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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
EXHORTACION 39 a
De cuánto daño hacen a las religiones reformadas religiosos que, estando en la virtud relajados, en las enfermedades buscan y quieren regalos
1. No me pasa por la imaginación, en estas exhortaciones que voy tratando de enfermos, decir mal de los que lo son y pasan con paciencia su trabajo, que es bien b esos tales se amen, quieran y regalen, aunque sea a costa de los cálices del convento. Que el mismo Dios dice: Misericordiam volo, et non sacrificium 1; que se huelga y deleita se acuda al enfermo y con él se use de misericordia, aunque [124r] se detengan y estorben por entonces los sacrificios. Es ésta una charidad tan agradable a los ojos de Dios que ni yo tendré lengua para decirlo ni pluma para scribirlo. No tengo que tratar de esto, particularmente en nuestra sagrada Religión. Antes, me parece, es necesario poner tasa y hacer raya en el modo de regalar y servir a todos los que dicen que están enfermos, porque muchas veces, así como cuando en casa del labrador echan de comer a las gallinas que, por estar y ser pesadas en el vuelo, no lo pueden buscar fuera, suelen venir gorriones y comérselo, de esa misma suerte habrá algún goloso que, viendo poner la olla para el enfermo, finja enfermedad, como gorrión, atrevido a se querer comer la ración del doliente.
2. Por esto se ha venido a tratar de enfermos que antes dañan a las religiones reformadas que no las ayudan, lo cual se ha visto y experimentado en otras que han buscado mill medios para remediar el daño que por aquí les puede venir, ya remitiéndolos al paño, donde se come lo que ellos quieren, ya recogiéndolos a un convento donde les satisfagan de lo que desean, y al cabo se vienen a quedar con ellos, como maza de mona, que por do pasan hacen gotera y aun sirven de zánganos, que comen la flor y lo que las otras avejicas labran en la colmena. Que es recia cosa ver los otros religiosos, que unos trabajan y ayunan, rezan y sirven, y otros huelgan y comen. Y aun gruñen, como el perro que roe el güeso, que no se contenta con quitárselo al gato, su compañero, sino que, si se llega cerca, lo ha de morder. Que es el daño que c poco ha decía yo de los que no se contentan con comerse los regalos que vienen a los conventos, sino que han de gruñir y murmurar de sus compañeros d que notan su comer y beber.
3. De donde con tan justa razón y título en nuestra sagrada Religión se hace y debe hacer información de la salud y fuerzas del que pretende el hábito; y a la profesión se le avisa que, si le hallaren en alguna enfermedad secreta y encubierta, su profesión será ninguna y le quitarán el hábito. Bien es que el hospital sea hospital y el convento convento, [124v] y no los queramos hacer todos enfermerías e; ni será razón, pues los conventos se hicieron para en ellos guardar rigor y hacer voluntarias penitencias y estar siempre alabando a Dios, que los queramos convertir en hospitales y confusión. Bien vemos estar con particular providencia ordenado que en las ciudades y cortes están los oficios de una profesión en una calle y otros en otra, por quitar confusión y porque ya se sabe dónde ha de hallar uno lo que busca en este o en aquel official; y también muchos de un officio se saben f y pueden ayudar unos a otros. Quiero con esto apoyar la razón que la Religión tiene de pedir fuerzas al que quiere profesar nuestra regla; y que, si es enfermo, se vaya al hospital. O, cuando quiera Dios que nuestra sagrada Religión los tenga, que en él los reciba, y queden solos y a una los que a una quieren y desean alabar a Dios, ayudándose los unos a los otros con palabras, obras y exemplos. Y tanbién los enfermos están más aliviados con otros que tanbién padecen como ellos.
