aunque esta agua baje por los entendimientos y corazones de unos rústicos, sube por las coronas y cetros de los grandes porque, por altos que sean, más alto tiene su principio. Y así, mis hermanos, si Dios les diere de esta sabiduría, estímenla, que si hablaren, aunque sean desechados, entre príncipes, será muy bien recebida, porque es Dios obligado a darle paso por doquiera que vaya.
Pero si es de estotra agua llovediza, o sabiduría que es como esa agua que cai por de fuera, corre sin peso, porque el hombre no es buen fontanero y no sabe pesar cuando habla y arroja palabras en todas ocasiones; por unas partes corren, porque los oyentes son siervos de Dios; por otras partes, se acharcan y murmuran los que los oyen, porque llueven sin tiempo y a deshora. Y no hace bien el agua acharcada; que valdría más se enbebiese en la tierra, porque encima no hace provecho sino servir de atolladero, donde el que no sabe se atolle y zahonde por oír hablar tan a deshora. Yo no digo que no sea bueno tratar cosas de Dios en todos tiempos; pero digo que es necesario mirar muchas circunstancias: quién oye, quién habla y en qué ocasiones, con qué testigos, etc., que para eso es el don de [166r] la prudencia.
Yo he visto muchas señoras duquesas, que las he entrado a visitar habiendo otras gentes de respecto con quien tienen necesidad de cumplir, y callan y se mesuran y disimulan, y parece que no se han visto en su vida; y en yéndose y quedando solas, parecen las más humildes almas devotas que se pueden pensar. Luego, en aquella ocasión, se desnudan de su gravedad y entereza, piden consejo, escuchan lo que les enseñan, toman lo que las dicen, muestran que en la ocasión prócxima pasada estuvieron forzadas y detenidas y que tratan y usan del mundo sólo por cumplimiento y en lo de afuera; que lo que aman, desean y quieren de corazón es tratar cosas de Dios y del bien de su alma: sólo quieren saber y entender de cómo se han de salvar. Y cierto que me dijo una de las personas más graves de estos reinos: Padre, cuando estoy con esta genteh, estoy atónita, asombrada de ver las lisonjas, mentiras y cumplimientos que aquí me dicen, y no sé cómo no reviento de sólo oírlo, y quieren que les presten atención y vayan con ellas; venga acá, padre, que quiero descansar y desafogar mi corazón. Según esto, en esta ocasión no era buena sazón el entrar lloviendo y derramando de esta sabiduría que digo yo que cai a hora y a deshora.
Siemprei que hay alguna gotera, es necesario quitarla, pero no siempre es buen tiempo. Porque llano es que, si en invierno cuando el tejado está helado y las tejas hechas barro las subiese el albañir a quitar, que por quitar una haríe dos; y así, aunque haya necesidad, se aguarda buen tiempo. Y así ha de hacer el sabio y discreto siervo de Dios: que para verter y derramar su sabiduría, ha de aguardar ocasión y tiempo. Que es lo que dijo David: Pluviam voluntariam segregabis, Deus, in tempore oportuno44; la lluvia voluntaria ha de ser en tiempo oportuno. Lo que es forzoso, en todos tiempos; y lo que es voluntario, hase de aguardar tiempo oportuno y acommodado.
También tendrá este conocimiento de esta sabiduría ser de esta que voy hablando, si van acompañadas sus palabras de un sancto temor, que es el que templa nuestras palabras y detiene nuestros consejos. Quiera el Spíritu divino y este Dios de eterna sabiduría dárnosla cual conviene para que, midiendo [166v] y pesando con ella todas las cosas, sepamos la parte que para nosotros hemos de tomar y las que hemos de repartir para nuestros hermanos y la que hemos de ocupar en conocer y dar gracias al dador de ella.
