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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
EXHORTACION 48
Cómo en este mundo no nos hemos de detener
ni aun en el mismo Dios en cuanto es camino, sino que en él y por él hemos de
procurar subir hasta que en la otra vida
lo veamos y gocemos a la clara
1. No sólo no nos hemos de parar ni detener en estas cosas de acá abajo, en que muchas veces nos quedamos, como ignorantes, abobados y suspensos, como el que de la hermosura de una imagen se deja llevar sin pasar a al prototipo que representa, pero ni aun en el mismo Dios, mientras en este mundo estuviéremos, no hemos de parar y quedarnos, sino que en él hemos de procurar pasar adelante hasta que en la muerte lleguemos a gozarlo a la clara y en la gloria. Que por eso, como hemos dicho en otras exhortaciones, se llama el mismo Cristo camino, de suerte que, siendo nuestro fin y paradero como Dios verdadero en la otra vida, en ésta es camino; y, en cuanto camino, hemos de pasar adelante. Así como, si un hombre se aprestase para ir a Valladolid, no andaría acertado en quedarse en Tordelodones porque ése es el camino, sino pasar adelante, de esa misma suerte en este mundo se nos da Dios por camino y, en cuanto camino, no nos hemos de detener en él, sino pasar a él propio como se da y communica en el cielo a los bienaventurados.
2. San Pedro, porque dijo en el monte Tabor: «Quedémonos, Señor, aquí, bien será que hagamos aquí tres mansiones», fue reprehendido y dejado con la palabra en la boca, diciendo el evangelista que nesciebat quid diceret, que no sabía lo que se decía 1. Ahora notemos que, con pedir tabernáculos en presencia y gloria de Cristo, le dicen que no sabe lo que se dice ni lo que pide. ¿Qué será quererse un hombre estar detenido en la tierra con las criaturas y sin Cristo? Quedáronse los discípulos de este b buen Señor en su subida a los cielos absortos y como elevados mirando a aquel dichoso lugar, [196r] donde ya quedaban puestas sus speranzas; y siempre con esto, mirando al cielo, aparecióseles un ángel que decía: Viri Galilei, quid statis aspicientes in caelum? 2 Varones fuertes de Galilea, ¿qué hacéis aquí mirando al cielo? Como si dijera, que no hay cielo para los fuertes en este mundo; ¡alto, a trabajar y manos a la labor!
3. Va Jacob por un desierto y, cansado, se echa a dormir y pone un canto por cabecera. Y, al mejor sueño de la noche, ve que se abre el cielo y que desciende de lo alto una escalera donde él estaba y que por ella van y vienen ángeles, y Dios en lo más enpinado 3. Quién no dijera que aquello ya estaba acabado y que no habíe ya más que desear: el cielo abierto, Dios allá arriba y, entre él y Dios, una scalera y en ella ángeles que le den la mano. Pues aguardad, que no está todo acabado ni todo hecho, ni todo ha de ser cielo que se goce en este mundo. Amanece y hállase solo y pobre. Y con su báculo en la mano y peregrino, como de primero, pasa adelante su camino, entra con amo en [Jarán], enpieza a servirle, donde padeció innumerables trabajos y desconsuelos 4. Y últimamente torna a su tierra y, en el propio lugar donde habíe tenido el consuelo y visión, aparécesele un ángel, con quien estuvo luchando toda la noche 5. Como quien dice, no hay que buscar cielo en este mundo ni gloria así a solas; más es menester que ver el cielo abierto y subirnos allá así de repente. Menester es luchar, trabajar, servir y padecer desconsuelos y tristezas, luchar con el demonio, mundo y carne y con nosotros propios. ¡Qué buena lección para el fraile descalzo, que ya salió del mundo pobre y peregrino, hace penitencia y duerme en el suelo y aun tiene revelaciones y se le aparece Dios y sus sanctos! Con todo eso, no piense que ya está todo hecho y acabado y que ya no le falta sino subirse allá, que pasará la noche en que Dios lo regala y consuela, como a novicio en sus principios, y vendrá el día en que sienta en sí mill aflicciones y desconsuelos, luchas y pesares c que tendrá consigo propio.
