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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
[CAPITULO 28] DE OTRO DAÑO Y MAL QUE SUELE QUEDAR A ESTAS PERSONAS QUE SE PROCURARON AVENTAJAR EN EL SERVICIO DE DIOS DESCOMPUNIENDO SU NATURAL, PUNIÉNDOLO EN PRETINA PARA COSAS DIFICULTOSAS. CÓMO ESTE MAL ES PERMITIR DIOS SE APODERE EL DEMONIO DE SUS CUERPOS Y CÓMO ES UNO DE LOS MAYORES MALES DE PENA. LAS CAUSAS POR QUÉ DIOS LO PERMITE Y LOS PROVECHOS QUE A LAS TALES PERSONAS LES VIENEN
1. Yo he tenido deseo de tratar la materia de este capítulo y parece jamás me he atrevido, con algún temor de errar. Que sé, si con claridad lo hubiera scrito, se entendieran con más claridad otros que he scrito con alguna ambigüedad y escureciendo con términos dificultosos a lo que en alguna manera dificultaba, no entendía o sabía si podía ser. Ya me he determinado, no obstante que el capítulo no puede ser largo, ni aun de materia dificultoso.
En estas tales personas, de quien en el capítulo pasado hemos tratado, que por alcanzar algún género o grado de perfección descompusieron la materia de su natural, suele quedar otro daño y mal muy mayor que el que hemos dicho, al parecer, aunque puede ser de mayor provecho para la persona que lob padece. Y para que mejor lo entendamos, quiero tornar a referir cuatro palabras del capítulo pasado, de la causa por donde vino la tal descompostura y destemple de la naturaleza.
Dijimos que habíe sido de haberse querido adelantar el alma y no aguardar al cuerpo, dándole lugar a que todos vayan a un paso y se puedan ayudar el cuerpo al alma y el alma al cuerpo. Pusimos el exemplo del que caminó y, por cansársele la cabalgadura, la dejó a quien, no tiniendo el cuidado que debía, la dejó más para los perros que para servirse de ella. También pusimos el exemplo del que salió de su casa y cuando volvió a ella la halló llena de telas de arañas y goteras que apenas le pudo a su dueño, cuando volvió a ella, consentir entrarse dentro; y que esto propio le sucedía al alma, la cual, levantándose sobre sí, desamparaba al cuerpo, el cual, quedandoc como solo, se halló expuesto a mill trabajos, como casa sin morador. Y de aquí le vino a esta tal persona, cuando el alma cesando en sus elevaciones se quiso volver a su casa antigua, hallarla mal parada y descompuesta de suerte que en alguna manera el alma se ve impedida por las indisposiciones corporales a no hacer muchos ejercicios de que ella gustara y quisiera.
2. Pues ahora digo otro daño y mal que, después de todos esos sucesos pasados, suele suceder y ofrecérseles a algunas personas, pienso que pocas y raras veces; sean aquellas que Dios fuere [128r] servido. El mal es -que también tiene exemplo en la casa inhabitada- que, demás de los daños y males dichos, estas casas obscuras, tenebrosas e inhabitadas suele en estas ocasiones hallarse y haber en ellas un trasgo, duende o demonio que asombre, espante y atemorice para que no se torne a habitar. De esa misma suerte, permitiéndolo Dios así, aunque sea raras veces en estas almas que le han deseado servir y agradar, quedando el cuerpo en alguna manera desamparado, permitir Su Majestad sean estos tales cuerpos atormentados de los demonios y aun poseídos. Los cuales, estando sujetos a tan mal morador, los provoca a daños y males que, siendo de sólo pena, parezcan también de culpa para que, viendo esta tal persona una ley tan contraria en sus miembros d de lo que quiere y desea 1, atemorizado y asombrado de cosas semejantes, el alma jamás acabe de perder el miedo y entre a vivir a su casa antigua, sino que, andando remontada, más presto se desate y acabe la vida e humana, signo y tormento del demonio que la atormenta.
