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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
INTRODUCCION
1. El lector tiene delante el "tratado 10" y último, entre los ff.166v-219v, del primer volumen autógrafo del reformador trinitario (le siguen tres pláticas que dejamos para el cuarto tomo de nuestra edición). Le hemos puesto un título -de que carecía- que, a nuestro entender, refleja bien el meollo de las ideas, y los números marginales. Se nota cierta sucesión redaccional, no sólo material, de este texto con el anterior -La vida del justo como martirio-, y lo podemos situar en el mismo enclave cronológico (1609-1610) y geográfico (Salamanca).
2. La coincidencia del concepto de martirio en el título nos hace pensar que el autor se sigue moviendo en el ámbito, para él tan familiar, de los incontables sufrimientos y pruebas que padece el justo en el camino de la perfección. "Aquí vamos tratando de esta materia -advierte- en orden a las penas que los súbditos tienen siendo verdaderos religiosos"; "ahora tratamos de las penas de los súbditos y verdaderos religiosos". Parte de la constatación de que la simple "verdad del estado y del nombre" del religioso implica una vida continua de sacrificios, privaciones y penalidades, que bien pueden calificarse de martirio para la carne. El comportamiento de ciertos prelados lo que hace es ensanchar ese cauce. "Nuestro principal intento es tratar de los defectos y faltas de los prelados en orden a los males de pena que de ellos resultan a los súbditos, por quien los llamamos mártires".
3. Ya conocemos la alta visión y estima de nuestro autor respecto a quienes -los prelados o ministros- son, ante sus ojos, los principales responsables de la vida de las comunidades y de todo el instituto. Los ve identificados con Cristo, garantes del espíritu genuino de la descalcez, cribados con las más dolorosas pruebas morales, expuestos a perderse para siempre... En otros textos se ha servido a menudo del versículo sálmico: Imposuisti homines super capita nostra (Sal 65,12), interpretando que son los prelados los que llevan sobre sus cabezas la insoportable carga de las conciencias de los súbditos. Incluso no ha tenido inconveniente en calificar ese peso como martirio 1. En Para los prelados, de este mismo volumen, ha presentado su personal vivencia martirial del cargo, llegando a afirmar que "el que tiene el prelado es lugar de martirio, es lugar de trabajo y de aflición" (X,5) 2. Igualmente hemos leído otras páginas suyas sobre la perfecta obediencia que todos los religiosos deben a sus superiores, que son el cuello, la torre y la cabeza por que han de gobernarse 3.
Ahora, en contraste con las altas propiedades del buen prelado -que vuelve a subrayar, echando mano una vez más de los símiles escriturísticos de luz, sal, nube, etc.-, ante la marcha de las cosas en la descalcez después del segundo capítulo
provincial (febrero de 1609) 4, se siente impelido a emitir juicios muy severos contra ciertos prelados cuya elección desacertada origina sufrimientos incontables -un auténtico martirio- a los propios súbditos; y a las palabras del salmo 65 les da un alcance interpretativo completamente diverso: ya no son los superiores sino los súbditos los que cargan con el peso de aquéllos. Aquí el martirio proviene de los "prelados indiscretos que hacen más officio de hombres que de ángeles". Algunos prelados sólo sirven de "raer pensamientos y trasquilar entendimientos" de sus súbditos; "que quieren ser adorados, tenidos y puestos en el altar de Dios, siendo ellos dagones [alusión al dios Dagón: 1 Sam 5,2-5], dioses falsos y prelados engañosos"; prelados que son "como puertas fuera de sus quicios y ellos apartados de aquello que Dios manda". Los hay que la amabilidad la reservan únicamente para los de fuera, mientras en el convento "son necesario ángeles para los sufrir y llevar". Detrás de estas y otras afirmaciones similares se entrevé el cúmulo de experiencias dolorosas que el Santo ha vivido y conocido a lo largo de su trayectoria personal en la Orden. A veces alude claramente a sus conocimientos directos: "Sé yo hay muchos prelados en las religiones que delante de ellos no se ha de tratar cosa delicada ni sutil, séase de Scritura o de lo que quisieren, que parece se afrentan porque siendo ellos hombres sus súbditos suban y se hagan ángeles. Y quiera Dios esta envidia no sea para estorbar y detener las cosas de virtud en los súbditos porque ellos no las alcancen".
Con algunas expresiones, aunque genéricas, parece aludir a las elecciones del mencionado capítulo de 1609. "En el mundo por nuestros peccados, presidiendo el demonio en algunas elecciones ha sacado prelados que son puertas, no quiero yo decir tanto que las llame puertas del infierno, sino prelados que con sus obras y palabras os darán una portada en los ojos con que os los quiebren". "Qué de veces se eligen prelados que si se midiesen con la vara de oro [cf. Ap 21] y con la medida que se debe pedir a Dios..., no digo yo no llegaríen para prelados, pero ni aun para súbditos. Pero como los electores fueron hombres, hicieron vara encogiendo o alargando el palmo y haciendo la vara como a ellos se les antoja" 5.
4. Hay páginas en que se ve al Santo divagar a sus anchas por el campo de la alegoría y de la analogía literarias aplicando a la función de los prelados pasajes bíblicos, sobre todo del Antiguo Testamento, que en realidad no vienen a cuento ni prueban nada. Otras veces selecciona con cuidado las referencias de la Escritura -cuya procedencia exacta, al disponer de más tiempo que en el pasado, anota muchas veces- y las comenta con mayor atención cual si se tratase de un sermón. Incluso avisa: "Tiene doctrina que predicar sobre ese evangelio [Mt 5,13]" (c.11). En descargo de sus correrías por el texto sagrado, apela a "la golosina que consigo trai la palabra de Dios y los misterios que en ella están encerrados". En fin, confiesa su "cortedad de palabras" y achaca a su "ignorancia y poco saber" si alguna palabra "en algo fuere torcida o descaminada", sujetándose "a la corrección de los sanctos y doctores de la Iglesia para que la enmienden, borren y registren".
MARTIRIO QUE ALGUNOS PRELADOS OCASIONAN A SUS SUBDITOS
[f.166v] a