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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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INTRODUCCION

 

 

  1.  Publicamos a continuación el "tratado tercero" del volumen I (ff.59r-68v). Es un breve escrito al que, en ausencia de un epígrafe original, hemos aportado nosotros el título, así como la numeración de los párrafos. El tiempo de referencia, posterior a su mandato de provincial, es uno de los más oscuros de la biografía de san Juan Bautista de la Concepción. Lo único que se puede afirmar es que, despedido de Madrid -su compañía era incómoda para el provincial-, anduvo errante, sin destino fijo, por los conventos de Alcalá de Henares, de nuevo Madrid, Salamanca, La Solana, Valladolid. Respecto a la colocación cronológica y geográfica del escrito, a partir de los escasos datos del volumen entero y examen que sigue, la probabilidad nos sitúa en Salamanca hacia finales de 1609 o principios de 1610 1.

 

  2.  Las reflexiones del Santo giran en torno a una divergencia que mantuvo con su sucesor en el provincialato, P. Francisco de Santa Ana. Este era contrario al dinamismo fundacional del Reformador. Se hacían, según él, demasiados conventos, sin tener el personal requerido, opinión que había triunfado durante la visita canónica extraordinaria del primer semestre de 1608, hasta el punto de lograr de Roma una orden contra nuevos asentamientos 2. La parálisis en el crecimiento de la Provincia hería en lo más vivo la conciencia de nuestro Santo, lo que explica su duro juicio en el presente tratadito:

  "Nosotros tenemos un propio motu en que nuestro muy sancto padre Clemen­te VIII nos concede poder fundar en los reinos de España. Por las contradiciones que la Religión ha tenido [= visita canónica], el señor nuncio [Decio Caraffa] manda que no fundemos. Yo digo que esto sea por orden nueva que para ello tenga de Su Sanctidad. Dice el prelado a cuyo cargo está esta Religión [Francisco de Santa Ana, ministro provincial]: Yo soy hijo de la Iglesia y hijo de obediencia y tengo de hacer lo que me mandan y no quiero fundar. A esto no quiero yo responder ni dar mi parecer, sino que juzgue el que lo leyere lo que debía hacer este prelado en tal caso. Yo confieso que cumple con lo que se le manda obedeciendo, pero podrá ser no cumpla con Dios ni con la Religión no fundando. El cómo se pueden compadecer esas dos cosas, fácil es. No quiero en esto ser más prolijo, sino tornar a rogar una y mill veces a los prelados ahonden en sus officios y no se quieran echar a dormir con decir: ya yo cumplo con esto. Que podría ser, cumpliendo con los hombres, no cumpliesen con Dios y les pidiesen estrecha cuenta de las cosas en que les parece han cumplido".

 

 


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3.  En principio, no resulta "fácil" la contradicción ética denunciada. Es verdad que se puede no cumplir con Dios mientras se cumple con los hombres 3, pero el provincial obedecía a su legítimo superior (el nuncio), a través del cual se manifiesta la voluntad divina. El ruego de que este último, como los demás prelados, "ahonde en su oficio" nos da otra clave de lectura, muy en consonancia con el contexto literario y con uno de los criterios operativos del Reformador 4. Según él, el provincial, "ahondando en el oficio", debería indagar la voluntad de Dios más allá de lo que dicen los hombres y de lo que ordena el nuncio, tanto más que la prohibición de fundar arranca de ciertas "contradicciones"; puesto que la facultad de fundar en España la concede el breve de la reforma, debería señalárselo al nuncio y verificar con éste, inclusive mediante el recurso a la Santa Sede, la legitimidad de la orden impartida.

  Aquí despunta una vez más su conciencia de que la expansión de la descalcez entronca con el plan de Dios. Su queja la hallamos expresada, cual motivo desencadenante, en un tratadito, el presente, cuyo primer capítulo lleva este elocuente epígrafe: "De una mortificación que al siervo de Dios se le ofrece viendo las obras de Dios sujetas a la prudencia humana y pareceres cortos de los hombres, conociendo cuánto dista la sabiduría de Dios, sus juicios y providencia del ingenio limitado del hombre". Al trasluz del trasfondo histórico, descubrimos que el "siervo de Dios" es Juan Bta. de la Concepción, quien ve "la obra de Dios", la reforma, bloqueada por culpa de "la prudencia humana y pareceres cortos" de algunos religiosos, en particular el provincial reinante. El es el "varón perfecto", el "varón espiritual", "el justo" cuyo dolor nace de ver "exteriormente guiar y enderezar las cosas según prudencias humanas y según justicia y ley ordinaria por los caminos que los hombres alcanzan y, por otra parte, ver y conocer interiormente que aquello dista de lo que Dios pretende y quiere como dista el cielo de la tierra".

