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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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[CAPITULO 13] CUÁNTAS MANERAS HAY DE TRABAJOS Y CUÁLES SON LOS MÁS AGRADABLES A DIOS Y LOS QUE DECIMOS QUE ESTÁN TABIQUE EN MEDIO DE GOZAR DE ÉL a

 

 

  1.  Aunque es verdadb que de los notables pasados, leyéndose con atención, es fácil de sacar cuáles son los trabajos que aquí tratamos, que bien se deja entender que no todos los trabajos tienen una calidad ni un mérito, ni todos son los que están tan cercanos de la gloria, que entre ellos no hay medio. San Pablo a los trabajos de los justos llama trabajos legítimos 1: Legitime certaveritc. Luego hay trabajos bastardos. Bien se infiere de un contrario otro contrario. Pues así como los hijos legítimos son los herederos d de la hacienda del padre en cuya casa nacen, así esotros son privados de cualesquier bienes y herencias. De aquí es que los trabajos que el malo padece, no siendo legítimos, nada heredarán en la casa de Dios, sino que, siendo infierno acá en la tierra el padecerlos, se quedarán sin premio de gloria, sirviéndoles de pena infame, de forzados y galeotes y infierno exterior.

  Estos trabajos son los que padece el amancebado por alcanzar sus gustos, los que padece el codicioso y avariento por sus dineros y el presuntuoso y ambicioso por sus dignidades. Son estos trabajos vanos como el que se cansa en partir la nuez o la almendra y se quiebra los dientes y la halla vana o podrida. ¡Qué aperreados, cansados y afligidos [63v] andan estos tales suspensos, elevados, insensibles! Y al cabo e dice de ellos el sancto rey David que durmieron su sueño y al cabo no hallaron nada en sus manos 2, que no sentían sus trabajos, como si fueran hombres dormidos y como en sueño se les pasaron todos sus trabajos sin ver el premio de ellos.

  2.  Por lo que dice el Spíritu Sancto de los trabajos de los justos se entenderá bien esto. En el libro de la Sabiduría, dice: Iustum deduxit Dominus per vias rectas; et ostendit illi regnum Dei, et dedit illi scientiam sanctorum,


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et honestavit illum in laboribus, et complevit labores illius 3; al justo lo llevó -dice- Dios por caminos derechos y esos caminos, por ser derechos, dieron con el justo a vistas del reino de Dios, diole la f sabiduría de los sanctos, honrólo en los trabajos y hizo que fuesen trabajos llenos.

  Cierto que, si esta autoridad se nota y advierte, que en ella se halla todo lo que en el notable pasado y en éste dejamos escrito y hemos de scribir. Los trabajos de los justos los llama caminos derechos y que estos trabajos dan con él en el reino de Dios y que en ellos está la sabiduría de los sanctos, que es la que san Pablo tenía en la cruz de Cristo 4, y que fueron trabajos honrados y llenos. Miren los nombres que da el Spíritu Sancto a los trabajos de los justos: caminos derechos y tan derechos que dan con el justo en el reino de los cielos. Pero los trabajos del peccador son trabajos torcidos en la intención, porque los padece contra su gusto y voluntad, porque, como no tiene el ayuda de costa que tienen los de los justos, son trabajos penosos, desgraciados y desabridos. Como cuando una carreta cuando rueda no va untada, por poco peso que lleve, va rechinando y saltándosele las astillas, y aun echando chispas, que es lo que acá solemos decir cuando algún hombre lleva alguna pesadumbre: por allí va fulano echando chispas, gruñendo y echando astillas, etc. Y es que no lleva la unción y gracia del Spíritu que tiene el justo, mediante la cual no hay carga pesada que no le sea fácil.

  3.  Una carga suele torcerse por ir toda a un lado, pero cuando lleva contrapeso al otro va derecho. El peccador lleva todos los trabajos a un lado, sin el g contrapeso h que lleva el justo de la gracia y don que Dios le dio con que los abraza con gusto. El justo va vestido de ellos y así no le pesan, y el pecador llévalos arrastrando, y así se le asientan y tuercen.

  4.  Lo segundo, digo que estos trabajos de los peccadores son torcidos de parte de la obra, porque ellos no los buscan ni los quieren ni pretenden, sino que sin pensar les vinieron. Pero el justo búscalos y ajústase con ellos, como cosa en que les está su bien y gloria. También son torcidos en los peccadores de parte del fin, porque siempre buscan gloria y, al fin de sus gustos, les vienen mill males, etc., pero en casa del justo por mill partes le son los trabajos caminos derechos, pues, buscándolos, en ellos hallan mill bienes [64r] y mill thesoros y, al fin, el reino de los cielos. Que es lo que hemos dicho de Cristo: Quia sic oportebat pati, et ita intrare in gloriam suam 5.

  5.  Lo tercero que train consigo estos trabajos es ciencia de los sanctos, porque en ellos aprienden una soberana sciencia y un grande desengaño de cuánta importancia les sea el padecer aquí por Cristo para gozarlo después.

 


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6.  Lo cuarto, dice que son trabajos honrados: Et honestavit illum in laboribus 6. Porque los malos padecen con deshonra y afrenta. Son trabajos de galeras, que con el remo en las manos maldicen su desdichada suerte. No hay que poner exemplo, pues ello se está tan claro. Pero los justos, siendo corregidos y castigados de Dios, son honrados en sus trabajos porque son amigos de Dios: Nimis honorati sunt amici tui, Deus 7.

  7.  Lo quinto, dice que son trabajos cumplidos: Et complevit labores illius 8. ¿Qué quiso decir por llamar a los trabajos cumplidos? Digo que por los trabajos temporales tiene Dios prometidos bienes eternos y en su cruz y trabajos tiene Dios acensuada y prometida su gloria. Pues ya se sabe que ningún censo se paga hasta i que esté cumplido el término y plazo; y, en estándolo, enviamos a nuestro censuario: corré y decid que ya se cumplieron los plazos j del censo, que pague.

