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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
EXHORTACION 22
De tres consideraciones para que el alma persevere en la virtud y vaya adelante en la perfección
1. Bien es sepa un religioso las obligaciones que tiene para perseverar y ir adelante cada día en la perfección. Que, en fin, viendo son muchas las cadenas que le tienen aferrado a un estado tan dichoso como el que tomó cuando de veras se determinó de dejar el mundo a y seguir los fueros de Dios, ahora se me ofrecen tres: el uno es las pérdidas y el segundo es las [75r] ganancias y el tercero es la antigüedad que cada día se va ganando en el servicio de un tan gran Dios.
2. El primero, que son las pérdidas, es certíssimo que cosa ninguna b hay que así asga y tenga atado al tahúr en la mesa del juego como ver que pierde y ha perdido y que ha menester desquitarse. Las continuas guerras entre los reyes nacen de ver que sus enemigos les han usurpado sus tierras y patrimonios reales. De dos maneras considero yo las pérdidas del justo: unas que tuvo con el mundo con quien primero c tuvo tratos ilícitos, juegos y pasatiempos, con quien perdió tiempo, vida y alma, virtudes y mill bienes, que, como hijo pródigo, desperdició de los que su buen padre Dios le había dado 1. Considero otras segundas pérdidas de bienes y cosas temporales que, cuando enpezó a tratar con Dios, ha perdido; y Dios, ganándole la voluntad, le ha cogido el resto de su vida para que le sirva. Hale ganado y cogido a buen juego en la profesión toda su hacienda y riquezas habidas y por haber en su profesión, alegando su vida y alma, pues en esa ocasión se la entregó. Pues pregunto yo, mis hermanos, quien tanto ha perdido, razón será que persevere en el juego hasta estar bien desquito. No en el juego que tuvo con el mundo, porque hace muchos engaños y los bienes que una vez perdimos y nos ganó ya no los tiene, porque es pozo sin suelo, que lo que en él una vez cae jamás se torna a sacar. El juego ha de ser con nuestro Dios, con quien es fácil, si perseveramos, ganar por nuestra pobreza reino del cielo e inmensas riquezas, por nuestras lágrimas consuelo, por nuestros ayunos y hambre hartura y satisfacción, por nuestra humildad honra. Juega con fidelidad, jamás levanta el resto, allí se tiene d, junto con el suyo, lo que nos ganó, para que lo queramos con buen punto de caridad y amor suyo.
3. ¡Oh qué lástima fuera si, ya que un religioso perdió su hacienda y la honrilla que en el siglo tenía, sin haberla trocado por la honra cumplida que Dios da a los suyos, se levantase de la mesa y juego! ¡Qué burlado se hallaría sin lo uno y sin lo otro! Está un ángel luchando con Jacob toda la noche, y a la mañana quiere el ángel levantarse del juego, y así le dice: Sine me, ascendit aurora 2; déjame Jacob, que ya llega la mañana. Que parece en esto se hubo el ángel como un hombre muy principal que, de noche y donde no lo ve nadie, se puso a jugar con un villano; al amanecer, antes que vean su llaneza, se quiere levantar del juego, pero el villano, si es discreto y siente ganancia, o hasta allí habíe tenido pérdida, no lo consiente, sino, por fuerza o por grado, por ruegos o amenazas, no lo deja levantar. [75v] ¡Oh buen Dios mío, seas tú en persona o en la de un ángel el que con Jacob luchaba! Nuestro buen Dios, viendo su llaneza, que con un hombre se habíe puesto a tratar y holgar, a la mañana —antes, como dicen, que los vean— quiere levantarse del juego y pídele a Jacob que lo deje, que ha llegado la mañana. Pero Jacob, como siente ganancia, por bien o por mal, dice que no se ha de levantar hasta que quede desquito del tiempo que allí ha ocupado y ganancioso en quedar bendito de su mano. Y digo por bien o por mal, porque en el Génesis dice que, rogándole el ángel que lo dejase, dice con resolución (Gene 32, n.26) e: Non dimittam te, nisi benedixeris michi. Donde se ve le hizo fuerza. Aunque f Oseas dice que esta fuerza fue por ruegos y lágrimas 3, como acostumbran los que juegan y ven se les levantan del juego g con alguna pérdida y sin ganancias. Jacob de esta lucha quedaba cojo, que es la pérdida que decimos de lo temporal y corporal, para el común trato con Dios y, por otra parte, no sentía ganancia. Con esto hizo fuerza con ruegos y lágrimas, para que no se le levantase. Y así lo hizo, hasta que Jacob salió con lo que pretendía.