3. Yo vi en Roma un siervo de Dios y angelito, cuyas obras antes de la enfermedad eran heroicas y de grande exemplo, al cual vi después poseído del demonio: y, siendo religioso, lo sacaba de su convento y hurtaba dineros y vestidos y se iba con la gente perdida a los jugar y lo llevaba a la casa pública. Digan, por amor de nuestro Señor, cuando advirtiese esta tal alma lo que antes hubiese hecho, ¡qué sentimiento y dolores tendría! Y ¿qué si hubiese hecho obras contra la justicia y rectitud, con que mereciese grande pena? Ahí sería el hacerle temer el
demonio lo que parecía culpa y la obligación de las penas por ella incurridas. De manera que no se contentaba este traidor con atormentarlo, sino con inducirlo y provocarlo a obras de grande tormento y miseria para que jamás tuviese quietud ni sosiego consigo.
Pienso algo desto se podría conocer en estas tales personas siervas de Dios en que, siéndolo, jamás hallan ni se hallan en parte ninguna con reposo ni quietud porque, como siempre se train consigo tan mal vecino, piensan que por mudar lugares se han de mudar y trocar a sí propios, como la f mona a quien ataron la maza, o como las zorras de Sansón, a quien ató y puso hachones ardiendo, que no parando en parte ninguna abrasaron los sembrados de los philisteos 2. De esa misma suerte, habiéndolo permitido Dios así por algunas causas que luego veremos, dando licencia a que el demonio posea aquel cuerpo, sintiéndolo el alma como maza pegada [128v] o hachón ardiendo, pensando que por huir lo ha de soltar y dejar, siempre anda inquieta, desasosegada y perturbada, jamás hallándose en parte alguna.
4. Veamos las causas por qué Dios consiente una cosa así rara en personas que han deseado gran perfección. Lo primero, digo que por el propio caso que la alcanzasen y Dios se la diese, lo pudo Dios permitir para que del todo aquel alma quedase purificada y limpia, no sólo del mal de culpa que ya por sus lágrimas Dios le perdonó, sino también del mal de pena por quien la entregó al tal spíritu, como lo hace con las almas que están en el purgatorio, que, siendo perfectas y sin culpas, las entriega a los demonios para que de veras las purifiquen. Y como no puede haber pena que se iguale a la culpa, el demonio, usando de todas maneras, procura, ya que no puede con las mismas culpas, con los retratos de ellas atormenta y aflige g a estas tales personas, como decíamos ahora de este tal religioso a quien lo llevaba a lugares malos e inicuos.
5. Lo segundo, digo que lo puede Dios permitir en semejantes ocasiones por remedio de la vanagloria y presunción que el demonio pudiera dispertar, viéndose la tal persona en estado tan aventajado como el que alcanzó después de tantos trabajos pasados. Habiéndose Dios con ellos como se hubo con los hebreos cuando, después de los haber entrado en la tierra de promisión, les dejó en su circuito muchos enemigos que los estuviesen ejercitando en la paciencia y en las armas; y no pensasen, porque tenían y gozaban tierra que llevaba leche y miel, ya todo estaba acabado, pues habíe quedado quien, cuando más seguros estuviesen, los dispertase y pusiese alerta al arma. Es tan fea y tan abominable para con Dios la soberbia, presunción y vanagloria, que, en el punto que un justo se va mejorando y alcanzando algunos grados de perfección, se ha con él como el hortelano h con el arbolillo cuando enpieza a echar flor y cargar de fructo: que pone en él unos espantajos, unas figuras de hombres, cencerros o campanillas, que espanten quien
tanto daño puede hacer, como son pájaros que se coman en breve lo que en tantos meses ha estado produciendo aquel árbor.
Fructa llama Cristo a las buenas obras: Ex fructibus eorum cognoscetis eos 3. Y cuanto la fructa es más suave y aventajada, tanto tiene más cuidado el hortelano de guardarla y mirar por ella. Y entre las buenas obras que el hombre hace, la de mayor gusto y suavidad para Dios es aquella en que un alma, despreciando las cosas de la tierra, [129r] se aparta a una vida solitaria en que a solas trata con Dios olvidada de todas las cosas de la tierra y aun de sí propia. Y esto lo hace cuando el alma subió a un altíssimo grado de contemplación y unión con Dios, donde la fructa que el árbor lleva toda es celestial y divina, pues tiniendo a Dios unido en sí propia es fuerza hacer obras heroicas. De quien dice el sposo en los Cantares: Sonet vox tua in auribus meis; vox enim tua dulcis 4; ¡oh, qué dulce fructo llevas, sposa mía, cuando a solas en la oración i levantas tu dulce y amorosa voz!
