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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [48] DEL MODO DEL RECEBIR NOVICIOS DESPUÉS DE EXAMINADA SU VOCACIÓN
Parece en estos tres o cuatro capítulos postreros me he salido algo del intento que iba tratando. Fueme fuerza, según algunas cosas que al presente se nos han ofrecido de una visita que tenemos 1. En lo dicho y en lo que adelante se tratare, quiera la Majestad de Dios acierte a decir aquello que sea más agradable a sus ojos. Ya quedó tratado arriba de las propiedades y calidades que debe tener el que hubiere de tomar nuestro sancto hábito. Ahora será bien tratar, aunque en pocos ringlones, el modo de admitillo y darle el hábito.
1. Avisos previos
Pues digo que, después de estar el prelado satisfecho es persona que está bien a la Religión el recebirlo, sin que el estudiante lo sepa se proponga al capítulo de los frailes y avise de sus partes a y tómenle los votos.
Habiendo salido admitido, avísesele según sus fuerzas traiga hábitos y mantas, o lo que nuestra sancta regla manda 2, en parte o en todo, no siendo causa suficiente para no lo admitir el no tener o traer hábitos cumplidos; que, si la persona conviene, haga el convento esa limosna, que por más está la prenda.
Si toma el hábito con consentimiento de sus padres y parientes y no hay ningún peligro en ellob, avísesele se despida de todos, como quien se va a otro mundo o a morir, pues es verdad que cuando en alguna ocasión los torne a ver será muy de paso y por cumplimiento.
Avísesele que, antes que tome el hábito, ha de hacer una como confesión general de las cosas que en otro tiempo le pudieron dar más pena, por si acaso la quisiere hacer fuera de casa. [180v] Que a esto no es bien obligarle, pues habrá algunos tengan notable vergüenza de confesar lasc cosas que hicieron en el siglo con los religiosos que han de vivir según otra vida bien diferente y trocada.
Avísesele deje cercenadas todas sus cosas, porque no han de dar entrada dende el día que se quedare en casa a ningún género de personas que quieran o tengan que tratar o negociar con él.
2. Los ocho primeros días
Désele, en el puncto que viene, una celda en el noviciado o parte que se pueda ver y acudir con facilidad aquellos primeros días a sus dudas y dificultades que se le ofrecieren. Esté ocho días en su hábito de seglar en esta celda apartada, donde, ya que de una vez no se le dé todo el rigor de cama y comida que ha de tener, pero débesele dar toda la soledad y tiempo para lición y oración que después ha de tener en la Religión. Pueden hacer acudan a las más horas de coro, hacerles saber las cosas más menudas que hay en la Religión. En estos pocos días es cierto están combatidíssimos de tentaciones, dudas y perplexidades, porque, aunque es verdad vienen resueltos y con ánimo determinado de tomar el hábito, luego en estos días, para mayor mérito suyo y que de nuevo torne a alcanzar nuevas victorias, permite Dios el demonio se lo ponga en cuestión y duda. Pero de todas le saca su buen maestro con victoria. Pero es menester visitarlo de dos a dos días con un religioso prudente, discreto, sancto y humilde de los varones que dicen encendidos en charidad, que le pegue fuego en tiempo que tanto habrá menester para vencer todas las tentaciones y dificultades que el demonio le hubiere puesto. Estará con él un rato d, mostrarle ha amistad para que descubra su corazón y diga si acaso le ha quedado o tiene alguna pena para que con sus buenos consejos le ayude a desembarazar el corazón y limpiarlo de todo cuidado.
Si acaso le dijere que lo tiene de no dejar en el siglo quien por aquel año cuide de su hacienda o de otras cosas que él tenga a su cargo, dígale e las palabras que dijo Cristo al que estando en su compañía le afligían pensamientos de fuera de aquel colegio apostólico: que deje enterrar f a los muertos sus propios muertos 3. Dígale cómo ya no ha de cuidar de cosa, sino de su propia alma y de vivir a solas con sólo Dios. Désele un librito de la pasión de Cristo o un Contemptus mundi o Prado espiritual, exemplos y vidas de sanctos, que éstos son los libros [181r] que le animarán y ayudarán mucho.
