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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
[CAPITULO 19] DE UN TRABAJO GRANDE QUE SUELE HABER AL PRINCIPIO EN LAS RELIGIONES REFORMADAS, CUANDO TODOS LOS SUJETOS SON PAREJOS
1. En los capítulos pasados hemos tratado cuánto importa el acierto en los prelados y cabezas de las religiones, que sea gente que su engaño no sea engaño de muchos. Muy de ordinario, los señores escogen cocinero, dispensero, mayordomo y veedor, hombres de confianza y officios subordinados para que muchos ojos vean y miren lo que se ha de comer, que sería summa desgracia -y ya se ha visto- en una comida venenada acabar muchedumbre de convidados. Son los prelados los cocineros, mayordomos, maestresalas y veedores de su pueblo y rabaño. Y si él se descuidase o no fuese de confianza, seríe acabar con el rabaño. ¡Qué desgracia sería si enviase el rey por una carga de agua a Corpo Fuente, de donde él bebe y tiene guardada, y la cogiese de otra parte donde algún animal [94v] hubiese vertido su ponzoña y fuese causa de acabar con la casta real!
2. Y aun quizá por eso el Spíritu Sancto llamó a su esposa hortus conclusus, fons signatus 1, que la fructa y la bebida la tenía cerrada y guardada, que es en lo que suele haber las desgracias. Y aun sospéchome que, habiendo dado el sposo a su esposa la llave de la comida y del güerto, no le debiera de confiar de la fuente y bebida. Y colíjolo porque, cuando la esposa convidó a su esposo a comer, diciendo: Veniat dilectus meus in hortum suum, et a comedat fructus pomorum suorum 2, y no le dijo que viniese a la fuente a beber. Como quien dice: estas cosas están a mi cargo el prepararlas y esotras al suyo el abrirlas, quiérole dar aquello de queb mec dio la llave, que el agua y la bebida a su cargo está. Dándonos en esto a entender cuán cerrado y guardado ha de estar el sustento y mantenimiento spiritual de los súbditos que se gobierna, rige y communica por los prelados. Y si es verdad que de ellos, como de dispenseros, fía la llave del gobierno y disposición de los bienes temporales, la llave de la fuente de la doctrina y de la sabiduría ésa parece que la quiere reservar para sí, para que esté más mirada y guardada.
3. Y ésa es la razón por qué el sapientíssimo Salamón pedía a Dios d sabiduría para gobernar su pueblo: Da michi sedium tuarum assistricem sapientiam 3, etc. Dos cosas o tres hace aquí Salamón. La primera, es pedir a Dios la sabiduría e, que es el que tiene la llave y el que da a los prelados el saber y el hablar. Lo segundo, que esta sabiduría sea sabiduría de asiento, que no pase, sino que asista con él y esté en su propia silla. Santiago [dice] 4: Qui enim haesitat postulet a Deo f; pídale a Dios, que él le dará sciencia y claridad de sus dudas. Donde en los concilios dicen 5: Visum est Spiritui Sancto, etc. g Es de tanta inportancia esto que hemos visto en la Iglesia de Dios grandes ruinas y perdiciones por coger sciencia los prelados y predicadores de fuentes y pozos turbios y venenados. Por no querer acudir a Dios que les dé sciencia y sabiduría h, quieren coger de esta de acá abajo, tener ellos la llave, beber a su antojo, enbriagarse ellos y acabar y destruir sus súbditos. Qué de veces sucede la mala ama destruir y deshacer la salud del niño bien compuesto de humores, sólo por darle leche dañada. Por eso digo yo es de grande importancia el mirar, examinar quién ha de ser el que ha de regir y gobernar, quién ha de ser el prelado y a quién se le ha i de fiar el sustento y bebida j espiritual de sus súbditos.
