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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
EXHORTACION 7
Trata de cuánta estima sea esta virtud de la perseverancia y cómo nos la enseñan todas las criaturas
1. Paréceme, charíssimos hermanos, que, por haber tratado en los capítulos pasados a de la obligación que tenemos a perseverar en la virtud y en lo que hemos comenzado, me veo obligado, por ser cosa que tanto nos importa el hacerlo, a llevar adelante la plática, no obstante que ésta es doctrina y plática tan praticada que ni hay púlpito que no lo predique, libro que no lo enseñe y hombre ignorante que no lo sepa. Y con todo eso, no veo virtud tan menoscabada ni cosa más olvidada o menos favorecida. Y no sé por qué, pues es esta virtud de la perseverancia la que a todas las otras premia y quien las entra en el cielo, la que les da lustre y color, quien las hermosea y apoya, y sin quien todas las otras del hombre quedan muertas, olvidadas y como trigo a quien poco sirve el crecer en abril y mayo si en junio no grana b, y como el niño en el vientre de su madre, que, por no llegar al tiempo que la naturaleza tiene determinado, sale muerto y la madre sale cansada y sin fructo de tantos trabajos y pesares como tuvo engendrándole y trayéndole en el vientre. Siendo, pues, esta virtud de tanta inportancia y, por otra parte, tan quebrada entre los hombres, no enfadará el tratar muchas veces de ella, así como el enfermo que muchas veces recai en las enfermedades pasadas no se enfadará de oír al médico decir unos propios aforismos y ordenar unas mismas [22r] recetas y remedios.
2. Digo, pues, hermanos, que, aunque es verdad que todas las criaturas del mundo nos son maestras de muchas virtudes, a quien muchas veces en la Scritura nos envía Dios a que nos enseñen, de ninguna virtud, me parece, son tan vivos retratos como de la perseverancia. ¡Oh, válame Dios, si los que en la Religión hacemos officio de ángeles y tenemos los conventos por cielos, si en los unos y en los otros pusiésemos los ojos, qué afrentados quedaríamos cuando en nuestros officios pedimos y queremos descansar, cuando en nuestras obras cesamos, pues de los ángeles dice Cristo 1 que siempre están mirando el rostro de Dios y sin cesar dice la Iglesia 2 que le están llamando sancto, sancto! ¿Cuál —pregunto yo— de esos cielos ha parado después que Dios los crió? ¿Qué planeta, sol, luna o estrella se ha detenido y quedado? Que, si por particular milagro eso ha sucedido una o dos veces, ha sido porque el hombre persevere, y pase adelante en sus guerras y batallas y salga con las victorias y lleve los premios, como se vido en la guerra de Josué detiniéndose el sol 3 y en la enfermedad de Ecechías volviendo atrás 4. Pero, fuera de esas ocasiones, siempre y a cualquier hora los veo correr y volar por esos cielos de oriente a puniente, que parece cogen vuelo y carrera para ver si nos pudiesen llevar tras sí o, por lo menos, argüir nuestra tibieza y flojedad, dispertar nuestro olvido. Que parece en esto se han con nosotros como los padres que ven a sus chiquillos parados y hechos bobos mirando los juegos y juguetes de los otros muchachos: que, llamándolos y dándoles voces, se van y los dejan para que, viéndose atrás, alarguen el paso. ¡Oh sanctos cielos, que con esas vuestras influencias nos engendráis!, que, viéndonos olvidados de lo que tanto nos inporta como es nuestra perseverancia en la virtud y detenidos en los juguetes de la tierra, nos estáis dando voces y llamándonos os vais vuestro camino para c ver si alargamos el paso y imitándoos corremos tras la virtud hasta d llegar a la consumación. A imitación de aquellos animales que vido Eczechiel que volaban sin cesar hasta que en el firmamento oían una voz que les servía de sónito para batir las alas 5.
3. Diráme acá un religioso que eso es verdad, pero que, en la junta de aquellos animales, do iba el hombre iba el león, el águila y el buey, [22v] y que con tales compañeros bien podía perseverar en el trabajo. Pero que sólo echa de ver que la naturaleza del hombre es flaca, cansada y aun maliciosa, que cada momento se arroja con la carga. Respondo que muy bien se arguye. Lo propio digo yo, pero eso está muy bien remediado con tener en nuestra compañía al mismo Dios y puniendo a sus cuestas nuestras cargas, según aquello que él propio dice por san Matheo 6: Venite ad me omnes qui laboratis, et onerati estis, et ego reficiam vos; venid a mí, todos los trabajados y cargados, que con tal compañía el yugo quedará suave y liviano.
