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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [11] a CÓMO EL CUMPLIMIENTO Y PUNTUALIDAD QUE EL JUSTO DESEA EN LA LEY DE DIOS Y COSAS QUE ESTÁN A SU CARGO LE CAUSA EN ESTA VIDA PENA Y MARTIRIO

 

  1.  Bien sé yo que el cumplimiento de toda la ley de Dios al que de veras le ama es una palabra; y a eso aludeb aquelloc que Cristo dice por san Juan: Si alguno me ama, seguro le hace el amor de que guardará mi palabra 1. Y tanbién llama Cristo a su yugo suave y a su carga liviana 2. En eso no hay que poner dificultad ni necesidad de traer para su probación más testimonios de ver que toda la ley de Dios la tengamos resumida en amar a Dios y a nuestro prócximo 3, cosa tan conforme a razón y a la naturaleza, en quien jamás halló contradición alguna criatura: querer bien d a aquel de quien han recebido el propio ser que tienen y el bien que poseen y no hacer mal a los de su propia specie, ya se sabe; y en esas dos cosas le resume Dios al hombre toda su cartilla y todo lo que ha menester aprender para se ir al cielo. Pero no hallaremos lejos de aquí algo que le sea pena y martirio según la carne al siervo de Dios.

  2.  Y pues el persuadir esta doctrina no es para los propios buenos, que en sus trabajos tragan muertes -que ésas ya van para ellos tan desleídas e, azucaradas y disimuladas que ni las tienen por muertes, ni sus preparaciones por martirios; darles han ellos esos nombres, pero diferentes difiniciones de las que dan y entienden los que están apartados de esa vida-, tratamos ahora con los hijos del siglo, enseñándoles a estimar y tener en mucho a un siervo de Dios por las penas, muertes y trabajos que en el camino de la perfección pasa, que son las que


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decimos le constituyen en dignidad y grandeza de martirio prolongado. Tratamos con gente a quien esto se debe persuadir, que como niños se asombran del scarabajillo, del ratón y de las tablillas que el otro muchacho suena de san f Antón. Así ellos se asombran de la muerte, de un ayuno, de un cilicio y de otra cualquier obra g de virtud por pequeña que sea. A estos tales no creo será muy dificultoso persuadirles es mártir [164r] el justo, rindiéndose y sujetándose al cumplimiento de la ley de Dios con puntualidad. Que en fin, cumple ley que repugnan sus miembros y hombre exterior, su mala inclinación y propensión. No hay dudar sino que tornar a su lugar un güeso desencajado y torcido que es martirio, particularmente si se añudó en casa ajena. Llano es que un hombre fue criado para Dios y para el cumplimiento de su ley. El peccado nos sacó de ahí y nos hizo a todos hijos de ira 4 y los que miraban al cielo quedaron torcidos e inclinados a lo bajo, a la deleitación y contentamiento que trai el pecado; y que para sacarlo de ahí es necesario fuerza y violencia de parte del hombre, según aquello que Cristo dice: que el reino de los cielos padece fuerza 5 por la que nosotros debemos hacer a nuestros naturales malos, torcidos, depravados y vueltos a lo malo. Y digo que la fuerza es de nuestra parte haciéndola contra nuestras malas inclinaciones; que de parte de Dios no hay fuerza, sino aquella que hace la gracia, el amor y bienes con que Dios obliga a nuestro libre albedrío para que nos apartemos de las criaturas y nos volvamos al Criador.

  3.  Aunque es verdad que esta ley de amor, de charidad y a quien le corresponden premios inmensos nunca jamás se acaba de persuadir del todo y como debe el hombre animal, cuya propiedad es jugar a daca y toma y a creer lo que ve. Que es como la bestia que si lleva a cuestas la carga de cebada que ha de comer no repara en eso, sino en que pesa y sólo se aficiona de la cebada que ve y masca, eso tiene este nuestro hombre carnal: que en la ley de Dios no juzga sino lo que pesa, lo desabrido y amargo, sin juzgar que es carga cuyo premio y provecho es para él; sólo juzga por bueno aquello que en el mundo lo deleita y entretiene.

