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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [52] DEL APROBAR LOS NOVICIOS Y LO QUE DEBEN HACER PARA SU PROFESIÓN Y POR ALGUNOS DÍAS DESPUÉS DE PROFESOS

 

 

 

1.  Dificultad de la materia

 

  Para scribir este capítulo quisiera una sciencia y sabiduría celestial, porque así como es dificultoso el aprobar o reprobar, lo es el enseñarlo. Nadie es posible que en la tierra sepa ejercitar este officio, sino sólo


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Dios en el cielo, a quien nada hay abscondido, ante cuyos ojos están abiertos, claros y manifiestos, los corazones de los hombres 1. Con saber un hombre tanto de sí propio y ser él mismo su guardajoyas, secretario y thesorero que sabe lo que hay en su casa, el que tapa y descubre sus cosas según le parece, con todo eso dice dél el Spíritu Sancto en [2 Corintios]: Non enim qui se ipsum commendat, ille probatus est, sed quem Deus commendat 2; que no vale nada la aprobación del mismo hombre, sólo vale y es cierta la que Dios hace, que es el scudriñador de los corazones e interiores de los hombres 3. La razón por qué este acto y juicio es incierto y dificultoso a los hombres es porque sentencia el hombre por las pinturas y dibujos exteriores que ve en el rostro, los cuales se mudan por momentos, lavándose y borrándose con las ocasiones y tiempos. Y a la aprobación, para ser buena, ha de caer sobre virtudes fijas y sólidas, porque, de otra manera, el que hoy es aprobado mañana merecerá ser reprobado, y así es muy ordinario hallarse los tales aprobadores cada día burlados y arrepentidos de lo que primero hicieron.

  Lo segundo, la aprobación había de caer, para ser buena, según la justicia final con que un hombre se justifica para quedarlo para siempre, y no sólo sobre la presente. De donde nace que, reprobando muchos por la poca satisfación que al presente tenemos, de ellos reprobamos muchos escogidos y sanctos que en breve se vuelven a serlo y a torcer el camino avieso que otras veces trujeron; y, por el contrario, acostumbramos ab aprobar muchos virtuosos que en breve se tuercen y hacen demonios. Por esto digo yo que éste es un juicio muy dificultoso y un acto muy incierto para que se debe con grandes veras pedir a Dios luz y verdadera sabiduría y que Su Majestad enseñe quién es el que ha de ser escogido.

  Sabe nuestro Señor tengo esta tarde [195v] que responder a unas cartas de Córdoba, en que me dicen aprobaron un novicio que luego al puncto descubrió libertad y atrevimiento, y otro reprobaron en Ronda y enviaron allí a darle sus vestidos, a quien dicen se le hace grande injusticia. Pide trueque las suertes y mande expeler al aprobado y recebir al reprobado, que en mí causa confusión grandíssima, porque quieren que yoc, absente, sea enmienda de los yerros que hacen los presentes, hartos de mirar y escudriñar las causas de los sentenciados. Aquí veremos lo que es la aprobación de los hombres o su reprobación, pues en un día se vuelve atrás y se quiere revocar la sentencia, confesando su poco saber y grande ignorancia.

 

 

2.  Juzgar a partir de las obras exteriores

 

  Bien veo que los que aprueban o reprueban no han de querer saber el interior del hombre ni lo por venir, que eso es reservado a sólo Dios


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y a quien Su Majestad lo quisiere revelar, pero debe, según algunas conjeturas y actos exteriores, juzgar esas dos cosas. Las obras y las palabras son muestras y descubridoras muy de ordinario de lo que un hombre tiene allá dentro; y cuando un rato quiera fingirse y disimularse, no tiniendo cierta y verdadera correspondencia en lo exterior con lo que en el corazón tiene apoyado, no podrá siempre o por mucho tiempo disimularlo. La mano del relox descubre el concierto y buen gobierno de las ruedas interiores y secretas; y si por un rato la mano nos engaña con su buena postura enseñando las horas ciertas, no podrá por grande rato porque, viendo que no se muda, echaremos de ver está detenida la máquina orden de allá dentro. Y pues para esta ocasión de la aprobación Dios nos ha hecho meros jueces y dado jurisdicción sobre las obras exteriores de los novicios, debemos atender a ellas de tres maneras: en orden a las propias obras, en orden a lo interior y respecto de lo porvenir.