Por estos ocho días no lo lleven a la recreación con los demás religiosos ni por imaginación, porque podría irse como g otros han hecho y vale más que lleven gustado algo de la mucha aspereza que hay que no de las pocas recreaciones y ayudas de costa que tienen los pobres religiosos. Podrán enviarlo algún rato solo a la güerta con su rosario o librito a que se desavahe un poco. En estos ocho días procure hacer un par de confesiones y recebir dos veces el Sanctíssimo Sacramento.
3. Exhortación del maestro o del ministro
A cabo destos ocho días, visítele el hermano maestro o ministro del convento. Sepa si siempre ha perseverado en sus sanctos y continuos
pensamientos, o qué es lo que más pena le ha dado: si es lo que deja o lo que abraza, si es el mundo, padres, parientes o hacienda, regalo o descanso, si teme el rigor de vida y aspereza de Religión. Luego se echará de ver si son miedos naturales, tentaciones o flaqueza de vocación. Si son miedos naturales, quíteselos con palabras blandas y amorosas, fortifíquele el natural flaco diciéndole cómo en la Religión hallará padre y hermanos y h hará Dios con él en esa materia un trueco de ciento por uno, pues, dejando en el mundo uno o dos hermanos a quien la carne y sangre hizo una misma cosa, en la Religión los hallará y tendrá a millares los hermanos que non ex sanguinibus neque ex voluntate carnis, sed ex Deo nati sunt 4; hermanos y hijos de un Dios, quien no la carne hizo una misma cosa, sino el spíritu. De suerte que el amor y amistad será tanto más aventajado cuanto lo es el spíritu de la carne, que cada uno de estos dos amores dura según el fundamento que tiene; y como la carne es como el heno, pásase presto el amor de carne, aunque sea de hermanos, porque sale el sol i -dice Esaías- et siccatum est foenum 5, y con una llamaradilla que echa se pasa el fuego y se consume el j heno. Pero el amor del spíritu, como tiene por fundamento a Dios, mientras este spíritu vive, vive en él k el amor de Dios, vive también el amor del prócximo y en tanto les durará ser hijos de Dios en cuanto les durare hacer l obras de spíritu. Así lo dice san Pablo: Quicumque spiritu Dei aguntur, ii sunt filii Dei 6.
Si echare menos m el regalo que deja y temiere el poco que tendrá, descúbrale la charidad y amor con que se acude en la Religión a todas las necesidades de los religiosos, que es sin comparación con más abundancia que en el siglo, pues es verdad que, habiendo dejado a su padre y madre, tiene n obligado a Dios [181v] a que entre en su lugar, según lo que dice David: Pater meus et mater mea dereliquerunt me; Dominus autem assumpsit me 7. Probándolo con muchos exemplos de sanctos, a quien por haber dejado con veras todo lo de la tierra, se ha visto serles o Dios su médico y la Virgen su enfermera, gozando en la tierra lo que gozan los bienaventurados en el cielo, donde el mismo Dios es el que los ministra y regala. Avísele cómo todos los trabajos y duelos de la Religión son mucho menores que los del siglo, pues disminuyéndose aquéllos, según el refrán español que dice que los duelos con pan son menos, éstos lo deben ser con tantas ayudas de costa como en la Religión hay, donde nuestro pan cotidiano es la retribución que de Dios recebimos, ya en regalos corporales, ya en regalos spirituales. Asegúrele cómo en las religiones nadie murió de hambre, según lo que dice David: Non vidi justum derelictum, nec semen eius quaerens panem 8.
En esta tal ocasión, que es cuando el demonio toma por instrumento y medio, para hacer retroceder de su sancta y buena vocación y volver atrás, al natural del hombre que de suyo es tímido y flaco, es bien que se le descubran todas las ayudas de costa que hay en la Religión, así naturales como sobrenaturales. Y es bien, en rato de tanta agonía como yo aseguro que en aquel rato padece un alma, el prelado o maestro de novicios se le vuelva ángel que lo conforte y anime 9.
