Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText |
San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO a [2]b CÓMO POR SER LOS PRELADOS HOMBRES NO PIERDEN LOS SÚBDITOS EL NOMBRE DE MÁRTIRESc
1. Yo sé que ese nombre de mártires d no lo perderá por parte de los prelados que lo rigen y gobiernan, que no es ésa la carga más liviana ni el cuchillo que mejor corta para que se pase presto el martirio. Basta saber los llama David e hombres puestos sobre las cabezas de los súbditos 1, que en ser hombres no es pequeña carga pues es de tierra que aploma y hunde sobre lo f que se carga. Que aun si les dieran nombres de ángeles o de sanctos, de discretos o sabios, parece que tuvieran nuestras penas algunos desaguaderos; pero hombres lerdos, pesados, indiscretos, inprudentes, gente que de ordinario se busca a sí y a su propio interés, ¿qué hemos de entender que han de g hacer sobre las cabezas de los súbditos sino agrumarlos, descoyuntarlos y deshacerlos? Aquellos misteriosos animales que vido Eczechiel en el capítulo primero de su profecía 2 los compone, como si dijéramos, de tantos metales h que siempre dan que decir y que scudriñar. Y en favor de los súbditos y contra la carga pesada que son los prelados que sólo en su officio son hombres, a quien ellos significaban, digo que, con que aquellos cuatro animales que allí se dibujaban en sí encierran y tienen tantas propiedades buenas, que nos podían descubrir las que los prelados deben tener, con todo eso, no les da más de las caras de ellos, diciendo: Similitudo autem vultus eorum facies hominis, facies leonis, facies i bovis j, et facies aquilae 3, que tenían rostro de hombre, de león, de becerro y de [168r] águila k.
2. En tres l cosas iguala a estos cuatro animales. Entre otras que allí se podrían escudriñar, la una era que debajo de las alas todos tenían manos de hombres; la segunda, que los pies los tenían derechos y [la tercera, que] la planta del pie era de becerro. Y también podremos decir la 4.ª: que todos tenían semejanza de animales. Que enpezando nuestra dificultad por esto postrero lo podremos juntar con la primera dificultad, que es por qué no se les dio a estos animales más que el rostro de hombre, de león, de águila y de becerro. A lo menos, no hace mención más que de los rostros. Que parece con esta cuarta semejanza que a todos les ponemos de que tenían semejanza de animales, nos debiera de querer dar a entender que los prelados, a quien significaban, sólo habíen de tener semejanza y parecer, que es lo que se descubre en la cara, de animales y no han de ser animales; rostro de hombre, pero no ha de ser hombre, sino más que hombre, parecer de
hombre, que en fin en la cara y rostro es como los demás, pero ha de ser más. Y no hay que decir cómo ni a quién ha de parecer, pues allí no nos dicen más de las semejanzas, porque si queremos decir que ha de ser ángel, podríamos descubrir algunas obligaciones que le descubran m más y más. Y así no hay decirle cómo ha de ser, porque por mucho que sea, más le falta para ser quien debe y Dios le pide.
Dice que semejanza de águila, que vuele y tenga ligereza en sus pensamientos y obras, pero no ha de ser águila que tiene pico voraz y uñas de rapiña. Ha de tener rostro y parecer de león, que es rey entre los animales y tiene muchas propiedades buenas, como es dormir los ojos abiertos, hacerse temer y reverenciar y perdonar y agradecer. Pero no ha de ser león feroz, terrible, cruel. Ha de tener rostro de becerro que lleve la carga pesada del officio sin gruñir, pero no ha de ser buey pesado y lerdo. Finalmente, semejanza de animales, pero no ha de ser animal, bruto, ignorante, indiscreto e imprudente.
3. A todos 4 animales les da manos de hombre debajo de las alas, dando a entender que el prelado, séase como se quisiere, compárenlo a quien les pareciere, manos ha de tener de hombre sin uñas n, manos blandas, alagüeñas, charitativas y amorosas, manos de hombre para obrar, que no piense porque es prelado puede ya dar mano al trabajo y cesar, que ya está todo hecho; manos ha de tener y siempre manos le han de quedar. Hay algunos que hasta subir al officio procuran tener no sólo dos manos, sino cuatro y seis para trabajar, ganar y que los vean, ya en las palabras predicando, ya en las obras trabajando, ya en el parecer dando buen exemplo, y en subiendo al officio parece se cortaron las manos según se quedaron de mancos y se les volvieron todas alas, como las del murciélago [168v] que le quitó la naturaleza las demás partes para dárselas en alas. Y así hay prelados que cuando ahí subieron todo son alas: alas para hablar, para tener libertades, alas para volar de officio en officio, de dignidad en dignidad o, y quiera Dios no sean para subir más de donde les conviene. No todo ha de ser alas, que debajo de ellas ha de haber manos de hombre, manos prudentes, manos discretas y sabias.
