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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [4] a DE ALGUNAS PROPIEDADES QUE DEBEN TENER LOS PRELADOS, LAS CUALES POR NO LAS GUARDAR Y TENER RESULTA EN PENA Y MARTIRIO DEL SÚBDITO

 

  1.  En estas pocas y breves palabras en que he tratado de la carga pesada de los prelados sobre los súbditosb no trato ahora de la obligación de los súbditos al sufrirlos, [172r] llevarlos, tener paciencia, porque de las obligaciones del súbdito en muchas ocasiones he tratado. Sólo ahora, que voy tratando de la muerte y martirio del verdaderoc religioso y los muchos caminos por donde estas penas y trabajos les vienen, me pareció tratar de esta puerta que siempre está abierta, por donde las entran a montones d, que es el prelado y prelados que sobre sí tiene el súbdito. Y pues los llamé puerta, en ella podríamos pintar su officio: la cual cerrándose y abriéndose o volviéndose a una parte y a otra, siempre está asentada sobre el quicial, sufriéndole sus vueltas, idas y venidas, haces y reveses, haciendo sus comedimientos a los que entran y salen, abriéndose cuando más cuando menos, según la cortesía que ofrecen al que entra o sale. Y aun si fueran como las puertas que hoy se usan en palacio y en casa de estos señores grandes, harto trabajo tuvieran los prelados que a esas tales puertas los comparamos porque e son puertas de golpe, que no se abren a hábitos f largos ni a pies descalzos porque no suenan con plata o crujen con seda, y si se abren será para coger vuelo con la puerta y daros con toda g en los ojos. Que si Dios no tuviera los dos del rostro de su bendito Hijo abiertos y hechos dos arcos triunphales y puertas abiertas por donde entraran los justos, según


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aquello del psalmo [117]: Haec porta Domini, justi intrabunt per eam 1, harto trabajo tuviéramos donde tantas puertas se cierran si otras no se abrieran a un toque de un corazón humillado o a una voz de un gimido muerto.

  2.  Que por eso dejó Dios acá en la tierra tantos porteros como los sacerdotes que abran sin dineros a cuenta de solos deseos. Contra estas puertas dice Cristo que no prevalecerán las puertas del infierno 2. Que fue decirnos h que no hay puertas tan misericordiosas, tan llenas de charidad ni que en lo barato lleven la ventaja a las puertas por donde se entra en el cielo. Pregunto yo: para i el infierno ¿hay más de un camino? Y si muchos, ¿hay más de una puerta? ¿Cómo dice aquí Cristo que las puertas del infierno no prevalecerán contra las puertas del cielo? Digo que cuando para el infierno material o local no haya más de una puerta principal, pero para ir a dar a esa puerta hay muchos postigos y puertas falsas, que son tantas cuantas diferencias hay de peccados mortales en el mundo. El mundo tiene sus puertas, la carne las suyas y el demonio y cada vicio tiene diferentes postigos y diferentes modos de peccar por donde se va al infierno. Son muchas [172v] las puertas entre quien coge, oprime j y vecxa a los peccadores como en prensa y lazo para que no se les vayan. Estas puertas y estos vicios son los que Cristo dice que no prevalecerán contra la puerta del cielo, que es su preciosa sangre. Que es decir que, por muchos peccados que haya en el mundo, sobre todos ellos prevalece la sangre de Cristo y han de prevalecer las virtudes y los justos.