Si mostrare alguna flaqueza o por haber sido combatido del demonio y lo hubiere asombrado, déle alguna doctrina y muéstrele cómo este adversario siente tanto que haga divorcio y aparte trato y conversación tan del todo que ya le será dificultoso darle un alcance, pues, primero que de veras le tiente y tope p, ha de topar tres o cuatro porteros y otros tantos prelados que le sirven de muralla y defensa. Que no se espante, que se le sale de las manos uno que algún tiempo era su amigo y aliado y que teme en el infierno le han de q hacer algún mal tratamiento por haber dado tan mala cuenta de sí de la persona que se le encomendó y que, como ya que le quedan tan pocos ratos, quiere y desea despedirse con abrazos apretados y de sentimiento, haciendo mill ofertas aparentes para lo por venir si con él no se muestra tan cruel en dejarlo así de todo punto. Dígale que no se espante, que no es la victoria tan pequeña que alcanza, que estando de ella [182r] gloriosos los cortesanos del cielo, los del infierno están afrentados r y pesarosos y así, como gente rabiosa, todos disparan su artillería para ver si pueden derribar y vencer al nuevo soldado de Cristo.
Bien es que en esta ocasión sea avisado de estas cosas s y de otras, particularmente diciéndole cómo este enemigo de las gentes es un fanfarrón y en todo lo que dice miente, no siendo oro lo que en su boca reluce, y cómo, fiando de Dios, le enviará una marea delicada que temple el fuego que con sus tentaciones aquellos días ha encendido el tirano de Nabucdonosor 10 para quemar y abrasar los buenos pensamientos que en la tal alma habían nacido y aun se eran niños que por conservarlos y crecerlos gustaban por sólo Dios trocar la mesa del rey que en el mundo se pone por los ayunos y yerbas de la Religión.
Y es muy cierto que, si del todo no se deja vencer este tal hermano en esta prueba y ocasión, no tiene lejos la gloria de su vencimiento ni son muchos los golpes que le quedan en este trance, porque una vez determinado con última t resolución contra cualesquier pensamientos y tentaciones, verá cómo en su alma le queda un cielo raso, quieto, sereno y cómo, sin nublados, truenos ni relámpagos, siente caer en su alma una lluvia amorosa, suave, que, no cabiendo en vasija tan pequeña, revienta por los ojos derramando lágrimas y destilando de ellos, como
de alambique y alquitara u, agua que con verdad merece llamarse de ángeles, pues ellos son los que en nombre de Dios administran aquellas fuentes. Sentirán y echarán de ver cómo aquellas apreturas primeras pasaron y dejaron el corazón anchuroso, dilatado y Dios que le está limpiando las lágrimas de los ojos. ¿Cuántas veces, habiendo pasado grande apretura en una iglesia, después de ida la gente nos parece, cuando queda desembarazada, es mucho mayor que antes era v? Pues acabada la tentación, nuestro corazón no parece mayor, sino que en realidad de verdad lo es, porque se ha ensanchado y w dilatado con la horma grande que por aquel rato permitió Dios que tuviese de aquellos ahogos y tentaciones. No quiero decir ni tratar de la certidumbre de los bienes que de cerca le vienen a nuestro soldado en esta victoria, que seríe nunca acabar; él los experimentará y los verá y a mí, aunque de lejos, me los dirá. Sólo le ruego que cuando los tenga y goce le pida a Dios que a mí me los dé a sentir en esta vida y a gozar en la otra.
4. Consolar al que ha de volver al siglo
[182v] Si esta persona que por estos pocos días ha estado en aprobación, cala y cata -que acá decimos- de su parte y de la nuestra, mostrare flaqueza de vocación de suerte que, habiendo hecho con ella todas estas diligencias que quedan dichas, no hay sino darle lugar para que se vuelva, procurándolo consolar con las mejores palabras que pudieren, que no todos han de echar por un camino, pues tiene Dios tantos y en tan diversos estados para el cielo, donde tiene preparados lugares y sesiones según la vida y mejoros de cada uno 11. Y en esto de escoger estado, el acierto nos ha de venir de Dios, que es el camino, verdad y vida 12, principio, medio y fin de todas nuestras pretensiones 13. Y si el otro se quiso ir tras Cristo x, Cristo le responde cuánta es su pobreza, pues "las zorras y comadrejas tienen y cuevas y los pájaros nidos, y el Hijo de Dios no tiene donde reclinar su cabeza" 14. Y más vale acertar siendo casado que no errar siendo religioso.