  Los malos padecen trabajos, pero no trabajos cumplidos, sino mancos k y faltos, trabajos que jamás se les cumple plazo de premio ni gloria que esperan. No puede pedir paga el malo por sus trabajos ni ejecutar por ellos porque nunca jamás llegaron. No llegan los trabajos de los malos porque lo último, fin y cabo de las cosas en sus hechuras es la forma y perfección de la tal cosa, el colmo de lo que se mide y lo que se revierte y la última mano que el pinctor da a su pintura, y la última unidad en el número es forma del mismo número. Pues para darnos a entender el Spíritu Sancto cómo los trabajos de los peccadores no tenían ni traían consigo ninguna perfección, forma ni hermosura, llámalos trabajos no acabados, no llenos ni cumplidos. Pero los de los justos son trabajos perfectíssimos, que ellos train consigo su forma y perfección y en ellos propios está la misma paga de los mismos trabajos, porque en ellos empieza Dios a dar a gozar el alegría y contento que después de ellos el hombre aguarda.

  8.  Pues digo que aquí no hemos de tratar de los trabajos de los malos, pues es verdad que a ésos sólo se les sigue otro segundo infierno del que en esta vida han padecido, sino de los trabajos de los justos, a quien y por quien aguardan la gloria segunda que se les sigue a la que Dios les communica en ellos propios. Y digo o añado aquí esta palabra que se me ofrece: que el que padece de veras por Dios es tan grande el alegría de su corazón [64v] que en los propios trabajos se da por premiado y pagado el justo y jamás querría estar sin ellos. Lo cual mostró Cristo cuando, estando en la cruz, le decían los judíos que, si era Hijo de Dios, descendiese 9 y por el propio caso no bajó, por serlo, antes gustó y quiso ser enclavado mostrando con cuánto gusto recebía aquellos trabajos, pues para que le entrasen hasta lo vivo del alma hizo tantos agujeros en su cuerpo y abrió su celebro con tantas espinas, porque no fuesen trabajos que se quedasen por de fuera, según lo que dice por David: Intraverunt aquae usque ad animam meam 10.

 


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9.  De donde los justos se tienen por agraviados de que les quiten las ocasiones de padecer. Así lo dice el Spíritu Sancto: Stabunt justi in magna constantia adversus eos, qui se angustiaverunt, et qui abstulerunt labores eorum 11; que se levantarán los sanctos contra los que les quitaron los trabajos -antes parece l que se los dieron, pues angustiándolos y martirizándolos les quitaron la vida-. Digo que la razón por qué los argüirán y se levantarán contra ellos es porque, quitándoles la vida, les quitaron la ocasión de padecer de nuevo nuevos trabajos y, como quien les hurtó y robó lo mejor y más precioso que tenían, se quejarán de ellos pidiendo restitución. Ya que de los trabajos no sea posible, del premio que por el deseo que tenían de padecer de nuevo, si más vida tuvieran, se les habíe de dar. Y así, digo que sólo hemos de tratar aquí de estos trabajos y de las diferencias de ellos y cuáles son los más subidos y de más quilates y aquellos que están más cercanos a la gloria.

  10. Digo que el justo padece dos maneras de trabajos, unos interiores y otros exteriores. Los esteriores son cuando el golpe principal de ellos da sobre este hombre exterior, como cuando son contra su honra, su crédito, contra su hacienda y contra su salud, y que, demás de eso, echa de ver el hombre que estos trabajos le vienen de fuera, unas veces de los hombres, otras veces de los demonios. Y aunque estos trabajos se sienten en el alma, pero es de recudida, de suerte que su fuerza la han puesto en el sentimiento exterior. Y esto algunas veces se ve y prueba cuando en estos trabajos el hombre se queja m, hace sentimientos, llora y se cuita. Y no digo que estas quejas sean de impaciencia, sino quejas naturales y amorosas, y estos trabajos son meritorios y de mucha consideración. Y tampoco no trato de éstos, porque éstos están muy in via para disponer al alma para otras cosas de más consideración y no son estos trabajos pretendidos de Dios para que en ellos perseveren los justos, sino que pasen a estado de más consideración. [65r] Y aunque es verdad que pudiera tratar de muchas maneras de trabajos padecidos exteriormente por los justos, tampoco trato de éstos.

  11. Sólo tratamos aquí de los trabajos interiores, y éstos también son en muchas maneras: unos causados de los golpes exteriores y otros no tienen ninguna causa exterior, sino que n hemos de ir a buscar causa interior extraordinaria, spiritual y sobrenatural de estos trabajos que el justo padece. Y tampoco trato de estos trabajos interiores causados de las cosas de acá fuera, porque, siendo de ellos las causas ordinarias naturales y exteriores, es fácil el remediarlas y librarse un hombre de el efecto causado por ellas. Los otros trabajos de quien hemos de tratar son los interiores causados de cosas sobrenaturales extraordinarias. Y éstos no los podemos evitar ni es en nuestra mano. Pongamos exemplo. Bien puede un labrador remediar los daños que recibe su trigo que le vienen de afuera, como o, si las bestias se lo comen, cercarlo y guardarlo;


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si le entra alguna acequia o arroyo, estorbarlo; si se lo comen pájaros, espantarlos. Pero no puede guardarlo de las inclemencias del cielo, del hielo, del agua, granizo, sol y otras semejantes. De la misma suerte, los trabajos del alma causados exteriormente puede un hombre remediarlos quitando las causas y tapando los acueductos y portillos por donde le entra y viene el mal, pero si sus trabajos interiores le vienen de arriba y las causas son sobrenaturales, no es posible evitarlos.