4. No ha ido fuera de propósito lo que hemos ido tratando en estas exhortaciones de nuestro principal intento: de la obligación que los hermanos tienen a su perseverancia en la virtud, pues es verdad que no hay cosa que así tanto quiebre el hilo del rigor y adelgace nuestra aspereza que g achacosos y dolientes. En los árbores vemos que la naturaleza próvida ordenó que la fructa que enferma en el árbor se caiga al suelo y deje madurar la sana, porque, si allí se quedase, es cierto enfermaríe toda. Pero el discreto hortelano no la deja perder, aunque enferma, caída y por madurar, sino que la coge y hace en conserva, con que no pierde h el trabajo, antes suele ganar más que con la que maduró en el árbor. Lo propio parece se debe hacer en la materia que vamos tratando: que, porque los sanos no quieran también gozar de los previlegios de los enfermos y ser i todos de regalados j, que es peor enfermedad que si se les pegaran las calenturas del cuerpo, se aparten del árbor donde está la fructa sana y la dejen madurar con el rigor de las penitencias y mortificaciones, como fruta al sol del verano y heladas del invierno. Y esa fructa que se aparta y cai de ese rigor, [125r] cójala el prelado, échela en conserva, pues para otra cosa no vale, regálelo, que no perderá su trabajo, que Dios es buen pagador. Y lo que no vale para en compañía de los demás, antes estorba y detiene, vale para que en él muestre Dios sus misericordias y los enfermeros ejerciten la charidad, y por ese camino se gane y saque más caudal de esos enfermos que si estuvieran juntos con los sanos.
5. Viendo, pues, algunos inconvenientes que estos enfermos train a la Religión, es causa de que en estas exhortaciones hayamos puesto tasa a las penitencias y mortificaciones. Que, a no haber este inconveniente —y otro que muchas veces suele resultar en los propios enfermos: de que se suelen resfriar en las cosas de virtud y aun olvidar, de suerte que después, para tornar a la primera vida, han menester, como niños, tornarse a ensayar—, a no haber, pues, estos inconvenientes, no sé yo quién se habíe de atrever a poner esta tasa y a querer hacer detenidas nuestras penitencias. Somos los hombres tales y ya vueltos tan delicados por nuestros peccados, que dentro de nosotros propios hallaremos mill procuradores que estén defendiendo la causa del cuerpo para que no ayune tanto ni traiga tan continuo silencio; y aun en el camino, cuando el azote sale recio de la mano k, hallará quien impida el golpe recio, y aun la propia mano arrepentida, y aun quizá el entendimiento formando y haciendo mill discursos que parecen razones congruentes. Bastan esos tutores que l miren m por el regalo del cuerpo; no quiero yo serlo ni estorbar a nadie sus buenos deseos. Sólo digo que, cuando no hay alguna cierta sospecha de que ha de enfermar o ser de los enfermos que hemos dicho, que deje correr el deseo y poner en ejecución sus buenos pensamientos, que Dios ayuda a los atrevidos en cosas de virtud, descalzándose de cualquier falsa presumción que en sí pueda tener.
6. Particulares exemplos tenemos y hemos tenido de grandes ayudas de costa que Dios ha dado a aquellos que de veras se han querido disponer para grandes cosas, las cuales, miradas dende afuera, parecen imposibles y, cercándose a ellas, tan fáciles que parece se hallan hechas. ¿Quién no vido el asombro de los hebreos al pasar por la tierra de [los Amorreos], donde los hombres les parecían gigantes y ellos parecían moscas 2? Y después no hubo dificultad que no venciesen, como si los contrarios fueran yerbezuelas y florecillas del campo y ellos fuertes como toros. Así lo confiesa el rey Balaq n [125v] en el recado que envió al profeta Balaam o diciendo de ellos: [Ita delebit hic populus omnes, qui in nostri finibus conmorantur, quo modo solet bos herbas usque ad radices carpere 3]; es una gente que destruye la tierra, como el buey cuando comiendo yerba atala los prados. Haciéndolos en esta semejanza tan fuertes que, para vencer y asolar la tierra, no habíen menester más que lenguas, que con ellas cercenaban las vidas de sus contrarios, como hace el buey con su lengua cortando la yerba. ¿Quién dijera que un David habíe de dar en tierra con un gigantazo armado de pies a cabeza, soberbio y ultrajando al pueblo de Dios? Y acercándose a él, con una piedra lo derribó y con sus armas le cortó la cabeza 4. ¿Quién habíe de decir que una Judic habíe de ablentar un ejército y quitar la vida a Holofernes 5? Que [no] hay que cansarnos con testimonios del Viejo Testamento, pues en el Nuevo tenemos millares de niños y tiernas doncellas que han vencido la cólera y rabia de los tiranos y, dejándoles sus cuerpos en las manos, no les han podido torcer ni vencer la fee y voluntad que tenían a Cristo crucificado.
