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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [29] DE LA MODESTIA QUE UN RELIGIOSO DEBE TENER EN LA CELDA Y EN LO QUE EN ELLA SE DEBE OCUPAR
1. Modestia y compostura
En lo que toca a la modestia y compostura que en la celda ha de tener, no ha de ser menor a por estar solo que si estuviera acompañado, que aunque en la celda lo llamamos solitario, el otro dijo: Nunquam minus solus quam cum solus 1. Y lo propio podremos decir de nuestro hermano en la celda: que nunca menos solo que cuando está solo en su recogimiento, pues se quedó solo y procuró no estar acompañado [107r] con las criaturas de la tierra para estarlo con el Criador y criaturas del cielo. Y pues allí recogido se considera en presencia de Dios y de los ángeles y sanctos, razón será esté compuesto con la modestia que debe a tan alta presencia.
Si estuviere sentado, sea a un rinconcito de la celda en el suelo, sus pies juntos y compuestos y sus manos debajo del scapulario, que de mayor mérito le será que si esta compostura la tuviera delante de los hombres, pues en parte a ésa le movían respectos humanos y a ésta sólo considerar que lo está Dios mirando. El decir se siente en el suelo, es un acto de humildad enb que se reconoce, aun allí en lo secreto, a solas y sin comparación de nadie, no merecedor de lugar más alto. Si estuviere de rodillas, sea como si estuviera delante del Sanctíssimo Sacramento. Si tuviere necesidad de recostarse sobre su tarima, no ponga los pies como si fuera tullido o contrahechoc, echando uno por acá y otro por acullá, sino que los ponga de suerte que los pueda tapar con las haldas del hábito.
Si alguna vez se hubiere de espulgar, quítese el hábito su puerta y ventana cerrada y, quedando a escuras, puniéndose el hábito de encima sobre sus carnes, espulgue luego el hábito que tuviere necesidad. No tengo por lícito que se espulguen los hábitos puestos en las carnes, pues los sanctos nos enseñan no ser lícito mirar ni tocar nuestras propias carnes y personas.
A las noches, si se hubieren de quitar el hábito de encima, es bien que para eso ya esté el candil muerto y apagado y la puerta entornada, de suerte que eso no se haga delante de nadie.
El estar echado sobre su tarima no ha de ser boca arriba ni boca abajo, sino del lado derecho la primera parte de la noche. Si se cansare, se puede volver del otro lado. Procure que todo su cuerpo esté tapado con la manta o frezada que tuviere. No es lícito sacar fuera el pie d ni
descubrir el brazo; que, pues esto no es lícito delante de otros, tampoco lo será a solas y en presencia de Dios.
Cuando se levanta por la mañana, procure vestirse antes que abra la ventana; y lo propio cuando oyere tañer a maitines, que, si es posible, esté vestido cuando le entran a dar luz, porque nunca es lícito levantarse ni vestirse delante de nadie.
Si estando en la tarima no pudiere dormir, o por no haber ido a maitines y haber dormido lo suficiente, o por no ser hombre de mucho sueño, levántese, que nunca es justo estar en la tarima ocioso y sin dormir, que es lugar donde acometen diversidad de pensamientos de todas maneras y donde algunos saliesen e con su interés contra la pureza y rectitud que el religioso profesa. Verdad es que hay algunos, por la mucha flaqueza que tienen, que han venido a hacer costumbre de tener muy [107v] acommodada oración en ese lugar, y éstos son los que han hecho costumbre de acostarse con una muy eficaz f presencia de Dios, como quien en aquella ocasión se acuesta y echa enpapado todo en Dios, procurando se enbebezcan en esta presencia y divino acatamiento todas nuestras potencias y quedarse dormido a estos soberanos pechos. Que yo le aseguro que con tal compañía, si el cuerpo durmiere, que el corazón vele. Y que, cuando dispierte, que no sea como los del mundo, de quien dice David que durmieron su sueño y no hallaron nada en sus manos 2, que g, en fin, como éste es más sueño de Dios que nuestro, dispertaremos las manos llenas de mill bienes.
Y seremos como los niños que, dormidos con el pecho de su madre en la boca, chuparon y sacaron leche que, no pudiéndola tragar, se les revertió por sus labios, boquilla y pechos. ¡Seas tú, Dios mío, bendito! ¡Qué de siervos tuyos debe de haber a quien spiritualmente esto pasa cuando, dormidos los cuerpos, pusieron antes a descansar en tus divinos regazos sus almas! Las cuales allí hacen sus meneos y movimientos dando tú licencia a su ángel de la guarda para que concierten en su imaginación las species pasadas o produciendo otras nuevas, el dormido se vea con el alma al pecho de Dios, que en su boca revierte dones y leche soberana. De suerte que, cuando el cuerpo dispierta, halla sus labios llenos de gracia y de una celestial proptitud para alabar a su Criador, ora esté en la tarima o fuera de ella.
