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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [27] DE LA ABSTINENCIA QUE NUESTROS RELIGIOSOS HAN DE TENER, LAS VECES QUE HAN DE COMER Y CUÁL HA DE SER LA NECESIDAD QUE LES HA DE HACER AÑEDIR ALGUNA MÁS COMIDA AL RIGOR DE NUESTRA REGLA

 

  No es mi intento en este capítulo tratar de la virtud de la abstinencia, que libros hay muchos scritos y la Scritura está llena de palabras y


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lugares con que reprehende y confunde a los muy glotones y aficiona a los siervos de Dios a que en la abstinencia y ayuno se asemejen a los ángeles.

 

 

1.  Intención del capítulo

 

  El mundo está lleno de tremendos exemplos para los que no guardan la templanza que deben en el comer y beber de sus personas; de premios y virtudes heroicas que han alcanzado mediante esta virtud muchos que, con amarla y abrazarla con veras, dejaron otra vida muy estragada y perdida que en otro tiempo trujeron. ¡Ojalá, mis hermanos, todo esto lo supiésemos por vista, oída o letura!, que todavía apoyaría y acreditaría el sancto rigor de nuestra sagrada regla en el comer y beber, y lo que yo aquí dijese se tomaría por ordenación del cielo, pues ha de ser favorecer lo que en la regla profesamos. Sólo quisiera hablar con los que en sus personas han enpezado a sentir estos soberanos fructos, que yo sé que ellos me dieran la mano para que con ella pudiera scribir lo que, después de cansada la mía, me quedará.

  Bien sé que tiene este capítulo y tratado una gran dificultad para en todo ser recebido sin murmuración, y es el ser contra nuestros estómagos gritadores y vocinglerosb, que de ordinario padecen hambrec canina; y así, como perros, siempre ladran y piden de comer, dándose jamás por satisfechos hasta que truequen d, vomiten y tornen a comer lo una vez vomitado e. Y pienso es la razón porque, cuando el estómago se enllene, el apetito de comer y beber siempre se queda en su punto y de una manera, siendo potencia que todas las horas está deseando reducirse a su acto. De donde viene que muchas veces el apetito y gusto de comer da muchas veces al estómago lo que en él no cabe ni puede sufrir ni llevar, tornando al gusto y paladar amargo y asqueroso aquello de que tanto habíe gustado. Y no lo ha acabado de trocar [97v] cuando el mismo estómago está pidiendo nuevos combustibles, porque consume y gasta lo que en sí recibe con facilidad, porque es fuego. Y, como la olla que muy llena puesta a la lumbre cuece f, sube g, vierte y echa fuera lo que tiene; y no lo ha acabado de echar cuando está pidiendo la añadan porque queda vacía de todo aquello que echó fuera.

  Así, este capítulo no puede hablar con los del mundo, cuya gloria y bienaventuranza es: "comamos y bebamos, que mañana moriremos" 1; ni con los que se dejan engañar con facilidad de su apetito y gusto, pensando es oro todo lo que reluce y necesidad corporal todo lo que su apetito les pide; ni habla con los niños que, ya por tener el calor natural tan vivo, ya por el continuo movimiento que siempre gasta, han


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menester traer el pedazo de pan en la mano y el almuerzo y la merienda en la faldiquera y seno; ni habla con labradores que, por su continuo trabajo y mucho madrugar, han menester que trasnoche y se anticipe al día cuatro horas la sartén de migas; ni habla con unas personas que son como mujeres preñadas: que de cuantas golosinas oyen hablar quieren comer y, si no se lo dais, quieren malparir el alma y la vida.

 

 

2.  Capítulo dirigido a siervos de Dios

 

  Habla nuestra sagrada regla y capítulo con siervos de Dios, con gente que todas las horas está peleando con este scuadrón de sentidos interiores y esteriores que h en sí tiene, deseando continuas victorias y sanctos y buenos consejos para mejor las alcanzar. Habla con una gente que ya está enfadada del mundo y sus cosas; con una gente que, por asemejarse ya en algo a los cortesanos celestiales, les enfada el comer y beber y quisieran siempre sustentarse con sanctos y buenos pensamientos y alta contemplación, y están cada hora y cada momento pidiéndole a Dios, con David 2, los libre de tantas necesidades y molestias del cuerpo. Que, como cruel alguacil, cuando más segura está el alma, quiere executar su rabia y tomar prenda en el pan y los i demás manjares y bebidas, diciendo eso se le debe al cuerpo, sea con perturbación o detenimiento de los sanctos ejercicios del alma. Porque este nuestro cuerpo suele reparar en pocas cosas, porque se ciega de cólera y, a trueco de acudir a su antojo, necesidad y deuda que dice que le deben, no repara en atropellarlo todo y que pare el caminante y haga venta y salto cueste lo que costare, que no le faltará un refrán en su favor que diga que por dar cebada no se pierde jornada.

