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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [19] DEL OFFICIO DEL MINISTRO EN EL REFECTORIO a

 

  Cierto que he dificultado el cuándo, dónde y cómo tengo de tratar del officio del ministro, porque, como veo que en todos los officios mete su cucharada y se ha de hallar -según sus obligaciones- en todas las ocasiones con todos los religiosos que están haciendo sus tareas, me parece que en todos los officios le habíamos de poner su párrapho. Por otra parte, deseo huir confusión y quisiera, no contentándome con muchas cosas que en muchas partes tengo scritas del prelado, hacerle de por sí aquí diferente tratado. Y también me parece que es dejar añejar sus obligaciones, que en todos los officios están dando voces acuda el tal prelado al reparo y remedio de todos los defectos y faltas que hicieren los religiosos en el ejercicio de su officio.

 

 

1.  El prelado al principio, al medio y al fin

 

  En esta materia no pienso que hay que temer yerro porque do quiera parece bien tratar del prelado: al principio, al medio y al fin. Al principio, por eso los llama Cristo luz, sal y ciudad sobre monte alto 1. Luz, por haber sido la primera cosa que Dios crió 2 y la que daba vida, ser, parecer y hermosura a todas las demás cosas que después había de criar; y sin ella, aunque tuvieran ser y vida particular, fuera como vida muerta. Y para que sirviese de un nuevo ser y vida común a todas las cosas, se la tuvo Dios prevenida. Y éste me parece que es el officio del prelado: cual principio de todas las cosas se ha de hallar para darles con su presencia un nuevo ser, una nueva vida, que en


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realidad de verdad todas las cosas parece la adquieren con decir: El prelado lo vido, el prelado se halló presente.

  Llámanlo sal por ser lo primero que se pone en la mesa y la necesidad que hay de ella para todos los manjares. El primero en todos los officios ha de ser el prelado, porque no hay officio que no tenga necesidad de sus ojos y presencia: el portero, el cocinero, el refitolero, etc.

  Llámanlo ciudad sobre monte alto por ser la primera cosa que se descubre al caminante afligido de su camino. Y así, lo primero que hemos de descubrir en el camino de la perfección, que consta como de partes del cumplimiento de muchos officios humildes, ha de ser el prelado, que es uno de los mayores alivios y consuelos para los religiosos cansados. Hallarlo el primero en la oración es causa para que yo me anime; hallarlo el primero en el fregado es causa para que no me enfade; hallarle en la cocina será causa para que el [65r] cocinero no se amohíne. Y así en los demás officios, los cuales, como digo, están pidiendo sea el prelado el primero y allí le tengan guardada su silla y asiento.

  Tiene también su acertado lugar el preladob no sólo en el principio, sino en el medio. Esa es la razón por qué tantas veces, tratando Cristo de su presencia para con sus discípulos y los hombres, se prometía y tomaba ese lugar. Por san [Mateo] dice: "Donde estuvieren dos congregados en mi nombre, en medio estoy yo" 3. Y en las apariciones que hizo a sus apóstoles y discípulos, se ponía en medio 4 para communicárseles por igual a quien así estaban afligidos y desconsolados, como el corazón en medio del cuerpo y el sol en medio del cielo. ¡Oh qué gran cosa que el prelado se halle en medio de sus súbditos, en medio de sus conversaciones, en medio de sus obras y officios!

  Pero no por eso parecen mal al fin y remate, como quien toma cuenta de lo hecho y de lo pasado, ante cuyos ojos se viene todo a registrar, como dio Cristo a entender cuando envió sus discípulos a predicar a los pueblos y ciudades donde él había de venir 5 a contarles los pasos, palabras y obras. Finalmente, el prelado do quiera que tome su lugar está y parece muy bien: esté el pastor entre sus ovejas: que, si va delante guiando al manso, bien; si está en medio mirándolas y contándolas, bien; si al cabo, no dejándose ninguna atrasada o perdida, bien. Bien está tratar del prelado en cualquier ocasión. No hay que temer tratar ni decir dél en cualquier lugar.