  En orden a las propias obras, si son grandes o pequeñas. Este juicio más atiende a lo corporal y natural d de la obra, que es lo que en ella absolutamente se parece sin otro respecto: si es hombre de fuerzas, si es flaco, si es melancólico, triste, alegre, risueño, si obra con silencio, si es perpetuo en su trabajo, si se cansa, si por atender a las cosas de la comunidad anda alcanzado de fuerzas, si es enfermo, si sano, etc. Todas estas cosas exteriores que no es necesario pronosticarlas, es fácil el sentenciar y echar juicios, y para esto poco saber han menester los religiosos.

  Otro juicio hay de las obras en orden al interior de donde nacen. Y este juicio es más dificultoso y más necesario para la aprobación de un religioso. En el cual juicio más se ha de atender [196r] a la voluntad con que se obran que a las mismas obras, porque obras pequeñas suelen ser de más consideración que otras muy grandes por nacer de un corazón sencillo, blando, amoroso, lleno de amor y charidad. A esto se atendió cuando se sentenció por la vieja que habíe ofrecido el cornadillo y no por los que ofrecían grandes thesoros 4. Hase de mirar en un religioso con grande atención la vida que da y tiene, lo que obra, la gana, voluntad, fervor, charidad y deseo que tiene de acertar; y si es poco y corto lo exterior que hace, se le ha de suplir y recebir como si fuese mucho obrándolo con deseo de aprovechar y gana de servir e a Dios y a su Religión. Este fervor [y] charidad con que un hombre f obra no es muy dificultoso de conocer: las acciones, la compostura, los meneos y las palabras muestran lo que allá dentro tiene. En un bajar de ojos, en el estar sentado, levantado, en el comer, beber y en otras mill menudencias es fácil conocer, no nos engañen. Va el otro labrador por el campo y sólo en el color de los trigos, aunque estén altos, echa de ver la necesidad que tiene la tierra de agua, si tiene humedad o


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está seca. Así, en el color de las obras que un religioso hace, aunque sean grandes, se conocerá si el alma tiene jugo o está seca.

 

 

3.  Juzgar las obras en orden al porvenir

 

  Lo tercero, se han de juzgar las obras en orden a lo por venir. Y este pronóstico, aunque es dificultoso, no tanto que con poco cuidado y atención no se conozca la perpetuidad de las obras y la perseverancia que en ellas nos promete un novicio. En el brío que lleva una bestia cargada conocemos si le durará el paso o cairá presto, y en el peso y velocidad con que una peña rueda una cuesta abajo vemos si parará o se detendrá en el camino. Bien es mirar para la perseverancia, en el obrar del religioso, mirar el peso g, cordura y agilidad con que obra. Y no porque uno obre con demasiada acceleración se ha de atender que son obras que durarán, que bien suele hacer vientos recios que se gastan presto y una pelota sale con furia de la mano del que juega y, por ir llena de lana o trapos viejos, el aire la detiene presto. Por eso digo yo que es necesario atender al peso y actividad con que las obras se hacen. Con h grande furia i y ruido sale una pelota de un arcabuz y, con todo eso, camina y persevera j más su poco a poco un scarabajo o un ratón que esa pelota. La causa es que la pelota del arcabuz la vida que lleva, que le hace caminar, es enprestada y acábase presto y, acabada la vida, se acaba la furia y velocidad con que caminaba, pero estotros animalillos caminan con vida propia que no se les acaba, y así duran.

  Muchos hombres hemos visto que obran con ruido, velocidad y presteza y que paran presto. Y la razón es porque la vida que movía [196v] a aquellas obras era vida enprestada. En acabándose aquel fervor y gana con que obraban, luego para todo. Otros hay que, su poco a poco, por la vida más propia y perpetua con que obran, duran más en sus acciones y perseveran más en la virtud. Así dice el adagio latino: Gutta cabat lapidem non vi k, sed saepe cadendo, ita cor hominis [fit sapiens] non bis, sed saepe legendo 5; la perseverancia en el bien obrar es la l que desmorona y deshace las piedras, y ablanda y hace más dóciles los corazones más duros que pedernales. De manera que en la continuidad con que un religioso obra, aunque no sean obras muy grandes, descubre la perseverancia y duración que tendrá en el bien obrar en la Religión, en el peso y cordura con que obra.

