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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO a [1]b EN QUE SE ENPIEZA A DECLARAR DE CUÁNTA STIMA SEA LA VIDA DEL HOMBRE Y EL TIEMPO QUE VIVE, PARA QUE DE AHÍ SE INFIERA LA GRANDE CORDURA Y DISCRECIÓN DE QUE EL JUSTO USA CUANDO COME Y BEBE POR CONSERVARLA PARA DIOS
1. No se puede encarecer de cuánta estima y valor sea la vida del hombre; es lo último que un hombre puede tener y desear en la tierra. Lo cual lo conoció muy bien el demonio cuando le dijo a Dios, quiriendo deshacer la constancia que el sancto Job habíe tenido en las primeras persecuciones: Pellem pro pelle, et cuncta quae habet homo dabit pro anima sua 1. En nada repara, Señor, -dice el demonio- el hombre, como no le toquen a la vida; ésa es la que estima y quiere, y si a ésac le tocásemos -como si dijera- ¡ahí seríe ello! Y el mismo Cristo dice que nadie tiene más que poder dar por quien de veras ama que su vida: Majorem charitatem nemo habet, ut animam suam ponat quis pro amicis suis 2. Y entre los dones grandes que Dios da al hombre cuenta por uno de ellos la longura de los días, diciendo: In dextera eius longitudo dierum, et in sinistra divitiae et gloria 3. Que parece subordinó a la vida las riquezas y la gloria, no porque sea más, sino por ser necesaria primero la vida para que en ella se granjee y merezca la gloria. Y en el Eclesiástico, 3 capítulo, dice: Qui honorat patrem suum vita vivet longiore 4; a quien honrare a su padre, vivirá vida más larga, premio digno de tal virtud; porque como el padre lo engendró y le dio la vida, bien es que el que la agradece honrando a su padre se le premie en aquello que recibió del propio padre. Y el sancto Job juntó y puso en una misma sentencia la vida y la misericordia que de parte de Dios habíe recebido: Vitam et misericordiam tribuisti michi, capítulo 10, n.º 12. Y echándose David una grande maldición y obligándose [102r] a una terrible pena, si ha dado mal por mal, dice así: Si reddidi retribuentibus michi mala, etc., persequatur inimicus animam meam, et conculcet in terra vitam meam 5; acocee mi vida y arrástrela por el suelo mi enemigo si dél me he procurado vengar. Es de tanta estima y consideración la vida que, habiendo puesto acá en la tierra mineros de cosas diferentes, como son los del oro, de la plata y piedras preciosas, el de la vida lo reservó y guardó en sí: Quoniam apud te est fons vitae 6; la fuente y el manantial de la vida está en Dios, et vita in voluntate eius 7. No dijo "el vivir a tu querer y voluntad", sino "a su disposición". Y fuera nunca acabar traer todos los lugares de la Scritura que esto encarecen.
2. Y no fueran malos encarecimientos los que nos dieran de la vida los condenados, si se les otorgara algún tiempo u horas, por breves que fueran. Lo cual lo mostró muy bien aquel padre de familias que quiso tomar cuenta a su mayordomo; que no dándola buena, la pena y castigo que le dio a tan grande culpa fue quitarle la mayordomía y no darle tiempo para otros granjeos, y así le dice: Iam enim non poteris villicare 8, como sentencia de remate, que es rigurosíssima a quien de nuevo no se le dan nuevos plazos.
Destas verdades no nos fueron cortos testigos los sanctos que están gozando de Dios, pues la vida les fue de tanto precio que en ella y por ella subieron a la vida eterna e inmortal de que gozan y gozarán para siempre jamás, la cual la estimaban y tenían en tanto que dice el Spíritu Sancto, Sapientiae 5, que stabunt justi in magna constantia adversus eos, qui se angustiaverunt, et qui abstulerunt labores eorum 9; que se levantarán contra quien les quitó sus trabajos.
3. Veamos, ¿cuándo los malos quitan los trabajos a los justos? Digo que cuando con violencia les quitan la vida les quitan sus trabajos, porque en ella servían y agradaban a Dios y granjeaban gloria. Como quien les quitó cosa de tanto interés y consideración, como era vida en que ganaban cielo, se dan por agraviados y el mismo agravio pedirá venganza. Así como si un hombre estuviese en casa de un hombre muy rico trabajando y por cada día le diesen de su trabajo un ducado y llegase un mayordomo y lo echase fuera del concierto del amo, pagándole lo que hasta entonces se le debía, es visto hacerle agravio y quitarle el premio de los nuevos trabajos que allí pretendía tener. Pues ¿qué si estos trabajos se los quitaba quitándole la vida? ¡Tanto mayor agravio!