6. Esta fructa es la que defendió y guardó Su Majestad en María Magdalena cuando, adormida a sus sacrosanctos pies, oía su palabra y Marta, con celo de que le ayudase en cosas de su servicio, la quiso hacer levantar y Cristo le dijo: Meliorem partem elegit, quae non auferetur ab ea in aeternum 5; mejor fructa lleva este árbor, Marta, que no vos, pues es fructa que cuando en el cielo se transponga no la dejará de llevar. Esta es la fructa de quien hemos ido tratando en este capítulo. Puede Dios guardarla por manos y presencia de los mismos demonios, que es lo más que se puede decir cuando, estando el alma en algún estado que nosotros no sabemos, permite Dios y da licencia que algunas personas sean poseídas de los demonios, como ya ha sucedido que, conjurándolos en algunas personas sanctas, han dicho no estar allí de su grado, sino por fuerza y que ya quisieran haberse ido y desamparado aquel campo, porque sienten recibe muchos provechos aquella persona de su asistencia.
7. Puede también provenir el haberle quedado este mal y pena de algunas inperfecciones que esta tal alma tuvo en la presunción o adquisición de aquel estado que después de tantos trabajos tiene y posee. Y habiéndole Dios pagado lo bueno que hizo como Dios y Señor justo, entrando con él en visita j, hallando qué castigar, no quiso dejarlo sin su merecido por todas partes, y así lo dio y entregó, por el tiempo que él fue servido, a quien tan bien sabe y está acostumbrado a castigar males y delitos cometidos contra Dios. Habiéndose en esto como k se hubiera el rey con un juez que, habiendo hecho bien su officio, está llano para mejorarlo y ponerlo en otro más aventajado, pero ha de ser tomándole primero residencia y castigándole todos los defectos que hubiere cometido, por pequeños que sean. De esta misma suerte, está Dios
llano a pagar y mejorar a esta alma que con veras y cuidado lo buscó, pero el hombre, en fin, es hombre y pudo andar esos caminos [129v] y hacer esas obras con las imperfecciones de hombre, las cuales también gusta Dios y quiere castigarlas, aunque sea a costa de dar demonio que aflija y atormente en cosas exquisitas y extraordinarias a las tales personas 6.
8. Pudo también esto provenir de la grandíssima rabia que el demonio tuviese contra las tales personas y que, movido de ella, pidiese licencia a Dios para apoderarse de ellas y ejercitarlas en particulares trabajos y mortificaciones. Como sabemos la pidió para contra Job 7, aunque le fue dada de diferente modo que aquí vamos tratando, pues aquí tratamos del último modo con que una persona puede ser atormentada del demonio, que es haber permitido Dios se entre y posea el cuerpo de alguna persona contra quien él hubo y tuvo grandíssima rabia. Habiéndose en esto como el perro a quien le tiraron la piedra: que, no pudiendo herir ni morder el brazo que se la tira, toma la piedra con los dientes, la muerde y despedaza, de lo cual se ría el que de lejos se la tiró. El alma es la que hace los tiros acertados contra el demonio. La cual, quedándose lejos de sus asechanzas, procura aprovecharse del cuerpo como piedra tirada con que fue herido, pues él es el que llora y hace penitencia. Pero como con sus dientes no llega a lo vivo ni a la mano que tiró la piedra, el siervo de Dios, en este modo de padecer, procura no entristecerse, sino holgarse y dar por todo gracias a Dios, pues él lo permite y quiere que así sea afligido y atormentado.
9. Una de las mayores mortificaciones que se le pueden ofrecer es cuando, padeciendo estas penas y trabajos, no se descubre quién es el autor de ellas, porque, como el justo es tan enemigo del peccado y aborrece con tantas veras todo lo que es culpa, no sólo quiere y procura con grandes ansias y veras que no la haya en su casa, sino que no se nombre ni haya cosa en que se pincte o dibuje. Y si el demonio está apoderado del cuerpo, siendo él muchas veces autor de sus movimientos, es imposible no haga muchos que no traigan color y rostro de culpa, no obstante que no lo sea por no tener allí parte el alma, la cual en aquellas ocasiones o está adormida o tan llena de penas que está allá retirada llorando y sintiendo sus males.
