Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText |
San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
[CAPITULO a 2 LAS LUCES QUE DIOS CONCEDE A LA PERSONA ESCOGIDA PARA UNA MISIÓN PARTICULAR]
1. Cuando Dios scoge a una persona para con ella poner en execución alguna obra de que Su Majestad gusta mucho, no hay dudar sino que de los fines de esta obra le da particular conocimiento -cuándo más, cuándo menos, según Su Majestad ve tiene necesidad la flaqueza de la tal persona- para animarla, confortarla y disponerla para que con gana y gusto abrace los trabajos que en los medios con que se ha de conseguir aquel fin se le han de ofrecer, y tanbién da esta luz para la perseverancia en ella. Como el que va a las Indias, primero que se
ponga en camino, toma luz y pregunta los bienes y riquezas que se le podrán seguir de aquel viaje, y con esto aferra y abraza los trabajos que se le pueden ofrecer en el camino.
2. Dije que daba Dios luz, no digo la ordinaria que el hombre con facilidad puede alcanzar haciendo algunos discursos ayudado con la luz que le da la fe, sino que según la grandeza de la obra es certíssimo le da Dios unab luz grande y sobrenatural. La cual, mostrándole los bienes y provechos de los fines, le suele encandilar para que no vea los trabajos que se le pueden ofrecer en los medios con que ha de conseguir aquellos fines. Pongamos un exemplo. La fe me enseña estar encerrados grandes bienes en que yo vaya a predicar a tierra de infieles y que haría un grande servicio a Dios [6v] y muy agradable a sus ojos, y que con los trabajos que se me ofreciesen quedaría yo muy aprovechado. Pongo por obra y en ejecución estos pensamientos. Es llano que siempre que se me ofrecen trabajos, para facilitarme en ellos y no desmayar, es menester acordarme de los discursos pasados y traer siempre a la memoria el fructo que al principio pensé que se había de sacar de mi viaje, porque de otra manera desmayaría.
3. Ahora, pues, digo que, como los trabajos que se ofrecen en los medios con que se han de conseguir altíssimos fines suelen afligir un almac y desconsolarla de suerte que no puede hacer discurso y con las tinieblas que en su entendimiento siembran no puede ver ni acordarse de los pensamientos pasados, es certíssimo que a esta tal alma, si quiere Dios que lleve adelante lo comenzado, ha menester darle una luz muy extraordinaria que sea como aquella de quien dice san Juan: Et lux in tenebris lucet, et tenebrae eam non comprehenderunt 1; una luz que alumbre en aquellos trabajos y tinieblas y luz que no la apaguen las tinieblas, obscuridad y aflicción que la tal alma tiene, porque es certíssimo si se viese a escuras se tornaría por donde habíe ido sin pasar adelante.
