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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [34] DE LA MODESTIA Y COMPOSTURA QUE UN RELIGIOSO DEBE TENER EN EL CORO AL DECIR LAS HORAS Y EN EL TIEMPO DE LA ORACIÓN MENTAL Y EXAMEN DE CONCIENCIA
1. Compostura que nazca de lo interior
Verdad es que en todos los capítulos tratamos de esta modestia y compostura que un religioso debe tener, pero en este capítulo no podemos ni debemos hurtarle el cuerpo, por ser más debida en este tiempo y lugar de que trata nuestro capítulo. Y pienso no será necesario traer lugares de la Scritura en que los sanctos y los prophetas han tratado del adorno y compostura que los sanctos tienen delante de Dios. La razón lo dice: que si una desposada parece compuesta y adornada delante de los otros hombres, mayor obligación tiene de componerse y afeitarse delante del propio.
De aquí es que san Juan, quiriendo dar a entender la particular hermosura de la celestial Jerusalén y decir en una palabra lo que después había de encarecer en muchas, dice que la veía bajar como desposada adornada ante los ojos de su marido y esposo 1. Y preguntando otra vez este glorioso sancto quién eran y de dónde habían venido millares que seguían al Cordero, le respondieron que era una gente que, para tener y parecer en aquel lugar, habíen jabonado sus vestiduras en la sangre del Cordero 2. Que no sólo se preciaron ir bien compuestos y aderezadas sus personas, pero las ropas y vestidos gustaron fuesen blancos, sin raza ni mancha. Lo propio digo yo, mis hermanos, que si hasta aquí se ha tratado de la compostura que debemos para estar y parecer ante los ojos de los hombres, ahora ha de ser mucho mayor para estar delante los ojos de Dios, esposo y marido de nuestras almas, y ésta no ha de ser cualquier compostura o blancura, sino la que se alcanza, tiene y posee por la sangre del Cordero. Quiero decir no ha de ser exterior solamente, sino también interior, y esta interior ha de nacer de un particular recogimiento que tenga nuestra alma en Dios; que
estando nuestra alma así ocupada en este gran Señor con un soberano acuerdo a, aunque esté desacordada en lo exterior muy al descuido, tendrá cuidado de llamar a recoger en aquella ocasión a este hombre exterior y a sus sentidos, ya como el hombre que sin acuerdob hace obras naturales, como es a su tiempo abrir y cerrar los ojos, menear el brazo y otras semejantes. Es muy natural al alma recogida cerrar las puertas de los sentidos para que no le perturben ni inquieten, que es grande daño, cuando uno va a hablar con Dios, que haya perturbación exterior.
Digo que esta compostura y modestia que nazca de lo interior, porque de otra manera sería de poca dura y de poca consideración [126v] -como lo son las cosas artificiales, las cuales faltan al mejor tiempo-, y las virtudes, que su asiento no tienen en el alma ni echaron raíces en lo fondo, cuando más descuidado esté el que exteriormente se muestra modesto, dará con toda su compostura y modestia en tierra, quedándose solamente con el amago y cumplimiento que primero hizo. Parece esto lo que dicec [el profeta Daniel]: Cum apparueris coram Domino, sta in gradu tuo 3; cuando aparecieres delante del Señor, está en tu grado. Que fue decir: está conforme tu estado y tu persona; si eres sacerdote, como sacerdote y, si religioso, como religioso. Mira los grados que tiene tu estado, ésos propios ha de tener tu compostura. Y aquel vocablo "estar" dice perpetuidad y estabilidad en la tal virtud.
2. Antes del rezo coral
No hemos de tratar de las ceremonias que en el coro se deben hacer, que ésas ya están escritas en nuestro ceremonial, sino algunas advertencias de faltas d que se pueden allí tener. Lo primero, digo que, en el punto que tañen al coro, sin género de dilación debe aprestarse un religioso para ir allá, procurando no ir el postrero ni dejar necesidades o menesteres que le saquen en entrando en él e. A la entrada, tome su agua bendita, quite su capilla, váyase en medio el coro, haga su reverencia hasta en tierra, váyase a su asiento. No es aquél lugar de crianzas ni cumplimientos. Mire, según su antigüedad, cuál es su lugar y póngase en él, salvo si alguna vez entrare tarde y estuvieren sentados en el coro y lado donde él se ha de poner; no es bien que los haga levantar o apretar, póngase abajo, si no hubiere lugar vacío en la parte que él se había de poner.