4. Cuando la esposa dormía y reposaba, su esposo le guardaba el sueño, el mismo Dios le estaba en centinela. El es el que pide y manda a las otras doncellas no la dispierten d: Ne suscitetis, neque evigilare faciatis dilectam, donec ipsa velit 6. ¡Qué reposo y sueño tan grande, qué alegría y qué contento! ¿Quién dijera que habíe ya de haber más que dormir y reposar en los regazos de Dios? Y más, que el lugar donde se adurmió, según se puede coligir de las palabras e anteriores del propio capítulo, era donde ella bien habíe deseado sentarse a descansar y a sestear: Sub umbra illius quem desideraveram sedi 7; sentéme a la sombra del que deseaba mi alma, cuyo fructo me fue dulce y suave. Y si no fue aquí donde se adurmió, [196v] sería donde ella luego en consiguiente dice: Introduxit me rex in cellam vinariam et ordinavit in me charitatem 8. Sería en las bodegas de su esposo, donde todo era amor y charidad bien ordenada. Y la bebida pudo ayudar, porque el mosto del amor divino saca de sí y aduerme con facilidad. Pues la cama no desayudaría al sueño, porque luego dice: Fulgite me floribus, stipate me malis f, quia amore langueo 9. Que fue decir: sueño tengo, hacedme cama de rosas y flores, no haya quien me inquiete. Laeva eius sub capite meo et dextera illius amplexabitur me 10. Pide luego a su esposo que le ponga el brazo izquierdo g por cabecera y almohada y el derecho por cubertor. Y después de todo esto hecho, como queda dicho, el mismo sposo se queda por centinela y guarda del h sueño, pues conjura y pide que no dispierten a su querida. ¿Quién aquí no entendiera que ya todo estaba hecho y acabado? ¿Quién aquí tenía que aguardar ya mal rato ni desasosiego? ¿Qué podía aquí faltar ni seguirse a este sueño sino el reposo eterno de la bienaventuranza? Pues esperad, señores, y veréis lo que pasa. Abran las orejas las personas que tratan de oración de reposo y quietud y han llegado a quedarse adormidas en los regazos de Dios, para que [no] entiendan i que ya todo está hecho y acabado.
5. Luego al instante se oyeron voces de su esposo, como ella dice: Vox dilecti mei 11. Válame Dios, Señor, sueño tan pretendido, tan trabajado y bien merecido, tan guardado y estorbado de quien lo puede inpedir, ¿y ahora dais voces vos para dispertarla? Cierto, Señor, que eche juicio que la adormistes y ella se disimuló dormida sólo para que los güéspedes se fuesen, y después, dispertándola vos, os quisistes quedar a solas con ella, como se suele hacer en el mundo entre j personas de negocios, que dicen los criados que duermen para estarse a solas un rato con la gente de casa. Pues oye la esposa dormida voces de su esposo, y no voces de quien se está quedo para de reposo k gozar de la conversación y entretenimiento de su esposa, sino que dice ella propia que en esta ocasión vido que venía atrancando los montes y collados y que era semejante su ligereza a la que tiene la cabra montés 12. Veamos, pues, qué es lo que quiere, qué pide con estas voces.
