Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText
San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

IntraText CT - Texto
Anterior - Siguiente

Pulse aquí para activar los vínculos a las concordancias

EXHORTACION 18

De cómo en la perseverancia cada día se descubren nuevas dificultades y de dos remedios para vencerlas y caminar adelante

1. La virtud, como dice [Aristóteles 1], versatur circa difficilia; tiene su subida agria y dificultosa. Y tiniendo un hombre obligación de perseverar en ella, es fuerza que cada día se le añadan y junten nuevas dificultades. Como el que camina por la mar, cuanto más se va apartando del puerto que salió y entrándose en otra región donde perdiendo nuestro polo descubre otras nuevas dificultades, que para soltarlas y remediarlas —como dicen— es menester ciencia nueva y pilotos tratados y conocidos en aquella mar, que sepan y conozcan las b strellas del cielo y los movimientos particulares de la mar, porque menos o se perderían o volverían a desandar lo andado, volviendo las spaldas al trabajo pasado. Mar es ancho y grande el de la virtud y perfección cristiana, mar de dificultades, donde esta nuestra carne navega agua arriba. Y tanto cuanto más la vamos apartando del puerto donde salió, tantas mayores dificultades ha de hallar y descubrir en la virtud, respecto de que pasa —como digamos— a otro mundo o emisferio, donde se ha de regir por otras estrellas y por otros movimientos y razones de las que tenía en el principio cuando salió de puerto. Porque, cuando uno enpieza la vida perfecta y entra en la virtud, muévele la desastrada vida contraria que hasta allí ha tenido, el deseo de ser rico, amigo de Dios y de ganar el cielo y otras semejantes, pero, alejado de estos principios y venido ya a lo alto de la mar, donde se descubren otras razones y estrellas, para ir siempre pasando adelante es necesario nueva sciencia que remedie las nuevas dificultades que allí se ofrecieren. Porque, de otra manera, siendo en esa ocasión cuando el demonio más aflige y atormenta a un alma, la inquieta y perturba, si no tuviese con qué se defender, o perecería o volvería atrás. Porque el demonio en estas ocasiones hase como el cazador, que, dejando quieta la caza que tiene debajo la red, corre y da gritos y voces tras la que se le va huyendo a los galgos. Y el alguacil no alborota cuando el delincuente lleva preso, pero, cuando le huye, todos son gritos diciendo ¡al ladrón! ¡al ladrón! Esto propio hace el demonio, que a los que ya tiene cogidos y como debajo de red los deja con una falsa paz y quietud, pero, cuando ve que el justo corre por el camino de la perfección, dale mill gritos c, alborota la mar, mueve d los vientos y procura con varias olas dé el navío al través, que no puede sufrir su envidia se le escape ese dichoso bajel cargado de ricas virtudes en el viaje del cielo.

2. Yo no trato ahora aquí [61v] de las dificultades en particular que en este camino de la perfección a un justo se le ofrecen, pues en otras muchas ocasiones lo tengo tratado. Sólo digo en común que es fuerza, mientras un hombre más se aleja de sí y se llega al fin que pretende, descubrir dificultades nuevas, para quien ha menester saber y tener nuevos remedios universales para perseverar en lo comenzado y no volver atrás.

3. Y para proceder con mayor claridad, quiero advertir que, aunque es verdad que un hombre acostumbrado a las cosas de la virtud cada día parece está más fácil, porque eso tiene el uso, que facilita, y también la mayor gracia que en el justo cada día crece es quien más y mejor hace sobrellevar la carga y peso, pero, con todo eso, decimos que cada día se ofrecen más y mayores dificultades y más nuevas, esto tomándolas y considerándolas según ellas son absolutamente.

4. Y tanbién digo que siempre o muy de ordinario las dificultades que en la virtud crecen cada día, les da Dios lugar para que en el justo obren y se sientan como mayores y nuevas respecto de que no le quiere defraudar el mérito de las nuevas y más fuertes peleas. Y tanbién porque la dificultad que en la virtud sentimos es de parte de nosotros mismos y de nuestra carne. Y cuando decimos que, mientras más entramos en la virtud y perfección, más nos alejamos de nosotros mismos, este alejarnos no es por negación, sino por modo de privación, de suerte que decimos no estar allí porque todo lo que nos pide nuestra carne se lo negamos, como si no estuviera allí, y todo lo que nuestro apetito sensual pide de ello le privamos. Que él con nosotros está y, estando allí, mientras mayor perfección y mayor virtud, mayor trabajo y pena para sujetarlo y negarle lo que pide, y mayor sentimiento tiene de lo que no le conceden.

