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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
EXHORTACION 9
Cómo el mirar el fin que se pretende en la
perfección nos hace aligerar y perseverar en la virtud y obras
que hemos comenzado
1. Es tan grande bien el perseverar en lo comenzado y el llevar adelante la virtud y perfección que una vez se ha pretendido, que, así como estos fines deseados que trai consigo esta virtud no los habíen de perder de los ojos los que caminan, tampoco a los prelados a y a los que amonestan no se les habíe de caer de la boca el tratarlo y avisarlo. Así como a los que caminan a parte donde aguardan algún bien siempre miran dónde van, siempre desean cerros, montes y collados donde descubran tierra y se vean algo más cerca del fin que desean, y siempre b tratan y hablan de cómo han de alargar el paso y no detenerse, de esa misma suerte los religiosos, que caminan para c el cielo, donde está Dios en compañía de sus ángeles aguardándonos para que sin fin le gocemos, su mira habíe siempre de ser allá donde caminan. Como un David, que, no viendo la hora del llegar, en cada una de las que el día tenía levantaba los ojos allá: Levavi oculos meos in montes, unde veniet auxilium michi 1; allá envío mis ojos donde me viene el auxilio, y d perseverancia [30v] en el viaje e. Oculi mei semper ad Dominum 2. Que, en fin, dende tal monte y altura mucho cielo se descubre. Y los hebreos captivos a Babilonia, descubriendo con los ojos del alma el alcázar de Sión y su sancta ciudad de Jerusalén, aunque vueltas las spaldas, sólo el acuerdo les hace derramar lágrimas al paso del corriente del río de Babilonia 3.
2. No quiero yo meterme ahora en tratar cómo levanta los pies del justo el acordarse dónde está su Dios, el buscar alas de paloma para más aligerar el vuelo f, el hacer juramento de no dar reposo g ni sueño a su cuerpo hasta verse en el lugar que conviene junto con su Señor y Dios de Jacob. Que así lo dice David, que de esto sabía. Y aunque en los campos olido había cuánto le inportaba ofrecerle a Dios un lugar decente donde él lo pudiese tener a mano, y así decía: Si dedero somnum oculis meis et palpebris meis dormitationem, donec inveniam locum Domino, tabernaculum h Deo Jacob 4. ¿Por qué en esta ocasión hace más mención de Jacob que de otro ningún patriarca? Podría ser fuese porque este sancto halló a Dios en los desiertos y campos cuando, huyendo de su hermano, pobre con solo un báculo en la mano y una piedra por cabecera, se le apareció Dios en aquella misteriosa escalera diciéndole mill consuelos. Y tantos que, luego al punto, pasada aquella visión, señaló y canonizó el lugar levantando en él una piedra y derramando aceite en ella y llamándole lugar santo 5. Pues llamarlo David Dios de Jacob cuando le buscaba lugar cual a entramos convenía, no fue otra cosa sino decir que juraba hacer vida y profesar pobreza y poco sueño, como otro Jacob, hasta topar a Dios un lugar cual él le deseaba para comunicarse con las criaturas, para enviar sus ángeles y hacer sus preguntas y dar sus respuestas. Digo más, que pudo acordarse de la lucha porfiada que Jacob tuvo con Dios toda la noche hasta la alborada 6, como en otros capítulos hemos dicho. Y así pudo decir en estas palabras: mucho deseo, Dios mío, teneros de asiento y de reposo en un lugar que estéis y viváis con las gentes; acordaos que sois Dios de Jacob, el que os detuvo hasta que de vos alcanzó lo que pretendía. Pues lo propio tengo yo de hacer: tengo i de luchar y porfiar, [31r] perseverar y no dormir hasta que yo os vea en este j lugar k.
3. Esto propio significaban aquellas l amorosas y encarecidas palabras m que en otro psalmo dice el mismo David 7: Sitivit anima mea ad Deum, fontem vivum 8; quando veniam, et apparebo ante faciem Dei? ¡Oh qué sed; oh qué deseos; oh qué ansias las que David tiene por llegar a la fuente de agua viva! Sus lágrimas dice que le son pan de día y de noche, deseoso de verse ante el rostro de Dios, particularmente cuando se acuerda dónde está su Dios 9. Como si dijera: Viendo, Dios mío, cuán lejos estoy de ti y tú cuán apartado de mí en esos cielos, y el mucho camino que me queda por andar, lloro y esas mis lágrimas me son pan de día y de noche.