  Pero el alma [98r] sancta, de quien vamos hablando, bien echa de ver muchos menoscabos que tiene en sus intentos por acudir a tantas importunidades del cuerpo; y que, si no se pierde jornada por dar a la cabalgadura cebada, muchas veces sucede que, por ser una cabalgadura mala y de malas costumbres, no hay quien a palos la saque de la caballeriza ni quien la haga andar. ¡Y cuántos hay y ha habido que, modificando el comer y el beber y con la abstinencia, caminan y vuelan, como gente menos cargada y desembarazada! Y por haberse entrado en el mesón y venta y dado a su cuerpo lo que les ha pedido, lo han hallado j muy trocado y quizá no haberse podido averiguar con él, sino que están temerosos no los descalabre y dé cuatro k coces, que eso se puede aguardar del animal brioso y comido. Por esto digo que saben muy bien pedir a Dios estos tales, con continua oración, los libre de estas necesidades y les sujete sus gustos y apetitos para que, como buenos siervos y criados, se contenten con lo moderado que les dieren.

 


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Con esta gente habla nuestra regla y nuestro capítulo con seguridad de que nada le murmurarán, antes le echarán mill bendiciones, porque les ayudan a sus intentos y les dan sanctos y buenos exemplos.

  Mis charíssimos hermanos, nuestros primeros padres en el paraíso por la golosina de la manzana dispertaron este desordenado apetito de comer y beber 3. Soltóse de suerte que todo lo quiere atropellar y cuantos regalos hay se le hacen pocos. Finalmente quedó como enfermo sediento, que ninguna medida le es suficiente para matar la sed que le parece que tiene. Y así no es fuera de propósito que nuestra sancta regla y en este capítulo se den recetas a nuestro enfermo de dieta y abstinencia, y que con voto voluntario se sujete a que su regla le eche a sus apetitos unas maneotas y trabas con que no se vaya del pie a la mano y como el cuerpo, que es pie, cosas con que se alargue y roce la mano del alma y la deje inposibilitada para hacer sus obras y dibujos.

 

 

3.  La normativa de la regla

 

  Nuestra sagrada regla trató esto de la abstinencia también tan a lo largo y con tanta distinción que no será necesario añadir nada. Sólo después de haber expresado las cláusulas de nuestra sancta regla trataremos del lugar que ha de tener la dispensación [98v] y piedad que los prelados tienen cuando por algunas necesidades dan licencia para almorzar o para comer algo más. Las cláusulas de la regla acerca de esto pondrélas por el orden que me acordare y con brevedad, por huir prolijidad.

  Lo primero, nos priva de carne todos los días del año, salvo unos pocos de domingos y seis fiestas; y en estos días manda que, si se comiere, sea dándola los de afuera por amor de Dios 4. Que todas son palabras rigurosas que favorecen esta sancta virtud; y, por tenerlas explicadas según su rigor en la explicación de nuestra regla 5, no me detengo en eso.

  Todos los demás días del año no se puede comprar l ningún género de pescado. De suerte que de regla queda nuestro ordinario compuesto de pan y yerbas y agua, porque tampoco se puede comprar vino 6. Los ayunos son siete meses en el año; los ayunos del adviento y los que nuestra madre la Iglesia acostumbra m son en manjar cuadragesimal 7,


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que de suerte ninguna n admiten güevos, leche o ni queso. Y, por otra parte, no se puede comprar pescado ni vino. Quedan hechos ayunos de pan y agua y algunas legumbres.

  Manda que los güéspedes se contenten con lo que dan a los religiosos, sin que a ningún género de persona se pueda convidar a manjares regalados. A los enfermos ordinarios, cuyas enfermedades no son de muerte, manda que se señale un religioso que les dé lo necesario y que les avise y amoneste no procuren ni deseen lauta sive nimium sumptuosa cibaria, que quiere decir: manjares espléndidos, copiosos, regalados y costosos 8.

  Estas son las cláusulas que, en summa, trata nuestra sagrada regla de la abstinencia y sobriedad que deben tener los religiosos.

 

 

4.  No sobrepasar esa normativa

 

  A esto no hay que añedir nada, antes debemos amonestar a los prelados sobre esta carga no añadan ni echen sobrecarga, con que den con todo en tierra, sino que procuren, en las cosas que nuestra regla da licencia, darlo con suficiencia y hilaridad a los religiosos, de suerte que este pobre cuerpo ande sustentado y con una moderada salud y fuerzas para ayudar al alma. No tengo por lícito que el prelado, por su devoción, quiera aumentar ayunos o, por su fervor, quitarles las yerbas y semillas que se permite coman.