Y en esos pocos de días que ha estado en el convento, puédelo haber traído Dios a que ponga los ojos en la muestra y dibujo que pretende Su Majestad traslade en su alma en cualquier tiempo, lugar y estado en que se hallare. Porque muchas veces sucede mirar un hombre a otro que ejercita algún officio, como de pinctor o entallador, que de sólo mirarlo procura, sin ser de su profesión, hacerlo y probarlo en su casa echando sus ciertas rayas y dibujos a tiento, con que se entretiene y gasta algunos ratos que le pueden ser de consideración. Esto se le puede avisar: que aquellos ratos que ha estado entre religiosos
le sirvan de haber mirado y visto lo que en todo tiempo, no sólo por entretenimiento sino por el bien y mejoro de su alma z, debe hacer haciendo sus ciertos rasguños con las disciplinas y dibujos con la oración; que ya que no sea religioso, la imitación de su vida le será de grande provecho. Con estas y otras palabras semejantes lo pueden enviar muy consolado. Y es obra muy de charidad, porque el demonio, que para sacarlo fuera le ha pinctado tantas conveniencias, podría después a causarle pensamientos [de] desesperación y desconsuelo. Y si es Dios el que lo vuelve al siglo, es bien tapar lab puerta por donde el demonio le puede acometer.
5. Consideraciones para antes de tomar el hábito
Los que después de haber aprobado esos pocos días se conociere ser voluntad de Dios que se queden, ya para el día que se le ha de dar el hábito es bien todo esté hecho y apercebido con tiempo, tiniendo cuidado el maestro de novicios de lo haber encomendado todo a algún religioso que con amor, veras y cuidado [183r] acuda a todo, sin que en nada haya falta. Que lo sería muy grave si, llegado a darle el hábito, por no tener paños menoresc o hábito interior, le pusiesen el hábito sobre algunos vestidos seculares, que lo uno parece mal y ellos, que en los principios piensan que el hábito hace al monje, en quedándose con algo no se tienen por religiosos ni monjes enteros.
Denle en la celda a solas para que él se vista su hábito interior y lave sus pies para que todo lo de afuera quede limpio y raído. Avísesele a él que cuando se desnude aquellos hábitos seculares que sea con consideración y sentimiento, pidiéndole a Dios le desnude de veras y de una vez para que merezca en aquel acto vestirse de la gracia que Su Majestad da y concede a los que de veras se alejan del viejo Adán, de que han estado vestidos hasta entonces. Esto lo haga de rodillas delante de la cruz o Cristo que le hubieren dado, considerando que desnudo subió Cristo a ella para luchar contra el demonio, de cuyas victorias habíe de sacar despojos con que enriquecernos. Dígale allí mill requiebros interiores, calle la lengua y suéltese el afecto con que diga a Dios: Mill millares de veces seas tú, Dios mío, bendito. Y ¿dónde merecí yo ser así parecido a ti y que mis almuerzos y comidas sean tan parecidos a los d que tú tuviste en esa mesa de la cruz? Pues yo deseo ser pobre de veras, como tú, Señor mío, lo eres; seamos una misma cosa, tú pobre y yo pobre, tú manso y humilde y yo que te imite, tú paciente y sufrido y yo callado. Si es gran cosa, Señor, muchos hermanos ser una misma cosa, ¡cuánto más será que tú y yo seamos un Cristo crucificado, porque, siendo como tú, Señor, humillado, seré contigo ensalzado!
Dígale con veras y de corazón: ¿Qué haré yo por ti, Señor, que hoy me entras en tu casa y quieres que yo te halle? ¿Cómo, Señor, te serviré, agradaré, amaré, querré y me desentrañaré para e unirme y entrañarme en ti? Mira, Señor, que ya no te me has de ir ni apartarte de mí. Ya sabes, Señor, que vengo huyendo de la justicia a retraerme a tu casa porque yo había hecho y cometido muchos delictos y, si hubiera encontrado conmigo, ya yo estuviera en los infiernos; pero en esta tu casa, que es de refugio, tendré seguro mientras tú estuvieres a mi lado. Y en apartándote, Señor, como caña me doblegaré y será fácil engañarme los demonios que, aunque en sagrado, tienen f licencia de entrar, como guardas que ponen al retraído a ver si lo pueden engañar y sacar de sagrado, volverlo al siglo, donde con facilidad lo puedan [183v] echar mano y hacer dél a su voluntad, como alma y persona a quien Dios lo ha dejado para que todos tengan lugar de perseguirlo.