Pues después de hecha su reverencia y puesto en su lugar, donde si ha sido de los primeros aguarda que vengan los otros, ha de aguardar de rodillas. Guárdese de no sentarse en los bancos estando solo o viniendo de los primeros, porque es mala crianza y muestras de la poca
devoción y gana que traía para hablar con Dios, pues un poquito no pudo esperar con reverencia y devoción. Advierta que la antesala del rey no tiene sillas ni asientos, dando a entender que el que le hubiere de venir a hablar le ha de aguardar en pie y no sentado. Y aun en los aposentos y salas de los grandes veremos que hay unas sillas y están vueltas a la pared, y esto publicando que están allí, pero no para sentarse. ¡Oh buen Dios, que sea ley de crianza aguardar a rey en pie y esperar al grande sin sentarse, y f tengo de querer yo, por un ratico que vengo antes al coro, aguardar sentado y con descanso! Atento que hablo con muchos y es menester decir y enseñar lo que [127r] han de hacer todos, digo que si el que aguarda en el coro y fue antes que la comunidad es enfermo o no puede estar tanto de rodillas, usamos en semejante ocasión sentarse en el suelo sobre las rodillas, que bien es que en aquella ocasión no se use de bancos y asientos altos.
Diré lo que me pasó en el Scurial g. Yo quise entrar a hablar a nuestro rey y hiciéronme aguardar mucho rato, de suerte que, tiniendo ruines pies para aguardar sobre ellos, lleguéme a un rincón y sentéme en el suelo, yo [y] mis compañeros. Estando así, llegó un hombre ordinario, de los que allí sirven en aquellas antesalas, y díjonos: Padres, aquí no se sienta nadie. Levantámonos y en esto, viéndonos un paje de los más calificados que al servicio de su majestad entran que nos habían hecho levantar, fue a nosotros y hízonos sentar, diciendo que muy buenos estábamos, que no importaba, estando en el suelo sentados, estuviésemos h como gustásemos. De donde saqué que allí no era lícito sentarse nadie y que, si por alguna necesidad lo fuese, habíe de ser en bajo y en tierra. Aplicado se está esto de lo dicho: que en el coro y antesala do está Dios no es bien que nadie se siente; y si la necesidad lo pidiere, a un rinconcito del coro asentado en el suelo, humillado a semejante del publicano que en aquel lugar no se atrevía a levantar los ojos en alto 4.
Diránme: Hermano, ¿qué es la causa por qué, si no es lícito sentarnos cuando entramos a decir las horas aguardando los unos a los otros, después al rezarlas es lícito que los religiosos se sienten a coros? Digo que con el propio exemplo responderé. A mí me ha sucedido aguardar en pie más de dos horas para hablar al señor duque de Lerma y después, cuando entro, me dan silla en su presencia para hablarle, y me manda cubrir. Y lo propio es y hace con todos los caballeros que llegan a hablarle, porque en esto muestra su afabilidad, mansedumbre, piedad, clemencia y protección que desea tener con todos; y así todos van diciendo bien de él, que, siendo tan temido por acá fuera, llegando a su presencia todos se pierden por él, le aman y quieren, porque con aquella llaneza que les muestra les está diciendo los quiere meter en sus entrañas. Lo propio digo yo para con Dios: que dende afuera,
cuando le esperamos y aguardamos, estamos con mil miedos, temores y desabrimientos. Y este temor no nos ha de dar lugar a que nos sentemos, porque, como es reverencial, la misma reverencia que en tal ocasión le debemos está pidiendo lo aguardemos de rodillas y descubiertas las cabezas. Pero cuando se llega la hora de hablar con Su Majestad recitando las horas, ya parece que ha llegado su presencia y que, usando del amor que tiene al hombre, su afabilidad, misericordia y piedad [127v] ya le da asiento y le muestra que es tanto lo que le ama que lo iguala a su persona en aquel amoroso trato, para que pierda el temor y con llaneza le hable, pida y descubra su corazón. Que es lo que dijo el sancto rey David: Venite et videte quam suavis est Dominus 5. Y en otro lugar: Accedite ad eum, et illuminamini, et facies vestrae non confundentur 6; los que estáis apartados, llenos de miedo y temor y aguardáis con mill penas y fatigas, llegaos a él y veréis su amor y suavidad; veréis cómo su presencia os alumbra de mill ignorancias que teníades y, entre otras, os quitará la confusión y cobardía que teníades de hablarle. El sea bendito mill veces por tal amor.
