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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [30] DE LO QUE EL RELIGIOSO DEBE HACER CUANDO SALE DE LA CELDA Y TORNA A ELLA, Y DE LA COMPOSTURA QUE DEBE TRAER POR LA CASA Y HABLANDO CON ALGÚN SEGLAR a
1. Cuando sale de la celda
Tratando el sancto Job de los ojos de Dios, dice 1: "¿Por ventura, Señor, tus ojos son de carne o miras tú como miran los hombres?". Por ventura quiso decir lo que el Spíritu Sancto en [el libro 1 de Samuel 2]: "El hombre mira la cara y Dios pone los ojos en el corazón". La carne y cuerpo ¿qué ha de mirar sino a su semejante, esto de acá fuera? Pero Dios, puro y semplicíssimo spíritu, allá tiene puestos los ojos en lo más scondido del spíritu. Según esto, cuando saliéremos de la celda llamados al coro o por nuestro prelado o a hacer nuestros officios, tenemos necesidad de componernos de suerte que no ofendamos los ojos de nuestros hermanos y compañeros, que muchas veces son más delicados que los de Dios, porque suelen poner malicia y descuido en lo que muchas veces se hace con simplicidad y llaneza. Y así es bien, cuando un religioso ha de salir de la celda por alguna de las causas dichas, procure hincarse de rodillas, aunque sea por un instante, delante de la cruz que tiene en ellab, enderece el corazón a Dios, pídale
en él rectitud y perfección en lo mucho o en lo poco que obrare o hiciere; bese su cruzc confesando que de ella le viene todo lo bueno.
Luego levántese, mírese de pies a cabeza, si lleva el hábito bien puesto y su capilla derecha. Entre sus manos debajo del scapulario, baje sus ojos, ponga su capilla, y de esta manera vaya a su mandado y officio d. Vaya midiendo los pies, dando pasos muy compasados, sin hacer ningún género de estruendo ni ruido. Si saliere a alguna cosa que pida más presteza, alargue el paso sin correr ni mostrar descompostura en su persona. Si topare algún sacerdote, deténgase y, parado, juntos sus pies, bajos sus ojos y quitada su capilla, le haga una profunda humillación. Si fuere su prelado, a quien tiene en lugar de Cristo, hínquese de rodillas mientras pasa. Siempre que pasare por do hay alguna pilita de agua bendita, la tome y bese la cruz. Si pasare por donde hubiere alguna cruz levantada en el claustro, hínquese de rodillas delante de ella y adórela e.
Si fuere llamado para hablar con algún seglar f y fuere sacerdote, y el religioso que ha de hablar con él no lo fuere, al principio de la conversación y a la despedida se le hinque de rodillas como quien le pide la bendición para hablar o para apartarse de él; y si fuere seglar basta que le haga su humillación. Si fuere sacerdote ha de tener siempre su capilla quitada mientras estuviere con él, salvo si mucho le importunare; si fuere seglar, cubrirse cuando el seglar se cubriere. Si hubieren de estar sentados, el sacerdote esté en el banco o silla allá y el que no lo es a un lado en el suelo, salvo si mucho le importunare. Si fuere seglar, siéntese donde él estuviere. Procure que las palabras [111v] que con el uno y el otro gastare sean pocas, humildes, modestas y bajas. Jamás muestre ser bachiller en lo divino y humano, de suerte que cuando se le ofrezcan tratar las cosas de Dios que en su celda leyó o su maestro le enseñó, que no las parle ni diga con obstentación ni de suerte que se muestre maestro de perfección y que enseña a los que vienen a hablar con él. Si se le ofreciere a tratar de alguna virtud, diga lo que g supiere h, como quien propone a quien sabe más que él para que le digan otras cosas mejores y den su parecer.
Si la persona con quien tratare i fuere algún peccador que viene a buscar zurujano, médico y medicina a la botica de Dios y le señalare el prelado para que sea enfermero de la tal persona, en tal caso puede hablar con más eficacia y entereza, dando vida y pegando fuego a las palabras que dijere para que hagan provecho. Y en cualquier ocasión debe siempre mirar la compostura de su persona en pies, manos, ojos y cabeza, que nada menee que no sea con acuerdo y de suerte que nada le puedan j tachar.
Si la persona con quien tratare fuere algún seglar impertinente, que ni ata ni desata sino que muestra más querer pasar y gastar tiempo
que aprovecharlo en bien de los dos, déle de mano, despídase de él y dígale que tiene que hacer. Si fuere hombre que no repara ni diferencia su conversación y trato del que tenía en el siglo y viere que habla palabras no debidas de tercera persona y de murmuración, sea quien quisiere, dígale con llaneza: -Eso no se usa en esta casa, donde todo es alabar a Dios y decir bien de nuestros prócximos y hermanos. Si fuere persona afligida, procure consolarlo con palabras tiernas, amorosas y suaves, salvo si fuere necesario, para que en su tribulación cobre ánimo, decirle palabras graves y enteras.