 

 

2.  Durante la comida

 

  Aunque es verdad que en todos los officios el prelado tiene su parte, pero donde me parece que la tiene mayor y donde se requiere estar


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más entero es en el refectorio, porque en este lugar me parece que lo hallo ocupado por de dentro y por de fuera, en el cuerpo y con el spíritu, so pena que ha de hacer muchas faltas: el entendimiento en la letura, los ojos en los que entran, las manos en lo que comen, y repartido en otras muchas cosas, como ahora se verá, tratando de cada una en particular.

  Entrando, pues, a comer en la forma dicha arriba, el prelado, hecha su humillación al Cristo o imagen, mire si los religiosos han acabado de entrar y están puestos por sus dos bandas, y entonces [65v] llegue a la mesa traviesa y dé un golpe, que sirve de sónito, para que el lector diga: Benedicite; y luego prosigan en el bendecir la mesa. Y aunque es verdad que tenemos scrito nuestro ceremonial y parece nos vamos entrando en tratar de ceremonias, yo sé que no hará mal, porque pienso nada de lo que aquí digoc está escrito y, tiniendo poca parte en aquel libro d por no haber tenido lugar para ofrecerla, podré tenerla en éste. Y adviértase que esta bendición no se diga e si no estuviere el pan puesto en las sesiones o en una cesta en medio del refectorio. La bendición y hacimiento de gracias sea con una voz baja, sonora, devota y humilde.

  Acabada la bendición de la mesa, el lector se halla en el púlpito, los religiosos se van entrando en sus sesiones. Y advierta el prelado que jamás dé sónito para que enpiece el lector hasta que todos estén sentados, quietos y atentos, y los servidores puestos en medio del refectorio. Entonces dé un sónito de suerte que lo oiga el lector. Y aguardarán todos con grande modestia, silencio y atención a que les den otro sónito, que será después de haber hecho un par de pausas, que es bien antes que el religioso comience a comer tome corriente a la comida y tome el alma el primer bocado antes que el cuerpo, para que por lo menos vayan a una alma y cuerpo tomando refacción y sustento. Hechas estas dos pausas, dará el prelado otro sónito, que será cuando todos tomarán su pan y lo besarán y prosiguirán en su comida, como hemos dicho en esotros officios. Ahora sólo hemos de decir del prelado, a cuya cuenta quedan esta comida, mesas y frailes, por no ser lugar aquél donde nadie ha de hablar y pedir nada f.

  Los ojos jamás los ha de tener bajos, si no fuere para tomar el bocado que ha de comer, porque ha de mirar los que entran para darles sónito, los que comen cómo están sentados, qué acciones hacen, porque es lugar donde es fácil dejarse uno llevar del gusto y tener muchas inadvertencias. Las cuales, aunque su enmienda es en el capítulo, pero suele ser de gran consideración [66r] advertírselo allí con uno de los servidores -como enviarle a decir: junte los pies, baje los ojos, levante el cuerpo-, que, como allí la falta presente tiene conocimiento y no tiene escusa, afréntase de que le cojan con el hurto en las manos y hace memoria y acuerdo para no caer otra vez en aquella falta.

 


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No sólo ha de tener los ojos en estas dos cosas, sino en lo que dan a comer a los frailes, si al que entró tarde le han dado lo que a los demás, si al que entró temprano le falta el pan o el agua; que, cuando no alcance a ver la falta del pan, fácil es de echar de ver: si no come llamar al servidor y preguntarle la causa, si va a echar vinagre y no lo tiene la vinagrera, y así en las demás cosas. Para estar advertido en esto, yo acostumbraba a tomar poco pan, poco vino, y que de ordinario de las cosas communes me pusiesen menos porque, viendo yo mi falta, me acordase de la de mis hermanos.

  Tenga las orejas y grande atención en lo que se lee, para advertirle los yerros al lector, aunque en su officio desee se pusiese en aquel lugar tan preparado que no fuese necesario enmendarle por las razones allí dichas. Pero, puesto caso que donde más tenemos puestos los ojos más solemos tropezar, bien es que haya de parte del prelado tanta atención que sepa levantarlo si cayere y enmendarlo si errare.