  12. También digo que de estos trabajos interiores suele ser causa el mismo hombre, sin dar otra exterior ni sobrenatural p más de el afligirse a sí propio, como dice Job: Factus sum michimetipsi gravis! 12. El hombre se carga a sí propio la mano y se aflige con variación de pensamientos, unos de temor, otros de confusión y conocimiento propio, otras veces de los peccados pasados, otras de los por venir, de la incertidumbre de su gloria, de la terribilidad del juicio y otros pensamientos sanctos que, ayudado de Dios, suele el hombre tener con que muy de ordinario se aflige y padece. Y en éstos también el hombre puede muy de ordinario irse a la mano, resistiendo los pensamientos o variando q aquellos de que tal o tal pena recibe. Y éstos, aunque también son buenos, tampoco trato de ellos. Sólo trato de los trabajos interiores que por causas sobrenaturales se causan en un alma. Y éstos también son en dos maneras: unos causados [65v] inmediatamente de Dios y otros del demonio, a quien tomó Dios por instrumento para afligir y purificar aquella alma o para darle más a merecer, como se lo dio a san Pablo el ángel de satanás que le abofetease 13. Y tampoco trato de estos trabajos causados del demonio, cuyo ejercicio no es tan noble como el que tiene el alma justa en los trabajos causados por el mismo Dios.

  13. Y estos trabajos interiores causados inmediatamente por Dios son en dos maneras, y éstos son muy dificultosos de explicar y estoy temeroso si los que primero dijere los causa el demonio, dándole Dios particular licencia para que, por última dispusición, apriete de tal manera un corazón y lo sienta de tal suerte el alma que por aquel rato le parece estuviera con mayor descanso, alivio y anchura si estuviera en las brasas del infierno. La razón que hay de dudar si estos trabajos los causa el demonio es porque el hombre, que no sabe dónde llega el poder del demonio, parécele que no es posible que él pueda apretar la mano tanto y que apreturas y estrechuras semejantes sólo pueden ser de la mano poderosa de Dios, y también porque le parece el demonio no puede entrar tan adentro. Pero digo que me atengo a entender que es el demonio, con particular licencia que para ello trai de Dios, porque por muy adentro que parece que están los trabajos pienso que se causan de las apreturas del propio corazón de carne, sino que, como el alma siente que otro spíritu es el que hace aquello y el demonio tiene de


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costumbre siempre taparse y encubrirse, podría hacer aquel trampantojo al alma. También entiendo ser el demonio el que aquello causa porque parecen unos trabajos algo bastardos, escabrosos y muy pesados. Lo tercero, porque los efectos que causan son temerosos, asombradizos, etc.

  14. Los últimos trabajos de quien hemos de tratar son unos trabajos que ellos propios están asegurando a un alma que es Dios el autor y el maestro de ellos. Son unos trabajos y dolores dulces, suaves, amorosos, mansos, benignos, et omni suavitate repletos 14. Diferéncianse de estos penúltimos porque aquéllos son como el fuego cuando está en ascuas y carbones encendidos, que cualquier cosa que se les ponga a cocer la hacen hervir a borbollones; y, saliéndose y derramándose, estotros trabajos son como la lumbre en el rescoldo, que es suave y amorosa y lo que le ponen lo cuece con suavidad y blandura.

  15. Y, si no, comparemos estos últimos trabajos que Dios pone en un alma, con que la guisa para [66r] últimamente ponerla en su mesa, al resplandor del horno, que cualquier cosa que entran en él por iguales partes lo asa o cuece, dispone y sazona. Lo cual no hace ningún otro fuego, porque suele por una parte quemarlo y por otra parte dejarlo crudo lo que en esotros fuegos se asa. Y así, los trabajos interiores que Dios envía a un alma la cogen de pies a cabeza y por iguales partes, sin cansarse de dar vueltas, como dicen, al asador; se sazona y cuece en amor de Dios, de suerte que por un parejo en estos trabajos el entendimiento se ve informado y la voluntad abrasada y todo el hombre encendido r, derretido s y deshecho de sí propio, trocado y vuelto en Dios, porque como estos amorosos trabajos, ludiendo en el alma, encienden fuego -que es el estado sesto de los varones perfectos que llaman ignitio 15-, este fuego la derrite y deshace, como queda dicho, de suerte que puede decir: Dicite dilecto meo, quia amore langueo 16. En estos trabajos tiene el alma unas quejas amorosas, unos sentimientos tiernos, unos encendimientos suaves.

  16. ¡Oh buen Dios, y cómo estos trabajos no se saben lo que son ni se pueden explicar! Divirtámonos una migagica, quizá luego lo dirá Dios. Los trabajos que decíamos antes de éstos -cuando, como queda dicho, Dios aprieta y estruja el corazón con unos cordeles secos, crudos, duros y da garrote de suerte que muere, pero muerte penosa y dolorida, porque, siendo de cordel y garrote dura mucho t- estos trabajos comparé al fuego en ascuas porque, puesto a ellos, el corazón del hombre, como olla, se sale y revierte con mill quejas, dolores y movimientos penosos que hace. O no sé si diga que en ellos el corazón se seca y


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quema, que le parece que ya para él no hay jugo ni ternuras, sino penas y aflicciones.

  17. Tiene otro trabajo más: que, como son tan inmensos estos trabajos y el doloru y pena abraza y coge a todo el hombre, no los puede considerar más que según el caso presente en que los está padeciendo y no le es posible poner la imaginación en lo por venir ni si se han de acabar. Y como no los puede aprehender si no es debajo de lo presente que está padeciendo, son mucho mayores, el no poder poner los ojos en el cabo. Llano es que se consuela el que pasa un río con mirar al cabo y a la ribera, del cual consuelo se privaría el que, tiniendo mala cabeza, sólo mirase al agua.