3. Durante el rezo coral
Después de haber entrado en el coro y puesto en su asiento y aguardado su communidad, en dándole el prelado sónito, besa el suelo y se levanta con los demás. Ha de tener cuenta -esté de rodillas, esté sentado o levantado- siempre ha de estar derecho con los demás, de suerte que él no esté muy arrimado al banco o muy salido al coro. Y cuando se inclinare al Gloria Patri procure por un lado ver la proporción que tienen a los lados sus compañeros para bajarse de aquella suerte, que ha de ser en todos el medio cuerpo inclinado y caído derecho al coro contrario cuando se baje o incline. En las ocasiones que esto se hace, no escupa, que es señal de relajación, flojedad y falta de atención, que parece está buscando en qué entretenerse. Y si alguna vez le fuere necesario escupir, no eche la saliva donde otros han de besar el suelo, que es porquería, sino a un lado o detrás del banco o en unos redores que han de estar en los lados del coro para eso solo i. Cuando esté en pie, no esté haciendo visajes, una vez abriendo los ojos y otra cerrándolos, apretando los párpagos mostrando está haciendo fuerza para que no se le vaya la atención, ni esté chupando los labios mostrando que gusta de estar allí.
Cuando esté vuelto un coro a otro coro, guárdese de no levantar los ojos con alguna pequeña ocasión j ni grande, o vana curiosidad, mirando la postura o número de los religiosos que están en el otro coro o quién entra o sale. Cuando esté vuelto al Sanctíssimo Sacramento,
no k esté mirando al religioso que está delante dél a la cabeza, al cerquillo o al pescuezo, que poca ocasión ha menester uno para que el demonio lo haga divertir o entretenga en un solo piojo que al otro le va el cuello arriba. Esté con mesura, recato, gravedad y compostura de ángel, pues ése es el officio que está allí haciendo.
Procure, una vez dentro en el coro, no salir ni dejarse llevar de fingidas necesidades, que las sabe muy bien pintar [128r] el demonio para echar de allí un religioso, que con su salida pierde él aquella sancta asistencia que tenía delante de Dios y a los otros los perturba y aun los hace juzgar si lleva ocasión o no la lleva. Si alguna vez se viere obligado a salir, lo que le falta de aquella hora que estaba rezando no la vaya rezando por el camino con voz clara y alta, hecho sacristán de aldea. Y lo propio, si algún día entrare tarde en el coro, no se detenga a la puerta a rezar y alcanzar a los que rezan en el coro, porque en esta ocasión no pueden tener atención ni saber lo que se hacen. Después lo pueden rezar en su celda despacio o quedarse con licencia en el coro. Nunca es lícito arrimarse a las paredes, ora estén en pie sin bancos, ora estén sentados, salvo si los asientos estuvieren tan pegados a la pared que no sea posible menos para estar el cuerpo derecho.