4. Esta luz dije que suele ser mayor o menor según la grandeza de los trabajos que se pueden ofrecer en el camino que se ha de llevar para conseguir aquella obra y según la flaqueza de la persona que ha de caminar. Esto la razón lo pide, que si la noche es muy escura y los pasos muy malos, que el caminante habrá menester mayor luz. Y así digo la suele dar Dios a las personas que escoge para algunos grandes fines, descubriéndoles los fructos y provechos de las tales obras. Aunque esta luz la tengo por mayor cuando, escondiendo estos fructos y bienes que de esta obra se han de seguir, les descubre sola su voluntad y gusto, porque entonces se aumentaríe el mérito de la persona que en ella se ocupaba y tendría la obra más de Dios y menos de interés y amor propio. Pruébolo. Llano es [7r] que, si vos tuviésedes un galgo que yendo a caza y descubriendo la liebre corriese tras ella y la matase,
que sería buen galgo, pero, si diéramos que este galgo tuviera instinto para conocer el gusto y voluntad que el amo tenía de que se ocupase en correr tras aquella liebre y eso sólo le moviera para correr y cogerla, sin que tuviera otra natural inclinación ni instinto ni interés para ir tras ella más de saber que su amo quería, llano es que éste fuera admirable galgo y que tenía el amo grande obligación a lo regalar. De la misma manera digo yo: cuando Dios da luz y descubre a un alma la caza e interés que hay en alguna obra, es llano que es menos meritorio el procurarla, correr tras ella y meterse como galgo d por breñas y jarales para cogerla, porque al hombre le es natural el interés y la ganancia y el irse tras ella cuando la descubre y conoce, como al galgo la liebre, pero si escondiese Dios este interés y sólo descubriese y diese allá unas vislumbres de sólo su gusto y voluntad y que por sólo su querer se moviese a cosas dificultosas y medios fragosos, es llano que la obra seríe altíssima y la merced que Dios le hacía muy singular. Y digo que esta merced y luz sería muy singular porque, cuanto es más el fin espiritual y fuera de discurso, tanto es más alta la consecución de el tal fin. Pues ¿qué cosa hay más spiritual que la voluntad de Dios en Dios? ¿Qué cosa hay más apartada de nuestra bajeza? Eso es llano: conocer la voluntad de Dios en sus obras es fácil porque, viendo la bondad de ellas en ellas propias, que son más conformes a nuestro ser y entender, venimos de ellas a inferir y conocer la voluntad de Dios; pero que, sin manifestación de obras e de Dios, dé f a conocer su querer y voluntad, singular merced y grande rendimiento de nuestro entendimiento.
5. Bien creo pudiéramos poner un exemplo. En las cosas de la fee, unas hay que nos persuadimos a ellas con exemplos y, en fin, viendo un dibujo del artículo que creemos en cosas de acá abajo y que no dicen imposibilidad, lo creemos. Pero otros artículos hay que no admiten exemplo, [7v] y éstos son más spirituales, más remontados, más altos, más meritorios, porque son más sobre la razón. Llano es que g es gran cosa levantarse al conocimiento de Dios por las cosas visibles, pero mayor sería levantarse a este conocimiento sin h estas cosas visibles, que es subir a una cosa alta con escalera o sin escalera. Lo propio digo yo que, cuando mueve a alguna obra extraordinaria dando luz de los fructos, provechos e intereses de aquella obra, es como quien pone escalera por donde se suba a ella y da pasamano a que se asga y pone un blanco a que se apunte y tire. Pero cuando encubriendo y tapando esos intereses allá dentro en lo escondido del alma, por la vía que Su Majestad es servido, descubre su querer, su voluntad, su agrado, y éste sólo mueva a vencer dificultades, pelear y vencer estorbos y salir victorioso consumando su carrera y alcanzando su premio no visto, esto es de grande estima y singular merced de Dios.
6. Diránme: Hermano, ¿cómo es posible que a esta tal alma le descubra Dios su querer y agrado y le esconda el interés que de la tal obra le puede venir al uno y al otro? Yo pienso que muy bien, dándole
una profunda humildad y conocimiento de cómo todas las cosas las hizo y obró Dios, como dice el Spíritu Sancto, por sí propio: Omnia -dice- operatus est Dominus propter semetipsum i 2. La humildad le da a entender y le persuade que los trabajos que él pone en aquella obra, para que Dios lo escogió, de sí no merecen nada, porque son, como dice Esaías: Tanquam pannus menstruatae 3, como una cosa asquerosa. Y siempre en aquellas obras que va haciendo va caminando con esta humildad y advertencia de que él no merece nada. Y el que esto piensa, jamás piensa en premios ni despojos que le pueden sobrevenir de los sucesos de sus obras. Lo segundo, digo que del conocimiento de que todo lo obró Dios para sí y por sí propio, y este conocimiento también le tapa y encubre esos premios que del suceso de las tales obras le pueden [8r] resultar.
