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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [16]b EN QUE SE INFIERE DE LO DICHO EN ESTE TRATADO PASADOc LAS RAZONES POR QUÉ EL JUSTO DEBE MIRAR POR SU VIDA Y CONSERVARLA COMIENDO Y DÁNDOLE AL CUERPO TODO LO QUE ES JUSTO Y NECESARIO
1. Tiempo es ya que acabemos este tratado sacando en limpio la conclusión que hemos procurado probar en todo él por el discurso de tantos capítulos. Si bien nos acordamos, se movió la plática y se dio ocasión a todo lo que en estos tratados hemos dicho con una murmuración que se habíe tenido de un siervo de Dios de que comía, habiendo tenido y pasado por el otro estado en que comía menos.
2. Pues saco yo ahora esta conclusión de todos los capítulos pasados: si la vida vale tanto, si es de tanta importancia que con ella los sanctos sirven a Dios y le hacen servicios agradables y en ella granjean bienes eternos d, ¿por qué los justos no han de mirar por ella, guardarla, conservarla y dilatar el tiempo cuanto pudiesen? Si es verdad que es el tiempo el mayor thesoro y riqueza que se puede imaginar, ¿quién hay que no quiera thesoros y riquezas? Si con el tiempo se compra vida eterna, ¿quién no ha de querer precio y moneda con que comprar cielo? Si sólo en esta vida se puede padecer por Cristo y satisfacer por nuestros peccados, ¿quién no desea largas ocasiones en que hacer sacrificio de su persona pagando lo que debe y obligando en la forma que puede para que le den lo que no le deben? Y en orden a esto, los más sanctos comen y beben para conservar la vida y tener no sólo una vida, sino muchas que poder ofrecer a Dios.
3. De aquí es que los sanctos, aunque por una parte, considerando su destierro y la absencia que tenían de Dios y el grande deseo que tenían de verse con él, deseaban verse sin grillos para que el alma volase a su centro y paradero, pero, por otra parte, viendo que se les acortaba el tiempo y llegaban los plazos en que ya no podían trabajar más por servir a un Dios tan bueno, en su pecho habíe una notable porfía entre el deseo de morirse para verse con Dios y el deseo de vivir para servir a Dios, la cual porfía era de grande consideración para sacar un hombre del todo y de veras resignado a que en e muerte y en vida se haga la voluntad de Dios. Y esto era de suerte que en los propios que vemos grandes deseos de partirse hallamos grandes temores de absentarse.
4. Por una parte, dice san Pablo [136v] que desea verse desatado y libre del calabozo de este mundo 1 y, por otra parte, dice que se le erizan los cabellos de pensar que se ha de ver en las manos de Dios vivo 2. Parece san Pablo a unos niños que, cogiendo manzanas en una
güerta, el hortelano les da priesa a que salgan fuera, y ellos, con el deseo de comer las que han cogido, dicen que ya van y, con la codicia de coger más, se hacen rehacios. O como si a un f mayordomo lo llamase su amo a dar cuentas, las cuales tenía el gran deseo de darlas por quitarse de aquel cuidado, y por darlas buenas y bien repasadas deseaba tardarse. Así era san Pablo: mientras estaba en este mundo trabajaba en lo corporal y espiritual, como en muchos lugares de sus epístolas él confiesa: Laboramus operantes manibus nostris 3. En lo spiritual dice g: Non cessamus orantes pro vobis 4, un instante no cesaba a su predicación y oración. Con la codicia de gozar de Dios, deseaba salir de este mundo, y con la codicia de coger más y más, se estaba quedo.
5. Esto propio daban a entender David y el sancto Job, los cuales unas veces se quejan de que su vida es larga y otras de que es corta; unas veces, de que vuela más que una posta, y otras de que tiene pies de hierro con que les echan grillos 5. ¿Qué significaba pedir Elías la muerte cuando petivit animae suae ut moreretur (3 Regum, 19) 6, y juntamente cuando hace esta petición se arroja a la sombra de un enebro 7 de quien dicen los naturales conserva la vida y preserva de la muerte? Y después de tantas ansias y deseos como este propio propheta habíe tenido de verse ya fuera deste mundo, como en el propio capítulo él significa, y de ver el rostro de Dios, cuando Su Majestad se le quiere manifestar y descubrir en aquella marea delicada, se tapa el rostro con su capa: Quod cum audisset Elias, operuit vultum suum pallio 8; que se cubrió el rostro con la capa al tiempo que Dios lo habla. Pues pregunto yo: ¿no fuera mejor tener el rostro descubierto? Sí, pero él habíe oído decir que el que viese a Dios habíe de morir 9, y para no morir cúbrese con la capa como con mortaja. Lo uno, porque no peligrase tiniendo ya el rostro cubierto. Lo 2.º, porque si acaso viese algo le diesen el previlegio de los muertos y amortajados h. Y ésa es la razón por qué se entró en la cueva y para hablar se asoma a la puerta. Que parece no se atreve a salir fuera, porque las cuevas entonces eran los sepulcros y sepulturas de los muertos. Y así quiso hacer aquella tan viva representación de ser ya él muerto, pues estaba en cueva y cubierto el rostro con la capa, como suelen hacer a los difuntos, para que si viese el rostro de Dios y Dios [137r] hablase con él, que su vida no peligrase sino que, como digo, gozase del previlegio de los difuntos.
