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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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EXHORTACION 26

En que se prosigue lo pasado y se advierte de cuánta importancia sea el obrar bien en tiempo que uno
exercita la oración y tiene buenos deseos

1. Probando vamos en estas últimas exhortaciones cómo nuestra perseverancia no sólo ha de ser en los deseos y pensamientos, sino también en las obras, porque en tanto son los pensamientos y deseos de valor y estima en cuanto salen afuera y se bien logran. Porque ni el trigo debajo de la tierra puede dar fructo ni ser más que un grano, ni el niño en el vientre de su madre a puede crecer ni ser más que criatura estrecha y abreviada, conforme lo son las entrañas que lo encierran. [88v] De esa misma suerte nuestros pensamientos y deseos, fabricados dentro de nosotros propios, quédanse en deseos b cortos y limitados, sin tener en quién ni por dónde se extender, hasta que nazcan en este mundo grande y aplicados a la obra y ésa se les dé por madre que los críe y ensanche, y en ella, como c trigo que ya salió fuera de la tierra, den celestiales fructos.

2. Y pues denantes pusimos exemplo en el juego y en los que envidan, tornémonos a ese exemplo. Acá está vedado el juego que se dice al fiado y sobre palabras, porque, como éstas cuestan poco, con facilidad las arroja y se enpeña un hombre d en lo que después o no quiere o no puede pagar. Así está dispuesto, y con razón y justicia, que el dinero que no se depositare sobre mesa no se pueda pedir ni llevar. A mi parecer, en lo divino y en la materia que vamos tratando e ha de hacerse lo propio: que se jugase a luego pagar y al contado. Que esto de ofrecer en la oración y envidar para los dejar mill mundos que mill un religioso tuviese corre peligro, o porque el hombre es mentiroso o porque no puede lo que envida y promete. Quiero decir que hay muchos que con facilidad ofrecen el dejar el mal y abrazar el bien, que después con mill garabatos no les haréis desasgan el corazón de una cosa muy liviana, de un breviario f nuevo y de una celda bien aderezada, o de otras niñerías que no importan una arveja.

3. El buen jugador ha de tener el dinero delante, que, como en el juego se pica, no estima el oro y la plata, sino que en mill ocasiones lo echa. Al pie de la obra y cuando uno trata de g oración es cuando ha de tratar de hacer lo que piensa en ella, que, como en la oración es donde un alma está picada de amor de Dios, entonces es cuando no estima un hombre rodar por esos suelos por amor de Dios, cuando no siente h azotarse y dejar el mundo. Pero si yo gasto un año en tener oración sin ejercitarme en obras sanctas y buenas, cuando venga a pagar lo que entonces envidé y prometí, no habrá quien me saque, como dicen, una blanca de las manos ni quien me haga [89r] abrazar un trabajo por pequeño que sea, una mortificación liviana y un rigor suave.

4. En los árbores vemos que jamás llega a colmo y a ser fruta la tercera parte de la flor que echa, porque, como tarda y hay tiempo entre ser flor y fruta, en este intermedio viene el aire y derriba una parte, el hielo lleva otra y la falta de agua y humedad maquila otra. De suerte que cada día se ve enpezar los árbores su primavera cargados de flores, como novias de dijes y, por tardarse en convertir aquellas flores en fructos, suelen de ordinario las inclemencias del cielo desnudarlos y dejarlos en tronco, como a las novias las vecinas que vinieron por lo enprestado con que se habíe enriquecido. Y lo propio vemos en el trigo que se siembra: que si luego no hace buen temporal para que eche raíces y nazca, ni hay hormiga en la tierra ni pájaro en el cielo que no viene a diezmarlo; y eso tiene menos el labrador que lo sembró. ¡Ojalá el que ora y reza metiese la mano en su pecho y los ojos de la consideración dentro de sí cuando está en oración, cuando en lo escondido de su corazón siembra sanctos y buenos pensamientos, cuando su entendimiento carga de discursos devotos y los propósitos se encuentran unos con otros y, por lo que otros años le ha sucedido, hiciese su cuenta y mirase cuán poquitos nacieron y se volvieron fructa y de pensamientos obras, sólo porque se tardó en poner en execución lo que a montones pensaba, porque dio tiempo para que la tibieza y cobardía maquilase la mitad de los buenos pensamientos que habíe tenido, porque tuvo lugar el aire y viento cierzo de la presumción y soberbia para meter debajo de la tierra los pensamientos humildes y porque faltó el agua y humedad de devoción! Porque, no naciendo luego nuestros sembrados, vino el demonio, a quien Job llama hormiga 1, a comer el corazoncillo del pensamiento para que le faltase la virtud y no pudiese nacer; y las aves del cielo, que son las ocasiones que por los aires vuelan y se llevan también su parte.