10. Pongamos un exemplo. Está aquí un carpintero trabajando y labrando su madera. Fuese a comer o a dormir u ocupóse en otra cualquier cosa. Llega l un muchacho y toma la herramienta y enpieza a dar guchilladas en los maderos. Quien aquello no ve, no sabiendo que muchachos disparatados han hecho aquello, no puede dejar de tener en mala opinión al carpintero y juzgar mal de él y de su officio. Pero quien vido que muchachos traviesos hicieron aquello, escusan al
carpintero y tiénenle lástima porque muchachos desconcertados le echaron a perder su obra y la herramienta con que trabajaba. Desta misma suerte, trabajando el hombre en la casa de Dios, haciendo sus labores perfectas, habiéndole Dios dado [130r] al alma por instrumento y herramienta el cuerpo, trabaja según sus fuerzas y Dios le ayuda. El demonio, a deshora, dándole Dios licencia, coge esa herramienta y con ella da guchilladas y procura enturbiar, escurecer y perder, si él pudiese, las obras que el alma ha hecho. El tiempo que este demonio no se descubre y se ve quién hace semejantes disparates, no es posible dejarle de echar culpa. Pero quien sabe que es el demonio, antes le tiene notable lástima, porque le maltrata, enbota y echa a perder su herramienta, que es el cuerpo, se lo cansa y aflige de suerte que ha menester después por muchos meses repararlo para volver a su officio y tornar a sus obras antiguas.
11. Otra mortificación se le ofrece, y no pequeña, y es dificultar el tiempo que le ha de durar aquel trabajo y la licencia que trai aquel demonio para haber de asistir en aquel lugar, porque es certíssimo, si Dios le revelase que habíe de durar por seis u ocho años, y que sin tan mala compañía y pena se habíe de ver siquiera un día, viviríe consoladíssimo. Como el enfermo pasa de buena gana su calentura con la speranza que el médico le da de que al seteno le faltará, y el cuartenario sufre y pasa su cuartana dos y tres años consolado con decir que por cuartana no se tañe campana, y también tiene otro alivio en dejarle descansar dos días, ya que el cuarto estará afligido. Desta misma suerte, si la persona que tiene esta enfermedad spiritual supiese los años que le habíe de durar, servirle hía de notable y particular alivio, y también si este trabajo no viniese como calentura continua, sino que tuviese intermissiones, como la cuartana, que dejase resollar y conocer que es hombre y que debajo de aquella fuerza que le hacen está una sancta y divina libertad con que pretende y desea servir y agradar a Dios.
12. Así como al noble y caballero que pasando a Roma lo cogieron moros, lo llevaron a Argel y, echándole una cadena, lo train tras un pollino echando agua y haciendo otras obras viles y bajas, quien sabe que es captivo y no renegado y que por fuerza lo train de aquella manera, no se espanta ni él se avergüenza, que aquello no es en su mano, antes, el día que le quiten las cadenas y vuelva a su libertad, tornará a su noble trato y conversación. El justo camina para Dios, camino lleno de corsarios, donde el demonio anda solícito y cuidadoso. El cual, si no mata y toca al alma, procura, aunque sea con disposición extraordinaria, coger y aferrar el cuerpo tiniéndolo por su captivo, obligándole a cosas bajas y viles. El m que sabe que aquella persona no es -digamos- cristiano renegado, que ni dejó la fee ni la charidad, [130v] sino que por fuerza lo train atareado en aquellos officios bajos, no se espanta, aunque le tiene compasión, ni él se aflige demasiado, porque no pierde la nobleza interior que le dio y comunicó la gracia por las
cosas forzosas, antes desea verse libre para tornarse a su antiguo officio, en el cual, siendo libre, obraba con nobleza y generosidad.
