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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [15] CUÁNTO SIENTEN ESTOS HOMBRES, MUERTOS AL MUNDO, ALGUNAS PRUEBAS Y MORTIFICACIONES QUE DIOS LES OFRECE
1. Hay un notable engaño en los hombres que saben poco del estado de los perfectos. Paréceles a ellos que a, habiendo ya llegado los tales a grado de perfección que no lo pueden disimular ni encubrir, sino que es notorio a los demás que ya están puestos por blanco para las saetas que les quisiesen tirar y que se dan a prueba de alcabuz y que de todo quedaron insensibles, siendo lo contrario por haber Dios ordenado y dispuestob sus cosas de tal manera que le dejó una tan particular correspondencia y trabazón con las cosas de acá, que de ellas toma y coge la mortificación y fructo que se puede imaginar. Porque si esas tentaciones o persecuciones no le tocaran o las sintiera, no comparara el Spíritu Sancto a su esposa al lirio entre spinas 1 ni subiera cargada de riqueza de este desierto 2, donde no hay sino el fructo que se saca de los trabajos.
2. Estas tres o cuatro cosas, si Dios es servido, ha de contener nuestro capítulo. Lo primero, es certíssimo que el justo llega a tiempo que no puede encubrir las mercedes que Dios le hace, ya descubriendo los dones particulares que le dio, ya las obras a que obligan y compelen los tales dones. Pongamos exemplo. Supongamos que Dios a uno le dio don de palabras, de sabiduría, de prophecía, etc., u otros semejantes. Es imposible que estos dones los pueda disimular y tapar. Lo uno, porque en la persona no caben, que son grandes y la vasija pequeña y es fuerza que se hayan de derramar y verter. Que es lo que san Pablo decía escribiendo a los Corintios, que siempre traía abierta la boca para los enseñar 3, que parece no la podía o no le daban lugar para que la cerrase. Aun acá vemos, si uno tiene un dolor o alegría grande y no llorase o riyese y desaguase, la casa reventaría, como el perro lleno de calor, que siempre trai la lengua sacada y la boca abierta. Si la charidad es grande, es imposible dejar de sacar la lengua y abrir la boca y que la conozcan los hombres, y más que estos dones del cielo son de la calidad del fuego, que no se puede esconder en el seno sin que los vestidos ardan y salga humo.
3. Nunca habrá sucedido estar un hombre en una cama con una sábana corta, [76r] que si os cubrís los pies os descubrís el pecho y si cubrís el pecho os descubrís los pies; sois grande y el cobertor pequeño. Son grandes los dones de Dios y el natural del hombre corto, y no es posible que por todas partes se puedan tapar. Y también por ser ellos de esa calidad. ¿Qué sirve encerrar el ámbar y las pastillas en el arca y echarles la llave? Que el olor buscará por do salir. El sol ¿no tiene tres fundas de tres cielos antes dél, cada uno tan grande? Y no es posible cubrirlo porque es él de esa calidad. Tapad una fuente, no importa, que ella romperá por otra parte o se irá por debajo la tierra a donde halle puerta abierta. Quae audivimus non possumus non loqui 4, dicenc [Pedro y Juan], porque, si aquí no hablamos, el Spíritu Sancto nos llevará donde se derrame y vierta esa agua de la palabra de Dios que lava y limpia. Decidle a la madre y mujer fecunda que aprieten los pechos para que no derramen leche. ¿Qué sirve? Que d las propias ataduras y vendas enllenará de la leche que como de fuente nace y sale.
4. Lo tercero, digo que no se pueden encubrir esos dones, porque se los dio Dios para eso. Porque Dios y la naturaleza nada hacen en vano, pues dice la Sabiduría que el tesoro scondido y la sciencia no vista en nada hay provecho 5. Díganle a la mujer preñada que no para, dirá que ella no concibió e para traerse el niño en el vientre, sino para que nazca y pueble el mundo. ¿En qué ley cabía que habíe Dios de sepultar estos dones y fecundar estas almas y que concibiesen tantas
gracias para no vistas ni oídas? Cuenten los dones del Spíritu Sancto y verán cómo f los más g dicen relación a tercero: don de consejo, de piedad h, don de sciencia y don de fortaleza, etc., porque el Spíritu Sancto, a quien atribuimos la bondad, tiene propiedad comunicarse. Y así yo no tengo por posible que llegue un alma a grado de perfección que reciba de Dios singulares mercedes y las encubra. Bien entiendo yo que ella hace su deber por taparlas, y aun muchas veces no hace eso de más virtud y fortaleza, sino de temerosa y medrosa de los juicios de los hombres.
