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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [1] a DE UNA MORTIFICACIÓN QUE AL SIERVO DE DIOS SE LE OFRECE VIENDO LAS OBRAS DE DIOS SUJETAS A LA PRUDENCIA HUMANA Y PARECERES CORTOS DE LOS HOMBRES, CONOCIENDO CUÁNTO DISTA LA SABIDURÍA DE DIOS, SUS JUICIOS Y PROVIDENCIA, DEL INGENIO LIMITADO DEL HOMBRE

 

  1.  Una mortificación se le ofrece al varón perfecto en orden a la dispusición de las cosas según Dios es servido dárselo a conocer en la oración por los medios que Su Majestad es servido. Y la pondré aquí con brevedad, porque me sospecho la he tocado en otras partes: y esb la mortificación cuando el tal varón spiritual ve exteriormente guiar y enderezar las cosas según prudencias humanas y según justicia y ley ordinaria por los caminos que los hombres alcanzan, y por otra parte ver y conocer interiormente que aquello dista de lo que Dios pretende y quiere como dista el cielo de la tierra y que, cuando más acertados, los juicios humanos se quedan cortos de los divinos infinitamente, sin les poder dar alcance los unos a los otros, y que es fuerza a quien esto conoce dejarlo caminar por donde los hombres guían sin haber en cosa con que parar o hacer fuerza para que echen por la parte extraordinariac. Y es cierto si en el tal caso Dios no consolase a un d alma a quien Dios hace merced de le dar el tal conocimiento de darle a en­tender, aunque sea en obscuridad y tinieblas, en confuso y como a carga cerrada, el abismo de los juicios de Dios, su eterna e infinita sabiduría a quien no puede dar marro toda la prudencia humana por mucho que se tuerza y descamine, dándole tanbién a entender cuán poderoso es Dios para traer el agua a su molino y que si a la tal persona no se le descubre y da parte del cómo o cuándo, particularmente si en las tales obras tuviese parte, es para que más pene y merezca más, se rinda y sujete a la voluntad divina, porque de esta resignación saca grandes bienes, desconfianza de los hombres. Los cuales, cuando más derechos caminan a vista y ojos de los hombres, entonces van más torcidos a las obras de Dios a quien Su Majestad no quiere desengañar, sino dejar con su buena fee, en la cual merecen cuando en su parte han hecho lo que deben y es en sí.

  2.  [59v] El pintor que tiene un hijo a quien ama, consiente y disimula que el chiquillo tome el pincel y haga cuatro rayas en la pintura, aunque vayan disparadas, que él con facilidad después las enmienda y endereza, por sólo decir que su chiquillo le ayudó. Y lo propio vemos en las universidades entre el sustentante y el que preside,


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que porque no se lo diga todo el presidente deja siquiera resumir al sustentante. Aunque en el responder no diga letra, está a la mira el maestro y el que preside y encamínalo con facilidad, diciendo: niegue o conceda; y de esta manera quien en aquellas e materias sabe nada está hablando todo el día y parece que sabe algo.

  ¡Oh, qué cortos son los juicios de los hombres y qué poco saben y entienden de los secretos y juicios scondidos de Dios y qué hacen de hablar, parlar, ordenar y disponer! ¡Y qué hace Dios de callar y dejarlos resuman cosas sin saber la última resolución que negocios puedan tener! Y después Su Majestad, estando a la mira, antes que den en algún despeñadero, con una palabra (como dicen) que pone, parece encuaderna y encaja el negocio que ya iba perdido. El justo que está a la mira de todas estas cosas, a quien Dios le descubre la disconveniencia y disparidad que hay entre lo humano y divino, debe de estar advertido que la causa porque en tal caso Dios lo mortifica y le da los tales sentimientos es para que esté a la mira para cuando Dios le mandare algo y para que con grandes veras pida a Su Majestad quiera ordenar y guiar las cosas según su voluntad y gusto y como mayor gloria suya sea, y dé luz a los hombres para que en todo quieran y pretendan obrar según el mismo Dios tiene determinado tengan el fin y suceso las tales obras.

