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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [26] DE LAS RECREACIONES QUE SE DEBEN DAR A LOS ENFERMOS

 

  Otro género de recreaciones particulares considero es necesario que haya en las religiones que son tan estrechas y donde, por algunas causas particulares de indispusiciones, es necesario enviar algún religioso por algunos días al campo o a alguna recreación. Y para tratar de esta recreación se habíe primero de tratar de la necesidad de ella y de las indispusiciones por quien se viene un religioso a necesitar de que le alegren, saquen al campo y curen con ocasiones de alegría y contento exterior. No querría meterme donde después no acierte a salir. Será Dios servido se resuma en breves palabras.

 

 


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1.  Los enfermos de melancolía

 

  Y lo primero, será bien decir de la necesidad y enfermedad corporal, cuya medicina es esta recreación de quien ahora hemos de tratar. Y digo que hay algunos religiosos que, con el poco ejercicio que hacen y grande encerramiento y clausura, vienen a criar y engendrar en sí unos humores gruesos, terrestres, melancólicos y tristes. Los cuales, sin tener calentura ni enfermedad conocida que con facilidad pueda curar el médico, vienen [91v] a irse consumiendo su poco a poco de suerte que suele ser bastante para acortarles la vida y consumirles las fuerzas corporales y espirituales, según lo que dice el Espíritu Sancto en los Proverbios, capítulo 17: Animus gaudens bonam facit medicinam, opus tristis exsiccat ossa 1; el ánimo alegre dispone y ordena la salud como preciosa medicina, y el espíritu triste seca los güesos.

  En realidad de verdad, somos hombres y hechos de tierra. La tierra, para dar su fructo a su tiempo como debe, se requieren dos o tres cosas: que se le dé buena semilla que produzca; lo segundo, que, según su grosura, se le cargue o aliviane la mano al sembrar, porque si la tierra es flaca y le echan mucha semilla, ahógase y la una inpide el fructo y crecer de la otra. Lo tercero que pide esta tierra es sol, aire, agua y gozar de las influencias a del cielo. Y si algo desto le faltase, los fructos los da mancos y mal sazonados. El hombre, aunque se haga religioso descalzo, en cuanto a la parte inferior siempre se queda de tierra y hombre con las necesidades que los otros hombres, necesitado de comer bueno, lo suficiente, y gozar del sol y del aire y de las demás influencias del cielo. Pero por la fuerza que le hizo el spíritu y deseo de aprovechar en la virtud y trocarse de hombre terrestre en otro varón celestial, quiso privarse de eso tomando un hábito como el nuestro, donde lo que se come es tan malo que vino a decir el otro médico en Salamanca vivían nuestros frailes de milagro, y tan poco que más parecen ángeles, y tan encerrados y guardados que más es de espíritus. Pero, en fin, en esta porciónb inferior, como digo, nos quedamos hombres y es fuerza que la tierra dé el fructo y este tal hombre críe los humores conforme los manjares, si acaso no es porque la costumbre hizo ya naturaleza y lo malo lo convierte en bueno. Pero lo común es lo contrario y que ha de haber religiosos que con su mal comer y mucha clausura críen humores malos, gruesos, terrestres y necesitados de medicina. Esta no siempre es la de la botica, porque el mal humor compuso [92r] ya la naturaleza y, por mucho que las purgas lac adelgacen, siempre se queda de un ser y el prelado necesitado de remediar y curar su fraile.

  La d cura que yo ahora digo, puesto caso que ahora vamos hablando de enfermedad corporal y como hombres ha de ser necesario que a


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este tal religioso lo saquen e, como la ropa apolillada y el trigo con gorgojo, al sol y al aire y donde el cielo adelgace y purifique sus humores, o mudándolo a algún convento que esté en el campo y tenga güerta o cielo claro y alegre, o que, si en algún tiempo Dios les diere con que puedan tener alguna güerta en el campo, como los padres de la Compañía de Jesús, la tengan, que este modo de recreación para este género de gentes siempre me pareció a mí muy bien. Y mientras eso no hubiere, no ha de faltar alguna casa de campo prestada donde se pueda enviar el tal religioso con un compañero. Presupongo que este tal religioso a quien le damos esta medicina y cura, ha de ser tal que su virtud y religión lo merezca. Que si fuese algún religioso perdido o que con esta medicina, sanando el cuerpo, había de desaprovechar el alma, mejor es que se esté enfermo en casa, donde la propia enfermedad sirva de medicina para mejorarlo y mortificarlo en lo interior.

