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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
EXHORTACION 30
De dos maneras de obras en que el hombre ha de perseverar y cómo jamás debe olvidar las exteriores
1. Parece que, habiendo puesto la perseverancia, en algunos capítulos y exhortaciones postreras, en las obras exteriores, de quien siempre corre obligación a los siervos de Dios que viven en comunidad y entre hombres, nos hemos obligado a decir cuáles y cuántas han de ser estas obras exteriores, puesto caso que, permitiéndolo b Dios c, podemos, dejándolas de hacer, dar cinco de corto y, por ser el hombre flaco, podríamos perder quince de largo. Y así seríe bien decir cuatro palabras descubriendo dónde está la raya donde el hombre ha de llegar y la señal de donde no ha de pasar.
2. Digo, pues, mis hermanos, según lo que dejamos dicho, muy de contino debe el siervo de Dios mostrar su profesión y vida en obras y actos exteriores, los cuales son aquellos divinos toques con que los animales que vido Eczechiel se herían unos a otros incitándose al vuelo largo e impetuoso 1. Es el fin que tienen las religiones, juntándose muchos en comunidad, porque, como es fácil respecto de nuestra miseria el caer, es grande cosa que un religioso se halle al lado a otro su hermano que le dé la mano, no esta material y de carne, sino la del buen exemplo que le dio obrando y trabajando. Porque así entiendo yo ahora aquellas palabras del Spíritu Sancto que dice: Ay del solo, que si cayere no tendrá ayuda 2. Es, pues, la buena obra de mis hermanos el fuego de los tizones que conservan el calor del carbón amortiguado. Y esto del ver comer y beber mucho dispierta el apetito de los que miran. Y aun avergüenza la limpieza exterior de los justos las manchas y suciedades de los peccadores. En fin, mucho se refrena un hombre delante de su contrario. Y humildad es contra soberbia, mansedumbre contra ira, abstinencia contra gula, etc.
3. Y las cosas fuera de su centro y lugar mal se conservan, pues el pez muere fuera del agua, y el agua corre y se va huyendo de la tierra, y la piedra cai de lo alto, y el fuego huye de lo bajo. Y, a mi parecer, el peccador entre los justos se queda en seco y ha de expirar d, como a quien le falta el agua de su mar y el aire de su tierra; [100v] y correrse tiene, como el agua, de verse tan fácil en su condición delante de quien en la virtud es firmamento; y, como piedra, ha de caer en la cuenta viéndose entre sanctos y gente que bien obra, que es estado levantado; y levantarse tiene, como caído y fuego apagado, a su centro, que es Dios, pues, como dice David 3, en lo alto está nuestro refugio. Con esta ayuda de costa e que el justo da a su compañero flaco, cumple con lo que san Pablo dice: Alter alterius onera portate 4; que nos ayudemos a llevar nuestras cargas.
4. ¿Quién dificulta que no quede muy ayudado el caminante cansado que topó a quien le llevase las alforjas, quien le entretuviese con agradable conversación, quien le dijese estaba cerca el poblado y que presto llegarían donde se descansaba con regalo de comida y bebida muy barata? Paréceme a mí que tales nuevas eran bastantes para desatollar a la bestia más cansada, para aligerar y hacer alargar el paso al hombre más fatigado. ¡Oh Dios mío!, mis hermanos, si bien considerásemos los grandes bienes que a nuestros hermanos hacemos cuando, considerando en ellos alguna flaqueza o desmayo, nos arrimamos a ellos, como otro Cristo a los discípulos que iban a Emaús 5, disimulándonos todos como peregrinos, no dificulto sino que de la tal compañía sacaría Dios un abrir los ojos para ver y entender muchas cosas que hasta allí les habíen sido obscuras y dificultosas.