4. De esa misma suerte tiene Dios a los justos en este mundo para que trabajen, como el propio Cristo dice por [san Lucas]: Negotiamini dum venio 10; que los deja en este mundo para que negocien y traten granjeando por hora y momentos grande aumento d de gracia aquí a quien en la otra vida corresponden muchos grados de gloria. En esta ocasión llega el tirano y quítales la vida. Es visto quitarles [102v] inmensos bienes que con ella podían granjear, y cuando a sus trabajos, ayudados de Dios, no les correspondiera mayor gracia y gloria, ellos se daban por pagados y la vida por de grande precio, porque en ella quisiese Dios servirse de sus personas y de sus trabajos; y quitando estos trabajos el tirano al justo cuando le quita la vida, le quita tanbién la comida, pues trabajos son los que a los justos en esta vida los sustentan e, según aquello que dice David: Labores manuum tuarum, quia manducabis 11. Es tan sabroso al justo trabajar en la casa de Dios que no hay pan de almendras que les sea tan sabroso.
5. ¡Oh sancto Dios!, y si al hombre le descubrieses lo que es la vida y lo que vale, en cuánto la estimarían, cuánto la aprovecharían.
De donde nace que los sanctos no enduran aun a dormir, comer o beber, que no usen de la vida en esos y otros ejercicios semejantes de la vida con más escaseza que si fueran specieros; y hacen bien, que el que vende especias f, en fin, sabe las que tiene en el bote y las que le quedan para su olla después de haber vendido tantas. Pero ¿quién hay en el mundo que sepa la vida que le queda después de haber gastado cuatro o cinco horas en dormir, una g en comer y media en recreación? ¿Quién sabe si habiendo vendido partes de su vida al mundo y al entretenimiento, si le queda a él siquiera para componer y ordenar su conciencia? Acuérdense, mis hermanos, de aquel discreto repartimiento que hace de la vida el devotíssimo fray Luis de Granada 12, que después de haber dado a la niñez o los cuidados y a la noche sus partes y a tantos como la piden, que no hay carnecería donde haya tanta priesa ni tajón de vaca ni pescadería de bacallao que tanta priesa se den a pedir y a tajar como al pobre hombre le dan priesa porque dé y reparta su vida hecha pedazos a tantos como la pidan. De suerte que dice este prudentíssimo doctor que apenas queda una pequeña parte de vida, que tanto vale, para el dueño que la pesa y reparte.
6. Aquí viene bien el exemplo que se suele poner del que parte el capón y da las buenas presas, piernas y pechugas, y se queda con el caballete o güesos del ave. ¡Oh tristes hombres, los que dais y repartís vuestra vida! Mirad cuánta verdad tenga esto, pues la [103r] niñez se lleva una muy buena presa cuando el hombre no sabe desenvolverse ni cuál es su mano derecha; en la mocedad el cuerpo y los sentidos se llevan otra; y el pobre hombre se queda en las manos con sólo la vejez llena de mill enfermedades, parte que nadie la quiere y para nadie vale. Porque si es güeso, ¿cómo la ha de roer el que en aquella edad ya no tiene dientes? Vida es que si la comparamos al caballete del ave, que es el armadura, no vale sino para armar sobre esa vida mill duelos y quebrantos; y vida que ya, cuando allí llega, va más que a la posta, como el sol cuando enpieza a declinar parece que por el suelo crece la sombra a palmos, señal de que el sol se va presto a poner. Si esto es así, ¿por qué el hombre no ha de ser escaso y mezquino de no dar y disperdiciar lo que tanto vale y tiene necesidad? ¿Y siendo speciero, que con grande tiento reparte lo que no sabe dónde llega, ni la vida que le queda?