Procure, mi hermano -que mejor me parece será hablar yo con él-, cuando se desnude, a cada cosa que se despoje, tener una consideración breve. Descalce sus pies y dígales: Si vosotros hubiérades estado descalzos y pisárades espinas, no hubiérades sido tan ligeros en el camino de la maldad. Así estáis buenos para que no rompáis ni saltéis el seto que dice Dios g por Jeremías tiene puesto 15 para que los peccadores no salgan de la raya y medida que él tiene echada con sus mandamientos. Descalzaos, pies; pues hasta ahora habéis echado de ver el lodo que habéis pisado, gozad de la sangre que Cristo derramó para vuestro lavatorio y limpieza.
Pase adelante y, desnudándose el cuerpo, considere cuán a pospelo le quitaron a Cristo sus vestiduras -no para ponerle otras sino para jugar y sortear aquéllas entre los soldados y verdugos inicuos 16- y cuán avergonzado quedó en aquella cruz por no tener con qué cubrir sus sacrosanctas carnes si no fue con aquella lluvia de sangre que de su celebro y costado bajaba, y que si él se desnuda se desnuda para ponerse un hábito blanco, aventajado a todos los brocados del mundo, -¿qué digo?- aventajado a los pedazos del cielo impíreo y estrellado, pues es hábito que la Sanctíssima Trinidad envió del cielo para que lo vistiesen los que en sus personas habíen de traer scrito el nombre inefable de la Sanctíssima Trinidad.
Quítese la capa y diga: ¡Qué de veces, Señor mío, yo he sido capa y cobertura de peccadores y de los que te ofendían, tapándoles, disimulándoles y ayudándoles a sus depravados intentos! ¡Qué de veces he buscado yo escusas y razones con que tapar mis propias ofensas! Ya, Señor mío, vengo, no a tapar las ajenas, sino a descubrir las propias y hacerme yo pregonero de ellas. Doyte millares de gracias que ya, Señor mío, no podré tapar cosa que sea contra tu gusto y voluntad, pues me entriego a tantos ojos que me miren.
Quítese esa túnica y camissa interior y diga: Por un solo peccado de inobediencia que hizo Adán, salió desnudo del paraíso, cubierto con unas pobres hojas de higuera17 y, a buen librar, con unas pobres pieles de animales. ¡Qué he hecho yo, Señor, de peccados! ¡Qué cortos son mis castigos o, por mejor decir, qué [184r] grandes mis mejoros y premios, pues en pago y castigo no me echas de tu paraíso, sino me entras en otro muy aventajado, pues es paraíso de deleites del alma! No me veo vestido de pieles ni de hojas de higuera, sino de Cristo crucificado y del fructo del árbor de la cruz.
Hable consigo y dígase: ¡Ea, carnes, no hay sino hacer el cuero a las armas! No me digáis ya melindres, no h hay ya frío ni calor, ni ha de haber dolor. Todo eso ya pasó, porque daba Dios la nieve conforme a la lana. Ahora que estoy desnudo me abrigará mi buen Señor y, si algo sintiere, camino es ordinario por donde van los que siguen el rastro de la sangre que Cristo por la amargura llevaba.
Tome el sombrero de su cabeza, suéltelo en aquel suelo y diga: ¡Oh Padre y Señor mío, y cuánto mejor estuviera mi cabeza coronada de spinas, por tanta vanidad como en ella ha estado encerrada, que no cubierta con defensivos del sol y del frío! De hoy en adelante, Señor mío, préstame esa preciosa corona con que tú pareciste hecho rey a las hijas de Jerusalén 18 para que, rompiendo este mi celebro, en él se hagan mill puertas por donde salga tanto viento como en esta mi cabeza ha estado encerrado. ¡Oh Padre y Señor mío!, y quién viéndose ya la cabeza y cara descubierta, avergonzado i, no se atreviese a levantar los ojos al cielo -como el humilde publicano 19-, antes -como tú en la cruz 20- la bajase diciendo de hoy en adelante a todo lo de rigor y penitencia de sí: sí a la mortificación, sí a las afrentas y a todo lo demás que de hoy en adelante se me ofreciere.
