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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO a [3] b CÓMO LA VIDA DEL VERDADERO RELIGIOSO ES MARTIRIO, PARA QUE DE AHÍ SE ENTIENDA CUANDO LA GUARDE CÓMO ANDA ACERTADO, PARA QUE EL MARTIRIO SEA MAYOR, Y CUANDO ACCELERE LA MUERTE CON PENITENCIAS NO YERRA, PUES DA POR COSA QUE TANTO VALE LA VIDA QUEc ESTIMA

  1.  De aquí se entenderá y podremos como sacar por conclusión, no obstante que arriba queda algo tratado, las muchas razones que al justo mueven [146v] a no temer la muerte ni las penitencias y mortificaciones que salen de madre y, como avenidas de ríos caudalosos y caudales d impetuosos, tras sí se llevan la salud, la vida y los demás bienes que con ella se poseen y train la muerte y nos la entran en casa con sus crecientes y nos la suben por las paredes más altas de los monasterios hasta topar con el frailecillo más desechado y escondido.

  2.  No es de menos consideración la muerte y vida de los religiosos que la muerte que hemos tratado de los mártires, pues no faltó quien aquel verso que en el capítulo pasado en alabanza de los mártires dijimos: Pretiosa in conspectu Domini mors sanctorum eius 1, lo traslada en alabanza de la muerte de los religiosos, diciendo: Pretiosa in conspectu Domini mors religiosorum eius. Así lo traslada Tertuliano 2. Y si a la muerte de los religiosos hemos de dar la preciosidad de la muerte de los mártires, discretos son y avisados de no perder buena ocasión al cumplimiento de sus penitencias y deseos, aventúrese lo que se aventurare, abréviese la vida, acérquese la muerte, piérdase acá lo que se perdiere, que allá se hallará todo junto.

  3.  Y porque no parezca encarecimiento dar a la vida penitente y estrecha del religioso verdadero excelencia de martirio, adviertan que si el martirio hace a los mártires e sanctos de Dios por excelencia f porque aquél es un don gratuito todo dado de la poderosa mano de Dios, también el don de la perseverancia en las penitencias, mortificaciones, gracia y amistad de Dios, es don todo él sobrenatural. Porque, como difine el concilio tridentino, sesión sesta, capítulo 13, de nuestra parte no hay caudal para merecer el don de la perseverancia 3; y así, en rigor se podrán tanbién éstos llamar sanctos de Dios. También está claro que en la muerte hay poca diferencia, antes tiene una grandeza más ésta, que es ser muerte dilatada y prolongada, y no sé si diga con tantos y tan crueles enemigos como los que persiguieron a los sanctos, aunque no sea siempre con los malos fines que los tiranos tuvieron, pues vemos que el justo tiene sobre sí tantos ojos, tantos juicios, tantas lenguas que


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bien cortan que si, como de ordinario éstas derraman honras, vierten g solaces y enturbian contentos, derramaran sangre, sin duda apenas hubiera momento en el día en el cual no perdieran mill vidas. Estas vidas en los verdaderos religiosos no sólo son contrastadas de los malos que como h ñublados de verano [147r] vienen llenos de torbellinos y polvaredas, de truenos, relámpagos y rayos, rompiendo, quemando, abrasando más que carbones encendidos.

  4.  Para contra éstos ya Dios de ordinario los guarda, cubriéndolos como otro Elías con su capa y metido en la cueva para mientras pasa el peligro de los torbellinos primeros que venían delante de Dios 4. Y como dice David de estos justos que Dios los esconde in abscondito faciei suae a contradictione linguarum 5; en lo escondido de su rostro dice que los esconde de la contradición y fuerza que hacen las malas lenguas. El rostro de Dios es el Hijo y lo más escondido de este rostro son los ojos. Bien se ve, pues Dios los tiene tan guardados con tantas puertas y antepuertas como tienen, sirviendo las cejas como de dos montes o murallas que están encima guardando, y las pestañas como cercos de alabardas que defienden, y los párpagos como puentes levadizas que se echan en cualquier peligro. Y después de todo esto están metidos en los vacíos y güecos del güeso como debajo de dos peñascos. Y después de todas estas guardas que los ojos tienen, lo más escondido de ellos es la niñeta del ojo, que llamamos, que es como la señora que gobierna esta casa. Y ésta está tan bien guardada que la cercan los tres humores que llaman los naturales: vitreo, cristalino y [ácueo], y después de esto tiene sobre sí siete camisas o telas delicadas. Pues ahí es donde Dios guarda a los justos de estos trabajos y peligros exteriores de las malas lenguas. Y esto es lo que de los justos dice el mismo Dios: Qui tangit vos, tangit pupillam oculi mei 6. Como os tengo metidos y escondidos en las niñas de mis ojos, los que os tocaren tocarán primero mis ojos y a mis niñas, porque ellas son el encaje y custodia del justo. Rara guarda es i, pero también quiero que advirtamos que toda esta guarda es para que no les toque tormento de muerte o de malicia cosa que el alma los ensucie, que lo que es padecer no han de ser mejores que su Maestro; y si a él lo persiguieron, tanbién perseguirán al justo 7; y la honra y gloria que Dios les guarda est ab intus 8, la de allá dentro, que la de acá fuera bien disimula Dios y calla y deja que sus siervos padezcan y que su esposa esté denegrida y tomada del sol 9 de la tribulación.