4. Esto bien lo haría el hombre si considerase que, demás de los ausilios que ha menester para el bien obrar, ha menester otra gracia para el perseverar y otros nuevos favores. Pero ¡ay! ¿qué digo? ¡Qué de religiosos se hallan engañados porque, viéndose algo aprovechados en la virtud, ya les parece que eso basta para conseguir los últimos premios y que, como el que ya encerró el trigo en la cámara se puede echar a dormir, lo propio puede él hacer! Causa por qué muchas veces, cuando dispiertan de su olvido, se hallan como los ricos que, durmiendo y dispertando, no hallaron nada en sus manos. Bien sería, mis hermanos, que advirtiésemos que esta virtud es virtud graciosa, que, por sólo quien Dios es, la da y concede a un alma. Causa por qué con mayor recato debía el hombre vivir con mayor temor y acuerdo para no se descuidar un instante.
5. Un hombre que entra a servir a otro y hacen escrituras de mancomún entre siervo y amo de que se cumplirá de una y otra parte para aquel año, puede este tal siervo descuidarse, que, según el concierto hecho, no lo echarán de su casa. Pero, si entrase a servir sin scritura y concierto e en su casa, ¿con qué cuidado viviría temiéndose no dure poco aquel beneficio, haciendo de su parte mill cosas para que dure tal compañía? Ea, mis hermanos, gran cuidado en las cosas de Dios, que no sabemos lo que durará esta perseverancia en lo comenzado, que es mera y pura misericordia de Dios.
6. Desta virtud, [23r] como hemos dicho, nos son buenos maestros los cielos y los ángeles, que con perpetua estabilidad están siempre anhelando para aquellos fines que fueron hechos. Diráme el hombre que esos maestros, en fin, son cielos y los ángeles son ángeles, y que él es tierra, polvo y ceniza 7; y que todas las cosas de acá abajo se envejecen y de un día a otro se truecan y mudan; y que él vive al tiempo y se muda conforme los aires corren f y las ocasiones se ofrecen. Vaya, oigamos al hombre, admitámosle lo que dice, bajemos el vuelo y busquemos quien más a ojos vistas le dé en los suyos con razones para sus sinrazones, de que por ser hombre y tierra quiera escaparse y decir que no es obligado a la perseverancia.
7. A quien, lo primero, respondo que el ser el hombre tierra en cosas de virtud él tiene la culpa, que cielo puede ser y ángel por gracia y piedra firme si esa tierra g de su flaqueza, de que él es hecho, la amasa con lágrimas y la cuece con fuego de amor y charidad, como hace el tejero, que de un poco de barro que el agua lo deshace hace él una teja para defensa de la propia agua. Pero si el hombre quiere ser y quedarse siempre hecho barro, polvo y ceniza apartado de Dios, él se tiene la culpa.
8. Digo, lo segundo, que, si los cielos son maestros muy subidos para nos enseñar esta virtud y los ángeles criaturas muy remotas, que será bien le demos otros maestros más manuales. Pregunto yo: puniendo nuestra lección y cátreda en las criaturas sensibles e insensibles de acá abajo, ¿qué pajarillo hay que ogaño cante de otra manera que cantaba antaño, o haga otros meneos, o vuele diferentemente, se levante más tarde por las mañanas a alabar a Dios, o se recoja más temprano h a reposar? ¿Qué gallo ha perdido la cuenta del velar a maitines, o qué gallina de madrugar al alba? ¿Cuándo se ha visto que las golondrinas falten el verano de nuestra Spaña, y cuándo las grullas y cigüeñas se detuvieron los inviernos? ¿Cuándo el jumento, por palos que le dé su amo, dejó de conocer el pesebre de su i casa j? O ¿cuándo el buey, [23v] porque le hacen arar, huye y se absenta de la casa del amo?
