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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
EXHORTACION 25
En que se prosigue la materia de la exhortación pasada y dice la obligación que un religioso tiene de darse y entregarse entero a Dios
1. No ha sido mi intento ni me pasa por la imaginación, en todo lo que hemos dicho en la exhortación pasada, disminuir el valor de las obras del entendimiento, de la consideración y del deseo, porque ése es de tanta consideración para a Dios, que con ése se contenta de quien no puede más. Porque Su Majestad es como el mercader, que desea vender y despachar su hacienda que recibe en trueco de todo: de unos dineros, de otros prendas y de quien no puede más, palabra de hombre de bien que lo fíe; la desempeñará cuando tuviere fuerzas. Y aun esto propio hizo el prudentíssimo Joseph en la distribución del trigo que hizo en Egipto (cap.47, n.14) b: que, en la hambre que tenían, primero les llevó en trueco del trigo; apretándoles después la hambre, les llevó las bestias y animales que tenían; y, últimamente, sus hazas y posesiones y servidumbre de sus personas; y cuando ya no tenían más que dar, que ya todo era de Faraón, que ya aquello corría por su cuenta, los sustentó, alimentó y dio trigo que sembrasen 1. Esta es la razón por qué Dios es tan amigo de los pobres, particularmente de los que lo son de spíritu, que, por haber ya entregado a Dios todo cuanto tienen y últimamente sus personas, de ellas se encarga para las alimentar, sustentar y enriquecer de los bienes de su casa.
2. Lo propio es y hace con aquellos que primero, por servirle, gastaron las fuerzas y la salud y, últimamente, no les quedó sino el deseo y la palabra. Ese recibe por prendas hasta el desempeño con la obra, dando Su Majestad fuerzas, porque, como quiera que sea el hombre, no saldrá vacío de su presencia si llega en spíritu y verdad. Porque, como Su Majestad conoce los corazones de los hombres, no admite ni disimula engaño, disimulo o ficción de palabras. Esto significaban aquellas amorosas palabras con que Dios a todos convida por Esaías. Omnes sitientes, venite et emite absque argento et absque ulla commutatione 2. Parece, pues tan barato lo da lo que tanto vale, que se contenta con que de esas aguas y gracias que de su bendita mano se vierten lleguemos con sed y deseo de recebirlas; y si el que las busca tiene dineros y obras de precio y valor, por quien Su Majestad las c sube a que se pueda llamar compra lo que por ellas se da; y si, por no poder, ésas faltan, se dan esas celestiales gracias absque argento, sin dineros; y si nada tenemos que conmutar y trocar, sin nada se dan, más de solo por quererlas y de ellas tener sed y deseo.
3. De quien hemos tratado en el capítulo pasado es de las personas que, tiniéndose ellas, como dicen, por honradas y ya sanctas y aprovechadas, [86r] les parece les han de hacer las mercedes porque las piensan, las quieren e imaginan. A estos tales se pretende desengañar y d avisar cómo el reino de los cielos e está en las obras y en el perseverar en ellas. Que por eso dijo David: Anima mea in manibus meis semper 3. Siempre dice que tiene su alma en sus manos, porque o siempre obraba o siempre deseaba obrar, en quien el bien y vida de su alma estaba. Y cuando el pueblo de Dios pelea, Moisés ora. Y su oración dice la Scritura que era con elevación de manos 4, como la que hacía David cuando decía: Elevatio manuum mearum sacrificium vespertinum 5. Dice que su sacrificio de las mañanas [sic] era levantar las manos, dándonos en esto a entender que el sacrificio más agradable que se hace a Dios es el de la oración acompañada con sanctas y buenas obras. Y que quien ayudaba a la guerra del pueblo de Dios y alcanzaba sus victorias era la oración y sanctas obras de Moisés. Bien es que Moisés ore cuando el enemigo viene sobre su pueblo. Bien es que el mismo pueblo no se esté ocioso, sino que le salga al encuentro y pelee. Por eso David da gracias a Dios porque enseñaba f sus manos a la guerra y sus dedos a la pelea 6. Que, puesto caso que donde van las manos van los dedos, pudo g por las manos entender las obras y por los dedos las potencias y pensamientos sanctos, deseando acudir con el hombre interior y exterior a las cosas de porfía contra los enemigos del alma. Puesto caso que quien contra el hombre pelea son demonio, mundo y carne, unos enemigos que vemos y otros que no vemos, unos spirituales y otros corporales, es bien que con cuerpo y espíritu acudamos a nuestra defensa, con obras y pensamientos.