  3.  Volvámonos a nuestros prelados de quien vamos tratando. Y porque ahora tratamos de las penas de los súbditos y verdaderos religiosos, sernos ha fuerza tratar de algunos prelados k que, como puertas fuera de sus quicios y ellos apartados de aquello que Dios manda, los podremos comparar a estas puertas del mundo, que hemos dicho, no tan comedidas y bien criadas que hagan sus humillaciones a quien lleva recados de Dios, sino a quien les unta los quicios para que se abran de buena gana o a quien por llave de hierro trai l llave de oro. Pues digo que en el mundo, por nuestros peccados, presidiendo el demonio en algunas elecciones ha sacado prelados que son puertas, no quiero yo decir tanto que las llame puertas del infierno, sino prelados que con sus obras y palabras os darán una portada en los ojos con que os los quiebren. Que si ellos lo hacen para que no vean la poca luz que hay en ellos, no habíen menester, que bien tapada y encubierta la tienen y metida, como dice Cristo de algunos, debajo de medio celemín 3 para destaparla a quien les enllena las medidas de lisonjas y alabanzas, paga por cierto conforme lo que ellos venden. Que si son tan bajos como los mesoneros que venden la luz a medios celemines a los que van y vienen a tratar con ellos, bien hacen de pagarles con moneda tan baja.

 


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4.  Digo, pues, que éstas son puertas siempre cerradas para el justo, para el que trata de Dios y quiere vivir conforme sus aranceles, pero abiertas para los de la llave dorada. Estos son unos caballeros que en las casas y palacios de los reyes train unas llaves doradas y maestras, que por ser nobles abren y entran cuando quieren. Pues digo que hay prelados que son puertas sujetas y bien mandadas m a hombres nobles, principales según el mundo, que por traer palabras blandas, doradas y según el humor que gasta el prelado éste abre, entra y libra cuando quiere, parla y negocia cuando le parece. Y no me espanto, porque como [173r] a quicios les untan los cascos y no con el ungüento que descendía de la barba de Arón 4 ni con el aceite de la gracia que Cristo fue ungido 5, que como habíe de ser puerta de pobres para el cielo, fue necesario la unción la trujese y viniese de allá, porque acá no habíe caudal para abrirla.

  5.  Pues digo que las puertas de quien vamos hablando no vienen untadas con esta gracia, sino con la gotilla de aceite que Samuel ungió a Saúl 6, en pronóstico que su reino no habíe de ser perpetuo, sino que se habíe de acabar, pues una gota de aceite con que fue ungido por rey era de tan poca consideración y fácil de enjugarse. Así las dádivas, presentes y palabras con que los del mundo untan sus puertas para que se les abran con facilidad es cosa tan pequeña n todo lo que dan y pueden dar, que es una pequeña gota de aceite, pronóstico que sus reinos no son eternos, sino temporales, y sus prelacías muy breves, pues el aceite con que se ungen es gota de aceite que se seca, consume y acaba a vuelta de ojos. De suerte que quitándoles Dios las prelacías a estos tales con brevedad, por no hacer su officio como deben, cuando vuelvan a entrar por ellas los amigos que las o tenían abiertas las hallarán cerradas a piedra [y] lodo y puesto en su lugar un cherubín, como lo puso Dios en el paraíso para que en él no entrase el que con su peccado y desobediencia habíe cerrado las puertas del cielo 7. Qué de veces sucede y sucederá esto a muchos hombres que tenían puesta su gloria y felicidad en grande privanza y amistad con los poderosos: que se los quitará Dios de delante y en su lugar pondrá un prelado sancto, recto y justíssimo que con su justicia, como con cuchillo y espada, esté defendiendo la comunicación y trato de los malos, negándoles las tales puertas a quien con su mala vida cierra las puertas del cielo y vive en el mundo como otro Caín, ablentado, apartado y huido de la presencia de Dios 8.

  6.  Decimos más, que estas puertas dan sus vueltas, idas y venidas, se abren y se cierran haciendo ellas sus fiestas y comedimientos a los que entran y salen a costa de los quicios sobre quien andan. [173v] Así son los súbditos y éstas son las penas y trabajos que padecen. Que


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todo lo bueno o malo que el prelado hace ha de ser a costa del súbdito y de la comunidad en quien se sienta. Que eso debiera de querer decir David cuando dijo que había puesto Dios hombres sobre nuestras cabezas 9: que les habíemos de dar nuestras vidas, entrañas y salud para que ellos se huelguen y hagan sus comedimientos y cortesías a quien les pareciere, tiniendo, como puertas, la haz hacia fuera, digo las buenas palabras y el trato blando y amoroso con los seglares y gente de afuera, pero a la parte de adentro está el envés de la puerta. Quiero decir que para la gente de adentro de casa tienen reveses y vueltas que son necesario ángeles para los sufrir y llevar, no tiniendo para el trato común de los religiosos sino una punta de un clavo y una tabla por raspar o acepillar que os llevará los hocicos. Y todo esto se ha de sufrir y callar porque ellos son puertas y los pobres frailes quicios.