  Pues cuando el prelado se viere obligado a dar esta recreación a este religioso, procure enviarlo en compañía de otro siervo de Dios que sea alegre y que le ayude a lo que se pretende. Déle muy bien lo que hubiere menester para su regalo. No repare en cuatro días más o menos. Y el tal religioso dé vado por ese tiempo a las cosas de penitencia, desahóguese, cante por aquellos campos, mire, hable, coma, beba lo que hubiere menester; déjele gozar al cuerpo -que en el tiempo de la tribulación le es buen y fiel amigo 2- en el día de la recreación lo que es suyo, sin que los scrúpulos del spíritu no le deje entrar en provecho lo que se le da por medicina. Que por eso dijimos arriba que el ánimo alegre dispone y ordena la medicina f para la salud.

  En estas ocasiones, como los [92v] seglares no saben la ocasión que este tal religioso tiene para hacer por aquellos días aquel trueco de su persona, es menester guardarse de ellos para estorbarles sus juicios desordenados. Ya he dicho que en ningún género de recreación a un siervo de Dios le es lícito vigüela, guitarra ni otros instrumentos o juegos que no digan con nuestro hábito y vida.

 

 

2.  Los desesperanzados y escrupulosos

 

  sobre esta enfermedad que acabamos de decir suele cargar otra, y es que el demonio, tomando por instrumento y medio para lo que él quiere y pretende estos humores, tristezas y tinieblas que ve en este siervo de Dios, le suele perseguir, entre otras, de dos maneras. Una es de representaciones; que, en fin, para él no hay mejor teatro o corral de comedias que un spíritu triste y melancólico. Y así suele en estas tales personas representar diferentes comedias, unas veces deshaciendo lo que es y otras haciendo lo que no es, puniendo pensamientos de


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desesperación, desconfianza, anulándoles todo lo que han hecho y sepultándolo en aquellas tinieblas que él causa, ayudado de los humores terrestres que hemos dicho, para que, viendo este tal religioso su poco aprovechamiento, apriete sobre sus fuerzas buscándolo en lo que le es ya imposible hallarlo, y de esa manera engendre en él pensamientos de desconfianza. Otras veces, formando scrúpulos indiscretos e impertinentes con que le hace gastar tiempo y perder muchos ratos que pudiera gastar en servicio de nuestro Señor, estándose parado y detenido en sus impertinencias.

  A estos tales digo que tanbién es necesario darles esta medicina y recreación para que, ensanchando el corazón y dando lugar al contento, entre el Spíritu Sancto dándole luz para que mejor vea y conozca su desengaño y que, cuando él fuera muy malo, es Dios tan misericordioso que, volviéndose a él con veras, recibe a los muy peccadores, cuánto más a quien vive con tanto temor de no desagradarle, y que no es tan delicado que ha de estar mirando en si fue o no fue como el scrupuloso piensa, sino que, deseando acertar el verdadero siervo de Dios, [93r] le disimulará, perdonará y no mirará faltillas de poca consideración. Pues digo que a estos tales es g muy bien darles lugar a que en alguna ocasión tengan algún alivio para sus penas.

 

 

3.  Los vejados por el demonio

 

  sobre estas indispusiciones suele sobrevenir otra mayor -y adviertan que voy hablando de experiencia y por lo que he visto- y es que algunos religiosos, con sus malos humores, melancolías y tristezas, suelen llegar a punto que si, en los pasados y que ahora decíamos, el demonio tiraba la piedra y escondía la mano y por vía de representación fingía lo que pretendía, ya en éstos, si tira la piedra, no esconde la mano ni se disimula ni finge, sino que llega tiempo en que él mismo se arrima a afligir, desconsolar, atormentar, maltratar al tal religioso. Dije que no se disimula para los otros, que para el pobre religioso que así está maltratado harto disimulado está, pues no ve la causa de sus aflicciones. A éstos los trai a punto que les hace y persuade mill disparates en las palabras y en las obras. De suerte que he visto yo venir alguno de éstos a mí y decirme mill disparates; y, como hombres que ya habían llegado a punto que no ofendían con lo que decían, los dejaba y, a cabo de rato que a este tal le había dado remedio, venir a pedirme perdón y dolerse de su desgracia.

