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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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EXHORTACION 14

Cómo, por no perder el summo bien que un religioso alcanzó dejando el mundo y entrando en religión, debe siempre perseverar en la virtud

1. Parece que el tratar en tantos capítulos de nuestra perseverancia y perseverar tanto en estas pláticas, presupone dos cosas: la primera, el grande bien que alcanzamos cuando salimos del mundo y entramos en religión, que parece ya no hay de ahí dónde pasar, pues a nos contentamos con la perseverancia en ese bien; y lo segundo, parece que suponemos grande miedo y temor de parte de nuestra naturaleza, pues tantas veces es necesario avisarla no se canse ni desmaye en el camino de la virtud. En entramas cosas presuponemos verdad.

2. En lo primero, que es un summo bien sin otro igual el habernos Dios apartado del mundo y habernos hecho de su pequeña manada, no hay quien lo dude, porque querer probar esa verdad fuera escribir un libro de los bienes de la religión y de la dicha y felicidad del que los goza. Oh buen Dios, descúbrelos tú, dalos a entender y conocer a los hombres, siquiera a los que ya una vez los han abrazado, para que no los dejen ni de ellos se aparten b hasta que los truequen por los eternos. ¡Oh, mis hermanos, quién podrá decir lo que es cesar en las cosas de la tierra para obrar en las del cielo, quitar el cuerpo para que se exercite el alma, desnudarse del mundo para vestirse de Dios! ¡Qué hacen los sanctos de dar nombres y apelidos a la religión, [47v] los cuales primero quedan cansados que satisfechos porque siempre les parece que queda un plus ultra que Dios tiene que descubrir al que pasare adelante! ¡Qué hacen de dar nombres a los verdaderos religiosos, y siempre les c parece que les queda qué subir! Y tienen razón, porque la gracia que Dios puede dar, que es la que hace y constituye al hombre en el tal estado, no tiene fin ni término, porque aún hay mayor gracia y a Dios le queda más que dar. De suerte que, cuando a un verdadero religioso lo llamemos ángel por la obediencia y rendimiento que tiene a su prelado para hacer lo que le mandare, como los spíritus divinos que siempre miran el rostro de Dios 1 aguardando los enpleen en misiones y mandados; cuando los llamemos seraphines y cherubines por estar inflamados de amor de Dios y por la sabiduría y sciencia verdadera que tienen de Dios, siempre pueden subir y ascender a lugares más altos, porque d el tesoro de la gracia a eso llega y aun pasa, de subir a un hombre sobre los choros de los ángeles.

3. No lo probemos e con lugares ni testimonios que eso nos enseñan, pues allá está encimada y encumbrada la Virgen. Y así se entiende de los dos Juanes, llenos de amor y ciencia. Sólo quiero decir una particular revelación que tuvo el bienaventurado fray Nicolás Fator f, religioso de la orden de San Francisco g, del beato padre fray Luis Beltrán 2. Quedóse en su entierro este sancto arrobado y, estando en esta elevación —donde sólo el alma es la que ve y oye cosas secretas de Dios—, le oyeron hablar algunas palabras truncadas en que de en rato en rato decía h: Ludovice, ascende sursum. Y tornaba a cabo de otro poco y decía: Ascende sursum. Y así estuvo por un grande rato repitiendo i estas palabras: Ascende sursum. Lo que yo entiendo del uno y otro sancto fue que, como fueron tan grandes amigos en la tierra j, acompañando el cuerpo del fray Nicolás al de fray Luis en la tierra, quiso Su Majestad su alma acompañase también a la de su amigo en el cielo para que viese el recebimiento que se le hacía. Y así, desencuadernado aquel celestial espíritu de fray Nicolás de su cuerpo, dejándole hecho un retrato de la muerte, se voló el alma al cielo y, puesta entre k los ángeles y espíritus divinos, decía él lo que ellos decían cuando aquella alma dichosa llegase a su morada: Luis, subid arriba. Y lo propio que decían los ángeles, decían los arcángeles cuando a ellos llegaba. Y el oírse tantas veces ascende sursum es que siempre, por mucho que subía, tenía más que subir. Habiéndose en esto l como cuando entra una persona de título en un auditorio o comunidad donde hay muchos sentados, que cada uno lo toma de la mano y dice: «Suba vuestra señoría arriba»; «arriba está su asiento», dicen otros. Y él, contentándose con el más bajo, [48r] en cualquiera se quiere quedar, pero todos le dicen: «Arriba, señor, que no es éste su asiento». Esto propio le pasó, al parecer, a este sancto: que m quien tan bien subió en la tierra en el officio y estado de verdadero religioso, suba también en el de la gloria. El oírse solamente las voces de Nicolás en esta ocasión debiera de ser por el eco que hacía la voz de su alma en su cuerpo, y por ser intérprete de las voces de los demás ángeles, que nosotros por no ser spíritus no las podíamos oír.