7. Pongamos un exemplo. Compra un caballero un esclavo para que le sirva en su persona y para que se ande con él y se ocupe en lo que él le mandare. Llano es que, siempre que este esclavo pensare que su amo lo compró para sólo su servicio, que no tiene que andar pensando en qué le han de dar porque sirva a tal amo, porque el fin de la compra fue que le sirviese. Luego, siempre que éste pensare para qué fue comprado, no tendrá que pensar en lo que le han de dar por aquellos servicios, sino sólo en cómo ha de servir, que para aquello lo compraron y le trujeron a casa. ¡Ay, mis hermanos, y qué de veces hemos sido comprados de nuestro Dios! Criónos y redimiónos para su servicio: Qui facit angelos suos spiritus 4, etc.; crió spíritus divinos y hizo los ángeles y ministros, que fue decir criólos para que le sirviesen y ministrasen j. Y para esto nos crió y redimió, como dice san Pablo: Fecit nos Deus ut essemus sancti 5; dionos por officio que seamos sanctos. ¿Qué es ser sanctos?: conformes y semejantes a su unigénito Hijo. Luego si el fin para que nos crió fue para servirle y conformarnos con la imagen de su unigénito Hijo, llano es que, mientras nos ocupáremos en pensar para qué fuimos hechos y criados, que no tenemos que andar scudriñando los premios e intereses que se nos han de dar de lo que trabajáremos.
8. Pongamos otro exemplo. El sol lo crió Dios para que alumbrase. Supongo que este sol fuera criatura racional o intelectual. ¿Fuera bueno que anduviera discurriendo, pensando y escarbando qué le habían de dar porque alumbraba, cuando acabase y diese fin a su curso? No por cierto, sino que le debían decir: vos fuistes criado para alumbrar, barré vuestro entendimiento de otro cualquier pensamiento y ocupaos en cómo habéis de alumbrar. Lo propio digo yo de aquella persona a quien Dios dio k claro y verdadero conocimiento del fin para que fue criado: que se ocupe en eso sólo, que fue hecho por sólo Dios para su servicio, para que en él se ocupe y piense y que mire que ha sido mill veces
comprado para que se ocupe en este servicio sólo [8v] y no ande buscando otros fines menos principales, que si por ésos se moviere será su obra menos principal.
9. ¡Oh qué bien dijo san [Pablo]: In ipso vivimus, movemur, et sumus 6! ¿Quién pensáis que nos mueve a nuestras obras y a nuestros trabajos? Dios, por quien solamente nos movemos y en él vivimos y estamos. Como acá suele uno decir cuando compra una cosa: no estamos en el dinero ni en el interés, ni en la ganancia, sino sólo en la cosa que compro, en que he puesto todo mi agrado y gusto. Seas tú mill veces, Dios mío, bendito, que quien contigo tratare no es bien esté en el interés, en el premio, en las ganancias, sino que todo su agrado lo tenga puesto en ti y diga con san Pablo: In ipso vivimus, en él vivimos y nos movemos y estamos. No reparamos ni estamos en cosa alguna, sólo estamos en Dios, éste es nuestro blanco: tener y poseer a Dios. Llévense los intereses, premios y pagas los que quisieren, que yo -dice san Pablo- no estoy en el dinero, en lo que me cuesta, que son innumerables trabajos, ni en la gloria que se me ha de dar. Sólo estamos en Dios, en que Dios sea nuestro, yo sea suyo y él sea mío, y eso quiere decir: movemur, et sumus, et vivimus, que querrá decir lo propio, que vivifica mi alma. Quien le da vida y fuerza sois vos, Señor, que no otros intereses, etc. De manera que de aquí sacamos cuán singular merced de Dios es, cuando escoge a una persona para alguna cosa grande, que le descubra este fin altíssimo que es Dios, en quien y por quien se ha de mover a trabajar y perseverar en la obra que tomó a su cargo.
