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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
V. "COMO SE HAN DE OCUPAR EN EL ESTUDIO"
Veamos ahora cómo se han de ocupar en el estudio.
1. El espíritu no imposibilite el estudio
Lo primero digo que de tal manera se han de haber en el estudio que con él no ahoguen el spíritu, y por darse al spíritu se inposibiliten de estudiar. Y quería en esto decir cuatro palabras, porque en alguna manera en eso parece que queremos dar a entender que el spíritu se opone a las letras y las letras al spíritu. Digo que cualquiera de estas dos cosas que abracemos con demasiada ansiedad y fatiga, inpide la otra. De donde vino a decir el padre Ignacio, como hombre que por fundamento principal daba a su religión el saber, que los prelados
estuviesen advertidos de no dejar a llevar demasiadamente a sus súbditos del spíritu cuando los tuviesen ocupados en estudiar 1.
Hay algunos que, llevados de su interior, no atienden a cosa ninguna esterior, de suerte que, si son estudiantes, es el tiempo que gastan en el estudio tiempo perdido para el propio estudio, porque, como ya hizo curso corriente y asiento a vivir adentro, no atienden a cosa de afuera. Y suele en muchos ser gravíssima tentación, bien favorecida de satanás, cuando sabe que uno con sus letras, doctrina y púlpito ha de aprovechar a su religión. Viendo el demonio que no lo puede estorbar mediante cosas ilícitas, a más no poder procura estorbarb el bien común con otro bien particular sensible. Y digo "sensible" porque mayor bien fuera particular el que alcanzara abrazando el bien común porc amor de Dios, pero aquello nos parece mayor que sentimos más o está más pegado a nuestro sabor, gusto y sentimiento. Las cuales cosas el demonio procura encarecerlas para que, yéndonos tras lo menos d, olvidemos aquello de que a la Religión le puede venir grande provecho.
Y para esto quiero poner un exemplo que tenemos entre manos, para que esto se mire y se advierta que el demonio puede meter muy bien en esto su cucharada. Ahora en nuestra Religión tenemos nueve conventos 2 y sólo un predicador profeso y sólo un hermano que estudió [197r] en el siglo, que puede ser maestro de estudiantes y acudir a leerles y ayudar a los que ahora enpiezan. Y este hermano hase dejado llevar de este espíritu -y yo entiendo, según lo que voy diciendo, mezclado de tentación en orden a lo que voy diciendo- y quiere persuadirme a que le quite el estudiar y ayudar a los hermanos en sus estudios. Y escribe una carta que dice así, entre otras muchas razones:
"Para que su charidad vea que debe de ser obra de nuestro Señor me dé a otras cosas de humildad religiosa, dejando las letras para quien las quiere Su divina Majestad, si se informase su charidad qué muestras di de estudiante aquí en la universidad, no puedo encarecer la opinión que todos, pequeños y grandes, doctos y no doctos, tenían de mí, tiniéndome por ingenio de ángel y monstro en saber; y que me sucedió sin estudiar defender libros de philosophía con las muestras que he dicho; y que ahora, aunque estudie días y noches, no puedo estudiar un ringlón, a manera de decir. ¿Qué quiere su charidad que diga sino que es voluntad de nuestro Señor desnudarme de la sabiduría del mundo para que aprienda la del cielo? ¿Entiende su charidad que no veo que es rigurosa cosa que no pueda su charidad servirse de mí para ser ministro ni para ser predicador, ni para confesor ni lector, ni para otra cosa buena, etc.? Consuélome con que debe de ser voluntad de Dios".
Estas y otras muchas cosas dice, descubriendo la imposibilidad que siente para pasar adelante con el studio. ¿Qué les parece? Sí, en este tal el spíritu tiene bien ahogadas las letras, el saber y estudiar, con que ha de servir a su Religión y ayudar a sus hermanos, que están ahora tan pobres de ese menester de quien los enseñe, que me parece a mí, si diera Dios licencia a aquel corazón tan abrasado en charidad de nuestro gran patriarcha san Juan que dejara su cielo y viniera a enseñar a sus nuevos hijos, no dudo trocara el officio de gozar en cavar, cultivar y regar este su nuevo jardín.