5. Llano es que una mujer con generación que es perfecta. Y, con todo eso, las primerizas tienen vergüenza de salir a la calle con su hijo en los brazos. Verdad es que las causas son diferentes, y también porque los hombres, amigos de novedades, todos acuden a la prueba. Cuántos hombres hay que si vienen de la feria y train alguna fructa nueva no se atreven a decirlo porque no les saquen la vida las vecinas, amigas de golosinas y de i cosas nuevas y que se las den de balde. [76v] Y más, que los siervos de Dios suelen recebir dos maneras de dones, unos en provecho del cuerpo y otros en bien y provecho del alma. Si acaso güelen j los hombres que Dios os hizo merced de que por vuestras oraciones alcancéis salud o tenéis algún don particular para remediar enfermedades, habréis menester subiros al cielo, como otro san Blas y san Roque, para que os dejen k los güesos sanos, porque no tuviérades hartos con los que hay en Madrid de tanta infinidad de muertos.
6. Los dones que Dios da y communica en favor del alma ésos los dejan holgar porque, como no les duelen sus males, no les buscan remedios. Así, digo que estos dones de ordinario son manifiestos a los hombres, o por su grandeza o por su chalidad y propiedad, o porque Dios los dio para eso, o porque los hombres los descubren y sacan de rastro, como el galgo a la liebre.
Dijimos arriba que este justo de quien vamos tratando llegaba a tiempo en que no era posible tapar su justicia, unas veces descubriendo o descubriéndose los dones que Dios había hecho a esta tal persona, otras veces descubriéndolos él por obras particulares a que es obligado y compelido de los tales dones. Ya dijimos de lo primero cómo los dones se descubren; lo segundo, cómo el hombre se descubre por las obras que hace, ya también queda tocado, y por estarlo este tal hombre con la gracia l procura siempre m obrar, porque tiene la calidad de la piedra imán, que inquieta y perturba en buena parte al corazón que toca.
7. Bien pudiéramos esto probarlo con muchos exemplos de sanctos que sólo el rato que dormían lo tenían por ocioso porque lo demás lo ocupaban de suerte que siempre andaban alcanzados de tiempo. De la
sancta madre Theresa de Jesús se lee que, cuando no podía hacer obras grandiosas, no pudiendo sosegar ni reposar sin obrar, tomaba un candil en la mano y se ponía en los tránsitos de las escaleras 6 y, quien en lo interior era lámpara encendida de charidad, lo quería también mostrar en lo exterior en la manera que podía. Otras veces se hacía guardarropa, doblando las capas de sus hijas y compañeras 7. Díganme: quien en esto se ocupaba, ¿qué no hiciera si se le ofreciera ocasión? Agua que se vierte por los suelos también regara jardines si allá la guiaran. No busquemos otros exemplos más que el de Cristo, cuyo amor n y charidad fue tan inmenso que no la podía Dios detener, si así se puede decir. El propio lo dice: Et quomodo coarctor 8; que no lo podía atar ni detener, que era tan grande el deseo que tenía de hacer por los hombres que, sentado a la mesa, se levanta, se desnuda, se derrama por los pies de sus discípulos 9, habla, predica, enseña, da exemplos, etc. A todas manos [77r] hace, los ojos lloran, las manos o lavan, la lengua habla y todo Dios obra p.
8. Decidle al arbolillo que no brote, que no eche llegado el abril y mayo. Diráos que es imposible, si está vivo, hacer eso, sino que su propiedad y calidad es a tal tiempo echar hojas, flor y fructa. Lo propio dirá el justo que tiene Dios plantado a las corrientes de las aguas 10: que, informados con la divina gracia, han de dar hojas de palabras, flor de pensamientos y fructo de buenas obras. Bueno fuera que pusiérades una poca de cera a la lumbre y que le rogárades que no se derritiera. Fuera imposible. No quita la gracia el libre albedrío, pero de parte de la gracia está como q obligando y como forzando al bien obrar. Que es lo que san Agustín explica de aquellas palabras que Cristo dice: que nadie va a él si su Padre no lo trujere 11. Como la oveja a quien -dice- mostráis el ramo verde, que va como r compelida a él 12.
9. Digo más: que el justo suele tener dos estados en el camino de la perfección. El uno es estado ordinario y común, y en este estado bien puede el hombre tapar y encubrir su vida. Como la madre que el niño, si es chiquito, lo lleva cubierto con la halda o el manto, pero si es tan grande como la madre o mayor, no seríe posible. En este estado es la virtud que hay en esta persona mandadera, que acá decimos, que se deja mandar y ella obedece. Si le decís que calle, calla; si le decís que no salga, lo hace; que se siente al rincón, obedece. Otras veces la virtud es la que manda y se apodera de vos de tal manera que ella es la que en casa manda, la que os saca de casa, la que os
trai por los hospitales curando pobres, por las calles haciendo pláticas, por los suelos ejercitando humildad, no obstante que en el uno y en el otro Dios es el que le da el velle et perficere 13.
Paréceme que estos dos estados son como el amor que una madre tiene a su niño chiquito o como el que tiene a su marido: que el que tiene a su marido es amor acordado, prudente, detenido, discreto, medido, de suerte que si ha de abrazarlo lo deja para lo secreto y no, en viéndole en la calle, ejercita tales obras; pero el que la madre tiene a su chicuelo no es sufrido de esa manera, sino que donde quiera que lo topa lo llama mi rey, mi príncipe, y allí le da mill besos y abrazos. Y aun por eso le decía la esposa a su esposo que lo deseaba niño chiquito y puesto a los pechos de su madre 14, que fue pedirle amor sin medida, sin cuento, amor arrojadizo que en nada reparase.