  A este tal, llano es que le ha de ser desabrido lo que trabaja por lo que no ve, que le ha de ser penoso lo que aguarda y no entiende. Porque como ahí no llega su jurisdicción a palpar, más querría él un toma que dos te daré. Y este aguardar, para quien le falta razón es cosa pesada; y tanto que la razón que el hombre tiene no tiene que negociar con su propio hombre exterior, sino es a palos, con grillos y cadenas, haciéndole tener a raya. Y digo que quien más bien sabe de estas penas y trabajos son los malos, con quien ahora hablamos. Que los buenos, como ya acostumbrados a lo bueno y hechos callos, no


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sienten ya la carga. Que en fin, el hábito eso tiene: que cuando [164v] fuera desabrido, lo guisa y hace a su gusto.

  4.  Digo, pues, que puesto caso que aquí vamos tratando cómo la vida del verdadero religioso es pena y martirio y deste nadie tan bien juzga que el malo, que por no echarse a cuestas este yugo anda todos los días de su vida a sombra de tejados, no será necesario cansarnos en probarle por cuántas partes sea esto penoso al siervo de Dios, si no es que quiere juzgar por blanco lo que para él es negro, por dulce lo que para él es amargo. Y ojalá esto hiciese; que demás de que no se engañaría, podría ser que aficionado del bien que para su vecino juzga, quisiese él probarlo por los propios caminos que se vuelve dulce al siervo de Dios. Pero si hace esta diferencia entre lo bueno que el otro cumple, pareciéndole suave en tercera persona, y lo que él no arrostra, pareciéndole en sí es carga pesada, es con juicio depravado y malo, tiniendo al justo y al siervo de Dios por insensato o por bestia, o porque no cumple, o porque en sus trabajos tiene otros fines torcidos por quien la carne se mueve a llevar carga tan pesada; o les parece que hace Dios con éstos grandes milagros que con ellos no haría aunque mucho se dispusiesen. Y así, fundándose en principios falsos, sacan conclusiones torcidas y engañosas no quiriendo tener al siervo de Dios por hombre que trabaja, por jornalero y ganapán de la casa de Dios, por no darle la honra y premio debido a la virtud, no sólo de parte de Dios -que ésta, como está a cargo de Su Majestad h, que es fiel en sus palabras y verdadero en sus promesas, no hay que dudar por esa parte (si no es que también quieran hacer las tales obras vanas y podridas y lejos de los tales premios)-, pero débesele tanbién al tal justo premio y honra en la tierra, la cual se la hará Dios dar en vida o restituir en muerte y en el juicio final cuando a boca llena hará confesar por hijos de Dios a los que en este mundo fueren juzgados por necios y locos.

  5.  Digo, pues, si hemos de tratar de la pena que en el cumplimiento puntual de la ley de Dios tiene el justo, no le hemos de quitar el premio que se le debe al martirio dilatado que padece en ser puntual en su cumplimiento. Donde parece descubrimos dos trabajos en el justo: uno en cumplir y otro en cumplir bien. En cumplir, digo, que puesto caso que es ley [165r] publicada contra la carne y contra nuestros gustos y apetitos, es fuerza sea desabrida y sea carga para aquel contra quien habla, así en las leyes y preceptos positivos como negativos, respecto que los positivos son contra su ditamen de la carne i, y los negativos le privan de sus gustos. Y en materia de ser hombres, todos somos de carne y todos hijos de un padre y todos nacidos j en peccado, inclinados a lo malo, formados y hechos de un gusto y que, ora sea en su principio o en su medio o fin, siempre k nos ha de ser cruz pesada cumplir con Dios como se debe. Y no hay que entender que el justo porque es justo no padece, que todos aramos y traemos la azada en las manos y como en eriales sacamos spinas y abrojos y sembramos virtudes. Verdad