Pues si los sanctos que están en el cielo entendiéramos hicieran esto, dándoles Dios licencia, ¿por qué no lo ha de hacer el que acá vive y la tiene, y no se priva del cielo, sino de su gusto particular, con que se dejó llevar del sosiego e del spíritu y quietud del cuerpo, cosa en que en esta tal persona hubiese algún engaño respecto del bien común de que priva a su Religión ocupándose en sus estudios [197v] y letras? Y en lo que dice que se quiere privar de la sabiduría del mundo para aprender la del cielo, que es el argumento que hace, no es verdadero, porque aquella llamo yo sciencia del mundo que el que la estudia y procura es en orden al mundo y tiene por fundamentos cosas de la tierra, pretensiones, honras y riquezas. Aquella es ciencia del mundo que es en orden al mundo. Pero nuestro hermano, que estudia en orden a Dios, para aprovechar su Religión y enseñar a sus hermanos, ésta es ciencia de Dios y sabiduría divina, cuyo fundamento es la charidad. Y dichoso religioso que con mortificación propia suya acude al bien de sus hermanos. Esta la llamo yo charidad perfecta. Pero dejar estos aprovechamientos por su gusto particular, temería yo no ser buena.
Más, si este hermano estudiara con algún detrimento de su conciencia, inquietud, perturbación del spíritu, pudiera fundarlo en algo, y aun entonces debíamos curar y quitar esos estorbos para que no inpidiesen estotros bienes. Pero que quiera eximirse de ese trabajo, tiniendo dos horas de oración de communidad y perpetuo recogimiento, paréceme que lo que buscaba era que Dios se lo quitara todo y perdiera lo uno y lo otro. Como la otra fábula que cuentan del perro que iba por la mar y llevaba f una tajada de carne: que, pareciéndole que era mayor la sombra, dejó la carne y quiso echar el diente a la sombra que hacía la carne, y quedóse sin una y sin otra.
Y así es bien que nos contentemos con lo que Dios nos da en el camino ordinario por donde nos lleva la obediencia. Que en esto de sentimientos y irse tras ellos, torciendo los caminos en que estamos, me parece a mí que se ha un hombre como el que tiene sarna y se rasca porque le come, que mientras más se rasca más le come y menos satisfecho queda de lo que pretendía, que se rascaba para que no le comiese. Así me parece que se ha el hombre a quien Dios da sentimientos interiores: que, deseoso de acudir y irse tras ellos, procura desocuparse, pareciéndole que en el recogimiento tendrán sus deseos
sosiego g y reposo -que eso es sentimiento, deseos, ansias h, fatigas y gustos particulares-. Cuando está recogido y se va tras ellos, más le hurgan y los sienten, y quedan más llagados y menos satisfechos. [198r] Así, conocido esto, escogen sufrir y disimular esa comezón interior -con que se mueven a dejar lo que tienen entre manos y irse tras su gusto-, escogiendo el acudir a lo que la obediencia les manda, considerando que en ello está encerrada la voluntad de Dios y mérito propio y particular.
Con estas cuatro palabras me parece a mí queda bien explicado que no conviene estorbar este bien de las letras y ahogarlas, dejándose llevar de la oración y gusto particular.
2. "Juntar las letras con el espíritu"
Quiero yo decir ahora otra cosa con que no se ahogarán las letras con el spíritu, ni el spíritu con las letras. Y éste es un remedio celestial y divino, y pluguiese a Dios lo aprendiésemos. Y es que procuremos juntar las letras con el spíritu y el espíritu con las letras. Hay hombres en quien parece que están estas dos cosas reñidas, que si tienen letras no quieren spíritu y si espíritu no quieren letras. Que es una grandíssima ignorancia, porque el Spíritu de Dios está encerrado en las letras y las letras en el Spíritu de Dios, y el Spíritu es el que enseña las letras y las letras son las que descubren este soberano y divino Spíritu.
Decíamos al principio de este período que dice san Pablo que no ahoguemos ni apaguemos el Spíritu 3. Veamos con qué se apaga una vela para que, siendo de su condición el spíritu, procuremos huir i y apartar el spíritu de las letras que tuvieren condición de apagar y matar. Pues digo que una vela se apaga abajándola a la tierra o metiéndola en el agua o con el aire. Y si las letras fueren de condición de tierra, de agua y de aire, llano es que apagarán el spíritu y lo ahogarán, si son letras fundadas en tierra y sin permanecer, sino que corren como el agua y soplan como el viento. Estas tales son las que están reñidas con el spíritu, las que son contrarias, las que lo ahogan y deshacen. Pero letras fundadas en Dios, estables, permanecientes, fundadas en charidad y aprovechamiento de las almas, ésas grande amistad tienen y conformidad.
Vemos ahora de qué condición ha de ser el spíritu también para que se conserve con las letras, que ya podrían ser las letras de buena condición y por no serlo el spíritu ahogarse y apagarse. Digo que el spíritu ha de ser de la condición del fuego de alcritán: que el j agua lo enciende, el aire [198v] lo aviva y las piedras arden. Qué linda condición para el spíritu, para que no se ahogue, como el de san Pablo,
que desafiaba a todas cuantas cosas había en el mundo para que diesen sobre él, asegurándose la victoria 4. Procurar, mis hermanos, que nuestro spíritu sea tan verdadero, tan humilde, tan lleno de charidad, que ni las letras, ni las ocasiones, ni los estudios y ocupaciones no nos lo hagan perder, que sea espíritu de alquitrán k, que en las letras arda y se encienda y se l abrase en cuantas ocasiones se le ofrecieren, tomándolas y tiniéndolas todas por buenas y acertadas para su aprovechamiento.
