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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [4] a DE CUÁN POCO EL PECADORb ESTIMA LA VIDA, SIENDO DE TANTA CONSIDERACIÓNc

 

  1.  ¡Oh, ceguera grande! ¡Oh, miseria ciega!, que no haya en el mundo cosa más preciosa que el tiempo, pues es instante de quien depende una eternidad, y que por otra parte no haya cosa d más barata ni cosa más arrojada y desechada que el tiempo. ¡Oh, si se pudiera apreciar aquello porque el tiempo se da!, y cómo halláramos que es tiempo sin precio, porque no habiéndolo de tener por ser de tanta estima, no lo tiene porque nadie lo estima.

  


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2.  Y si no, decidme: si el tiempo y su rueda estuviera en manos de los hombres, o por lo menos el tiempo de cada uno, yo bien pienso que aunque ahora lo pinctan con alas y lo llama Job correo que va a la posta y nave ligera 1, que si estuviera en la potestad de cada uno que habíe de correr y volar más que el pensamiento. ¿Queréislo ver? Mirad y considerad el otro el deseo que tiene que se llegue san Juan porque entonces se le llegan los tercios de sus censos y tributos, el otro porque se ha de ver su pleito, el otro porque presto se haga viejo el que ha de heredar o porque se sentencie su pleito o llegue su pretensión. Si en manos de éstos estuviera el tiempo, pregunto yo, ¿hubiera pensamiento que así corriera, hubiera caballos tan ligeros, ni viento que así caminara? Yo pienso que acceleraran tanto los días y años que el tiempo no fuera continuo, sino discreto, y que saltaran unos los inviernos y otros los veranos. Y todo esto por cosas de tan poco interés que muchas veces desea el hombre la brevedad por su mal, pues en ella se le acerca la muerte cuando y en quien se ha de dar estrecha cuenta del más mínimo instante.

  3.  ¡Oh válame Dios! Cuando allí vea un hombre que hay muchos que en una hora sola ganaron un cielo entero y en un instante otros que se arrepintieron de sus peccados alcanzaron tantos bienes eternos; cuando ellos vean que ellos tuvieron tantos años, tantos días, y que todos los desperdiciaron; cuando vean que con lo que ellos arrojaron otros se hicieron ricos y amigos de Dios, ¡cuán confusos se quedarán! [111r] ¡Oh hermanos!, y cómo es imposible que yo pueda saber ni sus charidades apreciar lo que vale un cuarto de hora bien aprovechado en servicio de Dios. ¡Oh, si pudiera un condenado comprar una hora de las muchas que gastaba en el juego y en el paseo! ¡Oh, si uno destos a la hora de la muerte, cuando ya poco más o menos sabe lo que ha de ser de él pudiera torcer la rueda hacia atrás y tornar a desvivir lo vivido y destejer lo mal tejido! ¡Si pudiera dar una coz al tiempo y tornarse a la primavera quien ya está en el estío y ve la haza de su alma toda agostada! ¡Oh, si pudiera pedir limosna de tiempo, aunque fuera de cortos instantes, a la manceba en cuyo servicio gastó años! Pero ¡ay, miserables de los tales!, que cuando con mayor afecto y lástima lo pidan a la persona más misericordiosa de cuantas están en los cielos, les responderán lo que a las vírgines locas: Ite potius ad vendentes, et emite vobis! 2 ¿Qué le han de dar a quien fue tan loco que cuando pudo no quiso y cuando no puede quiere, sino que le den con la puerta en los ojos, como Cristo responde a aquellas vírgines que gastaron el aceite de sus lámparas mientras dormían y después se fueron al infierno a acostar a escuras?

  4.  ¿Cómo, pues, tengo yo de admitir que vive quien de toda su vida no hallamos en su provecho una hora? ¿Cómo tengo de decir que coge quien no siembra, que come quien tiene hambre, que viste el que está desnudo? Siempre con que en el mundo, como he dicho, el tiempo


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vale tan barato, andan los hombres tan alcanzados de cuenta del mismo tiempo que después de haber pasado no saben lo que se les hicieron los diez años ni dónde están. Que parece para ellos fueron cornados falsos que por entre los dedos se les cayeron y desliciaron sin que para ellos fuese moneda que algo valiese. Parece fueron para e ellos f bienes de duendes que cuando pensaron eran habíen dejado de ser.