  Donde noto que toda la cortesía que le hace la puerta al quicial es darle una suela de zapato o un trapo viejo sobre que se rodee. Y no faltarán prelados, por nuestros peccados, que por todo el trabajo que el súbdito tiene en ser súbdito le quiera tapar la boca con su suela de zapato o por lo menos hacerle pago, y que le venga muy ancho cuando lo vista, con sus trapos viejos, hábitos y zapatos desechados. Todo esto es pena y padecer.

  7.  Tiene más la puerta: que si es de gente grave habéis de llamar a ella con mucho tiento, muy quedito y con las junturas de los dedos; y si diésedes golpes recio saldrá una voz de adentro en que os llamen descomedido y mal criado. Mirad si han de descalabrar la puerta, que es de madera. ¿Qué importaba, si adentro no responden, llamar con un canto o con un garrote? Pero el umbral sobre quien carga esta puerta, todos cuantos entran y salen lo pissan y ponen los pies encima como vienen de la calle, y aun se estriegan los pies en él y limpian el lodo; y no ha de haber quien [174r] diga: mirad, señor, que hacéis mal, pasá adelante. No, sino que tiniendo tantos padrinos que vuelvan por el golpecillo de la puerta no ha de haber quien vuelva por los umbrales.

  ¡Oh sancto Dios! Y qué verdad tan grande es ésta y tan clara se ve en el mundo donde vemos prelados que habéis de llegar a ellos con grande tiento p, tocar, llamar, hablar y tratar muy quedito, con mucha mesura y compostura. Guardaos no le habléis alto q, que os echarán noramala. Como yo propio vi a un religioso que, volviendo por su religión muy sancta y muy perfecta con harta mesura, se le antojó a un señor obispo que era cólera o que era recio llamar; lo echó noramala r fuera de su aposento y sala, habiéndole dado él grandes ocasiones, tratando y diciendo contra las religiones que ahora se reformaban. Y esto propio sucede en otros muchos prelados inferiores, a quien si les llegáis a informar o decir algo que a ellos no les está bien echan la


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culpa al modo de hablar o decir, como al golpe que se dio a la puerta. Mirad qué importa que si la puerta es de madera, como ahora decíamos, que llamen con un canto. Y si ellos son prelados de palo que no responden a lo que Dios manda y para que los quiere, ¿qué importa que llamen y den golpes hasta que salten las astillas? Que razón ha de haber para el prelado como para el súbdito, a quien lo juzgo como el umblar de quien decíamos denantes en quien se limpian los zapatos y todos ponen los pies y él ha de callar.

  El súbdito es el que no ha de tener lengua, el que no ha de hablar aunque le pisen la boca y en él y en su vida y honra se limpie quien quisiere los zapatos. Que esto debiera de querer decir san Pablo cuando dijo: Ut purgamenta huius mundi facti sumus 10. Purgamenta es lo que se pissa, lo que se desecha y arroja a la calle, las cáscaras y mondaduras de la fructa que se echa al muladar para que todos las pissen. Pues eso somos nosotros: que andamos pissados, hollados, ultrajados y maltratados del mundo, como las cáscaras que se desechan y como los umblares de las puertas pisados; y no hemos de hablar más que muertos, y así lo hacemos: Quia mortui enim sumus, et vita nostra abscondita est in Christo 11.

