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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [20] DEL MODO QUE EL MINISTRO HA DE TENER EN LA CENA. EL ENCARGAR LAS LIMOSNAS Y PEDIR ENCOMIENDEN A DIOS A LOS BIENHECHORES

 

  En la cena o colación ha de hacer lo propio que en la comida de mediodía, salvo que, como a las noches se hace el capítulo de culpas, ha de ser necesario decir algo en particular.

 


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Dado el último sónito en la cena, cuando el lector dice: Tu autem Domine miserere nobis, responden todos en silencio: Deo gratias. Y aquella hora está el portero a puncto, el cual, puesto en medio del refectorio, se hinca y postra de rodillas hasta que el prelado le da sónito y luego levanta la cabeza y dice: Benedicite, hoy nos han traído de limosna tantos panes, tantos dineros, etc. -y todo lo que hubieren traído aquel día, si no fueren muchas menudencias, que entonces puede decir algún vocablo en común con que las abrace todas-. Entonces el prelado le mandará levantar al portero y él hará una breve recomendación de los bienhechores, significando a todos los hermanos la obligación [67v] que les tenemos, el cuidado que Dios ha tenido aquel día por medio y manos suyas de nos haber sustentado y la estima que hace Dios de sus siervos, pues estando ellos encerrados y recogidos tiene a Su Majestad cuidado de sacar el pan y el real de casa del que le gana con continuo sudor; y que la causa debe de ser el ser jornal y labor que mucho le agrada el vacar y darse a la oración y recogimiento; cómo no se olvida ni olvidará Dios de nosotros mientras nosotros acudiéremos a hacer su voluntad, aunque sea necesario sacar de casa del menesteroso lo que nosotros hubiéremos menester; cuán grande es la providencia de Dios y en particular para los que le aman y sirven.

  Procurar decir allí algunas palabras con que encienda en amor deste gran Dios a los súbditos para que, amándole con fuego encendido por el continuo bien que les hace, de resultida salten centellas con que pague a los bienhechores y manos por quien aquel día Dios le hizo aquel bien. Pídale a Dios el prelado con grandes veras que para esta ocasión le alumbre su entendimiento y ponga palabras en su lengua con que a todos los hermanos les pueda descubrir y poner ante los ojos sus grandes obligaciones. Todas se las refiera a Dios, como fuente y origen de donde viene todo lo bueno 1, para que él sobre todas las cosas sea amado y querido. Propóngales cómo todas las criaturas son arcaduces y medios por quien nos communica estas dádivas en que tiene tanta parte el cuerpo, cómo son mucho mayores las spirituales que inmediatamente está comunicando al almab y cómo, si el religioso eternamente estuviera contando y descubriendo nuevas dádivas y beneficios, siempre se hallara atajado no hallándoles fin, porque, como Dios en su bondad no le tiene, siempre hallará que se está comunicando, deseando que el hombre cada día más se disponga para hacerle más y mayores bienes.

  Materia es ésta que no tiene encarecimiento, pues las propias palabras y obras con que la encarece y agradece son nuevos recibos del mismo Dios. Y por cualquier parte que el hombre eche se hallará coronado de flores y rosas que se cain y vierten de aquellas manos torneadas de Dios, tornándose y volviéndose por cualquier parte que el hombre vuelva


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sus ojos, para que tantas veces como Dios torna a hacer bien al hombre torne el hombre [68r] a darle gracias.

  Yo algunas veces en esta materia me hallaba confundido y, sin saber por dónde enpezar, me hallaba dentro en la conversación sin saber por dónde me salir. Ojalá quisiera Dios que, ya que en obras he sido el más y mayor ingrato de todas las criaturas, estuvieran scritas las palabras que Dios era servido en esta materia y en aquella ocasión quería que se hablasen para que, topando con algún agradecido, le fuera motivo para de nuevo tornar a dar gracias y pagar por todos. Sé decir que, hallándome muchas veces atajado a mí y a mis hermanos con la obligación a tantas deudas y tan cercenado de fuerzas, pedía con encarecimiento a todos hiciésemos lo que hace el que debe y no puede pagar: que hace dejación de bienes y pleito dec acreedores dándose y entregándose a todos aquellos a quien debe, procurando que la deuda más antigua y el acreedor primero haya la primera suerte y paga. Y como lo es Dios nuestro, él ha de ser al que en todo el hombre se ha de entregar, porque, siendo el hombre de tan poco valor y caudal, aun a eso no llega con infinita distancia. Y así, el prelado debe con veras persuadir a los súbditos, en llegando a esta materia, que procuren sean todas sus acciones, palabras, pensamientos, obras y todo él, de Dios, haciendo cada día docientos mill entriegos; que, por más que hagamos, como Dios no tiene necesidad de nuestros trapos viejos, luego nos torna a dar todo lo que le damos para que tengamos que tornarle a entregar.

  No quiero en esta materia dar ni decir motivos para que los prelados tengan grande cuidado de avisar a sus súbditos a lo que están obligados, pues la propia materia le dará tantos que sea inposible cumplir con ellos con los breves ratos que allí ha de tener, aunque sean los de mill años. Muchas veces, en estas breves palabras con que encomendaba esta limosna, descubría y reprehendía los defectos y faltas que había habido aquel día procurando hablar y tratar en común, porque muchas veces se suele hacer mucho más provecho que hablar en particular, por ser el prelado más libre para encarecer y apretar, y que cada uno entienda que lo dice por él. Y aquí encerraba [68v] y acababa el capítulo de culpas, dando por fin algunos avisos de lo que más o mejor me parecía convenir acerca de nuestra vida y costumbres.

  Y pienso que este modo ha sido en estos principios de grande consideración: decir por advertencias las faltas que aquel día se habían hecho, porque, como hay y ha habido tantos nuevos, no parece justo ponerles siempre por culpa lo que en ellos ha sido ignorancia o inadvertencias. Y con aquellas amorosas palabras con que les avisan y amonestan se encienden en un grandíssimo deseo de acertar y enmendarse. Pero, como no siempre se ha de usar de este modo ni siempre las faltas han de ser ignorancias, es necesario advertir cómo se hace y debe haber el prelado en este capítulo de culpas, y qué culpas y con qué palabras y penitencias se han de corregir y enmendar.

 

 




a  sigue Dios tach.



1 Cf. Sant 1,17.



b sobre lín., en lín. spíritu tach.



c  sigue age tach.






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