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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
EXHORTACION 35
Trátase de la medida y peso de las penitencias de aquellos que
viven en religión rigurosa. Y del yerro que muchos hacen tomando otra
medida sólo por su voluntad y gusto
1. Paréceme es necesario hablemos con todos y nos conformemos con las fuerzas de los flacos. Ya les hemos rogado en dos capítulos se hagan fuertes soldados armando el interior, como buenos soldados, con las armas de las virtudes. Así como suele el labrador, en tiempo de frío, no salir a hacer sus tareas si no es bien comido y bebido, que, en fin, el fuego del estómago resiste el frío del cuerpo, de esa propia suerte con tiempo es bien aforrar el alma de virtudes a, que es estómago de la flaqueza del cuerpo, para que no sienta la desnudez y frío de afuera. Después de esto es bien sepamos dónde está esta raya y término donde se ha de llegar y no pasar b, si es verdad que todas las cosas lo tienen, y se puede dar alguna regla general de qué es lo que un siervo de Dios debe hacer en materia de rigores con su cuerpo.
2. Bien sé es imposible hablar con particulares respecto de que en cada uno la virtud, las fuerzas y la salud es diferente. Por mucho que supiesen, Galeno y Avicena [113v] no dejaron recetadas las dracmas de la purga que se le ha de dar al enfermo, ni las onzas de sangre que se le han de sacar. Sólo dice que se sangre tal enfermo y se purgue tal enfermedad con tales y tales cosas. Después entra el peso y discreción del médico, que toma el pulso y tantea el ánimo, brío y fuerzas que tiene el doliente y por ahí echa. De esa misma suerte, hablando con muchos, habíamos nosotros de hacer: señalar rigores y penitencias para los que desean alcanzar grande salud spiritual —que ya he dicho yo ahora no voy tratando de los que aún se están en el mundo y, para salir de él y apartarse de sus peccados, han menester el jabón de Ocaña y el agua de Tajo; vamos tratando con los que ya están puestos en religión, tratan con Dios y cada día se desean más y más aventajar en la virtud— y dejar a sus maestros hagan el tanteo y den las recetas de el cuánto, cómo y cuándo se ha de hacer la penitencia, para que el religioso no se vea alcanzado de cuenta antes de tiempo.
3. Y pues ahora tratamos con los de nuestra Religión, bien será pongamos exemplo en ella. Tratemos de ayunos y abstinencias, que es en lo que muy de ordinario se ejercita un siervo de Dios. Nuestra regla manda ayunar siete meses. ¿Qué otro ayuno puede añedir un religioso sobre siete meses que no sea en extremo y pasar la regla de lo que un hombre puede? Dirá que esos ayunos sean algunos a pan y agua, que es lo c segundo que suele hacer un penitente. Respondo que, si en nuestra Religión no se puede comprar vino ni pescado, es harto pan y agua yerbas ordinarias mal guisadas. Dirán que dormir en el suelo. Harto suelo es una tabla con una pobre manta. Dirán que disciplinas ordinarias d. Harto ordinario es tres días cada semana. Dirán que cilicios. Bueno es no traer ningún género de túnica, sino el sayal orilla de las carnes. Otro rigor es andar descalzos. No quita ese rigor traer alpargatas, pues anda el pie al frío e. Otro rigor es estar de rodillas. Buenas son tres horas cada día. Y añedir a esto, si se hace continuamente, me parece es pasar la raya, donde antes se puede perder que ganar.
4. Y yo he visto y en la Religión tenemos hoy fraile que, quiriendo sobre esto hacer otras penitencias, le han sido causa de muchos meses de cama [114r] y hoy come carne. Y dijera yo este tal era más penitente, si toda su vida guardara nuestra regla, y no, porque dos meses se dejó llevar, y quiera Dios no fuese de alguna falsa presumción, que el demonio suele esconder, de que pueden mucho y son para mucho, pues ya hacen lo que otros no pueden. En quien yo digo que suele ser más el ruido que las nueces; y aun ser como los olivos y otros árbores que llaman añales, que, porque antaño tuvieron mucha aceituna o fructa, ogaño no tienen sino leña y sólo sirven de gastarles a sus amos la bolsa en curarlos y cultivarlos. En fin, estos árbores aguárdanlos al año que viene. Pero hay hombres que se dejan caer en sus propias enfermedades, que no hay esperanza de ellos. Dirán que así sirven a Dios. Verdad es, si son enfermos como conviene, pero bien fuera que sirvieran también a su religión y no gastaran un fraile en servirlos a ellos por haber hecho cuatro penitencias desordenadas.
5. Y porque no parezca del todo desapoyar las penitencias que sobrepujan las fuerzas, de suerte que yo tengo por lícito, y así lo tengo scrito en otras partes, que poco importa a uno se le abrevie algo la vida corporal por perficionar más la spiritual. Digo que estos penitentes y enfermos, de quien voy tratando, son unos religiosos que, habiéndoles Dios trocado sus penitencias en enfermedades, en ellas en nada los hallo aprovechados, antes haber descubierto haber sido penitencias de propia voluntad, pues las enfermedades que tienen por la voluntad de Dios no las llevan conformando la suya con ella, como deben. Porque, si penitencias buscaban con deseo de sólo agradar a Dios, no es mala penitencia una enfermedad continua, un perpetuo dolor de cabeza no es mala meditación, un frío y una calentura no es mal invierno y verano, un dolor de cuerpo no es mal cilicio; y llevado todo esto con paciencia e igualdad de ánimo, es mercaduría sin sospecha si entra con registro o sin registro verdadero, pues en estas cosas el aduanero es Dios que las envía.