13. Algunas personas no creo que sienten muy bien de estos males, ni de las personas en quien Dios los permite; y como yo he oído decir a muchos, que no se lee de sanctos señalados a quien Dios hubiese entregado a penas semejantes y males tan extraordinarios. A eso no tengo que responder ni sé lo que ha sucedido. Lo que sé decir es que aquel es mayor sancto que más padece por amor de Dios y que mayores males sufre y lleva con paciencia. Y, en género de males, no sé cuáles se pueden igualar a los que un alma puede sentir viéndose tan junta y pegada a un demonio tan enemigo de Dios y del hombre; y, entre todas las criaturas, ¿quién así acertaríe a atormentar y penar a un hombre como un demonio que en el officio es tan antiguo, está tan bien versado y es el mayor enemigo que el hombre tiene y quien más lo aborrece?
14. Pregunto yo: si, tiniendo los condenados en el infierno con penas tan crueles y acérrimas estado de no merecer, las tuvieran esas mismas penas acá en estado de merecer, grande bien fuera, pues es verdad que cuando acá alabamos un sancto mártir lo que más venimos a decir por encarecimiento [es] que en su martirio padeció n tormentos como los que se padecen en el infierno. ¡Ay Dios mío, Dios eterno y Dios inmenso!, no sé si algún día por speculación o prática podré yo decir algo de esto. Sólo digo que no me parece en género de penas padecidas de afuera cosa que se les iguale, porque, como son enemigos incansables y espirituales y su rabia cada día en los efectos desea crecer, padece la persona en quien esto Dios permite de noche, de día, comiendo, bebiendo y mucho más cuando descansa que cuando trabaja. Porque, siendo uno de los mayores males el de los condenados la aprehensión de la imaginación de su trabajo, miseria y duración de penas, procuran en su atormentado, de quien son ellos verdugos en la tierra, asemejarlos, acudiendo a aquella parte de la imaginación que no es de las más fuertes a vexarlas y afligirlas, para que sólo piensen su mal tan en los principios, sin que por parte alguna puedan conocer [131r] los fines, lo cual mejor lo hacen los demonios cuando hallan una persona desenbarazada y descansando que cuando está ocupada y divertida.
15. Las penas sensibles que comunican son muy diferentes que las que se pueden dar por acá. El trato de cuerda, si sólo es en los brazos, ahí hiere y duele. Si os dan una guchillada, sólo lastima donde dio el golpe. Dicen de los tormentos es mayor cuando o los mártires los metían en calderas de resina ardiendo, bronce o hierro colado, porque con presteza, según su actividad, penetraba todas las partes del cuerpo. No quiero este tormento compararlo en lo sensible al que ahora digo porque me parece ése estraño y no sé yo qué otro puede haber que así pene y atormente este cuerpo. Pero digo que, cuando un demonio da Dios
licencia atormente a un hombre, sabe él muy bien adelgazar y colar la materia de que ha de ser atormentada aquella persona, de suerte que entre hasta lo más íntimo del cuerpo y del alma.
16. Y es certíssimo que todas las cosas p con que atormentaban a los mártires tenían ya su raya y límite para no pasar de allí, que es el cuerpo donde se extiende la juridición de los atormentadores q. De quien dijo Cristo que no temiesen a los que atormentaran al cuerpo y no podían tocar al alma 8, aunque es verdad que aquí quiso diferenciar el mal de pena al mal de culpa. Pero, sin ese mal de culpa que sin piedad atormenta al alma, hay otro mal de pena que la aflige, que es éste de quien vamos tratando que se administra por manos de los demonios, porque, sutilizando las penas que infunden y derraman en una persona, llegan al alma sentimientos, tristezas, aflicciones y melancolías, que tanto son estas penas mayores cuanto es más noble y delicado el sujeto en quien se hallan. Y es certíssimo son estas penas del alma de gran sentimiento por ser administradas por una criatura tan diferente del hombre.
