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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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[CAPITULO 7 LAS TENTACIONES DEL JUSTO MAYORES Y MÁS PENOSAS QUE LAS DE LOS PECADORES]

 

  1.  Pregúntase qué será la causa por qué las tentaciones del justo son mayores que las de los peccadores, por qué son más sensibles en ellos, más penosas y trabajosas. Bien entiendo de esta pregunta hay escritas y predicadas a muchas razones. Sólo querría dar alguna que al justo así afligido con los sentimientos de su tentación le pudiese servir de algún consuelo. Y digo que el demonio acomete al hombre como en la forma que le halla. Si le halla hecho carne y cuerpo material, la tentación es muy corpórea y material. Si lo halla spiritual, la tentación espiritual. Ya se sabe cuánto son más fuertes las armas spirituales y los golpes del spíritu que los golpes corporales y materiales. San Pablo lo [38r] dijo bien claro encareciendo la pelea que train los hombres con los demonios: Nonb est nobis colluctatio adversus carnem et sanguinem, sed adversus [principes et potestates] 1, etc.c Muy diferente es el pleito contra la carne y la sangre del que se trai contra los demonios, porque, como son spíritus, sus tentaciones spiritualízanlas conforme hallan al que han de perseguir y tentar.

  2.  ¿Quién puede negar no haber sido la guerra mayor que jamás se pudo imaginar la que trujeron los ángeles buenos en el cielo contra los malos 2, spíritus contra spíritus y con armas spirituales, que son las más penetrativas y agudas que se pueden imaginar? Ya se sabe que menos siente la carne y el cuerpo que el alma, pues por encarecimiento solemos decir de lo que mucho sentimos: llégame esto al alma; y por excelencia se dice de la palabra de Dios que pertingit usque ad animae divisionem 3; que llega hasta dividir y apartar el alma del cuerpo.

  Pues cuando una tentación acomete a un justo, siéntela en el alma, porque la tentación es spiritual o, por mejor decir, va spiritualizada y hiere o pretende herir el spíritu, que es tan sensible y de tan alto conocimiento que, apenas le ha acometido el enemigo, cuando ya está con miedos, temores, avisos y reparos para su defensa. Pero el hombre material, a quien la tentación, para hallarlo, ha de venir vestida d de su librea, siente como animal y corpóreo e. Apenas conoce el alma lo formal de la tentación, porque apenas él tiene spíritu, y así, como hombre menos sensible a enemigo menos sensible, menos siente y menos teme. Llano es que ha de sentir un hombre más un peligro grande que una bestia un peligro pequeño. ¿Qué ha de sentir un hombre bestial, pues no percibe lo que es de Dios 4? De donde le nace que todos los peligros le parecen pequeños. Pero el varón spiritual, como hombre que


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usa de razón y conoce lo que es una caída y ofensa de Dios, témela f y siéntela conforme la pesa y la califica.

  3.  Otra razón podremos dar, y es que las cosas de la carne, mientras uno está más apartado de ellas y de todas las cosas de acá, le parecen mayores y de más consideración que cuando está pegado a ellas, porque cuando las trata y trai entre manos experimenta su bajeza, su engaño y falsedad, pero cuando está apartado de ellas, como dende fuera sólo se ve su hermosura, [38v] aparencia y buen rostro, pelean contra el justo con sola su bondad aparente. Pero cuando pelean contra el peccador, a quien procuran derribar y combatir, no sólo con su aparencia sino con su falsedad y engaño -que éste no lo pueden encubrir-, a quien las trai entre manos son menos fuertes por ser los desengaños más vivos, más cerca, más experimentales.