  Estos tienen necesidad de grandíssimo remedio por el peligro en que están de perder del todo la salud y no aprovechar más en el camino de la verdad, antes procura el demonio vuelvan atrás y hagan cosas que, si a sí no se dañaren por no estar ya libres, pierdan a los que los miraren y no conocieren su falta de libertad. Pues digo que, para


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remediar estos tales, si el principio de este mal ha sido el humor de que vamos diciendo, es bien purgarlos y darles lugar a que tengan alguna de estas recreaciones, dándoles por compañero un religioso prudente, a quien tengan subjeción por fuerza o por grado.

 

 

4.  Enfermos por alguna falta propia

 

  Otras veces se suele causar esta enfermedad, o permitir Dios este trabajo y pena en este religioso, [93v] por alguna soberbia secreta o falta de temor a sus superiores. Y en esta ocasión, pues Dios se la da por pena para que le sirva de medicina para sanar enfermedades interiores, yo no curaría estas enfermedades con recreaciones, sino con poner en ellos aquello que por faltarles les vino aquel mal: si fue por soberbia y presumción -que poco más o menos luego se güele-, hacerlos humildes y temerosos de Dios y de sus prelados; y si se defendieren o quisieren tornar sus achaques o enfermedades para ser libres y hablar o hacer a su gusto, remédienlo con un cepo, con una disciplina y reprehensión pública, porque, si al demonio lo dejan salir con algo de lo que pretende, cada día se ven y hallan peores y más inposibilitados.

  Y adviértase, por amor de nuestro Señor -que esto es de grande inportancia-, que muchas veces el demonio, para mostrarlos a sus prelados inculpables en los males que él pretende, suele h, cuando él ve la suya o disposición para se disimular, mostrarlos locos, turbados, haciendo cosas con que los prelados y los que los ven dicen no hay sino dejarlos i ya para locos. Y si en aquella ocasión es bien decir que los dejen para locos, en otra es menester advirtirlos y mirarlos, no sea necesario juzgarlos más por bellacos que por locos, o por gente a quien el demonio ha tomado por instrumento para hacer algún mal. Y a estos tales es bien ponerlos apartados y con gente que los conozca.

 

 

5.  Las muchas insidias del demonio

 

  No quiero alargarme más en tratar de esta materia, que me parece había menester para sólo ella un libro, por ver que en estos principios, por mill modos bien fingidos y disimulados, ha pretendido el demonio hacernos mal y mostrado tanta rabia que quisiera lastimarnos en cosas muy vivas. Atájele Dios los pasos por quien es, que sí hará. Que el haberle dado alguna cuerda y larga y permitido Su Majestad ladre, grite y se muestre león rugiente 3, todo es para más y mejor mostrar [94r] los fructos que promete esta sagrada Religión en lo porvenir. Que si el demonio procura apedrear los trigos cuando están en berza y sobresembrar cizania cuando enpiezan a nacer 4, no es por lo que


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entonces son, pues no son de provecho para el sustento de los hombres, sino por lo que serán creciendo y llegando a granazón. Con estos propios temores este nuestro adversario, en esta nueva simencera que hace Dios para regalo y sustento del mundo en nuestra sagrada Religión, no tanto por lo que es cuanto por el temor que tiene que creciendo y granando estas nuevas plantas han de ser nuevas mieses o nuevos segadores de vicios, procura estorbar y detener, y aun abrasar si pudiese, o con recios pedriscos asolar y destruir estos prados religiosos j, que aún no han enpezado a florecer por estarse los sujetos tan tiernos y nuevos y no ser pasado el riguroso invierno de los trabajos de los principios.

  Será mi Dios servido que, como esposo y enamorado de esta Religión, guste y quiera venir a ella a coger los fructos de sus jardines y que para este tiempo envíe otro y sople aire favorable que destierre las nieblas y nubes que escurecen el alma, mediante las cuales el demonio hace sus enboscadas, como ahora decíamos, y quede sólo Dios por sólo Señor conocido de esta obra, por salud y medicina de nuestros enfermos. Que siendo tales las enfermedades, como ahora decíamos, en que el demonio tira la piedra y aun descubre la mano, bien será necesario dejemos estos enfermos para que este gran Dios ponga su dedo, con que es poderoso a alanzar demonios de los cuerpos de los hombres.