Estos tales que en sí sienten estos aprovechamientos no importa que dispiertos y no pudiendo dormir se estén en su lecho, que bien enpleados están. Pues digo otra palabra y es que algunas personas han alcanzado este modo de quietud y sosiego spiritual de ver que la luz los inquietaba y la postura corporal penosa no los dejaba recoger y otras cosillas que, aunque de poca consideración, lo eran de mucha para personas delicadas. Las cuales, buscando absentarse de estas perturbaciones, les hizo Dios merced de que hallasen quietud y reposo spiritual en las tinieblas y
commodidad de la tarima y lecho; que siendo como la nuestra no creo desayuda mucho para este ministerio. Que cierto me parece casi imposible otra cosa a los religiosos, que yo veo hoy en esta casa de Sevilla que, habiendo hecho estas paschuas de Navidad frío harto extraordinario, tiene cada religioso una sola manta y algunos no alcanzan una tabla sobre que echarse con ella, sino sobre el frío suelo; y otros, que no alcanzan h su hábito entero, por estar tan en sus principios la fundación y en su puncto la pobreza, [108r] no ha habido con qué hacerles una pobrecita capa de sayal. Los cuales se arriman y acurrucan al rincón de sus celdas a dormir y tomar un rato de reposo donde, cuando no los dispertara el frío y el dolor de los güesos, el ruido de las goteras y canales que vertían dentro de sus aposentos no diera mucho lugar al buen dormir ni a los pensamientos contrarios de que vamos hablando, porque ésos buscan cuerpos descansados, abrigados y en camas mullidas. Pero Jacob, que se recuesta sobre un duro suelo y pone una piedra por cabecera, es llano que su sueño ha de ser a vista de Dios; que si, apartado el uno del otro, estando Dios en lo alto de un escalera y Jacob en la tierra, sueño es que no le impide a hablar con los ángeles que suben y bajan de una parte a otra con recados divinos 3. Y esto propio digo yo del sueño y cama de nuestros hermanos, que son bien acommodados para eso. Así no se espantarán de que diga yo que en la tarima se pueda tener i y tenga oración.
2. Lo que ha de hacer por la mañana al levantarse
Este capítulo ha de encerrar en sí y abrazar cosas muy diferentes, por haber de decir en él todo lo que el religioso ha de hacer en su celda. Y quiera Dios me acuerde de todo. Que, como ahora hago officio de prelado y me ocupo en cosas diferentes de los novicios y demás coristas, temo no olvide otras y trueque algo.
Tomemos el día por la mañana, cuando, un cuarto de hora antes de tañer a la oración, se tocan unas tablillas con que dispiertan los religiosos a alabar a Dios. En el instante que nuestro hermano dispierta el corazón y pensamiento, que son las cosas más veloces y ligeras de las que en el hombre hay, déjelos volar a Dios a que le den gracias porque le ha guardado y hecho centinela sobre la salud que tiene el cuerpo y el alma. Ofrézcale la paga como a buen soldado que ha hecho su officio con cuidado.
En el discurso del día, dándole por sueldo debido continuas alabanzas, proponga de amarlo j, quererlo y reverenciarlo como a buen Señor, sin quien confiesa ser nada. Haga firmes propósitos de jamás ofenderle, aunque sea en una cosa muy liviana. Acuérdese de su sancto ángel, que lo tiene allí a su lado; dígale algún sancto requiebro: Estéis en
buena hora, ángel mío, ya sabéis que hemos de estar hoy junticos, que no os habéis de apartar de mí un instante ni dar lugar a que de cerca me acometa el ángel de tinieblas; con el bastón que vos traéis en la mano -pues sois tan fuerte guerrero- apartadlo, para que de lejos hable y con libertad yo le responda. Invoque y llame a todos sus sanctos devotos y a todos los que están en el cielo, cuya charidad [108v] es tan grande que a todos desean y quieren ayudar. Dígales a todos cómo se viste y levanta para entrar en una perpetua lid y batalla que trai contra tantos enemigos como en el mundo le aguardan a que dispierte para acometerlo, y que para dar este asalto y salir con la victoria ha menester toda esa ayuda.