  Sé decir que, antes que fuese a Roma, en el primer convento que se había hecho de nuestra sagrada Religión votamos las vísperas de nuestra Señora a guardar los ayunos sus vísperas con más rigor del que la regla dice y que, después acá que se abraza el rigor de toda ella, no me he atrevido a pedir se lleve eso adelante, por parecerme es suficiente rigor y aspereza [99r] la que tenemos, que no consiente entre cada prelado, movido de su mayor o menor fervor, haciéndose legislador y añidiendo devociones que al segundo día se marchitan como la flor del campo por no tener fundamento. Y así es bien que los prelados procuren se guarde lo que de regla tenemos y lo que profesamos; y que si alguno que viniere a tomar nuestro sancto hábito trujere algunas devociones del siglo, se las quiten, como yo muchas veces he hecho, porque muchas veces en los principios suele engañar el ánimo y el deseo y, como el fuego está entonces en llama, parece más de lo que es. Y así no hay que echarle más p leña de la que nuestra sagrada regla


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nos da cortada, que lo apagaremos cargando la mano y nos quedaremos a escuras, que es lo que el demonio pretende para que no hagamos lo uno ni lo otro.

  Estoy muy cierto que el religioso que guardare con puntualidad la abstinencia dicha a pocos años lo habíemos de ver tan aprovechado que se habíe de perder de vista a los que en el mundo viven con engaño de que todo ha de ser comer y beber para vivir, y ser más ángel que hombre. Y con eso el súbdito y el prelado deben estar muy contentos: el súbdito cumpliéndolo y el prelado haciéndolo guardar, que a eso se estiende su jurisdicción, no quitando ni añidiendo cosas, como queda dicho.

  Acerca de la abstinencia y guarda de estas cláusulas de nuestra regla, yo tengo scrito bien largo en la explicación de nuestra regla en su propio lugar 9, y así no tengo en qué detenerme en eso.

 

 

5.  Posibles faltas contra esas cláusulas

 

  Sólo hay ahora que advertir, acerca de este capítulo, en qué cosas podría un súbdito, inadvertidamente, ir contra estas cláusulas y el prelado podría también ofenderlas y, quizá muy sin pensar, ir contra esta sancta templanza que aquí se pide.

  Digo que, puesto caso que nos estrecha nuestra regla a que nuestra comida sea pan y yerbas y agua, en ésa puede haber grandíssima destemplanza. Yo vi en Roma un hermano donado, muy siervo de Dios y muy amigo de ayunar a pan y agua, y, quizá por no habérselo avisado, eran tantos los panecillos que metía y comía que, pareciéndome a mí desorden, le dije un día: Hermano, mejor le sería comer lo de la communidad que no ayunar a pan, si ha de dar cabo de la cesta. Y es llano que si de los malos manjares ha de suplir todo lo que no come de los buenos, que es mucho peor, porque le podrían dañar a la salud, pues el refrán de medicina dice que toda hartura es mala y peor la de sólo pan. Lo que debe hacer un religioso, a quien su regla le ha quitado los buenos manjares, es moderar la comida de los que son malos, que siendo menos, como los médicos dicen, [99v] aunque sea veneno, si es poco, no daña; y siendo de q los manjares mucho en cantidad, siendo ellos malos, no guardaríamos la templanza que debemos y destruiríamos la salud.

  Debe un religioso, cuando se pone a la mesa -donde en la materia cosas que manda su regla le dan con abundancia lo que ha menester, como ahora lo avisábamos a los prelados-, no entregarse en ello con demasía, sino que, así como mortifica el apetito privándose de lo que es bueno y mejores manjares, como es carne y pescado, por sólo agradar


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a Dios y imitar a Cristo en sus abstinencias y ayunos, de esa misma manera se mortifique en no comer tanto cuanto quisiera y su estómago y gusto le pide. Pues dijimos al principio suele ser engañoso y pedir cosas que después sus fuerzas no las pueden llevar ni su calor digerir. Y es certíssimo que, puesto caso que los manjares no son tales, han de ser menos para que menos dañen, porque la naturaleza, que quiere y debe sustentarse, no hallando otra materia ni sustancia de que poder sacar su conservación, y siendo esta su substancia no buena -que decimos de yerbas y legumbres- poca, es muy llano que podrá más la buena virtud de la naturaleza para convertirla en sí que no la maleza de la sustancia de malos manjares.