4. Y no es menor el exemplo, para el propósito que vamos tratando, que nos dio el propio Jacob cuando entró a servir a Labán con codicia de salir con ganancia de la hermosa Raquel por los servicios de siete años. Y viendo que, cuando había de tener a Raquel le habíen dado a Lía la lagañosa por mujer, tornó a perseverar en el propio servicio otros tantos años 4. Lo propio hace el justo que entra a servir a Dios por alcanzar su compañía y gloria, pero, como acostumbra Dios a dar primero a los justos lágrimas, trabajos, pobreza, penitencia y mortificación —que es la desposada primera, con quien celebra matrimonio por h palabras de presente i en la profesión—, viéndose así sin lo que pretende, procura perseverar por alcanzar lo que siempre ha deseado. Contento está con sus lágrimas, con su penitencia y mortificación. Pero si, como son siete años, fuere necesario servir otros siete y setenta veces siete 5, todo lo haría por verse con Dios en la gloria; y, por muchos que fuesen, todos le parecerían cortos y pocos j prae amoris magnitudine 6.
5. Lo segundo que decimos a un hombre hace perseverar en la virtud son las ganancias que en ella halla y tiene: el verse en ella honrado, tenido y estimado de Dios y de los ángeles, con mill creces de dones y bienes spirituales. ¿Qué hombre hay tan ignorante que, viendo que en una feria siempre gana, en una tierra tiene salud y un manjar le hace provecho, que ande mudando hitos? Eso sería de locos y gente sin juicio, y de personas que no buscaban su bien, sino pretendían su daño y mal, pues el ganar lo querían trocar en perder. Quisiera yo, cuando un religioso o persona virtuosa quiere volver atrás y arrepentirse del camino que lleva, [me dijera] qué día [76r] ha tenido malo con Dios, qué mal provecho le han hecho los ayunos primeros y mortificaciones pasadas. Si cada uno cuenta de la feria como le va en ella, díganos de los entretenimientos antiguos, cuando su alma de día y de noche se andaba tras quien tanto amaba 7; cuando gozaba de aquellas preguntas y respuestas que, por vías e inspiraciones secretas, gozaba del divino Spíritu; cuando sus lágrimas le eran pan de día y de noche 8; cuando se tragaba y comía los trabajos como si fueran sus propios fructos 9; cuando volaba 10 viéndose cada día más adelantado, sin trabajo y molestia; cuando, habiendo topado y alcanzado a su querido esposo, recibe un dulce beso de su boca uniendo su alma por gracia con su espíritu 11; cuando, adormida a los pechos de Dios, gusta de la leche de los escogidos 12; cuando, abrazándola con el un brazo, con el otro hace cabecera y avisa que nadie se la dispierte 13. Es nunca acabar decir de estos bienes que Dios los tiene hipotecados a nuestro querer y perseverancia en la virtud. Así como no tienen fin, no lo tiene el decir lo que un alma goza cuando tiene a Dios y no lo deja hasta entrar en el cielo, casa de nuestra madre 14, donde nuestros hermanos los ángeles [están] para se holgar con nosotros y darnos el parabién. Si esto es así, ¿cuál puede ser la causa de dejar esta fuente de agua viva que así mata la sed y irnos a echar de buzas a unos charquillos cenagosos que apenas pueden paladear nuestros labios? ¿Qué es la causa por qué un hombre deje estos amores viejos, y tan viejos que de parte de Dios dende los siglos de los siglos en sí y por sí nos tiene escogidos, por irnos tras otros nuevos amadores, tan nuevos que por mi culpa y vida presente soy aborrecido del mismo Dios?