10. Digo más: que esta luz l que Dios da para que con ella obre esta tal persona en los medios dificultosos con que se ha de alcanzar aquel fin que Su Majestad pretende, es en dos maneras: una luz es en orden al fin y otra en orden a los medios, y otras veces da luz para medios y fines. Plega a Dios que acierte a decir esto y a darme a entender en ello. Digo que unas veces da luz para [9r] los fines, dejando en grandes tinieblas y obscuridades los medios, por altos y particulares fines, y que así convino a su sabiduría. Pongo un exemplo. Voy por un campo y veo una luz de unos pastores a media noche; camino para allá por en medio de unas breñas y jarales, cayendo, levantando, tropezando y siempre los ojos en la luz que dende fuera veo. Este tal tiene luz del fin, pero no la tiene de los medios, en los cuales, por los grandes trabajos que se le ofrecen, crece el deseo de llegar, crece la aflición y el trabajo y tanbién crece el contento después de haber llegado. Lo propio digo yo acá. Pone Dios a un alma en el camino para alguna obra grande, la cual se le muestra con alguna particular luz y, caminando para esta obra y luz, déjalo metido en grandes tinieblas, en las cuales no quiero decir tropieza y cai con culpa -que cuando lo diga secretos
son de Dios, que con ella lo dispierta, aviva, avisa que alargue el paso, que está en tierra peligrosa, hasta que llegue el fin de la jornada; que no se descuide, que mire do pone los pies y dónde endereza los afectos-; tropieza, digamos, en males, digamos tropieza con mal de pena, hoy siendo afrentado y cayendo en mal de deshonra y afrenta, en enfermedad m, topando y tropezando en las criaturas que le detienen su viaje. Pues ¿qué si le preguntáis por el camino y distancia que hay para do vais? Os dirán que es inposible que un hombre llegue allá y os encaminarán por senderos y despeñaderos desbaratados. Y esto lo hace Dios dando -digo- luz y puniendo claridad en los fines, dejando noche obscura en los medios para que uno más merezca, para que más padezca, para que, haciéndosele más largo el viaje y el camino, se le dé mayor premio y más se le enciendan los deseos y mayor sea el alegría de la llegada.
11. ¡Oh buen Dios mío, y quién pudiera decir de la aflicción de esta tal alma! La cual, llevando los ojos levantados y puestos en el fin y luz que hemos dicho, quizá por caminar apriesa y no darle lugar a mirar do pone los pies, da mill caídas fuera de intención y querer y hace faltas que quien no conoce su enbebecimiento [9v] dice y juzga que es loca, que es desatinada; y no es, sino que la fuerza del fin muchas veces la hace entrar por charcos y atolladeros y detenimientos que, como su afán es agradar a un tan alto Señor, todo se le acumula y vuelve en mayor bien, como dice el glorioso Agustino 7, hasta los males de culpa. Pongamos exemplo en los males de pena. Vienen hoy los magos a buscar a Cristo, niño recín nacido, habíanles dado luz n, claridad y conocimiento del poder y grandeza de este niño ante quien se debían rendir todas las monarquías del mundo. Van tan enbebidos en su viaje y camino que, escondiéndoseles la strella en Jerusalén y quedando a escuras en el viaje y camino por donde habíen de ir, tropiezan en un Herodes enemigo del recín nacido. Donde si Dios, que los llevaba, no los sacara del estorbo y atolladero, pudiera ser en él dejaran sus vidas por haberse atrevido a apelidar estraño rey en tierra ajena. Y este estorbo y estas tinieblas en este camino sirviéronles de grandes bienes, pues cuando tornaron a descubrir su luz y estrella se holgaron en grande manera, como dice el evangelista 8. Apresuraríen el paso, llamaríen a su Dios y Rey que los ayudase y que les descubriese el verdadero camino, pues los hombres eran tan ignorantes que, naciendo en su tierra, no lo conocían, antes sus preguntas y respuestas los detenían y estorbaban.