10. Llano es que el fuego, si es poco, lo tapáis debajo de unas pocas cenizas; si es grande, ni aun con agua lo podéis s apagar. Que es lo que dijo el Spíritu Sancto: Aquae multae non potuerunt extinguere charitatem 15; ni muchas aguas ni muchos ríos no pudieron apagar el fuego que en su pecho encerraba el alma sancta. Pues digo que suele llegar el justo a un estado a quien toda su cordura y saber no llega a encubrirlo ni taparlo, porque lo que la sabiduría tapa el amor lo descubre. Mirad qué sirve que la madre tape al chiquillo [77v] si él llora por mamar y tiene hambre. Dadme un alma que tenga hambre de Dios, tapadla y encubridla, quitadle las ocasiones de merecer; quitará telas de arañas y barrerá el suelo por donde otros han de pasar y, si nada tiene en qué ocuparse, ella se está en sí consumiendo, que es como el fuego, que, si no tiene leña que quemar, él se consume y se deshace dentro de sí. ¿No hemos oído decir acá de un hombre airado: las manos se muerde? Y es que su enojo fue tan grande que, no tiniendo a mano a su enemigo t a quien despedazar, se come y despedaza sus manos. De la misma suerte, nuestro justo, en no tiniendo a quién hacer bien o en quién ejercitarse, él se deshace y derrama por esos aires sus quejas y querellas y envía al cielo suspiros, sin tener acuerdo para tapar ni encubrir esas obras. No creo que es necesario de esta verdad traer más probaciones, que ella en sí está bien clara.
11. Digo, lo tercero, que, aunque es verdad que a u este hombre le hizo Dios tantas mercedes de llegarlo a este grado de perfección, que ya su virtud por mill partes se derrama y descubre sin que sea poderoso a poner puertas a aquel campo florido que sembró Dios en su alma. Pero hase de advertir que, aunque a boca llena llamamos a estos tales muertos en el Señor 16; pero, con todo eso, la parte inferior tiene su sentimiento y el alma su trabazón de suerte que, ya que no le muerde, mientras el hombre vive le ladra y, si no hace llaga, hace ruido con sus voces. Tiene este hombre sus sentimientos y, aunque es
verdad que el alma trata al cuerpo como esclavo y como a perro, pero en fin lo ama, porque come el pan de su casa, y aun le escucha y oye sus necesidades de que no puede del todo estar libre mientras vive en este mundo. Aun vemos acá que cortan a un hombre la cabeza y, salida el alma de las carnes, hace su sentimiento y da sus saltos y meneos. ¿Qué mucho que, estando el alma en las carnes, no obstante que por virtud y gracia esté de ellas apartada, hagan ellas su sentimiento?
12. Yo confieso que he deseado scribir cómo es este sentimiento que el hombre perfecto tiene y hace de las cosas de acá tiniendo el alma quieta y el corazón seguro, y que jamás acierto si no es que lo comparo a lo que pasa en palacio donde, si entramos, hallaremos en aquellos patios una gritería, un ruido, perturbación e inquietud que parece más casa de caldereros que casa de rey; pero entrando más adentro, en las salas donde el rey vive, hallaremos una paz, una quietud y sosiego que espanta. Así digo yo que muchas veces, estando el corazón del justo quieto y pacífico, permite Dios en lo exterior una perturbación tan grande que quien lo viere, si por eso lo hubiese de juzgar, lo tendría por hombre inquieto y de poca virtud. O si no, comparémoslo al que v duerme y sueña, que, estando por una parte resposando, por otra está hablando y dando vueltas en la cama. Inquietud aquella del hombre animal y descompostura de las [78r] species que le quedaron descompuestas y desordenadas en la imaginación. ¿Quién le quita a este hombre, por grande recogimiento que el alma tenga, que con la inquietud de estas cosas de acá fuera de en cuando en cuando no sueñe disparates y haga algunas cosas que, siendo fuera de intención, juzgadas en lo exterior no parezcan enojos y rabias? ¿Quién viera a los mártires contender con los tiranos, llamándolos crueles verdugos, desafiándolos en su tiranía con su paciencia, diciendo un Lorencio: Assatum est iam, versa et manduca 17; y una sancta Bárbara 18: Non te pudet dire, tyranne, amputare quod w in matre suxisti?; que no les pareciera a los que esto miraban que era mucho atrevimiento para virtud tan cuerda como la que aquellos sanctos debían tener?