4. Dice más: que todos tenían pies derechos, que fue decir que no piense un prelado porque se hizo águila o subió a la dignidad que Dios o (como dicen) su ventura lo subió, no ha de pisar derecho sino a su antojo. Que sepa que si esos animales tenían muchos ojos para mirar -el prelado [a] los súbditos-, esos propios animales, dice el propheta que esta visión que se le mostró estaba cercada de resplandor: Et in circuitu eius splendor 4; que habíe grande p claridad y resplandor para mirar, como miró el propheta tantas cosas y tan delicadas y particulares como explica de esta visión. Pues de esa manera debe entender el prelado
que no porque es prelado ha de sentar el pie como quisiere, sino derecho, pues hay la vela que alumbra para que vean donde pone el pie: es resplandor del cielo.
5. Dice más: que la planta del pie era de becerro, que aunque el uno era águila y león el otro, etc., todos tenían q la planta del pie de becerro, dando a entender que no ha de pisar el prelado de puntillas, como r pisa el águila con tanta delicadeza -el león y el hombre también suele pisar con melindre-, sino que así como el buey sienta el pie llano, de esa misma suerte ha de ser el prelado llano para los súbditos y no ha de andar con ellos de puntillas o con melindres, sino con verdades y llanezas.
6. Pues si, habiendo en esta visión enseñado Dios a los prelados quién deben ser, y ellos todo lo hiciesen al revés, tiniendo no sólo el parecer de hombres, sino siendo del todo hombres, como dice David en el lugar que trujimos 5, hombres de tierra y llenos de mill miserias, que eso es lo que significa hombre; si del águila no hubiese la ligereza sino las uñas y el pico para desgarrar palabras y romper quietud y sosiego de sus súbditos, y del león no tuviese más del señorío y crueldad, y del toro el fuego y ponzoña del cuerno y carga y peso del cuerpo, ahí seríe el ser pena y martirio, el sufrir y llevar a un prelado a sus propias cuestas.
7. Y no sobre sus hombros llevan los súbditos a los prelados, sino sobre sus cabezas: Imposuisti homines super capita nostra 6; pusiste, Señor, hombres sobre nuestras cabezas. Donde podríamos descubrir una mortificación, y no [169r] pequeña para el súbdito. La cabeza del alma es el entendimiento, según aquello que dice David: Impinguasti in oleo caput meum 7. Pues poner hombres sobre las cabezas de los súbditos, que son sus entendimientos, es decir que así como el barbero cuando pone las manos sobre la cabeza de un religioso es para raerle el cabello y trasquilarlo, de eso sirven los prelados que son hombres y no subieron de ahí arriba: de raer pensamientos y trasquilar entendimientos. Y pues aquí vamos tratando de esta materia en orden a las penas que los súbditos tienen siendo verdaderos religiosos, no son pequeñas que haya prelados que porque ellos son hombres se han de poner sobre las cabezas y entendimientos de los súbditos para que ellos no pasen de allí sino que se queden debajo y atrás de ellos. Siendo como las mujeres feas: que no quieren que se afeiten las criadas que son más hermosas que ellas, sino que anden puercas y desaliñadas porque en locura y vanidad no les echen el pie adelante. De esa manera sé yo hay muchos prelados en las religiones que delante de ellos no se ha de tratar cosa delicada ni sutil, séase de Scritura o de lo que quisieren, que parece se afrentan porque siendo ellos hombres sus súbditos suban y se hagan ángeles. Y quiera Dios esta envidia no sea para estorbar y detener las cosas de virtud en los súbditos porque ellos no las alcancen.
La envidia y emulación en la virtud buena es cuando, movido y así forzado de la sanctidad ajena, procuro yo ser más sancto, pero tener envidia del bueno y porque yo no lo soy que el otro no lo sea o no me pase, ésa es envidia diabólica, y eso parece quiso decir David cuando dijo que habíe puesto Dios hombres s sobre las cabezas de los súbditos.
8. Y para que se vea la propiedad con que les cuadra la semejanza que les hemos dado del barbero, adviértase lo que adelante dice: Transivimus per ignem et aquam, eduxisti nos in refrigerium 8. Otras muchas veces tengo explicadas estas palabras. Pero adviértase que decir que habíe puesto Dios hombres sobre nuestras cabezas y que habíemos pasado por fuego y agua, debe de ser este fuego y agua el agua caliente que trai el barbero para afeitar y raer el pelo. Si no es que es el fuego y el agua con que pelan a los lechones, que más les cuadrara a algunos prelados esto, pues no son tan buenos officiales que usen de navaja y agua caliente para que el súbdito no sienta las pesadumbres que les da, sino que así como a los lechones los raen con unas cucharas y los repelan t a manos, así quieren ellos afeitar a sus súbditos. Y del mal no tanto si de esa manera y con ese trabajo y pena que el súbdito padece le quitasen el pelo, que es lo superfluo del cuerpo y lo que cría con los humores que están de más en el cuerpo; que, en fin, aunque se sienta una corrección, como es en provecho y con ella le quitan sus defectos, llévala el súbdito. Pero que le quiera pelar como a puerco sin navaja, a mano o con cuchara, [169v] que le quieran quitar sus buenos pensamientos y imaginaciones, eso es martirio. Que el quitar el cabello y hacer coronas principio tuvo en los sanctos mártires a quien los pelaban haciendo burla de ellos y ahora quedó por honra, pero no el raer el entendimiento y cercenar los buenos pensamientos y deseos que un súbdito tiene, que eso siempre se quedó por martirio y deshonra de que quiera un prelado sean ignorantes e idiotas todos los que vivieren con él.