6. ¡Oh sancto Dios, y si ya el hombre acabase de conocerte y ser grato a tan inmensa bondad! Dícele Jacob a Dios, cuando le vido en lo alto de aquella escalera, que la una parte tocaba al cielo y la otra al suelo, y por en medio estaba sembrada de ángeles: Si dederit michi Dominus panem ad vescendum 15, serviam illi omnibus diebus vitae meae 16; si me diere pan para comer, lo serviré todos los días de mi vida. Díganme, hermanos, ¿qué tiene Dios que no nos haya dado y con que no nos haya obligado para que le sirvamos? Si tiene un Hijo, pro nobis omnibus tradidit illum 17. Y este Hijo ¿qué tuvo que no nos entregase: vida, alma, cuerpo y sangre, y últimamente dándosenos debajo de especies de pan y vino? ¿Qué es la causa que no perseveramos en servirle todos los días de nuestra vida? Si es porque nos sentimos pagados y queremos ser de la condición de los villanos, que nos queremos alzar con los bienes ajenos sin trabajar primero. Bien sabe Dios quitarlos a los ingratos y desagradecidos, y dejar nuestra alma hecha tanquam tugurium in cucumerario 18; como choza de vendimiadero después de las vendimias, que no le quedan sino cuatro palos secos. Bien sabe Dios quitar los talentos a quien no paga con el granjeo [76v] adelante y a quien hace hoyo y lo esconde 19. Y sabe muy bien al mayordomo que con justicia y razón está disfamado ante él, quitarle la mayordomía 20, tomarle cuenta estrecha y que los alcances los pague en las tinieblas exteriores, ligado de pies y manos, hasta el último cuadrante 21.
7. Nadie se fíe en lo pasado, que en fin lo pasado es pasado y no hay jamás. Sólo haga cuenta de lo porvenir y de lo que ha de trabajar, que eso es lo que le vale y ha de valer. Y, como dice [el poeta]: exitus acta probat 22; la salida es quien aprueba la entrada y da por buena. La última unidad dicen los artistas que da forma al número. Y el tal ser que tiene lo último de la vida es quien aprueba o reprueba lo pasado, quien da el ser, forma y hermosura a lo primero, de manera que, siendo eso bueno, será bueno y de aceptación la buena vida pasada; y si malo, todo queda perdido. ¿Qué sirve que un palo sea bueno, si se le da forma de un gato o perro o de él se hace una banqueta o trozo para la lumbre? Pero, si se forma de él un sancto, todo es bueno y dado por bueno, la materia y la forma. ¿Qué me importan, mis hermanos, las disciplinas y ayunos pasados, las penitencias y mortificaciones, si, cuando a lo último, que les tengo de dar el ser y forma que han de tener con mi perseverancia en la virtud, trocando la vida hago de ella una vida de bestia y de animal, o la dejo k sin traza y parecer de sanctidad? Todo quedará perdido y para el fuego. Lo cual, si últimamente procurase parecer en la vida a la de Cristo en su cruz, sacaría una imagen de hijo de Dios, y por todas partes vida de estimar y de consideración. Y tanto que, como dice el glorioso Agustino 23, los peccados de aquellos que ya de ellos se arrepintieron y aman a Dios, son peccados dichosos, porque sólo les sirven de materia para más llorar y se arrepentir de lo pasado y dar gracias a Dios de lo presente, y de l cautela y recato para lo porvenir.
8. ¡Oh, mis hermanos, y si supiésemos cuánto las obras buenas últimas califican y suben de punto las primeras y cómo, si con gana enpezamos, con mayor proseguiríamos! Es certíssimo, como otras muchas veces hemos dicho, en las cosas naturales siempre se prosigue de lo imperfecto a lo perfecto ll, de suerte que el niño que tardó un mes en aprender el abc, después en ocho días aprende el deletrear y así va subiendo. Y el hombre más crece en un año en la juventud que en diez ni doce años de los primeros. De aquí es que, introduciéndose a lo último de la formación de las cosas la forma que las constituye en el tal ser, viene a ser la perfección de la misma cosa, como lo es en el hombre el ánima racional que infunde Dios después de estar bien dispuesto y organizado el corpecillo de la criatura. De esa misma suerte, en lo sobrenatural y espiritual, más aprovecha un siervo de Dios en lo último en un día que en muchos m de los primeros. De donde nace que, dando [77r] la forma a la vida pasada en lo último de la vida, eso último es n la perfección del siervo de Dios, ahí es donde o se echa el sello para que lo escrito en lo pasado valga.
9. La urdidera, con una sola hebra que echa a su madeja, a quien llama cuenda, con sola ésa no se arrevuelve, y quedan todas las hebras libres y fáciles para las devanar y tejer; lo cual si no hiciese, todo quedaría enmarañado y perdido. ¡Oh buen Dios, y quién mereciese tal gracia en lo último de la vida, que ésa pusiese en orden y en concierto todo lo pasado! Porque, si esa gracia y perseverancia falta, aunque sea de un solo día, como una simple hebra p, esa pequeña falta que nos parece es muy grande para dejar arrevuelto y sin provecho toda la vida pasada, y como enmarañada para que de ella no se haga la tela que se pretendía.