  4.  Acuérdome que un día me dijo una señora condesa, tratando de una su hija monja, que debía ser más estimada y tenida su hija y otras tales que, tiniendo y gozando del mundo, lo dejaron, que otras que, sin tenerlo, se apartaron de él. Podrá ser que esta señora, según alguna sancta consideración, dijese bien, pero no según lo que yo ahora voy diciendo. Acá solemos decir de una cosa mala: "Quien no te conoce, te compre", porque presupone que el que está desengañado de la maldad y bajeza de ella g no la comprará. Yo pienso, mis hermanos, que quien no conoce al mundo se anda tras él; que quien conoce su falsedad y mentira es muy cierto ha de ser loco, tonto o ciego, o lo ha de dar de mano. Y así, quien no palpó las cosas del mundo ni las vido ni las experimentó, es cierto que, mirándolas dende fuera y conociendo en ellas alguna hermosura -la cual no nos puede constar ser aparente mientras no llegamos al toque-, es llano h que la codicia y deseo de las tales cosas ha de ser mayor y la tentación con que el demonio nos incita a ellas ha de ser más fuerte.

  5.  De donde yo pienso que sin comparación es más fuerte la tentación y más sensible en un justo mientras está más apartado de estas cosas, mientras menos las trató y mientras menos vinieron a su alma. Bien creo yo que una persona que fue deshonesta siente más la tentación en la carne, porque ésa es la parte que ella tuvo más viciada, y el demonio procura entrar por el portillo que otra vez derribó. Pero el inocente, el que fue siempre limpio y que siempre guardó integridad, la tentación acomete por la parte superior -no dudo sino que hace su deber y que procura tomar ayudas con los movimientos e incentivos de la carne; que en fin, como parte más flaca tiene su confianza que por allí ha de vencer-, pero lo principal y lo más grave y fuerte de la tentación arriba acude al capitán y castellano que rige y gobierna la casa, que bien sabe [39r] él cuán de poca consideración le es apoderarse de unas tapias viejas mientras no captiva la gente de adentro.

 


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6.  Y ya hemos visto muchos cuerpos poseídos del demonio de que ellos no hacen caso, mientras no tocan y poseen el alma. Que fue la condición que Dios le sacó a satanás cuando acometió al sancto Job. Y si acometió a su hacienda como a valladar de que él estaba cercado y a su cuerpo y carne como a muralla y barbacana en quien estaba su alma fortalecida, como él propio lo i confiesa, diciendo: Ossibus et nervis compegisti me, pelle et carne vestisti me 5; y de lo primero dice satanás: Nunquid non vallasti eum 6. Pues digo que, si acometió a estas cosas exteriores, fue por la presunción que tuvo de que se había de apoderar de las interiores, pero no dudo sino que seríe grande su sentimiento cuando viese que, después de tanta pelea, tantos tiros y tantos portillos hechos en los bienes temporales y en su propio cuerpo y carne y con tan poca ganancia suya y tanto aprovechamiento del varón de Dios, que lo sentiríe mucho el demonio por ver cuán a los ojos le habían salido sus valentías.

  7.  De manera que, si el demonio acomete al cuerpo e incita la carne, no lo ha por carne, sino por el spíritu, y así a él son los más fuertes y poderosos j golpes, representando en ese propio spíritu las tentaciones bien spiritualizadas, como quien en alquitara sacó la quinta­esencia de una cosa dejando de ella todo lo material que no aprovecha. Y estamos muy ciertos que, cuando este nuestro adversario llega a tentar a quien no supo de cosas de carne y de mundo, que lleva sus tentaciones tan sacadas por alambique, tan puras y adelgazadas, que muchas veces, sin saber por dónde entraron, ve este tal justo su alma tan afligida, amedrentada y penosa, que muestra bien la grandeza del enemigo y gravedad de la tentación. Pero a estotro, que es así material y que aún no se ha despedido de las cosas del cuerpo y quereres de la carne, todo lo mete a barato y, para coger y abrazar con una tentación alma y cuerpo, llévala mezclada y compuesta con lo corpóreo y material de ella, que, en fin, no son tan fuertes los compuestos como los simples.

  8.  También digo que, como el justo está apartado de las cosas de la tierra, como denantes decíamos, y el que de ésas informa en la tentación de esta tal persona es el demonio, padre de mentiras 7, esle más fácil mentir a uno de lejos que de cerca. Y así, cuando el justo lo ve alejado, dícele mill mentiras y engaños. Que, si este justo no k estuviese [39v] desengañado de Dios, como hombre que de aquello no sabe ni experimentó, no hay dudar sino que muchas veces se dejaríe llevar y engañar como hombre que no sabe ni experimentó la falsedad y engaño de lo que le informa el demonio.