  Y para que en esto vaya y camine con la proporción de manjares que su persona pide, es bien considere el religioso su edad, officio y trabajo y según eso se modere r, rigiéndose por la razón y no por el apetito, pues tan de ordinario miente y engaña. El hermano donado s mozo que trabaja, la razón dice que ha menester de aquel ordinario que dan más cuantidad que el hombre viejo que huelga y se está metido en la celda. El religioso que es muchacho y tiene calor más vivo, más habrá menester que el hombre que está ya hecho y enpieza el calor a ir en diminución. Y así, estos tales a quien la razón les dice que se moderen, no obstante que el apetito pida más, sépanlo mortificar y irle a la mano, porque de otra manera no se conseguirá lo que su sancta regla manda. Y si el tal religioso se dejase llevar de otra cosa y comiese de eso poco que la Religión da cosa que le hiciese daño, debe el prelado castigarlo y corregirlo. En la bebida se verá esto más claro: dice nuestra regla que no bebamos vino comprado 10, de suerte que es fuerza que falte muchas veces. Si el que comiendo bebiese medio azumbre de vino y agua no le hiciese daño, y no tiniendo vino quisiese beber de sola agua el medio azumbre, es llano que le habíe de hacer mal y darle algún dolor de tripas y descomposición de estómago. De suerte que, porque no tiene vino, se ve obligado a beber menos agua, por no ser tan provechosa [100r] ni de tal calidad. Y así esta templanza que añedimos a la que nuestra regla manda, es muy voluntaria y muy según la razón, en que tiene poca jurisdición el prelado, porque no sabe la necesidad y fuerzas de cada uno y él cumple con dar y poner una propia ración al chico y al grande, al mozo y al viejo. Ellos en aquella ocasión usen de discreción, que yo no trato ahora que se mortifiquen en dejar de lo que les dan tiniéndolo necesidad, que antes he dicho lo contrario, pues digo que harta es la aspereza que tenemos, sin añedirle.

  También se puede ir contra esta t templanza de nuestra regla, que manda no compremos pescado, puniendo demasía de solicitud en buscarlo. Es muy cierto que la regla, que manda que no se compre, tuvo


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intento que no lo comiésemos cada día, pues es muy dudoso haberlo de enviar los de fuera continuamente. Y por mayor mal tendría yo que los religiosos anduviesen distraídos buscando y pidiendo pescado que no comprarlo. Y si eso entendiera nuestra sagrada regla, es llano que antes permitiera se comprara. Y así, el prelado que en buscar pescado pusiese demasiada de solicitud, debe ser castigado como hombre que va contra la abstinencia de su propia regla.

  Los días que de fuera nos enviasen pescado, podría también peligrar esta sancta abstinencia porque, habiendo aquel día lo que a los otros les ha faltado, querrían desquitar el día que tienen bien que comer por lo que el otro día no comieron. Y así, en la ocasión que lo hubiere, es bien se les dé con moderación, no como a gente hambrienta ni necesitada, pues con sus yerbas ordinarias pasan con suficiencia, sino una ración ordinaria, como si cada día comieran aquel manjar.

  Podría tanbién los domingos peligrar esta sancta virtud porque, en los pueblos donde nuestros conventos están conocidos y saben que sólo aquel día podemos comer carne dada de limosna, podrían cargar la mano. De suerte que, si el prelado quisiese se gastase todo lo que enviasen de fuera, sería más gula y demasía que modificación y regalo de regla. Así digo que sepa el prelado en estos días dar a los religiosos una buena ración con que puedan ayudar a sus cuerpos cansados, pero eso no sea de suerte que, temeroso de que se le ha de perder lo que sobra, quiera atestarlos [100v] y darles comida sobre sus fuerzas. Lo que sobrare estos días no hay que guardarlo ni que depositarlo, que es contra nuestra regla, que quiere que en esta comida de carne sepamos confiar en los que están fuera de casa y no en nuestros depósitos y alacenas pobladas con las sobras de un día para otro.

  En los días que no son de ayuno podríamos también quebrantar esta sancta virtud pidiendo el súbdito, y dando el prelado, licencia para almorzar. Y esto, así en como tomado y de ordinario, más me parecería venganza del ayuno del día pasado que haber sido ayuno voluntario, pues aguardó otro día para dar a su gusto y apetito lo que por fuerza le habíe quitado el día que fue de ayuno de la Iglesia o de la regla. Así debe considerar el prelado para dar esta licencia y el súbdito para pedirla, qué necesidad le mueve. Que, si no es más de gana, cada momento podía comer, porque este apetito casi siempre está dispierto. Si es costumbre, por haber vivido con prelados que con facilidad daban la licencia, quiébrenle el pie antes que a ellos ese desorden les quiebre la cabeza. Si vieren que es debilidad y flaqueza del sujeto o que es niño y recín venido a la Religión quien pide o quiere almorzar, bien es que se le dé la licencia con gusto y contento y que, pues eso no ha de ser cada día, se le dé algún regalillo, si el convento lo tuviere. Y habiendo alguna de estas causas, no hay que reparar en dar estas licencias con facilidad, que no sólo no es contra la regla, sino en su favor, pues con esa ayuda de costa se pretenden alcanzar fuerzas para llevar las demás cosas que la regla manda.

