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San Juan Bautista de la Concepción
Obras IV – S. Juan B. de la C.

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EXHORTACION 38

En que se prosigue la materia pasada y declaran algunos daños que train a las religiones las enfermedades de los tibios y relajados en la virtud

1. Esta plática de las enfermedades que se padecen entre religiosos se ha levantado tratando de la perseverancia que un siervo de Dios debe tener en las penitencias, mortificaciones y obras exteriores, las cuales muchas veces derriban al más fuerte soldado, porque, como la mano suele ser la medida del deseo y éste en un justo, y a quien Dios de veras se le ha descubierto, crece cada momento, quiere satisfacer sus deseos en aquello que halla más a mano. Eso tiene la hambre cuando es grande, que apenas aguarda que le pongan la mesa, sino que se procura satisfacer, aunque no de lo mejor, de lo más cerca. ¿Quién le hacía a la sposa tratar conversación con otras doncellas y damas sino el no dar alcance a su esposo, que era el que habíe de enllenar sus deseos? ¿Quién les hacía a los sanctos ocuparse en la consideración de las criaturas y hermosura del universo sino satisfacer con pan de cebada la hambre que el alma tenía del pan floreado, que es Dios? Y, en fin, éstos eran bocadillos que apenas entretienen al que de veras conoce el sumo bien que es Dios, antes, pareciéndoles que estas cosas de acá les son estorbos para las de allá, las pisan muchas veces y desprecian.

2. ¡Oh buen Dios, y qué bien nos descubre el sancto rey David esta verdad, cuando decía: Lacrimae meae fuerunt panes die ac nocte, dum dicitur michi ubi est Deus tuus? 1! ¿Qué había de hacer, Señor, —como si dijera— viendo qué lejos tengo la parada b donde mi alma ha de descansar y satisfacer sus deseos en vos, sino comer en el entretanto lo primero que me hallase? Y, no habiendo otra cosa más cerca que mi cuerpo, él lo pagaba y daba lágrimas tan copiosas que servían de pan y bebida de día y de noche c. ¡Oh qué rabia tan amorosa la del justo por ver a Dios y que nadie le estorbe el camino! Hambre es canina, que, siendo el primero que halla y se le pone delante el cuerpo, a él muerde y decolea 2, en él se entriega y a él riñe. Y como aguarda las paces de todo el año, que son las eternas, y no llegan, no quiere que pase el San Juan de sus manos, en que ha de estar tomando venganza de sí propio. Y como el otro decía que habíe de caer el agua o el penitente, aguardando que envíe Dios la lluvia de su gracia, muy ordinario es caer d en enfermedades el justo que quiere ajustar sus penitencias con sus deseos e.

3. Muchas veces el piloto y marinero desea borrasca en la mar, para con ella [120v] caminar y no estarse detenido en calma y falta de viento, aunque sea a costa del bajel maltratado. Suele Dios escondérseles muchas veces a los justos y disimularles una y otra calma y un juzgar que no andan y están parados, en cuyas ocasiones ellos quieren y desean tormentas de enfermedades y borrascas de penitencias, aunque sea a costa del bajel y del cuerpo, que se cansó y cayó en nuevos trabajos. Estos son los que no es posible f el cuerpo tenga fuerzas para sufrir los que el deseo le quiere echar a cuestas. Es necesario, como denantes decíamos, sean riñas de por San Juan y que lo dejemos descansar entre el año, y que haya quien muchas veces le quite el delincuente de entre las manos para que ahí no acabe. Bien es que el justo viva 3, pues vive para dilatar en el cielo sus pertenencias. Y si alguna vez, como dicho queda, enfermare de causa tan justa, no se desconsuele, que si en la cama le parece que no camina y anda, advierta que entonces lo llevan en pies ajenos, y quizá son mejores y más ligeros que los que él tenía en salud.