  2.  Bien es verdad que en tal caso no yerran los que así obran y disponen las cosas que están a su cargo, que no deben más de ejecutar según reglas de prudencia humana y no querer milagros en las cosas. Pero también digo que aunque es verdad estas tales personas cumplen en lo que es de su parte dispuniendo las cosas según alcanzan y ellos entienden y conocen convenir, pero con todo eso quiero advertir dos cosas: la una es que en las obras de Dios y en su f dispusición corren diferente que en las obras g que son meramente seculares, en quien se procede y debe proceder según justicia y según lo que se alega. [60r] Pero en las obras espirituales, en las cuales un hombre no h se ha de regir siempre por lo que ven y le informan, sino por lo que cree y entiende según Dios, debe saber hacer diferencia y distinción.

  3.  Un exemplo lo hará claro. Matan en la calle a un hombre; hay tres testigos que vieron que lo mató Pedro, siendo la verdad que lo mató Juan, y que de esto le consta al juez porque él sabe la verdad. El cual, no obstante que debe hacer sus diligencias para no sentenciar a muerte a Pedro, pero la justicia y la probanza le obliga a que haga justicia, no tiniéndose por dónde evadir. Pero en las cosas que son spirituales y que el juicio que en ellas se obra es spiritual, no se debe rendir un hombre porque digan i Juan y Pedro: "esto conviene", si yo sé lo contrario con alguna evidencia o congruidad.

  Pongo otro exemplo. Quiérese entrar uno religioso, a quien Dios ha llamado eficazmente; llegan dos amigos suyos y danle dos razones de lo contrario, pidiéndole no lo haga y probándole que no le conviene. Bueno fuera que ese tal se hubiera de rendir a las razones de estado


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temporal que sus amigos le proponían tiniendo él otras de estado spiritual en que le conviene.

  4.  Pienso en esto hay muchos engaños en el mundo, pareciéndoles a los que obran o dejan de obrar que tiniendo dos o tres pareceres ya pueden echar por aquel camino aunque su conciencia le dite lo contrario. ¡Oh, válame Dios, y qué hay de estos engaños en el mundo, de cuyos exemplos pudiéramos enllenar un libro! Mándale Dios al otro que perdone a su enemigo y eso le dita su conciencia sin se poder quietar con otra alguna cosa. Llegan dos letrados amigos y danle dos razones falsas, aparentes, de que le importa a la honra no lo hablar y que allá cumple con unos pensamientos falsos y fingidos. Danle al otro dos médicos licencia para que coma carne y él j echa de ver que de ella no tiene necesidad y ya le parece que con la cédula injusta queda con Dios disculpado. En estos tales casos, y otros semejantes, no tiene lugar la prudencia humana k ni lo que la razón exterior dice e l informa, porque es contra lo que pide la justicia divina que secretamente, allá en el corazón, está desengañando y diciendo al hombre no sea fácil en sus pensamientos ni se deje llevar de cosas aparentes, que venza la tentación que en el tal caso se le puede ofrecer de que es atrevido, temerario, amigo de regirse por su parecer y antojo, que tiempo vendrá en que Dios descubra cómo el antojo y el engaño sólo estuvo en los que le aconsejaban lo contrario, y en él la verdad.

  5.  [60v] Aunque esto es fácil que no habíe menester exemplo, pero no inporta, respecto de que esta verdad sea bien clara para los siervos de Dios contra los sabios y prudentes del mundo. El exemplo es en lo que ahora decíamos de los médicos: que, porque el otro tuvo un flemón o porque habiendo cenado mucho pescado a prima noche, le mandan comer carne porque, dicen, ha escupido mucho aquella noche y le dicen que le inporta para su salud y para su vida no guardar vigilia ni cuatro témporas. Ayúdale a este tal enfermo (y otros que lo sean más de veras) con una luz del cielo o que su conciencia le dita que no es ocasión bastante. Vence la tentación de los consejos contrarios que le dan (que no es pequeña victoria respecto de estar de ese parecer nuestro gusto, apetito y sensualidad y sólo el alma y la conciencia que hace contradición). A cabo de muchos días que comió pescado m, la cuaresma está bueno y más recio que jamás estuvo, donde muestra Dios que en lo que hizo no fue temerario ni amigo de seguir por n su parecer, sino buen cristiano y amigo de hacer la voluntad de Dios y que quien era el temerario fue el que le dio el parecer en contrario.