  Otro exemplo podríamos poner más eficaz, y es: si a un hombre lo metiesen [66v] en un horno ardiendo o lo echasen en una lumbre cuyo dolor se llevase toda la imaginación, que no le dejase al hombre v que lo padecía discurrir ni pensar en lo por venir, llano es que esto le aumentaría grandemente el dolor. De donde pienso que el tormento de los condenados es tan vehemente y grande que cuando se les hubiera de acabar no sé si w el tormento diera lugar a la imaginación que pensara en lo por venir. Podríamos poner otro exemplo en su contrario. El hombre, cuando peca y se deja llevar del gusto y deleitación de la criatura, preguntadle si se acuerda de Dios, si sabe que en acabando de le ofender le ha de pesar, si considera que el fin del peccado es tristeza y trabajo, miseria e infierno, y dirá que la fuerza de la deleitación le llevó los sentidos, la imaginación, de suerte que a nada le dio lugar sino a sólo su gusto y contento x. Pues esto propio tiene la pena y dolor cuando es vehemente, que coge al hombre entero de suerte que no lo deja para que busque con qué aliviarse. Finalmente, es pena terrible que, si la misericordia de Dios no le diese fin, no sé si diga que en nada se diferencia de las penas del infierno.

  18. Pero y digo que tras estas penas, antes de las penas amorosas que Dios pone en un alma, tiene otro estado en medio y en este estado no se conoce a sí propio el alma. Parécele que está y vive en nuevo mundo, parécele que nada le puede enllenar, según quedó de ancha y dilatada con los trabajos pasados. Con sólo verse sin ellos, se da muy por pagada, tiene algunos sentimientos de Dios que se va y se viene. Debe de ser como el señor que hizo una casa y la deja enjugar antes de entrarse en ella de asiento, pero con todo eso la pasea z, mira y visita. Así hace Dios a esta alma que parece quedó hecha y edificada con las apreturas pasadas, pero no se entra de rondón en ella, digo según plenitud de dones que le comunique. Pero como va descansando y tiniendo lugar para poner el entendimiento en Dios, ya en él siente una a nueva luz, unas vislumbres en que siente o conoce con modo nuevo y luego la voluntad se enpieza a disponer para seguir amando aquella nueva mina que el entendimiento le descubre, hasta que se van


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apretando las carnes y recogiendo el alma en sí propia o, por mejor decir, en Dios.

  19. Aquí me parece es donde siente el [67r] alma o, por mejor decir, alcanza un grande grado de unión. Aquí es donde el alma se regala y Dios la hiere, donde entran las penas y trabajosb últimos que decimos, donde el alma en sí, sin saber cómo, se quema y abrasa. Aquí es, como dice la sancta madre Theresa de Jesús 17, donde, como otro gusano de seda, se muere en el capullo que labró con los hilos de sus propias entrañas, no para no ser, sino para que de su dichosa muerte saliese el gusano hecho una palomilla que volara. ¡Oh, qué bien dijo esta sancta mujer, pues le sucede esto propio al alma de quien vamos tratando! La cual, a costa de los trabajos inmensos que hemos dicho, labró su casa interior, donde se recogió a costa de deshacerse y desentrañarse, pues queda tan sola en este estado que, si Dios se le esconde y con algún conocimiento a sí propia no se ve, queda como en un páramo sola, desnuda y descalza de cualquier cosa en que pueda poner los ojos. Y así deshecha, humillada y desentrañada, pues a sólo Dios busca y fuera de él nada tiene, en breve, sin pensar, se ve hecha paloma y ave celestial que da vuelos muy sin saber cómo, hallándose unas veces en la contemplación de la infinita bondad, otras veces contemplando su justicia, y así en los demás atributos.

  20. No querría decir dos veces una cosa, por tener escrito muchas cosas en otras partes del estado de esta alma. Es una ave fénix, de quien dicen a la hora de la muerte junta muchos palos olorosos y éstos tienen tal dispusición que con sólo batir las alas enciende fuego y con él se abrasa y quema y de sus cenizas se dispierta otra fénix nueva y, como tal, más ligera y hermosa. En los estados antes de éste, el alma sancta junta leña, que son pensamientos y consideraciones sanctas. Las cuales, en este último estado, les enciende Dios fuego, dándole tal virtud y fuerza a su entendimiento y voluntad de suerte que el alma quede hecha una ceniza y un suave rescoldo, donde la propia alma queda renovada y dispuesta para dar más altos vuelos y hacer obras heroicas.

  21. De este estado del alma no se puede hablar si no es por comparaciones. Y no es poco hallarlas que en parte puedan explicar los secretos escondidos y el extraordinario estado de que goza esta alma. También me parece compararla al pelícanoc en la soledad, como dice David, y a la lechuza en su domicilio y casa 18. Del pelícano ya se sabe que con la sangre de su pecho y entrañas sustenta a sus polluelos. Yo no sé la causa por qué se crían de esta manera, pero ahora se me ofrecen tres. La una debe de ser el amor entrañable con que los padres los aman y crían, que no les consiente dar manjar más bajo. Lo segundo, porque así pequeñuelos los hijuelos no deben de comer otra cosa, [67v]


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como el niño chiquito que, no pudiendo comer vianda ni mascar cosa, se sustenta con la sangre de la madre, cocida y vuelta en leche. La tercera razón se me ofrece de aquella palabra que dice David: "solitario", que es como el pelícano en la soledad 19, y puede ser esta soledad tan grande que, careciendo los padres de mantenimiento que dar a sus polluelos, porque no se le mueran de hambre, gusta él de morir y darles a beber su propia sangre.

  Cierto que, si no me engaño, que todas tres propiedades convienen al alma en este estado d donde, como queda dicho, está tan sola que en nada tiene en que poner los ojos, sino en Dios, y esta soledad engendra unos pensamientos, unas ansias y deseos grandíssimos de ver, tener y gozar de Dios. Y es tanto lo que ama estos deseos que, por fomentarlos, darles vida y que duren, no repara en ver que e se le va acabando la vida, faltándole las fuerzas y que le será posible, con tal ocasión, morir presto, porque es mucho lo que se desentraña y deshace para hacer cada día nuevos deseos. Y esto no tiene dificultad, pues vemos las madres que aciertan a criar dos hijos ser tan grande el amor que les tiene, que no repara en ver que se enflaquece y acaba dándoles a entramos el pecho y a mamar de contino. De esa misma suerte, estos pensamientos sanctos y deseos de Dios que esta alma tiene están a ella tan asidos y pegados, que la están chupando y desentrañando por durar, vivir y conservarse.

