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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [6] a DE MUCHAS MANERAS DE PENAS QUE EL JUSTO TIENE DENTRO DE SÍ PROPIO CON SU CUERPO Y SENTIDOS QUE TAMBIÉN LE SIRVENb DE MARTIRIO
1. Yo pienso que no será necesario ir a buscar fuera de casa azote que castigue al justo, cuchillo que lo hiera ni ecúleo que lo atormente; que sin dar pasos afuera, adentro de síc hallará los enemigos a bandadas, que una hora ni momento lo dejen resollar, reposar ni tener una hora de descanso. ¿Qué descanso puede tener el castellano que en su castillo tiene hijos de muchas madres d y diferentes inclinaciones? Pues ¿qué si son torcidas a lo [153v] principal del officio que él hace y a la fee y lealtad que a su rey debe? En verdad que a este tal el comer ha de ser con sobresalto, el dormir con cuidado, el descansar con alteraciones. Pues ¿qué si el castillo tuviese muchos portillos y puertas no fuertes que mirasen la parte del contrario? Doctrina es ésta que cada día nos la pintan en los púlpitos. Lecciones tenemos largas en los libros, no hay que detenernos. Bien sabemos que dentro de nosotros está el fomes peccati, está nuestra carne inclinada a lo malo y, de contrario parecer siempre que el spíritu, estos sentidos y puertas esteriores que están mirando afuera y dándonos cada día mill sobresaltos,
y que son muchos los soldados de quien se ha de guardar y defender un castellano y solo espíritu.
2. Y si me dijeren que el justo ya tiene rendidas sus pasiones y recogidos sus sentidos y macerada su carne, pregunto yo: ¿quién deja de temer cuando entra en una casa que hay un león atado y un tigre enjaulado y que sabe se han soltado algunas veces y hecho grandes males? ¿Quién puede dejar de temer a su carne mientras en este mundo estuviere, considerando que en casa de muchos justos ha estado refrenada y se ha soltado y hecho grandes desastres y causado muchas muertes? ¿Quién puede dejar de temer pasiones, que en pequeños descuidos que ha habido en casas de sanctos muy recogidas han e sido peores que tigres? ¿Quién puede dejar de tener cuidado con tantos sentidos tan antojadizos, que ocupada el alma con Dios ellos suelen hacer travesuras y no quieren del todo adormirse? ¿Qué madre f o padre se echa a dormir sabiendo hay hijos en casa inquietos? ¡Oh, qué de inquietudes causan a un alma los muchos antojos de este hombre exterior!: el querer los ojos ver, la lengua hablar, las orejas oír, y que son peores que los muchachos traviesos que, apenas han oído el tamboril g en la calle, cuando ya en casa están danzando y les están corriendo los pies y zapateando las manos. La imaginación del hombre es como calle y lugar público donde el demonio mill veces pasa con sus sonajas haciendo ruido, avisando de las fiestas de la plaza, de las músicas [154r] de la calle, y de todos los géneros de vanidad que en el mundo corren, a cuyo son los sentidos, como gente poco cuerda, eso les bastan para desear salir a danzar y zapatear y que sólo es el spíritu el que ha de acudir a prender, encerrar y captivar toda esta gente. Esta no es pequeña pena ni pequeño martirio. Pena ha de dar tanto sobresalto y tan poco reposo.
3. Consideremos también que, aunque el alma trata de esta manera sus sentidos y este hombre exterior, todo el h hombre entero se tiene por hijo de Dios; y que este trabajo que con el hombre exterior padece el interior no es por hacerle mal ni porque los ojos no vean ni la lengua no hable -que ya sabe Dios le dio esos sentidos interiores y exteriores para que de ellos se sirviese-, sólo es porque no le hagan a ella mal o hagan algún desafuero i, lo cual no puede dejar de dar notable pena. Consideremos una madre que tiernamente ama a sus hijos y que siendo hijos los desea y quiere regalar, pero no se atreve a darles libertad en la casa ajena porque no hagan algún mal o desaguisado a los vecinos, y así los hace estar a raya. Esto ¿no es llano que le ha de dar pena? Es certíssimo. Pues de la misma suerte le sucede al alma a quien le dio, como hijos, la gente de todo este hombre, y que ella de su parte bien quisiera regalar a todas sus potencias y sentidos, interiores y esteriores. ¿Quién duda sino que se holgara ya el alma dar a los pies que en el cielo y en compañía de bienaventurados pisaran estrellas y que los ojos vieran aquellos scuadrones de santos y las orejas
oyeran aquellas perpetuas alabanzas que sin cesar los spíritus divinos dan a Dios? Y así de la j demás gente de casa. Pero ve que no es llegado aquel tiempo, ve que ahora está en este mundo como en casa ajena y que estando nuestros primeros padres en el paraíso por sólo que se desmandaron los ojos de Eva descompusieron el mundo y hicieron tanto mal que sólo Dios lo pudo remediar k, y que no es más cuerda la gente de mi casa que fueron los ojos de Eva, sino mucho menos, pues nuestros primeros padres fueron criados en gracia y amistad de Dios y yo nacido en peccado e inclinado a lo [154v] malo; y que, si yo no puedo hacer tanto mal como nuestros padres hicieron comiendo la manzana, es porque ellos fueron cabeza y en ellos, como los miembros en su cabeza y los efectos en su causa, estábamos todos y así perdió su hacienda y la nuestra, porque todo fue un mayorazgo 1. Pero yo a mí propio tanto mal me puedo hacer con mis desórdenes. Nadie puede perder más de la hacienda de que es señor y el crédito que tiene, y así a mí me hizo Dios señor de mis propios bienes para que los guarde; y si yo los perdiere, para eso tengo libertad, mire lo que hago.