  6.  ¡Oh hermanos, y cómo éste es acto de fortaleza que entre religiosos y frailes descalzos se ve cada día combatido y a mal traer! Porque es muy ordinario vestirse el diablo en ángel de luz 1 y tomar figura y


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presencia de hombre o charitativo p y compasivo, persuadiendo a los religiosos que comamos, bebamos, durmamos y miremos por nosotros, que Dios no quiere la muerte del peccador 2, siendo la verdad que los que se mueren son los seglares y gente que come, bebe y se regala, los muy vestidos y abrigados. En ésos hallo y veo los achaques, dolores de estómago, tripas, ijada; y en un siervo de Dios y fraile descalzo veo la salud y la vida. La razón es porque Dios es su abrigo y regalo.

  7.  ¡Oh, cómo es entendido mal de muchos esto que dicen que no quiere Dios la muerte del peccador, sino que viva y se convierta 3! Yo así lo entiendo, digo, y otras mill explicaciones que tendrá y los sanctos y doctores darán, a quien yo me remito y a cuyas censuras sujeto lo que aquí y en cualquier papel dijere: dice Dios que no quiere la muerte del peccador, que no quiere que desespere, sino [61r] que viva y fíe de Dios le perdonará sus culpas y peccados, con cuya misericordia alcanzará vida spiritual. No quiere Dios la muerte del peccador, que persevere en su peccado, sino que haga vida de penitente en la cual se convierta a Dios.

  8.  ¡Oh locos, los que en el mundo, por vivir aguardando la penitencia para la muerte q, cuando estéis imposibilitados, o para después de la muerte, cuando no haya lugar, queréis vivir y regalaros en vida diciendo que no quiere Dios la muerte del peccador, sino que viva! Es verdad que Dios quiere que viva para que se convierta y para que haga penitencia, pero si tú no te conviertes ni haces penitencia, sino que antes vas añidiendo peccados a peccados, más te valdría no vivir, mejor te estaría morirte y irte al infierno que no vivir cada día ofendiendo a Dios, perseverando en tu maldad y añidiendo peccados a peccados.

  9.  El que juega a los naipes y se desquita de lo perdido y gana, bien es que juegue, pero el que está ya con tal desventura y desgracia que por desquitarse ve con evidencia va perdiendo toda su hacienda, mejor le es a ese tal apagarle la vela y dejarlo a escuras imposibilitado para el juego. ¡Oh, qué verdad es esto para los peccadores que en la vida pasada perdieron la gracia y amistad de Dios, perdieron tantos ayunos y buenas obras como en la vida pasada hicieron, perdieron los años y el tiempo que malgastaron! Estos tales que así perdieron y en el tiempo presente viven y juegan y ganan gracia, méritos, amistad de Dios, haciendo penitencia, estos tales vivan y jueguen; pero el desdichado que después de haber perdido la vida pasada, cuando se habíe de desquitar, que es en la presente de su vejez o mocedad, no sólo no se desquita, pero ya su desgracia llega a tanto que echa el resto de la r vida en ofender a Dios en sus viejos y antiguos peccados, a esos tales apagarles la vela. Misericordia de Dios es que Su Majestad les quite la vida, los deje a escuras, levanten tabla y vayan al infierno con cuatro


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peccados mortales menos de los que pudieran s cometer; que, en fin, hay infierno de cuatro y de ocho. Así me parece se ha de entender el decir que no quiere Dios la muerte del peccador, sino que se convierta y viva.

  10. Bien pocos días ha [61v] que me dijeron habíe dicho un obispo a unos religiosos nuestros: Váyanse de ahí, padres, coman y beban, que Dios no quiere la muerte del peccador: Nos qui vivimus, benedicimus Dominum 4, nosotros que vivimos bendecimos al Señor; dando a entender que los muertos no le alaban, según aquello que dice David: Non mortui laudabunt te 5, que no alaban los muertos a Dios. Bien entiendo yo que este sancto obispo entenderíe las palabras conforme se debían, pero ofréceseme que yo le dijera: es verdad, señor, que los que viven alaban a Dios; pero hase de entender de los que viven al Spíritu, de los que viven según Dios, no de los que viven al mundo ni de los que viven según la carne, porque ésos son los muertos que no bendicen a Dios. Así los llama san Pablo: Si secundum carnem vixeritis, moriemini 6, el que vive según la carne muere. Y de esos muertos se entiende que no alaban a Dios, porque de esos tales no quiere Su Majestad alabanzas, porque aunque es verdad que las alabanzas sean de suyo buenas, no las quiere de hombres de malas conciencias y de almas obstinadas, según aquello que dice David: Peccatori autem dixit Deus: Quare tu enarras justitias meas? Et assumis testamentum meum per os tuum? 7 Dijo Dios al peccador: ¿Quién te entremete a ti en decirme a mí alabanzas ni tomar mi testamento en tu boca? Así como si un hombre cantase bien y dijese un buen romance y por otra parte le oliese mal la boca tiniendo las entrañas dañadas, es llano que le habíemos de decir que se fuese de allí y, a trueco de no olerlo, no querríamos oírlo. Esto tiene el peccador: que aunque es verdad que lo que canta o reza sea bueno, pero como tiene las entrañas dañadas no acepta Dios su canto, sino que le da de mano.