6. Pues pregunto yo: ¿no ha dicho en el propio capítulo: Sufficit Domine, tolle animam meam? 10; basta ya lo vivido, Señor, yo no soy mejor que mis padres y antepasados, etc. Digo que es verdad, que eso habíe pedido, pero digo que quieren los sanctos morirse y no morirse; quieren gozar de los trabajos de acá y juntamente, si pudieran, gozar de los
bienes de allá. Quisieran, si pudieran, juntar dos cosas tan opuestas como es vivir y morir; desean la muerte, pero quisieran no desasirse de la vida para padecer mucho por Dios.
Esta propia estimación hace Dios de la vida de los sanctos. Y en el propio Elías y en la misma ocasión se lo mostró Dios: cuando pide la muerte, cuando desea acabar, cuando el agua le da más a la garganta y va más cansado y desmayado, baja un ángel y le trai un pan subcinericio, lo dispierta y le dice que coma, que aún no le ha llegado la fin, que aún le falta mucho por pasar 11. Donde debemos notar que en el pan que le dan subcinericio le representaron las dos cosas que él deseaba y quería, que era muerte y vida; vida en el pan y muerte en la ceniza. Mándale que coma para que tenga vida y la ceniza sirve de que por entonces i se da Dios por contento con sólo el deseo de la muerte.
7. Pudiérase también probar esto con las obras maravillosas que Dios obraba con los mártires librándolos de las manos de los enemigos; en quien nos podría hacer alguna dificultad verlos una y otra vez libres y victoriosos del fuego, de las bestias, de la mar y de otras tiranías y crueldades en quien los entregaban y al fin venían a acabar en el cuchillo y manos del enemigo. Pues pregunto yo ahora: pues al fin morían y después (como dicen) de tanto nadar se ahogaban a la orilla, ¿de qué servía librarlos Dios en los principios y medios? ¿Para qué regateaba Dios la muerte de los tales sanctos si después de tantos regates los cogían como en trampa? Muchas razones dan de esto, pero a nuestro propósito era mucho de consideración lo mucho que estimaba Dios la vida de los tales sanctos, pues, si les faltaba un día al cumplimiento de lo que Su Majestad tenía ordenado, más quería que sus amigos ese día padeciesen crueles tormentos en manos de enemigos tan sin piedad que no defraudallos de tanto bien como era j vida de un día en que con amor fervoroso k y constancia invincible le amaban y servían. Que parece era menos mal (de pena) l vivir tan sin vida en tan [137v] crueles tormentos que dejar de vivir del todo o, por mejor decir, era bueno el padecer y mejor el vivir para padecer por Cristo.
8. Esto propio nos enseñaban los sanctos que en las cárceles sin comer se sustentaban y otros a quien los ángeles milagrosamente les proveían, haciéndose Dios protector de su vida, según aquello que dice David, psalmo 26: Dominus protector vitae meae 12; que se hace Dios scudo, muralla y defensa de la vida del justo para que no la desportillen ni aun un día, hora o momento. Pues digo yo ahora: si el justo conoce esta preciosidad de la vida y este cuidado que tiene Dios en guardársela a sus amigos para que en ella hagan obras heroicas, según aquello que el Spíritu Sancto dice del varón justo: Qui fecit mirabilia in vita sua 13, que hace obras admirables en su vida el hombre que no la emplea en
codicias ni en buscar thesoros, ni puso su confianza en las cosas de acá abajo, pregunto yo: si estuviese un hombre puesto para salir a una plaza a hacer grandes suertes en algún juego de cañas, o con un toro o en algún curso, y estando ya para salir le quitasen de entre las manos la ocasión, llano es que le harían agravio a él y a los que le miraban y al rey m o a la dama por quien se hacían las tales suertes. Son suertes, pero más divinas n que humanas, las que el justo hace en la vida dejando las cosas de la tierra, corriendo tras las eternas, venciendo como a toros crueles al demonio, mundo y carne, las cuales suertes las hace en honra de Cristo crucificado a vista de los ángeles y de los hombres, según aquello que san Pablo dice: Spectaculum facti sumus Deo, angelis et hominibus 14. Tenemos suspensos y asombrados a los cielos y a la tierra, viéndonos en la tierra pelear contra tan crueles enemigos, viendo tan dichosas suertes como hacemos cuando siendo malditos bendecimos a nuestros enemigos, siendo perseguidos y tiniendo paciencia y blasphemando de nosotros rogamos por ellos 15. En estas fiestas que a nosotros hace el mundo, entretiniéndose en perseguirnos y maltratarnos, los cielos se regocijan por vernos salir con tan dichosas victorias y los hombres flacos aprienden, como el mismo san Pablo scribe a 1 Corintios, 4. Diciéndoles sus trabajos, cárceles y persecuciones o, dice: Non ut confundam vos, haec scribo, sed ut filios meos charissimos moneo 16. Esto es enseñaros como tan grande padre vuestro que soy, "porque si tuviéredes muchos pedagogos o ayudantes, sólo tenéis un padre que por virtud del Evangelio [138r] os engendró" 17, y así me doy como padre obligado a os enseñar. Y no es mala lición padecer tantos géneros p de trabajos y en ellos no ser confundidos. Pues si tantas honras y provechos hay en la corta vida del justo, bien es que Dios mire por ella y de ella sea su protector y que el mismo justo la repare y la apuntale, sustente y detenga cuando la viere va a caer, y esto comiendo y bebiendo y pagándole al cuerpo lo que se le debe.