5. Que llano es que, tanto cuanto un cuerpo más le subiesen por esos aires, más pena y trabajo tendría el que lo subiese, porque, tanto cuanto más apartado iba de su centro, tanto se habíe de ir haciendo más molesto y pesado, deseando volverse e donde lo sacaron. Yo concedo que un alma tenga mayor gracia y mayores fuerzas mientras más entra en la virtud, pero esta nuestra carne, cuanto se ve más lejos de la tierra y de las cosas que ella goza, gusta y palpa, tanto mayor deseo tiene e inclinación para volverse. Y así digo que, tanto cuanto más uno entra en la virtud, tiene mayores dificultades de parte de la virtud, que, por ser mayor y tratar acerca de cosas dificultosas, subiendo la virtud a ser mayor han de subir las dificultades de su obiecto; y de parte tanbién de la persona que camina, pues hemos dicho que, por mucho que se aleje de sí, no deja de ser él un hombre de [62r] carne, pasible, mortal, sensible y de fuerzas muy cortas y limitadas.

6. También decimos crecer estas dificultades de parte de nuestros contrarios, que tanto más se nos enbrabecen cuanto nos ven más mejorados y ricos, porque quien los mueve a perseguir al justo es la envidia, cuyo obiecto es el bien ajeno. Cuanto más crece este bien tanto más ha de crecer la envidia y las persecuciones. Como vemos les sucedió a los israelitas, que, habiendo salido de Egipto con permisión de los moradores, cuando después consideraron que se les iban los sclavos y que iban libres y con riquezas, salieron armados tras ellos a perseguirlos, a traerlos o alancearlos. Y mientras más iban caminando por el desierto, más contrarios y dificultades hallaban y más sangrientas guerras tenían 2. Y lo propio, digamos, le sucedió a Jacob cuando salió de casa de Labán, pues, saliendo con su licencia, después fue tras él con enojo y rabia considerando le llevaba sus ídolos 3. Y a este propio patriarca le sucedió en este propio viaje que, a la ida y en los principios de su peregrinación, se le apareció Dios en aquella escalera de todos tan sabida, en que Dios le hizo y prometió tantos favores 4, y a la vuelta, cuando ya más hombre y provecto, entonces en ese camino se le torna a encontrar y a brazo partido lucha con él 5. Dándonos a entender que, después de los primeros regalos del principio de nuestra conversión, nos dispongamos para nuevas luchas, las cuales, si no fueren como las de Job con el demonio 6, serán como las de Jacob con Dios, que él se nos encontrará y luchará con nosotros a trueco de vernos salir victoriosos y con los despojos y premios de las victorias. Como otro Jacob, que, si salió cojo, salió bendito 7.

7. Ahora, pues, si estas dificultades crecen creciendo la virtud, bien será saber algunos particulares remedios para ellas, no nos sean causa, como decimos, de volver atrás o perecer en el camino de la virtud f. Aquellas palabras que dijo Jacob, estando a la muerte, nos prueban esta verdad, hablando con Dan: Fiat coluber in via, cerastes in semita, mordens ungulas equi, ut cadat ascensor eius retro 8. Y nótese el modo que tiene el g santo patriarcha en poner contradición en el camino. Primero dice que en el camino será culebra y, después en la senda, dice que será cerastes, que es una specie de víbora con cuernos. Donde hallo dos dificultades mayores. En la entrada de la virtud y perfección, que es en el principio, es camino y, en los fines, es senda estrecha. En los principios es camino respecto de los muchos que enpiezan a trabajar en la virtud, siendo muchos los llamados. Y respecto de los pocos que perseveran y huellan este camino, se torna y vuelve senda, siendo pocos los escogidos 9. La segunda diferencia que hay de las primeras dificultades del principio a la de los fines, son que al principio nuestro [62v] adversario es coluber y a la postre es cerastes; al principio es culebra y a la postre es víbora que viene con cuernos, en quien está figurada la fortaleza. Como dice san Juan 10, se apareció a aquella mujer que estaba de parto hecho dragón con tantos cuernos.