  9.  También digo que estas tentaciones son en el justo más sensibles y penosas, no sólo de parte del que es tentado, que es spíritu, ni de parte de la tentación, que viene spiritualizada, sino también digo que es mayor y más offensiva de parte del fin y objecto que tiene la


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tentación. Verdad es que en todos los hombres buenos y malos la tentación tiene por fin y por objecto el mismo Dios, contra quien el demonio, capitán y león adversario nuestro, desea ofendamos, pero como el malo no tiene tan claro y vivo conocimiento de esta persona offendida, no siente ni repara en el peligro que tiene y padece cuando está peleando y venciendo al enemigo, y así no repara en dejarse llevar ni vencer. Pero el justo, que siempre está ocupado en especular y contemplar la summa bondad y hermosura de este gran Dios, contra quien el demonio pretende salir victorioso haciendo que yo caiga, a mil leguas que barrunta la tentación la tiene prevista y temida y, como cosa que tanto la teme, sólo el oírla decir, considerando el peligro que en ella tiene de parte de su flaqueza, la llora, la gime y siente en el alma.

  10. Consideren a este propósito lo que dice el Evangelio 8 de aquellos crueles sayones que pusieron sus sacrílegas manos en el rostro de Cristo, que para alcanzar ellos las victorias que el demonio deseaba, dice que le pusieron un velo con que taparon la hermosura de aquel rostro, en quien siempre desean mirar los spíritus divinos; y así tapado, como ciegos y trascordados de la grandeza de tal objecto, con atrevimiento y desenvoltura ponían las manos en su rostro. Y no dudo yo sino que, si el demonio no los cegara a que se cegaran su rostro, tapado el del sol de justicia, que les alumbrara y diera a entender la gravedad de la culpa que era poner manos en Dios.

  ¡Oh Dios mío, seas tú mill veces bendito y qué desdichado y miserable es el peccador a quien el demonio lo lleva por este camino! En el cual va a ciegas y está en tinieblas de la grandeza de la bondad e inmensidad de Dios por donde se arroja [40r] y precipita a tantos despeñaderos, no sintiendo y consintiendo en l sus tentaciones y bajeza de pensamientos. Pero el justo, que vive y anda en presencia de Dios, luz y claridad de su alma, en esta presencia m ve y conoce los átomos y más pequeños peligros venir enderezados como saetas agudas a clavar el corazón del mismo Dios. Y así, como gente que sabe la grande pérdida que hay en esto, rechazan con tiempo la pelota n sin que un momento se les detenga en las manos, pues es verdad que de detenerse y consentir una tentación no son quince, ni aun quince mill años los que se pierden de amistad de Dios, sino una eternidad.

  11. ¡Qué poco se sienten las muertes de los estraños y de los que están lejos y apartados de nosotros! ¡Qué bien se sienten y lloran las muertes de los padres y amigos! ¿No dicen del otro mudo que vido que un soldado fue a matar a su padre a traición, lo cual hizo tan grande sentimiento en él que fue bastante a romper las ataduras de la lengua y hacerle dar gritos, lo cual no hiciera si tan tiernamente no le amara? Porque según los grados de amor son los grados de sentimiento que se tienen de la offensa o daño contra la tal persona. De esta suerte


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el malo, que tan apartado está de Dios, no siente la muerte de este mismo Dios, que se le da de parte del que consiente la tentación; pero el justo, que lo tiene por señor, padre, amigo, Dios y bien de su alma, apenas ha visto el amago en el demonio -con que pretende este Señor sea ofendido- cuando le hace romper las ataduras de su mesura y cordura ordinaria y se vuelve un león, un oso y tigre contra el que le tienta y contra sí propio en cuanto se siente frágil y quebradizo.