  Parece hemos querido calificar las obras de nuestro novicio examinando las causas que le mueven para las tales obras y hemos dicho, aunque confundiendo las de las tres, de la eficiente, material y formal. Ahora falta la cuarta, que es la final, que no es la que menos descubre


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y enseña la perpetuidad de las tales obras, la fineza y chalidad que en sí encierran, porque es llano que son menos nobles y menos perpetuas las que se hacen y m obran n por respectos humanos, por temor o miedo del maestro o del prelado, los cuales fines en faltando, faltan las obras. Así se debe atender, si el novicio obra bien porque teme al prelado con que al presente vive, es llano que cuando tenga otro se descuidará y cuando no haya quien le mire se dormirá. Hase de mirar en un o novicio que no haya cosa que le mueva al bien obrar acá afuera, sino sólo el agrado de Dios, el ser más sancto, el querer Dios que vaya por aquel camino, el ver que, ya que tomó aquel hábito, debe conformarse en todas las cosas que pide, que esotras causas p que le pueden mover son parciales y menos principales; sólo ha de tener delante los ojos una, que es Dios, a quien debe amar y servir de todo corazón, perseverando hasta la fin de la q vida.

 

 

4.  Atender al natural del novicio

 

  Esto presupuesto, digo que, para dar r un religioso su voto a un novicio para que s profese, debe atender lo primero al natural. Que puesto caso que su sentencia es por las obras exteriores, en lo exterior lo primero que parece es el bueno o mal natural que uno tiene, y esto es de grande consideración: que tenga un natural bien concertado en los humores, de suerte que en ninguno sea estremado, ni en la melancolía ni en la alegría, [197r] en la cólera o flema, sino que, siendo conpuesto con igualdad de estos humores, sepa entristecerse a su tiempo t, alegrarse en la ocasión, enojarse en los defectos y faltas y sufrir en las mortificaciones. Y si estas cosas no se pudieren pesar tan en fil que todos hayan de ser en un grado de perfección en lo natural, procuren guardarse de los que con facilidad se alteran y enojan u y de los melancólicos tristes, porque con facilidad los unos v, en Religión donde hay tanta ocasión de mortificar, andarán siempre enojados, riñendo, inquietos y perturbados, y los otros donde hay tanto recogimiento andarán locos. Unos naturales hay un poco vivos y alegres, no los hallo éstos para nuestra Religión de desechar, porque el rigor y penitencia lo gasta eso en breve y el tiempo y los años lo maduran; no es causa ésa para reprobar un novicio, y si es niño y tuvo algún descuido en alguna travesurilla, tampoco, porque ésas son cosas anejas a la edad. Verdad es que se ha de mirar si fue castigado o reprehendido muchas veces por ello. Si esas travesuras nacen de ser terco, incorregible, indotrinable, bastan esas cosas pocas para expelerle.

  sobre todo, se ha de mirar la religión y regla que profesa, que bien puede haber unos naturales buenos para una religión y no para otra. La nuestra guarda mucho silencio y abstinencia y es de trabajo en el


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exercicio de las obras de misericordia y piedad que están a su cuenta, y así ha menester naturales callados, rendidos, sufridos, pacientes y abstinentes. Otras religiones hay donde profesan más letras, menos trabajo y comen mejor, y no serán esas propiedades tan necesarias.

  Si el año del noviciado o gran parte dél ha estado enfermo -no obstante que en los pocos días que ha tenido salud haya dado buenas muestras- no se debe aprobar, pues el año de enfermedad no se debe reputar y contar por año de aprobación, y tanpoco si por algunas causas justas lo tuvieren ocupado fuera de los actos de comunidad. Siempre se ha de atender que aquel año lo haya enpleado en w el ejercicio de las cosas que ha de profesar, porque después no diga si experimentó o no experimentó. De donde nace que los novicios que se criaron y aprobaron en buena tierra no hay quien los haga estar en la no tal, pareciéndoles que no son obligados a vivir en tierra más áspera o rigurosa de aquella [197v] donde profesaron. A estos tales es bien alargarles el año de la aprobación para que puedan en ese tiempo experimentar y probar lo que la enfermedad les inpidió y estorbó.

 

 

5.  Si es preciso, informarse del maestro o del ministro

 

  Guárdense los hermanos sacerdotes o profesos de andar diciendo por ningún género de ocasión: Yo te daré el voto, o: Yo te lo quitaré en tu profesión. Lo uno los puede hacer atrevidos y lo otro desconsolarlos. Huigan de aprobar o reprobar por respectos humanos de parentesco, amistad o tierra o otra alguna cosa que no sea el bien de aquel alma, de su religión y servicio que se le hace a Dios en darle un siervo más que con perfección le esté alabando y glorificando.

  Si tuviere alguna duda, infórmese de su ministro y maestro de novicios. Dígale el scrúpulo que tiene acerca de la aprobación de aquel religioso, que en fin son los que lo han criado y podrán informar más largo y más cierto. Atiendan y consientan con las razones que les dijeren. Pues la Religión ha hecho confianza de ellos, bien la puede él hacer para seguir su parecer.