6. Y cuando yo veo un religioso enfermo después de sus penitencias y en sus enfermedades lo veo aprovechado, sancto, paciente, sufrido, obediente [114v] y rendido a su prelado y enfermero, sin quejarse del mal guisado, sin gruñir el olvido del que le cura, ocupado en su cama en oración y en presencia de Dios; y que, si tiene una calentura, la resiste con una templanza, paz y quietud interior de spíritu y, si un frío, con un fuego del Spíritu Sancto; y los demás dolores y trabajos que tiene y padece los cura con los que Cristo padeció puesto en una cruz por nosotros, estas penitencias dichosas fueron pues tan buenos fines alcanzaron. Enfermen norabuena después de los rigores excesivos que tuvieron con el cuerpo, que Dios fue contento con ellos y es glorificado en las tales enfermedades.
7. Enfermedades son éstas de quien en muchos sanctos la Madre de Dios se ha hecho enfermera, como podré yo dar un muy cierto testimonio por haber yo hecho examen del caso y hallado de esto testimonios suficientíssimos para el conocimiento de esta verdad, y como yo tengo scrito en la vida de un sancto religioso que se nos murió 1: que, dejándole un día muy malo en la cama y habiéndose ido toda la comunidad al campo, se lo dejaron olvidado y sin enfermero y, como los dolores que tenía y enfermedad le molestase mucho —bien causada de grandes penitencias que hizo—, vínole un vehemente deseo de que le hicieran la cama; y, estando en este deseo, vido entrar a la Madre de Dios por su celda y levantarlo, sentarlo en un banquillo y hacerle la cama, tornándolo a acostar. No querría poner la pluma en esto, que se me enternece el alma, considerando tal enfermo, tal enfermedad y enfermera. ¡Oh si Dios me diera muchos enfermos y enfermedades de éstas, qué de ganancias tuviera nuestra Religión! Si al peccado de Adán, tiniendo a Cristo por su libertador, la Iglesia dice 2: O felix culpa, quae talem meruit habere Redemptorem; ¡oh dichosa culpa que tal redemptor tuvo!, diré yo ahora: ¡Oh dichosa enfermedad que tal enfermera tuvo!
8. Si hay muchos hombres que estiman y reverencian sus enfermedades sólo porque los visitó un príncipe y los regaló el señor de su pueblo, ¿cuál estima se debe hacer [115r] de estas enfermedades e indispusiciones que más y mejor disponen el alma para Dios? Encójasele norabuena la pierna a Jacob que tales bendiciones saca 3 de su lucha f. Enferme la esposa cuya g enfermedad y dolencia h se repara y remedia con flores del campo y manzanas de la güerta, como ella dice: Fulcite me floribus, stipate me malis 4, por quien es Cristo significado, que de sí propio dice: Ego flos campi 5; y de él publica su esposa: Sicut malus inter ligna silvarum, sic dilectus meus 6, etc. Enferme mucho de norabuena Francisco, a quien los ángeles con divina música lo han de recrear. Enfermen los sanctos, a quien visitan los sanctos. Enfermen los buenos, que golpes son los de sus enfermedades con que se desportilla este tabiquillo del cuerpo i que está entre ellos y la bienaventuranza. Enferme san Pablo —como él dice 7: Cum infirmor, fortior fio—, que enfermedad es del j cuerpo que fortalece el alma.
9. Caigan enhorabuena los justos en la cama de los trabajos y enfermedades, que Dios es el que se la mulle y ablanda, según aquello de David, psalmo 40: Universum stratum eius versasti in infirmitate eius 8. Toda la cama y lecho dice que mulle Dios en las enfermedades de los justos, que no quiere fiar este officio de enfermeros lerdos y descuidados. El lo toma a su cargo, nada deja que no componga, hasta las pajuelas del jergón, la lana del colchón y plumas del almohada. Eso es universum stratum eius. Y adviértase que dice in infirmitate eius, en su enfermedad; que, como perdió por su amor la salud, quedó a cargo del mismo Cristo la dolencia, dándole buen lecho y cama mullida. Que en la salud bien los deja Dios a los suyos que tengan cama dura y sientan los trabajos. Que, así como en la enfermedad viene bien el regalo, en la salud cai muy a pelo el padecer por Dios. A aquel paralítico de los 38 años que Cristo topó en la piscina, después de sano, le mandó que llevase su lecho a cuestas 9, de suerte que el que primero le servía de regalo y blandura, después le sirvió de carga y cruz k. Porque, por una parte o por otra, quiere Dios a los suyos entretenidos y bien ocupados. Ya he dicho que no lo está mal el que por Dios y más agradarle l perdió la salud. No le pesa al cazador del desgarrón del perro en la mata, si ve que trai la caza en la boca; ni al rey tampoco le pesa el brazo cortado del buen soldado que, por trepar la muralla arriba, alcanzó gloriosa victoria. Que, como es señor que puede premiarlo y pagarlo todo, bien gusta que por todas partes le obliguen y que tengan con más trabajos y enfermedades más derecho a sus bienes eternos.