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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [21] DEL OFFICIO DEL CELADOR EN EL CAPÍTULO DE CULPAS DE LA NOCHE Y LO QUE EL PRELADO DEBE HACER EN ÉL a

 

 

  Encomendadas las limosnas por el prelado, avisa que salga el celador, que es un religioso a quien aquel officio se le echa el sábado por tabla para que a las noches diga las culpas que supiere o hubiere visto a los religiosos aquel día. Y porque no hagamos capítulo de por sí para su officio 1, aquí diremos sus obligaciones en breves palabras.

  Celador se dice [de] celando, que quiere decir encubrir. De ahí se dijo cielo, porque en sí tiene tantas cosas encerradas, tapadas y encubiertas, que exceden toda capacidad; y también debe llamarse cielo respecto de nosotros, porque, como capa, nos tapab y cubre, abriga y calienta. Pues si esto es así, ¿por qué llamamos celador al que descubre yc manifiesta los defectos de sus hermanos a los prelados? Digo que el mejor modo de encubrir una cosa es deshacerla y aniquilarla d. Como si e un hombre hubiese hecho un hurto, el mejor modo de deshacerlo era volver a su dueño lo hurtado, tornar a deshacer el hurto y restituir lo ajeno. Y aun quizá por eso se llamó el cielo cielo, porque tapa las cosas deshaciéndolas y aniquilándolas. ¡Qué de corazones airados, enojados, envidiosos, etc., ha deshecho y qué de corazones sucios ha limpiado!, ¡qué de peccados ha perdonado y qué de ellos ha castigado! Que también un defecto y delito queda deshecho cuando a uno lo han castigado y ya pagó lo que debía. Pues en este sentido llamamos nosotros celador al que manifiesta los defectos de los religiosos al prelado, porque reprehendiéndolos, amonestándolos, los deshace: si son de ignorancia, enseñándolos y advirtiéndolos los anula; si son [69r] de malicia, castigándolos los aniquila. Y así como el sol con sus rayos y el aire con sus soplos deshacen y ahuyentan la niebla donde no se vea y parezca, de esa misma suerte, manifestando el celador las culpas de los religiosos ante su prelado, con sus palabras y razones, como con divinos y soberanos soplos, quedan desterradas donde no parezcan, de suerte que podamos decir que por ninguna vía pudieron quedar más bien celadas y encubiertas que por ahí.

  Y pues tan soberano efecto resulta de la manifestación de los defectos de los súbditos a su prelado, debe el celador f, a quien le hubieren echado este officio, celar muy bien, tener muchos ojos para ver las imperfecciones que se han hecho aquel día, porque, si por su culpa se deja alguna de remediar y deshacer, quedarse ha con ella el religioso que la cometió a cuenta del celador, de quien pudo recebir aquel bien. Pues digo que la semana que el tal officio le cupiere, ha de tener muchos ojos y procurar sean como los de Cristo, que siempre que


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miraba era con deseo y celo de remediar. No han de ser como los ojos de la mujer liviana, con sólo deseo de saber y entender lo que pasa en la casa ajena, ni han de ser ojos curiosos que ponga demasiado de cuidado en querer saber lo bueno para descubrir lo malo, ni g ojos airados para castigar o murmurar lo que vieren, sino ojos llorosos para dolerse de las faltas y defectos ajenos.

  Y así, advirtiendo cada día lo que buenamente h viere asistiendo a los officios de comunidad, así en todos juntos como en cada uno en particular, llegada la noche, cuando después de la cena o colación dice el ministro o prelado: "Diga el hermano celador las faltas que hoy ha visto", entonces levántese con mucha humildad y póstrese en medio del refectorio hasta que el prelado le mande levantar la cabeza; y entonces, con mucha humildad y compostura, puestas las manos debajo del scapulario, con voz clara e inteligible, diga sus culpas primero, en esta forma: Yo, hermano, he hecho muchas culpas en común, y en particular ésta y ésta, etc. Y advierta que a sí no se ha de poner culpa secreta que sea peccado, porque podría, por hacer aquel acto de humildad, escandalizar a los religiosos, ni a los demás les ha de poner en esta ocasión culpa grave, porque ésas se guardan para los capítulos de regla que se hacen los domingos, donde con más secreto y rigor se castigan esas faltas.

