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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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EXHORTACION 6

26 de setiembre

Trata de la obligación que el religioso tiene a perseverar en la virtud y las muchas cosas que a eso le incitan

1. Todo el bien del hombre en la vida perfecta consiste en la perseverancia, porque con ella en cualquier obra de virtud, por dificultosa que sea, cada día queda el hombre más facilitado, como lo quedan todas las criaturas en sus operaciones a después de largos ejercicios. Como lo vemos en el hombre hecho al trabajo, el caballo a la carrera y la puerta volteando en su quicio. Y, de lo contrario, no viene sino un resfriarse el hombre cuando cesa b y para, y mancarse el caballo en la caballeriza, y gruñir y rechinar la puerta que no se cerró. Y el siervo de Dios cuando, engañado de la carne y sensualidad, descansa, no le sirve sino de hallar mill dificultades cuando torna a querer llevar lo comenzado.

2. Ya amanecía cuando el ángel le pedía a Jacob que cesase en su lucha y él respondía [16v] debajo de juramento que no lo habíe de dejar hasta que lo bendijese 1. Cercano ha de estar el hombre a la muerte y al amanecer de aquel día eterno todo el mundo y cuantos en él hay le han de pedir e importunar cese en la lucha y pelea que trai contra el demonio, mundo y carne; y él no les ha de dar oídas ni hacer lo que le piden hasta que en la muerte, donde el cuerpo con la sepultura quedará cojo, quede él bendito de Dios en compañía de los bienaventurados. Que es lo que dijo aquella alma santa que mereció llegar a echar mano de este grande bien c: Tenui eum, nec dimittam, donec introducam eum in domum matris meae 2 (Can 3) d.

3. El norte siempre se está fijo, inmóvil, no obstante que las demás estrellas que están junto a él dan vueltas y más vueltas. Otras tantas ha de dar nuestra propia sensualidad y el mundo y demonio, nuestro adversario, y el spíritu y razón, como norte divino, siempre ha de estar fijo sin hacer mudanza hasta ver a Dios. Como dice David, psalmo 83: Ambulans de virtute in virtutem, donec videatur Deus deorum in Sion 3. Aquellas vacas que llevaban el arca del Señor a sus cuestas no volvían las cabezas atrás ni se detenían, aunque sus hijuelos encerrados balaban y daban voces 4. No lleva sobre sus hombros el arca del testamento ni el cumplimiento de la ley el religioso que, una vez ya cargado y puesto sobre sus hombros tantas obligaciones, vuelve la cabeza a los gritos y voces de sus pasiones, que por solo Dios gustó y quiso dejarlas cerradas, captivas y aprisionadas.

4. Una de las mayores lástimas que hay en el mundo, mis charíssimos hermanos, es ver los muchos que enpiezan y los pocos que acaban. «¡Qué de ellos —dice Cristo 5— son los llamados y qué pocos los escogidos!». ¡Qué de flores lleva un árbor, qué poquitos son los fructos que sazona! ¡Qué de fertilidad prometen los campos en la primavera, qué cortos son en los agostos y cosechas! Diez fueron los leprosos a quien Cristo dio salud y uno solo fue el que tornó a dar gracias a Dios. Nonne —dice Cristo 6decem mundati sunt? et novem ubi sunt? Non est inventus qui rediret, et daret gloriam Deo, nisi hic alienigena e.

