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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [10] a DE CÓMO EL PRELADO ES DEUDOR A TODOS SIN ACEPTACIÓN DE PERSONAS, Y DE LA SUAVIDAD DE SU DOCTRINA

 

  1.  Pedía Cristo a los hombres que fuesen perfectos y, quiriéndoles dar muestras y dechado de la perfectión que habíen de guardar, les puso delante de los ojos a su Padre, diciendo: Estote perfecti, sicut Paterb vester perfectus est 1; sed perfectos como vuestro [Padre] celestial. Que por


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la parte que tiene de ser nuestro padre, si nosotros nos tenemos y conocemos por hijos, debemos imitarle en lo que nuestras fuerzas alcanzaren y según se extendiere la sfera de nuestra actividad, ayudados con la divina gracia; y enpezando a sacar obras del Padre eterno [186v] y a ponérnoslas delante de los ojos, sacó el sol y los ñublados con quien alumbra el Padre Eternoc buenos y malos y llueve sobre justos e injustos 2.

  2.  A quien más de enlleno le coge la obligación de esta imitación es a los prelados, porque son padres y porque, como hemos dicho, son luces y nubes. Que parece en les haber dado Dios estos dos nombres y habiendo pedido fuesen perfectos como su Padre, fue decir que abran los ojos y conozcan sus obligaciones a buenos y malos, a justos y a injustos, según aquello de san Pablo: Omnibus debitores sumus sapientibus et insipientibus 3; a todos dice que son deudores, a los discretos e ignorantes. Eso tiene la fuente que está en medio de la ciudad, que a todos es obligada a dar agua, al pobre y al rico, al jumento d a beber y al rey que envía por agua. Así estaba prophetizado de Cristo: que habíe de ser una fuente patente a la casa de Jacob 4. Que fue decir no habíe de tener Cristo su doctrina retirada ni scondida, sino manifiesta para todos. Y así dice el mismo Cristo e: Yo en público he hablado, en el templo, en la plaza y sinagoga 5. Que fue decir: a nadie negué el agua de mi doctrina y gracia, con ella convidaba a todos los sedientos. En el día de la fiesta, cuando habíe más concurso de gente, y a voces clamaba diciendo (Ioannis 7, n.º 37): Si quis sitit, veniat ad me, et bibat, el que tiene sed, venga a mí y beba. Por eso prometía esta agua por Esaías sin dineros y sin trueco 6, porque nadie se escusase de la venir a recebir.

  3.  También fue ésa la razón por qué Cristo se ponía en medio de sus sagrados apóstolos cuando después de su resurrección les iba cargando de bienes y dones del Spíritu Santo 7. Y otra vez dijo que estaba en medio de ellos como el que sirve 8. No habla aquí de la mitad e igualdad según la distancia que tenía de cada uno de ellos según su sanctíssimo cuerpo, sino del amor y promptitud que tenía para servir dende el menor hasta el mayor y según las entrañas abiertas para dar a cada uno todo aquello a que se dispusiere sin hacer aceptación de personas.

  4.  Esto quiere Dios de los prelados: que en cuanto es de su parte sean soles que salen sobre buenos y malos y nubes que llueven sobre justos e injustos 9; que el faltar la luz al malo y el agua al sediento no sea él la culpa, no quiriendo ejercitar su officio con todos con igualdad, sino los súbditos que tiniendo ojos no ven y tiniendo sed no beben;


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que sean como el corazón en medio del cuerpo, que todas las partes vivifica, que sea como el estómago, que recibiendo toda la comida a todas las partes queda obligado a dar sustento. Que sea como la vid, que siendo su asiento y planta en el campo dice el Spíritu Sancto, en aquella comparación que hizo en ella [187r] de la buena mujer, que su abundancia la tenía in lateribus domus suae 10, en los rincones de la casa; que fue decir que si la vid en el campo llevaba su fructo, su abundancia, que era el vino y lo que de ella procede, no sólo está en la mesa del príncipe sino en los sótanos y bodegas más escondidos; la doctrina del buen prelado hase de hallar común para todos, para el grande y para el pequeño, para el que en público parece y para el que en secreto se esconde. Como el sol, que sazona la fructa que está encima de los árbores, y el oro y la plata f que está en las g entrañas de la tierra lo produce y purifica. De suerte que así como el sol y el agua en todas partes se entran donde los abren, y si les cierran las ventanas y tapan los condutos, no por eso se retiran, que el sol a la puerta se queda para entrar cuando le quiten el estorbo; y lo propio es el agua que queda rebalsada y alagunada sin detener su emanación de su fuente aguardando que le tornen a dar paso. Y esto propio ha de hacer el buen prelado. Que no porque el otro sea ingrato o no quiera su doctrina la [ha] de estorbar y dejarla de dar, sino que siempre de una misma manera ha de obrar, quedándosele a la puerta convidando con sus sanctas y buenas palabras; que si de golpe no entraren, Dios romperá resquicios por donde entre algo que ablande y convide lo poco a lo mucho, así como al dormido la poca claridad que le entró por las junturas de las tablas le convidó a salir de la cama, abrir la puerta y dar entrada a toda la luz en lleno.