¡Oh qué estado el de verdadero religioso, si bien se considera! Estado, que puede un hombre subir tanto. Estado que, por mucho que haya subido, le podemos decir: Ascende sursum. ¡Dichosa tal criatura! ¡Dichoso tal hermano! ¿Qué otra cosa se le puede decir n a este tal que tan grande bien alcanzó sino que suba más arriba? Que no se contente con ser ángel en la gracia, seraphín en el alma y cherubín en la sciencia, sino que suba más y más. Y tanto cuanto perseverare, tanto tiene que subir y que granjear.

4. Cuando un religioso pide nuestro sancto hábito, lo pide con unas palabras que descubren o bien la grandeza de lo que pide y pretende. Diciéndole el prelado qué es lo que quiere, responde él que la misericordia de Dios. No supo darle otro nombre ni apelido, al dejar el mundo y llegarse a Dios, que llamarla misericordia de Dios, porque en ésa están escondidos los tesoros y riquezas de Dios. Esta es la que engendra, pare y produce todos cuantos bienes los hombres gozan. Y no la llama misericordia a secas, sino misericordia de Dios, en que muestra que ésta no es de las misericordias pequeñas con que Dios da bienes de la tierra o algunos ordinarios mejoros, sino una misericordia inmensa. Como acá solemos llamar montes de Dios por ser grandes, esta misericordia por ser grande la llamamos de Dios.

5. Pues esta misericordia y este bien tanto nos dura cuanto dura nuestra perseverancia. Veámoslo en lo que dice David, psalmo 65: Benedictus Deus, qui non amovit orationem meam, et misericordiam suam a me 3. Veamos las dos cosas que David puso que corrían a las parejas: mi perseverancia en la oración y la p misericordia de Dios q; y por entramas le da gracias y lo bendice porque le dio a perseverar y de ahí se siguió el acompañarle su misericordia. Luego, según esto, si el ser verdaderos religiosos es misericordia de Dios y ésta anda acompañada con nuestra perseverancia, en tanto durará lo uno cuanto durare lo otro. Luego bien es que esto sea lo primero que se presuponga para pedir nuestra perseverancia, que el bien que gozamos es el mayor y más inmenso que se puede imaginar. Y así, hermanos, quien tal tiene, a quien tal cosa ha concedido Dios, [48v] bien es que una y millares de veces sea nuestro thema: perseverancia, perseverancia.

6. Pregunto yo, si el rey diera a un hombre todas las horas del mundo mill ducados de renta con condición que no se durmiera, ¿quién duda que no procurara tener a su lado muchos que le hablaran, dispertaran y tiraran de la capa, y a todos se lo agradeciera, por no perder su rentilla? Y, si no, mirémoslo en aquellas vírgines locas, a quien, por dormirse y descuidarse, no tuvieron aparejo en sus lámparas, por cuya causa se quedaron fuera de las bodas 4. ¿Qué dieran por tener uno y muchos dispertadores a la cabecera que siempre les dijeran r que velaran? No nos importa a nosotros, mis hermanos, nuestra perseverancia en la virtud, estado y officio que hemos tomado, mill ducados de renta cada hora, sino nuevos aumentos de gracia cada instante, a quien en la otra vida le corresponden otros nuevos grados de gloria, que no tienen precio ni hay cosa con quien se puedan apreciar. No nos importa menos que entrar a las eternas bodas y no quedarnos fuera entre los reprobados. Pues, si esto es así, perseverancia, perseverancia y velar. Nadie se duerma, cebar la lámpara, atizar el candil para que siempre arda y siempre tengamos luz.