¡Oh, quién se acordara de las propias palabras que leí en la vida del padre fray Nicolás Fator 5, a quien cierto le soy muy devoto, aunque en nada le imito, que bien pudiera servir de exemplo para lo que vamos diciendo! Hallaron en sus cuadernos escritos muchos ringlones y argumentos llenos de oraciones jaculatorias. Decía el sancto, puniendo su argumento: Dice sancto Thomás. Volvía luego y decía: ¡Oh sancto de mi vida, y quién te imitase en la vida y qué quitado estás tú desto! Sic argumentor. Seas tú, Dios mío, bendito, y si acabásemos ya de apurar lo que nos conviene para salvarnos.
De esta forma hallaban escritos sus cuadernos, abrazados sus argumentos y escritos con aquel fervorosíssimo espíritu que Dios le había dado. Desta manera no lo ahogaremos, porque siendo las letras y espíritu de un jaez, tendrán siempre paz. ¿Qué piensan fue la causa que reñieron 6 Isac y Ismael? ¡Que el uno era hijo de libre, y el otro de esclava 7! Llano es que si el espíritu es de aquella celestial Jerusalén, donde todos son libres, y las letras son esclavas y sujetas a sus pretensiones, que han de reñir, porque no puede ver el sclavo al libre, ni al contrario. Por eso digo yo que es bien sean hermanos, y aun con todo eso hay que temer no reciba el spíritu algún daño con las letras, porque, como dice san Pablo, scientia inflat 8, sopla, levanta y ensobervece.
Y Jacob y Esaú eran hermanos y salieron riñendo dende el vientre de su madre y siempre estuvieron y m vivieron torcidos: el uno era amigo de caza y andar por los montes, y el otro amigo de estarse en casa 9. Y como cada uno tenía su condición diferente, cada uno tiraba por su camino. Así me [199r] parece a mí son las letras amigas de andar a caza, porque son de condición de telas de arañas con que se cogen moscas. El spíritu es amigo de recogimiento, cata el pleito en casa. Y por eso, por buena mezcla que hagamos de spíritu y letras, es necesario tener gran cuenta no se levante alguna rencilla y contienda entre ellas de suerte que, siendo las letras buenas y ordenadas a buen fin, no nos las n eche fuera el spíritu, como quería hacer nuestro hermano, en quien ahora pusimos exemplo. Y también es menester mirar las letras no nos echen fuera el spíritu, y nos quedemos en casa con las letras y sin spíritu, que es a quien san Pablo llama guchillo que mata, quia littera occidit 10.
3. Cómo unir espíritu y letras
Veamos, pues, ahora el ejercicio del spíritu y de las letras para que se conserven. ¿Qué ha de hacer el studiante estudiando, y qué ha de hacer orando? Yo pienso que lo principal consiste en lo que hemos dicho: que en medio de sus estudios tenga gran cuidado con levantar el corazón a Dios y humillarlo y enderezar todos sus estudios a más perfección, a más amarlo y quererlo; desear saber para ser más sancto, para descubrir las perfecciones de Dios y granjear almas. Que esto es cierto que, como queda ya dicho, es linda conserva la que se hace del spíritu en las letras y de las letras en el spíritu.
No quiero decir que o hagamos mezcla de suerte que cuando estemos estudiando estemos orando y cuando oramos estudiemos, que eso ya fuera echarlo todo a perder. Lo que quiero decir es que, cuando estudien, que para las letras se aproveche y sirva del spíritu que Dios le dio y del recogimiento y de la humildad y mortificación, para que las letras vayan amoldadas y enderezadas a Dios con el sabor del spíritu humilde por do pasaron. Y lo propio digo que el spíritu para crecer se sirva de las letras para que le sirvan de nuevas alas para volar a Dios y descubrir más tierra para más alargar el paso.
Para esto es de grande consideración lo que en nuestra sagrada Religión se hace: que así como en los conventos, cuando los religiosos están recogidos, se tañen unas tablillas para que hagan algunos actos de amor de Dios y refresquen el entendimiento, memoria y voluntad con la presencia de Dios, así también se hace en los estudios, cuando los estudiantes están recogidos estudiando, para que adviertan que si en aquellas letras y estudios entienden con los ángeles, son humildes, terrestres, pesados y tienen ser con las piedras, y que sepan hacer allí un acto de humildad y de amor de Dios, como decir estudiando: Conózcate yo, Señor mío, [199v] para más amarte, ámete yo para más conocerte.