  11. De manera que para bendecir a Dios es menester vivir; y se ha de entender vida de gracia, vida celestial y divina, vida de cristianos, no de epicúreos ni vida de los que siguen el fuero del mundo y las leyes de la carne. De donde saco yo que el religioso y siervo de Dios que muere al mundo, a la sensualidad, a la carne, que vive vida muriendo [62r] por sus ayunos, disciplinas y rigores, ése es el que alaba y bendice a Dios todas las horas y momentos del mundo. ¡Oh, qué mal se bendice a Dios el buche lleno y la pierna tendida y qué bien se alaba el estómago vacío y con trabajo, de rodillas, azotado, castigado y lleno de ajes y ayes!

  Ya esto que ahora voy a decir lo t tengo referido en otra parte. Sucedióme una vez haber comido con un personaje grave, destos que dicen que es gran cosa vivir para alabar a Dios. Habíamos comido u una comida v que yo no lo acertaré a decir y, después de haber muy


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bien comido, fuese a echar a su cama y díjome: Padre fray Juan, tratemos de oración. ¡Sí tratamos! Y confieso que me dijo muchas cosas y me dio muchas reglas muy buenas para nuestros frailes y reforma. Pero ahora digo que más quiero nuestras moderadas recreaciones después de comer, donde el frailecito se ríe y alegra después de haber comido una pobre escudilla de coles, que no todas sus reglas y consejos después de nos haber comido 20 platos. Que a esto lo llamo, estaba por decir, que, así como cuando una cosa se enllena de cosas más pesadas y macizas se vacía de las cosas más livianas que en sí hay encerradas -como si enllenásemos un aposento de trigo saldría el aire que estaba dentro; y si una tinaja llena de agua le echásemos cantos y piedras saldría el agua-, de esa manera juzgo yo esta conversación w. Macizóse el cuerpo con comida y bebida, estaba el spíritu en viento y aire, salióse fuera a los labios con que el demonio engaña a los tales pareciéndoles que ellos, que viven, bendicen al Señor. Pero el religioso y siervo de Dios que por mal comer y beber apenas puede hablar y echar la palabra de la boca, ese tal me parece a mí que es el que le alaba, porque todo su interior con su alma le está dando mill alabanzas, según aquello que dice David: Benedic, anima mea, Dominum, et omnia quae intra me sunt nomini sancto eius 8.

  12. Concluyamos este concepto y cláusula con decir que era necesario un acto de fortaleza muy grande para no tomar un parecer de un obispo, sino acudir a sus antiguas costumbres y penitencias considerando lo que aquí hemos dicho, que es que en las obras exteriores y seculares bien es que se atienda a estos pareceres y consejos y que sentencie x uno conforme le informan, [62v] pero en las cosas que la prudencia humana no alcanza ni aun llega con mill leguas, atendamos al spíritu, a lo que nuestra conciencia nos dita y Dios nos da a entender según su gracia.

  13. Dos cosas dije arriba que me parecían advertir contra los que se cierran de campiña diciendo que ya ellos obran según alcanzan y según les informan. La una hemos dicho. Digo, lo segundo, que aunque es verdad estos tales cumplen en el ejercicio de las obras que hacen obrando y según una moderada diligencia que hacen y que su saber no alcanza más, con todo eso, digo y advierto que, aunque es verdad que cumplen, pero, con todo eso, si se dispusiesen con oración y recogimiento y obligasen a Dios para que por los caminos que más y mejor a Su Majestad pareciese, les diese a entender y conocer lo que le era más agradable, es certíssimo que en tal caso no sólo harían aquello con que cumplen, sino aquello que estuviese mejor a su religión, a su officio y al servicio de nuestro Señor. Que sin hacer milagros extraordinarios muy de su cosecha tiene Dios el acudir mediante consejos y personas que nosotros no sabíamos, y aun inmediatamente, dando una luz muy