7. Pregunto yo: si a un hombre le diesen el principio y muestras de un paño para que se vistiese por estar desnudo, y este hombre de este paño no tuviese más de la muestra y las dos primeras varas que le ponen en la mano y lo demás estuviese en manos ajenas sin saber cuánto es señor de cortar y varear h y acudiesen a él straños y le dijesen: señor, por vuestra vida que de ese paño que os dan, que me cortéis un sayo; otro dijese: que me cortéis una capa; y acudiese hasta el criado,
el lacayo y aun el perro y caballo de vuestra casa a que les diésedes su vestido, ¿qué responderíades a toda esta gente? Paréceme, si no érades loco, habíedes de decir: aguarden, vestirme he yo, no sea caso que después de haber vestido a los estraños con las primeras varas i diga el que tiene el paño en sus manos que no corte más y sea caso que yo me quede desnudo después de haber vestido a otros. Dime pues, hombre, cuánto tienes en tus manos del tiempo que vives y de la tela j que texes. [No] tienes más que un instante, y éste es tan scurridizo y resbaladizo que es imposible que le cojas sin que ya se te haya pasado y ido de entre las manos cuando las quieras apretar para echar mano de él k. Y lo demás de tu vida, ¿en quién está? En las manos de Dios. ¿Sabes cuántos años te han dado de que dispongas? No. Pues ven acá. ¿Cómo de estos primeros años y desta vida presente vistes a los estraños y te quedas desnudo? ¿Cómo enpleas la vida en quien ni te lo paga ni agradece? ¿Cómo la gastas l en el juego, en el perro y en el caballo? [103v] ¿Es paño m y color éste de tu vida que es bien enplearlo en cosas tan viles? Yo quiero suponer que tú supieras que habíes de vivir 50 años. No debes de conocer la grandeza y capacidad de tu alma, pues te parece que cincuenta años son muchos para la vestir, y que de ésos te n sobrarán que puedas desperdiciar. Mira, hombre, que cuando vivieras de aquí a la fin del mundo, y ésta fuera de aquí a 20 mill años, a todos se estiende y dilata tu alma para que en ellos merecieses bienes de gracia y gloria o de que la vistieses.
8. ¡Oh hermanos míos de mi alma! Y qué bien hacen de reparar en los instantes y más pequeños momentos del tiempo. Lo uno, porque es breve; lo otro, porque es precioso; y también porque si se pasa no tiene otro regreso.
Pregunto yo: si aquí hubiera p cien bolos inhiestos y le dijesen a un hombre: toma, señor, esta bola, juega y birla en estos bolos, y advirtid que el que una vez derribáredes no se ha de tornar a poner y por cada uno que en buen juego lo derribáredes habéis de ganar tantos escudos. Iten, es condición que el día que los hubiéredes derribado todos se acaba el juego y no hay ganar ni jugar más. Pregunto yo: si estando vos en el puesto para tirar vuestra bola llegase un muchacho y os derribase un bolo, unas mujeres y os derribasen cuatro, y luego un aire os derribase diez, ¿gustaríades de estas burlas, puesto caso que no los podíades tornar a enderezar ni ganar con ellos? Es certíssimo haríades millares de diligencias para que ninguno se cayese. ¡Oh buen Dios!, y qué a la letra es esto. Dale Dios a un hombre 50 años -supongo que sean 50 años- y que se los da Dios como bolos inhiestos, y le dice que por cada día que se pasare le dará grandes premios, gastándolo y derribándolo en buen juego, y que le advierte que acabados de pasar esos 50 años ya no hay más vida, mi más juego, ni más ganancia. ¡Oh, triste cosa que q siendo tan pocos los días y tan
pocos los bolos, consienta yo que me los derriben y gasten los estraños y me los derribe y lleve el viento! Aun si tú, hombre, los pudieras r tornar a poner después de derribados y hacer que tornaran a pasar después de haberse corrido, vaya. Pero que sea concierto que día pasado día perdido, rigurosa cosa. Grande cuenta, mis hermanos, con el tiempo y con sus instantes, que si se va no vuelve.
9. Al tiempo lo pinctan calvo y sin cabellos. Muchas declaraciones suelen dar a esta pinctura. Y, entre otras, dicen que si se va no tiene melena de que le [104r] poder asir y que, si en materia de tiempo se pierde la ocasión, esa propia es imposible tornarla a resucitar. Pero yo digo que el pintar al tiempo calvo debe de ser la ocasión que ha habido tantos que lo han perdido y dejádolo pasar que, cuando s vuelven sobre sí y van tras él, lo tienen tan repelado; que a cada uno de los que se les ha ido de entre las manos le deja unos pocos de cabellos hasta que ya lo han dejado calvo, sin que haya de dónde otro lo pueda asir. Y si no, digamos que, así como los cabellos se crían de las superfluidades del cuerpo, ésas son las que el tiempo deja en manos de los hombres, acogiéndose de entre ellos con alas que son los pies con que corre.