  12. Y de esta misma suerte podremos decir que las tentaciones en los justos son más penosas por mil partes, que todas salen de esta soberana y divina luz que su alma tiene, con que conoce su peligro, su daño, su miseria, lo poco que gana y mucho que pierde. Y de la falta de este conocimiento le viene al malo dejarse llevar con facilidad y no reparar, como bestezuela, en las spinas y abrojos que pace y come entre las yerbas del campo. Pero el justo, como alma delicada y niñetas de los ojos de Dios, cualquier cosita le da pena y lo aflige. Y así procura guardarse y conservarse en la amistad de este gran Dios. Lo cual siempre lo hará que viviere con recato y cuenta, mirando y advirtiendo [40v] dónde pone el pie, que sea parte firme y no resbale y dé consigo en los abismos.

  13. Pues digo que, aunque es verdad que el justo siente más las tentaciones y le son más fuertes y vivas, pero de ellas vive y está más seguro por las razones dichas del o sentimiento que tiene en ellas y porque está bien pertrechado y porque, si ellas vienen spiritualizadas, él lo está y favorecido del mismo Dios y en presencia suya, que es en quien todo se puede y quien da fortaleza para in aeternum non commoveri 9. Y porque está gozando de cerca de la summa bondad de Dios, que es verdad infalible, no consiente ni da crédito a las mentiras de lejos que le propone el padre de los engaños. Y como el demonio no le dan licencia que llegue al alma, ándase por acá abajo por la halda del monte en esta porción inferior, unas veces alterando la carne, otras p veces pintando en la imaginación. Y en fin, todas son bajezas y zorrerías que, con una piedra que dende arriba le tire el alma de la parte superior do está subida, es muy cierto el quebrarle la q cabeza, como hizo aquella valerosa mujer, Débora, al capitán Sísara 10. Y así como en tierra y puertos de mar donde llegan moros sólo captivan, cogen y prenden r con facilidad a los hombres que hallan fuera de su fortaleza y en la parte baja, así el demonio, cuando topa a un alma ocupada en las bajezas de la carne, da tras ella y con facilidad la captiva y prende. Pero cuando la halla retirada, recogida y fortalecida en lo alto del conocimiento de Dios, no le dan licencia a que él suba tan alto.

  14. Bien seguro y sin miedo estaba Moisés en lo alto del monte, donde Dios le descubría su voluntad y sanctos mandamientos. Y aunque


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habíe fuego, humo y ruido de trompeta, ni le impedía ni estorbaba su sancta conversación, ni daba miedo ni asombro. Pero los que estaban abajo en el valle y veían humo, fuego, trompeta que en medio resonaba, estaban s atemorizados, asombrados y medrosos, y así daban voces a Moisés, diciendo: Loquere tu nobis, non loquatur Dominus, ne forte moriamur 11. Es cierto, mis hermanos, que el que tiene su vivienda en los valles bajos y haldas del mundo y de la carne, debe temer cualquier trueno, cualquier humo y polvareda que el demonio levante en la tentación. Que por eso sacaron a Lot del poblado en tiempo de los incendios de Sodoma 12, para que en el monte tuviese seguridad, que es la que el justo tiene con Dios.

  Fin.

 

 

[41r] a     Jhs. M.ªb

 

 




a  ms. pedricadas



b sigue habemus tach.



1 Ef 6,12.



c sigue vide



2 Cf. Ap 12,7-12.



3 Heb 4,12.



d ms. vestido



e sigue no conoce tach.



4 Cf. 1 Cor 2,14.



f  sigue con tach.



g sobre lín., en lín. una cosa tach.



h es llano sobre lín.



i   sobre lín.



5 Job 10,11.



6 Job 1,10.



j sigue gos tach.



7 Cf. Jn 8,44.



k sigue lo tach.



8 Cf. Lc 22,64.



l   sobre lín.



m sigue y tach.



n ms. pelona



o  sigue su tach.



9 Cf. Prov 10,13.



p sigue p tach.



q al marg. vide



10  Fue más bien Yael, mujer de Jéber, la que mató a Sísara. Cf. Jue 4,17ss.



r sigue a los tach.



s  ms. estaba



11 Ex 20,19.



12  Cf. Gén 19,15-17.



a  ms. 49



b sigue nota






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