Con ningún género de personas es lícito andar vagueando por la casa ni paseándose por güerta ni jardines. Así lo tenemos constitución y pena a quien lo quebrantare. Recójase a un rincón o aposento que para esto habrá en el convento o, si fuere persona de obligación y lo entraren en la güerta, en ella nunca falta en qué sentarse. Mientras estuviere con cualquiera persona en cualquier parte, aunque sea en la güerta, donde hay ocasión de divertirse con la vista, no lo haga, que no es buena crianza. A la persona con quien estuviere o hablare, debe, luego como llega a ella, levantar los ojos y mirarla de pies a cabeza, que es amor, benevolencia y crianza. Después de sentados a hablar, pocas veces y raras, aunque la conversación algunas [112r] veces pide mirar a la persona con quien se habla porque en eso se muestra tenerle atención y escucharle sus razones.
Si le mandare la obediencia que le enseñe la casa, haga lo que queda dicho en el capítulo del portero, que no trabe conversación ni se detenga en el dormitorio con la persona o personas con quien fuere. Con cortas y breves palabras le diga lo que es cada cosa. Cuando llegare a su celda, no ha menester decilde: "Esta es mi celda", como quien quiere hacer demostración de su pobreza o penitencia, pero podrálo responder si se lo preguntaren. Y tanbién podrá decir cuyas son las otras celdas k, pues les podrá servir de edificación viéndolas todas iguales y parejas, las de los prelados y novicios. Nunca jamás hay que enseñarles los lugares secretos y oficinas de la casa, como es cocina, dispensa y lugar que sea necesario buscar a quien tiene la llave. Si entraren en el refectorio, no hay que convidar a beber ni a comer a nadie si no fuere algún religioso o padre de algún hermano de casa, para quien se lleve licencia de la obediencia.
Siempre procure ser corto con seglares y gastar poco tiempo y tornarse a su celda con brevedad. Mire lo que en el capítulo pasado apuntamos del bien y del mal dentro y fuera de ella. A la despedida del seglar, no se despida como ellos hacen allá en el mundo, con besamanos y ofrecimientos de servidores, sino al recebimiento y despedida le diga: "Dé Dios a vuestra merced su gracia; yo tendré cuidado de encomendar a Dios a vuestra merced y pedirle le dé salud y enllene de bienes y dones celestiales". Huiga de no admitir cosa que le diere u ofreciere con obra o con palabra para su persona sin que primero
haya dado parte a la obediencia. Puédele decir: "Sea por amor de Dios, yo lo diré a nuestro prelado y daré la respuesta". Que nada podemos admitir para nuestras personas sin licencia expresa, sólo en nombre de toda la communidad y, en tal ocasión, se lleve a manifestar a su prelado.
Es cosa abominable y culpa grave pedir el religioso a los seglares para sí ni para parientes pobres dineros o cosas que los valgan. Nunca ofrezca pagar la visita, pues acá no se usa l pedir licencia para salir fuera. Nunca envíe encomiendas para los que están allá en el siglo, [en] particular si son mujeres. Cuando mucho diga que tendrá cuidado de encomendar a Dios [112v] a los amigos y conocidos que andan por allá fuera. Cuando se despida, no se bese la mano, pero podrá besar la cruz del scapulario llegándose cerca para que la otra persona haga lo propio. Y m esto propio haga cuando recibe a cualquier seglar.
En lo que toca a tomar los asientos y lugares con las personas que estuviere o hablare, siempre deje el de la mano derecha, el de en medio y mejor para la persona con quien habla. Si fueren seglares, no sea porfiado en eso, sino que, después de haber hecho su sancto commedimiento por dos o tres veces, tome el lugar que le porfiaren. Si fuere persona de mayor dignidad que la que el tal religioso tiene, como ser sacerdote y el religioso no, o ser obispo y el religioso sacerdote, y le porfiaren que tome el mejor lugar, diga así: Si vuestra señoría o merced me porfiare, me sentaré en el suelo y no me levantaré de allí o hablaré de rodillas. Y, diciéndolo, haga el acometimiento para que con este acto de humildad así desigual se contenten con darle lo que es menos en el asiento o en el lugar.
En ningún género de conversación de éstas le es lícito rascarse ni andar entrando la mano en los pechos ni otra parte. Escupa poco y pocas veces saque el pañizuelo para limpiarse. No juegue ni traiga en las manos diurnal n, breviario o libro con quien esté haciendo meneos, tirando o cogiendo el scapulario o quitándole motillas o pelos, que es de gente divertida y que muestra [no] tener casco. Resista los bostezos y, si no pudiere, disimúlelos o. Si la persona con quien estuviere tuviese sucio el manteo o capa con p alguna mota o le viere algún piojo, déjele hacer su jornada, que no sabe si se afrentará si se lo quitan.
Si le pidieren algo de lo que hay en la casa o en la güerta, diga que no tiene licencia. Si fuere persona a quien hubiere obligación, pida la licencia y déselo. No es señor un religioso de dar una disciplina ni librito, por pequeño que sea.