6. En dilectus meus loquitur michi. Que llegó a ella y la hablaba y decía: Surge, propera, amica mea, columba mea, formosa mea, et veni 13; levantaos, esposa mía, amiga mía, paloma mía y hermosa mía, et veni, y venid tras mí. Iam enim hiems transiit, imber abiit 14; ya se han ido todos los que nos podían impedir. Surge l, amica mea, speciosa mea, et veni 15. Torna a decirle: alto, a levantaros de la cama, esposa mía, a alargar el paso y venir tras mí, como si dijera, [197r] que vengo de priesa. Levántase la esposa a las voces de su esposo, busca a quien la llama en la propia cama donde tenía el sueño y no lo halla. Así lo dice luego en las primeras palabras del capítulo 3: In lectulo meo m, per noctes, quaesivi quem diligit anima mea, quaesivi illum, et non inveni; una y muchas noches me sucedió que busqué en mi lecho, donde tomaba el sueño, al que mi alma amaba, busquéle y no lo hallé. Determínase de levantarse y buscarlo por las plazas y calles, donde a ella le sucedieron tantos malos tratamientos de las guardas de la ciudad que toparon con ella 16. ¿Quién dijera que, después de tal sueño y reposo, habíen de pasar tantos trabajos e inquietudes por una doncella sancta, desposada con quien así lo trai?
7. Ay, mis hermanos, si esto de veras lo considerásemos, para que no entendamos, en tiniendo una poquita de oración, que ya está todo hecho y que, después de el sueño de la contemplación, ya no hay otra cosa que hacer más de reposar en la celda y en el coro. Que, cuando más seguros estemos, se oirán voces del propio que nos aduerme para que nos levantemos de ahí y vamos tras Cristo siguiéndole sus pisadas por penitencia, mortificación y amargura; que nos levantemos de el sueño a padecer millares de trabajos y desasosiegos por su amor. Y porque de veras entendamos que ésta es la condición de Dios, y no otra, otras dos veces dice el Spíritu Sancto en los propios Cantares que le guardó el sueño su esposo. En el capítulo 3, n.5, dice las propias palabras: Adiuro vos, filiae Jerusalem, per capreas, cervosque camporum, ne suscitetis, neque evigilare faciatis dilectam. Y al n instante dice el propio esposo: Quae est ista quae ascendit per desertum sicut virgula fumi ex aromatibus myrrhae et thuris? 17 ¿Quién es esta que sube por el desierto como una varilla de humo que sale del incienso y mirra amarga? ¡Oh sancto Dios mío, dejáisla dormida y, apenas lo habéis acabado de decir, cuando ya la veis subir por el desierto como la varilla de humo que o sale de la mirra amarga! Amargo sueño debiera de ser aquél, pues tan presto dispertó y, echada en las brasas, subió por lo alto como sube la varita de humo.
8. Ahora notemos por charidad que esta vez no p dice el testo que la dispertó su esposo ni que oyó voces, sino inmediatamente dice que se vido subir por el desierto. Como quien dice: la vez pasada, esposo mío, que me dormí y aguardé a que vos me dispertásedes, caro me costó, pues por buscaros y hallaros me costó q tanto trabajo. Ahora, Señor, no quiero aguardar a eso, sino que en el mismo sueño tengo de estar como en brasas metida, y de él tengo de salir como el humo deshecha [197v] que sube por eso alto. Para que así entienda quien trata de oración que aun en ella y en la contemplación no ha de tener descuido ni parecerle que ya no hay más que subir ni caminar, que aún le falta una y otra vez por echarse en el fuego de la mortificación, deshacerse en mill amarguras como la mirra y el incienso y luego subir por eso alto.