Ven aquí, mis hermanos, para qué deja Dios en tinieblas y en obscuridades a un alma en los medios y en el viaje y camino por donde la lleva Dios a que haga su voluntad, para que conozca que, siendo Dios el fin de ella, es tanbién el medio, como dice por san Juan: "Yo
soy camino, verdad y vida" 9. Lo cual se descubre cuando, viéndonos necesitados de guía y acudiendo a las criaturas, muestran sus ignorancias y poco saber, antes sirven de estorbos y detenimientos, pues estando Dios en medio de ellas [10r] aún no le conocen ni nos saben decir dónde está vuestro Dios. Con esta obscuridad nos aumenta Dios el alegría y gusto cuando en luz y en vislumbres se nos torna a descubrir. Y también, como digo, nos hace vivir con cuenta, cuidado y recelo y mostrar la grandeza del fin, pues por llegar a él no reparamos en llevarnos los pedazos del cuerpo en los trabajos e inconvenientes que se nos ofrecen.
12. Pues digo que otras veces Su Majestad da luz particular para los fines de las obras que enseña y quiere que hagan las tales personas que para ellas scoge, y también para los medios, de suerte que ni en lo uno ni en lo otro padecen dificultad. Como cuando un hombre en medio del día, haciendo sol y día claro, viese una ciudad para do caminaba y el camino por do había de ir, es llano que esto era de gusto y de contento. De la propia suerte les sucede a algunas personas que, habiendo de obrar y conseguir algún fin, en los medios no se les ofrecen dificultades de parte de sí propios, sino que parece, como acá decimos, se les cayó la sopa en la miel y enhilaron a la primera vez sin errar la hebra por el ojo de la aguja. Dije que de parte de sí propios o no se les ofrece dificultad para con tales medios alcanzar tales fines porque de parte de terceros y de las personas que están a la mira se les ofrecen grandes dificultades. Y son que, así como al que obra por el conocimiento de los fines y medios el obrar le p es fácil, de esa misma manera es dificultoso a los otros hombres, porque carecen de esta luz y, ya que por algunas razones se persuadan a creer los fines, los medios que han de ser enderezados a aquellos fines querrían ellos palparlos, verlos, experimentarlos y darles voto y parecer que, por ser de gente que carece de luz para el fin y para el medio, será bien desatentado y avieso.
13. Pues pongamos ahora una grande mortificación para el que obra, camina y endereza. Aquellos q medios en que le dieron luz eran los que convenían para aquel fin. Que como los [10v] obra y hace a vista de los otros hombres, que para esto los juzgamos por ciegos, quieren dar su alcaidada y su parecer: unas veces se ríen y hacen burla del que obra; otras veces, con razones y pareceres, lo procuran torcer y vienen a afligirlo, de tal manera que, sabiendo que Dios ordena y hace sus obras con medios suaves y amorosos, no quieren, contra el torrente de tantos, seguir su parecer ni lo que allá dentro entienden, sino que se dejan llevar y rinden al parecer de los hombres, particularmente si éstos hacen o pueden hacer fuerza, por habérseles rendido la tal persona, por ser hijo de obediencia o de penitencia o porque,
siendo las tales personas doctas, en alguna manera mostrara terquedad y entereza en otra cosa.
Ahora, pues, consideremos la mortificación de esta tal persona así rendida al parecer ajeno -que ve claro que es contra la luz que Dios le ha dado para conseguir tales fines con tales medios-, qué aflición y pena debe sentir considerando y viendo cuán diferentes son los pensamientos de Dios de los pensamientos de los hombres, qué aflición y pena tendrá no sabiendo cómo ha de concertar a Dios con los hombres para hacer de todos un querer y una voluntad. Es cierto que, si a esta tal persona en esta ocasión no le descubriera Dios cómo él es el que puede, con medios torcidos y disparados, obrar y hacer lo que él quisiere, reventará y acabará; o hiciera mil disparates esta tal persona, volviéndose inobediente, entera y amiga de su parecer por parecerle es el de Dios, según la luz que Su Majestad le ha dado.