Y pues tratamos de seglares, digamos todo q lo que a ellos pertenece. Si se afeitare, no parle con el barbero ni gaste aquel tiempo en preguntas o respuestas ociosas. Si hubiere officiales en casa y se los topare, no se pare a hablar o trabar pláticas con ellos.
Cuando fuere a alguna cosa, procure ir siempre por los lugares diputados, por tránsitos comunes. No pase por los secretos o particulares,
como es [113r] atravesar la sacristía, el oratorio, enfermería o parte do r algún religioso tiene celda o habitación. Si topare por la casa algún seglar, quítese s la capilla y hágale una humillación, conforme fuere la persona. Si fuere conocido y quisiere hablar con él, dígale: No tengo licencia, señor; yo avisaré a mi prelado. Si se la diere, torne y háblele; si no, escuse al prelado diciendo tiene otras cosas en que ocuparlo, que por entonces no es posible hablarle.
Cuando sale de la celda a hacer algún officio en que sea necesario enfaldarse, sea en el lugar solamente donde ha de hacer el officio, y no ande por la casa alzados los hábitos, que es postura no debida para los otros religiosos y estraños que andan por el convento.
2. Cuando vuelve a la celda
En lo que toca a la vuelta a la celda, poco tendremos que decir. Sólo que, así como dijimos que para salir de ella era necesario componerse, de esa misma manera para tornar a ella se habrá de componer y tornar a poner su persona como cuando salió de ella. Si ha fregado, haberse lavado sus manos; si barrido, sacudido sus hábitos; porque nada de eso se ha de aguardar para hacerlo en el dormitorio ni celda, donde el religioso no es señor de tener agua para lavarse ni hacer ruido para sacudirse.
Procure volverse a ella con unos sanctos y amorosos afectos, ansias y deseos de siempre perseverar y asistir a ella. Considere que se escapa de todas las criaturas que tienen su señorío y tenencia t por la casa y calle u, como quien sale de entre unos zarzales sin romper su vestidura, o como el corderillo que sale libre, sin dejar la lana, de entre cambrones. Y digo que nuestro hermano será muy dichoso de no dejar pegado el corazón a las personas o cosas con quien ha tratado u obrado después que salió de la celda porque, en fin, todas las criaturas, en cuanto hechas y obradas con las manos de Dios, son buenas y con su bondad nos están convidando a que las amemos. Y eso es dejarnos la ropa y charidad -que sólo se debe a Dios- con que nos abrigamos, en sus manos. ¿Quién duda sino que el aire que nos recreó fuera de la celda y el sol que nos calentó y la güerta que nos entretuvo y la conversación que nos agradó, que todas estas cosas no nos estén hurgando y meneando el corazón con su bondad para que las apetezgamos más veces? Esto llamo yo sacudir el polvo para tornar a la celda: que de tal manera nos despidamos [113v] y apartemos de ellas como si no las hubiéramos tratado y como si fueran criaturas y personas strañas con quien sólo era lícito tratar el rato que las habíamos menester. Y no digo más [que] las tengamos por estrañas para enplearlas en aquello para que Dios las crió, dándoles, después de haber hecho sus officios y mandados, de mano, considerando que sólo Dios es propio nuestro y nosotros sus
ovejas y pueblo 3, que en todas las ocasiones él ha de estar con nosotros y nosotros con él.
Cuando entre en la celda, aunque sólo sea por un instante -que en ése se puede hacer mucho en corazones dispuestos- procure hincarse de rodillas delante de su sancta cruz, bésela, abrácela y adórela; dígale mill sanctos requiebros, como en quien y de quien le viene todo lo bueno. En ella dé gracias a su redentor y maestro Cristo porque le tornó donde las pueda haber con quien le entienda. Dígale allí a Dios le dé luz para conocer los defectos y faltas que habrá tenido en aquel v rato, particularmente si lo ha gastado con los hijos de los hombres, tan lejos su trato y conversación del lenguaje que se usa en su casa. Mire si ha dado sus orejas a palabras impertinentes o de murmuración, o si su lengua ha ayudado o si los ojos se han derramado y vertido, que éstos son tres sentidos con que podría haber faltado. De todo le pese y sólo se agrade de su continuo recogimiento, donde el alma scucha y habla con Dios y donde se fecunda de mill sanctos pensamientos y deseos. Pídale a Su Majestad le envíe pocas ocasiones donde sea necesario apartarse dél por un momento por cesación de oración y contemplación.
Hecho esto, que es fácil cumplir con ello en un momento, tórnese a su lección y sanctos entretenimientos que por su maestro u obediencia tuviere señalados.
Y atento que lo demás en que se debe un religioso ocupar en su celda según el repartimiento del día está scrito en nuestro ceremonial, no lo pongo aquí por huir prolijidad y duplicar las cosas. Dénos Dios gracia de que nos aprovechemos de ellas. Que para el que tiene ese deseo bien creo que basta decirlas una vez y, para el que no lo tiene, es querer lavar el ladrillo con una y otra razón, quedándose después de muchas palabras y lavatorios como deantes se estaba w.
[114r] Jhs. M.ª