  22. La segunda propiedad f del pelícano tanbién cuadra a esta alma, que era decir que puede ser darles el pelícano a sus hijos su sangre por no comer otra cosa, y en g aquel estado ser aquél su propio manjar. ¡Oh buen Dios, y quién supiera decir esto! Cierto que pienso que esta alma en este estado, cuando engendra estos deseos y ansias de Dios de que vamos diciendo, que con nada se sustentan si no es con la misma vida y ser de la propia alma, por ser ya en este estado tan puros estos pensamientos que ya no admiten mezcla de discursos y pensamientos de otras cosas de por acá fuera, como en otros estados que suele tener esta alma cuando los pensamientos que suele tener de Dios los ceba y alimenta con la consideración de las cosas criadas o de otras cosas que lee, piensa o medita. Pero en este estado parece que, sin pensar cosa de afuera, ve salir de sus entrañas y de lo más escondido de su alma unos deseos encendidos de Dios y unos pensamientos tan simples que apenas debe de saber si son hijos del alma o son la propia alma.

  23. La tercera razón por qué el pelícano sustenta a sus hijos con su sangre casi es la propia que [68r] queda dicho, que ya en aquel estado el alma está tan apartada de todas las cosas de acá y puesta en un páramo y lugar tan solitario que, si Dios no le enviase y diese vía extraordinaria con que cebar sus polluelos y sanctos pensamientos, no tendría de qué ni de dónde, por la grande abstración que tiene de


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todas las cosas de acá. Y así, para que no se le mueran de hambre estos hijos, los sustenta con sus mismas entrañas y ella se resuelve y vuelve pensamientos sanctos y amorosos. Y este deshacerse y morirse es el trabajo de que vamos tratando, que es el último que decimos está cercano a la gloria.

  24. La otra comparación fue la de la lechuza en su domicilio 20. Esta es un ave que sólo vuela de noche porque la hermosura y delicadeza de su vista no sufre luz ni resplandor del sol, que parece la belleza de sus ojos tienen esa presunción que les parece son ellos soles para ver en las tinieblas y obscuridad de la noche. Lo segundo, digo que es un animal que su morada es en los templos y edificios altos. Lo tercero, se sustenta con el aceite de las lámparas.

  En todas estas propiedades podremos descubrir las secretas e interiores que tiene el alma de quien vamos tratando. Lo primero, diole Dios, en lo secreto de su corazón, allá en lo más íntimo de su alma, tan alto conocimiento y vista tan perspicaz que parece se avergüenza a salir acá fuera, donde se goza de esta luz y claridad ordinaria, sino que, viviendo allá dentro, en la casa y morada que hizo para Dios, sale en lo obscuro de la noche, en las tinieblas de que goza, a buscar su presa, manjar y sustento. Y advirtamos que estas tinieblas no son como estas exteriores, de quien dijo Cristo que trabajásemos mientras era h de día 21, no nos cogiesen las tinieblas, porque en estas tinieblas no ven los ojos del cuerpo, pero en las tinieblas interiores, de quien vamos tratando, ven los ojos del alma. Son de quien dijo David que Dios puso su asiento en tinieblas 22. Y en otro lugar, dice: Sicut tenebrae eius, ita et lumen eius 23. Todo es uno. En la casa de Dios son tan claras las tinieblas como la propia luz, ora sea porque el don que Dios puso en el alma le dio la virtud y calidad como la que tienen los ojos de la lechuza, que ve en medio de las tinieblas, ora sea porque las tinieblas son tan amorosas y suaves que tienen esa calidad que en ellas se ve como y mejor que de día con la luz del sol, ora sea porque donde Dios está no se puede encubrir, aunque más tinieblas haya. Y así, puesto caso que en esas tinieblas pone Dios su asiento, el alma le saca y conoce por el rastro y porque él es "luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo" 24. Como si vos estuviésedes en tinieblas y viésedes una luz, la misma luz se descubre y manifiesta y enseña dónde está Dios.

  25. No digo [68v] que esta alma, estando en peccado y tinieblas que consigo trai la culpa, vaya a buscar a Dios sin que el mismo Dios la dispierte, llame y dé gracia preveniente y subsecuente. Yo no trato de este estado, sino de otro muy diferente, donde la misma gracia son tinieblas y asiento donde Dios mora. Y digo tinieblas que encubren y


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escurecen las cosas de la tierra y descubren las cosas del cielo. Ahora, pues, estando esta alma así apartada, escondida y retirada y sustentada con manjar tan extraordinario, como la lechuza de aceite, ella del mismo Dios, no puede dejar de padecer trabajos de los que vamos tratando, porque esta alma, en fin, está en las carnes y tiene vida natural. Y, por otra parte i, haberse de desencuadernar para buscar vida y sustento sobrenatural, no puede dejar de padecer trabajos.

  26. Pongamos un exemplo. El sustento natural del hombre es pan. Pues consideremos que este hombre entraba en una tierra donde no se usa pan ni lo hay ni lo alcanzan. Es llano que habíe de pasar inmenso trabajo por privarse de su manjar natural y hacerse a otro, aunque fuese más subido. Más natural es que una azuela corte en un madero que en un hierro, pero si le obligasen a cortar en el hierro, aunque era más perfección, trabajo habíe de padecer. Lo propio digo yo de esta alma a quien ya en ese estado le falta el manjar natural y los discursos ordinarios con que se sustenta el entendimiento: que ha de padecer un trabajo grande de verse en carne y desencuadernada de la carne para sustentarse con manjar extraordinario a la propia carne; y que ya trata acerca de las cosas dificultosas y sus filos han menester ser más agudos, pues, como la asierra ya corta cosas más duras o más dificultosas, aunque más fáciles de entender, puesta ya aquel alma en aquel estado, sino que la dificultad no está de parte del alma así dispuesta, sino de parte de ella misma así compuesta y unida con este cuerpo.

