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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [5] a EN QUE SE PRO SIGUE LA PROPIA MATERIA Y POR SEMEJANZAS SE DESCUBREN LAS PROPIEDADES DE LOS BUENOS Y MALOS PRELADOS, RESULTANDO SIEMPRE LO MALO QUE EN ELLOS HAY EN PENA Y MARTIRIO DEL SÚBDITO

 

  1.  Y pues el exemplo de la puerta nos ha dado ocasión para tratar con alguna propiedad las penas y trabajos de los súbditos, no será malo llevarlo adelante. La puerta, pues, digo que tiene otras muchas propiedades. Y una de ellas es que, si está fuera de su quicio, se vuelve y hace tan pesada que, cerrándola y abriéndola, cuando está en su lugar, un niño, cuando está fuera de ahí es tan pesada que ha menester tres o cuatro hombres para la rodear y menear, y al cabo ni cierra ni abre como debe, ni empareja con los lados del bastidor, sino que queda como puerta de pajar derribada. Lo propio tiene el prelado: que si está asido y pegado a su comunidad, amándola como Dios quiere y manda, este amor le hace hacer su officio con tanta facilidad que un niño, una falta muy pequeña y necesidad de poca consideración de los súbditos, le hará dar mill vueltas a la redonda. Y, si no, mírenlo en Cristo, que como Dios y Señor, puerta y cabeza nuestra, ¡qué de vueltas daba por el bien del hombre, cómo lleno de amor divino y celestial, ya predica, enseña, cura enfermos, ya resucita muertos, sustenta pobres y hace tantas y tales obras [175v] que muestra bien ser puerta en su quicio!

 


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2.  Eso quiso decir la esposa cuando dijo que tenía su esposo manos torneadas 1. Que fue decir que sus dos manos eran dos puertas divinas que se abren con grande facilidad y se tornan a abrir una y mill veces que el hombre las haya menester para entrar por ellas a su Padre. Torneadas, porque las cosas de cuadrado no se menean con esa facilidad; pero lo redondo y torneado con muy poquita industria se le hará dar mill vueltas. Sean, Dios mío, benditas tus manos que por mí tornearon esos cielos para que siempre den vueltas regalándome. Tornearon ese sol, luna y estrellas para que no cesen de influir sobre mí. Tornearon este mundo y lo hicieron redondo y tan fácil de menear, que si por mi bien y salvación fuere necesario trastornarlo todo y trastocarlo lo harías sin contradición. Pero no me espanto, Señor, que son todas éstas obras de tus manos y han de salir conforme el molde en que se hacen. Y pues tus manos son redondas, que se abren con tanta facilidad que basta que con devoción y corazón yo te pida lo que tienes en ellas, me lo darás. La causa de todo esto, Señor, es el amor, tu charidad inmensa, como dice san Pablo: Propter nimiam charitatem, qua dilexit nos Deus 2. La grande charidad que Dios tiene le hace andar tan ajustado a nuestras necesidades y querer y voluntad justa.

  Pero ¿qué diré, Dios mío, de los prelados de la tierra, viéndolos tan pesados, tan mezquinos y cortos en lo spiritual y temporal, sino que son puertas fuera de sus quicios? Prelados sin amor, sin charidad. Los cuales fuera de ahí habréis menester para alcanzar algo de ellos que vengan cuatro palanquines, que se busquen cartas y favores que os ayudenb a abrir su voluntad. Y cuando la hayáis abierto, se queda sin hacer encaje ni igualar con el bastidor, ni daros una pequeña parte de seis que le pidáis. Porque como el amor, que es el que ajusta las cosas, las condiciones y las personas, como éste faltó, quedóse todo desigual, desigualado el prelado del súbdito y el súbdito del prelado. Y quedando desigualados, digan qué bien puede tener la oveja [176r] sin pastor, sino muchos males, penas y martirios, que son las que vamos hablando con que vive el súbdito y verdadero religioso.

  3.  Otro trabajo y mal tiene la puerta: que si cruje o rechina ha de tener la culpa el quicio, si es chico, si grande. Y luego ha de venir el carpintero con scoplo y martillo a que lo pague el pobre leño de abajo la culpa que quizá tuvo la puerta por no salir derecha, por haberse torcido, por ser de madera verde o pesada. Díganme, por charidad, los que de esta gente que vamos tratando han explorado sus condiciones si esto que decimos es verdad: cuántosc súbditos pagan y han de pagar lo que sus prelados gruñen, rechinan, murmuran y hablan; el disgusto, la pena y la enfermedad que él tiene la ha de pagar el pobre súbdito y para remediallo ha de venir el capítulo, la corrección con scoplo y martillo, a oprimir al pobre súbdito porque el prelado


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dice que, por no andar ellos ajustados con su querer, tiene mill disgustos y desabrimientos, mill penas y trabajos que lo train inquieto y perturbado y que de ahí le nacen sus penas, disgustos y enfermedades.

  Y si bien se mirare, no es eso, sino que la puerta se torció. Torció el tal prelado su vida, inclinóse a cosas que no debía, es de d madera pesada, de natural terrible y de leña verde y condición verde de mozo, de liviano. Llano es que tal natural, tal condición, habíe de hacer vicio y resultar en él los males y trabajos que tiene. Pero como el obligado es el pobre súbdito, para que salga mártir perfecto y bien cumplido, tenga él la culpa y remédiese en él, que él llevará el premio. Que yo pienso que eso quiso decir David: "Pusiste, Señor, hombres sobre nuestras cabezas" 3. Que fue decir: así como acá el padre que hace mayorazgo a su hijo decimos que puso tantos mill ducados sobre su cabeza, pues eso dice David: Pusiste, Señor, sobre la cabeza de los súbditos y verdaderos religiosos hombres. El mayorazgo que heciste, las rentas que a tus siervos y verdaderos e religiosos les dejaste fue hombres sobre sus cabezas, fueron prelados que los agrumen y penen. Porque así como el mayorazgo del mundo son dineros, el mayorazgo de tus siervos es cruz y por parte ninguna la podían tener [176v] más bien pintada y dibujada que en prelados que son hombres puestos sobre sus cabezas.

  4.  Acá ¿no se procura sobre buenas heredades y fijas raíces poner los censos y tributos para que queden bien seguros? Sí. Pues eso hace Dios para que el mayorazgo del justo y del verdadero religioso, que es cruz, quede bien situado y puesto en cosas que no falte. Púsolo Dios en hombres y que éstos con sus trabajos y persecuciones a las cabezas de los súbditos acudan con sus rentas f y tributos. Que parecen estas rentas a las que ponen y sitúan los reyes en las puertas de las ciudades, porque allí pagan todos los que entran y salen. Y siendo las puertas de las religiones los prelados, en ellos, como en puertas, pone Dios las rentas de los súbditos, digo las cruces y mortificaciones g que por esa parte les vienen.

 

 




a  ms. 68



1 Cf. Cant 5,14.



2 Ef 2,4.



b  sigue ad tach.



c sigue prelados tach.



d  sigue el tach.



3 Sal 65,12.



e sigue justos tach.



f corr.



g ms. portificaciones






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