 


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Una cosa he tenido deseo de avisar, que me parece éste es su propio lugar. Y es que en la Mancha los labradores muy de ordinario usan el comer migas y, como el manjar es fuerte y ellos son labradores recios, robustos y cualquier cosa gastan, con el trabajo y exercicio de sus officios nada les hace mal. Pero, a exemplo suyo, en los conventos que en aquella tierra tenemos, han querido los religiosos imitarlos; y, siendo tierra muy falta de legumbres y otras semillas que nuestra regla permite comer, los prelados dan a sus frailes lo que más presto se halla a las manos, y así todo es migas. Y yo confieso que de cuatro conventos que tenemos en la Mancha 11, entrándolos a visitar este [101r] mes de diciembre, en los tres de ellos me recibieron los presidentes con decir: "Hagan unas migas a nuestro hermano provincial". Si a mí, viniendo cansado y necesitado del camino, me quisieron regalar con migas, ¡miren cuál será el regalo de los demás religiosos! Yo pienso que de este mal que no es pequeño, porque estómagos flacos y de gente delicada y no ejercitada en trabajos corporales, que los ha de derribar y enfermar; y ya tenemos experiencia de graves enfermedades que de aquí han procedido. Pues digo que los prelados tienen la culpa de este mal por ser perezosos y no desenvolverse a buscar para sus súbditos unas pobres coles o nabos, lantejas o garbanzos. Y si es que por fuerza han de ser migas, sean hechas sopas, que son menos dañosas. Y al prelado que fuese contra esto, debe ser muy bien castigado, que bien es que los religiosos tengan y guarden abstinencia, pero que no les den eso que les dan en cosa que los mate y quite la salud.

 

 

6.  Algunos casos particulares

 

  No se va contra esta virtud, cuando sacan los prelados un día al campo a sus súbditos, llevarles bien que coman y alguna fructa de consideración; pero quebrantarse hía si de las cosas que hay en el campo o en la güerta donde van comiesen sin tasa y sin medida. Y así está muy bien ordenado por una acta que nadie, aunque sea en la recreación, pueda comer cosa sin licencia. Y al que la quebrantare le den muy buena penitencia y lo envíen de ella al convento.

  No se acostumbra en toda nuestra sagrada Religión, ni se permite so pena de gravíssima culpa, comer cosa en particular fuera del refectorio ni tenerla guardada. Ni yo he oído decir de quien, por la bondad de Dios, esta sancta costumbre la haya quebrantado que Dios no se haya hecho celador y corrector de esta culpa en los que la han cometido, como muy largo y en particular yo lo he tratado en la historia de nuestra sagrada Religión 12, donde truje muchos exemplos de algunos religiosos que, sin licencia y fuera de hora, habían comido alguna golosina, haciéndosela Dios vomitar delante de quien su peccado quedaba


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convencido y castigado, quitándoles el hábito si eran novicios y, si profesos, afrentados y confundidos.

  Pero ya que en particular no se usa dar licencia ni que nadie se la tome para comer cosa en particular, hase acostumbrado algunas fiestas a toda la communidad darles alguna colación, según el día que era [101v] o la enviaban de fuera y, si no la había, la compraban sin reparar en lo mucho o en lo bueno que fuese, sino que se daba a los religiosos conforme Dios la daba a mano. Temerosos de que en esta permissión no se fuese contra la virtud de la templanza de que vamos tratando y contra el rigor de nuestra regla en la abstinencia, se ha mandado, y con mucha justicia y razón, esto no se pueda hacer si no fuera en u las fiestas grandes que para esto están señaladas: las de primera y segunda clase, el día que algún religioso canta missa, toma o recibe nuestro sancto hábito, es profesión o llegada de nuestro hermano provincial a aquel convento -que es bien sea fiesta grande para padres y hijos el día que nuestro prelado viene a casa-. En estos tales días no hay que reparar en darles alguna cosilla de fructa que sea de consideración a los religiosos, que esto es tan pocas veces que no hay que reparar será contra la virtud y blanco de la templanza que nuestra regla pretende. Llano es con una sola piedra y pedrada es dificultoso acertar a derribar el blanco a que se tira; lo cual no fuera si las piedras y tiros fueran muchos. Cualquier demasía en el comer y cualquier cosa que añidamos a lo que nuestra regla manda es llano es tiro contra nuestra templanza rigurosa, pero no hay que temer v lo será cuando, a cabo de tanto tiempo, por sola una vez se diere alguna cosilla a los religiosos. Lo cual se debe hacer con mucho gusto y contento de los prelados para que a los súbditos les entre en provecho.