Si tuviere algún officio, déjelo hecho antes que entre en el coro. Si fuere portero, tengo por acertado no vaya al coro -digo en los conventos que cada momento llaman-, sino que mientras en el coro se rezan las horas él se vaya a rezarlas a solas delante el Sanctíssimo Sacramento. Guárdese cualquier religioso que sea de entrar a llamar a nadie en aquella ocasión; dilátelo, que no la hay tan forzosa que a eso obligue. Si alguien lo buscare, digan que está en el coro. Si fuere necesario que salga a dar algún recado de comida o bebida, aguárdese. Y en esto los prelados habíen de tener grandíssimo rigor. Yo he visto salir del coro algunos hermanos haciendo una seña al prelado con que muestran llevan alguna necesidad. No lo tengo por acertado, sino que lleguen y digan su necesidad y, si en eso fuere continuo, se sepa qué necesidad para que se la remedien o deshagan.
El prelado debe en aquel lugar tener más cuenta que en otro ninguno se cumpla todo eso. Y advierta que si se le ofreciere dende su asiento llamar algún fraile, guárdese de no llamarlo con la mano ni haciendo señas con la cabeza, pues decimos que allí ninguno ha de mirar ni levantar los ojos, y así presuponemos que no le verá el súbdito llamarlo. Tanpoco con palabras, pues es lugar de silencio. Salga de su asiento, si la necesidad fuere tan urgente, y dígale al religioso, más por señas que por palabras, lo que quiere, y el súbdito hínquese de rodillas y bese el scapulario y haga lo que le han dicho. Pocas y muy raras veces se ha de enmendar o enseñar al súbdito que no sabe en aquel lugar, sino callar y advertir lo que fuere necesario para cuando se haga capítulo o estén fuera de allí, salvo si la postura que alguno tuviere o lo que
hiciere perturbare o causare risa a los demás; en tal caso, puede llegarse a él quedito y advertirlo.
[128v] En este lugar no vaya nadie a dar recados al prelado. En todas las ocasiones se escusen diciendo que están en el coro. Si algún religioso viniere de fuera y entrare a tomar la bendición, bese su escapulario y tórnese a salir sin hablar, que después, en otro lugar, dará cuenta de lo que por allá fuera ha hecho o pasado. Si fuere donado y trujere algo, déjeselo fuera, no entre cargado con sus alforjas y esportillos. Que, ya digo, el demonio ha menester poco para perturbar a un religioso puesto en aquel lugar, donde le pedimos tenga el corazón recto y derecho a Dios, y cualquier cosa es cierto lo hará inclinar como a las balanzas del peso que están en fil: una pajita baja, una, descompasadamente y sube la otra como más liviana.
Hablo por experiencia, porque he visto en el coro con muy livianas ocasiones reír y perturbarse todo el convento, que es bien haya grande cuenta con que se les quiten. Que, aunque es verdad que la risa en un religioso descalzo es señal de rectitud y pureza de conciencia y muestra que nada hay que le dé pena pues cosas tan livianas le dan contento, pero con todo eso es también señal de liviandad y ser como unos pesillos de los plateros, que una muy pequeña cosa los hace subir y bajar. Pero hay otro pesón y romanas donde se pesan cosas grandes y quintales; éstos, para hacerles volar a una u otra parte, es menester les echen cosas de consideración. El religioso, que en el coro trata con Dios y pesa cosas de tanta consideración, no ha de ser bastante el desentonarse el otro o la entrada o salida del donado para que le mueva a reírse. Bien veo es pasión, pero el ejercicio de ella se puede refrenar y ir a la mano, que lo tengo por notable falta y gran tentación. Y si se abre en esto una vez la puerta al demonio, cada momento lo hallaremos a ella hecho juglar, moviéndonos a risa; y tiene el traidor buena escusa con decir es pasión y contento que tienen los religiosos; y yo le respondería que miente, que en aquella ocasión no es pasión, sino liviandad y facilidad.
Si estando en el coro entraren algunos religiosos de otras órdenes o sacerdotes seculares, el vicario o el sacerdote religioso más antiguo, a cuyo cargo debe estar esto, vaya por las tales personas y las ponga al lado del ministro en el lugar que arriba atraviesa. Si fueren seglares, vaya y dígales que qué buscan, que se aguarden, que están los religiosos en el coro.