  Estos capítulos de noche sólo son para cercenar faltillas ordinarias, en que se cain sin ser posible evitarlas todas juntas un religioso, por ser hombre sujeto a tantas miserias, las cuales van siguiendo de su cosecha a la misma naturaleza. Como si un hombre barriese muy bien hoy un aposento [69v] y le cerrase la puerta y no entrase nadie en él, mañana, cuando tornase, hallaría polvo y basura que barrer, sin haber para ello más razón de ser aposento de tierra. Y lo propio es en la haza que el labrador ara y barbecha y siembra de trigo: que, por mucho que haga, si puede evitar no nazca esa yerbezuela o aquélla, no puede evitar que todas juntas no nazcan. Y lo propio digo yo del hombre: que, si por ser religioso se barre y limpia cada día, cierra y tapa sus puertas por donde le puede entrar la vanidad i y barbecha, ara y limpia su alma y la siembra de virtudes, cuando viene la noche ya tiene nuestro celador qué barrer y basura que coger y yerbas que arrancar. Destos polvillos y de estas yerbecillas es de quien y acerca de quien ha de hacer su officio. Que, si hubiere cosa grave que reparar y algún mal árbor o espino que arrancar, donde sea menester hacer más fuerza o gastar más tiempo, se ha de quedar para el capítulo del j domingo, cuando eso se haga con más secreto, porque allí no se hallan más que los profesos, y en estos ordinarios k novicios y donados.

  Pues al tiempo del enpezar a poner sus culpas -digo las que en los religiosos hubiere visto- no muestre brío en sus palabras diciéndolas como quien descubre gana de que se castiguen rigurosamente, ni las


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encarezca, porque eso es officio del prelado, ni las diga con muchas palabras, sino pocas, claras y humildes, como decir: El hermano fulano no se bajó bien al gloria Patri en el coro, no hace profundas las humillaciones, no toma con dos manos el breviario, quebró un plato, derramó un candil -y otras culpas semejantes-. Y advierta que en diciendo las culpas de un religioso se aguarde a que el prelado las reprehenda para decir las de otro. Y desta manera vaya procediendo hasta decir todo lo que hubiere advertido aquel día.

  Este officio ha de hacer siempre y se ha de echar a los sacerdotes más antiguos, más viejos y más sanctos.

  Volvámonos l ahora a nuestro prelado, que es el juez en este acto, pues ya hemos dicho el officio del acusador, aunque parece habíemos de decir primero también del culpado lo que debe hacer. Eso en sola una palabra se dice, y es que en el puncto que el celador lo nombra sale de su asiento, dándole lugar el celador, antes de decirle las culpas, para que pueda salir y postrarse en medio del m refectorio, y el prelado le haya mandado levantar la cabeza, que entonces ya está de suerte que puede prestar atención y advirtir las faltas que le ponen, las cuales debe escuchar y advertir con mucha mesura, modestia y humildad. Jamás se usa aquí [70r] descartarse ni disculparse aunque -pongamos n caso- le levantaran un falso testimonio grave, ni por eso desestimar o aborrecer a su hermano porque aquel día lo celó, sino amarlo y quererlo mucho más, pues le ha hecho officio de padre y hermano amoroso que desea su bien y se duele de su mal, para que de allí en adelante le pague aquella buena obra encomendándolo a Dios.

  Pues, después de haber salido el culpado en medio de nuestro refectorio y habiéndole acusado el celador, el ministro o prelado le reprehenda con amor y con charidad, mire la falta y el que la hizo y tantee si fue ignorancia, inadvertencia o malicia. Si es novicio a quien se la han puesto, no se la encarezca demasiado, que se desconsuelan y ya piensan que el mundo es perdido y que le han de quitar el hábito, y eso sólo les suele servir de tentación para que el demonio los inquiete y perturbe, haciéndoles torres de viento, como yo lo he experimentado. Porque les ha hecho este silogismo: si una culpa tan pequeña que fue inadvertencia o ignorancia o flaqueza así te la castigan o reprenden, ¿qué serán las grandes que, como hombre y flaco, será fácil caer en ellas?; más vale que no aguardes a eso, sino que te vuelvas al siglo. Y así sé yo que ha sacado alguno. Y por tanto, el ministro, cuando estas culpas reprehendiere a un novicio tierno y nuevo, le diga: Mire, hijo, que de aquí adelante tenga grande cuenta y atención a hacer esto; y para que se acuerde, diga una magnificat y eso le sirva de penitencia.