14. Diránme: Pues, hermano, ¿para qué permite Dios esto? Digo que, unas veces, lo ordena con sólo su sabiduría, dando lugar a que las gentes den pareceres tan [11r] torcidos para descubrir la grandeza de sus obras y de su poder, que no están sujetas a la disposición y querer del hombre, pues ése, puesto en ejecución, es disparate en orden a aquello que se obra, y que él puede hacer lo que quisiere con medios proporcionados y con los desproporcionados que ayuda el hombre tanbién, para que se conozcan los juicios de los hombres cuán lejos están de los juicios de Dios 10. Tanbién le permite para mayor mortificación y rendimiento de esta persona r con quien obra, que gusta no sólo esté rendida a su querer, sino a un tan bajo querer de los hombres, y que sepa humillarse por obra quien lo estaba por pensamiento.
15. Digo que otras veces consiente Dios haya este encuentro de parte de los hombres en los pareceres que dan y medios con que ayudan de su parte, con acuerdo y sabiduría de los tales hombres para probar las tales personas que se ocupan en estas obras, como muchas veces probaron a la sancta madre Theresa s, diciéndole a contrario de lo que ella decía y entendía, y ella con el sentimiento y mortificación dicha se rendía 11. Donde crece esta mortificación es cuando ignora la tal persona que lo hacen por probarla, sino que entiende claramente t lo hacen porque la tienen por persona disparada y que va errada y que la charidad les mueve a encaminarla por vía diferente. Pues digan qué debe sentir una persona a quien Dios ha dado asentimiento o conocimiento de la verdad y ve que las personas que están a la mira, llenas de ignorancia y de tinieblas, piensan que va errada y que la charidad les obliga a encaminarla y desengañarla diciendo eche por otro camino y tome otros medios para conseguir aquello que pretende.
16. Paréceme a mí es esto u como cuando el moro llegase al cristiano y le dijese que por compasión le quería avisar y desengañar de que iba
errado, que dejase la ley y fee que tenía y sólo creyese en Mahoma. Mirad qué había de sentir el cristiano v, a quien Dios habíe dado luz y fee y verdadero desengaño y héchole merced de traerlo a su Iglesia, viendo aquel moro así engañado, que con veras y fuerza lo pretende reducir a su mala y perdida secta. No hay dudar sino que le quebraríe el corazón [11v] y se afligiría viendo w el engaño que aquel moro traía. Aunque este exemplo sólo tiene y vale en algo, que es en descubrir el engaño del que aconseja y la mortificación y pena de la persona aconsejada, pero en lo que arriba vamos tratando tiene una diferencia de esto y es que en este caso está obligado a desechar este consejo y morir por su fee x, so pena de eterna condenación. Pero, en nuestro caso que vamos diciendo, donde el que aconseja y el aconsejado pretenden un fin y lo confiesa por verdadero, que es la obra que el siervo de Dios pretende variando los medios, dando unos consejos torcidos y diferentes de los que conviene, debe la persona que los pide o a quien se los dan, siendo los que los dan doctores o siervos de Dios o su prelado o confesor, debe rendirse y sujetarse a aquello que le aconsejan, porque es tan grande el gusto que Dios tiene del rendimiento de la persona que le sirve que, aunque le hagan detenidas y estorbadas sus obras por algún tiempo, quiere este gran Dios que se sujete y rinda a los tales consejos. Lo cual no puede dejar de servirle de grande mortificación y pena.