Esto hecho -que por ser el pensamiento tan veloz le hemos dado el primer lugar en nuestro soldado-, tras esto ha de signarse y sanctiguarse y, si los pensamientos dichos le dieren lugar, lo haga ante todas cosas o todo junto, que cosas compatibles son hacer cruces las manos y propósitos el corazón. Esta es costumbre de los buenos y cristianos soldados cuando ciñen la espada: besar en ella la cruz, como quien confiesa estar en ella su ayuda. Así lo es del varón espiritual la cruz de Cristo, en quien y a cuya imitación profesa y propone aquel día de tener paciencia en todos los trabajos que se le ofrecieren, pues en la milicia spiritual no hay armas ofensivas, sino escudos de paciencia y sufrimiento. Adviértase que todo esto se puede ir haciendo -si no hubiere lugar para dar tiempo diferente a cada cosa- y vistiéndose. Tome sus pobres hábitos y écheselos a cuestas. Pésele que su flaqueza y desnudez tenga necesidad de esos trapos viejos para su abrigo y compostura. Considere que es una mortaja con que le han de enterrar y que quien debe andar muerto del todo al mundo debe andar amortajado para quitar de trabajo a sus hermanos k cuando lo hayan de enterrar.
En vistiéndose, lo primero que ha de hacer es componer su tarima, doblar su manta y ponerla sobre el almohada o canto que tiene a la cabecera; sacar el jarrillo, el cual lo deje fuera en el lugar secreto hasta la noche. Vuelva y hínquese de rodillas ante la cruz que tiene a su cabecera, ocúpese allí en hacer algunos sanctos y buenos propósitos hasta que tañan y bajen al coro a tener la hora de oración.
Para todo esto deben dar lugar los prelados dende que tocan las tablillas hasta el sonido de la campana, porque si sucede -como yo he visto- detenerse en el coro a alguna missa cantada y hacerse tarde, en el cual tiempo suelen venir personas graves a ver las celdas, no es bien las hallen descompuestas ni con mal olor.
3. Lo que ha de hacer durante el día
Suelen tornar a las celdas los religiosos después de su oración, capítulo y otras cosas en que la obediencia los ocupa por espacio de una
o dos horas. Yo no voy ahora midiendo el tiempo, sino [109r] diciendo en lo que se ha de ocupar el religioso en su celda. Este tiempo que tiene por la mañana de celda, si es sacerdote, todo se le va en prepararse para decir missa, decirla y dar gracias. Pero si no lo es, es tiempo debido a alguna sancta lección del libro que su maestro le hubiere dado; leer nuestras constituciones, ceremonias, modo de vivir y aprender la regla. A las diez, o más tarde, según el tiempo que es, tornan a tañer al coro y no vuelven a la celda hasta después de la hora de recreación de mediodía, que se permite reposar un rato. Guárdese no sea demasiado, si acaso no fuere tiempo de nona, sino que, en quebrantando el sueño, se levante y ocupe en alguna cosa de provecho y bien de su alma, como es en registrar y mirar las reglas del rezado, que entonces muy poquito tiempo es el que en la celda tiene antes de nona o vísperas.
Después de vísperas, que tiene otras dos horas de celda, se han de gastar, si es sacerdote, en leer casos de conciencia y estudiar muy bien las sumas para hacer a su tiempo como debe el officio de confesor. Si no lo es, lea y ocúpese en lo que dijimos por la mañana. Algunos hermanos hay que saben hacer disciplinas o cilicios y cosas de manos, a quien su maestro debe ocupar l a cada uno según su natural inclinación.
La celda siempre debe estar limpia y sin mal olor ni cosa en ella descompuesta. Y para esto tenga cuidado de pedir siempre licencia que fuere necesario para barrerla, no tiniendo en ella basura o cosa que provoque a mal olor. El candil de día lo tenga colgado detrás de la puerta o en parte que no den luego los ojos con él en entrando; de noche no lo cuelgue donde pueda gotear o manchar los libros que tuviere en la celda para leer. Tenga una tablita en el suelo en lugar de mesa sobre que ponga los libros, papel o tintero, si lo tuviere, porque maltratar las cosas que fueren de la communidad y se les hubieren dado para su uso, es contra la pobreza. En la celda no debe tener más que una cruz y algún papel y estampa pobre de algún su sancto devoto, pero podrá tener m algún papel scrito, como es el Estímulo a la perfección, que ahora hemos impreso, de san Bernardo, Examen de conciencia 4 o algún papel cuyas palabras inciten, muevan o enseñen más perfección.