  Si fuere profeso y hombre más aprovechado, reprehéndale con algún más encarecimiento, como decirle: ¡Buen exemplo da a los novicios, bien se aprovecharán con tales maestros! Y sobre mayor reprehensión, bien puede caer mayor penitencia, como que tome otro día una o disciplina


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o coma en tierra, según la gravedad de la culpa. Procure no ser prolijo. Si se hubiere detenido mucho con las primeras culpas, libre las otras para otro día, porque este capítulo no es lícito dure más de un cuarto de hora, si no fuere que al prelado le hubiere Dios dado tal spíritu y a los súbditos tal afición a sus palabras que, movidos e incitados con ellas, suelen tener allí más y mejor oración que en la iglesia. Si viere que algunas cosas piden detenerse, mande que se levante el celador, porque aquél es tiempo en que se cansan y sienten más estar un cuarto de hora de rodillas [70v] que una hora en otro tiempo. Y lo propio al que le hubieren puesto primero culpa, particularmente si es de los que entraron tarde y no ha acabado de hacer colación o cenado, que en tal caso debe abreviar con él el prelado.

  Suelen poner alguna culpa a toda la communidad, y entonces salen todos a hincarse de rodillas y postrarse. Paréceme sea esto pocas veces, por el tropel y confusión que p causa salir tantos juntos, particularmente en algunos conventos donde hay muchos frailes. Y estas faltas que se ponen a toda la communidad suelen ser de ordinario de el coro o de alguna parte que tenga obligación el vicario a evitarla, pues en aquel lugar es su officio ordenar y disponer las cosas. Y así podría el vicario, cuando ponen una culpa a toda la communidad, salir y postrarse él y oír la reprehensión y recebir la penitencia, como culpa en que tuvo tanta parte. Cuando en el refectorio se le pone alguna culpa a algún novicio, salga su maestro y póstrese a su lado, pues tanbién es culpa suya que el tal novicio ignore o no sepa la culpa que le ponen o haya hecho la falta y descuido de que le acusan; y, como decía denantes, si el novicio no tiene fortaleza o tiempo para le poder reprehender, es bien que en su maestro vea lo que por él pasará a su tiempo.

  En este capítulo se han de hallar todos los religiosos que hubiere en casa si no están actualmente en la cama q. Todos los convalecientes, así para que oigan las limosnas y sepan sus obligaciones -que quien se halla al comer es bien que se halle al pagar el escote-; y estos hermanos, como salen de la enfermedad en la modestia, silencio y otras virtudes algo relajados y olvidados, es bien los vayan volviendo al molde y tornando a sus antiguas costumbres. Y porque las faltas de estos tales hermanos pocas veces el celador las puede saber por no tratar con ellos ni seguir communidad, es bien que el enfermero se las avise a él o a el prelado. El cual, cuando se las reprehenda, por la flaqueza de los tales, no los tenga de rodillas, sino en pie, conformándose con su flaqueza en el modo de reprehenderlos, porque como en ellos, con la enfermedad, enflaqueció la virtud y las fuerzas corporales, no están más que unos niños. Será Dios servido hagamos su capítulo de ello.

  También en este capítulo de culpas se han de hallar el portero, cocinero, enfermero, hortelano y todos los que tuvieren officio de communidad. Para esta ocasión han de estar desocupados. Y estos que sólo entran al capítulo de culpas, que no tienen asiento ni lugar en las


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mesas, [71r] asiéntense en el suelo, arrimándose a un rinconcito. Procure el celador poner primero las culpas a los que tienen officio y son frailes ocupados y, según sus estorbos, procure abreviar con ellos el prelado, porque mientras él le está reprehendiendo al portero o dando doctrina, podrían estar quebrando la campanilla y el gato comiéndole al cocinero lo que tiene que dar a los religiosos.

  Procure el prelado no hacer muchas torres de viento quiriendo encarecer demasiado los r defectos pequeños, particularmente donde hay novicios, como decíamos denantes s, porque, si en los defectos pequeños pone demasiado rigor, no tendrá otro rigor extraordinario para las culpas mayores, cuando se ofrezcan. Cuando la parva está bien trillada, con cualquier aire se ablienta la pajuela que está junta y arrevuelta con el grano; y si la paja se quedó gorda, ha menester más aire, y mayor soplo y espíritu en el prelado cuando los defectos son mayores.