7. ¡Oh qué necio sería el que dejase pasar el día holgándose en la venta, comiendo y bebiendo, y dejase llegar la noche para hacer su jornada cuando era fuerza venir el sueño, errar el camino y tropezar mill veces! Así vemos que los discretos, en saliendo el sol, salen ellos para juntos andar su jornada, que es buena tal compañía, tal luz y compañero. Así, pues, dice Cristo: Ambulate dum lucem habetis, ne tenebrae vos comprehendant 5. Nadie emperece, todos a la jornada, que corre mucho el sol y, si se absenta, se apoderarán de nosotros las tinieblas. Que en ese término y vocablo parece que da a entender que la noche es señora de nosotros y nosotros le estamos sujetos. Y lo propio dice Cristo en las primeras palabras que dieron fundamento a todas estas exhortaciones: Qui sequitur me, non ambulat in tenebris, sed habebit lumen vitae 6. El que se va en pos de mí, que soy s sol de justicia, cuando yo lo llamo y dispierto con una y mill inspiraciones, no andará en tinieblas —que es propio de los que no van en mi compañía, sino quedan atrasados en el mundo—, pero tendrá lumbre de vida.

8. Hartas explicaciones hemos dado a estas palabras, pero digamos t [49r] ahora que esta lumbre viva es una lumbre que no se apaga ni puede apagar. Porque hay otras lumbres, como éstas de acá abajo, que son lumbres u muertas, en cuya comparación podríamos decir que el sol es lumbre viva que no se apaga, no es menester encenderlo a las mañanas porque v a la noche se apagó, no es menester quitarle el pabilo gastado ni atizarle la torcida. Algo de esto nos descubre la luz de vida o luz viva que Cristo promete a quien le sigue y no se aparta de él, porque Cristo, que es de quien un alma recibe luz, es luz verdadera, como san Juan dice 7. Todas las demás luces son representaciones y pinturas de esta luz. No es Cristo luz que tiene necesidad de cebarla con nuevas obras de charidad, de amor o de otros ejercicios sanctos. Dende el instante de su concepción estuvo aquella sanctíssima alma llena de infinitos grados de gracia, sin que admitiesen aumento o diminución por ser gracia infinita. No era luz que se podía morir, porque era Dios verdadero, impecable y, en cuanto hombre, sancto y puro. Luego gran cosa es seguir a quien es luz que no se puede apagar, ni vientos ni aires de persecuciones o trabajos la pueden enflaquecer.

9. ¡Qué de veces ha sucedido llevar acá un hombre por luz y guía en el camino de la virtud a otro hombre, el cual, por no ser luz verdadera, se ha w apagado y quedádose el maestro y discípulo a buenas noches! Pues ¿qué si dijéramos de los x que siguen el mundo y sus fueros, a quien sus semejantes llaman soles y lunas? ¡Qué de veces, a vueltas de cabeza, se hallan en tinieblas y obscuridad, porque son luces muertas en vida! Y, si no, véanlo cuántas veces la salud y la hacienda que el otro tenía por sus luces y candelas, le han sido lumbres para sólo quemarle las alas; y quien de antes con la honra ordinaria volaba, ya cayó en tierra, donde chamuscado no se pudo levantar. ¡Oh con qué facilidad se apagan todas las luces de acá abajo y aquellas de quien la afición humana llama lumbres de mis ojos! Y apagadas ¡qué tristes y melancólicas quedan en tinieblas y!