4. Aquí hallo una dificultad en que siempre los sanctos han reparado, que es decir ¿por qué a las lágrimas las llama pan de día y de noche pues son bebida? Digo que para darnos a entender el efecto que en él harían las lágrimas, por eso las llama pan. La bebida antes relaja el estómago y enflaquece y disminuyen las fuerzas, particularmente si lo que se bebe es agua, como las lágrimas que David derramaba, que enflaquecen y debilitan la cabeza y derriban a un hombre por fuerte que sea. Pero en mí —dice David— no hacen eso, que no tienen efecto de agua ni de bebida, sino de pan que satisface, da fortaleza, ánimo y brío para proseguir lo comenzado.
5. En llamarlas pan de día y de noche, tuvo otro celestial misterio, y fue que el sustento de día del hombre es pan y el de noche es sueño. Pues dice David es tan grande el deseo que tengo ya de llegar donde vea el rostro de mi Dios que, pudiéndome detener en este camino el sueño y reposo, no tomo yo eso por sustento, sino pan; y no pan que tanpoco me pueda detener a mascarlo —que en fin el comer quiere reposo y sosiego—, sino pan que se beba en un momento, como el de las lágrimas. Y tanpoco ha de ser ese pan bebida que estorbe el estómago, sino una bebida derramada y un licor vertido, que para verter una cosa poco es necesario. Y así, Señor, procuraré yo cumplir mis necesidades con cosas tan pocas como es derramar lágrimas, para que más descargado y a la ligera llegue yo presto ante faciem Dei.
6. Esto propio es lo que pedía la esposa [31v], llena de estos deseos (Cant 8) n: Quis michi det te fratrem o meum p, ubera sugentem matris meae, ut inveniam te foris q, deosculer et amplexer te? 10 Oh Señor —dice—, y ¿quién te me diese hermano acá fuera, hermano chiquito y a los pechos de mi madre, para que yo te pudiese besar y abrazar? Si bien se advierte, esta petición es muy discreta y muy conforme a lo que vamos diciendo. En el capítulo segundo del mismo libro de los Cantares, en el número ocho y nono, ha dicho esta misma esposa de su esposo: Ecce iste venit, saliens in montibus, transiliens colles. Similis est dilectus meus caprae, hinnuloque cervorum. En ipse stat post parietem nostrum, respiciens per fenestras, etc. Dice la esposa que su esposo es ligero, que brinca y salta y para el correr nada le estorba, aunque sean montes y collados, porque es semejante a una cabra montés y al cervatillo hijo de los ciervos, que apenas ha nacido cuando ya es ligero como un viento. Pues, viendo la esposa qué tarda y pesada era ella para seguir pasos tan ligeros, y que tarde o nunca habíe de llegar a lo que tanto deseaba, vuélvese a su esposo y dícele: Quis michi det te fratrem? ¡Oh esposo mío, y si yo viese que érades mi hermano chiquito y puesto a los pechos de mi madre! Que fue decir: ¡Ah, Señor, y si yo os viese donde os alcanzase, donde no os me fuésedes ni huyésedes, donde me aguardásedes, donde os detuviésedes! Que todo eso tiene un niño puesto a los pechos y brazos de su madre, que los brazos le sirven de sogas que lo detengan y los pechos de golosina que lo entretengan, porque aun niño, si no estáis con todas estas circunstancias r, no me fío que os alcanzaré. El pedirlo acá fuera no fue otra cosa sino el haber dicho: En ipse stat post parietem nostrum, respiciens per cancellos; que en casa hay pared en medio que la estorban y detienen; hay celosías que la impiden. Afuera lo quiere, donde nadie le sea estorbo para asirlo y tenerlo. El desear besarlo y abrazarlo no es otra cosa sino desearlo ver hecho una propia cosa consigo misma, para que dondequiera que él fuere ella vaya y que, si él corriere, ella corra. Que eso es lo que también dice en el capítulo [uno]: Trahe me, post te curremus [32r] in odorem 11; llévame en pos de ti. Que es s decir: úneme contigo para que entramos corramos, que sola no puedo yo correr, pero junta y abrazada contigo, con tal junta y favor yo iré al paso que vos me lleváredes.