4. Según esto, justo cuidado es el que tiene el spíritu del justo recogiendo sus sentidos y refrenándolos y no dándoles libertad para que salgan a paseo en güerta y jardín ajeno; que aunque no hagan sino cortar una pequeña florecilla, basta eso para que si es sin licencia y contra voluntad de su dueño se haga grande mal. Bien poco podía valer la manzana de que comieron nuestros padres donde habíe tantas y tan pocos hombres que las comiesen, pues entonces en el mundo no habíe sino dos, y con todo eso se pagó y pagará en las costillas de todos. Pues digo que ésta es pena muy grande: que el hombre tenga obligación de amarse para lo justo y que por otra parte se vea necesitado a quien ama de represarlo, detenerlo, encarcelarlo. Es pena y tormento grande.
Y no es la menor la carga pesadilla del cuerpo ni cruz que se lleva a cuestas sólo el viernes sancto y que sólo se ha de llevar por tales y tales calles, sino como dice [el Eclesiástico]: A die nativitatis usque in diem sepulturae 2, dende el día que nace hasta el que muere ha de traer este yugo pesado y carga sin medida de nuestro cuerpo. A quien, como dijo san Ignacio mártir de los soldados que lo guardaban: que cuando más bien les hacía peores eran l. Así es nuestro cuerpo: que peius fit, si benefeceris ei 3, que no hay hacerle bien, que es más descomedido que el gato, que m si se ve encerrado echa las uñas al rostro a su amo que lo cría; más ingrato que el pez, que tomando el cebo del que se lo echa vuelve las spaldas; más tragón que el lobo, que si no halla presa cuando quiere come tierra; más cruel que el tigre, oso y león, pues a su propio dueño y amo despedaza.
5. Compañía es terrible quien palabra [155r] no guarda, promesa que hace no cumple. Es bárbaro, infiel, mentiroso, arrogante, deshonesto, sucio, hablador. Es nunca acabar querer recitar sus inclinaciones y propiedades malas que tiene y viste este nuestro cuerpo. Sé decir que conque ha habido tantos sanctos en la tierra, que ninguno de ellos ni de los que están en el cielo, de los que heredamos estos malos resabios de Adán, lo ha podido llevar por bien, por ruegos, halagos, dádivas o servicios que le haga, por cosas que le prometa, honras que le dé, sino que al cabo al cabo salen riñendo, enemistados, con el azote en la mano, usando de horca y cuchillo; y los que esto no han hecho y han querido llevarlo por bien han muerto a sus manos, como el refrán spañol dice: que quien a su enemigo popa, a sus manos muere. Y por muerto se puede dar el spíritu que se n rinde a tan mala bestia como el cuerpo. Pues quien esta carga de veras considera, quien con ojos claros ve esta lite y pendencia entre dos hermanos que comen a una mesa y duermen en una cama, ¿no ha de tener pena? ¿A quién esta vida no le es muerte y martirio terrible? No la tiene el malo, porque en su casa no suena guerra porque tienen trabadas amistades y hechas parias con sus enemigos a trueco de que cada uno viva en la ley que se le antojare. Pero en casa del justo, que sólo se pregona y guarda la ley de Dios, y el que dentro de su casa a esto no acudiere, se dé por sentenciado a galeras perpetuas y muerte precisa; y como la gente no es comedida, que por bien hace lo que se le propone o manda, siempre se oyen en casa pregones de que, quien tal hace, que tal pague; siempre se oyen azotes, cárceles y galeras, así a los sentidos en particular como a todo este hombre exterior.
6. Pues concluigo que este nuestro cuerpo no es parte tan apartada que more en otro barrio o persona que no nos toca, que nuestro hermano es, nuestro compañero y amigo. Sentir tenemos tantas afrentas y penitencias como nos es fuerza darle cada día, dolernos tienen sus trabajos, pesarnos sus cargas, y que quisiéramos fuera un cuerpo comedido, bien criado, no o insano p, modesto, casto y que tuviera otras muchas y muy buenas propiedades para que gozándonos de sus bienes no tuviéramos tantos [155v] pesares, sino que como buenos hermanos y de una opinión entramos a dos se fueran al cielo dadas las manos. Esto fuérales a entramos gloria; y lo contrario a entramos les es penitencia y juntos q purgatorio cruel y muerte dilatada y martirio perpetuo, etc.