7. Lleguémonos más cerca a nosotros propios. Díganme, mis hermanos, ¿cuántas veces, mirados los rigores de lejos, las disciplinas y ayunos de la Religión nos han parecido gigantes y nosotros langostas? ¿Cuántas veces nuestro p cuerpo se nos ha representado un Goliat armado con razones y discursos presumtuosos, y que este nuestro hombre exterior es un ejército poderoso que está contra nuestro spíritu para darle batería? Y que después, llegado más cerca, se truecan las suertes y el spíritu con ayuda de Dios se torna un león y el cuerpo una oveja rendida. ¿Y qué de veces q, llegando al paso que dende afuera nos parecía más apretado, es paso llano y sin estorbo? ¿Quién dijera que un hombre se habíe de poder pasar sin comer de ordinario y vivir como los demás hombres viven? ¿Cuántos sanctos ha habido que se les pasaba la semana y los cuarenta días enteros sin comer? No quiero poner exemplos presentes, que bien pudiera ponerlos en nuestra sagrada Religión. Consérvelos Dios y déles gracia para cosas más poderosas, que poderoso es Dios para todo lo que quiere y para dar y contribuir estas y otras mayores mercedes a los que de veras se disponen.
8. Ea, pues, mis hermanos, lleguémonos con osadía a la mortificación interior y esterior, que no menos seremos premiados que los sanctos que no temían los tormentos de los tiranos, pues las penitencias continuas martirio es dilatado. No temamos el golpe, que Dios está con nosotros puniendo la mano, como madre [126r] amorosa, sobre que descargue r. ¡Oh buen Dios mío, y si de veras me descubrieses cómo no está la conservación de la vida en los regalos y buenos manjares del mundo, sino en ti, que eres vida eterna! Y, si no, díganme ¿quién en vida y en muerte está más sujeto a corrupción que un hombre regalado, pues sólo un trocar el manjar, lo dulce en agrio, la carne en pescado, da con él en una cama? Y buscando la causa de su enfermedad, hallan docientas que se atropellan, todo esto para mostrarle la certidumbre de su enfermedad, pues tantas puertas halló abiertas. Pues ¿qué diré de su cuerpo después de muerto cuando, con mill bálsamos y encuadernaciones de holandas y sepulcros de mármol y bronce, no se lo pueden defender a los gusanos s? Y si los visitamos al otavo día, no parecen ni son quien eran.
9. Yo me holgara de saber en qué aduanas tiene librados sus bienes el buen comer y beber, la abundancia de los potajes y manjares, pues de todo yo no veo sino corrupción y miseria. Diránme que libra sus bienes en el gusto. ¡Oh desdichados hombres que, por el gusto de un instante, quieren meter en casa enemigos que suelen quitar la vida primero que salgan de ella!, ¿qué hombre o rey t, pregunto yo, habría en el mundo que, por el gusto que tenía de ver pasar un ejército de moros o enemigos bien vestidos u y puestos, los dejase entrar en su reino? Y que, acabado el entretenimiento del tal rey en el verlos pasar, todos tomasen armas y dende el mayor al menor les quitasen la vida. Abramos los ojos, mis hermanos, consideremos la deleitación y gusto que tiene un grande cuando ve venir cincuenta pajes cargados cada uno con su manjar y plato y, con ese mismo gusto, les abre la boca y los entra a todos en casa, donde, pasado aquel gustillo y entretenimiento, toman otro color y visten otras armas contra quien les hizo la tal amistad. Y con facilidad derriban al más valiente, porque, en fin, es uno contra muchos manjares, que cada uno de por sí hace su guerra y todos pueden tanto que dan con un hombre en la sepultura. Dichoso el religioso que, por un poco menos de gusto, se contenta con pan y yerbas y entra en su casa gente humilde que queda a su mandar, y con muy pequeño calor natural hace de la comida lo que quiere, aplicándola a mayor salud y más larga vida, como vemos que los religiosos la tienen.