4. Pues digo que es un trabajo grandíssimo, en los principios de las religiones, escoger prelados y dar gobierno a las communidades porque, como todas las cosas están en su principio, ninguna del todo ha descubierto su propiedad e inclinación. Grande prudencia [95r] y sabiduría es menester para conocer las yerbas en semilla, pero después de sembradas y nacidas cualquier rústico las conocerá y sabrá elegir la buena y desechar la mala. He visto en nuestra Religión este trabajo, y aun llevado con poca paciencia: ver muchos mozos en quien la virtud del todo no k estaba descubierta ni conocida, otros en quien apenas la tibieza y flojedad estaba asentada, verlos a todos de una edad, de un trato y de una conversación, cuando con más facilidad se pegan y communican las costumbres, y más fácil de pegar lo que no es bueno respecto de la inclinación natural torcida que el hombre tiene. Y aun por eso Sara instó tanto en que saliese de su casa Agar y su hijo Ismael, porque, como estaba en compañía de Isac y entramos niños, temióse no le pegase las malas costumbres a que era inclinado el hijo de la sclava 6. Y aunque es verdad que Isac era sancto, pero era sanctidad tierna y de niño y pudo temer la madre no se le malease o torciese, y así gustó más que su hijo quedase solo y sin quien lo entretuviese o jugase con él. Que sean malditos los juegos, aunque sean de niños, que no son muy a lo divino, que es fácil de poco ir a mucho.
5. Siembra el otro labrador su haza y, al tiempo de nacer el trigo, nace tanbién la yerba y hácese un florital. Quien no sabe la perdición
del trigo, huélgase de ver aquel campo florido con tanta variedad de rosas y flores, pero el labrador y sus operadores, llenos de rabia y enojo, van al amo y con un celo sancto y deseosos del bien del amo, dicen lo que dijeron los siervos de aquel gran padre de familias del Evangelio: Vis, imus, et colligimus ea?; señor, hemos visto tus sembrados muy perdidos y llenos de yerba y zizania, ¿gustas de que la arranquemos y quitemos de la haza? 7 ¡Oh mis hermanos, cómo es grande lástima, cuando los religiosos son tiernos y pequeños, consentirles juegos y libertades! Que aunque es verdad que esos entretenimientos y fiestas son flores, pero son flores y rosas que ahogan el trigo y hay muchachos libres que con sus atrevimientos derriban la virtud de los buenos. Y así, es fuerza concebir en esta primavera dolor y pena de ver juntas dos cosas así contrarias.
6. ¿Quién no la tuviera de ver diez vírgines, cinco prudentes y cinco locas 8? Antes que el esposo viniera a las bodas, todas estaban juntas, las prudentes y las necias, todas eran mujeres iguales, todas tenían lámparas en las manos, que para saber cuáles eran prudentes antes de la venida del sposo a las bodas era menester mucho y nadie las viera, que si allí le dijeran que habíe mezcla de buenas y malas, no concibiera dolor y gana de apartar las unas de las otras. Y en tiempo que era muy dificultoso, porque, según lo que dice el Evangelio, quae accipientes lampades suas -que hasta entonces no tenían las lámparas en las manos- ¿en qué se habían de conocer? En que, tiniendo las unas aceite, las podrían encender y las otras, por faltarles, no podrían arder.
Esto es lo que yo digo. En las religiones que enpiezan, donde todos son mozos, todos son unos, donde no se diferencian ni en la edad ni en las letras, ni en cosa de lo que se ve, sino que buenos y no tales todos andan junto, que, [95v] como he dicho, amistad de muchachos que comen, beben y duermen en una cama es fácil de que se les pegue la sarna y las l otras enfermedades corporales y espirituales, y así no puede dejarse de concebir pena y dolor, gana y celo de arrancar la zizania y quitar la mala yerba; que, cuando sea virginidad, en mujer no buena debe ser aborrecible. Y lo propio digo yo de las flores entre el trigo, que lo ahogan y destruyen.
7. Pues lo que yo digo en semejantes ocasiones: que es menester grande prudencia y paciencia. Prudencia para escoger y elegir los que conviene de estos hombres niños, que aún se están en semilla y el trigo en berza. Y, lo segundo, grande paciencia para aguardar el tiempo en que se ha de segar el trigo y hacer haces para llevar a la era y hacer otros de la zizania para dar con ellos en el fuego. De lo primero digo que, aunque es verdad que en tierna edad es dificultoso saber los que
se han de escoger y elegir los buenos y desechar los malos, pero si es fuerza aprovecharse de ésos, bien es hacer las diligencias posibles.