13. Digo, pues, que de esto exterior puede haber muchas causas: el celo de la honra y gloria de Dios que les compele que salgan acá fuera a reñir algunas pendencias y que sea necesario echar mano a la espada y juzgar la lengua y herir a quien pretende tocar en la honra y gloria de Dios. Suele ser causa de estos enojos y perturbaciones el ver que, en cuanto es de parte del tirano, los ponen en la ocasión que pueden para que ofendan a Dios y para que, viéndose apretados los cordeles, confiesen lo que no quieren ni pretenden. Y el justo no sólo aborrece el peccado y se enoja contra él, pero con quien los pone en
ocasión, que aunque ésta del mártir lo es para más merecer, y de parte de Dios y de su socorro y auxilio caminan a seguro, pero en cuanto pretendió el tirano hacerlo volver atrás, en aquella ocasión eso bastaba para que tomaran el cielo con las manos y, si pudieran en defensa de la virtud darles con toda la justicia que en ese cielo había, lo hicieran. Y, si no, miren aquellas sanctas niñas que x, habiendo consagrado su virginidad para Dios, se les quisieron atrever, lo que hacían y cómo ellas pedían socorro al cielo y él se lo daba enviándoles sanctos ángeles que asombrasen y atemorizasen a quien en tal ocasión las ponía. Esta es cierto una perturbación y enquietud del justo que él propio [no] la acaba de entender, que no le sirve de pequeña mortificación verse en algunas ocasiones alterado, inquieto; ya porfía, ya alterca, ya habla alto, ya contradice y desdice de suerte que, pasada aquella ocasión, queda como un loco: ¿qué he hecho? No soy yo, ¿dónde está mi virtud, mi paciencia y cordura, etc.? Ya le parece que el mundo es perdido y que Dios está enojado y ha vuelto muchas leguas atrás, y no ha hecho, que el alma siempre se está de una manera.
14. Bueno fuera que, porque suben nieblas de la tierra o se levantan ñublados en el aire que y cubran y escurezcan el sol, que entendamos que ya no hay sol en el cielo. No, por cierto, que la tierra no puede dejar de hacer de las suyas z y seguir su natural. No hay que dar pena si algunas veces el alma que Dios la tiene hecha sol y luz se escureciere por acá abajo con algunas [78v] nieblas o ñublados que se levantaron de la parte inferior del hombre temiendo las ocasiones en que le pusieron, que el alma allá adentro de una manera se queda. Y cuántas veces un hombre honrado y grave, por no entender bien la conversación, pensando le habíen tocado a la honra de su padre o linaje, volverse un tigre y león, y esa inquietud no quita su prudencia acordada y mesura ordinaria.
15. Digo también que suele ser causa de esta perturbación exterior en el hombre justo el ser justicia la suya que se está en la tierra. Es todavía hombre que, si su conversación es en el cielo 19, se tiene propiedades de tierra. Bien figurado está este varón justo en aquella mujer que vido san Juan en el Apocalipsi que por manto tenía el sol y en los pies la luna 20. Advirtamos que el cuerpo le cubren con el sol, que no tiene crecientes ni menguantes, y los pies con la luna, que es la que crece y mengua, la que por cuartos se altera y perturba. ¡Oh buen Dios, y cuánta verdad tiene esto! Que estando el alma del justo hecha un sol y siempre de una manera porque está en Dios, en quien in aeternum non commovebitur 21, por de fuera, que son los pies, tiene por asiento la luna y está sujeto a estas alteraciones y mudanzas, ya alegre ya triste, ya quieto ya enojado. ¿Qué es la causa de esto?
Digo que, en lo esterior, en ese cielo inferior y exterior del hombre, está y reina la luna, que por cuartos hace mudanzas, se sosiega y perturba, arrasa y añubla, y así no hay que espantarnos que mientras estamos acá abajo de estas mutaciones hemos de gozar. No hay aposento, por limpio que esté, que no quede en el suelo a un poquillo de polvo y en las paredes telas de arañas. Las almas de los justos en la tierra viven en aposentos bajos; y en casas de tierra, como dice san Pablo 22, no puede faltar polvo 23. Del más justo diceb [el libro de los Proverbios] que septies in die cadit justus 24; que siete veces al día cai el justo; y Cristo a sus discípulos: Qui mundus est, non indiget nisi ut pedes lavet 25; basta lavalle los pies, que son los que con facilidad se ensucian y enlodan.
16. También digo que hay otra causa de estas perturbaciones y es que fue ordenación del cielo dejar algo en los justos que los humille y necesite a que acudan a Dios para que los lave y limpie. Muéstrales lo que son de su cosecha para que vean que sólo de Dios tienen todo lo bueno, que, si por afuera el hombre es tan pobre que no puede remediar faltas tan pequeñas como las que no dicen culpa, que si en lo interior es rico que esas riquezas no son suyas, y así ha menester tener reconocimiento de lo interior y humildad para pedir lo exterior. Y así digo que debe el justo consolarse y alegrarse por haberlo hecho Dios de los de su casa y de los tan llegados a Su Majestad, y no entristecerse si, por alguna de las razones [79r] dichas, sintiere acá afuera alguna ley contraria que en algo contradiga a la quietud interior. Que no hayc rosa ni flor, por delicada que sea, que, si la echamos en el alquitara a que destile su agua, no deje alguna horrura; ni d oro tan puro que si lo echamos en el crisol no deje alguna scoria, ni aire tan puro que no tenga átomos, ni cielo tan raso que no tenga marañas; ni tierra tan rasa que no tenga algunos altos y bajos, ni rostro tan hermoso que no tenga algún sino e. Paciencia hasta que nos veamos con Dios en el cielo, donde neque aerugo, neque tinea demolitur 26, donde todas las cosas están puras y limpias de polvo y paja; donde, como dice san Juan en sus visiones, todo es fino cristal y vidrio limpidíssimo 27.