10. Y después de muertos (que, en fin, ésta es natural y dende el principio del mundo quedó portillo hecho por donde entrase para todos), el cuerpo arrojado en una sepultura, vestido de unos pobres sayales, parece que los gusanos le tienen un respecto más que humano, pues vemos muchos cuerpos [126v] de estos que se sustentaban con yerbas, en las sepulturas los sustenta Dios con speranzas eternas sin corrupción v y sin que ningún gusano se les atreva; todos tienen a raya y, como manjar no suyo, se lo guardan al alma entera para el día del juicio. Oh almas sanctas, cuya virtud en la vida fue tan grande que cogió a todo el cuerpo de pies a cabeza, tiniéndolo en un perpetuo sacrificio w para Dios, y en la otra vida gozáis de unos premios tan dilatados y estendidos que parece llega vuestra virtud a darla al cuerpo, sujeto a la corrupción x, para que entero siempre dure. Y atento que ése es previlegio particular, los demás religiosos, de quien tratamos y, van a aquel lugar tan secos y enjutos, que no hay gusano que le diga qué haces aquí, sino que ha menester mill dispusiciones para se volver en la tierra de que fue hecho, que parece la propia tierra lo desconoce y lo tiene por más cielo que ceniza.
11. Muy materiales son estos fructos que hemos dicho z que consigo trai el rigor de la comida y bebida, para que de veras el siervo de Dios lo abrace. Lean, mis hermanos, los libros que están escritos en alabanza del ayuno y abstinencia, y verán cómo es camino que, andado bien y de buena gana, da con un hombre su poco a poco en un ser admirable de ángel y tan parecido a y compañero de Dios, que sus ordinarios tratos los tenga con Su Majestad, como un Elías y un Moisés y san Juan Baptista, cuya comida eran yerbas y agua. Estos manjares livianos dejan libre el alma para que trate con Dios. Y el que esto busca, presto le enfadan las ollas de Egipto, pues ésas train tanta pensión consigo que hacen a un hombre esclavo de sus apetitos; y el renuciarlo y sustentarse con solo el maná que comían los hebreos, aunque manjar liviano, entra a un hombre en la tierra de promisión.
12. ¡Oh sancta regla nuestra, bien si fuiste recebida por los hombres dada por Dios, qué tienes de cuidado de irme a la mano en lo que tengo de comer y beber! Cuántas son tus b cláusulas negativas que acerca desta materia tienes, no sé yo si las podré contar c: carne no coman, pescado no compren, vino no beban; ad sumptuosa cibaria non licet quemquam admitti 6. Todo es un ayuno y otro ayuno, una abstinencia y otra abstinencia. ¿Qué tiene que decir a esto el que con pequeño achaque quebranta mill cláusulas de su regla, pidiendo carne y buscando regalos?; sino que le quiebre Dios los güesos antes de tiempo a trueco de que él no quiebre lo que Dios tanto estima. Sé decir que éstos no se precian de su hábito y religión y que quien de una cosa no se precia, él la dejará presto o se le perderá temprano y dará consigo donde lo que él desea vale barato, que es en el siglo, donde cada uno busca su gusto y no el de Dios. El se nos dé a sí propio.
[127r]
Jhs. M.ª