9. La tercera vez que le guarda r el sueño su esposo es en el capítulo 8, n.4. Y, al punto que queda dormida dice s el sagrado texto t: Quae est ista quae ascendit de deserto, deliciis affluens, innixa super dilectum suum? 18 Que dijeron sus compañeras al instante que su esposo la dejó dormida, ¿quién es esta que sube del desierto cargada de riquezas y recostada sobre su amado? Por el desierto se entiende el sueño de la contemplación, donde un alma adormida en los regazos de Dios todas las criaturas la dejaron sola. De ahí sube cargada de riquezas y recostada sobre su amado, lo uno porque del sueño debiera de salir enflaquecida y para obras exteriores y de trabajo debiera de tener necesidad de tal báculo y arrimo. Lo otro, quien va tan cargada menester ha quien le ayude a llevar el peso. Lo tercero porque, sin el arrimo de Dios, no se puede hacer esta subida. Apriendan una y mill veces los que ya del todo llegaron y dieron puncto a las obras de manos y de trabajo, pareciéndoles que ya su sueño y oración ha de durar hasta la fin, que en ese sueño no ha de haber descuido ni olvido de las obras de manos y exercicio corporal. Unas veces abrir las orejas, cuando se oye la voz de Dios que nos dispierta y manda que la dejemos por el bien de nuestros próximos; otras veces estar nosotros en ella con tanto cuidado y que a deshora, cuando mejor piensen que todo es ya sosiego y quietud, subamos por la altura del trabajo y mortificación donde sintiéremos es más voluntad de Dios. Y cuando de ahí nos levantáremos, por grandes favores que hayamos tenido, que nos humillemos y conozcamos, pidiéndole a Dios de nuevo particulares favores y ayudas de costa para el estado nuevo que sacamos de la oración y contemplación. Lo primero, como decíamos, por la flaqueza que suele causar en este hombre exterior el sueño spiritual, éxtasis y arrobos para haber de acudir al trabajo exterior. Lo segundo, porque el peso grande que se recibe en la oración y contemplación u es tan grande que, si Dios no estuviese de por medio, derribaría a una persona. Y lo tercero, porque, para cualquier subida y adelantamiento que pretendamos, es menester nueva gracia y favor del cielo, porque de nuestra parte en cualquier ocasión somos nada.
10. Sacamos tanbién de aquí que el no dispertar la primera vez la esposa, sino que fue necesario [198r] la voz de su esposo y el ruido que hacía, fue porque la cama la habíe pedido la esposa de rosas y flores: Fulgite me floribus, quia amore langueo 19, y en ella se habíe quedado dormida; y como de parte suya no habíe quien la dispertase porque todo era descanso, fue necesario el dispertador de afuera. Que si ella se adurmiera, como el propio esposo primero la habíe comparado a la rosa entre las spinas en el principio del capítulo segundo 20 antes que se adurmiera y antes que ella pidiera rosas y flores, las propias spinas fueran bastantes a dispertarla y llamarla v. Como la segunda vez que se durmió debiera de ser la causa de que el sueño huyese el lecho y cama que tuvo, si hemos de entender fue el lecho y cama de Salamón, de quien luego en el propio capítulo hace mención, que se guardaba con 70 hombres fuertes que tenían enpuñadas sus espadas, porque habíe miedos de noche y ocasiones de temer 21.
11. Bien es que el alma que sube a lo alto de la contemplación que lleve las riendas tan en la mano y el cuidado tan vivo, que del todo w se deje llevar a dispertar y a volver cuando de fuera quiebren las puertas; sino que se considere como una alma que es rosa entre espinas. Y aunque la doctrina común enseña que para la contemplación han de quedarse todos los cuidados, pero del todo no se han de perder todos los miedos y temores nocturnos; y que, en aquella noche obscura, en que goza de Dios por contemplación y oración de recogimiento, puede haber ladrones que la roben y despojen. Que Adán en el paraíso de deleites no tuvo seguridad y, sin haber más hombre que él, él propio se robó y despojó 22, y de él habíe que guardarse y tener cuidado, como si fuera ladrón ajeno. De esa misma suerte el alma que llega a este divino sueño de la contemplación haga cuenta que la puso Dios en un paraíso de deleites, donde goza de inestimables bienes, y que si le pareciere que, por la soledad de que ahí goza y tiene por se haber apartado ya de todas las criaturas, tiene seguro, no lo tiene tanto que no tenga de qué guardarse de sí propio y de sus manos, las cuales con falsa presumción y engaño x pueden despojar y desnudar un alma.
12. En la exhortación que viene se acabará de tratar cómo sean estas subidas en un alma que de veras contempla y reposa en Dios.