  En los caminos puede padecer o podemos temer no reciba algún detrimento nuestra virtud de la templanza w, porque, como en los caminos comen los religiosos de la bolsa de Dios -que la tiene muy abierta para estas ocasiones por ser grandes-, suele acudir con alguna abundancia, deparando Dios a los tales religiosos quien les dé de comer con mayor superabundancia que en los conventos, o quien les dé dineros para que lo compren; y, como dicen algunos inconsiderados que yo oí en otro tiempo: "El fraile que no tiene hijos que casar, bien lo puede todo gastar y desperdiciar". No es buena cuenta, sino que, si toparen quien les dé de comer, tengan en la mesa del seglar la moderación y templanza que debían tener en su convento; y aun muchas veces es menester mayor, por el exemplo que deben dar al seglar. Y si les dieren dineros, compren [102r] aquello para que les da licencia su regla x con moderación, y lo demás guárdenlo para lo dar y manifestar a sus prelados cuando a sus conventos vuelvan y. No quiero probar esto con otros exemplos, bien favorables a nuestra regla y virtud, de que vamos tratando, porque en papeles que tiene peligro de verse de todos es bien


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esconder el secreto del rey 13, que Su Majestad sabe cuándo y por qué vía lo poco y lo mucho se sabrá para mayor bien de nuestro rigor.

 

 

7.  Peligro de destemplanza en el beber

 

  En todo tiempo y en cualquier lugar padece peligro esta virtud acerca del beber porque se suele hacer de esto poco caso. Con facilidad se pide licencia y con facilidad se concede, y de ninguna de las dos partes se repara, habiendo mucho en qué, porque siendo nuestros stómagos flacos y sustentados con manjares de poca sustancia, como son yerbas, es certíssimo, al que no fuere muy medido en el beber a sus comidas y fuera de ellas, vendrá a recebir grandíssimo detrimento su salud. Y para ayudar en esto nuestra sagrada Religión a esta virtud de la templanza, tiene ordenación que nadie beba sin licencia fuera de sus comidas; y al que esto quebranta se castiga como persona que cometió culpa.

  Sepa el religioso mortificarse y sufrir un rato por amor de Dios aquella sed y necesidad que le parece que tiene. Que, como hombre que he padecido muchíssimo en esta materia 14, podré decir que, en sufriéndome dos o tres días sin beber, quedaba después este apetito tan vencido que en muchos días no se me acordaba fuera de mis comidas; y si algún día me dejaba llevar y bebía, cada día aquella hora era combatido y casi siempre vencido de este apetito; y lo peor era que, mientras más bebía, más sed tenía, porque era echar agua a la fragua.

  Si mucho le acongojare este trabajo, acuérdese de las veces que por nuestro bien padeció sed Cristo redemptor nuestro; y cuando la tuvo muy grande, que fue cuando pidió agua a la samaritana 15, no se lee que la bebiese, porque antepuso el bien de aquel alma a su necesidad corporal; y cuando otra vez la tuvo tan estraña que, con estar en la cruz, se z compadeció de su sanctíssimo cuerpo y pidió de beber diciendo que tenía sed, y el refrigerio con que los hombres [102v] le acudieron fue hiel y vinagre 16. Y así no será mucho que quien vino a la Religión a merecer y mortificarse sepa por un rato sufrirse por su bien y por la imitación de este gran Señor. Que acá decimos que hambre que espera hartura no es hambre, y sed que se ha de remediar a mediodía y a la noche no será sed, pues es por tan poco tiempo.

  Acuérdese de la sed tan insaciable que en el infierno tiene el rico avariento, pues se contentaba con que el pobre y mendigo Lázaro mojase su dedo en saliva y lo pasase por sus labios 17, cosa tan asquerosa como era el dedo de un pobre sucio y llagado mojado en cosa tan


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contraria a nuestro apetito, todo porque en la vida no supo mortificar este apetito y gusto. Con estas y otras a consideraciones, es cierto que se vencerá y tendrá esa sed que Dios le dio o el demonio o su apetito incitó por ocasión de mérito y consideración que le levante el corazón a pensar en aquellas vertientes de agua viva que nacen y salen de la silla de Dios 18 y cuán bien sería que hiciese Dios en él una fuente de agua que saltase a la vida eterna 19. Muévale la consideración a poner los labios en aquel costado y llagas de Cristo y considere que la sangre que de allí nació apagó tanto fuego como había en el mundo de peccados. Considere que, si tanto aflige al cuerpob la falta de una poca de agua material, ¿qué hará al alma la falta de la gracia?