17. Consideremos que va un hombre solo por un camino de noche con grandes tinieblas y que se hace sabidor de que un león o dragón está junto a él, ¡qué vehemente miedo y temor cobraría! Pues, sin género de comparación, [131v] es muy mayor el que concibe un alma con el conocimiento interior que tiene de que está cerca de una criatura tan abominable, y no sólo el miedo, temor y aflicción que ella concibe, sino el que le hacen y con cuidado procuran conciba. Bien es verdad que esta mala bestia procura mucho tiempo a lo secreto e incubierto atormentar y hacer sus golpes. Lo cual no es de menos aflicción para un alma, antes es de muy mayor, porque desea saber quién hace ruido tan extraordinario y causa penas tan descompasadas, porque suele tener vehementíssimos temores no sea Dios, por ver que es imposible aquellos trabajos puedan ser naturales. Y cuando sabe y descubre que su autor es el demonio, da muchas gracias y súfrelo y pásalo de buena gana, considerando que en ella se cumple la voluntad de Dios y que de semejantes manos como las de los demonios no le podía a ella venir otra cosa que aflición y tormento. Lo cual le será de grandíssimo provecho llevado con paciencia, igualdad de ánimo y con voluntad conforme a la divina. Pues digo que, en r materia de penas, antes de ser el demonio descubierto, estorba y detiene todas aquellas que lo pueden dar a conocer, pero después que saben quién es ya él no se pudo encubrir, ya sus desvergüenzas son grandes y cuando no reparando nada procura buscar medios exquisitos y extraordinarios para dar malos ratos a las tales personas.
18. Confieso que, pienso, el mayor tormento y aflicción que debe de dar es cuando, atormentando y forzando a sus males, priva la razón
y ata la voluntad en su ejercicio de suerte que, como dicen, a vista de ojos suyos haga e induzga a males. Pongamos un exemplo, que no sé si hablo obscuro o por el exemplo me podré declarar. Supongamos que va un hombre camino con su mujer y sus hijos. Salen ladrones a ellos. Al hombre y dueño de aquella gente átanlo a una encina y delante de sus ojos despedazan sus hijos y aprovéchanse de su mujer. En nada de esto es culpable esta tal persona, porque no sólo no lo quiso, sino que antes fue uno de los mayores tormentos que pudo imaginar. De esa misma suerte -que a esto llega la [132r] crueldad de satanás cuando Dios lo permite y da licencia-, este s demonio ata el interior y liga al hombre de suerte que, haciendo a sus ojos mill males en el cuerpo, no los pueda remediar. Y en esta ocasión desperdicia los sentidos, provocando a visajes, meneos torpes y deshonestos, y aun obrando otros males. De todo lo cual no puede dejar de dolerse y afligirse por ser tan contra su ditamen t y razón y ver que son mal obrados en sus hijos queridos con quien y en cuya compañía el alma vivía.
19. Concluyo con decir que es imposible descubrir los males de pena que este enemigo de las gentes procura investir en las personas en quien él se arrima. Lo que decíamos al principio deste notable, que esta pena pocas veces la permite Dios o da licencia para que en ella sean ejercitadas almas conocidas por sanctas, como son aquellos a quien ya la Iglesia ha canonizado. Digo que ésa es otra pena mayor, de grande mortificación para el justo que lo padece: ver que su mal no se cuenta entre los males y penas de los sanctos y que padece como hombre singular y que no es posible si no que padece como malhechor. Y así, por todas partes rodeado, se verá cercado de penas exquisitas y singulares.
20. Digo más: que bien pudieron muchos sanctos ser atormentados en este género de penas, las cuales no dio Dios licencia se descubriesen por hechura del demonio que tan cerca estaba afligiendo y atormentando. Y si se ha visto estar escondido en una persona 20 años, bien se compadece haberlo podido estar en algún sancto seis años para atormentarlo y ejercitarlo, dándole a merecer en estas penas, según queda dicho.
21. Digo más: que como lo más ordinario que en el mundo parece, según se ve de los u conjuros que se hacen a estos demonios, cuando allí no hayan entrado por culpa, sino sólo para causar este bien ya dicho, dicen mill mentiras, enredos, enbelecos y procuran infamar por mill partes a estas tales personas, levantándoles muchos falsos testimonios contra su honra. Lo cual no quiere Dios que padezca en las personas que él es servido, ni aun por una hora. Lo cual se hace cuando estos tales atormentadores, como no son conocidos ni han llegado más que a las manos con que afligen, tiniéndoles Dios [132v] atadas las lenguas para que no parlen, hablen y digan mentiras ni enredos con que infamar la persona atormentada y escandalicen a quien los oyere.
Jhs. M.ª