5. Rhetorum scholae per totum fere orbem adolescentium gregibus perstrepunt, sed Tullianam fecundiam adsequuntur pauci, agunt f et fiunt oratores pauciores, clarescunt paucissimi. Tale quidem est religio, multitudo g inperitorum et peccatorum frequentat h ecclesias, pauci eius religionis mysteriis perfecti sunt 7 (B. Augustinus, De utilitate credendi, capítulo 7) i. Que parece se nos mostró esta miseria del mundo en aquella visión de Nabucdonosor, de quien dice Daniel, capítulo 2.º, que la cabeza era de oro, los pechos de plata, el vientre de bronce, los muslos de hierro y los pies de barro. ¡Qué buenos principios j tan válidos y estimados como el oro, qué apriesa va desdiciendo por tercios hasta dar en lodo! [17r] Miseria de nuestra fragilidad humana y cierto pronóstico de lo que cada día pasa. Cuando vemos los hombres en los principios de la virtud como aprovechados y, apenas han formado cabeza que oro pueda parecer, cuando los veremos desdecir hasta dar en el k cieno y ponerse del lodo, como si el oro primero l no tuviera su valor y el lodo fuera su cielo. A quien san Pablo lloraba con grandes veras scribiendo a los de Galacia, capítulo 3.º: Qui spiritu coepit, in carne consummatur 8; enpezar en spíritu y acabar en carne, grande miseria. Qué se puede aguardar sino que de donde un hombre no se piensa salga una piedra que, hiriendo su flaqueza, dé con ella en una nada y condenación eterna. Lo que también lloraba Jeremías, Threnorum 4: Filii Sion inclyti, et amicti auro purissimo, quomodo commutati sunt in vasa testea, opus manuum figuli! 9 Hombres de buena casta y bien nacidos, cubiertos con oro, y gente lucida, ¿qué ha sido esto, que os veo vasos de barro y piezas bajas, obras de manos de olleros? ¡Oh hijos de gente baja! Que es lo propio que Esaías decía, 1.º: Quomodo facta est meretrix civitas fidelis, plena judicii? Justitia habitavit in ea, nunc autem homicidae. Argentum tuum versum est in scoriam, vinum tuum m mistum est aqua 10. Son éstas las obras de los hombres, sus ingenios e industrias, sus tratos y ganancias, sus cambios y truecos: la fidelidad en adulterio y condenación n, la equidad y justicia en muerte, el oro en escoria y el vino en agua. Son éstos los milagros de los hombres, enpezar en virtud y acabar en el vicio.

6. No son éstos los bienaventurados ni los que en la casa de Dios se llevan el cielo y los premios eternos, sino los que perseveran y duran en la carrera hasta el fin. Así san Pablo encomienda esta virtud, Romanorum 13, diciendo: Induimini Dominum nostrum Jesum Christum 11. Y a los de Galacia, capítulo 3: Quotquot in Christo baptizati estis, Christum induistis 12. Ruega san Pablo que se vistan de Jesucristo y avisa cómo los que en Cristo se baptizan se visten del mismo Jesucristo. Vestirse alguna cosa es frasis 13 de la Scritura; es unirse con la tal cosa de suerte que de ella no nos apartemos. Así se entiende aquello de David: Fiat ei maledictio sicut vestimentum quo operitur, et sicut zona qua semper praecingitur (psalmo 108 o) 14. Et iterum operiantur sicut diploide confusione sua 15. Que es como si dijera: Jamás se aparte de él la maldición y confusión. Y de p Cristo dice Esaías: Erit justitia cingulum lumborum eius, et fides cinctorium renum eius 16. Que es decir que todas las virtudes estuvieron en Cristo inseparables. Y Job de los malos dijo: Qui oderunt te induantur confusione 17. Y así se entiende en este modo de hablar: induere Christum 18, induere novum hominem 19, induere armaturam Dei 20; vestirse y armarse de Cristo con perseverancia y de suerte [17v] que no se le caiga ni lo deje, sino que lo traiga siempre vestido y apretado a sí, como trai las vestiduras asidas y cosidas con su cuerpo con botones, corchetes y cintas. Y si tantico viene flojo, lo apretamos con la cinta para que, ajustado el cuerpo, más y mejor gocen todas las partes del propio vestido. De esa misma suerte hemos de traer a Dios y vestir a Cristo: que por todas partes lo apliquemos y peguemos a nosotros propios, que todas nuestras potencias gocen del mismo Cristo, sirviéndonos para este vestido, como de botones y corchetes, de actos, pensamientos y deseos.

7. Y pues que el mismo Cristo se vistió de nuestras necesidades y trabajos para mejor acudir a ellas, según aquello que san Pablo dice: Non habemus pontificem, qui non possit compati infirmitatibus nostris: assimilatum per omnia 21. Acá, cuando se corta un vestido, se toma la medida de pies a cabeza a la persona para quien es, o a la parte del cuerpo para quien se hace el vestido, para que ajuste y venga bien, de suerte que, si el vestido lo enllenásemos de paja o de otra cosa, es otro cuerpo semejante. Eso propio hizo Cristo, que tomó la medida a todos nuestros trabajos para vestirse de ellos y que saliese tan ajustada la compasión y piedad que de ellos habíe de tener, que viniese muy al cabal y que nadie tuviese trabajos que en Cristo no hallase q una compasión a su tamaño. Así vemos que, cuando Cristo iba acompañado de mucha gente y le llegó a tocar aquella mujer del fluxo de sangre, dijo: Quis me comprimit? 22 ¿Quién me aprieta? Y fue que la enfermedad y trabajo de aquella mujer, de que Su Majestad iba vestido, le apretaba r por venirle tan al justo el remediar las necesidades de los hombres. Desta misma suerte nos hemos nosotros de vestir de Cristo: que las cosas y obras que hizo por el hombre nos aprieten, de suerte que nosotros andemos ajustados, según nuestras fuerzas, a su agradecimiento y al dolor y tormentos que por nosotros padeció. Y si el vestido y el cuerpo para quien se hace han de ser semejantes y a una medida, que procuremos nosotros andar a medida y asemejados al mismo Cristo.