  ¿Quién con estas consideraciones, mis hermanos, no se entretendrá dos o tres horas con la sed que Dios le diere? Y si alguna vez se dejare vencer y fuere a pedir licencia al prelado, no es delicadeza decir que examine la necesidad que tiene y, si sólo fuere gusto, apetito o mala costumbre, sepa mortificarle. Que inporta mucho que nuestros religiosos pierdan esta mala costumbre así para la saludc del cuerpo como para su aprovechamiento spiritual, porque es cierto que, bebiendo sin orden, se relaja el cuerpo y anda tibio y flojo, y de ahí lo está el spíritu d.

  El mucho beber, séase agua o vino o lo que quisieren, es motivo de muchos males corporales. De ahí se engendran [103r] flemas, humedades, dolores y destemplanzas de tripas y estómago, relajación grande del calor natural y espíritus vitales. Llano es que la poquita de agua que echa el herrero en la fragua la enciende y conserva, pero si echase mucha del e todo lo apagaría. De esa manera poca bebida es templanza y conserva la salud y mucha la apaga. Y de ahí nace el estar un hombre scupiendo y gargajeando cada momento, que es cosa molestosa para él y asquerosa para con quien está.

  Pues ya se sabe que el cuerpo relajado con estas cosas ningún bien puede prestar al spíritu, pues en esta vida son tan hermanos que el uno se ocupa en compadecerse del mal del otro; y si el cuerpo está indispuesto, el alma ha de cesar en sus sanctos ejercicios y acudir a hacerse enfermera de su compañero. Y así es bien, para que un religioso de veras alcance esta virtud, de veras sepa mortificarse cuando se le ofreciere la tentación de ir contra ella; y si no supiere, acuda el prelado con su prudencia al verdadero desengaño de ella.

  Adviértase que digo que el prelado, con prudencia, enseñe a mortificar al religioso este apetito de la sed y gana de beber, porque, si el que esta pasión padece es novicio y recín entrado en la Religión, no se puede eso hacer de una vez ni de un golpe, lo uno porque ésta es una pasión que aflige mucho a quien no la ha mortificado y a quien trai costumbre del siglo de lo contrario. Yo me vi en Roma, habiendo


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tenido esta costumbre de beber, quiriéndome enseñar la virtud de la templanza, pidiendo licencia para beber a mi prelado, me decía que lo sufriese por amor de Dios, y acongojarme tanto la sed -y pudo ser la tentación- que me parece me ahogaba. Y yo, por la honrilla que tenía y no parecer niño, no me atrevía a replicar, sino callaba. Así digo que es bien que en los principios no pongan en esta ocasión al novicio, sino que le den licencia con mucho gusto hasta que vaya en él creciendo la virtud, que más poderoso será el prelado y el maestro de novicios ayudado con la virtud del novicio que si fuese el prelado solo y desayudado de la mala costumbre f que el novicio traía del siglo.

 

 

8.  Dar a los religiosos agua buena

 

  Acerca de esto se debe notar que ayudará mucho a esta virtud de la templanza en el beber el dar la bebida a los religiosos el verano [103v] fría y no caliente y destemplada. Y para esto está mandado se tenga en los conventos unos frascos o botijas donde se enfríe y se les dé a los religiosos de suerte que poca bebida les haga provecho y mate la sed; y no de suerte que por beberla caliente no haga lo uno ni lo otro, antes obre cosas contrarias, aumente la sed y quite la salud. Yo no tengo por penitencia el beber caliente, sino lo tengo por descuido y flojedad del prelado que, por no tener un poco de cuidado o que el refitolero tome un poco de trabajo, quiere que los demás padezcan. Acuérdome me dijo un día el señor duque de Lerma, habiendo comido en su casa y preguntándome si había bebido frío, dije que sí. Respondióme: Ha hecho bien, porque ¿qué más razón hay para que un siervo de Dios y varón penitente coma y sorba el caldo caliente que beber el agua y vino frío? Llano es -dice- que, así como lo uno se hace para la salud, se debe también hacer lo otro.

  También se debe notar que es muy conforme a religión que los prelados den a los religiosos el agua sentada y que sea buena. En los lugares que se trai de río, se tengan tinajas suficientes para no enviar cada día por agua, porque, a mi parecer, eso sería porquería y beber cada día agua diferente, pues los ríos cada día se truecan y mudan con sus crecientes y menguantes según g las lluvias o nieves de que se hacen; y aun muchas veces beberían tierra y arena con que viene mezclada su corriente, cosa que a los religiosos podría hacer mucho mal, par­ticularmente a los que son tocados de piedra o ijada.