5. Si el religioso de espacio un día siquiera gastase en hacer esta cuenta, de cómo le fue antaño con los deseos que tuvo y a cómo le salió la hanega de lo que sembró y, hallando ser mucho menos las cosechas y las obras [89v] de lo que deseó hacer, quién duda que no quitaría las ocasiones que le menoscababan su cosecha. Y si la principal es no obrar cuando se piensa, a mi parecer, debe el verdadero religioso hacer lo que el Spíritu Sancto dice del alma fervorosa, en quien en un mismo tiempo ve y considera por todo uno flor y fructo, y así dice ella de sí propia: Flores mei fructus honoris 2. Como si dijera ¿por qué pensáis que soy honrada y tenida? Porque la flor de mis pensamientos los trueco en un mismo tiempo en fructa, que es por quien Dios honra y premia a un alma.

6. Si cuando una mujer tiene dolores de parto los reprimiese, no se ayudase y quisiese entonces parir, es muy cierto que después no pariría y, muerta la criatura dentro en el vientre, ella se quedaría con solo haber estado preñada. En la oración es cuando un alma concibe dolor de sus peccados y dolor de compasión de los que Cristo padeció por ellos. Con este dolor es cuando se ha de obrar bien, cuando ha de salir a luz el pensamiento y deseo. Y si para entonces no se ayuda, el pensamiento se quedará sin nacer y el alma con solo haber estado preñada. De manera que, mientras nos dura el dolor de compasión que concebimos en la oración, es cuando el alma hace sus partos y sale con sus buenas impresas.

7. Cuán diferente es el acometimiento que hace el soldado, el caballo i y el caballero cuando oye resonar los píphanos en la batalla, tocar las cajas, gritar los capitanes, que después de haber pasado esta barahúnda, después de se haber quitado las armas y desnudádose j del brío que tantas ayudas de costa se lo ponían. ¿Quién le hizo a Nicodemus acometer cosas tan dificultosas como aprehendió cuando fue a Pilatos a pedirle con osadía el cuerpo de Cristo 3, sino las martilladas de los clavos que hincaban en las manos y pies de Cristo, el golpe y ruido de los azotes, el gritar de los judíos cuando decían 4: ¡Crucifícalo! ¡crucifícalo!? Entonces es cuando acomete a la dificultad, cuando rompe por en medio de los estorbos y va a pedir el cuerpo de Cristo. Cuando los soldados de David oyen decir a su capitán que tiene deseo, gana y sed [90r] del agua de Belén, que estaba recogida en una cisterna, entonces, cuando la voz de David aún no se habíe enfriado en sus orejas, es cuando rompen por en medio de sus enemigos y van a traerla, y a descubrir cómo no era cumplimiento el amor que a su capitán tenían 5. ¡Oh sancto Dios mío, y quién fuese tan prudente y discreto religioso que, cuando en la oración han resonado en mis orejas las afrentas que a Cristo dijeron, los golpes de sus azotes y martilladas de sus clavos, luego sin más dilación yo acometiese a mis enemigos, demonio, mundo y carne! ¡Oh qué brío se llevaría en esta ocasión! ¡Oh qué fortaleza y ánimo en las disciplinas y penitencias! ¡Oh qué osadía para vencer cuantas dificultades se ofreciesen! Oh mis hermanos, si cuando meditamos y escuchamos a Dios puesto en una cruz y le oímos decir que tiene sed 6, nos desembarazásemos de todo y pusiésemos por obra lo que profesamos, paréceme a mí ninguno oiría esta voz que luego al punto para matar esta sed no ofreciese su alma, aunque para el cumplimiento fuese necesario quitársela al demonio y mundo, a quien por la mala vida pasada le habíe entregado.

8. Lindo tiempo es entonces, mis hermanos, cuando el fuego está encendido de la charidad allá dentro. Entonces es cuando, arrimándole la olla de las buenas obras, hervirá y saldrán fervorosas, sazonadas y bien cocidas. Pero, si ese tiempo se pasa y el fuego, como sin leña de buenas obras, se consume, haremos lo que del perezoso dice el Spíritu Sancto: que todo se le va en el invierno en estrujar sus manos y meterlas en el seno 7.

9. Bien es, para que echemos de ver la necesidad que tenemos de estar siempre apercebidos de buenas obras, en quien voy pidiendo sea nuestra perseverancia religiosa, consideremos aquella higuera en quien Cristo, saliendo de Jerusalén para Betania, la halló con hojas verdes y sin fructo, causa por qué la maldijese Cristo 8, figurándose en esta higuera y maldición grandes y secretos juicios de Dios, de quien pienso ya en estas exhortaciones he k hecho mención 9. Y ahora de paso digo que no fue sino una advertencia clara para los religiosos [90v] que todo el año están vestidos l de buenas speranzas y palabras devotas, significadas por las hojas verdes que tenía la higuera, pero, en lo que toca al fructo de las buenas obras, siempre están en espera y aguardando el mañana, que nunca se llega. A estos tales castiga Dios con lo que ellos propios eligen. Fáltale fructo a la higuera, pues eso te venga —dice Cristo—, que siempre te falte y nunca lo tengas. ¡Terrible castigo para el religioso, en quien a su tiempo debido no halla Dios las obras de su obligación: que nunca las tenga ni fructo en él haya! ¡Terrible castigo! ¡Y que este hombre, él por sí propio, lo busque y escoja y, como cosa de gusto, abrace maldición tan cruel como la que Cristo echa a esta higuera! ¿Qué cosa es, mis hermanos, no llegar día y tiempo en que el religioso ha de hacer las obras heroicas que en su profesión propuso y en su noviciado imaginó, sino aquello que dice David del ingrato y desconocido: Noluit benedictionem, et elongabitur ab eo; induit maledictionem, et veniet ei 10? Vistióse de maldición y vendrále. ¿Qué maldición es esta que le ha de venir al que, pudiendo obrar, lo remite siempre para el tiempo por venir, sino la propia que ya él tiene y ha escogido, que es el no obrar? Pues ese no obrar m vendrá sobre ti.

