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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [17] a EN QUE SE PREGUNTA CÓMO SE ENTIENDE ESTIMAR Y PRECIAR EL JUSTO SU VIDA, PUES CON TAN EXTRAORDINARIAS PENITENCIAS LAb MENOSCABAc Y PARECE TRAGA CADA DÍA MILL MUERTES d

 

  1.  Diránme: Hermano, ¿cómo puede ser eso y compadecerse el querer vivir el justo y mirar por su vida y no querer defraudar sus días, pues tan de ordinario le vemos hacer eccesos, penitencias y mortificaciones,


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que parece es necesario consideremos en su vida cada día un nuevo milagro para que pase adelante? Ya unas veces no durmiendo, ya otras veces reposando en el duro y helado suelo, que más pertenece para sepulcro de cuerpos muertos que para cama de hombres vivos, ya ayunando de suerte que más parecen ángeles que no comen que hombres que se sustentan, ya desnudos que parecen bestias o piedras que no sienten que no cuerpos que se hielan, ya tiniendo disciplinas que parecen más pilares e de mármor que no se desportillan que carne blanda que se deshace. Quien esto acomete, con la muerte lucha, la vida desprecia, los años no estima. Juntemos esto con la doctrina del capítulo pasado, de que Dios y el hombre estiman la vida del justo, la conservan y guardan sin querer perder de ella un puncto.

  2.  Muchas cosas habíe que poder responder a esto. Lo primero, digo que en casa del justo se compadecen entramas a dos cosas que parecen f contrarias. Quiere el justo vivir y quiere morir, y entramas a dos cosas las hallo juntas: la encendida [138v] charidad g que a Dios tiene y el deseo de hacerle grandes servicios. Digo h, pues, que junta el justo vida y muerte porque, siendo lo uno y lo otro bueno, gózase de entramos bienes a una, sin defraudarle al alma el un bien que su contrario contradecía. Tiene, pues, el justo la vida porque Dios se la da y él la procura conservar para con ella bendecir a Dios, según aquello que David dice: Nos qui vivimus, benedicimus Domino 1; y juntamente abrazan la muerte y en sí le dan posada, gustando por el mismo Dios vivir muriendo y aprovecharse de los despojos de la muerte y tener y poseer los bienes de la vida.

  3.  En muchos lugares hace mención el divino Pablo de su vida y de sus compañeros, y otras veces parece que se arrepiente i de llamarla vida, pareciéndole que es más muerte que vida, secunda Corint., 6: Quasi morientes, et ecce vivimus 2. Noten aquel ecce con que pide atención para decir que viven, porque viven tan muertos y acabados que es necesario prestar atención y tener cuenta con ellos para ver que son hombres vivos. En la epístola a los Romanos, capítulo 6, dice: Exhibete vos Deo, tanquam ex mortuis viventes 3; que se den a Dios y se sacrifiquen a Cristo como si fueran muertos vivos. A quien no sé yo a quién se puedan comparar si no es a cuerpos enbalsamados que están muertos y no los comen gusanos j ni güelen mal porque los aceites k e ungüentos con que están enpanados los preservan de corrupción l. Esto propio digo yo en san Pablo y en los suyos: que estando muertos están vivos porque las virtudes que en ellos se hallan los detienen para que gusanos no se los coman y para que aquellos cuerpos tan lastimados y llagados de cadenas, cilicios y disciplinas no se corrompan y den olor de carne podrida. Son como imágenes de dos haces o doblones de dos caras: en la una está


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figurada y retratada la muerte y en la otra la vida, como él propio dice ad Galatas, 2: Vivo ego, iam non ego 4; por la una parte está la vida de Pablo y por la otra no Pablo, que es la muerte, la cual no es otra cosa sino privación de vida.

  4.  Digo, lo 2.º, que la razón por qué los sanctos desprecian la vida, de suerte que parece más morir que vivir, es que por la parte que su vida mira al mundo la cortan y cercenan, guiándola sólo al interior y al mismo Dios. Así como si una acequia [139r] de agua se guiase por debajo de tierra porque no la echasen a perder ganados o la ensuciasen bestias, la echasen y guiasen por debajo de tierra, quien de esto no sabía es llano entendería que se habíe perdido. Lo propio hacen los sanctos con su vida: que viendo el grande peligro que corre que se les ensucie o maltrate llevándola por de fuera en servicio de las criaturas, la guían por lo interior, por partes secretas donde m no pueda tener ese peligro. Y así muchos juzgan que no viven sino que son hombres muertos; y sí viven vida más cierta, más segura y vida más viva, por estar conservada, que no la que vive la gente del mundo. Lo cual dijo admirablemente el glorioso Pablo, Romanorum 8: Si secundum carnem vixeritis, moriemini; si autem spiritu facta carnis mortificaveritis, vivetis 5; el que su vida la guía por tan malos n mineros como la carne, él morirá. Como cuando animales ponzoñosos beben en una fuente la dejan ponzoñada y venenada. Si a la carne, pues, la dejáremos beber y apacentarse en nuestra vida, ella será vida muerta; pero si por el contrario la guiáremos por el spíritu, mortificando la carne de suerte que no llegue a se aprovechar de nuestra vida, viviremos.