4. Razón será que digamos cuatro palabras de otros enfermos que suele haber en la Religión, o que enfermaron por su gusto, o por sus desórdenes, o porque haciendo muy cortas penitencias no las acompañaron con la charidad y amor de Dios que debían. Estos tales téngolos por polilla que roe lo más perfecto de la Religión sin que se eche de ver. Antes pienso que el demonio procura muchas de estas enfermedades para que debajo y color de charidad introduzga relajación y mill esenciones y aun no sé si diga libertades g. Estos enfermos son una secreta carcoma que, por no hacerse caso de ella ni reparar en unos animalillos que están escondidos en los maderos de la casa, suelen dar con el edificio abajo y caer lo bueno y lo podrido. Digo que muchas veces enferman por su gusto, porque lo tienen en gozar de algunas libertades con sus enfermedades que h no las gozaran. Ven que en estas religiones reformadas no regalan a los frailes por el púlpito ni hay magisterios y presentaciones por i que les den el mejor bocado. Toman por buen partido la cama continua por pequeños achaques, como si fuera más que púlpito y, no predicando en ella paciencia y sufrimiento, quieren que los estén regalando todo el año por lo mucho que predican que les duele la cabeza, el estómago y el lado. Estiman estos tales su achaque viejo más que si fuera grado de maestro, quiriendo tener por previlegio el darles todos los presentes que vienen para los religiosos. Estiman en más la calenturilla lenta que les viene a cabo de cuando j que el pie del pobre llagado a la puerta [121r] de la iglesia, que con ése tienen habilidad para coger los ochavillos del que entra y sale, y no tienen fuerzas para entrar a rezar un avemaría. Más que si fueran leones de piedra que ponen a las puertas de las casas k; y esto l hacen los m pobres, que buscan enfermedades para ser leones vivos con que han de abrir las bolsas y cerrar ellos sus conciencias para tratar lo que más les conviene. Quiera la Majestad de Dios no haya entre nosotros religiosos que tomen este officio y quieran hacer de sus dolencias y enfermedades terceros que alcancen n lo que su estómago pide, puniendo solamente todos sus afectos en comer y regalarse. Yo fío en Dios no los habrá en nuestra Religión, pero témome que entre muchos no ha de holgar el demonio, sino que ha de buscar cuantos modos pudiere para derribar el rigor de nuestra sancta abstinencia en el no comer carne, en el buscar colchoncillos y ropas de levantar, aunque sean de sayal, que habilidad tendrá el mismo demonio para hacer adelgace la tejedera y por sayal haga paño fino o.

5. Diránme: ¿Cómo se han de conocer estos enfermos, para que los prelados y la comunidad se guarde [de] ellos y sean curados con los remedios que conviene para que sanen de tales enfermedades? No es dificultoso de conocer si les sabe bien el regalo, si apoyan a los de su profesión, porque es cosa muy cierta, como a solas no se pueden conservar, desean haya muchos que gocen de sus esenciones; y así, por cualquier achaquito que tengan, luego les dicen que es mal hecho no regalarse y dejar el rigor para después de buenos hacer penitencias y seguir mejor comunidad. Huélganse de ser muchos de la cofradía y congregación, donde por indulgencias tienen murmurar de su prelado y de la falta de charidad que tiene, porque no les deja entrar el pucherillo de fuera y les da los regalos de adentro, como si la charidad estuviera en regalar el cuerpo hecho zorro mortecino. Por mayor y más perfecta charidad tuviera yo el curarles el alma y el sanarles los cuerpos con dieta p, pan y yerbas cocidas. Conocerse han también estos enfermos, como muchas veces ha sucedido con algunos pobres que se fingen cojos q, mancos y ciegos: que, azuzándoles un perro o soltándoles un toro, huyen mejor que si tuvieran cuatro pies y tuvieran para se defender seis manos y para acertar ochenta ojos.

6. Cierto que a mí me ha sucedido con algún religioso [121v] de estos que aquí vamos tratando que, después de me haber informado de sus mill dolencias y díchome sus inposibilidades para cualquier cosa de virtud y la necesidad que tenía de regalo, decirle: Siga su caridad estos quince días communidad y acuda en todo a las cosas de rigor, que después nos veremos; y, a cabo de estos quince días, preguntarle otro fraile: ¿Cómo hermano no se queja ni está malo?, y responder: Si tanto me ha de servir decir que estoy malo como si no lo dijera, más quiero estar bueno y no decir que estoy malo. Esto es soltarles el perro y acometerles el toro, echarles a cuestas el rigor de su religión y, viendo que no sacan más así que así con su enfermedad, tomarán oficio nuevo.