Y si no, veamos lo que hace el labrador al principio de su simencera, cuando el trigo está en grano y junto y mezclado con algún centeno, neguilla y otras semillas contrarias. Digo que suele hacer una de dos cosas: que suele pasar grano a grano escogido tres o cuatro celemines, y ésos siembra y guarda lo que coge para simiente y ésta va reservando y conservando. Otras veces, si no quiere poner tanto trabajo y no perder la ocasión de sembrar mucho, por ser el año bueno, acriba y pásalo por harnero y, en fin, del mal no tanto. Y así digo yo que en el principio de las religiones se debe hacer pocos y buenos, y ésos bien contados y mirados y pasados uno a uno hasta que se haga semilla scogida, o por lo menos, pasarla por harnero, que vayan bien acribados para que caiga la neguilla y el grano que no fuere cual conviene.
8. También digo otra cosa, por ver en nuestra sagrada Religión en estos principios se han recebido muchos y a los de afuera les parece no se haya tenido tanta cuenta. Digo que en el Andalucía, donde los labradores siembran m mill fanegas de trigo y más, que es imposible hacer lo que yo he dicho de pasarlas grano a grano ni acribarlas, sino que miden en el montón y cogen a boca de costal y todo se siembra, y con todo eso se conserva el trigo y buena simiente en el Andalucía. La causa es porque jamás puede perseverar la mala semilla, sino que, si ogaño nace, crece y se coge, otro año muere y se queda abajo, subiendo y creciendo el trigo.
Supongamos que sembrase uno algún centeno entre [96r] mucho trigo. Este centeno es una semilla vana, de poca virtud, fuerza y consideración, y es imposible dejarse de ir muriendo y consumiendo y quedando sin ser. Lo propio digo yo de los buenos y malos, y que sienta fuerza un prelado como el glorioso san Francisco de hacer una grande simencera y coger del montón del mundo a boca de costal, puniendo tantos sacos pobres a tanta muchedumbre de hombres como en su tiempo se juntaron. Estos se han ido sembrando muchas veces y por muchas edades, y vemos que quien prevalece en esa sagrada religión son los buenos, los sanctos, los humildes, los que de veras desprecian el mundo. Y si en algunos esa sagrada religión ha sido engañada por recebir muchos, ésos se han quedado atrás, se han deshecho y aniquilado. Y cuál sea lo mejor y más acertado de estos tres modos de fundar o reformar, no sé qué me diga.
9. Veo unos mercaderes que en sus tiendas no tienen sino brocados y ganan; veo otros que tienen brocados, sayal, jerga, paño y de cuantas cosas hay, y los veo más ricos y prósperos que esotros, y así no puedo juzgar. Lo que sé decir es que, si la orden del glorioso sancto Domingo no tuviera legos, no tuviera a san Diego y a otros muchos que han honrado su religión, y que si sólo tuviera letrados y predicadores que no tuviera quien poblara las Filipinas y tantas partes del mundo. Lo
que sé decir es que hay tiempo en que uno querría más cubrirse con una capa aguadera que con un vestido de seda o manto de soplillo. En verdad, no sé, no querría engañarme, que en estos tiempos que se descubren tantas tierras y tantas naciones piden baptismo, que estimo yo en tanto, y aun en más, un religioso para esa ocasión que a pies juntos confiese el credo y lo enseñe que un n letrado delicado que por no arromadizarse se levanta tarde; y, como dicen acá, a buena hambre no hay pan malo, y que si hay hambre de Dios que bástale a uno ser religioso para que sea de mucha consideración.
10. ¿Quién habíe de bastar a sustentar tanto mundo de pan floreado? Por eso usan los labradores pan de un cedazo que llaman. ¿Quién habíe de sustentar el mundo con solos padres de la Compañía de Jesús, que dicen que han de tener una de tres cosas: o muy ricos o grandes de linaje o grandes letrados? Por eso es necesario, y así convino a la providencia del cielo, que hubiese tantas religiones: en o unas que p hubiese para todo el mundo, ya que hubiese otras de pan más delicado que sigan la corte y los palacios de los reyes q. De la Religión nuestra no sé qué me diga acerca de los caminos por donde Dios la lleva. Y antes que diga de ella, quiero presuponer que el principio, ser y crecer de una [96v] religión pertenece a más alta sabiduría y providencia que la que tienen los hombres, porque, siendo una obra tan alta la hechura de una religión donde se vienen a salvar tantas almas, no era razón la fiara Dios de sólo el saber humano, el cual es tan corto que en cosas materiales hace mill yerros cada momento y, si ha de edificar una casa pajiza, hace primero 20 trazas con otros mill dibujos. Y con todo eso, hace mill comienzos, porque hace mil yerros. ¿Qué fuera si Dios fiara de un saber tan corto y limitado como el del hombre una máchina y armonía tan grande como es una religión, un cielo lleno de strellas y de tantos luceros como, como ella, Dios planta?