17. Ahora, pues, vengamos al intento principal que pretendimos en este capítulo, que eran las mortificaciones que el justo tiene con las pruebas que en él hacen los hombres. Pues digo que, como la gente popular y común no saben estas f causas y otras muchas que hay para que el justo se perturbe alguna vez y, por otra parte, este justo no pudo encubrir su justicia, como queda dicho, los que de este tal juzgan andan desatentados g. Como el demonio cuando vido a Cristo en el desierto, que por una parte le veía Dios, por otra hombre con hambre; determinó de tomar piedras 28, las cuales, si Cristo no fuera Dios y las
viera sobre sí, no le pudieran dejar de dar pena. Pues lo propio digo yo del justo. Por una parte descubre su justicia sin poderla tapar ni encubrir, por otra parte le ven con crecientes y menguantes. No hay hombre que le vea que no tome piedras y quiera probar si es Dios, si del todo es justo, si su vida es del todo pura.
18. Veamos, pues, qué pruebas son éstas, qué es lo que hace o debe hacer en estas ocasiones este varón justo. Digo que las pruebas son en muchas maneras, según el camino por donde Dios lleva la tal persona. Prueba es grande traerla siempre ante ojos, que aunque es verdad que el justo no debe reparar en que lo miren y tengan cuenta con él, pero con todo eso le da pena, como se la debe dar a un gran predicador que le oigan h por curiosidad y cautela, que parece por el propio caso le harán turbar o tropezar. También porque este varón justo conoce cuán delicados son los hombres y con la facilidad con que se escandalizan y con facilidad piensan que les dieron ocasión para alterarse y murmurar de ellos.
No sienten los buenos el hacer las faltas o las perturbaciones que se les ofrecen porque quieran parecer justos ni quieran ser i hipócritas, pareciendo lo que no son, sino que quisieran ser sanctos y buenos por de dentro y por de fuera para que con el interior agradaran a Dios y con el exterior edificaran a los hombres, que saben serles el exemplo exterior [79v] de grande provecho, según lo que Cristo dice por san Matheo 29: Sic luceat lux vestra coram hominibus, ut videant opera vestra bona, et glorificent Patrem vestrum, qui in caelis est. En esto se diferencia la lumbre que llaman del ladrón a la otra: que la luz o lumbre del ladrón sólo sirve para él y para los otros es tinieblas, pero esotras luces sirven para todos. Cuántas veces sucede ir un caballero j en una noche muy obscura y k tempestuosa por esa calle y llevar dos o tres pajes con hachas encendidas y salir los otros en aquella ocasión y alabar a Dios porque se la ofreció, por ver que se pueden todos aprovechar de aquella luz. El justo, puesto caso que su virtud no es hurtada, desea y quiere que aproveche a todos y a todos alumbre y enseñe el camino de la perfeción; his qui in tenebris et in umbra mortis sedent 30. Que por eso mandó Cristo que nadie pusiese la vela encendida debajo de medio celemín, sino sobre candelero, para que alumbre a los que están en esta casa del mundo 31. Pues como el justo ve que le miran muchos y, por otra parte, muestra ser hombre en las crecientes y menguantes que arriba hemos dicho l, dale grande pena, y en ocasión que se le escondió la luz que exteriormente debía tener, mortificóse grandemente y quisiera más estar mill estadios debajo de tierra.
19. Otras pruebas hay de no menor cantía para de ellas recebir pena y mortificación, y son que les ofrecen a estos justos algunas ocasiones
no buenas para ver cómo se han en ellas. Los cuales, como de todo juzgan bien, no reparan por entonces, porque su recogimiento interior no les dio lugar a hacer discursos particulares, midiendo las tales ocasiones con juicios humanos, sino procediendo en ellas con llaneza y simplicidad. Pasada esta ocasión, como en ella el justo no se mostró escrupuloso ni reparó, veréis los juicios humanos aviesos y torcidos sobre el pobre justo m atribuyéndole su simplicidad y llaneza a malicia, a engaño y disimulo, diciendo que no es todo oro lo que reluce; y publican luego de ahí su poca virtud, paciencia n, sufrimiento, su poco recato, etc.