  5.  Para que no nos contradigamos, pues hemos dicho que el tiempo esta tal gente lo desestima y desperdicia y ahora decimos que dél tiene hambre, digo que todo es verdad en este sentido. El tiempo que el hombre desperdicia y desestima es el presente. El tiempo de que tiene hambre es el venidero, porque [111v] en aprovecharse de el tiempo es el hombre como el goloso, que no estima los platos que tiene en la mesa, ni los come, ni los goza, antes los desperdicia invidiando lo que en la plaza venden y él no puede comprar. ¡Oh, qué llenos veo a los hombres de fastidio del tiempo presente! Jamás vi buen tiempo sazonado y acommodado al gusto del hombre. En el invierno se quejan del frío, el verano del calor, el tiempo seco causa postemas y humores que corren, el húmedo engendra flemas, la calma ahoga, el aire arromadiza. Jamás toparéis tiempo que no tenga mill faltas. Yo no sé cuál es el buen tiempo. Dicen que el que aguardan y está por venir. Téngolo por falso, que todo es de una manera. Di tú, hermano, que el tiempo que tú imaginas es el bueno y ése ha de ser peor, porque si no es bueno el que Dios con su altíssima sabiduría y providencia hace, ¿cómo ha de ser bueno el que tú imaginas, que después de te haber cansado mucho no sabrás pintar una mosca? ¿Cómo has de saber hacer buen tiempo? ¿Cómo sabes tú los humores de que estás compuesto, las calidades, los ayes y miserias a que estás sujeto? Que cuando el tiempo lo pidieras bueno para aquello que en ti conocías, fuera malo para aquello que de ti no sabías.

  6.  Yo quiero concederte que el tiempo por venir será mejor que el presente. Ahora pregúntote yo: si tú tienes hambre ¿será bueno que dejes de comer el pan que tienes en la mesa porque lo venden más blanco en la plaza, sin tener dineros para lo comprar? ¿Será bueno no comer la fructa del invierno por aguardar la del verano, sin saber si se la llevará o helará un aire cierzo? ¿Será bueno andarse un hombre desnudo por no vestirse de negro hasta que vendan el color que él desea? Dime, hermano, si tú deseas servir a Dios ¿qué tiempo aguardas, que no tienes tú poder para lo comprar el por venir ni sabes si morirás primero? ¿Por qué no matas la hambre de tus deseos si los tienes de agradar a Dios en el tiempo [112r] que tienes entre manos? ¿Por qué no comes estos días y años que ahora vives, pues cuando sean cuan malos quisieres mejores son que los pasados y por venir, porque pasados ya no mueven molino, y por venir no valen nada? ¿No es verdadero el adagio que dice que vale más pájaro en mano que bueitre volando? ¿Qué hombre hay que deje de vendimiar su viña y aprovechar lo que


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de ella pudiere porque la uva no sazonó bien? Cógelo, que puede que si ogaño el vino no es tan bueno, el que viene, si Dios lo enviare, gozaremos de otro mejor. Vendimiemos y disfrutemos los tiempos, que ninguno hay tan malo que para el alma no sea muy bueno. Que para mí pienso que es traza de Dios enviarnos malos tiempos, porque de los buenos nada le cabe al alma, todos los quiere el hombre enplear en su cuerpo y dél hacer plato para sus amigos. El tiempo malo, que el hombre llama como desechado, es el que el alma coge y granjea a su rincón, porque es como los pobres que se contentan con lo que los ricos desechan; y el tiempo que tú llamas malo, que no es para plaza, para negociar y pasear, hallarás que en él el alma te está dando mill voces, que se lo des a ella en un rincón de una iglesia, en oír una missa o rezar un rosario.

 

 




a  ms. 38 cap.º



b corr. de hombre



c Capítulo-consideración al marg.



d ms. cosas



1 Cf. Job 9,25-26.



2 Mt 25,9.



e  sigue gran tach.



f sigue di tach.






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