Y, si no, digamos que el pinctarlo sin cabellos significa un aviso grande que el tiempo da a muchos que lo malogran. El cabello significa los pensamientos, y hay muchos que gastan toda su vida en pensar y no obrar, siendo como los arbañires y trazadores que gastan el día en t tirar cuerdas, echar reglas y tantear sitio sin hacer cosa. De esta misma suerte, hay hombres en el mundo que del tiempo no se aprovechan sino para pensar y trazar sin hacer obra buena, habiendo de ser al contrario, que los pensamientos y deseos han de andar juntos con las obras y con la ejecución. Y para eso nos lo pinctan calvo, enseñándole al hombre que su fructa no sea flor, sino al revés, que su flor u sea fructa y su pensar obrar, y su trazar ejecutar. Porque si todo se le fuese al hombre en pensamientos, quedarse hía con ellos en las manos, porque el tiempo no se paga con pensamientos ni se satisface con deseos.
10. Digo más, que así como con la edad viene la calva -que vemos que los calvos son hombres viejos-, el tiempo siempre v ha de ser calvo, porque ya es viejo. Y la experiencia me ha de haber enseñado que no me conviene perderlo y no tengo yo de querer hacer del tiempo como si yo fuera el primero que venía al mundo. Y así como el w cabello se cría de las superfluidades, así es razón que tantos desengaños como el tiempo me ha dado me sirvan de aviso para no lo tener al tiempo por superfluo, como muchos hombres que dicen, cuando se entretienen, "gastan tiempo", sino que lo debo tener por cosa preciosa y necesaria, sin juzgar hay en él cosa que se pueda considerar como cabellos y cosa por demás. Y que el hombre se debe aprovechar del tiempo tan bien que no tenga que le motilar ni cercenar, que en buen romance es fructa [104v] sin cáscara ni güeso, y sin que tenga que desechar o que arrojar.
11. Y si no queremos pinctar calvo al tiempo respecto de que es viejo y corre después que Dios crió el mundo y se mueven los cielos, yo digo que cualquier tiempo y hora, respecto de mí, es tiempo viejo, pues no sé si es o será la postrera y la más antigua de mi casa. Y si las cosas x cuando se acaban son viejas, bien vemos que muchos hombres en naciendo acaban, y otros cuando enpiezan a tener uso de razón; y en todas edades, horas y momentos suele la muerte hacer finiquito y rematar cuentas con el hombre. Supuesto esto, en cualquier tiempo y hora el tiempo ha de ser calvo para el hombre, y entender que está en el último remate de su vida.
12. Acá solemos decir que del agua vertida la menos parte cogida. Y nada hay que se pierda o desperdicie que algo no se aproveche, o que se pueda poner algún remedio para remediar algo, aunque sea trigo apedreado que para ricia vale a otro año tornándolo a arar, o para que luego entren bestias a lo pacer y espigar; y el tiempo, si se pierde, se derrama o desperdicia, no le hallo algún remedio para tornar a aprovechar algo de él; de suerte que no hallo a quien lo poder comparar sino al humo, que ido no vuelve y sólo deja en casa tizne en las paredes y lágrimas en los ojos.
¡Oh sancto Dios!, y qué de viejos vemos por esas calles no tiznados, sino enjalbegados y blanqueados, que así los suele dejar los cincuenta años pasados, y junto con eso con recado de lágrimas y lagañas en sus ojos de verse viejos y desaprovechados, canos y blancos como higos secos, vanos y vacíos como espigas añebladas a quien les cogió el sol en mala disposición. Preguntad de qué le sirven sus lágrimas y sollozos para reparo del tiempo perdido. Para con Dios mucho pueden valer, que recibe deseos y buenas voluntades de quien ya no puede más, pero el tiempo es tan avariento que si perdistes los cincuenta años comiendo y, bebiendo y jugando no os dará un solo día de barato ni se detendrá un instante a os aguardar que os desocupéis de vuestros negocios para que con él negociéis lo que tanto os importa, como vuestra salvación.
13. Job lo comparó al correo y a la posta, que sólo lleva un cuidado [105r] de cuándo ha de llegar, y a la nave que lleva manzanas 13: que como la carga es poca, el viento la hace volar sin dejar otra cosa más que el olor. Los días del hombre que vive olvidado de Dios bien los podemos llamar a boca llena vanos y vacíos, y aun quiera Dios dejen algún olor que no inficione, pues vemos que de estos tales lo que hay que decir a la hora de la muerte son hartas cosas de murmuración y destrucción, y aun a ellos nada les queda sino lo que vieron y oyeron, pudiéndolo tener todo el tiempo que vivieron muy guardado y recogido, habiéndolo aprovechado, como lo vemos en el trigo espigado y granado, que allí tiene en sí encerrado la semencera, otoño, primavera, invierno y verano; y lo propio tiene el sancto y el siervo de Dios en sí: la niñez
en simplicidad, la mocedad en penitencias y la vejez en desprecio de las cosas del mundo.