  Lo que lacera su corazón es el desajuste de la parálisis fundacional con la voluntad de Dios -que "conoce interiormente"- sin poder corregirlo. A partir de las gracias vocacionales recibidas en Roma -recordémoslo- marcha con la "certidumbre evidente" de que la descalcez es obra de Dios y de que en su desarrollo se cifra la salvación de muchas almas. Es empresa "extraordinaria" 5.

 

  4.  En "obras exteriores y seculares" -explica- es legítimo proceder según justicia, prudencia y consejos humanos. Pero, "en las obras de Dios", "en las obras espirituales,... un hombre no se ha de regir siempre por lo que ven y le informan, sino por lo que cree y entiende según Dios". "En las cosas que la prudencia humana no alcanza... -insiste- atendamos al espíritu, a lo que nuestra conciencia nos dicta y Dios nos da a entender según su gracia". Piensa siempre en "el gobierno de una religión o su hechura, que es más", casos en que el prelado necesita de


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"luz sobrenatural" interior para desempeñar su oficio. Son éstos los principios en que basa su denuncia, ya citada. Para cumplir con Dios, Francisco de Santa Ana debería actuar según la luz que proviene de Dios y no, como lo hace, sujeto a los consejos de los demás.

  Parece medir la actuación del 2.º provincial con la vara de la propia experiencia carismática, él que se sacrifica por la reforma de acuerdo, fundamentalmente, con lo que Dios le da a entender, siguiendo lo que su conciencia y fe le dictan. Pero esa conciencia y esa fe cuentan con garantías superiores (iluminaciones sobrenaturales extraordinarias). ¿No pretende demasiado del sucesor? En realidad, no es éste su pensamiento. Lo que reclama siempre de sus hijos y, en particular, de los prelados es una actitud de escucha y fidelidad para con Dios, padre, señor, guía del instituto. No en vano "nosotros somos peones y jornaleros en la casa de nuestro gran Padre de familias".

  La mortificación descrita, en la incertidumbre de "cómo y cuándo" se remediará el error, le ayuda a conservarse sumiso a la voluntad divina y vigilante "para cuando Dios le mandare algo". Suplica al Señor "quiera ordenar y guiar las cosas según su voluntad y gusto y como mayor gloria suya sea; y dé luz a los hombres para que en todo quieran y pretendan obrar según el mismo Dios".

 

 


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GOBIERNO DE LA RELIGION SEGUN PRUDENCIA HUMANA

 

 

[59r]       Jhs. M.ª

 

 




1 sobre su datación e interpretación, véase NICOLÁS DE LA ASUNCIÓN, Apuntes críticos al tomo I de las Obras del B. Juan Bta. de la Concepción: ActaOSST IV/8 (1949) 414-417.



2"Ha pur risoluto Sua Santità nell'isteso tempo che i predetti Frati non piglino più conventi, e sopra ciò comanda che V. S. dia similmente ogni ordine oportuno": Carta del secretario de estado del Vaticano al nuncio, Decio Caraffa, de fecha 22.8.1608, en ActaOSST II/6 (1926) 211.



3 "Obedire oportet Deo magis quam hominibus" (He 5,29).



4 Nunca identificó sin más la voluntad de Dios con las normas y opiniones de los hombres, aunque fueran prelados de la Iglesia. Indagaba más a fondo.



5 Que nuestra clave de lectura es acertada, lo confirma, casi al final de sus consideraciones, con este ejemplo: "En nuestra Religión hemos sido grandemente perseguidos con variación de consejos y pareceres: Unos, que crecíamos mucho; otros, que edificábamos muchos conventos y recibíamos en poco tiempo muchos frailes. Causa que, por oír y escuchar a todos, la obra se ha detenido. Lo cual lo juzgo por grandísimo inconveniente y que los oficiales [léase: las actuales autoridades] se rindan a tales consejos y pareceres".






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