Pasada esta ocasión, cuando ya este varón justo tiene lugar para volver sobre sí, para hacer sus discursos, para pensar despacio lo sucedido, viendo que aquella ocasión no era por todas partes buena, aflígese y aflígelo el demonio encareciéndole lo que hizo o y atormentándole por lo que no hizo, asombrándole por lo que otros dirán; ni sabe si repararlo, si dejarlo, [80r] si satisfacer, si callar o hablar. Allá se lo ahoga todo, allá lo consume y él en ello se consume. ¿No han oído decir que no hay hombre más fácil de engañar que un bueno? Pues es llano que no le puede dejar de dar grandíssima pena a este bueno de verse engañado, particularmente si el engaño fue acerca de alguna de las obligaciones en que Dios lo tiene puesto.
20. Otras pruebas hay muy diabólicas, llenas de mentiras, de engaño, en quien pone el demonio toda su malicia; que en ellas juegan a dos hitos, que decimos, como cuando a Cristo le preguntaron los judíos si era lícito dar censo y tributo a César 32, para que, si dijese sí o no, por cualquier parte le pudiesen calumniar; y como cuando le ofrecieron la mujer adúltera que decían que habían cogido en el adulterio 33. De las cuales pruebas salió Cristo como verdadero Dios que todo lo sabe y tan bien conoce los corazones de los hombres. Pero díganme por charidad, si estas pruebas se hicieran a un hombre que tiniendo mucha virtud tenía grande simplicidad como virtud, ¡qué de veces le cogieran, qué de veces le silbaran, qué de ratos le burlaran y qué de golpes le dieran! Déjolo para Dios.
21. Yo confieso que el justo en estas ocasiones debe tener paciencia, pero también confieso que es hombre y en esta materia más sensible que cuantos hay, porque los otros hombres del mundo no estiman en nada la virtud ni el buen nombre, y así no se les da nada porque todo ruede por los suelos. Pero quien estima su justicia y el buen nombre lo tiene puesto sobre su cabeza, según lo que san Pablo dice: que no se debe despreciar 34 sino estimar y procurar, ¿quién duda que no sienta verse ultrajado? p Uno de los tormentos, trabajos y afrentas de Cristo ¿no dicen que fue ser contado entre los inicuos y malos: et cum iniquis reputatus est 35, y que como si fuera ladrón lo pongan entre dos ladrones 36?
¡Oh Dios mío, cómo de esto no debe de saber nadie sino el que sabe estimar la virtud y el nombre de la virtud!
22. Pongamos un exemplo en uno que sólo sea hombre, aunque no entendí q en esto alargarme tanto: Ludovico Lusón r, religioso de sancto Domingo s, varón sanctíssimo, tenido por justo y hombre de grande virtud y exemplo, dice su vida que, yendo un día camino, se entró en una ermita una tarde a tener oración. Sucedió que, siendo ermita de devoción, tenía mucha cera y otras cosas, las cuales las robaron aquella noche. Haciendo información del hurto la justicia, hallaron un testigo que aquel fraile habíe entrado la tarde antes en la ermita. Con esta información [80v] despachan por él y métenlo en una cárcel con nombre de ladrón y robador, donde lo tuvieron muchos días, hasta que vino información de quién era. Y ¡cómo entonces no todos juzgaríen de una manera, pues es ordinario el decir que los muy justos hacen flaquezas!
Otra vez, en este propio camino, acertó a llegar a un pueblo donde dieron en publicar que a un Cristo le manaba sangre de la llaga del costado. El sancto, como más devoto, entróse en medio de la gente y llegó con grandíssima devoción y recato el dedo a la llaga del costado para hacer la prueba de la verdad. Debieran de hallar alguna señal por do la gente levantó el grito y la voz publicando el milagro. Al cabo de algunos días que el ordinario vino a hacer la información, ya la devoción se había enfriado y nadie decía del milagro. Y como es fácil dar por testigos los absentes, dan en decir que el fraile lo habíe publicado, que habíe estado allí aquel día y ya se habíe ido su camino y que t el fraile se había hincado un arfilel en el dedo y héchose sangre para persuadir el milagro. En esto despachan por el fraile con información y título de embaucador y échanlo preso. No sintáis esta mortificación, porque sois justo. No se la ofrece Dios para que no la sienta.
Otra vez, porque una mujer saliese de peccado, de las limosnas que el sancto llegaba ofrecióle cada día sus dos libras de pan y ración ordinaria u. La mujer hízolo así y acudió a Dios y Dios, por medio de este fraile, le acudía a ella. La mujer hartóse de ser continente y, por no perder la ración del sancto, procura de amancebarse de secreto y hácese preñada. El fraile, cuando lo supo, privóle del bien que le hacía. La mujer, viéndose sin su ración ordinaria, amenaza al fraile sancto diciendo que, si no le da lo que solía, que ha de publicar y decir que estaba amancebado con ella y que, ahora que la ve preñada, porque no se sepa v y echárselo a otro, le ha quitado el sustento que le daba w. Dicho y hecho. Y publicado por donde el sancto estaba y vivía, viendo todos los del pueblo una tan grande aparencia del delito y peccado, no corría otra cosa por la ciudad sino la sanctidad fingida del fraile, el traer engañado al mundo. Los [81r] frailes de su convento, como se veían afrentados, todos daban tras él, todos le decían, injuriaban y
maltrataban. ¡Oh buen Dios, y cuál estaríe tu siervo en aquella ocasión, qué de veces haríes tú del enojado como si el hecho fuese verdad, qué pocos amigos hallaría en aquella ocasión! Todos batirían el castillo que, a no darle Dios fortaleza divina, por menos cosas suelen los hombres perder la vida. ¿Quién le puede quitar a este sancto el sentimiento? Decid que, pues es sancto, que no se le da nada x. Digo que, por ser sancto, se le da mucho y, por ser sancto, lo siente, que si fuera de los del mundo, ya se precian de amancebados y de hombres perdidos.