Siempre que el prelado superior se levanta de su asiento, acostumbran nuestros religiosos a levantarse de sus asientos, pero adviértase que, si el prelado sale de su asiento para avisar algo a algún religioso o mirar si en la sacristía están vestidos o a hacer registrar, [129r] no se han de levantar, sino estarse en sus asientos como se estaban. Y tanbién cuando se levantase a hacer officio de súbdito, que se puede ofrecer por haber pocos en el coro y, estando en maitines, levantarse el prelado a decir dos o tres liciones. De manera que el levantarse sólo ha de ser cuando se levanta a hacer officio de prelado y a decir la lición que le
echaron en la tabla, y no cuando por alguna ocasión liviana se menea de su asiento.
Las demás cosas pertenecientes al coro están escritas en nuestro ceremonial.
4. Durante la oración mental
En l lo que toca a las horas de oración que se tienen por la mañana y tarde y después de maitines, tampoco será necesario detenernos en esto, porque yo no enseño aquí a tener oración a los religiosos; sólo aviso, según Dios me ayudare, de las cosas exteriores y pertenecientes al cuerpo, porque estas exteriores aparencias son muy necesarias por la trabazón que en ellas tienen unos con otros.
Cuando se va al coro a tener la hora de oración, ya el religioso ha de ir preparado, conforme enseñan los libros que de eso tratan. Y si fuere algún religioso que con dificultad de lo que se lee en el coro no toma materia para tener oración, es bien que la lleve preparada. En entrando en el coro, haga sus postraciones y humillaciones a Dios y a sus prelados, como siempre se hace que se entra en aquel lugar. En estas horas no se ponen por orden los religiosos, sino cada uno escoge aquel lugar que le parece le será más acommodado para aquella hora.
Cuando se hinque de rodillas, procure ponerse de suerte que no ande después en el discurso de la oración meneándose por estar mal puesto o acommodado. Si fuere flaco, procure poner debajo de las rodillas los hábitos. Si en el discurso de la oración se cansare, lo ha de llevar communicado con su ministro o maestro de novicios, porque no es lícito pedir licencia allí para sentarse o postrarse. Llévela ya, según su necesidad, y ésta vaya examinada de suerte que lo sea verdadera, y no sea alguna ficción del demonio para que estemos sentados y ociosos aquella hora. Y créanme, mis hermanos -aunque yo confieso siempre estoy sentado; déjoselo a Dios-, que aunque les tomen trasudores y les parezca que se desmayan, que es enredo y fingimiento de satanás, que desea se acommoden para que se duerman o para que pierdan aquella hora. Y que a los principiantes particularmente les aconsejaría yo que se forzasen a estar de rodillas, porque, como son nuevos y no pueden enhilar la oración, pienso lo sería de mucha consideración estar allí sufriendo y llevando por amor de Dios [129v] aquella pena y trabajo. Y también aconsejo a los prelados que, si a los principios vieren algo afligidos o cansados a los súbditos en el estar de rodillas, los lleven con mucha piedad y mansedumbre, que no se puede vencer y alcanzar todo en un día. Denles licencia para que se sienten o postren de muy buena gana, que su tiempo se vendrá en que Dios los asga, engolosine, de suerte que ellos propios se afrenten de estar sentados o postrados.
Procuren no estar allí gargajeando, tosiendo o estornudando muchas veces. Si fuere eso forzoso, pida licencia y váyase a otro lugar a tener oración. Aguárdese de no estar allí suspirando m ni exprimiendo con la boca los afectos interiores, como de en rato en rato estar pronunciando "¡Ay, ay! Dios mío", o soplando, como quien muestra que por tener atención o suspensión ha detenido el resuello. No ande meneando la cabeza, unas veces levantando los ojos al cielo, otras al suelo. Procure no rascarse la cabeza ni el cuerpo. Si tuviere comezón que lo inquietare, llévela quitada o súfrala por amor de Dios. Si tuviere chanclos, no se los quite para hincarse de rodillas, como si fueran chapines de mujer, y luego, acabada la hora de oración, los ande a buscar. Si tuviere licencia para se postrar, no sea donde pasando otros tropiecen en él y caigan. Si se hubiere de sentar, no se tienda, sino, recogidito a un lado, sus pies juntos, se siente. Si fuere verano y sudare, llévelo por amor de Dios o límpiese con modestia y n sin hacer demostraciones sacando el pañizuelo como el cavador cuando quiere tomar huelgo para su continuo afán.