  27. Aunque de estos trabajos yo no trato, que fuera de la intención los hemos dispertado. No trato sino de unos trabajos sabrosos, positivos, que el alma siente dentro de sí propia, de suerte que estos trabajos no sabe si son trabajos o si son Dios, porque, por una parte, le parece que hieren y punzan y, por otra parte, la recrean, por una parte dulces y por otra amargos. Podrían ser como las naranjas agrias dulces o como cuando llueve con sol por estar el sol a un lado y el ñublado a otro, [69r] que entonces llueve sin pesadumbre, antes las gotas que cain parecen de aljófar. De esa misma suerte, no causan ni dan enfado en esta alma las penas que sobre ella llueven, en el caso que vamos diciendo, por verse herida por otra parte del Sol de justicia, y que las mismas gotas y penas que le cain se le vuelven perlas, pues no le sirven sino de nuevos derretimientos en el mismo Dios.

  28. Yo pienso que cuando el alma llega aquí ha pasado ya de los éxtasis y arrobos y que el padecerlos aun es grado más bajo 25, porque, aunque es verdad que en este estado de éxtasi o arrobo padece esta tal persona, pero es llano que más goza que padece y que es estado donde esta persona muestra más flaqueza o, por mejor decir, más entereza


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del hombre exterior, pues es necesario ponerlo yerto y enajenado para que el alma reciba el bien que Dios le hace. Pero en estotro último estado, no hallando Dios contradicción en el hombre exterior, porque ya del todo está rendido, déjanlo libre y dispierto. Pongamos un exemplo o dos, que entramos sean uno. Quiere un hombre hacer un hurto, como sucedió en cierto puerto, que, quiriendo unos estranjeros sacar a escondidas mucho dinero de España, determinaron de hacer un convite y grande cena a todas las guardas y alguaciles de la ciudad y en ella emborracháronlos a todos y de esta manera sacaron muchas riquezas (aunque es verdad que uno que no se halló en el caso los cogió después con parte del hurto en las manos). Pues Dios, que como ladrón viene a un alma -que así se comparó 26- a robarle su entendimiento, voluntad y memoria, y a ella misma, quien guarda esta ciudad es el cuerpo y los sentidos que la estorban y detienen. Lo que dijo Aristóteles [sic], que corpus quod corrumpitur aggravat animam 27. Ya esta carga pesada del cuerpo es bastante para que Dios no saque al alma donde él pretende, porque aunque Su Majestad pudiera con alguna violencia, pero no quiere, sino que ayudada de Su Majestad ella se vaya por su pie, y andar tanto con cuerpo tan pesado no puede. Pues ¿qué hace Dios, que es el que viene a hacer el tiro y el hurto? Emborracha en el éxtasi y arrobo al cuerpo y enbriaga los sentidos para que, mientras ellos duermen y están así sopitos, Su Majestad sin estorbo haga lo que él pretende.

  29. Pero, pregunto yo, si los que habíen de estorbar este hurto fueran amigos del ladrón que lo pretende hacer o fueran niños que no lo pudieran estorbar, o cojos, mancos o enfermos que no lo pudieran impedir, aunque por sus ojos lo vieran, mucho mejor fuera, porque, a menos trabajo, con más facilidad y continuidad se harían los hurtos. Pues digo que, en este estado último de que vamos tratando, ya todo el hombre interior y exterior es amigo de Dios, que ha de hacer el hurto, y que la casa está segura y que no hay alguaciles que defiendan [69v] ni nadie que estorbe, ora sea, como digo, porque ya todo el hombre es amigo del que hace el hurto, ora sea que ya enfermaron estos sentidos y enflaquecieron de suerte que no son señores de sí, por haber quedado cojos y mancos y no poder correr ni velar estorbando estos hurtos divinos que se hacen. Y así llamo estado más bajo al de los éxtasis, por tener menos de libertad, pues es verdad que menos premio se le debe al que consiente por estar borracho que por estar libre, no obstante que todo lo que hace o padece el que está en el éxtasi en su causa es todo voluntario y meritorio j.

  30. Hay otra diferencia entre estos dos estados. Que el que está en el éxtasi tiene un ejercicio continuado y el que pasó de ese estado y se puso en el último, de que vamos tratando, como los actos que


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hace en sí son libres y diferentes, vienen a ser muchos actos discretos, que es lo propio que diferentes y distintos. Ahora, pues, pregúntase ¿cuál es de más consideración: el acto continuado de cuatro o seis horas del que está en el éxtasi, o los actos discretos y diferentes que están en el que ya pasó de este estado y quedó libre? No pienso que a esto se podrá responder sin distinción, y será ésta: que pudo ser la causa libre con que se dispuso este hombre para el arrobo tan fuerte, tan eficaz, con tantos actos tan encendidos y voluntarios que sea mucho más meritorio aquel acto continuado que padece este hombre en el éxtasi que los muchos que estotro hombre hace libres y voluntarios en sí, porque pueden estos actos voluntarios en sí no llegar al acto voluntario con que estotro se dispuso para su éxtasi y arrobo.

  31. Y pienso que a esta pregunta no se puede dar otra respuesta que convenza sino poner en una balanza lo voluntario del uno con su acto continuado y lo voluntario de los otros actos diferentes, y lo que pesare más valdrá más. En los que juegan a naipes podríamos hallar un exemplo. Unas veces vale más una primera grande que dos pequeñas y otras veces suelen ganar dos primeras en manos de los compañeros k que hacen un cuerpo a una muy grande de su contrario. Y así, en esto no se puede dar regla general. Sólo conocemos que, siendo este estado último de que tratamos tan alto, en el cual padece libertad el hombre que está en él, va aumentando y creciendo la voluntad cada momento, pues unos actos son ayuda para que los que se les siguen sean mayores y unos se ayudan a otros l.