5. En fin, el justo es sol y luz para el que sale desconfiado de la celestial Jerusalén y va por el desierto y despoblado de este mundo. ¡Qué bien hacía esto san Pablo cuando decía: O Corinthii, os meum patet ad vos 6! ¡Qué soplos tan divinos eran los que daba Pablo para encender fuego en los carbones muertos de sus compañeros! Donde quiero que notemos el término con que san Pablo dice que les desea todo bien, ayudándolos con sus palabras: Os meum patet ad vos. Que parece es el insufflavit, et dedit eis Spiritum Sanctum, que dicen los evangelistas 7 de Cristo f. Dos diferencias pone el Filósopho 8 de dar un hombre aire con la boca: uno aperto [sic] ore 9, otro expanso ore. Uno es cuando uno sopla, la boca cerrada, y entonces el aire sale frío; y con el de esa manera enfriamos y refrescamos las manos de verano. [101r] El aire que echamos de la boca, la boca abierta, es el resuello, y ése sale caliente allá de las entrañas; y con éste deshelamos las manos y calentamos lo frío. Pues decir san Pablo que tiene su boca abierta para los de Corintio, fue decir que les daba su resuello y su espíritu, salido de sus entrañas, con que los alentar, deshelar y calentar. Que, como otra leona, que con la lengua a sus cachorrillos los lame y perficiona y con sus gritos los resucita, de esa misma suerte Pablo ayudaba a sus hermanos con palabras y consejos, con ansias y suspiros salidos de su corazón.
6. Pues, si tales provechos tienen las palabras y soplos del justo para los peccadores, ¿cuáles serán las palabras juntas con las obras y todo un justo entregado a las necesidades del caído? Y si la lengua del perro, que puede morder y rabiar g, lamiendo una llaga la sana, ¿cuál será el provecho que hará un saludador con sus bendiciones, a quien Dios le dio tal gracia de sanar y conservar? ¡Oh buen Dios!, si un hombre justo, que puede h ser malo y rabiar i como los otros peccadores, con su lengua y buenas palabras, lamiendo las llagas ajenas, las sana, ¿cuáles serán los efectos y provechos que tú, Cristo mío, harás en un alma cuando a ella te juntes, sanándola y preservándola? Si sanguis hircorum et taurorum, dice san Pablo 10, coinquinatos sanctificat, quanto magis sanguis Christi emundabit conscientias nostras ab operibus mortuis? Saquemos de aquí, mis hermanos, el juntarnos siempre con los mejores. Y cuando viéremos los provechos que pega un hombre, por ser justo y bueno, a otro hombre, consideremos los que tendrá nuestra alma cuando se junta con Dios, a quien Su Majestad no sólo le comunica la grandeza y virtud de sus palabras, sino los efectos y grandezas de sus obras.
7. Hemos, pues, dicho que las obras exteriores j son necesarias respecto de nuestros hermanos. Y en otras exhortaciones también hemos dicho respecto de nosotros propios, en quien no quiere Dios haya nada ocioso, sino que todo el hombre trabaje. Ahora fuera bien decir cuáles y cuántas habíen de ser estas obras respecto, como hemos dicho, que se puede dar cinco de corto y otro de largo. Pienso que en esta materia ha de ser dificultoso descender a cosas particulares [101v] y querer poner tasa a tantas diferencias de spíritus como Dios tiene puestos en su Iglesia. Sólo se podría hablar con reglas generales con todos los hombres, tratando la obligación que tienen y de la parte donde por lo menos han de llegar, respecto de que el mismo Dios es el que puso el cinco de corto y el que avisó k perdían el juego todos aquellos que allí no llegasen.