  Suelen entrar, como queda dicho, mientras comen algunos religiosos con algunas mortificaciones. Si fueren disciplinas -pues g aquello se hace más por mortificación que por castigo- no tarde mucho en darle sónito, que suelen ser dañosas y enfermas a los religiosos las disciplinas en las spaldas. Si fuere mortificación que se la mandaren hacer por penitencia y que confiese su culpa, dígale dos palabras, según Dios se lo diere a entender, amonestándole y reprehendiéndole su culpa. Y mientras el prelado habla, todo cesa en el refectorio: el servidor se para, los que están sentados no comen, todos están quitadas las capillas y metidas las manos debajo del scapulario. En estas amonestaciones no sea el prelado largo; [66v] poco y con mucho spíritu. En esotras mortificaciones, dé el tiempo que cada una pidiere, más o menos, conforme las fuerzas y fervor del religioso que la hiciere.

  Suelen, ya que acaban de comer, levantarse o adelantarse algunos y ir al prelado a pedir una mortificación h. Y en esta ocasión ha menester tener grande advertencia el prelado, si el que lee fuere flaco o alguno de los que sirven, que a los primeros que se levantaren mande que vayan a leer o servir o ayudar al cocinero, que es obra de charidad grandíssima que nos ayudemos en los i officios de servidumbre, particularmente si es día de ayuno de la Iglesia, que se come tarde y están los religiosos cansados de la noche y del día.

  También suele haber algunos religiosos fuera del refectorio aquella hora que no se han podido desocupar de sus officios, como son los acólitos, sacristanes, portero y otros así semejantes. Es bien que, lo más presto que pudiere, procure el prelado poner otros en su lugar para que se desocupen y vengan a comer. Después de haber suplido esta necesidad de mis hermanos, a los que después se fueren levantando ocúpelos en alguna sancta mortificación de las que acostumbran hacer en nuestros refectorios, advirtiendo que no dé a dos una mortificación porque no se encuentren, ni consienta se levanten muchos porque no


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se confundan. En habiéndose levantado dos o tres a hacer mortificación, mande a los otros se sienten.

 

 

3.  Acabada la comida

 

  Acabada la comida, mire si la mayor parte de los religiosos han acabado de comer. No tengo por inperfección que sea el postrero el que acaba el prelado, porque vaya aguardando a los flacos y a los detenidos; y, en fin, el prelado come más a espacio como persona más ocupada en aquel lugar. Y si alguna vez hubiere comido presto y le pareciere levantarse a hacer alguna mortificación, levántese y tenga cuenta el religioso más antiguo que allí quedare -no estando allí el vicario- que, mientras el prelado está haciendo la mortificación, presida él y atienda a todo [67r] lo que allí fuere necesario hasta que el prelado se vuelva a su lugar.

  Pues, acabada su comida, el prelado da sónito para que los servidores cojan las mesas j en la forma que dijimos en el officio de los servidores. Y en acabando de coger tornan y da otros dos sónitos juntos y entonces el lector dice: Tu autem Domine miserere nobis; y todos los religiosos, quedos en sus asientos, responden: Deo gratias. Y luego van saliendo todos de sus asientos -digo todos los que ya han comido-, y cuando están puestos en sus dos hileras muy en orden, dice el cantor: Memoriam fecit o Confiteantur [tibi], que es el principio del dar gracias. Y mientras se dan las gracias k, todos los que quedan en las mesas, en dándoles el prelado sónito -que será al principio de las gracias-, se quitan las capillas y pro siguen en su comida; y en saliendo el convento se las tornan a poner. Mientras se dan las gracias, como queda dicho en el officio de los servidores, no han de andar cruzando ni sirviendo; poco importa que se aguarden un rato.

  Cuando sale el convento del refectorio, el prelado quédese un poco atrás y ponga los ojos en lo que será necesario para los que quedan comiendo a mesa segunda. Si queda allí el servidor, el lector, si son muchos los que quedan, tendría por mejor que el prelado se quedase allí a servir, que no hiciese otra mortificación, porque es donde más faltas pueden hacer los servidores o haber más descuidos.

 

 




a  sigue capo de culpas y off o del celador tach.



1 Cf. Mt 5,13-15.



2 Cf. Gén 1,3.



b  sigue en el tach.



3 Mt 18,20.



4 Cf. Jn 20,19.



5 Cf. Lc 10,1.



c  sigue scri tach.



d sigue la pod tach.



e sigue hasta que el tach.



f sigue lo tach.



g  sigue estas faltas tach.



h ms. mortifición



i sigue trabaj tach.



j  las mesas al marg.



k las gracias sobre lín.






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