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extraordinaria a nuestra alma para que más y mejor acierte. Si desto hubiéramos de poner exemplos, fuera nunca acabar, porque son infinitas las verdades encubiertas que la oración ha manifestado, de suerte que cumpliendo muy bien con el mundo, con las cosas contrarias y opuestas a la verdad, llegados a la oración alcanza de Dios no sólo cumplir con el mundo, sino tanbién con Su divina Majestad. Pues lo vemos en el juicio de Susana y en el de Daniel. A la sancta todo el mundo le daba por convencida y el caso por justificado y con la oración descubrió Dios lo contrario. En el de Daniel, el propio rey lo deseaba librar y no pudo por la información de los que acusaban; y acudiendo Dios no le faltaron a Su Majestad otros testigos, aunque menos calificados que el hombre, pero de mayor verdad, que fueron los leones hambrientos a quien echaron a Daniel y ellos lo respectaron y guardaron, con que Dios lo libró de los phalsos acusadores 9.

  14. Pues aún digo más en este caso, y quiero dar otro documento a los que de presto se satisfacen, pareciéndoles en cosas graves han cumplido con su conciencia con dos silogismos aparentes que hacen, en que hacen y obran lo que deben. El documento es que las obras de Dios hechas y obradas por los hombres tienen dos cosas que las califican y hacen subir de punto. La una es la intención con que se hacen, que es el oro fino con que las [63r] tales obras quedan hermoseadas y con celestial y divino resplandor. Lo segundo, la misma obra en sí se le puede dar z tal puncto y ser que le haga subir muchos quilates, como si uno diese grande presente con grande intención: aquí habíe dos cosas que lo hacían subir de puncto. Pues supongamos que un pinctor cumple con hacer una imagen para quien se la ha encomendado, de moderada pinctura y con colores ordinarios y con ofrecerla con un afecto ordinario. Pero si a quien esto se ofrece es Dios, ante cuyos ojos lo más y menos está patente, paréceme a mí que no cumplirá un prelado o persona a quien Dios le encomienda una obra con decir: ya yo la hago y ofrezco a con una intención ordinaria y con lasb diligencias necesarias para salir con ello. Puesto caso que la obra, si yo trabajara más, pudo salir más perfecta y la intención más subida, causa muy suficiente para que no nos contentemos tan de presto, pareciendo en alcanzando lo que por de fuera parece ya lleno, hemos cumplido con Dios, sino que es necesario ahondemos y velemos, así en la hechura de las cosas que nos encomiendan como en la voluntad e intención con que obramos; que, en fin, el oro por oro vale y la plata por plata.

  15. Supongamos que uno halló una mina y que afinando el metal saca de ella cobre, estaño, plomo y plata y que todos lo tienen por hombre dichoso y que cumple con su officio y mina. Viene otro y dice: Señor, mayor bien tiene esta mina de lo que parece, dejádmela refinar y veréis cómo saco oro. Hácelo así. Es llano que éste ganó más y hizo


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más. En nuestras obras hay estaño y plomo, metales de poco valor. Afinándolas más son plata que más vale. Refinándolas más son oro, precio subido. Verdad es que el súbdito cumplirá con su prelado con hacer lo que le manda en lo esencial, sin darle el temple y el puncto que debe a la tal obra, así en la intención como en la obra exterior, pero yo digo que no cumple con Dios porque de esta obra pudo sacar plata y oro, metales más subidos.

  16. ¡Oh padres y hermanos míos! Los que hacen officios de prelados, particularmente a quien Dios ha cometido el gobierno de una religión o su hechura, que es más, y cómo no cumplen con Dios con sólo aquello con que cumplen con los hombres, que el hombre presto se da por concluido y satisfecho. Miren, padres míos, que Dios ve dónde puede llegar la perfección de la obra en sí [63v] y en la intención con que se hace, y sabe y juzga muy bien quién es el prelado que pudo tirar más la barra, pintar mejor, afinar más y, al fin, al fin, cada cosa se pagará por lo que es: el plomo por plomo y el oro por oro.

  17. ¡Oh, si el hombre supiese cómo Dios está dispuesto para le dar aquella gracia, favor y fuerzas para que él se dispone! Porque así como el padre a cada uno de sus hijos hace el vestido conforme su tamaño, de esa misma suerte nuestro Dios. El hombre que se apoca y se contenta con poco, con poco lo contenta Dios; el hombre que se ensancha y engranda para hacer obras grandes, grandes auxilios les da Dios.