8. Subiendo, pues, las dificultades en el h camino de la perfección tanto cuanto uno más persevera, razón será saber algunos remedios para no tornar atrás ni ser vencidos de esas dificultades. Y digo que uno de los remedios para vencerlas es la propia virtud de la perseverancia. El officio continuo y la costumbre en una cosa le hace más ágil y vuelve más fácil para vencer lo dificultoso que en la tal cosa se puede ofrecer. El soldado, con sólo ser soldado y perseverar en el officio de la guerra, con sólo hacerse soldado viejo, sabe más y mejor cómo se ha de defender y ofender al enemigo; y el piloto, con haber más tiempo que anda por la mar. Y aun acá decimos, para llamar a un hombre astuto que no se deja engañar, que es perro viejo. Con sólo ser viejo y cursado en la virtud, se hace astuto para no ser vencido ni engañado de sus contrarios. Porque el hacer muchos comienzos y principios en una cosa, nos la hace cada día más dificultosa y penosa y el proseguirla, más fácil.

9. Fulvius, en un libro que scribió de la antigüedad romana, dice que los romanos edificaron dos templos, uno a la perseverancia y otro a la sabiduría, y con tal orden que no se podía entrar al de la sabiduría si no era por el de la perseverancia, de suerte que para entrar en el postrero, que era el de la sabiduría, habían de pasar por el de la perseverancia. Dándonos en esto a entender cómo la perseverancia en todas las cosas es quien saca maestros, quien enseña y hace doctos para soltar y vencer dificultades.

10. Lo segundo que mucho ayuda y hace para perseverar es la presencia de Dios, que en nuestra sagrada Religión se enseña a traer dende el primer día que se toma el hábito: el considerar que nos está Dios mirando y que le tenemos presente en todas nuestras acciones y obras; y que seríe grande afrenta e injuria volver las espaldas a un Dios tan grande con quien hemos enpezado a tratar. Mandábase, Eccechielis 46, que ninguno saliese por la puerta del templo que hubiese entrado, porque era fuerza volver las espaldas a aquel a quien i habían tenido puesto el rostro 11, porque lo tiene Dios por grande injuria. Así se queja por Jeremías 2: Verterunt ad me tergum et non faciem 12. Causa por qué la mujer de j Lot fue vuelta en estatua de sal por volverle a Dios y a sus preceptos las espaldas y a las cosas de la tierra y ciudades condenadas el rostro 13. El volverse en sal es para que con tal castigo un hombre sale el manjar desabrido [63r] de su flaqueza e inconstancia y escarmiente en cabeza ajena. Y decir que se convirtió en estatua es decirnos cuál queda el que a Dios vuelve las spaldas, que no se diferencia de la estatua: que tiene ojos y no ve los males que sobre sí vienen en haber dejado el camino de la virtud; tiene orejas y no oye 14 las voces que detrás dél está dando Dios, llamándole se vuelva al bien que deja; tiene lengua y no pide remedio.

11. De suerte que ayuda a la perseverancia considerar que Dios está delante de mí, a quien por ninguna ley ni razón no es lícito volverle las espaldas, dejarlo ni desampararlo. ¿Qué soldado hay que delante de su capitán no se anime a la batalla, se esfuerce y cobre brío? ¿Qué niño delante de su maestro no está compuesto pasando su lición? Y aun un perro en presencia de su amo no se atreve a lo dejar y salirse a la calle. Cuenta Paladio que, yendo él con otros compañeros a visitar a Diocles, monje perfectíssimo y de alto conocimiento en las cosas de Dios, que entre otras cosas les dijo ésta muy notable: que, en apartándose un alma de k la consideración y presencia de Dios, luego se tornaba o demonio o bestia, porque o era vencida de tentaciones de concupiciencia, tornando demasiadamente algún gusto o deleite temporal —y esto era tornarse bestia—, o era vencida de tentaciones de soberbia o de ira —y esto era tornarse demonio—. Y preguntándole Paladio que cómo podía un alma estar siempre ocupada con Dios, les dijo que, siempre que el ánima estaba ocupada en alguna consideración buena que la llevase a Dios, se decía estar ocupada con Dios y considerando en Dios 15. Esto dijo este varón sancto. Y decir que, por olvidarse de Dios, se tornaba demonio o bestia, no entendía el sancto que era por culpas mortales, porque en éstas no caen tan fácilmente los siervos de Dios, sino entendía por cualesquier afectos desordenados de culpas veniales, por las cuales el hombre en alguna manera se hace semejante a los demonios o l a las bestias, a quien en los tales defectos imita.