10. Seguidme —dice Cristo— los que pretendéis ser mis discípulos, seguidme con perseverancia, que os digo de verdad que, mientras fuéredes pegados a mí, no os faltará una lumbre viva, una luz eterna, clara y sin sombra, en quien, como en [49v] claro espejo, os podréis mirar y enmendar vuestros defectos. Acá llamamos lumbre viva aquella que da de sí grandes resplandores y no os podéis llegar a ella sino gozarla dende fuera. Pues esto tiene Cristo, que fue lumbre viva que echaba de sí grandes resplandores —como quien lo era del Padre, como dice san Pablo 8—, resplandores de que gozaron dende afuera los z pastores y gentiles, viniéndole a buscar a un pesebre 9. ¡Oh qué luz tan viva, pues, cuando los judíos piensan que ya está apagada en la cruz con tantas ignominias y afrentas, entonces tiene tales resplandores que alumbra a a los ciegos y da vida a los muertos! Y cuando los judíos lo ven en un sepulcro y con una losa encima y bien guardado, temerosos de que tal fuego no emprendiese su sinagoga, entonces sale con una luz, luz tan clara que es bastante para alumbrar a mill mundos que tantos hubiera.

11. Es luz viva que dende fuera se ha de gozar. No hemos de querer estos resplandores palparlos con las manos. Dende afuera creerlos y reverenciarlos. Dende afuera se gozan porque dende el cielo nos alumbra e inspira. Dende afuera porque, aunque es verdad quiere que le sigamos, no hemos de entender que esta secuela ha de ser alcanzarlo ni dar pasos tan largos y correr con la ligereza que Su Majestad corrió, que eso ya fuera soberbia y presumción. Seguirlo se entiende como cuando yo salgo de la posada al salir el sol, que todos salimos a una, pero el sol anda como sol y como solo y yo ando con esa luz como hombre, cada uno a su paso. Este ha de ser el modo que hemos de tener de seguir a Cristo, que salgamos de la posada de nuestras flojedades y perezas cuando él nos llama y, como sol y solo, nos sale con inspiraciones en lo secreto del corazón; y que con esta luz caminemos tras él, él como Dios y nosotros como criaturas suyas, él como maestro y nosotros como discípulos, él como gigante que sale bien dispuesto a correr su camino 10 y nosotros como saetas que salimos de su aljaba 11. Que le sigamos, es decirnos que, cuando Su Majestad sale en mi [50r] alma, salga yo tras él, que no me quede en la posada ni en el regalo, sino que, siguiéndolo por los propios caminos, vaya por el de la pobreza, humildad y mansedumbre y por los demás donde él dejó impresas sus huellas y pisadas. Que lo sigamos y vamos en pos de él, que a su lado e igualarlo no es posible.

12. Esté un hombre cierto que, por mucho que corra, se quedará bien atrasado, porque nuestro correr, en comparación de los pasos de Cristo, es un andar muy lerdo y detenido. Y así nadie por este camino corre tanto que no sea fuerza decirle siempre alargue el paso, no se le pase Dios y se le vaya de delante los ojos y quede a escuras b y privado del summo bien que al principio propusimos tiene el religioso que persevera.

La segunda cosa que en esta exhortación se propuso se dirá en el capítulo que viene, siendo Dios servido c. El nos dé su gracia y tenga de su mano.




asigue parece tach.



bsigue p tach.



csigue les tach.



1 Cf. Mt 18,10.



dsigue la gra tach.



ecorr. de provechos



fsigue en tach.



gcorr. de sancto Domingo



2 Beato Nicolás Factor, O.F.M. (Valencia 1520-1583). San Luis Beltrán, O.P. (Valencia 1526-1581).



hcorr.



ims. repitiende



jsigue no quis tach.



ksigue las de tach.



lsigue q tach.



msigue tam tach.



n cir sobre lín.



oms. descubre



3 Sal 65,20.



pcorr. de su



q de Dios sobre lín.



4 Cf. Mt 25,2-12.



rms. dijera



5 Jn 12,35.



6 Jn 8,12.



scorr. de sol



tsigue qu tach.



usigue vivas tach.



vms. poraque



7 Jn 1,9.



wsobre lín.



xcorr.



ysigue y obscuridad tach.



8 Cf. Heb 1,3.



zsigue gentiles tach.



9 Cf. Mt 2,1-12; Lc 2,8-18.



ams. alumbre



10 Cf. Sal 18,6.



11 Cf. Sal 126,4.



bms. escura



csigue etc. tach.






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