Al principio de esta hora, importa mucho el cuidado que debe tener el lector: que tenga preparado su libro de la meditación, no aguarde a buscarlo entonces y a registrar lo que ha de leer, que se debe dar una muy buena penitencia al que esto hiciere. Procure el prelado sea religioso el que leyere que tenga y lea con devoción, particularmente si oyen seglares la letura. En dándole sónito, cierre su libro y las ventanas y puertas del coro, de suerte que con alguna obscuridad estén los religiosos más recogidos.
La media hora de oración que se tiene después de los maitines de media noche, no hay tanto rigor en las posturas y lugares, porque, como quedan cansados de las dos horas de maitines y los cuerpos de algunos aún no están del todo habituados al trabajo de aquella hora, se permite que se tenga en el cuerpo de la iglesia y que cada uno escoja el lugar que más cómmodo le pareciere y esté sentado, postrado, en pie o de rodillas, según la fuerza de su devoción.
5. El examen de conciencia
[130r] En lo que toca al examen de conciencia -que esto en breves palabras se puede enseñar- no obstante que hay tantos papeles impresos que lo enseñan, diré aquí en cuatro palabras lo que a mí me han enseñado con la llaneza que escribo lo demás, no rigiéndome por papeles ni libros, sino por lo que Dios es servido y más bien me parece conviene se ejerciten y hagan nuestros religiosos.
Examen de conciencia se tiene dos veces cada día, una antes de comer y otra al ir a recoger a la noche. Tiénese por un breve rato que al prelado le parece delante del Sanctíssimo Sacramento. A este
acto no falta hombre inpedido ni ocupado, aunque haya faltado a las horas que se han precedido al dicho examen, porque, como es por breve rato y de tanta consideración, no es bien haya ocasión que a nadie lo haga previliejado.
Hincado de rodillas, preséntese ante aquella gran majestad de Dios, reconozca los bienes que ha recebido de la noche a la mañana de su parte. Agradézcaselos juntamente con el ángel de su guarda, pídale luz para ver y advertir lo que ha hecho en aquellas pocas horas. Arroje los ojos del entendimiento por las palabras, pensamientos y obras que ha hecho; que siendo el tiempo que examina poco, presto y en breve rato se le representarán. Huiga de scrúpulos, que querría tener tiempo para en su ocasión dar a los tales un buen jabón. En habiendo pensado sus defectos, pida a Dios con dolor o, temor, reverencia y confianza se los perdone. Pídale gracia y favor para no ofenderle en lo que queda de aquel día. Pida que perdone a todos los peccadores y haga bien a los bienhechores de la Orden y diga tres veces el Pater noster por las necesidades que siempre se encomiendan. Dirán que esto es mucho para tan breve p rato. No es, porque casi en un momento puede hacer esto un alma devota y habituada a estos sanctos ejercicios.
6. En el coro fuera de la comunidad
Si alguna vez entrare en el coro, solo o acompañado, huiga de no llegarse a las rejas y celugías a ver quién entra o quién sale o quién está en la iglesia, que es notable culpa. Si alguna vez se fuere al coro a oír missa y el coro estuviere en bajo, alce un poquito el paño de suerte que pueda ver al sacerdote y desvíese afuera, donde ni lo puedan ver ni él juzgar. Si se entrare a rezar en el coro fuera de la communidad, arrímese a un rincón sin llegarse a arrimar a las rejas. Si no pudiere estar de rodillas, como queda dicho, no se siente en alto, sino a un lado en el suelo.
[130v] Jhs. M.ª