  32. Y es gran bien sacar vino de una tinaja en virtud del que actualmente le están echando y dineros de una bolsa que siempre la están enllenando, y no sacar de donde echaron y al presente no echan, porque es llano, que por mucho que al principio tuviese, le habíen de hallar cabo, según lo que acá decimos: [70r] donde sacan y no echan, cabo le hallan. Pues consideremos que éste que está en este éxtasi enllenó su cubo y encendió su voluntad cuanto pudo cuando con ese acto voluntario se provocó al éxtasi. Después de puesto en él ya no es libre para añedir lumbre al fuego ni vino a la tinaja ni dinero a la bolsa m. Y puesto caso que esta alma en este éxtasi se está derramando y vertiendo y dándose a Dios, que este fuego, siendo finito y no añidiéndole leña, que se ha de venir a acabar el arrobo y tener fin el acto continuado. Lo cual podría no ser en este último estado en que un alma está ocupada en hacer muchos actos libres, porque estándolo la voluntad podrá cada momento estar cebando el fuego y enllenando la tinaja o voluntad de donde salen aquellos actos y sanctos pensamientos o deseos de Dios.

  33. Pienso que me ha ofrecido Dios un admirable exemplo que no se ha de poder negar. Tiro yo una bola con cuanta fuerza tengo; esta bola va rodando en virtud de la acción impresa que le pegó mi mano, pero como allí no va mi mano que le vaya fomentando aquella virtud,


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es fuerza que se le haya de acabar y parar la bola, y que para que torne a rodar es necesario tornarla a tirar. Pues consideremos la diferencia que habrá de esta bola cuando rueda a mi persona, que por pasos contados y algo espaciosos voy yo tras ella por el mismo camino. Digo que habrá esta diferencia: que la bola llegaríe primero do caminaba que yo y me cogeríe ventaja en virtud de la que mi mano le comunique, pero yo haríale otra ventaja: que, atento que la virtud que le comuniqué a la bola estuvo en un solo acto, que fue n virtualmente con ella y se le habíe de acabar por fuerza y pararía la bola antes que yo, que llevaba en mí la virtud actual de poder andar y pasarla muchíssimo.

  Lo propio digo yo del que padece arrobo, que éste camina y vuela en aquel éxtasi en virtud de la voluntad con que se dispuso para él. Pero, atento que en el propio éxtasi no queda libre, es fuerza que pare la bola y vuelva en sí aquel alma a favorecerse de otros tiros y actos voluntarios con que torne a rodar y caminar. Pero estotro, que siendo libre va por sus pasos contados caminando, es llano que aunque le llevase ventaja al principio o del éxtasi, estotro se la habíe de llevar en la perseverancia de sus muchos actos, los cuales llevaban consigo a la voluntad libre que actualmente los va fomentando y alimentando. Y así es cierto que andará éste más con sus muchos pasos, aunque menudos p, que la bola con la carrera que dio [70v] llevando en sí impresa la virtud del agente que la enviaba o tiraba. Y así, como queda dicho, el que padece el éxtasi camina en virtud de la voluntad impresa en el éxtasi, la cual se imprimió cuando en el principio, antes de aquella enajenación, voluntariamente tuvo grandes ansias y deseos de Dios.

  34. Dije al principio de este párrapho, en que enpecé a poner diferencia de estos dos estados o grados de perfección, que en el éxtasi, aunque el cuerpo padece, el alma más goza que padece, y si padece es pasión amorosa mezclada q con muchos gustos y consuelos interiores, pero después de haber pasado ese estado y dado consigo en el campo solitario, donde el alma sólo halla el monte calvario con una cruz que le aguarda y Dios que se le encubre -no digo bien, sino con una cruz que ya tiene dilatada y prolongada que, junto con tenerla, la aguarda y busca, porque menos no se podrá hallar sin ella, que ya su vida es morir y padecer por quien está tan cerca de ella- es sin duda que este estado es más alto y más meritorio que el del éxtasi.

  35. Digo que esta alma en este estado y campo tiene cruz y desea cruz y busca cruz, y es la razón por qué de cruz no se ve harta porque en esa cruz está Dios escondido en lo alto de ella, no gustando de manifestarse en esta vida como el alma lo quiere, sino del modo que a Su Majestad le parece. Y así, esta alma golosa de Dios, como sabe que en esta cruz está Cristo, tira de esta cruz y mientras más saca más cruz tiene, más penas y más trabajos interiores de los que vamos tratando, y jamás, por mucha cruz que saque, llega a lo que quiere, porque siempre está Dios en ella encubierto. La vida que esta alma


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tiene es pozo hondo y sin suelo mientras en este mundo vive, para pensar lo ha de agotar y r hallar el suelo y firmamento que busca.

  36. Quiero poner un exemplo, aunque parezca grosero. Supongamos que de un pozo muy hondo está una persona sacando una cosa preciosa y para esto echó unos garabatos asidos a una soga larga y que, meneando la soga allá dentro dando vueltas y revueltas, asió lo que buscaba y tanto valía y deseaba y que, enpezando a tirar, sintió en el golpe del brazo que venía asido lo que buscaba. Díganme, ¿con qué gusto, gana, solicitud y diligencia iría tirando de la soga, con qué miedo no se le desasiese, tiniendo grande atención al peso que traía? Porque, según el juicio que el tiento hiciese s del peso que traía, según esto juzgaría de la certidumbre de su bien. Ahora, pues, díganme: si este pozo estuviese tan hondo que, antes que saliese lo que se saca, se muriese y acabase la vida a esta persona t, [71r] temerosa de eso, es llano se habíe de dar grande priesa a tirar de su soga. Digo más: que mientras más soga sacaba quedaba más cargada de la soga que suponemos la iba urdiendo en los brazos, y el peso que sacaba mientras más se acercaba más pesaba. Y así por entramas partes esta persona quedaba cada momento más cargada y penada y con más codicia.