 

 

6.  Los convalecientes de enfermedades ordinarias

 

  Otros religiosos suelen ser necesitados de estas recreaciones y alivio que vamos diciendo, de que los saquen de sus conventos por algunos días y los lleven a alguna de estas casas de campo que decimos. Y son algunos religiosos que han salido de alguna larga enfermedad y en la convalecencia parece que su flaqueza y debilidad está pidiendo algún género de más regalo y entretenimiento que el ordinario.

  Y a esto respondo con distinción y digo que, si estas enfermedades han sido de las ordinarias -como calenturas, tabardillo, dolor de costado, etc.-, [94v] no hay que enseñarlos a eso, porque, habiéndolos ya curado y quedando buenos, con facilidad en sus conventos convalecerán dándoles algún regalo, como por experiencia se ve. Y este regalo de que vamos tratando, de la recreación fuera de casa, ha de ser a más no poder, pues en ella hay algún peligro de poder descomponer el recogimiento primero que con mucho trabajo se granjeó en sus principios. Y antes me temería yo que estos convalecientes, en la recreación y fuera de casa, se desmandasen en k algo y comiesen alguna cosa con que recayesen. Y así es bien se estén en casa.

  Pero si la enfermedad ha sido de tristezas, melancolías y de los humores sobredichos -que, por bien purgados que estén, siempre queda algo y, si sanos en el cuerpo, de lo que se le pegó al spíritu algo


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afligido-, a estos tales es bien darles la convalecencia en el campo y parte que queda dicho. Y advierto que yo ahora voy hablando como médico corporal, que cura con cosas temporales, que bien sé, si hubiera de curar como varón spiritual, que le debía dar a nuestro enfermo y convaleciente el remedio que da Santiago cuando dice: Tristatur aliquis? Oret, psallat 5; el que estuviere triste, dice el sancto apóstol, sin ir al río ni buscar otras comedias y entremeses, le quiero dar un remedio, y es que use de la oración y diga algunas palabras sanctas y devotas a Dios. Pero esos remedios quédense ahora para cuando de estas enfermedades tratemos más spiritualmente.

 

 

7.  Casos especiales de tormento espiritual

 

  Denantes, tratando de las necesidades que habíe para usar de estas recreaciones, dije que unas eran corporales y otras eran meramente spirituales. Y habiendo dicho de las primeras, había olvidado las segundas y será bien siquiera decir una palabra. Y es que, muchas veces, varones muy perfectos interiormente son tan vecxados, tentados y atormentados que están que les parece debajo del cielo no hay para ellos remedio, y aun sobre el cielo, porque, como no lo hallan, ya parece todo bien se les escondió. A estos tales los pone Dios en un estado tan humilde que si ven un niño a él acuden y a él le preguntan y se sujetan y piden remedio; y todos parece que se han hecho de concierto con Dios para lo dejar y desamparar.

  A estos tales, si esta [95r] aflicción les dura, se les ha de dar esta recreación de quien vamos tratando, no porque yo entienda ha de ser bastante para curar su llaga, porque la hizo Dios y él sólo la sana, pero hásele de dar para alivio y alguna ayuda a su trabajo, siquiera en lo exterior. Y le es y será de mucha consideración para lo interior porque, viendo que nadie sana ni remedia su pena de todo lo criado, como despedido de la insuficiencia de los remedios de la tierra, reconozca por su médico y medicina a su criador. Porque si a este tal algo le negasen de los remedios que pidiese, entendiendo que su bien estaba en lo que él pensaba y no se lo daban, se desconsolaría demasiadamente y, si no le daban la recreación en que puso los ojos que le había de remediar su mal, habíe de perseguirle el demonio y tentarle para que buscase otra equivalente. Y así, tiniendo a este tal por siervo de Dios, yo le daría en tal ocasión lo que me pidiese, porque si obligamos al prelado l dé esta recreación al convaleciente de la m enfermedad corporal que hemos dicho, mejor lo obligaremos la dé al que actualmente está enfermo de tal enfermedad spiritual.