  En los pueblos que los religiosos beben agua de pozo -que importa menos tenerla tanto tiempo sentada porque ésa casi siempre está de una manera-, inporta mucho se les busque buen agua. Como en los conventos de la Mancha, que los más pozos son salobres; y no es penitencia y mortificación que el prelado les dé agua salobre, sino poco saber y mucha flojedad suya que, tiniendo un pollino holgando en la


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caballeriza, no sabe mandar al h mozo o donado que vaya por una carga de agua. Y esto deben castigar en las visitas los prelados superiores. Que sean obligados los ministros de los conventos de la Mancha a traer buen agua a sus súbditos, aunque envíen una legua por ella i.

 

 

[105r]     Jhs. M.ª

 

 




b  sigue y perros tach.



c corr. de hambres



d sigue y tach.



e corr. de tirado



f sigue y tach.



g sigue y tach.



1 Is 22,13; 1 Cor 15,32.



h  sigue dentro tach.



2 Alusión a las veces en que David suplica a Dios: Libera me..., líbrame. Cf. Sal 7,2; 31,2; 50,16; etc.



i corr. de en



j sigue y esperimentado tach.



k sigue cos tach.



3 Cf. Gén 3,2-6.



4 "Carnibus datis ab hiis, qui foris sunt, vel sumptis de propriis nutrituris, vesci liceat in dominicis diebus a Pascha usque ad Adventum Domini et a Natali usque ad Septuagesimam et in Nativitate et Epiphania Domini et in Ascensione Domini et Assumptione et Purificatione beate Marie et in festivitate Omnium Sanctorum" (Regla primitiva, art.12).



5 Cf. arriba La regla de la Orden de la SS. Trinidad, 32.



l  sigue pescado tach.



6 "Nil emant ad victum preter panem et pulmentum -scilicet, fabas et pisa et huiusmodi legumina- holera, oleum, ova, lac, caseos et fructus. Sed neque carnes neque pisces sive vinum liceat emere, nisi ad necessitatem infirmorum vel minutorum vel pauperum aut in magnis sollempnitatibus. Liceat tamen nutrituras emere et nutrire" (Regla primitiva, art.13).



m sigue son tach.



7 "Ieiunent ab idibus Septembris secunda, quarta et sexta feria et sabbato, nisi sollempnis festivitas intervenerit, usque ad Pascha: sic tamen, ut ab Adventu usque [ad] Nativitatem dominicam et a Quinquagesima usque ad Pascha, exceptis dominicis diebus, in cibo quadragesimali ieiunent et alia similiter ieiunia que consuevit Ecclesia celebrare" (Regla primitiva, art.11).



n  sigue no tach.



o corr. de leches



8 "Infirmi seorsum dormiant et comedant, ad quorum curam habendam conversus aliquis, laicus sive clericus, deputetur qui ea, quae necessaria fuerint, inquirat et ministret, sicut fuerit ministrandum. Moneantur tamen infirmi ut lauta sive nimium sumptuosa cibaria non requirant, commoda potius et salubri moderatione contenti" (Regla primitiva, art.16).



p sigue lech tach.



9 Cf. arriba La regla de la Orden de la SS. Trinidad, 32.



q  sobre lín.



r  sigue el hermano tach.



s sigue molo tach.



10 "Sed... neque pisces sive vinum liceat emere, nisi..." (Regla primitiva, art.13).



t corr. de 2m. con tanta



11 Los de Valdepeñas, Socuéllamos, Villanueva de los Infantes y La Solana.



12  Cf. Memoria de los orígenes de la descalcez trinitaria, 44,5 (II, 371-372).



u  rep.



v sigue s tach.



w de la templanza sobre lín.



x sigue y tach.



y sigue y tach.



13 Cf. Tob 12,7: "Etenim sacramentum regis abscondere bonum est".



14  En La regla de la Orden de la SS. Trinidad, 26,2 (en el presente vol.) confiesa haber sido "afligidíssimo de la sed" y señala algunas causas: humor colérico, cansancio, ansiedades interiores, etc.



15 Cf. Jn 4,7-10.



z  ms. que



16  Cf. Jn 19,28.



17  Cf. Lc 16,24.



a  sigue mortificacio tach.



18 Cf. Ap 22,1.



19  Cf. Jn 4,14.



b sigue letra tach.



c lu sobre lín.



d sigue el tach.



e corr.



f  sigue del nov tach.



g sigue sobre lín. crecen tach.



h  ms. aal



i sigue un f. en blanco.






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