7. Diránme que, tratándolos con este despego, murmurarán y dirán mal de su prelado. Respondo que lo lleven por amor de Dios, que no importa que un inperfecto murmure de un prelado que quiere hacer se guarde rigor en su casa. Y es inposible, moralmente hablando, falte quien diga [mal] de un prelado que desea summa perfección y, si alguien ha de murmurar, murmuren los inperfectos.

8. Lo tercero, digo que estos enfermos se conocerán de qué pie cojean r viendo la buena disposición que tienen para hacer las cosas de su gusto: qué ágiles y liberales para se ir a pasear al campo, a desenfadarse a la ciudad, a entretenerse con otro que dicen es su amigo; y para ir un ratico a rezar delante del sanctíssimo sacramento, dicen tienen vagedos 4 de cabeza y se les quita la vista de los ojos, para estar en las horas del coro dicen que les tiemblan las piernas. Para las mañanas tienen dolor de estómago, que pide el almuerzo y trago de vino. Para las noches tienen dolor de cuerpo, para que les den colchón. Para el frío tienen catarros y romadizos, para vestir lienzo. Para el calor tienen ronchas y pujamiento de sangre, para desechar el sayal. Para s no hallarse en acto de comunidad, tienen melancolías. Para no comer con los demás, dicen que tienen enfado, buscando la soledad para que no tengan registros de su buen tragar. Cuando no comen, todo les hace mal y, cuando ven la suya, todo es bueno. Y mejor si se ofrece una recreación o una fiesta de las que [122r] se dan a los pobres cansados a cabo de seis meses, luego los veréis en estas ocasiones alegres, dispuestos, ordenando lo que se ha de comer y llevar, como maestros del officio t. Parecen en estas ocasiones como el cielo raso a quien el aire cierzo se llevó los nublados, porque ya parece que la fiesta les ablentó sus dolencias y les dejó no digo rasos, pero libres para sus gustos.

9. Si en algún tiempo esto se leyere, no hablo en vano ni me sigo por imaginaciones. Yo tuve un religioso que decía vomitaba la comida y que sentía tanta flaqueza que en tres meses no dijo missa. Y ofreciósele una ocasión de tres o cuatro días que le fue fuerza no comer sino bacallao y berenjenas, y no las vomitó, sino antes estuvo mejor. A este tal trainle una patente de sesenta leguas de camino, y las más de sierra, y luego estuvo bueno y salió a cumplir su gusto a pie y con muy buena disposición. No quiero yo echarlo todo a malicia, digamos que es engaño del demonio o locura. Cualquier cosa que de ésas sea, es bien haga el prelado todas las diligencias que pudiere para remediar ese mal, que no es pequeño pues, por ser males enmascarados con color de enfermedad, no serán pequeños.

10. Y porque acudamos al principal intento por que se levantó esta plática de los que dicen están enfermos porque al principio ayunaron y hicieron penitencias. Es ésta mayor máscara y tentación más fuerte para salir con sus intentos, porque quieren regalo de enfermos justificando sus flojedades y tibiezas con la santidad que jamás tuvieron. Apoyan y justifican sus inpertinencias y esenciones con decir que, cuando estaban buenos, bien sabían ayunar y padecer trabajo. A estos tales los comparo yo a un animalillo que tiene aquí en sus jardines, el señor duque de Lerma, que llaman tejón, que, porque tiene el pellejo hermoso, lo sustentan y dan de comer cada día dos libras de carne. Y fuera mejor, si el pellejo es hermoso, quitárselo y aforrar con él un trapo que abrigue las manos, y ahorrarme dos libras de carne cada día. No es bueno, mis hermanos, alegar que en otro tiempo ayunábamos y éramos buenos, para con el buen color del pellejo meternos dos libras de carnero. Si en otro tiempo fuimos sanctos, tornemos a ese nombre y con él abriguemos las manos de las buenas obras, animándonos a desechar nuestros males pinctados. Y no queramos ser como otro Jacob, que, habiéndose estado detrás de los tizones, quizá catando el guisado que la madre [122v] hacía, se llevó el mayorazgo del padre con sólo aforrar sus manos con unas pieles ásperas 5. Recia cosa es quiera uno la mayoría, la antigüedad y mejor plato porque finge vagedos de cabeza y temblores u del cuerpo, y llevar, gozar y ganar lo mejor que hay para el cuerpo, estándose detrás de los tizones catando las ollas. Voy diciendo dotrina común por abrazarlo todo, que esto no lo habrá entre nosotros v, por la bondad de Dios w, habiendo el rigor que ahora hay, pero, como por nuestros peccados ha de crecer la malicia y entibiarse la virtud, parece que podemos hablar como si ya lo viéramos.