8. Privación de los dones
¡Oh buen Dios de mi alma!, y qué de ello nos hemos divertido del principal intento que aquí enpezamos a tratar, que fue de la enfermedad y dolencia espiritual del alma cuando le da Dios una cruz interior, que ni ella sabe qué se tiene ni nadie le conoce su aflicción. Y hay sospechas que, habiendo Dios venido a ella, la dejó herida y llagada dejándole esta sola enfermedad, absentándose él por cualquier género de gusto spiritual. Plega a Dios que acierte a concluir esta materia.
Y para concluirla, dije que, pues era enfermedad de mal de absencia, era necesario que primero tratásemos de lo que en ella causaba y hacía su presencia. Ya yo he dicho lo que se me alcanza bien que mal; y que, demás de aquel bien inefable que sentía cuando sentía a Dios en casa, gozaba de estos soberanos dones de que la enriquecería.
Pues, cuando de veras quiere Dios mortificar a esta alma, no sólo Su Majestad se le esconde, pero la que de antes era tenida y estimada por estos dones que en ella conocían, de sabiduría en sus palabras, en sus consejos acertada, en sus obras piadosa, y así en lo demás; Su Majestad, no sólo se absconde, sino también esconde y tapa las vertientes de las aguas que caían afuera; las hace que, por mineros adentro secretos, se hundan allá a lo fondo del alma, do está su amo recogido sin que nadie lo sepa ni vea. Quiero decir que la que parece tenía y vertía gracia en sus labios, ya está tan seca que no sabe abrir su boca; consejo, se halla por tan inhábil que no lo tiene para sí; entendimiento, ella se contentaría y tendría por muy dichosa que las personas más humildes de la casa le aconsejasen y dijesen lo que había de hacer. A esto llega la enfermedad de aquella alma, que primero sentía tales gustos y así estaba tan satisfecha que podía decir: estoy llena.
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a sigue quando tach. b quoad exercitium sobre lín. c ms. benes 1 Cf. Jn 15,1.5. d sigue asdos que tach. e sigue (si así se puede decir) tach. f sigue al marg. quoad exercitium tach. 2 Jn 6,57. 3 Jn 10,28. g sigue para tach. 4 Jn 14,23. 5 Rom 8,35. h sigue en q tach. 6 Cant 2,3. i sigue inp tach. 7 Cf. Lc 10,39. j ms. siento 8 Sal 101,28. k sobre lín., en lín. sucesivos tach. l ms. a m ms. ochas 9 Leyenda antigua, relativa a siete jóvenes cristianos de Efeso que, para librarse de la apostasía durante la persecución de Decio, se refugiaron y durmieron en una cueva para resucitar 300 años después. Aducida por varios santos padres y teatralizada en el siglo XVI. Cf. VORAGINE, S. DE LA, La leyenda dorada, I (Madrid 1989), 410-414; COVARRUBIAS, Tesoro de la lengua, 484b (voz dormir). 10 Cf. Jos 10,12-14. n ms. admitem o sigue se es tach. p sigue comu tach. 11 Cf. 2 Crón 9,1-9. 12 Cf. Cant 2,3. q sigue siente tach. r sobre lín. 13 Jn 1,13. 14 Jn 1,12. 15 Cf. Gén 2,9. s sigue vida tach. t sigue según lo que dice san Juan de la comida de Cristo: que el que le come vive; y pues de otra manera en tach. u corr. de pusquemos; sigue otro tach. 16 Lc 1,34-35. 17 Cf. Ex 13,21-22. v sigue de día tach. w sigue sirve tach. x sigue no tach. 18 Ap 22,2: "In medio plateae eius, et ex utraque parte fluminis lignum vitae, afferens fructus duodecim, per menses singulos, reddens fructum suum, et folia ligni ad sanitatem gentium". 