  5.  Y el comparar el Spíritu Sancto a los prelados y predicadores a nubes que vuelan diciendo: Qui sunt isti, qui ut nubes volitant h super nos? 11, fue decirnos el cuidado que tienen de andarlo todo, de no pararse ni detenerse, como nubes i, quien no se dejan sobornar del jardinero del príncipe para que se detengan a más o mejor regar los jardines y güerta de su amo y los árbores y fructales de su señor, sino que pasan a regar la güerta y el sembrado del pobre y la haza y viña de la güérfana.

  También en aquella palabra que dice: que son nubes j que vuelan, noto otra cosa: que jamás las nubes que con esta priesa van agitadas del viento y aire de suerte que vuelen, apedrean, truenan o relampaguean. Y pienso es la razón porque los truenos, relámpagos y rayos se congelan y hacen en las nubes k muy condensados, y del grande fuego y calor que a ellas se recoge; pero cuando el aire sopla con tanta velocidad que lleva las nubes de una parte a otra, las esparce [187v]


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y desbarata y templa aquella parte cálida para que no haga daño el tal ñublado. Así veremos que en invierno, cuando los aires son más frescos y cuando las nubes más corren, entonces no hay ese peligro l de los daños que suelen hacer los ñublados, sino que con grande suavidad derraman su agua.

  Y en estas dos cosas de estas nubes, a quien fueron comparados los prelados y predicadores de quien vamos hablando, nos descubre otras dos propiedades que deben tener, según otras muchas veces hemos tocado. La primera, que la doctrina del prelado y del predicador no sólo ha de ser para con ella regar jardines de príncipes y sólo hablar sabiduría entre los reyes, sino que ha de ser agua de paso y nube que vuela, que no han de ser predicadores que dejen sobornar sus palabras y doctrina. Que por eso las llama nubes que vuelan sobre nosotros y no agua que corre por el suelo; que el agua que viene por acequias y condutos es fácil que el otro que madrugó tome su azadón y rompa la acequia y guíe el agua a su güerta y el que está a la postre se quede en seco. Lo cual no se puede hacer con las nubes, aunque se les pongan delante los puertos de Castilla la Vieja y las sierras más altas del mundo, sino que, como van por encima, por encima pasan y las igualan con el valle más bajo que hay en la tierra.

  6.  ¡Oh sancto Dios!, y cuántos predicadores y doctores son agua que van por condutos bajos, que el primero que llega con el scudo o doblón aquél lleva el acequia a su güerta, dejándole m en seco al que no tuvo dineros para detener el agua. Y si no, díganme por charidad qué es la causa que al pobre le faltan abogados, procuradores, letrados, consejos, pareceres y quien los defienda en los tribunales, sino que no madrugó a llevar el agua, como dicen, a su molino o no tuvo fuerzas y dineros para romper y hacer camino por donde fuese. Que si fuera agua del cielo de la que train y llevan las nubes super nos, sobre nosotros, que a todos los enparejan, es cosa muy cierta que no se estorbaran en la alteza de los reyes, acudiendo a las cortes la muchedumbre de los predicadores y la abundancia de la doctrina, sin haber quien enseñe siquiera las oraciones en el aldea [188r] y pueblo pequeño. Antes, por el contrario, vemos que, como en las sierras y partes altas los vientos son más recios, se llevan las nubes a los valles y partes bajas, y Dios y la naturaleza proveyó de esa admirable n disposición porque más es menester el agua en las tierras llanas y bajas que no en las sierras, porque en éstas sólo hay piedras y árbores infructíferos, y los sembrados, güertas y heredades están en las partes llanas. Así juzgo yo al prelado y predicador que es guiado del Spíritu Sancto, que pocas veces lo detiene donde no ha de hacer provecho por topar corazones hechos cuestas y pedregales, sino que los lleva a que descansen sobre los ­corazones humildes, que son los que dan a Dios fructo de ciento ­por uno.