8. Dirá alguno: Hermano, antes parece que el vestido ha de ser y se ha de cortar y hacer a medida del cuerpo para quien se hace y no el cuerpo a medida del vestido que [18r] se hizo; y así parece que, si nos hemos de vestir de Cristo y el paño es Cristo, que este paño se ha de cortar a medida del hombre, y no el hombre a medida de Cristo, que es el paño y vestido. Respondo que a todo eso llegó la misericordia y benignidad de Cristo: a compadecerse de nuestra poquedad y flaqueza, y que el vestido saliese a medida de nuestras fuerzas. Y ésa es la razón por qué da para cada uno su cruz, y no la suya sino la que cortó y hizo a medida de nuestro tamaño, que es lo que antes hemos dicho, que a nadie da Dios más de lo que puede llevar.

9. Digo, lo segundo, que, en esto del vestirnos s de Cristo y de su cruz t, se ha Su Majestad como el hombre. Como se hubo con los hebreos u, a quien en tantos años no se les envejecieron los vestidos 23, de suerte que fue fuerza que, creciendo el cuerpo, creciese el vestido. Y así fue milagro de a dos: el uno no envejecerse y el otro, el crecer en el cuerpo del hombre. Esto, pues, hace Su Majestad con los suyos y que de buena gana se visten de Cristo crucificado, que es vestidura que no se envejece. Y como el hombre va creciendo en fuerzas, ánimo y brío en este camino para el cielo y peregrinación en la tierra, van creciendo los favores y la cruz de que le ha vestido, para que así los milagros y bienes que de Dios recibe sean doblados.

10. Digo, lo tercero, que, si un padre fuera de tanto poder que, cortando un vestido para su hijo, le dijera: «Ves aquí, hijo, este vestido; éste es tan grande cuanto tú lo quisieres ser en el cuerpo», ¿quién duda que en esta ocasión, a trueco de que el hijo fuera grande y bien entallado, que no cortaríe un vestido admirable, grande, bien hecho y de buen maestro? Y esto propio desearía el hijo. ¡Oh Dios sancto y amoroso!, que, deseoso de nuestro bien y que seamos grandes sanctos, primero nos cortas el vestido dándonos a tu benditíssimo Hijo, de quien nos hemos de vestir, asemejado por todas las cosas, pero vestido grande para que nosotros seamos grandes sanctos, dejando en nuestra mano, con su favor, el crecer a medida y semejanza del vestido. Vestido hecho de tal mano no hay dudar sino que el que procurase entallarse a su modo, que saldrá hecho otro Cristo crucificado.

11. Volviendo, pues, a nuestro intento, claro está que el vestido que nos viene bien y al justo nos dura mucho tiempo y, al contrario, el que nos es desproporcionado. ¿Por qué piensan [18v] que los malos no perseveran? Porque no están bien entallados según el vestido, están desemejados, y así déjanle buscando en el mundo paño de que vestirse conforme su cuerpo y tamaño, que bien viene hombre de mundo vestido mundano. Pero el justo ajústase a su vestido, que es Cristo, y Cristo al tamaño de su siervo, y así es vestido que siempre dura. Con el chico se hace Dios pequeño y, con el grande, grande, para que sean y valgan para en uno —como decía la esposa: «Mi sposo para mí y yo para él» 24—, causa de la duración y perseverancia del justo en las buenas obras.