12. Por esto mandaba Dios, Exodi 25: Propitiatorium fieri juxta arcam testamenti, in qua legis tabulae servabantur 16. Que estuviese el propiciatorio junto al arca del testamento, donde estaban guardadas las tablas de la ley. Dándonos a entender que no hay mejor cumplimiento de la ley ni quien mejor la ayude a guardar que estar cerca y delante de Dios el que la guarda, así por ser nuestra ayuda y propiciación en las dificultades que trai consigo, como por animarse y cobrar brío y ánimo delante de tal presencia el que la ha de guardar. Así como el marinero, para no errar sino para su bien regir y gobernar por la mar, de día por el sol y de noche por las strellas, de suerte que su continuo viaje está en llevar puestos los ojos en el cielo. [63v] Y cuando en este nuestro emisferio se les encubre este polo y norte, llevan miedo y cuidado hasta que el otro tienen descubierto.

13. Una de las cosas que más agravaron la culpa del hijo pródigo 17 y lo que más le hacía amargar el haberse salido de casa de su padre y desperdiciado tantos bienes, fue lo que él confiesa y dice: Peccavi in caelum, et coram te 18. Pequé delante de Dios y contra el cielo, contra las voces y avisos que el cielo me daba, contra la verdad del camino que el cielo me enseñaba. Con ingratitud pequé contra las mercedes y favores que del cielo recebía, contra la luz que mis tinieblas alumbraba. Et coram te; y delante de Dios. Como quien dice: ¿Quién sino yo se atreviera a hacer un desacato y alevosía tan grande como era peccar delante de Dios? Delante del que actualmente me daba vida, sustentaba y enriquecía, delante de él con sus propios bienes le ofendía. Delante de ti. Exemplo bien encarecido es el propio que está escrito en su culpa, que fue atreverse a pedir licencia y carta de horro a su propio padre para salirse de su casa con su hacienda. Que se fuera sin que su padre lo supiera ni lo viera, le hurtara algo que llevar, vaya, que ojos que no ven corazón que no quiebra. ¡Pero que tuviese ánimo para pedir su hacienda y salirse de casa delante del propio padre que lo había engendrado, que lo honraba y regalaba; que fuese tan cruel que tuviese ánimo para enturbiar los ojos con lágrimas del amoroso padre, que sólo los tenía para mirar y remediar necesidades! Que los hermanos de Joseph m vendiesen a su hermano, lo enpozasen y maquinasen tan grande mal como era quererle quitar la vida, aguardaron a estar en el campo, donde nadie lo viese, y encubrírselo al buen viejo de su padre y que no lo supiese 19. Pero que el hombre y particularmente el religioso, que por sanctas consideraciones cada día trai a Dios delante, se atreva a volverle las spaldas, salirse de su casa n, malgastar su hacienda y, en cuanto es de su parte, si por desdicha hace un peccado mortal, delante de sus propios ojos mata y torna a crucificar otra vez a Cristo 20, ¡terrible cosa y caso desastrado y alevoso! Porque tal presencia como la de Dios hace encoger las alas a los más altos cherubines y a los ángeles que están delante de él los pone de tal manera en pretina que no hay quien se atreva a pestañear, pues siempre, dice Cristo 21, vident faciem Patris mei, qui in caelis est; siempre lo miran y reverencian.

14. No sé yo cómo [64r] esta celestial y divina presencia no estorba nuestros pasos torcidos y acelera nuestras acciones tardas, cómo no detiene nuestros pensamientos desenfrenados, cómo no pone ánimo y brío tal presencia para salir con mill inpresas, por dificultosas que sean. El mayor favor que se puede hacer a los soldados, cuando van a alguna guerra dificultosa, es hallarse su rey en ella, que parece esta presencia a los niños hace leones; y no hay mujer, por flaca que sea, que no quisiera hallarse en esa ocasión para pelear como buen soldado. ¡Oh amoroso Dios!, ¿qué guerra o riña tiene el hombre en que tú no te halles presente?, ¿qué mal paso en la tribulación donde tú no estés a le dar la mano? Cum ipso o sum in tribulatione 22. Anímate, religioso flaco, en los trabajos a perseverar en ellos hasta la fin, que presente tienes a Dios para no te dejar y desanparar, para te ayudar y socorrer.