19 Cant 2,3. 20 Eclo 24,23: "Et flores mei fructus honoris et honestatis". y sigue se tach. z ms. a a ms. enaneja b corr. de aquella; sigue cosa tach. c sigue unos tach. d ms. recate 21 En atención a su origen (el Espíritu Santo) y a su ejercicio en favor de los demás, el autor, aquí y en lo sucesivo, mezcla y presenta per modum unius los siete dones del Espíritu y las gratiae gratis datae o carismas (de profecía, de curación, de liberación interior...). e id est ensoberbeceros al marg. f sigue y quando por aí lo pierda, lo tiene de parte tach. g sobre lín., en lín. nos tach. h sigue yo tach. i ms. seguro j sigue será tach. k ms. días 22 Eclo 11,27. 23 Cf. Gén 25,24-25. 24 Cf. Mt 13,1-9; Mc 4,1-9; Lc 8,4-8. 25 Cf. Sal 118,72.103.127. 26 Lc 8,8. 27 Cf. GAUFRIDUS, Vita S. Bernardi, c.7 (ML 185,314-315): "Domesticis sibi religiosis quibusdam fratribus aiebat: Plurimum miror quidnam sibi haec miracula velint, aut quid visum sit Deo talia actitare per talem. Nil mihi videor in Sacris Paginis super hoc genere legisse signorum. Siquidem facta sunt aliquando signa per sanctos homines et perfectos, facta sunt et per fictos". l sigue lo tach. 28 Cf. GUILLELMUS DE THOCO, O. P., Vita S. Thomae Aquinatis, c.VI, n.35: Acta Sanctorum, 7 de marzo (Venetiis 1735, 671). 29 RIBADENEIRA, P., Flos Sanctorum, Venecia 1614 [ed. española primera, 1599-1601], II, 335. La frase es original de S. METHODIUS OLYMPI, Convivium decem virginum, orat. XI, c.2: MG 18,209. "En lo que Dios suele comunicar en semejantes excesos siente el alma y conoce la verdad de aquel dicho que dijo san Francisco, es a saber: ¡Dios mío y todas las cosas!": S. JUAN DE LA CRUZ, Cántico Espiritual (B), cc.14-15, n.5. m ms. moner 30 Cant 4,9. n sigue síl. tach. o sigue síl. tach. p ms. aguna q sigue tampoco tach. r sigue nace tach. s ms. destilla 31 Cf. Cant 5,13. t ms. Jos 32 Cf. Job 4,12. u sigue es tach. 33 El autor parece confundir la definición tridentina de la gracia santificante con la forma de inhesión de los dones en el alma. Cf. Concilium Tridentinum, s.6, c.7 can.11 (la gracia que inhaeret en los justos). Al decir que son cualidades, se alude a que son hábitos permanentes (sobrenaturales, operativos) en el alma en gracia, según la enseñanza de santo Tomás, Sum. Th., 1-2, q.68 a.3. El vere et realiter corrobora tal inherencia de los dones en el alma a modo de forma accidental de las potencias. Esta teoría no constituye objeto de fe. v sigue y los tach. w ms. esto x sigue regre tach. 34 Cf. Gén 8,6-7. y ms. gua 35 Cf. Mt 5,45. 36 Gén 27,27. z sigue síl. tach. a ms. esta b ms. viene c ms. lo 37 Cf. Gén 2,10. 38 Cf. Sab 11,21. 39 Cf. Prov 8,29. 40 Río Júcar. d ms. la e ms. da 41 "Et lingua eius [Joseph] inter principes loquebatur sapientiam" (Brev. Rom. Pii V, Resp. ad Matutinum Heb. III Quadr.); cf. Sal 104,22 (versión de S. Jerónimo): "Ut erudiret principes eius secundum voluntatem suam, et senes eius sapientiam doceret". f corr. de monarchas g ms. mundos 42 Cf. He 2,14ss.; 4,5ss. 43 Cf. Ap 22,1. h ms. jento i sigue es tiempo tach. 44 Sal 67,10: "Pluviam voluntariam segregabis, Deus, haereditati tuae". |
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