  5.  De manera que los sanctos viven y mueren. Mueren al mundo y viven a Dios, según aquello que el propio san Pablo dice cuando, yendo tratando los efectos de la muerte de Cristo, dice que uno de ellos es ut qui vivunt, iam non sibi vivant, sed ei qui pro ipsis mortuus est 6; que vivan los hombres, dice san Pablo, pero no para sí sino para Cristo que por nosotros murió y resucitó. Que parece, en la forma que el hombre puede y sus fuerzas alcanzan, quiere pague a Cristo lo que de él recibió. Dionos su vida, ésa quiere que le volvamos, de suerte que nuestra vida sea para él y no para nosotros, buscándonos a nosotros en ella. Y así el justo junta estas dos cosas que a nosotros nos parecen contrarias: morir y vivir; morir a sí y vivir a Dios.

  6.  Digo, lo 3.º, que cuando nosotros veamos al justo que se maltrata y muere no es muerte, sino vida, la que Dios tiene puesta en tales penitencias y trabajos, porque en ellos se ha como los gitanos que juegan a la corregüela, que dicen: cátala dentro, cátala fuera. Y cuando nosotros pensamos que están dentro de la muerte están fuera de ella, porque no tiene más del nombre de muerte, siendo para ellos muerte viva, pues en ella viven y son como el ave fénix, que después [139v]


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de quemada y vuelta cenizas sale nueva y moza; y como la culebra, que cuando pasa por el strecho y deja el vestido queda moza. Y así remozan al justo sus penitencias y mortificaciones, y sus cenizas lo renuevan y cada día dan nueva vida, y la muerte los vivifica y torna a un nuevo principio de vida.

  7.  Digo, lo 4.º, que es tanto lo que los justos desean el bien de su alma que en comparación de él desprecian y despreciarían mill vidas que mill tuviesen, así como el discreto y honrado pintor que antes gusta o de borrar la imagen que no que salga mal pintada. Y tanto se precian los justos de sacar en su alma un vivo retrato de Cristo que, si se hubiese de manchar o no pinctar con la delicadeza que conviene, querrían más borrar la vida y deshacerla, como quien para sólo eso la recibió. Llano es que si un hombre tuviese un vestido o una rica librea para tales y tales fiestas y supiese que no se lo habíe de poner, que lo desharía como vestido que le parecía no servía de nada. Nuestra vida diónosla Dios ut essemus sancti 7, para que fuésemos sanctos. Si el hombre no lo ha de ser, más vale que no viva, sino que deshaga la librea. Si preguntamos al justo para qué son tantas penitencias, tantas mortificaciones, etc., dirá que para que la vida sirva en aquello y para aquello que la recibió; y si para eso no ha de servir, piérdase, que menos se pierde perdiendo la vida que perdiendo a Dios. ¿Qué hombre hay en el mundo que templando un instrumento músico no es más lo que repara en que la cuerda llegue al puncto que debe para que haga perfecta consonancia que no que se quiebre? Porque el músico en aquello hace su officio, haga la cuerda el suyo. De esa misma suerte, el varón penitente procura apretar la clavija y castigar su cuerpo para que su vida llegue donde debe y que haga perfecta música y consonancia con la vida de los sanctos. Si en ese officio la vida falta y la salud se quiebra, no reparan porque su officio es ser sancto y esto se ha de anteponer a la salud y a la vida. Y ésta es la razón por qué no reparan en los tales menoscabos de su vida los siervos de Dios.

 

 

[140r]    




a  ms. 51



b sigue desprecia tach.



c sobre lín.



d sigue y se responde a la dificultad tach.



e  sigue que no tach.



f ms. padecen



g roto.



h roto.



1 Sal 113,18.



i sigue qu tach.



2 2 Cor 6,9.



3 Rom 6,13.



j ms. cusanos



k sigue o y tach.



l ms. corumción



4 Gál 2,20.



m  sigue so tach.



5 Rom 8,13.



n ms. manos



6 2 Cor 5,15.



o  ms. gustan



7 Ef 1,4.






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