  8.  Y aunque todo el mundo vea padecer al justo de esta manera, no habrá quien hable o vuelva por él [174v] porque es umblar y quicio. Que, si la reverencia que tienen los infieles a los umblares y quiciales de las puertas de sus templos porque su dios Dagón lo hallaron despedazado y cortadas manos y cabeza s puestas sobre el umblar de la puerta, porque se habíen atrevido a dejarlo al lado del arca de Dios y del testamento, y sólo el cuerpo y tronco habíe quedado de las puertas adentro (1 Regum 12 5, n.º 3) t. Pues digo que, si por aquellos umbrares entendieran los súbditos de quien nosotros vamos tratando y los reverenciaran porque en ellos se hallan las manos de Dios y sus obras maravillosas, dándoles paciencia, sufrimiento, obediencia y verdadera resignación. Y también podremos decir que se halla la cabeza de nuestro Dios, porque, aunque son pies, todos juntos en comunidad, siendo aquellos pies de quien dice Esaías: Quam pulchri sunt pedes evangelizantium pacem, evangelizantium bona! 13, siendo pies hermosos de ellos se puede hacer cabeza. Que pies que tan bien pisan, que de ellos diga Dios lo que el sposo de su sposa: Quam pulchri sunt gressus tui, filia principis, in calciamentis! 14 -qué lindas pisadas y huellas dejas en el zapatillo que calzas, hija del príncipe-, sin falta debiera de ir bien vestida en esta ocasión, pues tanto agrado le dio la huella del zapatillo cuando por su particular adorno la llama hija del príncipe. Pues digo que hay tiempo que el súbdito y verdadero religioso calza y viste como obispo de pontifical y, como hija de príncipe, parece tan adornada su alma delante de Dios


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que sólo las huellas y pisadas que deja con los zapatos y con lo que en él es más bajo da extraordinario gusto a Dios. Y así digo que quien parece ante los ojos de Dios tan hermoso y agradable, aunque sea pies, puede ser cabeza y digno de ser respetado y tenido aunque sea pies, aunque sea huella, aunque sea umbral. A estos tales umbrales habíen de respetar no digo yo los cristianos, sino los infieles.

  9.  Religiosos sanctos y siervos de Dios, que sirven y llevan tales cargas como las que sobre ellos cargan y ponen prelados indiscretos que hacen más officio de hombres que de ángeles, que deben ser según el officio que tienen honrados y respectados, tenidos y estimados deben de ser; [175r] y los prelados que quieren ser adorados, tenidos y puestos en el altar de Dios, siendo ellos dagones, dioses falsos y prelados engañosos, esos tales teman, que cuando más seguros estén se hallarán sin cabeza y manos y echados del templo, y el cuerpo hecho tronco y palo por esos suelos. Quiero decir que les quitará Dios los officios por quien eran cabezas y les cortará las manos para que en nada tengan mano y los dejará hechos troncos y hombres particulares en quien nada haya que respectar, para que en ellos se trueque en muerte la pena y martirio que con su mala vida hicieron padecer a los súbditos.

 

 




a  ms. 67



b sobre los súbditos sobre lín.



c sigue de tach.



d por donde-montones sobre lín.



e por sobre lín.



f sigue de paño tach.



g con toda corr. de portada



1 Sal 117,20.



2 Cf. Mt 16,18.



h  corr. de decirlos



i corr.



j corr. de obrime



k sobre lín.



l sobre lín., en lín. da tach.



3 Cf. Mt 5,15.



m  sigue a unos tach.



4 Cf. Sal 132,2.



5 Cf. He 10,38; Heb 1,9.



6 Cf. 1 Sam 10,1.



n ña sobre lín.



o sigue allá tach.



7 Cf. Gén 3,24.



8 Cf. Gén 4,14ss.



9 Cf. Sal 65,12.



p  corr. de tiempo



q sigue com tach.



r ms. norabala



10 1 Cor 4,13.



11  Col 3,3.



s  sigue sobre tach.



12  Para nosotros, 1 Sam.



t 1 Regum 5, n.º 3 al marg.



13  Cf. Is 52,7; Rom 10,15: "Quam speciosi pedes evangelizantium pacem, evangelizantium bona!".



14  Cant 7,1.






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