9. Y si estas bestias nos parecen que aun son muy discretas para maestros y que enseñan gramática que no entendemos, vámonos a los campos y pongamos los ojos en los árbores y preguntemos: ¿Cuál guindo o manzano dejó de llevar fructo porque cada año lo despojasen y quitasen k? ¿Cuál encina o vid, porque le cortan sus palos y sarmientos, deja de echar otro año otros renuevos? ¿Cuál almendro dejó de madrugar a florecer porque hebrero y marzo l le yelan las flores y le marchitan su hermosura? Pues no es razón que el hombre sea más mudable, pues son menos sus ocasiones. Que, si fructa lleva de buenas obras, él se las goza y para él son sus cosechas. Y si heladas y trabajos le vienen, todo es para que más afierre y con mayor fuerza fructifique. No le es de menos inportancia, sino de mayor sin comparación, pues vemos que todas las criaturas el perseverar en sus officios, fructos y cosechas es por sólo servir al hombre y darle gusto, entretenimiento y recreación; y el hombre es enderezado para solo Dios y para bien suyo, para alcanzar y tener una vida eterna y perdurable.
10. Notan mucho los sanctos por qué Cristo maldijo aquella higuera que halló sin fructo 8 cuando salió de Jerusalén 9 para Betania m. Y, como nota san [Marcos] 10, aún dice que no era tiempo de fructo. Y a esto se responde que, aunque es verdad que a la higuera se le tiene tiempo determinado para que lleve fructo, pero no al hombre, figurado en la higuera, en quien a Cristo se le representó la poca perseverancia que los judíos tenían en buscar y amar su bien y conocer al que tantos siglos antes les estaba prometido. De suerte que, tiniendo Dios tiempos señalados a las criaturas para que lleven sus fructos, al hombre para la virtud no le señaló tiempo, porque en todo tiempo la debe buscar y tener.
11. Digo, lo segundo, que Dios, que señaló a los árbores el tiempo en que habíen de dar sus fructos, es el autor de la naturaleza. Y así [24r] entonces, cuando Cristo buscó higos en la higuera, era tiempo de darlos, de suerte que el querer de Cristo es el tiempo en que lo habíe de dar y estar obediente a su palabra; y, por no hacerlo, la maldijo y se secó. Para que el hombre abra el ojo y sepa que, pues Dios quiere que siempre siga la virtud, siempre es tiempo de tenerla, so pena de maldición y de quedarse seco y sin fructo, que es lo que en la higuera estuvo figurado. Y ésta es la causa por qué tantas veces nos amonesta Cristo que velemos 11; y nos avisa que su venida es comparada a la del ladrón 12, para que siempre estemos apercebidos y siempre en vela, que no hay más razón n y seguro de o la segunda vigilia que de la primera. ¡Quién dijera que aquellas vírgines, que lo habían estado aguardando, no podían descabezar el sueño y reposar un rato pues tanto se habíe tardado! Y aquélla acertó a ser su desgraciada hora, en la cual por su sueño y descuido se quedaron fuera de las eternas bodas 13. Y aun por eso san Pablo 14 pide que siempre sine intermissione debemus orare; que nuestra vida ha de ser una continua oración, un llamar a Dios sin cesar ni intermisión.
12. ¿Qué hombre habríe en la guerra que, por estar hoy un poco más cansado que ayer, habiéndose hoy el mismo peligro, quisiese echarse a dormir quitándose de acuestas las armas? Y aun por ser la vida del hombre una continua guerra, en la cual peleamos con enemigos incansables, nos viste y arma san Pablo y nos ciñe de suerte que jamás depongamos de ellas, en el sentido que hemos explicado en la exhortación pasada: ¿qué quiere decir el traer una cosa vestida y ceñida?
13. ¡Oh hermanos míos!, y si Dios fuese servido, por quien Su Majestad es, de vestirnos de un brío y fortaleza inexpugnable, de hacernos tan nervudos como un David para la guerra, tan prudentes y discretos como una Judic, que p ni a David q le asombró los fieros de Goliad 15 ni a Judic el cerco de Betulia ni el ahogo y apretura en que los tenía puestos Holofernes 16. Dos fuertes capitanes que atemorizaban el mundo, el uno acabó a manos de un pastorcillo por falsamente confiado y el otro, a manos de una flaca mujer por descuidado. Bien les r fuera lo que ahora decimos a estos tales: que miraran y advirtieran que la guerra no quiere descuido ni admite presumción, porque muchas veces [24v] el contrario esconde su ira y enojo en un falso dissimulo, y aun en el aire que corre envuelve la saeta enarbolada.