Siempre que estuviere en la celda ha de estar entornada, pero jamás atrancada y cerrada por de dentro, si no fuere tiniendo licencia para ello por haberse de limpiar de la comezón. Cuando su prelado llegare a la celda, siempre lo ha de recebir en ella de rodillas y no se ha de sentar o levantar n hasta que se lo mande; y lo propio cuando llegare algún religioso enseñando la casa a algunos seculares. Nada meta ni esconda debajo de la tarima, aunque sea una pluma o remiendo, que arguye codicia y asomos o e inclinación de propiedad.
4. No asomarse al exterior
Jamás se asome a la ventana con curiosidad de ver lo que pasa [109v] en casa o los que van por la calle, si a ella saliere la ventana, que es culpa grave y como a tal se la castigará el prelado. Podrá alguna vez, con mesura, acuerdo y consideración, levantar por ella p los ojos al cielo, patria deseada para que fue criado, y tornarlos a abajar con los nuevos rayos y vislumbres que de él habrá recebido, parlándole en aquella breve vista y ojeada cómo lo aguarda con un anchuroso y hermoso lugar, que lleve con paciencia y aguarde un poco, que presto se le acabará aquella estrechura y cárcel angosta que por amor de Dios sufre y pasa. Que dichosos grillos y angosturas son, pues siendo de ellos desatados entrará por esa puerta angosta a gozar de aquellas anchuras y longuras que tiene aquella ciudad de Dios.
Yo tengo por muy acertado que a un religioso le den en la celda ventana do pueda ver y gozar del cielo de en cuando en cuando. Yo me vi en Roma tan afligido que, un poco de tiempo que nuestra celda tuvo una pequeña saetera, pensé morir; y, después de aquella apretura, tiniendo una ventana donde bien podía ver el cielo, era mi alivio, desavaho, consuelo y entretenimiento, tanto que, si alguno se venía a consolar conmigo o le veía afligido, como yo no tuviese palabras para lo consolar, lo llevaba a mi ventana y le decía que mirase el cielo. Es certíssimo remedio para los desahuciados y destituidos de consuelo en la tierra mirar esas alturas de donde es cierto, si con confianza levantamos los ojos, vendrá nuestro remedio. Y si mientras un religioso está en carne mortal está privado -como dice acá el refrán español- de beber en la taberna, huélguese en ella y regocíjese de mirar y contemplar dende afuera cómo allí es donde está Dios brindando a todos aquellos que por sed y hambre caminaron allá. Bien es que a nuestro religioso recogido y encerrado se le dé esta ventanilla por do vea para dó fue criado y por do entre el aire de su tierra. No tengo por justo en las celdas hagan ventanas que parezcan más agujeros de calabozos y cárceles que ventanas seguras de siervos de Dios. Esta ventana puede estar abierta, entornada o cerrada, conforme la ocupación y entretenimiento tuviere el que vive en la tal celda.
Advierta que, aunque le hemos dado licencia para mirar al cielo por la ventana -que esto se puede hacer dende afuera y sin nota-, no le damos licencia para que se asome a la puerta a ver quién pasa por el tránsito, quién entra o quién sale de la celda ajena q. En nuestra orden está quitado, so pena de grave culpa, entrar uno en la celda de otro, en presencia ni en absencia. Pero si por alguna causa el prelado diere alguna licencia para que entre a hablar o comunicar algo con su hermano, recíbalo con amor y charidad, siéntese r el uno apartado del otro. Procuren hablar pocas palabras, humildes, bajas, que no se oigan
fuera de la celda o puedan impedir y perturbar al que estuviere tabique en medio.
[110r] Guárdese de no hablar palabra con el que le viene a dar luz. Ya sabe el silencio que nos pide nuestra regla en el dormitorio 5. Si le faltare aceite o torcida, pídala por señas. Si de parte del prelado le vinieren a llamar, no sea curioso ni accelerado preguntando al que le llama qué lo querrá o para qué lo llaman.
En la celda no hinque clavos sin licencia de su prelado ni haga agujeros, particularmente siendo celda nueva y enlucida; basta un clavillo scondido para poner el candil. En ningún tiempo debe hacer ruido con los pies o con la tarima de suerte que se oiga fuera de la celda. No haga rayas o scriba en las paredes, que es cosa de pajes y muchachos. Si pusiere alguna estampa, sea con tachuelas pequeñas y no la pegue con hostia, que ensucia la pared y se pierde la estampa y se rompe al quitarla s.
[111r] Jhs. M.ª