7. Digámoslo más claro. Esta esposa es un alma sancta que desea ver llegado el tiempo dichoso de la gracia que ahora nosotros tenemos y, viendo a Dios lejos apartado y allá en esos cielos ligero sobre alas de querubines, que corre y vuela y pasa montes y collados, que son los profetas y patriarcas, que aun no le da un alcance, velo detrás de esos cielos y como mirando por esas estrellas y planetas, mostrando en ellas su poder, grandeza y hermosura, vese lejos e imposibilitada del bien que desea, y dícele: Ah, Señor, y ¿quién te viese ya hombre, que eso es ser mi hermano, y hermano pequeño y puesto a los pechos de mi madre, la Iglesia? Y esto acá fuera, fuera de Jerusalén, en el monte Calvario, donde no haya quien me impida el llegar a ti. Acá fuera, fuera de la sinagoga, entre quien y las gentes está puesta una pared para que no lleguen, porque ése sólo es tu pueblo. Acá fuera, donde ya no haya pared ni estorbo, porque tú la derribaste t con tu pasión y muerte y heciste u de dos casas una 12, heciste v campo espacioso para que todos los hombres te busquen y hallen. ¿Qué hay que decir de estos deseos, mis hermanos? Spuelas son para no parar ni detenerse hasta hallar w lo que se desea, aunque sea x en las cosas más necesarias para el cuerpo, como son comer y dormir, como David, pues las quitaba por solo llegar presto donde estaba su Dios, y aunque sea y en los gustos de esposo y esposa, pues, tiniéndolo esta dichosa doncella, de quien hemos z ido hablando, por esposo, lo quiere por hermano, y hermano chiquito, con quien en nada se repara para lo besar y abrazar.
8. [32v] Lo propio nos descubre esta celestial esposa en las palabras que se siguen, que, por darse bien a entender en lo que tanto le inporta, no repara en decir a unas propias cosas por términos diferentes. Dice, pues, en el propio capítulo 8, números primero y segundo: Et sic nemo me despiciat. Apprehendam te, et ducam in domum matris meae, ibi me docebis, et dabo tibi poculum ex vino condito, et mustum malorum granatorum meorum. Hallándote yo, Señor, a los pechos de mi madre hecho mi hermano y acá fuera, besándote y abrazándote, nadie me despreciará, prenderte he y llevaréte a casa de mi madre, donde tú me enseñarás y yo te daré una bebida de vino aromático y b un c mosto y licor de mis granadas.
9. Fácil será el hallar todas estas palabras favorables a lo que vamos diciendo. Dice que, cumplidas las primeras condiciones de parte de su esposo, que quedará d honrada. Y yo no dudo que no hay mayor deshonra que verse un alma lejos y apartada de Dios. Que es lo que David tanto sentía cuando le decían e las otras naciones: Ubi est Deus tuus? 13, ¿dónde está tu Dios? Mostrábanle ellos sus ídolos y dioses falsos con el dedo y, dándole trato y cordelejo, le decían: Y tu Dios ¿dónde está?, ¿cómo no nos lo muestras? Y esto afligíale tanto a David que lloraba de noche y de día, considerando que él con el dedo no f les podía mostrar dónde estaba su Dios, por tenerlo tan lejos y apartado allá en los cielos. Pues eso dice la esposa: Señor, véate yo acá fuera hecho mi hermano pequeñito, de suerte que yo te abrace y prenda a los pechos de mi madre; y así nadie me desprecie, antes todos me honren en ver que tengo yo a los brazos de mi madre a mi Dios, que le echo mano y lo entro en mi casa.
10. Digo más, que esta honra que aquí aguarda esta esposa no sólo no se le sigue de las palabras antecedentes, sino de las subsecuentes. Así como si dijera: Apprehendam te, et nemo despiciat. Llano es que ser prisionero de un rey y captivarlo en buena guerra que es grande honra. Alto, pues, Señor, [33r] dése la guerra acá fuera. Y atento que en vuestra casa sois Dios fuerte y capitán de los ejércitos, vestíos de nuestra flaqueza, haceos niño chiquito, de suerte que yo salga con la victoria y os pueda prender y captivar y dar por cárcel la casa de mi madre, que es la Iglesia. Y atento que en la batalla que se dio en el monte Calvario fue con clavos, espinas y lanza derramando sangre —batalla que, aunque vos parecistes el vencido por morir en una cruz, fuistes el vencedor, porque en esa muerte convino que escondiésedes la fortaleza con que quitastes la vida a la propia muerte—, pero ahora, Señor, la batalla se ha de dar de otra manera, que ha de ser sin hierro ni derramar g sangre de parte vuestra, sino guerra y batalla de amores, en la cual os tengo de vencer, como otra Sísara h dando leche a [Yael] y adurmiéndolo en sus regazos 14, porque yo os tengo de dar un vino aromático, que es un entrañable amor y mi propio corazón, y mosto de granadas, que son muchas virtudes bien ordenadas. Y así, ganándoos yo en esta guerra tan justa y buena, que es la que vos en la cruz pregonastes, todos me honrarán.