12. Digo más, que el decirnos los sanctos que nos vistamos de Cristo, en ese modo de hablar nos piden perseverancia, dándonos a entender que ni por un momento es lícito parecer un hombre desnudo, que es fea y abominable cosa. De esa misma suerte no es lícito estar un instante sin Dios, causa por qué el mismo Dios por Jeremías dice a su pueblo: Prohibe pedem tuum a nuditate 25. Es cosa fea y peligrosa traer una doncella los pies desnudos y descalzos, por la honestidad lo uno y por las spinas y abrojos lo otro. Y también una persona desnuda y descalza es fácil de arromadizarse. Guárdate, pueblo mío que, como doncella tierna, te he amado y me has servido; guárdate ahora de traer los pies desnudos y descalzos, porque será cosa fea parecer de esa manera ante v las criaturas del cielo y de la tierra; y porque, desnuda de tus antiguos fervores y devociones, las ocasiones, que son peores que spinas, te punzarán y sacarán sangre, y serás muy fácil a cualquier viento de me ofender.

13. El pie dice que guarde de la desnudez, porque, así como los pies son los que arrastran por los suelos, son ellos los que llevan el lodo y cogen las bascosidades de la tierra. Dándonos a entender que los afectos del alma son los que debemos traer vestidos y calzados de Dios, de suerte que, aunque estén en la tierra y se hallen entre las criaturas, de ellas nada se les pegue. A cuya causa aquella mujer del Apocalipsi que vido san Juan 26, que representaba a un alma sancta, traía por chapines la luna, que es el astro celestial que más apriesa camina. Y, siendo redondo como una bola, como dicen los astrólogos w, puesto sobre la tierra, no tocará x sino en un [19r] punto, en quien jamás podrá tener reposo ni quietud, porque, como dice Aristóteles 27, vere rotundum in mere planum tangit punctum sine permanentia; que siempre rueda lo verdaderamente redondo en lo meramente plano. Pues decir que el alma justa ha de calzar de la luna, es decir la presteza y ligereza con que ha de pasar por las cosas de la tierra; y que en ellas, como quien calza la luna verdaderamente redonda, no ha de tocar sino en un punto, que es andar de puntillas sobre ellas y con ellas, que es vivir con mill delicadezas acerca de las cosas de acá. Como solemos decir: Anda fulano conmigo en puntillas, es decir que anda encontrado. Y así lo hemos de andar con las cosas de acá abajo, encontrados y de puntillas, haciéndoles puntas y trayéndolas debajo de los pies, tocándoles en un solo punto sin tener en ellas permanencia ni estabilidad, como decíamos de lo verdaderamente redondo sobre lo verdaderamente llano. También nos quiso dar a entender el Spíritu Sancto en esta metáphora que, así como el que calzara zapatos redondos y de bolas habíe menester gran tiento y cuidado para no caer y dar de buzas, de esa misma suerte el justo que vistiere y calzare la hermosura de las virtudes, significadas por la luna, tiene necesidad de abrir los ojos y mirar dónde pone los pies, no se le vayan y deslizando dé con ellos en tierra.

14. San Pablo, scribiendo a los de Efeso, en el capítulo 6 número 15, va vistiendo a un hombre de pies a cabeza y armándole contra los enemigos que en este mundo tiene. Dando armas señaladas para otras partes del cuerpo, al tiempo del armar y vestir los pies no le da nada, sino dice que se calcen en la preparación y meditación del evangelio: State ergo succincti lumbos vestros in veritate, et induti loricam justitiae, et calceati pedes in praeparatione Evangelii pacis 28. Pues pregunto yo ¿No bastaba para los pies la verdad, que es el cíngulo que se da a los lomos, y la justicia que se da por [coraza] al cuerpo? ¿Para qué envían a los pies a que se calcen en la preparación del evangelio? Digo que, así como los pies por andar por el suelo ronpen más zapatos que sombreros la cabeza y sayos el cuerpo, han menester los pies vivir cerca de casa del zapatero para que de ocho a ocho días le haga calzado, de esa suerte san Pablo viste y da cubertura de verdad y de justicia a las otras partes del alma, representadas en el cuerpo, pero, llegando a los pies, que son los afectos, los envía al evangelio a que, en su lección y preparación, los calce. Porque, como éstos son los [19v] que de ordinario arrastran el suelo, gastan mucho calzado y han menester tener el evangelio de Cristo, que es el que los viste y calza, siempre delante de los ojos, para que, renovando siempre nuestro spíritu, siempre estemos divididos y y apartados de las cosas de la tierra. Que es el calzado que Cristo da a sus discípulos: una verdadera renuciación y despego de todo 29; y junto con eso, un siempre velar para no tropezar ni caer 30. Y si el evangelio quiere a los escogidos tan pobres y menesterosos, bien de puntillas andarán sobre las cosas de la tierra y bien en un punto tocarán a ellas con calzado de desprecio de todas, tiniendo siempre cuidado de renovar calzado, porque con facilidad se ensucia y enloda en parte tan baja como la que huella.