4. Bueno fuera que estuvieran nuestras manos llenas de sangre, como en muchos lugares se queja Dios de los peccadores, y que nosotros quisiéramos sanear nuestro partido con decir que el corazón estaba limpio y que con ése servíamos y agradábamos a Dios. No sé yo quién puede tener limpieza de corazón no tiniendo manos limpias. David le preguntaba a Dios quién habíe de entrar en el reino de los cielos, y le respondieron que el inocente de manos y el limpio de corazón 7, puniendo en primer lugar las manos limpias que tienen los inocentes, que no saben hacer mal a nadie. Verdad es que el corazón es la fuente y el origen en el modo de proceder, pero, en el modo de conocer, es el postrero respecto que el hombre conoce en la cara y en lo exterior y por los efectos. Bueno fuera que, viendo yo un árbor que lleva manzanas, diga que las raíces que están debajo de tierra, porque no las veo, me persuada que son raíces de guindo o de ciruelo. [86v] Sería bien que todos los que tratan de Dios, de sanctos y buenos pensamientos, entendiesen que toda la limpieza del corazón que buscamos y pretendemos está enderezada a las buenas obras que de ahí han de proceder.
5. Ascendam in palmam et aprehendam fructus eius, dice el Spíritu Sancto en los Cantares 8 en persona de un alma sancta respecto de Cristo, y aun en persona de Cristo respecto de un alma sancta. Subiré a aquella palma encumbrada y derecha de Cristo, dice el alma, que, con ser tan cargada en su pasión con ignominias y trabajos, no doblegó, antes, puniéndole en un sepulcro y echándole una losa encima, subió y se levantó glorioso. Pues subiré, por contemplación y divinos pensamientos, a esta palma, que por de fuera estuvo tan descortezada y afeada con rigores, asperezas y malos tratamientos. Subiré, dice, a esta palma, que, por ser tan alta y derecha y yo tan imposibilitada a su subida por mi bajeza y pocas fuerzas, dejó en sus manos, pies y costado tantos asideros y agujeros, hechos con clavos y con lanza. Subiré a esta celestial y divina palma de h la cruz y de Cristo puesto en ella, et aprehendam fructus eius, aprovecharéme de sus fructos, aplicándolos a mí y trasladándolos con obras y verdadera imitación suya. No seré como los pérfidos herejes i, que se contentan con subir, pareciéndoles que ya Cristo murió por todos y que basta el pensar en su muerte y cruz, que lo demás que al hombre le falta ya Cristo lo puso. Más es menester que pensar, más que imaginar y contemplar, que es el obrar, en quien está el aprovecharme de los fructos de la pasión de Cristo y cumplir en mí lo que allí faltaba, que dice san Pablo 9, que es el trasladar y el imitar.
6. Bueno es para j imprimir en una materia un sello llegarla al fuego, pero hase de derretir primero y ablandar k y juntar luego el sello o lo que se ha de retratar y dibujar. Bueno es que un alma medite en la pasión de Cristo, que es fuego, para en ella retratar un Cristo crucificado, pero ha de mirar si en esos pensamientos se ablanda y derrite, si se junta y pega con el mismo Cristo, si salen estampadas en él sus llagas y azotes, sus ignominias y afrentas, deseando padecer mucho por el mismo Dios.
7. Las propias palabras, digo, se pueden entender de Cristo para con un alma, a quien compara a la palma por la altura que en sí tiene del estado de [87r] perfección y por su alta contemplación, y por la fortaleza y rectitud que tiene como la palma. Subiré, dice Cristo, a esta alma y palma, y en ella cogeré sus fructos, que son sus sanctas y buenas obras.
8. Esto está muy puesto en razón, que, si del justo dice David que se sustenta con los trabajos de sus manos 10 y que no le bastan buenos pensamientos para comer, ¿por qué hemos de querer matar la hambre l que Cristo tiene de nosotros con solo pensamientos y consideraciones? Hambre que en el mismo Cristo no se satisfizo sino con tantas y tan inmensas obras como él m obró en su pasión, ¿por qué hemos nosotros de querer matar hambre y sed tan insaciable como la que Cristo tuvo con solo pensar? ¡Oh Dios mío, que, puesto en una cruz, después de haber padecido tú tanto, te quedas con tan grande sed que dices sitio 11, y que quiera yo matar estas llamas n y mitigar este fuego con solo soplos de pensamientos interiores! Agua, mis hermanos, que se arde la fragua. Anden pensamientos y lágrimas, ayunos y cilicios o, mortificaciones y obras penales, que eso con esotro, interior con exterior, pensar y obrar, es quien alcanza los premios eternos. Y si Dios por su propheta dice p que nos tiene scritos en sus manos 12, procuremos nosotros traerlo estampado en nuestras obras, que son muy lindos anillos de acuerdo, y aun dispertadores muchas veces para recordar al corazón lerdo y olvidadizo.