11. Lo propio muestran las palabras que se siguen. Entraréte en casa de mi madre, y así nadie me despreciará, viendo que tengo el padre alcalde y a Dios hermano y hospedado en mi propia casa. Ibi me docebis, et nemo me despiciat; ahí me enseñarás y todos me honrarán. Así como los muchachos de poca consideración van a casa del maestro a aprender, pero en casa de los grandes y hijos de los reyes los maestros van a sus casas, y esto es grande honra. Y ésta es la que pide la esposa: que venga Dios hecho su hermano a su propia casa a la enseñar.
12. Ahí dice que le dará vino aromático y mosto de sus granadas. Que fue decir: Para que dure y persevere esta amistad, yo os daré una bebida de rico vino, os regalaré con un amor fino, que es lo que i vos queréis y deseáis. Que parece tiraba en otro sentido esto a lo que hicieron las hijas de Lot con su padre cuando, viendo quedaban güérfanas y sin sucesión, le dieron j vino, con que enbriagado, durmieron [33v] con él cada una su noche 15. Lo propio parece k que le sucede a esta esposa, en quien estaba figurada la sinagoga: que, viéndose güérfana y sin sucesión de hijos spirituales engendrados por gracia respecto de estar sola, desea a su padre y esposo tenerlo en su casa y darle a beber vino y mosto de granadas para lo enbriagar con un celestial amor, para que desta manera enajenado, en la forma que se puede decir de aquella Majestad antigua, duerman l juntos en el sueño de la muerte, cuando puesto en la cruz se le juntó la Iglesia y en ella tuvo y engendró m inmensidad de hijos. Y así nemo me despiciat; y desta manera nadie me deshonre. Porque antiguamente era grande infamia y deshonra ser estéril y no tener hijos. Así, juntándoos vos, Dios mío, conmigo en la cruz, que es la cama donde se junta la Iglesia con vos y donde se engendran y nacen tantos hijos que no se pueden contar, según aquello de Esaías: Generationem eius quis enarrabit? 16
13. Todos estos bienes, mis hermanos, alcanza el que persevera en el camino largo de la persecución. Alcanza a Dios, que es el bien que desea. Tiénelo por hermano, pues queda hecho tan a n su semejanza; y hermano chiquito o a los pechos de su madre. Porque a quien con tanta perseverancia camina, lo aguarda y espera para que, alcanzándolo, lo haga una propia cosa consigo. Y así quede honrado de ver tiene tan cerca a su Dios y el bien que tanto deseaba. Quede honrado por ver cómo, ayudado del mismo Dios, su buena perseverancia en esta reñida guerra se lo p ha dado por prisionero y captivo, para que, como dicen, esté a su mandado, según aquello que el alma sancta dice en los Cantares: Dilectus meus michi, et ego illi 17. Quede honrado por ser enseñado acá abajo y en lo secreto de mi corazón, enviándole cada día nuevas inspiraciones y dándole luz abundante. Finalmente, quede honrado dándole vino, que es el corazón. Que no es pequeña honra del justo que Dios quiera recebir y estimar nuestros presentillos y con ellos, como olvidado de su grandeza, quede enbriagado, haciendo junta con esta alma. Y así [34r] tenga sucesión de pensamientos y de buenos propósitos, quitando de su casa la infamia que consigo trai la esterilidad.
14. ¡Oh buen Dios, y qué de cosas trai consigo el perseverar! ¡Qué de infamias quita, qué de honras acarrea, qué de cabezas corona q! Razón me parece tengo en decir que jamás un siervo de Dios habíe de quitar los ojos de estos fines deseados, y de verse cada día adelantado y subido sobre los montes altos de las virtudes, donde se ve r este summo bien. Estas habíen s de ser siempre nuestras pláticas y conversaciones: de cómo habíemos de ir adelante y no pararnos; de cómo habíemos de quitar estorbos, allanar caminos y desembarazarnos de todo lo de acá abajo.
Dénos Dios gracia para tratar en este capítulo en particular de las cosas que nos pueden detener, y para poner espuelas al tibio y flojo para que ande y se dé priesa, etc.