Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText |
San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [17] DEL LECTOR EN LA MESA PRIMERA
El lector, en el refectorio, le hemos de pedir a que sepa bienb leer latín y romance y, en la voz y en el tono, que por lo menos no sea causa de rissa o turbación al que lo oyere, sino que entonadamente leac, aunque la voz sea mala. Esto confieso que es gracia y don particular. Si alguno hubiere que esté lejos de él, ahórrenle del officio, que poco importa que pase a otro.
El lector, algún rato antes que entren a comer o a cenar, ha de tener preparada su letura, no sólo señalada sino leída, porque si se le ofreciere alguna dificultad tenga lugar de preguntarla y, si fuere latín,
mirados los acentos. Que aunque es verdad que es officio del ministro enmendar, mejor sería que no tuviese que enmendar; y suéname tan mal que allí hable alto el prelado haciendo detener la letura y enmendando, que muchas veces gusto más o tengo por mejor que pase adelante que enmendarle; y también puede estar el prelado divertido en otras cosas que también allí están a su cargo y no advertirlo, o no saberlo. Y para quitar estos inconvenientes, es bien que un rato antes prepare su lición, que podrá ser, cuando tañen a examen, podrá pedir licencia y venirse a su refectorio y tomar su libro, mirar lo que ha de leer y dónde dejó otro día y pasar los ojos por ello en un breve rato.
Los libros y lección que se acostumbran a leer en nuestra sagrada Religión son: todos los domingos y fiestas, vigilias y cuatro témporas, al principio se lee el evangelio que se ha leído y rezado en el coro aquella noche, con su homilía; los demás días, en su lugar se leen las tres liciones de la Scritura ocurrente. Tendría por mejor que en lugar de esta lección de la Scritura, pues todo es uno, se leyese un capítulo de la Biblia d para que los religiosos tuviesen alguna noticia de la Sagrada Scritura, enpezando el primer capítulo del Génesis en el domingo de la septuagésima, que es cuando la Iglesia lo reza y enpieza. Tras esto, se lee un párrafo de las constituciones y luego se lee el libro devoto que por el prelado está señalado, que de esta lición no podemos dar ni poner reglas por haber tantos y tan buenos libros. Siempre se acostumbra, por variar el manjar, leer a la noche otro libro del que se ha leído a mediodía. [62r] Los viernes siempre se lee nuestra sancta regla.
Ahora, pues, llegada la hora del comer o cenar, el lector cuando entra el convento ya él está con el libro en las manos y, en estando los religiosos puestos a sus dos lados, llega el lector y, puesto en medio e, haciendo una profunda inclinación, dice: Benedicite; y responde toda la comunidad y bendicen su mesa. A la postre, nuestro lector se hinca de rodillas con su libro en las manos y dice: Jube Domne benedicere -que así dice el ordinario que se ha de pedir la bendición-. En dándosela, se va a su púlpito y abre su libro y está su capilla quitada y en pie el cuerpo muy derecho. Y en dándole el primer sónito dice con spacio y voz clara: In nomine Sanctissimae Trinitatis. Amen. Y siempre que la lectura haya de enpezar en latín ha de decir esa palabra en latín. Que si la lectura es en romance ha de decir en romance: "En nombre de la Sanctíssima Trinidad. Amén". Y luego pro sigue su letura hasta que le den el segundo sónito, que es cuando f se ha de sentar en su púlpito, si para ello tiene commodidad. Pero la capilla siempre la ha de tener quitada y leer hasta el cabo de la comida o hasta que el prelado envíe otro que lea en su lugar.
Advierta la postura que allí ha de tener, que no ha de estar arrimado de espaldas a la pared ni echado sobre el libro o recostado encima con los brazos, haciendo de ellos descansaderos, ni él ha de estar muy apartado del libro, mostrando ser hombre de larga vista. Ha de procurar
leer a espacio, con voz sonora, inteligible, y con grande atención si su prelado le enmienda, con siete ojos en lo que dice y lee, que le están muchos scuchando y, sobre todos, está delante de ángeles. Si viere entrar alguna mortificación, esté con cuenta si da el prelado sónito para que diga sus culpas el que entra con la mortificación o para reprehendérsela.
En cada uno de los libros que leyere ha de tener un registro de papel, y en la parte que deja de leer ha de tener un poquito de cera para pegarla en aquella parte donde dejó, no dando uñadas en el libro o hincando alfileles, que los echa a perder. Tenga grandíssima cuenta dónde deja un día, para proseguir otro. Si otro hubiere leído y no quedare bien señalado, pregúntele con cuidado dónde dejó. [62v] Y es grave culpa, que merece ser bien castigada, no tener en esto grande advertencia.
Si el prelado le enmendare y dijere: "Mire, hermano, lo que lee", vuelva una cláusula atrás y tenga particular atención dónde pudo estar el yerro que su prelado le enmienda. Si fuere algún acento, en advirtiéndoselo, enmiéndese con mucho conocimiento de su ignorancia y poco saber. En el principio de la lectura de los libros que leyere, siempre lea el título del capítulo en tal libro, como si dijésemos: "Síguese lo que restó de leer del capítulo octavo del conocimiento de sí mismo en tal libro", para que los que no se hubiesen hallado el día antes en la lección sepan lo que se lee.
Los sábados de todo el año se lee la tabla de los officios. La cual ya ha de tener el lector en el púlpito cuando se sube a leer; y como es letra de mano y suele no ser muy clara, téngala, como queda dicho, muy bien leída. En dando sónito el sábado a mediodía el prelado para que los servidores cojan, el lector al punto toma su tabla y enpieza: Tabula officiorum dominica tantas; y va prosiguiendo hasta acabarla, que entonces le dan otro sónito y dice: Tu autem Domine. Y siempre acaba de esa manera su lección cuando le dan sónito, después de haber cogido los servidores. Si entonces el convento se levanta para dar gracias, él se hinca de rodillas a pedir perdón de las faltas que ha hecho en aquella lectura g.
[63r] Jhs. M.ª