9. No se contenta Tomás para creer con menos de que Cristo le dé manos y costado: Nisi videro in manibus eius fixuram clavorum, et mittam manum meam in latus eius, non credam 13. Y a Cristo, que, como buen pagador de lo que buscaba y deseaba, que era el alma de Tomás, no le duelen prendas, no reparó ni le dolió el dar lo que le pedían; y así ofrece manos y costado, no sólo a los sayones para que lo q rompan y desangren, sino a Thomás y a los demás discípulos, para que lo vean y palpen: Videte manus meas 14, etc. Pregunto yo, mis hermanos, las obras de Dios ¿son de menos valor que las que hacen los hombres, que de ellas hemos de querer mayores prendas, para saber y quedar satisfechos que Cristo es nuestro Dios, que [de] las nuestras para por ellas descubrir que somos verdaderos hijos suyos r? De las de Cristo hemos de querer s manos agujereadas y costado abierto t, y en la información que de nosotros damos queremos u satisfacer con solo pensamientos, y ésos no de costado abierto como el de Cristo, sino de pensamientos secretos y encerrados en el corazón, [87v] diciendo que ya somos sanctos porque tenemos dos horas de oración, porque meditamos y contemplamos en los misterios divinos.
10. Vaya todo v. Todos de pies a cabeza nos entreguemos en Cristo. Nada quede, pues de nada quiere demos parte al demonio y en nada quiere tener compañía con él. Démosle el corazón por limpios y sanctos pensamientos; démosle también las manos por obras w y perseverancia x. Miremos nosotros qué hubo en Cristo que no se nos diese y entregase. Dificultoso e imposible será hallar algo que para sí reservase el mismo Dios, que al hombre no le hiciese dueño de todo. Sólo de aquello que implicaba contradicción que el hombre tuviese, que era ser Dios por esencia, a quien sólo se le debe honra y gloria. Que, en y todo lo demás, fue el hombre entregado 15 como ligítimo heredero que Dios le había hecho adoptándolo en hijo por gracia. Entregóse el hombre en las palabras de Cristo, en sus milagros, en su cruz y pasión y en su cuerpo sacramentado en la hostia. Y de todo hizo tesoro y archivo en la Iglesia, con que se honra y tiene por el más dichoso entre todas las naciones 16.
11. Y, en testimonio de esta verdad, cada día y cuando de ello se le ofrece, saca joyas y piezas divinas, y aun hace almoneda, porque, como no son bienes que se disminuyen, cada día desea haya nuevos marchantes que se lleguen a aquel divino sacramento y se lleguen y lleven un Dios entero. Otras veces saca la cruz, pieza de tanto valor que con ella se despojó z el infierno y se abrió el cielo y compró lo que vale más que se puede imaginar. Esta pieza la feria y la da con Cristo a todos los que la quieren, diciendo: Qui vult venire post me, tollat crucem suam et sequatur me 17. También hace cada día almoneda de sus palabras en los púlpitos, dándolas para que en lo escondido del corazón el hombre las lleve; de sus milagros, que cada día se obran con los que a le siguen y tienen b confianza.
12. Ay, mis hermanos, ¿qué queremos o podemos querer de Dios que no lo hallemos a manos llenas? Pongámonos a imaginar. ¡Qué corta se quedará nuestra imaginación, siendo de suyo tan larga, y del hombre, tan antojadizo, en comparación de lo que Dios está aparejado para nos dar! Bien corto es, mis hermanos, lo que el hombre tiene y los bienes que posee. Eso quiere Dios en retorno de lo mucho que nos da con eso. [88r] Josué, hurtado [por Akán], contra el bando que se habíe echado en el ejército, una barra de [oro], que lo mandó apedrear y quitar la vida; y perdió la gloria de la victoria que los demás alcanzaron 18. Nada nos ha de quedar de cosas de la tierra, que todo está vedado a los que profesan vida apostólica.
13. Lo segundo que debe un religioso hacer es que, en diciendo en la oración: ¡Envido!, ha de meter luego lo que envida, pues ése no es juego de muchachos ni pasatiempos, como dicen, de damas y galanes. En diciendo: ¡Envido el corazón!, meterlo luego en el juego, para que lo tire y lleve Dios, pues tan bien y con tan buenos puntos de azotes y trabajos lo tiene ganado. En diciendo en la oración con el deseo: ¡Oh Señor, y quién fuese humilde y se ocupase en cosas bajas, para que en ellas yo conociese mi bajeza!, luego meter lo que se envida, meter las manos en el fregado y servicio de sus hermanos. En diciendo: ¡Va todo!, todo vaya, no nos arrepintamos. Y a resto envidado no hay que contar lo que fuere y lo que el hombre tuviere; eso lo contará Dios y a buena cuenta dará ciento por uno, aquí gracia y después gloria, etc.