8. Esta raya la hizo Dios y puso en los diez mandamientos de su ley, donde el que no llega pierde la mano que podía tener con Dios ganándole el cielo. Así lo dijo Cristo a aquel mancebo que le fue a preguntar que qué había de hacer para poseer la bienaventuranza l, y le respondió: Serva mandata 11; que guardase los diez mandamientos de su ley m. Aquí ha de llegar el tiro que un cristiano ha de hacer. Alargar tiene el brazo para que aquí llegue el golpe, porque se juega en esta materia con un Dios que no hay trampearle la mano de la buena obra que debía hacer y no hizo. Y si llega la muerte, tampoco vale pedir otro tiempo para tornar a jugar diciendo se burlaba en la mano pasada, porque Dios no quiere burla de manos, que todas han de ser obras de veras. Estas son las que Dios ha de ajustar con la regla y medida de la ley, según aquello de [David]: Cum accepero tempus, ego justitias judicabo 12. El cumplimiento de la ley es el que juzgará Dios y examinará, que el no cumplir lo que el hombre debe eso juzgado se está, y cada uno será juez de lo que es blanco y de lo que es negro. Pero entrará Dios haciendo desengaños a los engañados y quitando máscaras a las cosas encubiertas, para que el hombre con sus propios ojos vea qué lejos dio el golpe del blanco a que tiraba, y que tanbién vea y conozca que no es todo oro lo que reluce ni bueno lo que su vida apasionada juzgaba por deleitable.
9. ¡Oh válame Dios!, si los que viven en el mundo tan sin cuenta la tuviesen para cosa tan corta y pequeña como es contar diez mandamientos y hacer lo que en ellos Dios les manda n, qué poquitos habría que tantas manos errasen y tantos juegos perdiesen y tanta muchedumbre se condenase. Pregunto yo ¿qué hombre hay que haya de tirar una bola, sacar un canto del brazo o hacer un tiro, aunque sea de poca consideración, que primero no se sosiegue, se repare, tantee y mire qué fuerza y atención ha menester para acertar? ¿De tan poca consideración es un cielo entero, un gozar de Dios para siempre, que lo hemos de estimar en menos que los menores entretenimientos de este mundo? Oh mundo engañoso y ciego, que tan ciegos trais a los que tras ti andan, ¡qué de trampas les pones a los ojos, cogiéndoselos para que sólo vean las cosas de la tierra y lo que con facilidad se ha de acabar [102r] y no conozcan lo que para siempre ha de durar!
10. ¿Quién no ve la locura de los hombres para cumplir los gustos de la carne, el tanteo que hacen de sus fuerzas, de su salud y hacienda? Y si todo ello no llega para lo que desean y gustan, lo cumplen con fuerzas y hacienda ajena para que llegue, para que llegue. No es dificultoso poner exemplo en lo que esto se hace, pues es en todas las cosas que la carne pretende. Sólo porque se le antojó el vestido de paschua al villano que habíe de ser como el del grande y al grande que habíe de llegar a la costa que tiene el que trai el rey, ha de ir todo el caudal y, si no llega, ha de llegar y sobrar a costa del empeño y enprestado del vecino o mercader. Pues ¿qué, si el entretenimiento es de cosa que dicen va la honra? Ahí es donde, si es necesario, para conservar la suya que pusieron en vanidad, vaya la honra de Dios y el empeño y pérdida de su ley; todo ha de ir, que, como es casa en que manda la carne, ella es quien ha de salir con la suya. Y si se determina este tal hombre al cumplimiento de los diez mandamientos y a lo que tiene obligación, nada hay en casa que a eso ayude o que llegue. Ahí es donde para el ayuno falta la salud, para la missa el tiempo, para la confesión la ocasión, para la comunión la devoción, para la limosna la hacienda, para la buena obra el amigo. ¡Ay alma, qué sola te veo para lo que tanto te inporta! Bien se echa de ver que no tiene el hombre puesto en eso su gusto e interés, pues tan poco se le da por acudir a sus menesteres. Bien digo que son trampantojos éstos que hace el mundo, porque, si el hombre viese cuán desnuda tiene el alma de virtudes, él trabajara en adquirirlas y aun o las pidiera enprestadas a los sanctos. Si viese cuánta es la hambre que tiene y padece de Dios, no la trataría como a perro que lo sustenta con güesos y migajas que se le cain de la mesa de las cosas de la tierra.