Después de esto, póngase sus habiticos pobres interiores, precie aquellos pobrecitos remiendos, estímelos, pues en el cielo se le han de volver soles y estrellas lucientes. Salga j luego como un gayán 21 y caballero denodado a que le vistan y den las armas de caballero de Cristo. Aguarde k a que le pongan este hábito blanco, que denota la inocencia y limpieza con que ha de pelear contra todas las astucias del demonio resistiendo de pies a cabeza y no dando lugar a que ninguno de sus sentidos se tornen a ensuciar. Aguarde este soberano y divino scapulario, que es la cruz y yugo liviano que Cristo promete 22, que le ha de servir de lanza para ahuyentar a satanás, enemigo de esta sancta cruz. No quiero decirle más, que el prelado que le diere el hábito tendrá cuidado de decirle sanctas y divinas consideraciones con que se abrase y derrita [184v] en amor de quien tanto bien le hace.
6. La vestición del hábito
Las pocas o muchas ceremonias que en este acto debe hacer el que hubiere de tomar el hábito las debe llevar bien sabidas, de suerte que él nada ignore ni el maestro aguarde a decírselas a puncto crudo. Y pues aquí scribo lo que hasta ahora se ha hecho en la Religión y lo que se entiende se hará, será bien avisarlo para que de aquí lo apriendan los maestros de novicios nuevos y los que de nuevo trujere Dios del siglo.
Estos hábitos se deben dar pocas veces en público para que sea aquel acto estimado como es razón. Pero cuando se diere, tañerse ha la campanilla para que todos se junten en el oratorio. Dende allí van todos juntos delante el Sanctíssimo Sacramento. Todos los religiosos delante, atrás el maestro de novicios con su ahijado vestidos los hábitos interiores, la capa que trujo del siglo y su sombrero, llevando en entramos brazos los demás hábitos exteriores que el prelado le ha de poner. Luego ha de ir tras ellos el prelado. Todos l juntos m se hincarán de rodillas por un breve rato; dará sónito el prelado n y, levantándose todos, se sentarán, puniéndose el prelado que ha de dar el hábito en su banquillo, que ha de estar a un lado del altar. El que ha de recebir el hábito, llegarse ha a sus pies y, puniendo los hábitos en el suelo, quedarse ha postrado sobre ellos. El prelado le dirá: "Levante, hijo, y diga lo que pide". Y adviértase que, si el prelado no fuere revestido con capa de coro, ha de tener allá el sacristán o el ceremonial, estola y agua bendita y, en sentándose el prelado, ha de llegar y darle la estola para que se la ponga y el libro para que lo tenga en las manos. El maestro de novicios se queda de rodillas con su ahijado y, cuando el prelado le dice que se levante y que diga lo que pide, el maestro de novicios lo levante y quedito vaya diciendo con él: "La compañía de los hermanos y la pobreza de la Orden", que son las palabras que siempre hemos acostumbrado a decir. Luego, se irá el maestro de novicios a su asiento y el prelado hará la plática que se acostumbra, procurando no ser largo, porque, como está de rodillas el novicio, suelen desmayarse con la congoja que entonces tienen.
Y pues el modo de dar el hábito está scrito en el ceremonial, no hay aquí para qué traerlo ni p decir más de que por aquel breve rato todos lo encomienden a Dios lo haga Su Majestad tal religioso cual conviene.
Si el hábito se diere en el oratorio, en acabándoselo de dar, hemos acostumbrado a ir con él en procesión delante del Sanctíssimo Sacramento, cantando el psalmo Laetatus sum in his quae dicta sunt michi 23 o el psalmo Lauda, [185r] Jerusalem, Dominum 24. Y en llegando a la capilla
mayor, el novicio se postra y el convento canta el Veni creator Spiritus, y se dicen las oraciones que se acostumbran, y luego el psalmo Ecce quam bonum, etc. 25, como está en el ceremonial. Y se tornan con el psalmo De profundis 26 todos a las celdas.