15. A cuya causa dijo Cristo a sus discípulos en la cena: Qui lotus est, non indiget nisi ut pedes lavet 31. Estos pies, que son nuestros afectos, son los que de ordinario tienen necesidad de aguapiés, porque son pegajosos del polvo, de suerte que, estando limpias esotras partes, ésas son las que más a peligro andan y las que tienen necesidad de calzarse las manos y palmas de Cristo, como se las calzaron los apóstoles cuando les lavó los pies a sus discípulos 32. Que parece miraba David en espíritu tantos tiempos antes estas celestiales manos y palmas de Cristo puestas debajo de los pies de aquellos pescadores cuando para su seguro decía: Et statuit supra petram pedes meos 33. Ha fijado z mis pies y afectos en una piedra por apartarlos del polvo y del lodo. Y ¿qué piedra era ésta sino aquella de quien dice san Pablo: petra autem erat Christus?

16. Pues veamos en este calzado lo segundo que decimos: que nuestros pies han de tocar en un puncto. De suerte que, aun trayendo por calzado las manos de Cristo, ha de andar un hombre con grande cuenta, porque de estas divinas manos dijo la sposa que eran torneadas y redondas 34, para que no se fíe ni se arroje un hombre, que le parece y calza este bien, y que qué bien podrá tratar con las criaturas. Que esté advertido que con ellas sea muy escaso y de paso las comunique.

17. [20r] a Digo más, que cuanto es más preciado el calzado, más se ha de mirar dónde se ponen los pies. Pues, si el calzado son las manos de Cristo, con que gusta de lavar los pies a sus discípulos, razón será que tales manos no anden arrastradas ni las entremos en cosas que Su Majestad tanto dio de mano, como las cosas de la tierra.

18. Más, si este calzado es figurado en la luna, la luna es a quien la tierra y su sombra la eclipsa por estar tan cercana y en el primer cielo. ¡Oh buen Dios, y qué verdad tiene esto en un justo!, que sólo la sombra de las cosas de la tierra añubla, eclipsa y empaña su alma, que está y vive como spejo cristalino b. Gran cuenta, hermanos míos, que, si se eclipsa la luna, con estar en el cielo y tan apartada de la tierra, ¡cuánto más peligro tendremos nosotros que andamos sobre la c misma tierra d, no a su sombra sino a su presencia! Y así nos importa andar siempre calzados in praeparationem Evangelii 35.

19. A este calzado, de que vamos tratando, llamó David lucerna: Lucerna pedibus meis verbum tuum 36. El paje de hacha, que alumbra y quita estorbos para no tropezar, es e la palabra de Dios y su evangelio, para que, así como los dos ojos corporales que están en la cabeza sirven de dos centinelas puestos en una torre para que estos pies corporales miren do sientan y se afirman, de esa misma suerte sirve y hace officio la palabra de Dios de centinela y guarda, para que el hombre no caiga; la que primero avisa de los inconvenientes que un justo puede tener para que, siendo tropezón las criaturas, negocios, cuidados y riquezas, todas las renucie y dé de mano. Y si a los pies corporales dio Dios dos ojos y a los spirituales David habla de singular, diciendo: lucerna pedibus meis verbum tuum, dando una sola lumbrera, que es la palabra de Dios, es porque los ojos corporales pueden faltar y quebrarse el uno y así es menester quien sustituiga, pero en el evangelio y palabra de Cristo f unus apex et unum iota non praeteribit 37, ni puede faltar ni mentir.