10. Notan algunos sanctos que, cuando Cristo maldice la higuera porque no tiene fructo, aún no era tiempo de tenerlo 11. ¿Cómo, pues, se puede compadecer rectitud de justicia castigando a uno porque no hace lo que debe, cuando aún no lo debe ni es llegado el plazo para pagar lo que se le pide? Ya esto, digo, lo tengo tocado otras veces. Y digo que, por el propio caso que Cristo maldijo a la higuera en tiempo que no tenía obligación a llevar fructo, se nos descubre cómo en el hombre, en la higuera figurado, no hay tiempo en que haya de estar sin él, ni hora en que haya de tener descuido. Y que no piense la higuera, porque tiene hojas y en ellas acordaba a Cristo que con ellas habíe n dado al hombre vestido en el paraíso para que cubriese su desnudez 12, ya con eso habíe cumplido. Más debe que ser capa de peccadores; antes entonces fuera bien se los dejara desnudos y vieran el mal que les habíe venido por ser inobedientes a los preceptos de Dios. Ayuda fuera el no acudir entonces al remedio de los desnudos para que mejor conocieran su delito. No se cumple, pues, con esto. Más ha de haber que hojas, que son vestidos; fructa que se coma y sea sustento.

11. [91r] De esa misma suerte debe el religioso pensar que, no porque se tapa y cubre con capa de sanctidad que forma y hace de las buenas palabras que tiene y de los buenos pensamientos y discursos que hace, que ya todo está hecho y granjeado. Más le falta, que es el fructo de las buenas obras, con que se ha de sustentar el alma y alimentar y crecer en la vida perfecta. Y digo más, que muchas veces fuera mejor que los tales religiosos se quedaran desnudos y sin aprovecharse de las hojas de las higueras, digo de las palabras sanctas que tapan y encubren la desnudez de adentro, para que, viéndose como otro Adán y Eva desnudos en el paraíso de deleites, que es la religión, y tan delante de los ojos de Dios, se avergonzaran una que otra vez de haberse visto y considerado en bienes recebidos como otro Adán en su primer estado y, por no ser quien debe y tiene obligación, dio en ser desobediente, traspasar leyes y preceptos; y así quedó su alma desnuda y distituida de todo bien.

12. Bien claro queda, mis hermanos, advertidas nuestras obligaciones en qué consisten y cuál es la perseverancia que se busca. Dénos Dios, por quien él es, una gracia muy poderosa, para que consigamos lo que tanto nos importa. Etc.




asigue p tach.



bsigue que tach.



csigue q tach.



d un hombre sobre lín.



esigue se avía tach.



fsigue nuevo tach.



gsigue tener tach.



h cuando no siente sobre lín., en lín. de tach.



1 Job 4,11: «Tigris periit, eo quod non haberet praedam». Los Setenta trasladaron: «Myrmicoleon periit...» (cf. Biblia Maxima, 5,544). En latín es lo mismo que formicarum leo, porque «en la mitad del cuerpo representa un león fiero y, en la otra mitad y resto del cuerpo, una hormiga flaca. Y así los santos han dicho que es un retrato del demonio este animal, el cual entra con grande ímpetu como león, pero, si se le resiste luego, es flaco como hormiga»: PEDRO DE VALDERRAMA, OSA, Exercicios espirituales para todos los días de la Quaresma (Zaragoza 1606) (1.ª ed. Madrid 1602), II Parte, 33v, obra de la que, como dirá en Pláticas (n.17), nuestro santo se sirvió para sus reflexiones. Con más amplitud expone lo mismo GREGORIO MAGNO, Moralia in Iob, 5,20 (CCL 143,246).



2 Eclo 24,23.



i el caballo sobre lín.



jcorr. de desnudándose



3 Fue más bien José de Arimatea el que «con valentía (audacter) entró donde Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús» (Mc 15,43).



4 Cf. Jn 19,6.



5 Cf. 1 Crón 11,17-18.



6 Cf. Jn 19,28.



7 Cf. Prov 19,24; 26,15.



8 Cf. Mc 11,13-14.



kcorr. de hecho



9 Cf. supra p.46.



lsigue del verdor tach.



10 Sal 108,18: «Et dilexit maledictionem, et veniet ei; et noluit benedictionem, et elongabitur ab eo. Et induit maledictionem sicut vestimentum...».



msigue eso tach.



11 Cf. Mc 11,13: «... non enim erat tempus ficorum».



nsigue a tach.



12 Cf. Gén 3,7.






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