  Quiera Dios lo acertemos a aplicar. Lo que el alma busca es a Dios y aquellos tesoros incomparables que tiene para dar a los justos. Estos son bienes que están muy hondos y escondidos. Pues ¿qué hace el alma de quien vamos tratando que con veras los busca? Coge por soga la cruz de Cristo y al mismo Cristo por garfios, a que están y vienen asidos esos bienes. Esta alma enpieza a dar vueltas con su cruz, menear y rodear. En el peso de ella echa de ver que viene asido el bien y el tesoro que busca y, mientras más tira de su cruz, más miedo tiene y temor sancto no se le desasga y suelte; mientras más cruz saca y más traba de su cuerda, más cruz tiene y, mientras más se acerca lo que saca, más pesan aquellos bienes soberanos y divinos que busca. Y así más cargada se siente cada día, más penada y más crucificada y temerosa de que no se le acabe la vida, pensando que en ella ha de hallar cabo a la cruz. Dase grande priesa por ver qué es aquello que viene al fin de ella y es imposible que en esta vida le halle fin, porque lo que viene al fin de esa cruz es la gloria y ésta no se da u en esta vida, sino en la otra.

  37. Muy lindo v exemplo se nos ofrece en Raquel, preñada de Benjamín, de cuyo parto murió 28. Esta mujer preñada llano es que cada día deseaba más ver el niño nacido y, mientras más días pasaban, más le crecían los deseos y, mientras más le crecían los deseos, estaba más pesada porque el niño más crecía y más cercana estaba a la muerte, pues de su parto habíe de morir. De manera que de parte de los medios tiene trabajos, porque cada día crece más el niño y pesa más.

 

 


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De parte del fin también tiene mayor trabajo, porque en el nacimiento del hijo, que Jacob lo llama dichoso 29, ha de morir. Y todas estas cosas son forzosas a esta mujer preñada. Pues consideremos en ella al w alma preñada de Dios. Que, puesto caso que esta preñez y concepción en esta vida es en cruz y trabajos, los cuales crecen mientras más días tiene el preñado y mientras más crece el niño Dios en su alma y más desea ver el fin y el cabo de este parto, más presto se llega la muerte, [71v] porque al tiempo de nacer Dios por visión clara es llano que esta persona ha de morir, porque menos no se puede gozar. Y así hallo que por todas partes crece su cruz: por parte de los medios, porque siempre es mayor; por parte de los fines, porque se le llega la muerte en el nacimiento del hijo dichoso.

  38. Y no parezca dificultosa esta comparación, que así llama Cristo al alma que hace la voluntad de su Padre: madre y hermana 30. Adviértase que la comparación de la mujer preñada al alma que en sí concibió a Dios en el estado de que vamos hablando parece muy propia según lo que hemos dicho, porque el peso de esta mujer preñada es peso amoroso, gustoso y en nada penoso, pues deseando cada día crecer en días le crece el peso. De esa manera, el peso que vamos diciendo de esta alma es peso sabroso y amoroso, que deseando más cada día más le pesa y más trabajo siente y más lo ama, como la madre a la criatura mientras más crece y más gusto recibe con su peso.

 

 




a  sigue Dios tach.



b ms. verdas



1 2 Tim 2,5.



c sigue vide locum



d ms. eredero



e sigue se tach.



2 Cf. Sal 75,6.



3 Sab 10,10.



f   sobre lín.



4 Cf. 1 Cor 2,2.



g sobre lín.



h corr. de contrabeso



5 Lc 24,26.



6 Sab 10,10.



7 Sal 138,17.



8 Sab 10,10.



i  rep.



j ms. palos



k ms. manco



9 Cf. Mt 27,40.



10  Sal 68,2.



11 Sab 5,1.



l  ms. padrece



m sigue lo sie tach.



n sigue la tach.



o sigue quando tach.



p  sigue po tach.



12 Job 7,20.



q sigue los tach.



13  Cf. 2 Cor 12,7.



14 STO. TOMÁS, Officium de festo Corporis Christi, Pars 3,5: "O pretiosum et admirandum convivium, salutiferum et omni suavitate repletum".



r  sigue y tach.



s sigue buelto y tr tach.



15  Según un opúsculo titulado De septem gradibus contemplationis, al que nuestro Santo hará alusión un poco más adelante, ese estado corresponde más bien al primer grado: "Primum igitur dicamus ignem, secundum unctionem... Primo enim anima ignitur, ignita ungitur...". Cit. por J. G. ARINTERO, Cuestiones místicas, Madrid 1956, 591. Cf. Ibid., 589-592.



16  Cf. Cant 2,5; 5,8.



t sigue a tach.



u  ms. dol



v corr.



w sigue la tach.



x sigue sobre lín. a facie colubri fuge peccavo tach.



y sigue las penas tach.



z sigue y vi tach.



a sigue lus tach.



b  sigue que tach.



17 Cf. Moradas, V, 2,2.



c sigue y a tach.



18  Sal 101,7: "Similis factus sum pellicano solitudinis; factus sum sicut nycticorax in domicilio".



19 Cf. Sal 101,7.



d  sigue lo pro tach.



e sigue este tach.



f sigue tanb tach.



g sigue a tach.



20 Cf. Sal 101,7.



h  corr. de eran



21  Cf. Jn 9,4.



22  Cf. Sal 17,11.



23  Sal 138,12.



24  Jn 1,9.



i  sigue sobre tach.



25 Al alma que ha alcanzado el matrimonio espiritual, según santa Teresa, "todos los arrobamientos se le quitan" (Moradas, VII, 3,12).



26 Cf. 1 Tes 5,2.



27  Sab 9,15.



j  y meritorio sobre lín.



k  sigue a una tach.



l ms. otra



m ms. bolso



n  sigue con tach.



o sigue el tach.



p me sobre lín.



q ms. mezglada



r  sigue ha tach.



s sigue se tach.



t sigue y tach.



u sigue sino tach.



v ms. lingo



28 Cf. Gén 35,16-20.



29 Cf. Gén 35,18.



w  sigue hombre tach.



30  Cf. Mt 12,50.






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