  Si alguna vez en estos capítulos se hallare algún seglar hombre poderoso, como es posible y se ha hallado el señor duque de Lerma y se podría hallar t su majestad, gente devota que gustan de saber la perfección que guardan sus frailes y religiosos, a quien quieren bien -y de ello suelen las tales personas sacar mucho provecho, porque regulan su vida y costumbres por lo que allí ven u y advierten sus descuidos en cosas más graves; a estas tales personas no es posible v evitarles esta asistencia-, en esta ocasión ha menester el prelado grande prudencia. Porque en semejantes ocasiones suele muchas veces tomar ocasión del ­defecto y culpa liviana para mortificar al religioso que se la pusieron y, sin merecerlo su culpa, decirle que es un mal fraile, soberbio, perdido, descuidado; y quien no sabe nuestro lenguaje, podría entender ser todo así y que aquello no se le dice por las culpas presentes, sino que aquella reprehensión es por otras trabacuentas y culpas atrasadas. No reprehenda w, pida cuenta ni haga más alcance del que en aquella ocasión hiciere y diere el celador. Y entonces reprehéndale con palabras de amor y de charidad, trayéndole a la memoria el mayor cuidado y solicitud que debe traer en mirar por sí un religioso más que un seglar, por andar más junto y pegado con Dios, la diferencia que tienen las culpas hechas en la casa de Dios a las que se hacen en el siglo y cómo se mudan y califican, por razón del officio y estado del religioso [71v] y de sus mayores obligaciones. En esta manera de reprehender, encarecen la culpa y parece que no suben de punto la malicia con que se hizo, pues su gravedad no la descubren tanto de la voluntad como de las circunstancias que se le juntaron. Otras veces, en estas ocasiones puede poner delante los ojos la vida, obras y palabras irreprehensibles de Cristo y tratar de eso, con que, de resultida, quedan sus defectos encarecidos.

  En las reprehensiones comunes suelen algunas veces dar ocasión los celadores en las faltas que ponen, y el prelado en las cosas que se le ofrecen, dar ocasión y motivo de risa. Procure evitarse en aquel lugar,


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porque yo he experimentado muchas veces el demonio dar ocasión de eso para con risa deshacer y borrar el sancto temor que el otro ha concebido de ver reprehender a sus hermanos. Porque, como allí se curan, siegan y cercenan nuestros defectos con sola la lengua -como el buey, que su lengua áspera le sirve de hoz para segar lo que ha de comer-, si se volviese nuestra lengua, que allí debe de ser áspera y rigurosa, blanda y risueña, mal consiguiríamos lo que pretendemos.

  Si el celador no tuviere culpas que poner o hubiere tiempo después de las puestas y reprehendidas para que el que las tuviere y no se las hubieren puesto confesarlas y manifestarlas, salga de la mesa y póstrese. Y cuando el prelado le dice que levante la cabeza y diga, confiese y manifieste su culpa con humildad, deseo que le corrijan y de enmendarse.

  Las penitencias que en esta ocasión suele el prelado dar son pequeñas y livianas, según las culpas y según el religioso a quien se dan -que, en fin, hemos dicho hay novicios, enfermos y viejos, mozos y fuertes-: es un salmo de la penitencia, un noturno por las ánimas de purgatorio, que tome otro día una disciplina, coma en el suelo o ayune a pan y agua x.

 

 

[72v]     Jhs. M.ª

 

 




a  división y título añadidos en un segundo momento entre líneas.



1 Pero, en un segundo momento (ver nota crítica al título), decidió hacer capítulo aparte.



b corr. de taba



c sigue de tach.



d sigue y tach.



e sigue vos tach.



f sigue ante tach.



g  ms. si



h sigue así tach.



i sigue quando ll tach.



j capítulo del sobre lín.



k sigue de tach.



l  corr.



m sigue religioso tach.



n corr. de supongamos



o sigue p tach.



p  sigue gasta tach.



q sigue también tach.



r  sigue p tach.



s corr. de delantes



t ms. hahallar



u sigue y ven tach.



v corr. de posibles



w sigue ni tach.



x  sigue espacio de 6 líneas más todo el f.72r en blanco.






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