11. Quiere Dios que le hagan un templo y aparécese un ángel a Eczechiel r con sus medidas y plomadas 9, porque no es razón haya ningún yerro en la que ha de ser casa de Dios. Mándale hacer un arca a Noé, donde se salve él y su casa y las bestias y animales del campo, y el propio Dios hace la traza s, toma t las medidas y le dice la altura, anchura y profundidad que ha de tener 10. Y de obras y arquitecturas materiales tenemos mill exemplos en la sagrada Scritura. ¿Por qué un edificio espiritual tan grande como una religión la habíe de fiar así a lo muerto de las manos de los hombres? Pues, como decimos, no es menos que cielo y más que paraíso, el cual, con ser de árbores y fructales, aun no lo quiso fiar a un hombre tan hombre como Adán para que lo plantase, sino que él propio lo quiso plantar: Plantaverat
igitur Dominus Deus paradisum voluptatis 11, etc. Porque era campo de deleites para el hombre, y la religión es paraíso de deleites de Dios, no era razón la plantase el hombre, sino que en su hechura se enplease el saber de Dios.
12. A esto alude lo que un día dijo Cristo a san Francisco, cuando lloraba la poca perseverancia de unos novicios: Ven acá, Francisco -dice Cristo-, esta religión ¿es tuya o mía? Respondió el sancto: Tuya, Señor. Pues no llores, que a mi cuenta está el proveerla y aumentarla. Yo soy Señor de todas las criaturas y pondré en el corazón de los que conviene que vengan a poblar esta religión 12.
Vemos que un labrador fía del gañán los bueyes u, el apero, el arar y cavar en la haza y en la viña, pero no el plantar y sembrar, que importa mucho vaya de buena mano, y así lo reserva para él. Y aun por eso debiera de decir David: Dextera Domini fecit virtutem; dextera Domini exaltavit me 13; no es obra de quien quiera el haberme Dios levantado y exaltado, obra es de la mano derecha de Dios. Y lo que en otra parte dijo: Spiritus tuus bonus deducet me in terram rectam 14; el Spíritu bueno de Dios -como si dijera, Dios, por su bondad y por quien es (que eso quiere decir Spíritu bueno)- me sembró en tierra buena, [97r] porque no es ésta obra que Su Majestad v la quiera cometer a obreros ni gañanes, sino que pase por sus propias manos.
13. Sí es verdad que el pintor fía los w aderezos de los lienzos a los oficiales y criados, y aun los bosquejos de las pinturas y figuras, pero la última mano, el realzarla y levantarla x, el darle el último complemento y aire, el hacerle los ojos y partes más principales, de nadie lo fía, el propio maestro lo hace y a su cuenta queda. ¿Por qué habíemos de entender que obra de tanta entidad como es poblar Dios una religión y traer almas a ella lo habíe de dar y cometer a otros? Y según esto dijo David que, si el Señor no edificare la ciudad, en vano trabajan los que edifican en ella 15. Yo pienso que el officio que Su Majestad escogió para sí es el que tiene el maestro en el edificio de la casa: que habiendo muchos peones que trabajen en ella, de nada sirve mientras el maestro no pone en orden y concierto las piedras, ladrillo y demás materiales que los peones juntan. De esa misma manera, los prelados, en las religiones, sirven de peones para su edificio. Ellos administran los materiales, predican, confiesan, hablan, etc., pero Dios es el que las piedras vivas de este edificio las concierta, toma en sus manos y pone en sus lugares, y finalmente él es el que edifica la religión, el que la hace y la levanta. Que si es verdad que reservó para sí el gobierno y providencia de un ejército de hormigas y él se hace sastre y, corta de
vestir a los lirios del campo 16, etc., ¿por qué la providencia y sabiduría del ser y gobernar las religiones la habíe de cometer a los hombres y no acudir con su altíssima sabiduría a la obra que de las obras de Dios es la más alta, pues en ésa está encerrada la obra de la justificación, redención y salvación de las almas?