 

 


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8.  Recreación junto a los padres y parientes

 

 Otras recreaciones han querido inventar en nuestra sagrada Religión algunos que no están olvidados de las ollas de Egipto 6. Y movidos con decir que en otras n religiones se hace, que es irse a holgar con sus padres, amigos y parientes a sus tierras, y pretendiendo esta licencia sólo por su gusto y contento, la hacen obra de piedad, de charidad, y la llaman obligación que tiene el hijo a sus padres; llamándola yo carne y sangre, que el demonio incita, tienta y mueve para mayor distracción nuestra. Sólo quisiera yo contar los defectos que yo he tenido en estas ocasiones estando en otro hábito y, estando en éste, lo poco que he ganado habiéndome alargado en esto cosa de dos o tres días, muy acaso por acertar a pasar por allí. Pero como son tretas muy pensadas del demonio, suele tomar aquél por puesto para dar jaque y mate a quien él desea.

  Como el que juega al ajedrez, que necesita a su contrario entre el peoncillo o dama en alguna casa que a él [95v] le parece es de ventaja sólo para comerle y ganarle la pieza que allí puso, darle algún jaque y mate. Es certíssimo que las mudanzas de lugares de los religiosos por sólo su gusto y voluntad son muy de ordinario en ellos tentación, porque el demonio, con alguna sugestión o mejoro aparente que tendrán en otro lugar les hace dejar la casa y asiento que tienen -donde si estuviesen con perseverancia y sufrimiento saldrían vencedores de la tal tentación y sugestión que padecen- y que vayan a otra parte, donde, según las tretas y juegos que el demonio tiene armado, le está más a su cuento para darle algún jaque y que haga mudanza de la virtud y mejoro que allí había pretendido alcanzar. Y plega a Dios no sea mate, que es el ordinario castigo que Dios da a los amadores de su voluntad.

  Veo yo esta verdad muy conocida y experimentada. En algunos, aunque muy pocos, podría ser con pequeña culpa suya. No quiero ahora juzgar, pues esto no lo escribo como prelado, sino como hermano que aviso de los inconvenientes y celadas que el demonio suele hacer para salir con sus intentos. Que jamás hallan reposo en una casa, sino que cuando están en una ya quieren ir a otra y siempre es mejor la que no tienen; y en ninguna hallan lo que, estando o en la otra, imaginaron. Cierta señal de que el demonio los trai inquietos y perturbados y que el juego está por del contrario, pues tantas veces le hace mudar la pieza de que una vez echó mano. Y éstos digo yo que no sólo están en peligro de perder la pieza, sino de perder el juego p.

  Llano es que tantos jaques dé ahí que habíen de parar en algún mate. Abrales Dios los ojos a ellos y a mí para conocer cuánto importa no perder una sola pieza, porque una pieza menos en mi juego son dos de ventaja a mi contrario q: una que yo tengo menos y otra que


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el otro tiene más. Y si un juego se pierde, no sabemos si Dios dará lugar para entablar otro y desquitarnos de lo perdido. Y es muy cierto que un juego y otro perdido desmaya para los por venir y en los postreros parece que va un hombre como de vencida. Por eso digo yo que en la casa y asiento que un religioso tuviere, aunque interiormente sea compelido con tentaciones a salir de allí, procure fortalecerse y guardarse con paciencia y sufrimiento, que de esa manera tendrá más parte y mejor juego que el contrario. [96r] Que más vale que el demonio ande borracho, mudando sitios y haciendo tretas diferentes por no le valer las primeras, respecto de la fortaleza y virtud con que halla a su contrario, que no r traernos a nosotros inquietos y perturbados como veletas de tejados.

  Ahora s, vueltos a nuestro propósito, si a un religioso no le es lícito andarse mudando de una casa a otra por parecerle que, en el otro sitio y con la compañía de los otros hermanos, ha de tener más recreación y alivio de sus trabajos y melancolías, ¿por qué le ha de ser lícito responder a la tentación y persuasión del demonio que se vaya a su tierra a holgar con sus parientes y amigos, donde le es fuerza deponer de todas las cosas de rigor y penitencia y aun modestia que en su convento tenía? Porque unos le dicen que bien se puede desencoger con sus padres; otros que parle, que son parientes; otros que se desenfade, pues son amigos. Y es muy cierto ser mucho mayor el enpacho que uno tiene para tratar cosas de virtud con sus padres y amigos que con los estraños. Y así yo tengo estas recreaciones por muy más peligrosas que las que se hacen en lugar apartado del convento con algunos estraños.

