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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [39] DE LAS OBLIGACIONES DEL SACERDOTE EN ORDEN AL DECIR MISSA
Los sacerdotes, a quien por su grande officio y dispusición, Dios les infundirá un acuerdo y memoria celestial de lo que pertenece a su
officio, no creo será necesario desmigajarles sus obligaciones. Sólo advertirles que, gran rato antes que hayan de decir missa, han de estar preparados a de las cosas a que tienen obligación, porque sería fea cosa que llamasen un fraile descalzo para decir missa y que dijese: No estoy preparado o no estoy confesado. Dos veces tenemos examen de conciencia. Si alguna vez en ellas hallare alguna cosa que barrer y echar de casa, hágalo luego y no lo deje para punto crudo, porque si entonces se fuese a confesar o después de vestido, quod absit, sería señal que vivía con notable descuido.
En nuestra Orden se usa que el sacristán envía a llamar a los sacerdotesb para cuando han de decir missa. Cuando lo llaman, es obligado a ir sin escusarsec que tiene que hacer o que es temprano o que no lo dejen para tarde, o quiera dilatar el decir missa para cuando a él le pareciere. No vaya a cumplir sus devociones ni penitencias a la sacristía, que es lugar estorbado y le impidirán, y eso ya ha de ir hecho, pero podráse hincar de rodillas un muy breve rato junto a los ornamentos que se ha de vestir y entonces podrá refrescar la memoria de todo lo que antes ha pensado y actuar la intención que lleva; y, si no ha hecho el memento, procure allí hacer lo más principal de él.
En el lavarse, registrar y vestirse, guarde lo que el Romano manda, huiga de hablar con el acólito o con otra persona en la sacristía, particularmente cuando se viste para decir missa. Esté muy obediente y conforme a todo lo que el hermano sacristán le dijere, así para cuando le encomendare alguna missa como si le dijere que aguarde o accelere. Procure decir su missa clara, devota y a spacio; en el vestirse, curioso; en el salir, modesto; y, en el decirla, devoto. Si fuere muy mozo y leyere mal, no deje el decir missa o lo procure para tarde, cuando haya mucha gente en la iglesia, particularmente, como dicen, si no le ha venido el miel de la devoción y sentimiento que debe tener de aquel alto sacrificio que sale a ofrecer. Procure, cuando registra, si acaso tuviere esta falta de leer mal, pasar primero los ojos por ella para que después no sea necesario decirla entre dientes. Guárdese de d responder e a alguna persona que le hablare a ida u a venida. Si le pidieren encomiende a Dios alguna necesidad, scúchelo y hágalo.
Si dijere missa al pueblo, no sea prolijo, que no es razón, mientras él [143v] medita, tener el pueblo murmurando. Lo ordinario entre nosotros es tardarse en la missa cerca de tres cuartos de hora, y no reprehendo al que la dice en media. Aquel tiempo es para decir missa y, después de la haber dicho y antes de decirla, para meditarla. Allí se lleva en su pecho el Sanctíssimo Sacramento y va hecho custodia y sagrario del cuerpo de Cristo. Váyase, después de la haber dicho, al coro o a su celda y piense sin medida y dé gracias sin fin y alabe a ese Señor incesablemente. Tenga el prelado gran cuidado de que en esto todos se conformen, que es de gran consideración, y lo demás lo
tengo por imperfección e inquietud del convento. Nosotros tuvimos un novicio sacerdote que por lo menos se estaba dos horas en decir missa y era muy ordinario dejarlo los seglares en el altar y irse sin oír missa entera. Los acólitos no lo podían aguardar porque echarles sobre el trabajo de la Religión dos horas de rodillas había hermano que se desmayaba y era necesario dejarlo en el altar. Descomponía el orden y traza ordinaria que tenía el sacristán en el repartimiento de sus missas. Y, sobre todo, puede haber algún peligro de aquellas devociones en público; pues, como digo, se lleva consigo el Sanctíssimo Sacramento, téngalas en secreto.
[144r] Cuando f diga missa, comulgue de buena gana a las personas que se le llegaren y siempre procure poner recado de formas, porque al frangillas suelen ofrecerse desgracias y, si las dejan de comulgar, van desconsoladas o pierden este summo bien por ser personas ocupadas g.
[143v] El dar las gracias no sea tampoco en público ni en la sacristía. Recójase al coro o algún oratorio, particularmente si es persona desocupada, y allí despacio, con sentimiento, dolor y lágrimas, adore, reverencie y dé gracias aquese gran Señor que se dignó en entrar en su casa. Procure todo cuanto pudiere conservar la devoción de un día para otro. Como hacen las buenas criadas, que tapan y encubren la lumbre de noche por no la andar buscando por las vecinas cada mañana. Y así será de gran consideración pedirle a ese Señor que, no obstante que se deshagan las species de pan y vino debajo de quien estaba ocultado, que con veras Su h Majestad se quede tapado y encubierto en lo escondido del alma para que otro día i y todos los momentos de aquel en que está encienda fuego y levante llama en sus obras y palabras de grande amor suyo. Por un grande rato, después de dicha la missa, procure no scupir y, si su necesidad fuere forzosa, eche la saliva a un rinconcito.
Algunos hay que quisieran decir dos missas cada día, otros quisieran decirla a tercer día. Todo podría ser laudable respecto de diferentes fines, y así no me pongo a alabar más lo uno que lo otro, aunque mejor es el amor que mueve a la continuidad que no el temor que pide dilación. Entre nosotros no hay que tratar esta cuestión, [144r] respecto que es orden de la obediencia la diga cada día, y ésta no puede dar licencia para que diga dos en un día ni permite la deje de decir. Si algún día le pareciere tiene alguna justa y urgente causa para no decirla y que el temor le aprieta mucho, communíquelo con su prelado, que padre es y acudirá a sus necesidades. En cada un año pida licencia a su prelado y él se la dé para decir dos o tres missas por sus padres y hermanos, como es la Paschua de Navidad, Todos Sanctos y Paschua Florida, no obstante que en todas sus missas debe encomendarlos a Dios. De esto diremos en el capítulo de los sufragios por los difuntos.
La semana que le echaren officio humilde o fregador, procure decir antes missa, por el inconveniente que tiene el ensuciar las manos o ir oliendo a la basura de los platos sucios.
Todos los trienios, en los capítulos provinciales, se señala j un hermano sacerdote de quien se pueda tener la confianza que se debe acerca de las ceremonias de la missa. Y éste, por el tiempo que nuestro hermano provincial le mandare, irá por todos los conventos de su provincia examinando a todos los sacerdotes en el modo de decir y celebrar la missa. Y al que no estuviere bien en las ceremonias, se las enseñará. Y para esto le estarán todos sujetos, dende el ministro hasta el menor de los hermanos ordenados. Y al que hallare con notable falta o insuficiencia para hacer con presteza, agilidad y puntualidad lo que el ordinario manda, le suspenda el decir missa hasta que nuestro hermano provincial k lo sepa o mande lo que se ha de hacer. Y antes de cantar missa, tenga el ministro del convento particular satisfacción de que sabe bien las ceremonias; y de otra manera no se le consienta cantarla.
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