  Si él supiere alguna cosa grave y cierta y que sea suficiente para expelerlo, informe a su maestro de novicios y prelado para que eso se mire y examine, que yo deseo mucho en esto no se haga algún yerro, pues en el hacerlo no va menos de perder un alma y arrojarla al siglo. No digo ni me pasa por la imaginación en la Religión dejen quien no conviene. Lo que digo es que no hagan agravio a nadie, sino que sean justas y ciertas las causas porque [a] uno le expelen. Bueno fuera que reprobaran uno y el otro le quitara el voto porque no hizo lo que le mandó, no pudiendo el uno mandarlo y el otro hacerlo sin licencia de la obediencia, y que por eso lo juzgue el que le ha de dar el voto por poco comedido, obediente o no bien criado; o porque no frisa con él


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en su natural. Yo he visto un religioso tan enemigo de reírse o de ver reír que quitara cien votos al novicio que se riyese; o porque siendo él gentil hombre o de buen cuerpo reprobase al chico o no tan bien entallado; o porque come él poco al que come mucho; o porque él es flemático reprobase al que es un poco colérico. Por eso digo yo, cuando las causas no fueren muy bastantes y conocidas por justas para reprobar a uno, debe aconsejarse con su maestro de novicios o ministro y seguir [198r] el parecer que le dieren.

 

 

6.  No considerar las faltas pasadas, salvo los impedimentos canónicos

 

  Nunca los que aprueban han de poner los ojos en las faltas y culpas que cometieron en el siglo, no digo en aquellas que mandan se examinen los concilios y sanctos cánones y las que en su proprio motu manda nuestro muy sancto padre Sisto 5.º, de felice recordación 6, que bien es en la Religión no se reciba -como dice nuestra sancta regla 7- ninguno por quien después se haya de tener x litigio, pleito o inquietud: si tiene cuentas en el siglo y que dar, si tuvo algún officio a que tenga obligación de satisfacer, si cometió algún delito por que ande huyendo de la justicia, si tiene deudas que no puede pagar con su hacienda, si era hombre revoltoso y inquietador de la república, defectos y faltas que andan entrañadas y connaturalizadas con la persona, que tarde o nunca las pierde; si es hijo legítimo y de padres honrados por quien z venga alguna notable afrenta a la Religión. En estas faltas y otras que se asemejan a ellas, bien es poner los ojos antes que el novicio profese y aun antes que se reciba, haciéndose información cierta y verdadera por persona propia de la Religión.

  En los defectos que yo digo que no se pongan los ojos en lo a que hicieron en el siglo, son culpas y defectos ordinarios, flaquezas o travesuras, como si uno fue jugador, juradorb, deshonesto y otras culpas y peccados semejantes, que para eso viene a la Religión y huye del mundo, para enmendarse y ser sancto. Y es muy cierto y ordinario hacer Dios de estos hombres perdidos grandes sanctos y ser sus vocaciones más fuertes y ciertas, pues es más fácil entender movieron manos una piedra grande que rueda que una pelota o cosa liviana. Cuando un grande peccador viene a pedir el hábito contrito y humillado, no hay que hacerle muchas preguntas, que manos del Altíssimo lo mueven y train.


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A otros medio beatos que con facilidad se mueven y enternecen, a ésos es bien examinar más, no los mueva alguna liviandad o vientoc.

  En el capítulo de recebir novicios, queda ya tratado largamente de muchas de las propiedades que debe tener uno para ser admitido a nuestro sancto hábito; ésas se pueden mirar tenga para su profesión. Si allí no queda dicho, es bien se advierta lo que nosotros tenemos por acta y ordenación: que se mire muy bien, para dar el hábito y la profesión, [198v] si tiene padres o hermanos pobres a quien tenga obligación de sustentar y ayudar, porque estos tales jamás después de profesos están quietos, pareciéndoles tienen más obligación de acudir a sus padres y hermanos que a la Religión, y esto es de notable molestia y pesadumbre para el convento donde vive, porque cuando los ayuden a su pobreza -como ya en el hijo hizo asiento la tentación y perturbación- jamás d están quietos y sosegados; y así es bien que vayan al siglo, antes que profesen, a trabajar para sus hermanos y padres.