11. El remedio para estos tales es que, si están enfermos y dicen fueron sanctos en otro tiempo guardando el rigor de la Religión, que les acudan con grandes veras al regalo del cuerpo y sobrelleven de los trabajos exteriores y, pues la enfermedad ya que fue causa de la relajación del cuerpo, no será razón lo sea también de la del alma y que, acudiéndole a lo uno, se le acuda también a la conservación de lo otro. Y no sea, como denantes decíamos, querer echar la soga tras el caldero y que, si el cuerpo enfermó, enferme tanbién el alma dejándole libre para que haga lo que quisiere, tomando por previlegio, como dicho queda, su dolencia para parlar, hablar, y quiera Dios no sea murmurar, no parar en un lugar y, en achaque de buscar el viento que quizá tiene en la cabeza, no deje x güerta, corredor, patio ni lugar que no ande para desechar sus melancolías. Las cuales yo se las curara con dos horas de oración delante del sanctíssimo sacramento; y si dice que no puede estar de rodillas ni pensar, estése allí sentado, que muchos hay que durmiendo tienen muchos sueños sanctos, ayudándolos Dios, de que se aprovechan después de dispiertos; y podrá ser, pues está allí con mejor disposición que si durmiera, le quepa algo de lo mucho que Dios está aparejado para dar y repartir a los que [a] él acuden. Y no todos los pobres que acuden a la puerta de una casa dan voces y claman, que con sólo y arrimarse a un astial y aguardar, suele el que reparte la limosna, viéndolo mal vestido, arrojarle un cuarto o un pedazo de pan. Haga este nuestro enfermo lo propio, váyase entre los demás que oran, arrójese en aquel suelo, pida, como el cojo que sanó san Pedro a la puerta especiosa del templo 6, que lo encomienden a Dios los que van a la oración. Si no puede pensar, no piense, que no es Dios tan corto en el hacer mercedes, que, cuando las hace, no es, como él dice, como la nube cuando llueve 7 y el sol cuando sale 8, y estas dos cosas no hacen su officio con tanta cortedad que no rieguen [123r] y remojen la haza que está erial y inculta tan bien como la bien sembrada, la una para que en ella crezca el trigo que está ya debajo de la tierra y la otra para que se disponga para el arado y labor.

12. ¡Oh engaño grande, persuadido por el demonio!: que quiera un hombre adquirir la salud y remediar las tristezas y melancolías que le acarrean sus enfermedades con cosas que han de dañar el alma, o por lo menos, la han de entibiar. Que haya aprendido un religioso todos los días de su vida que sólo Dios es el que sana todas nuestras enfermedades, según aquello que dice David: Qui sanat omnes infirmitates tuas, qui redimit de interitu vitam tuam, qui coronat te in misericordia et in miserationibus, qui replet in bonis desiderium tuum 9. Fuera ahora nunca acabar querer resumir los bienes que un alma tiene y alcanza a las puertas de Dios. No es como los médicos de la tierra, que cada uno profesa cura de particulares enfermedades. Todas las sana Dios. Aunque esté ya uno en el resbaladero de la muerte, de ella lo libra y juntamente le hace mill mercedes y lo deja coronado de infinitas misericordias. Y cuando no tenga palabras, porque ya se le trabó la lengua y dice no puede rezar, allá acude este buen Dios a los deseos del corazón, si los hay, a los enllenar y satisfacer. Y si la enfermedad fuere la más incurable, como es la de vejez, ésa la sabe Su Majestad remediar y volver al hombre a una edad florida, en que pueda mucho y con muchas fuerzas agradar a su Dios.