  5.  Paréceme que quedará esto bien declarado si a este tal justo lo comparamos a Sansón, que tuvo su fortaleza en los cabellos, en cosa tan delicada como eran unas pocas de vedijas que tenía en la cabeza del pelo que de ella le nacía. [147v] Cortáronselas los philisteos, sacáronle


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los ojos y echáronlo en una atahona como a bestia. Pero como quitándole el cabello no le quitaron las raíces ni se lo sacaron de raíz, crecióle su poco a poco j tornándole las fuerzas y apechugó con las columnas de la casa y dio con ella en tierra, muriendo él mártir y los philisteos k desesperados 10. Lo propio hacen los murmuradores y los tiranos que per siguen los justos: que procurando cercenarles y quitarles la honra, el crédito y buen nombre, les procuran quitar las fuerzas y dar con ellos en una atahona y en un martirio prolongado. Pero como su gloria está adentro, no se la pueden sacar de cuajo. Cuando más seguro está el malo, crece la honra y virtud del justo y envía Dios la muerte sobre los unos y los otros, y el justo queda mártir glorioso y el peccador con muerte infame y desastrada.

  6.  Pues digo que no son éstos los que al justo le alargan y prolongan el martirio, porque de sus lenguas y tiranías muy de ordinario los escapa Dios y se los esconde para que, como perros rabiosos que son, no los delaleen 11. Pero aún hay otros que con celo de virtud y de sanctidad quieren que se los entrieguen a sus juicios y determinaciones, a sus pruebas y golpes, haciéndose como pescadores de caña, que con un cebillo o gusarapo sacan el pez debajo del agua, le dan la muerte y hacen su propio sustento; o como los muchachos hacen cuando con unas cañuelas hacen ruido y sacan la araña jugando con ella o matándola.

  Desta propia suerte he visto yo en el mundo muchos calificadores de siervos de Dios que con un gusarapo de virtud y sanctidad que tienen, o de buen juicio que alegan, o de conocimiento y dicernión 12 de espíritus que dicen Dios les dio, quieren sacar de su recogimiento y lugar escondido al siervo de Dios haciendo ruido con sus palabras. Y de lo que sirve es o jugar con él y con su vida o quizá hacerlo pez que le sirva de manjar de sus murmuraciones, las cuales no son l pequeña mortificación ni poco ahogo. El cordelejo que estos tales les dan, respecto que como es cordel a la garganta, delgado que sea, basta para ahogarlos. Quiero decir que como estos tales siervos de Dios viven tan temerosos y cuidadosos de sus almas y después les dan sentencias tan opuestas y encontradas con lo que ellos llevan y desean hacer, es certíssimo es grande la pena que reciben, no tanto de lo que les dicen cuanto por ver lo mucho que los ahogan y oprimen con pensamientos para no llevar adelante [148r] lo que han empezado.

  7.  Y pues tratamos de penas, y penas prolongadas del justo y varón penitente, no quiero más de apuntarlas, dejándolas a la consideración de los hermanos que esto leyeren. Que pienso yo les servirá de consuelo, viendo las muchas partes por donde se les dilata el martirio y labra su corona y que es voluntad de Dios que así padezcan y sufran mientras


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en este mundo estuvieren. Y digo que no se hace más de tocarlo porque en otras partes tengo dichas muchas cosas de esto de penas interiores.

  Pues digo que no es pequeña, sino muy grande una m tácita y secreta reprehensión que interiormente siempre está Dios dando al justo, de quien podré entender aquellas palabras del sancto Job que a sus amigos dice: Quare persequimini me sicut Deus? 13; ¿por qué me perseguís como Dios? Luego Dios per sigue al justo. Digo que, entre otros sentidos que estas palabras pueden tener, dejándolas siempre sujetas a cualquier censura, que el justo se ve perseguido de Dios cuando considera su infinita bondad y cuán lejos está él o, por mejor decir, cuántos defectos y faltas descubre en él la virtud, sanctidad y perfección infinita de Dios, ver lo mucho que Dios sufre, disimula y calla y la poca paciencia que él tiene. ¿Quién no se afligirá cuando ponga los ojos en Cristo, modelo de toda virtud y sanctidad, y se vea tan lleno de faltas y de peccados? ¿Quién hay que más reprehenda a una mujer fea que otra hermosa, a un necio que un discreto? Y al peccador, ¿quién más que el justo de los justos?