10. Con todo eso, ningún exemplo hay que mejor nos pruebe esta verdad que decimos del valor subido de las obras que se hacen con perseverancia a lo último de la vida como lo que denantes decíamos de los números. Y quería quien esto leyese lo advirtiese bien. Cuando yo voy puniendo muchos números en un ringlón q, los primeros significan unidades, los segundos son dieces, los terceros cientos, los cuartos millares, los quintos centenares [sic] de millares, y así van siempre subiendo a un número sin número. ¿Quién, pregunto, hizo unidad al primero y al segundo diez, etc.? Digo que quien hizo unidad, que es el número más bajo, al primero, fue el estar primero, y quien le hizo diez al segundo le hizo el estar segundo; y mientras más se van perseverando los números en un propio ringlón, van más subiendo sus números, trocándose de unos en dieces y de dieces en cientos y de cientos en millares.
Lo propio tienen las obras del justo: que, en sus principios r, son unidades y, mientras más obras buenas con perseverancia se van añidiendo a esas primeras, tanto más van subiendo y trocándose de unos en dieces. Y quien los sube es el juntarse con las primeras; y, en un propio ringlón y vida, ir añidiendo s números, se van trocando hasta llegar a un número sin número, y a tanta amistad de Dios y unión con su divina Majestad, que el propio entendimiento no puede tal cuenta sumarla. Y también porque, habiéndose juntado tantas obras y tantos grados de gracia como Dios cada día aumenta t con la perseverancia, siendo las últimas obras nacidas de mayores y mejores principios, es fuerza que sean mayores. Por donde las obras que Cristo hizo dende el principio de su concepción fueron de infinito valor, porque procedían y nacían de principio infinito, que era Dios.
11. No creo trai esto mucha dificultad, pues el Spíritu Sancto dice que el hacecillo de tres [77v] se rompe con más dificultad 24. ¿Quién dio a la primera vara y a la segunda esa fortaleza? El juntárseles la u postrera. Y de esa misma suerte los días postreros en la virtud y perfección dan tanta fortaleza a los primeros, que ya el que al principio era fácil volver atrás, ya le es muy dificultoso. Y el arroyuelo, que en sus principios hacemos de él lo que queremos, en sus fines, cuando cada día se le van juntando otros arroyuelos, viene a quedar hecho río caudaloso, que no hay quien lo resista.
12. ¡Qué de ello tardó en aparecer aquella nube que regó la tierra de Judea a cabo de tantos años de sequedad! Y después, cuando enpezó, enpezó tan pequeña que fue necesario saliese el criado y dicípulo de Elías a mirarla siete veces, que parece que no la había o era tan pequeña que no se divisaba; que presto creció tanto que fue menester correr y alargar el paso para defenderse de ella 25. Nadie se espante de v que los principios w en la virtud x se tarden; y que éstos algunas veces sean tan pequeños, que para verlos sea menester mirarlos y deslindarlos muchas veces, y ponerse antojos y no verlos; y que después parezcan como granos de mostaza o como huellas de hombre. Que poderoso es Dios de un grano de mostaza hacer un árbor donde habiten las aves del cielo 26, y de una pequeña nube extenderla de suerte que llueva en abundancia al gusto y voluntad de Dios. Y que, si yo no veo más que un parecer de hombre, que eso significa el ser la nubecilla de ese tamaño y semejanza, después con la perseverancia crece y toma forma de sancto y de hijos de Dios.
13. La continuidad de la vida hace de una lumbricilla una culebra y de una culebra una sierpe. Y así en muchas cosas la perseverancia en ellas las trueca y muda en otras, de suerte que y ya parecen no ser quien eran según se alejaron de sí propias. La perseverancia en los trabajos que tuvo el sancto Joseph en absencia de sus hermanos lo mudó y hizo crecer, de suerte que lo desconocieron sus propios hermanos y tuvieron por extraño al que tenía su propia sangre 27. ¿Quién, pregunto yo, hizo que san Pablo se desconociese y no supiese si era él cuando decía: Vivo ego, iam non ego, sed vivit in me Christus 28, sino la perseverancia en la virtud y en el padecer por amor de Dios? ¡Qué fácil le es a un religioso, si quiere, desconocerse de quien antes era y haberse trocado en otro varón! Sólo con perseverar en la virtud y continuar el bien que tiene, de hombre de carne se vendrá a hacer ángel en el spíritu y de ángel en spíritu hijo de Dios por gracia. La cual nos la dé Dios por quien Su Majestad es. Amén.
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