11. Tobías quiso convidar al ángel que habíe acompañado a su hijo y le habíe hecho mill cortesías en aquel camino; y parecíele, no conociéndolo, que con un buen convite quedaba algo satisfecho. Y el ángel le respondió: Ego p cibo invisibili utor 13; no comemos estos manjares los que estamos en el cielo, tenemos allá un sustento invisible. Mayor, pues, hermano mío, es nuestra ignorancia quiriendo satisfacer al spíritu y alma, que sólo fue criada para Dios, con cosas de la tierra, de que ella no debe hacer caso.
12. Estos son los velos que Dios quitará el día del juicio y descubrirá los senos vacíos de la anchura del alma y las carnes desnudas de la que sólo es spíritu, para que, confuso el hombre, su castigo [102v] sea una y otra confusión, viendo que pudo y no quiso acudir a las cosas del alma, viendo que quiso acudir al cuerpo y pudo, viendo todos sus trabajos pasados vueltos q en viento, pues, habiéndolos puesto en el cuerpo, lo dejó en manos de gusanos y metido en una sepultura; viendo también que una sola alma que tenía de tanto valor y estima como es un retrato e imagen de Dios, la lleva tan mal parada que no vale sino para que vaya a las tinieblas eternas con el que se entró en las bodas desnudo en medio de los escogidos 14.
13. No será pequeña confusión el ver que, aunque lo echan en tinieblas, sólo tendrá ojos y luz más clara que la del día para ver y conocer que ofendió a Dios y que justamente está condenado y que eso le ha de durar para siempre jamás. Estas y otras confusiones tendrán aquellos que en esta vida no quieren advertir y reparar que no es mucho lo que Dios pide en pedirnos cumplimiento de los diez mandamientos; y que, como queda dicho, el cinco de corto no está largo, pues, siendo y estando puesto en los diez mandamientos, es el cero más pequeño de todos cuantos hay, y Dios tan benigno y misericordioso que, si tú no puedes, lo acercará y lo pondrá tan pegado a nosotros y a lo que podemos que, si del todo nos falta el posible en las cosas exteriores, allá dentro en nuestra propia alma pondrá la raya y señalará el cinco, para que con actos interiores siquiera cumpla el hombre.
14. ¡Oh Dios mío, y qué bueno eres!, que, si muchos justos pediste a Abrahán r para perdonar tantas ciudades, admitístele el regateo, pues los veniste a abajar a cinco s 15. No le regatees tú, hermano, de malicia a Dios, que, si te presentas delante de él por pobre, de balde te dará lo que tú quisieres y el mismo Dios desea. Que es lo que por Esaías dice el mismo Dios: Venite et emite absque argento et ulla commutatione 16. Que fue decir: cielo y gloria es que se da y se vende a cada uno por lo que tiene y quiere. El que tiene fuerzas, salud, vida y hacienda, todo eso le llevaremos subiéndolo tanto de puncto la gracia, que lo que se da por todas esas cosas, aunque tanto valga como el cielo, se diga compra y venta; y el que de todo eso careciere, se le dará de balde sin plata y oro y lo que por eso vale. Parece Dios al mercader que tiene gana de deshacerse de su mercaduría, que nadie ha de entrar en su casa que se salga sin llevar al comprado, trocado, fiado o dado.
15. Todo esto hemos dicho por que nadie desmaye en el camino del cielo ni se le haga duro y pesado t [103r] lo que Dios le pide obligándolo a una ley tan corta como aquella que se encierra en amar a Dios y cumplir sus mandamientos u. Estas son las obras que el hombre debe hacer y en las que debe por lo menos perseverar para alcanzar la corona que se promete al que venciere.
16. En la exhortación que viene, siendo Dios servido, pues no tratamos con los del mundo sino con religiosos, diremos v la otra parte de lo que aquí propusimos: de dónde no han de pasar las obras exteriores para que no demos en extremo.