14. ¡Qué de miserias y desgracias, así humanas como divinas, pudiéramos traer para confirmación desta verdad! Guerra es la nuestra, y no como estas corporales, pues, como dice san Pablo 17, no las traemos con contrarios visibles de carne y sangre, sino con invisibles, que nos ponen los tropiezos en las partes que pensamos más seguras. Capitanes somos los que vestimos hábito y profesamos vida más estrecha, contra quien se endereza lo fuerte del scuadrón contrario. No hemos de ir en la retaguardia, sino al principio, ubi fortissimum est bellum 18. Bien será que sin descuido nos apercibamos, como otro David, con báculo y piedras, que es la cruz de Cristo y sus llagas, puniéndolas en nosotros propios, y vistiéndonos de esta divina pasión; y que nos aparejemos, como otra Judic 19, entrando en nuestro recogimiento, donde con veras y espacio comuniquemos con Dios nuestras guerras y batallas. Y llenos de confianza en este gran capitán Cristo, podremos entrar en la batalla y esperaremos de ser fuertes, como otro Pablo, que todo lo podía en Cristo 20 y en él desafiaba a todas las criaturas y a toda la munición que contra él se le podía levantar, diciendo: Quis nos separabit a charitate Christi? Tribulatio? an fames? an periculum? 21; etc. No me harán volver el pie atrás todas las criaturas del mundo, aunque entren las del infierno y traigan consigo tribulaciones, hambres, desnudez, cuchillos, torres, altos y bajos. Siempre tengo de ser y vivir no en mí, sino en Cristo 22, que es el que todo lo puede y el que me conforta 23.
15. ¡Oh qué confusión tan grande para nosotros, quien apenas ha visto el enemigo venir haciendo tantico de ruido con las armas, cuando ya estamos caídos en tierra! Apenas se oyen las cajas y suenan los píphanos cuando, sin llegar a derramar sangre, ya no tenemos vida. ¡Oh sancto Dios!, fortalece mi flaqueza, anima mi cobardía, para que yo te pueda seguir con tu cruz sin pararme en las cosas de acá abajo; para que en las tribulaciones no desfallezca y en los trabajillos pintados de la Religión no acabe. [25r] Abreme, Señor, los ojos para que yo conozca las dificultades fingidas que están dissimuladas en tus preceptos.
16. ¡Oh si supiésemos, cuando fuéramos agraciados con palabras, que son palabras que el viento se las lleva! Afrenta sería si un hombre que se tiene por valiente, viendo venir un milanillo o pajuela por el aire, fuese huyendo a su casa a encastillarse en ella o echase mano a la espada para pelear contra él. Sería risa para quien lo viese volver la cabeza a cosas tan flacas. Más lo son, si en ello se repara, muchas de las cosas que a muchos religiosos que se tienen por valientes hacen parados y detenidos de lo que han comenzado. ¡Oh qué ridícula cosa s sería si el otro hermano se retirase en su celda por no encontrarse con el hermano que le dijo o puso la culpa; o, echando mano de su lengua, quisiese salir al encuentro a detener lo que quizá Dios permite para su mayor bien!
17. ¡Qué desgraciado ignorante sería el soldado que, no pudiendo dejar de ser soldado —y que su bien está en los despojos de la guerra—, porque el bizcocho es duro o el agua turbia, se saliese huyendo de entre los demás, sabiendo que el capitán general ha echado mando que muera el que huyere y se absentare! ¿Quién, habiendo ya hecho profesión de religioso, que es lo propio que soldado que ya no puede dejar de serlo, se ha de acobardar por más o menos comida, mejor o peor? ¿O, por ocasiones livianas, a no pasar adelante, sabiendo que todo su bien está en el fin, cuando se canta la gloria, y que hay bando echado que «el que volviere atrás no es apto t para el reino de los cielos» 24?
18. Diránme que no deja de ser religioso por parar, descansar o volver atrás por cuatro días. ¡Oh qué engañado vive este tal!, porque engaña a él y al mundo con el exterior disimulo de las aparencias de fraile, pero no puede engañar a Dios, que sólo se satisface de la verdad y ésta consiste en llevar adelante lo comenzado. La prueba es fácil y ordinaria. Religioso quiere decir atado 25. De este cabestro tira Cristo para que lo sigamos. Si yo me desaté para pararme y volverme atrás, no seré atado ni religioso.
[25v]