13. Renovabitur ut aquilae iuventus tua 10; que te renovarás como el águila. De ella dicen los naturales que con la edad le crece la una parte del pico, de suerte que no puede comer, pero que después va y sobre una piedra da ciertos golpes y herronadas y lo quiebra y queda moza. ¡Oh misterio de Dios, y cómo en semejanzas dices al hombre grandes cosas! El águila es vieja cuando en el pico está inpedida para poder comer y usar de él y después queda renovada y moza, después de lo haber quebrado y dispuesto para su officio. No hay hombre tan viejo y perdido como el que no tiene pico para pedir a Dios misericordia y que lo sane; y ninguno tan mozo como el que bien ora. Pues de estas enfermedades dice David que sana Dios. ¡Qué buen médico, él sea bendito mill veces! Que va un enfermo delante del sanctíssimo sacramento y dice que no puede rezar, que le duele la cabeza y tiene otros mill achaques; y allí puesto, con solo arrimarse a la piedra Cristo, [123v] quiebra el pico y lo dispone para hablar y pedir, o por lo menos, para recebir. Que ése es el previlegio de los enfermos, que les rueguen que coman y ellos se hagan de rogar. Eso le sucedió al paralítico de la piscina 11, que, sin hablar él, le pregunta Cristo si quiere ser sano, le ofrece y arroja la salud para que, abriendo siquiera la boca con consentimiento, se la trague. Así le sucederá al más tibio del mundo si se pusiere por donde Dios ha de pasar, en los portales y zaguanes de su casa, que es en el coro e iglesia, y saldrá bien remediado.

14. Ya hemos dado una medicina a nuestro enfermo. Démosle otra y sea que, pues está enfermo para el comer y beber y otras cosas, que, si no quiere la medicina pasada, guarde recogimiento en su celda, de suerte que, comiendo carne, no la coma fuera de allí, ni lo puedan visitar por enfermo mientras no estuviere en la cama. Bien sé que esto aún no se hace en nuestra Orden, pero fío en la Majestad de Dios se ha de hacer, que este poquillo de rigor que se guarde con ellos hará desechar la enfermedad y regalo que procuran. Que los pajarillos, a trueco de salir del nido y volar como los otros, ellos propios se quitan con el pico el pelo malo que tienen y se disponen para que les nazca pluma. Qué de veces vemos, a trueco de salir de la celda, muchos enfermos disimular la mitad de la enfermedad y fingir la salud. Bien es que los ayudemos y ocasionemos a que ellos propios busquen lo que les falta y tengan salud, con que alaben a Dios. Etc.




1 Sal 41,4.



b da sobre lín.



c de día y de noche sobre lín.



2 Por degüella (decolación, degollación). Del latín decollare, degollar.



dsigue caer tach.



esigue por enle tach.



fsigue ni tach.



3 Reminiscencia de Ez 18,23; 33,11.



gsigue tengo a tach.



hsigue nos tach.



isobre lín.



jsigue más tach.



ksigue que jamás entran tach.



lcorr. de estos, sigue tales tach.



msobre lín.



nms. alcance



osigue dir tach.



psigue y tach.



qsigue y tach.



rms. cojquean



4 Por vahídos.



ssigue no comer tach.



tsobre lín., en lín. comer tach.



5 Cf. Gén 27,11-29.



ucorr. de templores 



vsigue as tach.



w por-Dios sobre lín.



xsigue açotea tach.



ysigue p tach.



6 Cf. He 3,1-10.



7 Cf. Sal 76,17-18.



8 Cf. Sab 7,29-30.



9 Sal 102,3-4. 



10 Sal 102,5.



11 Cf. Jn 5,6-9.






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