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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [3 a] EN QUE SE PRO SIGUE LA MATERIA DEL CAPÍTULO PASADO Y CÓMO MUCHAS VECES UN ALMA HALLA EN SÍ RESOLUCIÓN DE MUCHAS COSAS SIN SABER CÓMO O POR DÓNDE LE VINIERON
1. Parece que adelantamos más el deseo en el obrar a lo que alcanza la prudencia humana y que es cierto quien se encubre [67v] de un norte ha de descubrir otro, como los que van a las Indias, que perdiendo este polo que nosotros tenemos descubren el que gozan en las Indias. Y pues en estas obras yo digo que se ha de caminarb hasta pasar y trasponernos de todo lo que alcanza la sabiduría humana, que es el un norte por donde nos regimos, que son los consejos ordinarios, que hemos de descubrir otro norte más subido y encubierto de que ya gozan las almas que más familiarmente tratan con Dios. Y así parece que nos obligamos a tratar de esta luz sobrenatural de que en los tales casos un alma goza para atreverse a más de lo que las fuerzas alcanzan. Y puesto caso que de ella he tratado en otros papeles, conviene ser aquí más corto, remitiéndolo todo a la corrección de quien sabe, si estos papeles vieren, que como los escribo con tanta duda de si en algún tiempo se leerán parece me atrevo a hablar.
2. Digo, pues, que si un ciego tiene muchas maneras de guiarse para andar sus caminos y no está atado a un modo solamente -como lo vemos que unas veces se guía por un niño que le lleva de la mano, otras un perrillo que lleva asido con un cordel, otras veces le sirven de luz y guía puestos o señales que en las calles y lugares tienen-, que no será mucho que Dios, que tanto deseo tiene de que acertemos,
viéndonos tan ciegos busque otros muchos modos con que nos guiar. Y no hemos de entender que siempre Su Majestad está atado solamente al consejo de los hombres, que aunque eso es el camino ordinario otros tiene Su Majestad extraordinarios, particularmente cuando Su Majestad manda cosas extraordinarias, como queda dicho, particularmente cuando desconfiando de nosotros sólo confiamos en Dios, a cuyo cargo está el no dejar sus obras mancas y cojas.
3. Metido nos hemos en un abismo que ni yo sabré entrar ni salir, si no es que me [68r] remito al alma que es de Dios enseñada: que ella hable y diga cuándo sabe, cuándo la enseñan. Y aun con todo eso me atrevería a decir que repitiendo muchas liciones que las aprendió en escuela superior no sabrá quién, cómo ni cuándo se lo enseñaron.
Preguntadle al unicornio quién le enseñó, cuando va a beber a las fuentes de que tiene sospecha de ponzoña o veneno, meter el cuerno que trai en la frente y con él menear el agua, que tiene virtud contra cualquier veneno. ¿Quién enseñó a los otros animales que aguardanc que venga este unicornio a beber para ir ellos luego a gozar del agua purificada? ¿Quién enseñó a las hormigas tantas reglas de prudencia para mirar por sí, y a las cigüeñas y otros animales tantas reglas de medicinas que se d curan ellos propios? Ellos no sabrán decir quién se lo enseñó, pero no habrá hombre, por ignorante que sea, que no diga que Dios, autor de la naturaleza. Pues de esa misma suerte, en millares de cosas secretas, escondidas y en que siente mill dificultades, se halla el hombre enseñado sin saber cómo, cuándo y quién le enseñó; halla sus negocios adelantados, desestorbados y hechos y él haber dado muchos pasos acertados sin saber cómo [ni] quién hizo esto. Es llano, si no somos e bestias, que digamos que Dios anda de por medio y él es el que lo hace y obra; luego ya sabremos que sin que nosotros lo entendamos es Dios gran maestro secreto que enseña a quien quiere y es servido, como y cuando a él le agrada.
4. ¡Oh, válame Dios, qué de veces halla un hombre puestas en su lengua palabras que no estudió ni leyó, que ellas le están reprehendiendo pecados que hizo, desconfianzas que tuvo y obras buenas que le conviene hacer! ¡Oh, qué de veces halla allá en su corazón asentadas unas sentencias y razones que convencerán a un leño para el bien obrar! ¡Qué de veces sueña, piensa, imagina, [68v] cosas que ni sabe por dónde entraron ni quién allí las trujo, que si las discurre halla que encierran en sí f mucho pesar que debe tener del mal pasado y mucha diligencia que debe poner en el bien por venir!
5. Y muchas veces Dios, que pesa las aguas y les da corriente en tierra llana donde el hombre no sabría hacia dónde correrían, ese mismo Señor en un corazón llano que no sabe un hombre por dónde irá y echará sin saber cómo y cuándo se enpieza la obra, ve que g su corriente tiende a buenos fines y su corazón inclinado a esa parte. Y siendo el
hombre tan propenso e inclinado a lo malo, halla en sí vencida esa dificultad e inclinado a lo bueno. ¿Qué es esto? Es luz sobrenatural, extraordinaria, que Dios da a quien él es servido; que no se ató Dios a un solo sendero para traer a sí las almas, sino que cada día descubre millares de ellos.
6. Va san Pablo de mano armada contra la Iglesia y contra los fieles que en ella habitaban; lleva cartas para ver si puede trabucar sus cosas y dar con ella al traste y prender a los que siguen el bando del Crucificado. Sálele al camino y al encuentro Cristo, y lo que él pensaba hacer en la Iglesia y en los fieles eso propio hace Dios con él: ásele, préndele, trabúcale h y da con él en tierra 1, que así era necesario hiciese con el edificio viejo para levantar otro nuevo que llegase al cielo. Y quien era fortaleza del enemigo quédase hecho castillo fuerte y torreón de refugio y amparo para los fieles. ¿Quién mata aquí y quién cura? ¿Quién destruye y quién edifica? ¿Quién enferma y quién sana? Dios. ¿Por qué caminos, con qué medios? ¡Oh, sabiduría eterna! ¡Oh, abismo de inscudriñables consejos! ¿Quién se atreviera a dar en este caso parecer? ¿Quién son los que bastaran a hacer junta para que se juntaran fieles para prender el cuerpo de Pablo? Mirad lo que responde Ananías cuando le dice Dios que le salga al encuentro: ¡Oh, Señor, que he oído de muchos que es destruidor de vuestra fee y que ahora viene con poder de prender y maniatar a los que os siguen! Corto es vuestro saber, Ananías, y el de todos los hombres para mi poder y querer. Ya yo os lo tengo a él preso, no sólo el cuerpo, sino también el alma, y hecho tan de vuestro bando que es vaso escogido para llevar mi nombre por el mundo; y si él pretendía dar a padecer a otros, ya yo le he descubierto cuánto le importe a él padecer por mi nombre 2.
Fin.
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