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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
[CAPITULO 12] DEL OFFICIO DEL DISPENSERO, QUE OTROS HAN LLAMADO CLAVERO
Este officio algunos lo han querido hacer anejo al officio de cocinero, y no lo tengo por acertado, porque siendo el officio de cocinero muy ocupado y siendo del officio del hermano dispensero acudir a dar muchas veces cosas para los enfermos y dar con que se desayunen los convalecientes, no me parece acertado ocuparlo con otro enbarazo, que no suele ser pequeño. Y también porque no es bien esté a su mandado el aceite y las demás cosas, que alguna vez, con gustillo de sacar buenos guisados, la vanagloria le podría mover a gastar aceite doblado, o no guardar las cosas como debe por tener otras con que remediar la falta que hizo el gato o el mal y daño que hizo su descuido vertiéndose el aceite o perdiéndose otras cosas. Y con pensar que las cosas se las dan
con cuenta, tasa y medida, tendrá cuidado de ponerlo todo en cobro y mirar, como dicen, por las cosas con siete ojos.
Otros quieren decir que este officio lo ha de tener el refitolero, por ser él el que más gasta de lo que hay en la dispensa. Yo diría que por esa razón tampoco lo ha de ser, que quien tanto gasta no es bien tenga todo lo que hay a su mandado, porque, como dicen, cuanto a mano tanto a daño. Habiendo en el convento gran número de religiosos, bien es que un religioso fuera de los dichos haga este officio.
La chalidad que ha de tener este religioso es ser bien acondicionado, blando, amoroso, sufrido y no gruñidor. No sea como uno de quien me contaron a mí, que era grande hombre, en viendo uno en ocasión de enojarse, decirle: "No pierda a, hermano, la paz del alma", de suerte que muy de ordinario se andaba tras todos los religiosos, diciendo: "No pierda, hermano, la paz del alma". Un día -debieran de ser mozos de fuera- hurtáronle un cofín de higos de su dispensa y él enojóse tanto y gruñó tanto que fue necesario que le pagasen todos los frailes la paz que les habíe vendido y que todos acudiesen [48v] a decirle: "No pierda, hermano, la paz del alma". Lo cual se lo dirían muy de buena gana, particularmente si ellos se habían comido los higos. De manera que nuestro hermano, por ninguna cosa que le suceda, ha de gruñir ni perder la paz, sino antes, con grande amor y charidad, dar lo que le pidieren. No ha de ser tampoco demasiadamente escaso, sino dar lo suficiente y necesario para cada officio, según la necesidad y licencia que tuviere, particularmente cuando es para los enfermos o para que se desayune algún convaleciente.
La dispensa esté siempre limpia y tenga ventana, para que no tenga mal olor. Si el convento tuviere pescado, no lo tenga en el suelo, donde se humedezca, sino en alto; no se eche en remojo en la dispensa, porque olerá mal. Las semillas, como son lantejas, habas o garbanzos, tenga unos sportones que hay grandes de pleita en que tenerlos. No consienta ande nada derramado o desperdiciado. Acuérdese del capítulo que hizo el otro abad por una lanteja que se le cayó estando mondándolas. La tinaja del aceite esté con limpieza; para sacarlo tenga unas medidas que hay de hojas de lata con un palo para sacarlo, y no meta la mano y lo quiera sacar con escudilla, ni lo eche en la olla o alcuza sin enbudillo.
Tenga mucho cuidado, pues éste es el sustento de los religiosos, que antes que estas cosas se acaben de decirlo al prelado para que, según la posibilidad de la casa, se provea de más. Todas las cosas las tenga de suerte que los gatos no hagan daño, porque no será posible dejen de entrar, porque aquél es lugar donde acuden ratones, y tendrá necesidad de tener gatera o, por lo menos, tenga ratoneras.
Yo he visto a muchos hermanos perdérseles muchas cosas por no tener cuidado de sacarlas al aire o revolverlas. Procure traer la llave siempre consigo, no le suceda lo que le sucedió al de la "paz del alma". No consienta entrar nadie allá dentro, que no han menester registrar
todos lo que hay en casa; déles a la puerta, con bendición, lo que pidieren. Al cocinero déle según lo que hubiere [49r] menester con tasa y medida, particularmente el aceite, que es donde más descuido suele haber entre religiosos, de donde nació que el otro preladob dijo que siempre compraba una tercia parte más, para que el cocinero y candilero vertiesen y se echasenc en los hábitos d.
[49v] Jhs. M.ª