 


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7.  La segunda propiedad que la nube tiene por ser nube liviana y ligera es el no apedrear, relanpaguear ni echar de sí rayos que maten, destruyan y pierdan lo que hay nacido. "No quiere Dios la muerte del peccador, sino que se convierta y viva" 12, no quiere que nadie sea afrentado ni ultrajado, sino que con amor y charidad sea aprovechado. Esa es la razón por qué hablando el sancto Job de los que le oían dice: Expectabant me sicut pluviam, et os suum aperiebant quasi ad imbrem serotinum 13. Y ha dicho arriba, en el propio capítulo, tratando de sus palabras: Et ros morabitur in messione mea 14; donde compara sus palabras a la lluvia suave y al rocío que cai en la noche sin struendo ni ruido. Y lo propio dice de Moisés (Deuteronomio, 32): Fluat ut ros eloquium meum 15. Extraordinaria cosa es la suavidad con que desciende el rocío y fertiliza la tierra y hermosea las hierbas y flores. Así estaba profetizada la venida del Hijo de Dios al mundo, dándonos a entender cómo no era a destruir, sino a fertilizar o. Y así lo hizo con su Madre, que dejándola virgen la dejó fecunda, entera y con mill gracias y hermosuras.

  8.  Así quiere Dios a los prelados, cuyas palabras sean como rocío y una mollizna que de las nubes suele caer, que toda se bienlogra y enpapa en la tierra sin que se corra y vierta como el agua de turbión y ventisquera, que decepando los trigos no sirve sino para irse al mar muerto, donde nada aproveche. De bien poco fructo son las palabras de los prelados arrojadizas, coléricas, atrevidas, sino de destruir y desedificar. Han de ser rocío suave, amoroso, delicado, que más se sienta el provecho que hacen que el ruido que train, como el rocío, que no se ve hasta que está sobre las hierbas y flores. Si fuera posible, así habíen de obrar los prelados, sin que los vieran y oyeran, acudiendo con tanta sutilidad a remediar las faltas de la comunidad p, que fueran como Dios, que sin destruir [188v] la naturaleza perficiona los individuos. Y aun esta misma propiedad tiene la luz que se derrama por todo el mundo y cada uno de los mortales la tiene sobre sus ojos en un momento, sin que delante de ella venga struendo ni ruido ni otros más mensajeros que unas nuevas strellas y luceros en el cielo.

  9.  ¡Qué lindos mensajeros, para que delante de la doctrina del prelado vengan a disponer los corazones de los oyentes, muchas virtudes que hayan precedido a sus palabras, muchas perfecciones que en el tal prelado hayan visto en medio del silencio de la noche! Cuando vino Dios a hablar con Moisés al monte Sinaí, primero se oyeron truenos, relámpagos, humo y una trompeta que asombraba y atemorizaba tanto que sin atreverse a llegar al monte pedían los hebreos que les hablase q Moisés y no Dios porque no muriesen 16. Y casi lo propio fue cuando se le mostró Su Majestad a Elías en aquella marea delicada, que delante de él venían postas y correos que atemorizaban de suerte que fue


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necesario se acogiese r Elías a una cueva 17. Entonces no habíe que espantar, que era Dios de venganzas y estaba muy ofendido y sus enojos eran grandes. La ley que venía a dar era ley de rigor, de asombro y temor, ley y yugo pesado, de quien dice san Pedro que ni él ni sus padres la pudieron llevar y sufrir 18. Pero ahora que tenemos ley suave, ley de amor y de charidad, ley que trayéndola Cristo lo que precede son unas lágrimas que en un pesebre derrama Su Majestad y unos sollozos amorosos, deben los prelados imitar a nuestro buen Jesús de suerte que, quiriendo introducir leyes en los corazones de sus súbditos, lloren ellos primero y giman y ablanden con sus propias lágrimas los corazones duros de sus súbditos, sin que primero vengan otras trompetas o truenos delante que más sirvan de atemorizar y descubrir la grandeza de su persona que no salutación suave con que obligue a Dios le dé gracia para salir con lo que pretende.

 

 




a  ms. 73



b ms. Parter



1 Mt 5,48.



c  ms. Eternos



2 Cf. Mt 5,45.



3 Rom 1,14.



d sigue que tach.



4 Zac 13,1: "In die illa erit fons patens Domui David et habitantibus Ierusalem".



e al marg. vide



5 Cf. Jn 18,20.



6 Cf. Is 55,1.



7 Cf. Jn 20,19.



8 Cf. Lc 22,27.



9 Cf. Mt 5,45.



10 Sal 127,3.



f  ms. pla



g corr.



h ms. volitan



11  Is 60,8.



i sobre lín.



j que son nubes sobre lín.



k sigue in tach.



l  ms. peligros



m corr. de dejándose



n sigue disposi su tach.



12 Ez 18,23.



13  Job 29,23.



14  Job 29,19.



15  Deut 32,2.



o  ms. fertilidar



p sobre lín., en lín. naturaleça tach.



q sigue Dios y tach.



16  Cf. Ex 19, 16-24.



r  sigue m tach.



17 Cf. 1 Re 19,9-13.



18  Cf. He 15,10.






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