14. Concluyamos con este capítulo y digamos que, estando estas cosas esenciales de las religiones a cuenta de Dios, que si en algo algunas veces las viéramos torcidas, no siendo nuestras fuerzas suficientes para las enderezar como y cuando queremos, que se las dejemos a Dios sin afligirnos ni desconsolarnos, que él es padre de misericordias 17 y sabrá muy bien quitar las fealdades del rostro de su esposa, pues la quiere tan hermosa que no ha de tener mancha ni ruga 18. Miren lo que decíamos denantes de la zizania y del celo desordenado de los siervos que, antes de tiempo y con daño y detrimento de los sembrados, querían arrancarla, y el buen padre de familias, como gran labrador que sabe de eso más que todos, con particular sufrimiento y paciencia dijo que se aguardasen, que su tiempo se llegaría 19.
¡Oh, qué inmenso trabajo es para los prelados, que desean el bien de su religión, su acrecentamiento y que todo vaya apurado y acrisolado, y ver por otra parte [97v] esta mezcla z de buenos y malos, sin ser señores ni poderosos para quitarla, porque dende el principio de la Iglesia se halla entre hermanos en un Caín y Abel 20, en un Jacob y Esaú 21! Paréceme que lo mejor es tragarlo de una vez y que no quiera un prelado, con su celo a, pensar que ha de hacer mundo nuevo ni Iglesia nueva, sino entender que Dios, que así ordenó y dispuso las cosas, le pareció convenir que el malo ejercite al bueno y el bueno corrija al malo para que se enmiende.
15. Que en esto se diferencia el mundo del cielo y del infierno, que en el infierno todos son malos y en el cielo todos buenos y, en la tierra, buenos y malos. Que es como el montón del labrador en tiempo del agosto, que está junta la paja con el trigo hasta que se ablienta y aparta, y entonces ya es para poner el trigo en la trojeb para pan y sustento de sus hijos y la paja en el pajar para las bestias. Y sabemos que, antes que se hiciesen estos apartados, era cosa convenientíssima que la paja estuviese junta con el trigo, pues le servía de abrigo y conservación y el trigo también le servía a la paja de defensa, pues es verdad que el malo al bueno lo hace recoger dentro de sí y tratar con más veras de Dios y el malo vive por el bueno, porque los buenos son las columnasc que sustentan este edificio espiritual. Y así no hay sino entender lo que dice san Pablo: que en casa de los príncipes y reyes hay vasos de oro y vasos de barro 22, dando a entender por los vasos
de oro los buenos y por los de barro los malos. Usando de este admirable exemplo porque en esto se diferencian estas dos maneras de vasos: que los de oro no porque se quiebren se pierden, antes, si los pedazos y quebraduras las coge un grande official, suele de esos pedazos de oro hacer admirables engastes para perlas y piedras preciosas, ajorcas y collares; pero, en quebrándose los vasos de barro, de nada pueden servir sino de arrojarlos al muladar; de suerte que cuando sanos estas dos maneras de vasos están juntos y puestos en los aparadores reales y, quebrados, los del oro suben y los de barro abajan para no valer nada para siempre jamás.
De esta manera son los buenos y malos: que los buenos, cuando en muerte se quiebran, como son de oro, cogerá Dios esos pedazos del cuerpo y los realzará y subirá de punto de tal manera que los hará engastes del alma, cuyo precio es mayor que cuantas cosas hay criadas, más que el sol y cielo inpíreo, etc.; pero los malos, cuando se quiebran, de nada sirven [98r] los pedazos sino de echarlos al muladar de la sepultura y del infierno. Pero estos vasos, antes que se deshagan, todos están juntos y todos componen los aparadores y mesa del príncipe. Y así hemos de entender ser voluntad de Dios y debemos conformarnos con ella, sufrir y tener paciencia, pues nosotros no somos más que criados y guardarropa de este Señor. Y pues el criado que sirve al grande de mayordomo o de otro officio no debe a su costa ni cuenta comprar o meter en su officio piezas a su gusto, sino guardar y conservar las que le dan, de esa manera un prelado no debe buscar a su gusto y antojo, buscar los religiosos que quisiere, sino regir y gobernar aquellos que Dios le hubiere traído y puesto debajo de su jurisdición. Y con eso hace su officio como Dios quiere y manda, etc.