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es que así como se ara mejor y más fácil la tierra que tiene dos o tres rejas que no la que se ara con la primera y es tierra por romper, de esa manera no dudo sino que el malo, que en lo que le toca servir a Dios anda a monte y absente de sí y de lo que debe, que estará su carne y persona hecha un monte espeso, un erial lleno de broza y mill malezas de suerte que haya menester echar, como dicen, en cuartas para romper la tierra. Quiero decir que habrá menester grande ayuda de costa para la disciplina, para el ayuno y las demás obras de virtud. Que como el justo cada día en sí trabaja y tiene su persona y vida como jardín labrado, no ha de tener tanto trabajo en las últimas penitencias y mortificaciones como en las primeras. Pero, como digo, es hombre y padecer tanbién tiene, y si a lo último no padece tanto es porque hizo callos, y cuando ésos los hizo padeció como principiante en la obra nueva.

  6.  La segunda pena que un verdadero religioso tiene en el cumplimiento de la ley de Dios es en el cumplirla con grande puntualidad, en el dar buena medida y bien cumplida. Dos cuidados muy grandes llevan los que van a vender algo a alguna feria: que la mercaduría que llevan sea buena mercaduría a que se aficionen los merchantes; lo 2.º, que las cuentas l le salgan en la venta como él las tiene hechas. Pongamos el exemplo en particular. Va un manchego a Toledo a vender un carro de 20 fanegas de trigo m. Este lleva dos cuidados: [165v] el uno, que el trigo sea bueno; el 2.º, que la medida que hizo en su casa sea buena, y le salgan las propias 20 fanegas. Y así veremos que siempre, para la remedida, echan algo más en la primera. Lo propio digo yo acerca del cumplimiento de la ley de Dios en el justo: que lo primero tiene pena grande y cuidado si las obras que ha hecho son obras que se bien lograrán en la feria del cielo y que se dará Dios por pagado n de ellas. Lo segundo, si le ha de salir el peso y medida conforme la cuenta que él acá hizo, si la confesión hecha, la missa dicha, el sermón predicado, han de venir al justo, si su libro ha de venir con el de Dios. Que ya vemos muchas veces ir un hombre a hacer una paga de dos o tres mill ducados y al tiempo del contar el acreedor ir apartando cuartos por no buenos, reales por no del reino, y que no pasan coronas por cercenadas o, doblones por no cumplidos. De suerte que después de hecha la cuenta falta un tercio o la mitad del censo corrido o de lo que se debía o tributo que se quitaba.

  7.  Consideremos que en esta vida ha dado Dios al hombre su sangre, su muerte y pasión, su gracia y sacramentos y los demás bienes que en él ha puesto como hacienda a censo y bienes en tributo porque por todo eso le cumpla su ley y guarde sus mandamientos. El hombre en vida va juntando con qué pagar en muerte, lleva muchas missas oídas, confesiones hechas, ayunos, limosnas, penitencias, perdón de enemigos y otras muchas cosas. Al tiempo de la paga, ¿quién duda que Dios no mire por una parte el trigo que decimos que se vende y la


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moneda que se lleva, si es buena y si llega a lo que un hombre tenía obligación? ¿Quién duda que muchas destas obras al tiempo de el contar no las vaya Dios apartando como cuartos falsos y como moneda no buena, y muchos que piensan que perdonan a sus enemigos como perdón que no se hace en su reino con tales y tales condiciones, y muchas confesiones porque son como escudos cercenados, y muchos ayunos por no ser de la marca, y muchas limosnas por no ser el oro tan fino, de suerte que hecha la cuenta sea más [166r] lo que falta que lo que se lleva? ¿Quién duda que, siendo el justo tan buen tratante y que tanto sabe desto, estas dos cosas no le den cuidado y notable pena? A cuya causa trabaja no sólo lo justo, sino lo que sobra. Quiero decir que si ha de oír al mes seis missas de obligación ¿no oirá otras doce más? Y si cuatro confesiones, hará ocho, y si veite ayunos hará cuarenta, y en todas las obras y medidas echará algo más porque venga bien la remedida.