Para alcanzar estas dos cosas juntas, de spíritu y letras, es de gran consideración llevar muy adelante lo que en nuestro colegio de Alcalá se ha hecho estos primeros años: no dejar la oración que en los conventos se tiene, sus disciplinas, recogimiento y común trato con Dios. Y atento que es muy ordinario en las escuelas venir seglares a tratar con los religiosos, que este trato, si es de letras, sea con la mezcla que vamos diciendo de spíritu, y si es de spíritu vaya mezclado con letras. Y de esta manera se aprovecharán y aprovecharán al que viniere, procurando no vaguear con las tales personas por la casa ni güerta, estando siempre con la mesura y compostura que sus maestros de novicios les enseñaron, estándose recogidos en un lugar donde el propio lugar ayude a levantar el spíritu y tratar cosas de Dios. Y no porque en la celda haya la lógica y phísica, ha de faltar el librito de devoción, el fray Luis de Granada o el Contemptus mundi.
4. La excusa de la "flaqueza"
Procuren no dejarse llevar de una flaqueza que dicen se adquiere en los estudios, a quien yo llamo relajación, porque como el demonio ve hay alguna aparencia u ocasión fingida, en ella se disimula para destruir estos sujetos, que ellos perdidos sabe muy bien enderezarán sus silogismos en provecho del cuerpo. Así, cuando el demonio los ve que estudian, esle fácil alterar unos dolorcillos de cabeza, fingir unos dolores de estómago, y que, atento que no conviene perder aquella habilidad, será bien que se dispense en lo necesario para acudir al remedio de aquella enfermedad. Y puesto caso que éste, por estos fingidos achaques, no puede acudir a todas las cosas de communidad, luego lo ha de pagar la oración y las cosas de virtud, porque dice que su principal intento para que está allí es estudiar. Ven aquí dos males: estudio sin oración; el segundo, este tiempo que se habíe de ocupar en la oración, puesto caso que no puede estudiar todo el día, se habrá de ir a desavahar a la güerta o a buscar con quién parlar, que, aunque traten de Dios, no lo canonizo por bueno, pues es en tiempo que los demás de sus hermanos están delante del Sanctíssimo Sacramento ocupados en oración mental, enderezando sus estudios y haciendo cada día nueva entriega de sus personas y de lo que han ganado en ellos.
Ahora, pues, estos tales que ya se dejaron llevar de su flaqueza aparente y abrazaron los remedios para la aumentar y destruir el rigor, idos a aconsejar con estos tales y a decirles que andáis cansado en los estudios y que os sentís algo flaco y que es grande carga [200r] estudiar y orar, y veréis lo que os responde, que por tapar y disimular su flojedad y relajación alegará cuanta phísica ha oído y probará con toda su metaphísica que un hombre con aquella vida no puede vivir muchos años, que Dios no quiere la muerte del peccador 11 (que si él p lo es conocido en materia semejante de flojo, yo lo enviara al siglo a que viviera), que es gran cosa guardar la fortaleza para servir a Dios; que tiene obligación el ministro de le dar con qué se desayune y unos traguillos de vino; tener la oración sentado por la flaqueza, la cabeza cubierta por el frío, salir al aire por el calor, echar soletas por la humedad, una faja por el abrigo y algo más en la comida; que no son todos los cuerpos unos ni iguales las mercedes que hace Dios a todos para se pasar y vivir como camaleones.
Plega a Jesucristo que si algunos de éstos ha de haber en la Religión se los lleve Dios antes a la otra vida, que allá se podrán mejor conservar si los lleva al cielo, antes que ellos acá den con los demás en la sepultura y entierro de virtudes. A estos tales digo yo que se tengan en buenas y que resistan los primeros golpes de satanás y no se dejen llevar. Prueben a sufrir estos y otros trabajos y verán cómo Dios les da fuerzas
y que lo más fueron trabajos fingidos en los preceptos de Dios. Y si ellos no tuvieren fortaleza, la tenga el prelado para en todo les hacer seguir comunidad. Y si no la siguieren, les quiten el estudio. Y yo los enviara a un hospital donde les curaran su flaqueza con los pobres enfermos.
Y no se espanten diga esto, que les prometo, hermanos, que lo que no quise no hice y que siempre que me dejé llevar de cualquier flaqueza, cada momento con la cura que le daba q la hallaba mayor. Y si el remedio vemos que está en nuestra mano, como a gente culpada que pudiendo ser fuertes son flacos, digo yo que el tal debe ser castigado e inhabilitado del bien que la Religión hace con él.