17. Consideremos que un señor está aguardando a su criado a tal hora de la tarde, que lo envió con algún recado, y que en el camino llegasen otros y criados con recados torcidos, los cuales le detenían y estorbaban por dos o tres horas, guiándolo por otro camino más largo y más estorbado del que él llevaba. Es llano que, cuando este tal criado se viese obligado a tomar esos consejos, también lo estaría a tomar grande pena por saber él lo contrario y poderse temer si su señor habíe de enojarse porque se detenía. Pongamos otro exemplo y supongamos, como es así, que todos los ríos caminan a la mar con grande cuidado y que fuera posible llegarle a decir ahora a Guadalquivir, que ya conoce su camino y tiene hecha su madre por donde ha de ir: no vaya por ahí, señor río, que ése no es buen camino para la mar, eche por estotro lado; y que el río le obedeciera. ¡Cuántos fueran los trabajos que a este río se le aumentaran! El ver que, por torcer el camino, se había de tardar más en llegar z y hacer su viaje; que hacer curso y camino por otra parte le habíe de costar grandíssimo trabajo; que el primer camino que llevaba, como dado de Dios, que pesa las aguas y sabe por dónde las guía, era el cierto y que estotro necesariamente le ha de ser penoso, de estorbo, porque, no estando la tierra medida y pesada por esta parte por do lo echa, ha de topar muchas cuestas que lo detengan, muchos valles do se pare. Y con todo eso, atento que todas las cosas las sujetó Dios al hombre, fuese obligado a obedecer [12r] este río, ¡terrible cosa y mortificación grande!
18. No es menester aplicar estos exemplos, que llano es, cuando Dios envía a algún recado a algún siervo suyo, que le pide presteza y le muestra cómo le aguarda; y que, deseando éste hacer su sancta voluntad, venga quien le dé consejos torcidos y quieran echar el corriente de un río por otra parte de aquella que ya Dios le tiene enseñada al justo -que para él camina con la presteza y cuidado que los ríos-, sentirlo tiene, que no es posible sino que se le hayan de ofrecer muchos estorbos y detrimentos y tardanza; y duda si se ha de enojar Dios, que como Señor lo aguarda la conclusión de lo que le tiene encomendado. Y que, con todo eso, se vea obligado por alguna de las razones dichas a obedecer, ¡pena y mortificación terrible! Sólo, pienso a, tiene un consuelo esta tal persona en medio de esta tribulación, y es mostrársele Dios todopoderoso para llevar aquel río contra su curso y corriente y dar con él en su molino, donde haga la harina de Dios y cumpla sus pensamientos, que jamás pueden salir en vano, sino cumplidos, perfectos y acabados.
19. Bien pudiéramos resumir este notable en breves palabras de suerte que sacáramos dél algo en nuestro provecho. Lo primero, la obligación que tenemos a obedecer en nuestras obras y rendirnos a los superiores y personas a quien la Iglesia tiene puestas para que den consejo a los que lo han menester y que llevemos en paciencia los consejos torcidos que nos dieren de aquello que nosotros sentimos y entendemos; que fiemos de Dios, aunque echemos por otro camino, en aquello que pretendemos, que es Dios poderoso para llevarnos a buen paradero, como lo hizo hoy con estos sanctos reyes: que, volviendo por otro camino, dio con ellos en su tierra como si volvieran por el que habían venido y ellos sabían.
20. Tanbién se ha de presuponer que en estos consejos que nos dan no es cosa contra la ley de Dios ni cosa en que se ofenda, sino digamos que es como si un siervo de Dios entendía ser voluntad de Dios tener y ocuparse en oración y le dijese su confesor que se ocupase en pobres, o si fuese mi gusto e inclinación irme al desierto y me dijese la persona con quien yo trato mi alma que me estuviese en poblado. En estos consejos soy obligado a tener rendimiento. Aunque pudiera poner otros exemplos más propios, pero yo entiendo será Dios servido que quien esto leyere lo entienda con facilidad. Plega a Dios para ellos y a mí nos sea de provecho y nos dé Su Majestad en todo acertemos a hacer su voluntad. Amén.