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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [11] DE LOS HERMANOS FREGADORES
Paréceme que, pues nos hemos entrado en la cocina, será bien concluyamos con los officios anejos y más cercanos a ella. El primero es el de los fregadores. En este officio no hay que buscar partes o calidades, como en otros, para los que lo hubieren de ejercitar. Es officio a que ha de acudir el mayor y el menor, dende nuestro hermano general, cuando Dios nos lo dé, hasta el más pequeñito donado. Y así, todas las partes y calidades que hubiere en la casa se las llevará, pues a él ha de acudir el grande y el pequeño, el humilde y el que no lo es para que lo sea, etc.
Pues digo que el sábado, cuando se echa la tabla, se procuren echar y señalar dos religiosos por fregadores para aquella semana, advirtiendo que siempre se eche un sacerdote con otro que no lo sea. Llegado el tiempo en que han de fregar -que por la tarde me parece tiempo más acommodado, después de haber comido la mesa segunda, que viene a ser a la media hora de recreación- los avisará el hermano cocinero, que para aquella hora ya tendrá el agua caliente, y ellos se irán a la cocina, donde se enfaldarán o pondrán de suerte que no se ensucien. Y, si para esto fuere posible, tengan dos delantales de jerga o sayal a. Junten en la parte que han de fregar todos los platos y escudillas, ollas, sartenes y cuanto hubiere en la cocina, y luego hagan su fregado con la mayor limpieza y curiosidad que pudieren, fregando el uno y enjuagando el otro. El que friega tome su estropajo y arena o aquello que fuere necesario para que quede el vedriado más limpio. El que ha de enjuagar, traiga su agua y échela en su pilón o en las calderas donde se hubiere de hacer el fregado.
Mientras están ejercitando este officio, no es lícito hablar palabra. Hanse de ocupar en rezar los salmos penitenciales, vísperas de difuntos o algún noturno, acordándose de ofrecerlo por algún hermano nuestro que estará en el purgatorio por no haber hecho bien aquel officio, con
mucha humildad o de buena gana; y este rezado no sea muy alto o de suerte que los que están lejos lo oigan. Hecho su fregado, procuren poner cada cosa en su lugar, [47v] sin dejárselo amontonado, colgando sus sartenes y puniendo en su aparador o mesa lo demás, de suerte que no esté confundido: las ollas de por sí y en otra parte los platos, apartando las scudillas y las demás menudencias, de suerte que el queb buscare la cosa con facilidad lo halle. Procuren, en empezando a fregar, no andarse por la casa enfaldados pregonando que friegan o son fregadores, que por eso digo que antes que empiecen procuren juntar y hacer todas las cosas necesarias para el tal officio.
Si fuere uno solo el que fregare, o por algún caso fueren donados, que de memoria no saben psalmos ni otra cosa, guarden grande silencio ocupándose en alguna sancta y buena consideración, pues es verdad que no hay officio ni cosa criada que en ella no podamos levantar consideraciones sanctas que nos estén enseñando nuestro aprovechamiento y a levantar el corazón a Dios.
Procuren no verter agua, hacer charcos o barro que pisen o se ensucien los piesc, pues ése es officio que se ha de hacer con las manos y no con los pies. Después de haber fregado, les dará el cocinero con que se laven y limpien las manos, como queda arriba dicho en el officio del cocinero d, habiendo primero cumplido muy bien con su officio -no sea cosa que, después de limpios, sea necesario tornarse a ensuciar, como a mí me ha sucedido por habérseme olvidado de fregar el pilón y verter el agua que en él quedaba y estrujar y lavar el stropajo-. Suele haber vedriado blanco para los enfermos; procuren, por estar de carne, lavarlo de por sí y ponerlo apartado e.
[48r] Jhs. M.ª