  8.  Y así se ha de advertir que el justo trabaja p en lo justo y en lo que sobra, en lo que la ley le manda de obligación y en lo que no le manda, que él se hace su cuenta: a la feria vamos; si sobrare, dineros vale y en casa se queda. No es el justo tan mezquino que ha de llevar todas las cosas tan tasadas que no ha de salir un punto de lo que la ley le manda, sino que después de sus obligaciones hace, trabaja y pena por más trabajar; que él se hace su cuenta: si por ser Dios misericordioso y darse por contento con el cumplimiento de estos poquitos de preceptos, algo me sobrare, ahí se queda. A la feria vamos, bien habrá en qué enplearlo en el cielo. Bueno es Dios, todo lo recibe, bien lo paga, con nada se queda. ¡Vaya!, no hay sino cargar bien la mano. No sólo con esto el justo aquí no se pone en medidas tasadas y raídas, pero procura hacer su carga y enllenar sus costales a boca de montón. Que, en fin, como los hombres son mentirosos en sus pesos, según aquello de David: Mendaces filii hominum in stateris suis 6, no quieren hacer sus obras a marca falsa y mentirosa, remítense al peso de Dios y a que Su Majestad mida y corte conforme a la vara de justicia que tiene marcada la misericordia.

  9.  Con otro exemplo podríamos descubrir estas penas de quien vamos hablando acerca del cumplir el justo como debe aquello que tiene obligación. Y es que acá veremos hombres de tal natural que, haciendo lo que deben y tienen obligación, se pudren, congojan, malcontentan de lo que hacen. Yo no quiero ahora decir si ésta es buena o mala condición; a lo menos resulta en bien, que es de volver a los hombres cuidadosos, mirados y celosos en su officio; y lo que su condición podrida pasa los límites de lo que debe, hace bien cumplir con lo que tiene obligación. El otro predicador que jamás sale contento, sino siempre melancólico y disgustado, llano es que ese disgusto le hace buscar cosas más curiosas y a propósito para el sermón que viene. Y


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lo propio podremos decir en el officio del pinctor y en otro cualquiera. [166v] Pues entendamos que jamás hubo hombre tan celoso de su officio ni tan cuidadoso en su arte, ni a hombre le dio tanta pena el no sacar sus obras muy perfectas y acabadas como la que el justo recibe trabajando en la casa de Dios, porque el celo y el cuidado que de eso tiene es inmenso, de suerte que a la comida le quita el sabor y al sueño el descanso, según el cuidado que pone y tiene de cómo ha de cumplir la ley de Dios. Y si no, mírenlo en David, que por todas las noches regaba su lecho con lágrimas 7, y la salsa en que mojaba el pan que comía era la que sus ojos derramaban 8.

  Según esto, no hay quien al justo le scuse de pena y cuidado el cumplimiento de la ley de Dios, volviéndosele muerte y martirio en el sentido y consideraciones dichas el cumplir como él querría y desea.

 

 

 


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[Página blanca]

 

 

 




a  ms. 63



b corr. de aluden



c corr. de aquellas; sigue palabras tach.



1 Cf. Jn 14,15.



2 Cf. Mt 11,29.



3 Cf. Mt 22,37-40.



d sigue de q tach.



e sigue pal. tach.



f  corr. de sancto



g sigue p tach.



4 Cf. Ef 2,3.



5 Cf. Mt 11,12.



h  sobre lín., en lín. Dios tach.



i de la carne sobre lín.



j sigue ep tach.



k corr.



l  sigue que tach.



m sigue a Toledo tach.



n ms. pagadas



o sigue dos tach.



p  sigue en tach.



6 Sal 61,10.



7 Cf. Sal 6,7.



8 Cf. Sal 79,6.






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