  Esto digo porque ha pasado por mí y así lo ha querido Dios permitir para que avise estos malos pasos que se pueden ofrecer en el camino de la perfección para que todo lo posible los religiosos y prelados se abstengan de estas ocasiones. Que no me atrevo a decir tantos inconvenientes como aquí hay y pueden resultar de estas visitas. Que basta lo que el glorioso Bernardo respondió a su hermana que le inportunaba que se quedase con ella algún tiempo, pues era su hermana. Y respondió que no le era lícito, porque si ella era su hermana otras mujeres la venían a visitar que no eran sus hermanas.

  Yo veo en esa corte muchas personas que se les t pasan muchos años que no van a sus tierras y muchos hombres que pasan a las Indias que no vuelven a ver sus mujeres; y todo por no menoscabar el officio y trato que train entre las manos, pareciéndoles que, si pierden dos reales por aquella absencia que hacen, que ya están pobres y todo va perdido. No sé yo por qué se ha de hacer más estima de lo temporal y perecedero que de lo spiritual y eterno, y ha de querer un religioso, no más de porque se le antojó, detener el corriente de sus sanctos pensamientos y obras religiosas y irse a pasear y a entretener a su tierra, que por poca licencia que le den ha de pasar quince días [96v] para estar, ir y venir, que estoy cierto no los tornará a recuperar en otros muchos.

 


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Lo que se les ha de decir a estos antojadizos de mal de madre y parientes, que sean hombres en quien no se ha de hallar tal flaqueza ni enfermedad y que, cuando se entraron religiosos, negaron todo lo que no fuese Dios muy a solas. Y que es cierto en aqueso descubren que, cuando tomaron el hábito y profesaron, cortaron muy por encima las ramas y cogollos de los afectos de carne y sangre, dejando adentro las raíces, pues, cuando más seguros, descubren la hilaza no tan bien torcida cual convenía para ser verdaderos siervos de Jesucristo. Miren por charidad que los prelados pongan muchas veras para estorbar y detener esto. Sepan u mortificar sus súbditos y, si lo sintieren mucho, un clavo saca otro clavo: denles v un par de buenas disciplinas y pague la carne los antojos que tuvo.

  No quiero de todo puncto decir ni aconsejar se cierre esta puerta, que algunas causas se hallarán muy justas para que se dispense, y tales y en tal necesidad pueden estar los padres, y tales y tal virtud pueden tener los religiosos, que sea obra muy sancta el enviarlos. Lo que yo digo es que el que en este viaje y visita tiene por blanco el irse a holgar y entretener a su tierra, lo entretengan en la ajena y de Jesucristo y deje las ollas de Egipto 7 y comidas bárbaras de los gitanos y gente estraña. Pero advierto que si alguna vez el prelado se dejare w llevar de los ruegos de estos tales, le den un compañero, si fuere posible, que lleve la obediencia, a quien vaya sujeto y quien tenga libertad para modificar las peticiones desordenadas de los padres y parientes, y con quien pueda tratar algo de lo de casa y convento, que no todo sea comer, beber y entretenerse.

  Bien veo, por la bondad de Dios, esto no es tan preciso para los presentes, que aún no se han enpezado a acordar de eso -muerta me parece que está esa pasión-, pero, en fin, ha de venir tiempo en que crezca el número de los religiosos y que en algunos ha de dispertar el demonio las pasiones del hombre viejo 8. Y si estos papeles duraren, podrán servir para entonces.

 

 

[97r] a     Jhs. M.ª

 

 




1 Prov 17,22: "Animus gaudens aetatem floridam facit; spiritus tristis exsiccat ossa".



a  corr.



b sigue como tach.



c corr. de las



d sigue ao tach.



e  ms. saquel



2 Alusión a Eclo 22,28-29: "Fidem posside cum amico in paupertate illius [...] In tempore tribulationis illius permane illi fidelis...".



f sigue en ord tach.



g  sigue b tach.



h  sigue algunas veces tach.



i sigue p tach.



3 Cf. 1 Pe 5,8.



4 Alusión a Mt 13,25.



j   sobre lín.



k sobre lín.



5 Sant 5,13.



l  sigue lo tach.



m sobre lín.



6 Alusión a Ex 16,3.



n  sigue recreacio tach.



o corr.



p sigue que tach.



q corr.



r  sigue que nos tach.



s sigue p tach.



t ms. le



u  sigue p tach.



v corr.



7 Cf. Ex 16,3.



w sigue cl tach.



8 Alusión a Rom 3,9; Ef 4,22; Col 3,9.



a  al marg. está trasladado






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