  No tengo sufrimiento para dejar de poner un exemplo. Nosotros tenemos un propio motu en que nuestro muy sancto padre Clemente octavo nos concede poder fundar en los reinos de España. Por las contradiciones que la Religión ha tenido, el señor nuncio manda que no fundemos. Yo digo que esto sea por orden nueva que para ello tenga de Su Sanctidad 10. Dice el prelado a cuyo cargo está esta Religión: Yo soy hijo de la Iglesia y hijo de obediencia y tengo de hacer lo que me mandan y no quiero fundar. A esto no quiero yo responder ni dar mi parecerc, sino que juzgue el que lo leyere lo que debía hacer este prelado en tal caso. Yo confieso que cumple con lo que se le manda obedeciendo, pero podrá ser no cumpla con Dios ni con la Religión no fundando. El cómo se pueden compadecer esas dos cosas, fácil es. No quiero en esto ser más prolijo, sino tornar a rogar una y mill veces a los prelados ahonden en sus officios y no se quieran echar a dormir con decir: ya yo cumplo con esto; que podría ser cumpliendo con los hombres no cumpliesen con Dios y les pidiesen estrecha cuenta de las cosas en que les parece han cumplido.

 


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18. Que si el carnicero, por la priesa que hay, a su officio cumple con el peso falso, el fiel está a la puerta y torna a pesar y le hacen cumplir todo lo que faltaba y le llevan la pena. ¡Qué de estos repesos habrá en la otra vida y sacará Dios a plaza muchos prelados que entendían que cumplían con ir las fiestas al coro y con mandar a los officiales de su casa cada uno hiciese su deber, y después en el repeso se verá cuán lejos estuvo [64r] de cumplir! ¡Cumplir con Dios!, que es lo que hace al caso, que llena esa medida. Los hombres estarán satisfechos y si no lo estuvieren conténtense de dos veces si de una no quieren.

  19. Pues porque saquemos la conclusión de este capítulo, cómo es mortificación para el siervo de Dios lo que hemos dicho, digo que lo es grandíssima para quien Dios ha dado a conocer que las obras que los hombres hacen se pueden ahondar, apurar y acrisolar más y subir más de puncto, y con todo eso aquellos a cuyo cargo están se contentan con decir que ya han cumplido con lo que deben y son obligados porque, en fin, estos tales siervos de Dios saben que nosotros somos peones y jornaleros en la casa de nuestro gran padre de familias y que cuando fuera verdad que con lo que hacemos cumplimos, es grande la pérdida que le viene a nuestro amo porque pudimos hacer obras que más valiesen, las cuales tiene este padre de familias por propio granjeo y ganancia.

 

 




a  ms. 21; al marg. tratado 3



b sigue quando el tach.



c corr. de ordinaria



d sigue a ho tach.



e  sigue p tach.



f corr. de sus



g sigue seculares tach.



h sobre lín.



i ms. diga



j  sigue eno tach.



k sigue l tach.



l corr. de y tach.



m corr.



n sobre lín.



1 Cf. 2 Cor 11,14.



o  al marg.



p corr.



2 Cf. Ez 18,23; 33,11.



3 Cf. Ez 18,23; 33,11.



q sigue o pa tach.



r sigue vi tach.



s  sigue aun tach.



4 Sal 113,18.



5 Sal 113,17.



6 Rom 8,13.



7 Sal 49,16.



t sigue que tach.



u corr.



v co sobre lín.



w  sigue y tach.



8 Sal 102,1.



x ms. seentencie



y ms. ofrando



9 Cf. Dan 6 y 13.



z  sigue pun tach.



a ms. ofrez



b sobre lín.



10 Para derogar la facultad de fundar conventos concedida por Clemente VIII (breve Ad militantis Ecclesiae, 20.8.1599) se requería "orden nueva" del Papa (a la sazón Paulo V). El autor parece desconocer la directiva romana del 22.8.1608: "Ha pur risoluto Sua Santità nell'isteso tempo che i predetti Frati non piglino più conventi, e sopra ciò comanda che ­V. S. [nuncio] dia similmente ogni ordine oportuno": ActaOSST II/6 (1926) 211.



c  sigue qu tach.






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