20. Según esto, a su palabra la hizo Dios zapatos y calzado del justo. Y si gran cosa es haber dado Dios al hombre dos ojos en la cabeza, que le sirvan de hachas y antorchas para ver dónde pone los pies, por mayor se debe estimar el poner por ojos y luces en los pies del justo su palabra. Si nos parece que fuera de más consideración que estos ojos estuvieran en parte más superior, según aquello del [Eclesiastés]: Oculi sapientis in capite eius 38, que el sabio [20v] tiene los ojos en la g cabeza, que en fin cosa tan preciada y que con tan poquito polvo se ensucian, bien están arriba guardados y tapados, pero que quiera Dios en los pies h del hombre poner su palabra hecha ojos y antorcha encendida parece contra el orden y costumbre racional. Respondo que en eso echaremos de ver cuánto estima Dios nuestro bien y desea nuestro aprovechamiento. Pues lo que en el i hombre parece menos como son los pies, ésos los quiere tapar y cubrir con lo que en Dios es de tanta estima y valor como su palabra. ¿Qué diríamos de una señora que a sus sortijas de vidrio les hace vaseras y cajas de oro o de piedras preciosas sino que las estimaba y quería sobre el oro y la plata y que deseaba no se quebrasen? ¡Oh amor inmenso de Dios! que estime tanto los afectos del hombre, que son los pies del alma, de quien vamos tratando, que les haga fundas, cajas y literas sobre que anden de ojos, y éstos sean tan preciosos como su palabra; y todo para que no se quiebren, como las olas de la mar, dando sobre peñas y se vuelvan espuma vana, sino que enteros suban en alto hasta llegar sobre esa máquina de los cielos, donde está Dios.

21. Digo, lo segundo, que el tener el sabio los ojos en la cabeza, como dice el Spíritu Sancto 39, es para que, estando en lugar seguro, puedan acudir al servicio y menesteres de los pies, descubriéndoles, como hemos dicho, los malos pasos. Y lo propio es en esto que dice David llamando a la palabra de Dios antorcha de los pies del justo 40. Porque, siendo Cristo nuestra cabeza, en ella están nuestros ojos, que son su palabra para con ella calzar nuestros afectos y enseñarles el verdadero camino para el cielo.

22. Digo, lo tercero, que, si estos ojos corporales los puso Dios en la cabeza, es porque siendo de tierra miraban tierra y siendo corporales sólo perciben y miran cuerpos, y han menester estar subidos sobre ellos; y cuanto más levantados, más verán. De suerte que estos ojos fueron para las cosas de acá, pues vemos que para mirar al cielo es necesario levantar la cabeza, como de Cristo dice el evangelista 41 que elevatis oculis in caelum, etc. Pero los ojos que siempre han de mirar al cielo y descubrir los caminos de allá, no han de estar en la cabeza sino en los pies, para que, estando en bajo, siempre miren arriba. Y que, si los ojos corporales, que miran tierra, están en alto, los spirituales estén en bajo para que miren alto.

23. [21r] Digo, lo cuarto, y para esta razón quiero que notemos que el entendimiento del hombre es la cabeza del alma y la parte superior, donde están los ojos, y quien con sus discursos y razones enseña, alumbra y muestra al alma lo bueno y lo malo, lo claro y lo obscuro, blanco y negro. Y que, así como estos ojos corporales no les basta ser ojos para ver, sino que han menester luz y claridad para que ellos puedan percebir, porque en tinieblas son obscuros y en la luz y claridad son spejos cristalinos resplandecientes, de esa misma manera digo que el entendimiento del hombre por sí solo no es otra cosa más de tinieblas y obscuridad y que, para ver y conocer lo bueno y lo malo, lo cerca y lejos, es necesario tenga luz del cielo, sin la cual nada conoce de lo que le inporta. Esta j luz es la palabra de Dios y su evangelio. Y a eso vino Cristo, a alumbrar a todo hombre que viene por caminos tan obscuros y dificultosos, como los que hay en este mundo 42. Pues, para que el hombre sepa para qué se le da esta luz y esta palabra, dice David que de ella hizo Dios antorcha para nuestros pies k, para que sepa el hombre que el bien y luz que recibe del cielo es para pies, que son los que andan y caminan, para no estar parados, para que nuestros pasos sean largos y derechos; para que entienda que esta palabra que sirve de luz no es para quedarse en la boca del predicador ni en el entendimiento del curioso, sino para bajar a enderezar nuestros afectos, que tan torcidos quedaron por la culpa.

24. Recia cosa, cautela necesaria y grande cuenta debemos tener, con que a sólo Dios amemos y queramos de todo corazón, como dice Cristo 43, con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra alma. Que no habrá echarle dado falso en materia de amor, como hace acá el adúltero, que de día dice ama a su mujer y de noche ronda las calles ajenas. Porque, en materia de afectos y amores, la palabra de Dios l sigue nuestras pisadas y descubre nuestras huellas, porque Dios quiere todos nuestros afectos y que no puedan tener noche para se encubrir y hacer ficciones disimuladas.