  8.  Cuántas veces sucede acá decir una y muchas veces un hijo a su padre: Padre, ¡qué rico está fulano! Y siendo él pobre y diciéndole muchas veces y trayéndole a la memoria las riquezas del vecino, le responde: Hijo, no me persigas, que yo quisiera ser tan rico, pero no puedo más. ¡Oh, qué brava persecución la que el justo dentro de sí tiene viendo a Cristo tan rico, tan lleno de virtud y sanctidad, y que él es tan pobre! ¡Qué brava mortificación la de un hombre que en un camino se queda atrás y los compañeros se van adelante a la posta! Y así digo que no sólo el mismo Dios per sigue al hombre, pero los sanctos con sus exemplos y virtudes arguyen nuestras tibiezas y flojedades.

  ¿Quién mortificaba, si así se puede decir, a aquellos querubines que vido Esaías que delante del rostro de Dios se tapan con las cuatro alas, con las dos los pies [148v] y con las dos el rostro, sino la hermosura y resplandor que del rostro de Dios salía? 14 ¿Quién dio en tierra con Pedro, Juan y Diego en el Thabor, sino la gloria que se descubrió del rostro de Dios? 15 Et palpebrae eius interrogant filios hominum 16; los párpagos de Dios dice que preguntan a los hombres, que fue decir que los justos delante de Dios tiemblan a un guiñar de ojos, porque como es digno de ser obedecido con tanta puntualidad que a un guiñar de ojos han de estar cumplidos sus mandatos, tiembla un justo de verse tan lerdo y perezoso. Y si no, digamos que como los ojos de Dios son tan hermosos, sus párpagos, cuando se menean, son dos lenguas que hablan y preguntan al hombre cómo se ha puesto él tan feo. O si no, digamos que escondida y tapada la hermosura de Dios n, que son sus ojos, con los párpagos de las criaturas de acá abajo, con las cortinas de esos cielos, esas cuberturas arguyen al hombre y le preguntan (que todo es un preguntar y argüir) cómo está él tan lejos de lo que debe y a su


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cuenta y cargo está; como si dijera: las fundas y antepuertas de la casa de Dios están arguyendo mi fealdad y mi poca virtud y falta de sanctidad.

  9.  Y éste para un justo no es pequeño martirio: saber que todas las horas y momentos del mundo lo está Dios mirando. No siente el que lo miren, antes no hay mayor gloria ni cosa que más estime, sino el ver que mirándolo Dios no le salgan las cosas como él quisiera para darle gusto. No le pesa a un predicador porque le oiga el rey un sermón, sino porque quisiera él tenerlo bien estudiado y predicarlo cual convenía para tan buen oyente. Y el decir David: Providebam Dominum in conspectu meo semper, quoniam a dextris est michi, ne commovear 17, fue decir: está Dios delante de mí y mi mano derecha ne commovear para que no me tuerza y bambolee. No fue otra cosa sino decir: su presencia no me deja torcer ni inclinar a una ni otra parte, porque de eso sirve la regla y nivel, de que salga derecho el edificio. Pues ajustar las obras a tal vista, a tales ojos, ¿no es llano que ha de ser trabajo y pena para la flaqueza humana? Que parece la presencia de Dios los trai agarrotados, rendidos y justos. Y si no, consideren una doncella que no la deja su madre de su lado, qué pena, qué martirio; que aunque es verdad la tal [149r] compañía le es honrosa y provechosa, pero martirio. De esa misma suerte, a la carne y a la flaqueza humana le es martirio la continua presencia de Dios, no obstante que le sea honrosa y provechosa.

 

 




a  al marg. aquí se divide tratado de por sí 9



b ms. 55



c sigue es tach.



d ms. audales



1 Sal 115,15.



2 Cf. Scorpiace VIII,1 (CCL 2,1082): "Siquidem honorata est apud illum mors religiosorum ipsius, ut canit David,...".



e sigue de tach.



f sigue tanbién tach.



3 Ses.VI, c.XIII: "Similiter de perseverantiae munere..., nemo sibi certi aliquid absoluta certitudine polliceatur, tametsi in Dei auxilio firmissimam spem collocare et reponere omnes debent".



g  ms. viertes



h sigue vientos y torvellinos vienen tach.



4 Cf. 2 Re 19,9-14.



5 Sal 30,21.



6 Zac 2,8.



i ms. est



7 Cf. Jn 15,20.



8 Sal 44,14: "Omnis gloria eius filiae regis ab intus".



9 Cf. Cant 1,4.



j  al marg. dos veces vide



k sigue otros tach.



10 Cf. Jue 16,19-30.



11  Por: dilaceren. Parece una reminiscencia del verbo italiano "dilaniare".



12  Por: discernimiento.



l corr.



m  ms. un



13 Job 19,22.



14  Cf. Is 6,2.



15  Cf. Mt 17,1-8.



16  Sal 10,5.



n sigue con tach.



17 Sal 15,8.






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