15. Apenas le han enpezado a tirar las piedras a Esteban cuando, levantando los ojos a lo alto, vidit caelos apertos, et Jesum stantem a dextris virtutis Dei 23. Los cielos halla abiertos, como quien le dice: Si la tierra no te quiere, el cielo te aguarda; y para quien la tierra falta, el cielo lo espera; y donde una puerta se cierra acá abajo, dos se abren allá arriba. Y Cristo, que lo está aguardando los brazos abiertos para lo recebir y para lo ayudar en la pelea, que eso significa el estar Cristo en pie: estar propto y aparejado. Como el maestro de la sgrima, que está al lado de los combatientes con su bastón en la mano levantado, para no consentir sinrazón. Pues para esto está Cristo levantado y a las puertas del cielo, para que todas las sinrazones de los que apedrean a Esteban se vuelvan razones de su parte para favorecerlo en el cielo. El decir que estaba a la diestra del Padre, es decir que más propto es Dios para nos favorecer y ayudar que nosotros para pedir y recebir.

16. Así como en las cosas naturales más apetece la forma a la materia, que no la materia a la forma, porque la materia apetece su forma con necesidad natural y la forma apetece la materia por bondad natural, de esa misma suerte el amor que Dios nos tiene es más fuerte que el nuestro p, porque nace de infinita bondad y el nuestro nace de pura necesidad. El decir que está a la diestra de la virtud del Padre, es decirnos que, si q en su muerte descubrió la flaqueza de la naturaleza humana dejándose poner en una cruz, que en la muerte de los mártires descubre la fuerza y virtud de su Padre, para quien nada hay imposible 24, como el ángel dijo a la Virgen [64v] soltándole sus dificultades en la encarnación del Verbo, diciéndole: Virtus Altissimi obumbrabit tibi 25.

17. Tiene Dios virtud, fuerza, mano para librar al justo de r cualesquier peligros. Eripiam eum, et glorificabo eum 26. No hay que espantar, porque ha dicho s: Susceptor meus t et liberator meus 27. Pues, si esto hace Dios con un justo que quiere esperar en él, grande mal es ser vencidos delante de tal presencia, tornar atrás y dejar lo comenzado, que es señal no queremos la mano y la virtud que nos ofrece ni respectamos al que delante de los ojos tenemos. Abranoslos u Su Majestad para que siempre perseveremos en le amar y servir. Etc.




1 Cf. Ethica Nicom., II, 3.



bcorr. de aquellas



cms. critos



dms. mueves



esigue de tach.



2 Cf. Ex 12,31ss.



3 Cf. Gén 31,19ss.



4 Cf. Gén 28,10-15.



5 Cf. Gén 32,24-30.



6 Cf. Job 1,6ss.



7 Cf. Gén 32,25-29.



f Ahora-virtud tach. de 2m.



8 Gén 49,17.



gms. en



9 Cf. Mt 22,14.



10 Ap 12,3.



hsigue q tach.



isigue tenía tach.



11 Cf. Ez 46,9.



12 Jer 2,27.



j la mujer de al marg.



13 Cf. Gén 19,26.



14 Reminiscencia de Sal 113B,5-6: «Oculos habent, et non videbunt; aures habent, et non audient»; Ez 12,2; Mc 8,18; Rom 11,8.



ksigue Dios tach.



15 Leído seguramente en Prado espiritual, de J. B. Santoro (Madrid 1607), I, 133r, donde se refiere el citado episodio (tomado de la Historia de los padres antiguos de Paladio) en los siguientes términos: El ermitaño Diocles «nos decía que aquel cuyo entendimiento y pensamiento se aparta de la contemplación de Dios se hacía demonio o bestia. Y preguntándole nosotros cómo era esto, dixo: Porque el hombre que se aparta de la contemplación de Dios necesariamente ha de dar en demonio de concupicencia o en espíritu de ira. Y a la concupicencia llamaba vicio de bestias y a la ira vicio diabólico. Replicándole yo a esto que cómo puede ser que el entendimiento humano esté con Dios sin cesar, respondió que, cuando la alma y entendimiento se ocupan en cualquier obra pía y divina, que entonces también están con Dios».



lcorr. de y



16 Cf. Ex 25,17; 26,34; Heb 9,4.



17 Cf. Lc 15,11-32.



18 Lc 15,18.



msigue lo tach.



19 Cf. Gén 37,18-24.



nsigue ga tach.



20 Cf. Heb 6,6.



21 Mt 18,10.



osigue sunt tach.



22 Sal 90,15.



23 Cf. He 7,55-56.



p que el nuestro sobre lín.



qsigue para morir él por el hombre tach.



24 Lc 1,37.



25 Lc 1,35.



rrep.



26 Sal 90,15.



ssigue sus tach.



tsigue est tu tach.



27 Sal 143,2.



usigue Dios tach.






Anterior - Siguiente

Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText

IntraText® (V89) Copyright 1996-2007 EuloTech SRL