23. Pero dejemos estas mortificaciones, que, en fin, las y permite Dios y, como de su mano, son grandes y tiros que bien aciertan en lo vivo. Digamos de las que los hombres ofrecen y estudian, que, pues "son más prudentes los hijos del siglo que no los hijos de la luz" 37, no serán las suyas pequeñas ni desacordadas, pues cuando en eso se ponen estudian z más a con fin de derribar que no de edificar.
Consideremos las pruebas de dos caras -que denantes decíamos- y que le ofrecen a uno de éstos una sentencia que por todas partes trai sus conclusiones aparentes, y que la verdad es lo contrario ab que como ac justo Dios le da asentimiento, o su virtud escusa a la tal persona. Que no quiero poner milagro en el juicio interior: si juzga según lo alegado y probado, es cruel, si no juzga es sospechoso. ¿Cómo este tal debe dejar de sentir esta prueba? Pongamos un exemplo en el d juez que vido matar a un hombre y le train probado que otro lo mató. ¿Puede dejar de sentenciar contra éste? Si no sentencia, es dado por juez inicuo; si sentencia, sentencia contra la verdad, que ésta le consta por vista de ojos. En esta ocasión dicen que tiene este juez obligación a renuciar el officio o a inhabilitarse para la tal sentencia. Pues bien se deja entender que pena o sentimiento u obligación que a un juez priva del officio que debe ser grande. Pues mucho mayor lo será en el alma del justo el peligro de errar en su semejante, pues sin comparación teme mucho más el peccado o lo que tiene color de peccado. Pues ¿qué si Dios da lugar a titubear y escrupulear si acierta o no acierta, si pecca o no pecca? Que cuando menos interese en el caso, interesa su crédito, que perderlo fuera de poca importancia si fuera hombre particular, pero siendo hombre que debe juzgar, y juzgar bien, debe mirar por él, porque los que desean que lo pierda tienen otro fin más pernicioso que el que está encerrado en hacerle perder el crédito.
24. [81v] Consideremos a san Atanasio, cuando le levantaron aquel falso testimonio delante de tantos obispos en medio de un concilio, en que atestiguaban que era mago, encantador y hechicero 38. No sólo
debía sentir este glorioso sancto su reputación, su crédito y buen nombre, sino las pérdidas e grandes que de ahí se seguían de los sermones y doctrina predicada, el buen exemplo f que había dado, la opinión sancta que habíen dél tenido, con que era fuerza hacer grandes provechos. No hay que decir más, sino que derribado un siervo de Dios con un falso testimonio y desacreditado con una asechanza, todos cuantos bienes en él había, todo queda perdido g. Como cuando un hombre comete un delito le secuestran h los bienes que posee y ha de poseer, sin dejarle, como dicen, estaca en pared. Lo propio pasa en casa de un siervo de Dios: que, en derribándole i su nombre y en quitándole su crédito, puede llorar juntamente las pérdidas de toda su hacienda, del provecho que hacía con sus palabras, con sus sermones, con sus obras y consejos, con sus obras y sanctas costumbres. Todo lo cual, cuando de suyo sea bueno, quedando deslustrado el nombre y capa con que eso se cubría, es fuerza quedar todo estragado y perdido, como lo quedara la buena fructa echada en esos lodos, que poco le servía ser buena si estaba enlodada y pisada. ¿Qué sirven las obras y buenas palabras de un justo si los malos las train en lenguas para scupirlas en el suelo y pisarlas y despreciarlas? ¿De qué han de servir sus buenas obras si ya les quitaron la flor y lustre que tenían y las dejaron desapoyadas y sepultadas en la ignominia y afrenta?
25. Todo esto siente el justo cuando ve le andan mirando a las manos, juzgando las obras y probando las palabras. Lo cual fue de tan grande sentimiento en el glorioso Atanasio, de quien ahora decíamos, que, considerando que sus perseguidores non desistebant j vitae eius insidiari, -dice su vida 39- quam ob rem in exsilium actus, etc.; que fue causa que huyese y se absentase. Es terrible cosa caminar un hombre por un campo que está lleno de trampas y lazos, que no puede sentar el pie con seguridad. Es cierto que estos tales desean y aun procuran muchas veces los tengan de una por malos porque los dejen y no los persigan. Lo cual tengo por tentación y falta de fortaleza.