25. Concluyamos este capítulo, pues esto último que hemos dicho nos viene a propósito de lo primero. Si para nuestros afectos no hay noche, sino que todo es día respecto que el sol que los alumbra es [21v] la palabra de Dios —de quien dijo [san Pedro]: Verbum tuum manet in aeternum 44; que es luz eterna, a quien no pueden escurecer tinieblas: et tenebrae eam non comprehenderunt 45—, luego, si nuestros afectos no tienen noche, que es la que se hizo para descansar y parar del trabajo, siempre quiere Dios ser amado, siempre quiere que el justo camine, siempre que persevere.




asigue quand tach.



bcorr.



1 Cf. Gén 32,24-27. 



csigue no tach.



2 Cant 3,4.



d Can 3 al marg.



3 Cf. Sal 83,8.



4 Cf. 1 Sam 6,10-12.



5 Mt 22,14.



6 Lc 17,17.



esigue rectorum tach.



fsigue es tach.



gsigue pec tach.



hcorr.



7 SAN AGUSTÍN, De utilitate credendi, 7,16 (CSEL 25,20): «Nonne videmus quam pauci summam eloquentiam consequantur, cum per totum orbem rhetorum scholae adulescentium gregibus perstrepant? Numquidnam inperitorum perterriti multitudine, quicumque boni oratores evadere volunt, Caecilii sibi potius, aut Eruci orationibus, quam Tullianis navandam operam existimant? Haec adpetunt omnes, quae majorum auctoritate firmata sunt. Eadem inperitorum turbae discere moliuntur quae a paucis doctis discenda recepta sunt: adsequuntur autem perpauci, agunt pauciores, clarescunt paucissimi. Quid? Si tale quiddam est vera religio. Quid? Si multitudo inperitorum frequentat ecclesias, sed nullum argumentum est ideo neminem illis mysteriis factum est perfectum».



i B. Augustinus-7 al marg.



jms. principio



ksigue lodo tach.



lsigue ya que pesa tach.



8 Cf. Gál 3,3.



9 Lam 4,2.



msigue versum est tach.



10 Is 1,21-22.



nms. condepnación



11 Rom 13,14.



12 Gál 3,27.



13 «Modo de hablar» (Covarrubias).



oms. 128



14 Sal 108,19.



15 Sal 108,29.



psigue Esai tach.



16 Is 11,5.



17 Job 8,22.



18 Cf. Rom 13,14; Gál 3,27.



19 Cf. Ef 4,24.



20 Cf. Ef 6,11.



21 Heb 4,15.



qms. nollase



22 Lc 8,45: «Quis me tetigit?».



rms. abretava



scorr.



t y de su cruz sobre lín.



ual marg. vide



23 Cf. Deut 29,5: «Adduxit vos quadraginta annis per desertum: non sunt attrita vestimenta vestra...».



24 Cant 2,16: «Dilectus meus mihi, et ego illi».



25 Jer 2,25.



vcorr.



26 Cf. Ap 12.



wsigue no tach.



x no tocará rep.



27 Cf. De Caelo, II, 3; De Anima, I, 3.



28 Ef 6,14-15.



ysigue oj tach.



29 Cf. Mt 16,24; 19,21; Lc 14,26-27.



30 Cf. Mt 26,41; Mc 13,33; Lc 21,36.



31 Jn 13,10.



32 Cf. Jn 13,4-5.



33 Sal 39,3.



zsigue en tach.



34 Cf. Cant 5,14: «Manus illius tornatiles».



amarg. derecho i 2



bsigue a tach.



ccorr. de ella



d misma tierra sobre lín.



35 Cf. Ef 6,15.



36 Sal 118,105.



esigue es tach.



fsigue unusus apez tach.



37 Mt 5,18.



38 Ecl 2,14.



grep.



hsigue poner tach.



isigue p tach.



39 Cf. Ecl 2,14.



40 Cf. Sal 118,105.



41 Cf. Jn 11,41.



jsigue pala tach.



42 Cf. Jn 1,9.



kcorr. de bies



43 Cf. Mt 22,37; Mc 12,30.



lsigue nos tach.



44 1 Pe 1,25: «Verbum autem Domini manet in aeternum».



45 Jn 1,5.






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