 

 

7.  Conclusión: fijarse en las virtudes practicadas durante el noviciado

 

  Pienso hay algunos hermanos que por no errar siempre quitan el voto al novicio sin más que reparar en su escrúpulo: si acierto o no acierto, si conviene o no conviene para la Religión. Y esto tendríalo yo por grave culpa, pues cuando de todos no salga reprobado puede engendrar alguna sospecha en la vida del tal novicio el haberle quitado el voto. Y no hay que decir más de que en fin se le hizo injusticia en cosa grave y lo puso en peligro que, si hubiera muchos scrupulosos y de su condición, lo echaran en el siglo, donde corriera gran riesgo su salvación. En casos e [de] duda, más acertado es tenerse a la piedad y misericordia, que, pues los prelados lo proponen, no la debe de haber; y cuando los defectos son de poca consideración que se sabe cierto el rigor con facilidad los ha de curar, bien es, antes que reprobarlo, alargarle la profesión, pues para ello da lugar nuestra sancta regla 8.

  En conclusión, lo que se ha de mirar en un novicio para aprobarlo, después de examinado su natural, es si aquel año ha sido sufrido, paciente f, callado, modesto, recogido, fuerte y perseverante en las penitencias y costumbres de su sancta regla; sobre todo, si ha obedecido con puntualidad, si ha sido blando y dócil en las cosas que le han enseñado, si cada día lo han conocido más aprovechado, si sus deseos han ido siempre creciendo, si se ha dolido y pesado de las faltas que ha hecho, si ha sido puntual en acudir a los actos de communidad. Y a esto se atienda antes que a otras penitencias y devociones particulares que él por su voluntad haya querido escoger, que se debe tener por


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mayor culpa faltar a un acto de communidad que hacer grandes abstinencias por sólo su gusto, y en esto descubre aborrecimiento a las cosas de la Religión y mucho amor propio, en que se debe reparar.

  [199r] Llegado el tiempo de la aprobación y todos juntos en el capítulo, el maestro de novicios informe con claridad, verdad y grande desengaño de lo que sabe y ha visto de su novicio. Si saliere reprobado, no se le diga a él por entonces, salvo si se determinare de alargarle la profesión y tornar a su aprobación por más largo tiempo, que entonces es bien avisarle de las cosas de que se ha de enmendar, avisándole no sea enmienda con artificio, porque se tendrá grande cuenta con él.

  Si se hubiere de expeler, sea de modo que él no vaya demasiadamente desconsolado, ayúdenle y favorézcanle en todo lo que pudieren para su camino y crédito de su persona, que puede ser expelido sin culpa personal y en el siglo quedar desestimado. Informen bien de él por palabra y escrito y en lo [sicg, que es grande obra de caridad: bástale al afligido su aflicción.

  Si saliere aprobado, tengo por acertado h lo llamen y se lo digan, para que de allí en adelante enpiece a conocer sus nuevas obligaciones a Dios y a la Religión, para servirlas y pagarlas según sus fuerzas.

 

 

 




1 Cf. Sal 43,23.



2 2 Cor 10,18.



3 Cf. Sal 7,10.



a  sigue en tach.



b corr. de solemos



c sigue sea tach.



d  y natural sobre lín.



4 Cf. Mc 12,41-42.



e sigue a su tach.



f sigue ho tach.



g  sigue y tach.



h sobre lín.



i sigue es la tach.



j y persevera sobre lín.



k corr. de vis



5 A Giordano Bruno se atribuye la segunda parte: sic homo fit sapiens bis non, sed saepe legendo.



l corr.



m  sigue ho tach.



n corr. de obras



o sigue la tach.



p sigue sin tach.



q sigue mundo tach.



r sigue su tach.



s sigue persevere tach.



t sigue asi se en tach.



u sigue y airan tach.



v sigue donde tach.



w  sigue las cosas tach.



6 Sixto V, Const. Cum de omnibus, del 26-XI-1587, que señala una serie de impedimentos ad validitatem: el ser hijo ilegítimo, reo o sospechoso de crímenes graves, el estar sujeto a gravámenes económicos o deudas onerosas, etc. Corrigió y completó esa constitución con otra (Ad Romanum spectat, 21-X-1588). Cf. Bull. Romanum, Taurinensis, VIII, 951-954, 956-958.



7  "Siquid [el que es recibido] tamen gratis dederit, recipiatur, dum tamen tale sit de quo non videatur ecclesie litigium imminere" (Regla primitiva, art.31).



x  corr. de tenido



y corr.



z sigue no tach.



a en lo sobre lín.



b sigue amancebado tach.



c  sigue al tach.



d sigue se les tach.



e ms. cosas



8 "Si vero de cuiusquam moribus visum fuerit dubitandum, prolixior de eo probatio habeatur" (Regla primitiva, art.31).



f sigue la tach.



g  falta alguna palabra.



h sigue se lo tach.






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