Pongamos un exemplo. El diamante es tan fuerte que resiste el golpe del martillo. Pues consideremos que, tiniendo vos un diamante fino, todos cuantos entrasen en vuestra casa quisiesen hacer la prueba y tomar un martillo y darle buen golpe. ¿Quién duda sino que, si pudiera el diamante scusarse de aquellos golpes con mostrarse una o dos veces blando, que no lo hiciera, siquiera porque lo dejaran y no lo amartillaran? [82r] En tiniendo un hombre fama de sancto, todos van a meter su cucharada a probarlo y a martillarlo. En fin, es hombre y, aunque resiste, lo siente y así desea muchas veces disimularse y disparatar en
las cosas que le dicen o le preguntan para que siquiera lo dejen. Lo cual no se debe hacer, porque es de grande estima y provecho el buen nombre.
26. Bueno fuera que porque los caminantes apedreank un árbor de rica fructa dijera el árbor que la quería fingir amarga y desacreditarse. No, debe sufrir y tener paciencia, que esa pensión trai consigo el estar un hombre adornado de bienes. Y éste es el un remedio que yo hallo para estas pruebas y mortificaciones: sufrirlas y llevarlas con paciencia. Hacer lo que hace el árbor, que decíamos, que, si los caminantes lo apedrean, él les da con mucho gusto la fructa que tiene; cuando más los probaren, persiguieren, tentaren, darles de lo que Dios le diere y fiar de Su Majestad mirará por su crédito y buen nombre. Y si alguna vez, por no andar tan sobre aviso y cuenta sobre las pruebas o asechanzas que le ponen, lo cogieren o desacreditaren, llévelo por amor de Dios, que así debe de convenir l.
27. Los árbores de acá diferéncianse del que vido san Juan, en el Apocalipsi 22: que aquél todo el año estaba verde y llevaba fructa todos los doce meses del año 40, pero estotros unas veces tienen fructa, otras hoja, otras nada, sino parecen que están secos, que quien no supiere que el invierno no es tiempo de que lleven fructa querrá cortarlo y echarlo en la lumbre. Esto tienen los justos en el cielo, que para ellos no hay mudanza, siempre están cargados de fructa. Pero los justos m acá unas veces la tienen de obras, otras, hojas de palabras y, otras, flor de pensamientos, y otras veces están desapoyados, desacreditados y desechados, que los que no saben que aquél no debe de ser el tiempo en que han de dar su fructo los querían echar del mundo, asolarlos y cortarlos, porque no conocen más de la aparencia y lo de fuera; que si ellos vieran y conocieran la virtud de adentro, la cual a su tiempo brota y da fructo agradable, no dijeran eso.
Qué lindo exemplo pudiera yo poner ahora. En nuestra sagrada Religión ha pretendido el demonio desapoyárnosla con visitador y algunos juicios 41, de donde dicen algunos que de qué sirve en la Iglesia de Dios. La razón que dan es porque, siendo ahora todos mozos, no predican y hay pocos confesores y sacerdotes, etc. Si estos que hablan y dicen que se corte el árbor 42 consideraran que la virtud está dentro -pues son niños que tienen continua oración, recogimiento, abstinencia y otras cosas semejantes, [82v] que dudo yo en estos tiempos haber semejante rigor-, no dificulto sino que dejaran se llegara su tiempo.
Bueno fuera que, porque el arbolillo no lleva manzanas el primer año, que lo arrancáramos. Bueno es que componga la güerta y hermosee
el jardín, que su tiempo se le vendrá. Pues consideren lo que puede sentir el hortelano que ve despreciar su güerta y maltratar sus árbores por falta de conocimiento.
28. Estas mortificaciones son grandes, llevarlas con paciencia, sufrir y remediar lo que se pudiere, cuánto más que Dios no está muy lejos del alma así atribulada y él enseña qué se ha de hacer: unas veces quiere que se resistan con fuerza, con virtud y razones, otras, que se sufran y, otras, que se ponga tierra en medio; unas veces que se disimule la virtud y, otras, que se descubra y manifieste. La vida del justo es una perpetua guerra, y así como en la guerra son varios los acontecimientos, unas veces se huye y otras se acomete, unas se encubren las fuerzas y copioso ejército, otras se hace alarde del pequeño, unas veces es menester reparar dos y tres golpes, otras veces es menester darlos. De esa misma sabiduría ha menester usar el justo en su vida, pues es guerra más fuerte la spiritual que la corporal: unas veces ha de encubrir su mucha virtud, otras ha menester hacer manifestación de la poca, unas huir de los enemigos, otras salirles al encuentro, unas veces callar y recebir los golpes y otras veces darlos con la manifestación de la virtud y sabiduría divina. En fin, cada cosa tiene su tiempo y se mide con su espacio, como dice la Sabiduría 43, pero siempre y en todo tiempo debe estar fiado y confiado en Dios, que es en quien todo se puede 44 y el que de todos los sucesos del justo saca bien y provecho para el propio justo, bien y aumento de gracia en esta vida y en la otra gloria, etc.
[83r] a Jhs. M.ª